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La misa comienza en el instante en el que te detienes frente a las grandes puertas de la iglesia. La voz de Terzo hace eco en cada rincón del lugar y los seguidores del Clero guardan un silencio sepulcral en respuesta.
Deberías haber llegado antes para evitar llamar cualquier tipo de atención, pero no es tu interés en esa misa lo que te ha llevado hasta ella. Sin adentrarte aún buscas con la mirada a Copia, pensando incluso en la posibilidad de que no se encuentre en la iglesia, pero sabes que es todo lo contrario cuando por fin lo encuentras en las bancas más cercanas al confesionario.
Una sensación de emoción recorre tu cuerpo entero al verlo. Él no sabe para qué estás ahí y eso te emociona aún más, sabiendo que la promesa que le hiciste hace un par de noches podría estar a punto de cumplirse.
Aunque sabes que podrías llamar la atención de todos los presentes, no dudas en entrar a la iglesia en absoluto silencio, atrayendo solo la atención de un par de hermanas del pecado que te miran con reproche al interrumpir el discurso de Terzo. Desearías decirles un par de cosas, pero el deseo de cumplir con tu objetivo es mayor y simplemente continuas con tu camino.
La expresión de sorpresa en el rostro de Copia es exquisita y, de no ser por la luz tenue de los cirios en la iglesia, podrías jurar que hay un suave sonrojo esparciéndose por sus mejillas al igual que en sus orejas. Lo nervioso que lo pones es simplemente encantador.
— Ciao, Cardenal... — lo saludas en voz baja y con una pequeña sonrisa, sentándote a su costado izquierdo. Notas casi al instante que su semblante tranquilo se vuelve tenso poco a poco.
— Amore, ¿qué haces aquí? — pregunta, confirmando con el titubeo en su acento italiano cuán inesperada es tu presencia ahí.
— Vine a misa, ¿no es obvio? — lo tientas, conteniendo las ganas de reírte por lo bajo. Su incapacidad de mantener la calma cuando estás cerca es toda una tentación y amas provocar eso en él. — ¿Hay algún problema, querido? — preguntas con fingida inocencia, queriendo que logre relajarse y bajar la guardia.
Para tu deleite, Copia lo hace. Sus hombros se relajan y, aunque lo escuchas pasar saliva, sabes que el momento de tensión para él ya no es preocupación. Perfecto, lo tienes justo donde lo quieres.
— Pensé que venías a... — comienza Copia, solo para ser inmediatamente silenciado por uno de los seguidores de Terzo un par de bancas frente a ustedes. — Mi dispiace... — se disculpa Copia, avergonzado.
La excitación aumenta en ti al saber que Copia no ha olvidado tu promesa. Te habría gustado escucharlo terminar sus palabras pero, tal como sabes, no es el mejor momento para charlar o hacer cualquier tipo de sonido. Aún así, eso no te detiene.
— Oh, ¿te refieres a eso? — ries, acallando el sonido con tu mano contra tus labios. Antes de permitir que Copia suspire con alivio, posas tu mano sobre su muslo y te inclinas contra él, lo suficiente para que sólo él pueda escucharte. — Puedo hacerlo si quieres... — sugieres, apretando ligeramente su muslo, disfrutando de la tensión volviendo a invadir su cuerpo.
Sus ojos desiguales se encuentran con los tuyos y deseas besarlo más que nunca, pero sabes que debes mantener un perfil bajo para que no los echen de la iglesia. Después de todo solo quieres divertirte un poco. No quieres causarle problemas a tu querido Cardenal.
— Amore, per favore... — suplica Copia en un susurro, posando su mano enguantada sobre la tuya, pero sin hacer movimiento alguno para quitar la tuya. Oh, qué delicia es escucharlo suplicar en italiano. — Siamo in chiesa...
Copia sabe lo poco que te importa estar en la iglesia. Ha descubierto hace poco cuán exhibicionista puedes ser después de haberlo montado en el confesionario mientras los seguidores del Clero abandonaban la iglesia.
