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Malcriada

Summary:

Es tarde en la noche y la hora que habías acordado con Copia para verlo ya pasó hace tiempo, así que decides ir a buscarlo a su oficina, dispuesta a convencerlo a cualquier costo para que deje el maldito trabajo y te preste la atención que mereces.

Copia no está muy contento con tu actitud y decide darte una pequeña lección.

Notes:

Encontré esta imagen de Copia con gafas y algo en mi cerebro se jodió, así que... escribí esto para sacarlo de mi sistema. Espero que les guste.

Work Text:

                                                                                     

 

Es tarde por la noche y la hora que habías pactado con Copia para verlo ha pasado ya hace bastante. Es por ello que, sin pensarlo mucho, te encaminas a su oficina y entras sin tocar, fijando tu mirada en tu objetivo. Copia está ahí, inmerso en un trabajo sin fin, como siempre. 

Podrías volver más tarde o esperarlo, pero eso no es lo que quieres. Caminas hacia él en silencio. Está tan concentrado en escribir que ni siquiera nota tu presencia.

Sin previo aviso te inclinas sobre su escritorio, apoyándote sobre tus codos mientras lo miras fijamente.

Copia finalmente nota tu presencia y mira hacia arriba, tranquilo y luciendo un poco cansado. Sus gafas están inclinadas sobre su nariz y una cálida sonrisa curva sus labios.

— Hola, cariño. ¿Necesitas algo? — pregunta en voz baja y suave.

Sus palabras casi te hacen derretir, estando encantada por la forma en que siempre luce cuando usa anteojos. Finges pensar en algo específico, aunque sabes que es sólo para distraerlo.

— Sí, a cierto Cardenal. En mi cama, preferiblemente... 

Copia te regala una de sus risas raras, rascándose una de sus patillas.

— Me encantaría, amore. Pero, como puedes ver, tengo mucho trabajo por hacer...

— Y yo quiero que me-lo-hagas — respondes, puntualizando tus palabras al tocar su nariz con tu dedo. — Rata ocupada...

Copia levanta una ceja y te mira fijamente mientras se recuesta en su silla.

— Estás siendo un poco malcriada, ¿no crees? — pregunta, dando golpecitos sobre el escritorio con sus dedos enguantados. Oh, está molesto.

— ¿Y qué pasa si lo estoy siendo, eh? — lo tientas, tu corazón comenzando a acelerarse cuando Copia se quita las gafas y las deja sobre el escritorio en absoluto silencio.

— Ya verás... Ven aquí, ahora... 

— Creí que habías dicho que tienes mucho trabajo por hacer... — vuelves a tentarlo, aunque tu interior ya está inundando con una mezcla de miedo y anticipación. Ver molesto a Copia es algo a lo que aún estás acostumbrándote. 

— ¡Dije que vengas aquí, ahora! — te ordena con voz áspera y notablemente molesta.

No sabes si es la anticipación o el miedo lo que te guia a hacerlo, pero esta vez lo obedeces. Caminas con pasos dudosos, deteniéndote cuando estás a su costado, hacia donde él gira su silla. 

— No voy a repetirte las cosas, ya sabes qué hacer — sentencia, separando sus piernas en una silenciosa indicación. 

Sin palabra alguna te arrodillas frente a él, mirándolo directamente a los ojos como en anteriores ocasiones. Estás temblando ligeramente y estás jodidamente nerviosa, pero el conocido cosquilleo en tu interior te incita a continuar antes que pedir disculpas. 

— ¿Crees que puedes venir aquí, interrumpirme y exigirme cosas? — pregunta Copia, inclinándose ligeramente contra ti, con un aspecto intimidante que te roba el aliento. Es como si se convirtiera en una persona totalmente distinta. 

Tú niegas con la cabeza de forma automática, con tu respiración comenzando a volverse profunda y ligeramente agitada. 

— ¿Ahora no hablas? — insiste, tomándote por la barbilla con firmeza, arrancando un gimoteo de tus labios. — Habla — te ordena sin soltarte, mirándote directo a los ojos. 

— No, señor... — susurras, arqueando tus cejas en una suplica silenciosa. El guante de Copia se siente rígido contra tu piel y agradeces cuando por fin te libera. 

— Sí, eso es lo que pensé — murmura, reclinándose nuevamente en la silla. Mira en dirección a su escritorio, luego a ti. — Pero ya me has interrumpido, ¿no es así? — pregunta, deslizando su mano por su muslo hasta llegar a su entrepierna, inclinando ligeramente su cabeza a un lado. — Te ves tan jodidamente necesitada y desesperada... ¿Es esto lo que quieres, cariño?

Tus ojos se fijan en su mano sobre su entrepierna y logras ver el contorno de su polla bajo sus pantalones ajustados. Un suave gemido escapa de tus labios en contra de tu voluntad y vuelves a mirarlo a los ojos. 

— Sí... — respondes, sintiendo el calor aumentar en tus mejillas. No entiendes por qué súbitamente te sientes tan