— Sólo tienes que pedirlo y me detendré... — le aseguras, deslizando tu mano al interior de su muslo, apretando nuevamente y arrancándole un jadeo que acallas con tus labios al verte incapaz de resistir la necesidad de besarlo. Él corresponde a tus labios y tomas aquello como la señal para continuar, deshaciendo con dedos hábiles los botones de su sotana.
— Per favore... — ruega contra tus labios, con su mirada fija en ti. Se ve tan necesitado y tú deseas tanto poder complacerlo.
— Shh... shh... tienes que guardar silencio, Copia...— adviertes, aunque haces realmente poco a favor de ayudarlo a cumplir con esa petición cuando tu mano se filtra dentro de su sotana, acariciando su entrepierna por sobre el pantalón. El contorno de su polla comenzando a endurecerse tensa la tela de sus pantalones, y esta vez eres tú quien no puede acallar el gemido que escapa de tus labios.
La mano de Copia se posa nuevamente sobre la tuya y ejerce un poco de presión, empujando sus caderas contra tu mano. Amas lo fácil que cede a tus intenciones y lo necesitado que se vuelve tras la primer caricia.
Antes de continuar echas un vistazo hacia el frente, asegurándote que todos siguen al pendiente de Terzo y su inspirador discurso.
— Amore... — gime Copia, atrayendo nuevamente tu atención y haciéndote odiar la falta de mejor iluminación para apreciar sus pecosas mejillas sonrojadas. Empuja nuevamente sus caderas contra tu mano y eso es todo lo que necesitas.
Deshaces su bragueta en un instante y liberas su polla, sujetándola con firmeza; disfrutando de su calor y las venas palpitando en toda su longitud. Desearías tanto poder arrodillarte frente a él y chupársela, pero ninguno de los dos se puede permitir correr ese riesgo. Por eso, tomando lo que te es posible en ese momento, das el primer par de caricias a la polla de Copia.
— Hngh... c-cazzo... — jadea Copia por lo bajo, reclinándose contra la banca y cerrando los ojos cuando esparces el pre-semen en la punta de su polla con tu pulgar, logrando que el primer espasmo de placer estremezca el cuerpo de Copia.
Aunque odias tener que hacerlo, te obligas a apartar tu mano de su polla para llevarla a tu boca y poner un poco de saliva en ella para facilitar la tarea y no lastimar a Copia, quien te mira embelesado y completamente perdido.
— Shh... relájate... — susurras, volviendo a empuñar su polla y comenzando a masturbarlo con un suave vaivén que hace que Copia se derrita en su lugar. Su respiración comienza a agitarse lentamente y, en su desespero por aferrarse a algo en respuesta al intenso estímulo de tu mano deslizándose por su polla, aprieta tu muslo con fuerza y no puedes evitar gemir suavemente.
La humedad entre tus piernas es cada vez más notable, pero eso puede esperar. Lo único en lo que puedes pensar ahora es en la polla de Copia palpitando contra tu mano, en sus caderas embistiendo tímidamente; su cabeza echada hacia atrás y sus ojos cerrados mientras muerde su labio inferior en un intento por acallar sus jadeos. Desearías tanto poder escucharlo sin ninguna restricción, rogando y haciendo pequeños sonidos que es incapaz de acallar cuando lo haces sentir tan bien.
Contrario a lo que amarías poder escuchar, un sonido resuena tras la banca cuando la biretta de Copia cae al suelo. Tu sangre se congela al instante en el que un pronunciado "SHHH!" proviene de un par de bancas delante de ustedes. No hay nadie mirándolos y lo agradeces, más cuando regresas la mirada hacia Copia y notas lo perdido que está.
El rubor en sus mejillas hace contraste con la pintura alrededor de sus ojos y sus labios entreabiertos mientras jadea, te incitan a besarlo. Sus cejas arqueadas en una silenciosa plegaria es más de lo que puedes soportar.
— Amore... per favore... — suplica nuevamente y te permites besarlo con pasión, rompiendo el beso un instante después para susurrar contra sus labios: — Folla mi puño, Copia... Vamos... fóllalo como si me follaras a mí...
— Sì... Sì... — gimotea, asintiendo y haciéndote sentir una mezcla de absoluta pasión y ternura cuando se inclina contra ti y se aferra a tu cintura, tomándote como un punto de apoyo para embestir con sus caderas y follar tu puño con desesperación. Oculta su rostro contra tu hombro y cuello, haciéndote sentir el calor de su respiración contra tu piel cuando acalla sus gemidos contra ella. — Amore... — gime, follando tu puño con ahínco, con cada embestida haciendo un sonido húmedo provocado por la mezcla de saliva y pre-semen cubriendo tu mano.
— Córrete para mi, Copia... — susurras contra su oído, estrechando tu agarre en torno a su palpitante polla hasta hacerlo gemir de forma más audible, agradeciendo que el discurso de Terzo se haya intensificado en volumen para ocultar lo que pasa entre ustedes.
— V-Voy a correrme... hngh... voy a correrme... Amore, se siente tan bien... tan bien... — jadea Copia, embistiendo ya de forma errática y haciendo los sonidos más exquisitos que jamás habías escuchado contra tu oído.
Una mezcla de gimoteos necesitados abandonan sus labios y sus dedos se hunden con fuerza en tu cintura cuando Copia empuja una vez, luego otra y una más antes de que su polla palpite en tu mano y el primer disparo de semen se dispare con intensidad contra la banca frente a ustedes. Otro disparo menos intenso es acompañado por un gimoteo de Copia, y un último se desliza entre tus dedos, manchando el pantalón y la sótana de Copia.
Un acallado gemido escapa de tus labios, fascinada por los espasmos de placer de Copia, a quien masturbas un poco más mientras su orgasmo nubla sus sentidos y recorre su cuerpo entero. Un último hilo de semen logra deslizarse por su polla y sientes cómo el agarre de Copia se suaviza al volverse completamente laxo contra tu cuerpo.
— Troppo... d-demasiado, amore... — jadea, deteniendo gentilmente tu mano sobre su polla, haciéndote saber que está comenzando a sentirse sobreestimulado. Su voz suena áspera contra tu oído cuando vuelve a hablar; — Grazie... grazie...
Plantas un beso en una de sus patillas y no puedes evitar sonreír con satisfacción. El corazón de Copia late con fuerza contra tu hombro y una vez que logra enderezarse, no puedes evitar llevarte la mano a la boca para lamer el resto de su semilla en tus dedos, dejando atónito a Copia mientras te mira hacerlo.
— Sabes delicioso... — respondes a lo que sea que pase por la mente de Copia en ese momento. Él está tan exquisitamente arruinado, con su cabello desordenado, la pintura en su labio superior regada fuera de su arco de cupido y la pintura en sus ojos un poco corrida. Amas verlo así y te permites besarlo nuevamente, sin importar si alguien más los ve.
— Tenemos que salir de aquí... No pueden verte así... — susurras, sabiendo cuán sospechoso sería para todos que alguien abandone la misa antes de terminar, pero no se pueden permitir ser descubiertos y cuestionados sobre lo que han hecho.
— ¿Tan mal me veo? — pregunta Copia ingenuamente, haciéndote reír. Si tan solo supiera lo mucho que estás deseando arrastrarlo al confesionario para hacer que te corras usando sus dedos dentro de ti.
— Lamentable... — bromeas, dándole otro beso antes de ayudarlo a abotonar nuevamente su pantalón y sotana, tomando su mano para sacarlo de la iglesia a escondidas y rumbo a la recámara de Copia. Después de todo aún tienen algo de tiempo antes de que la misa termine.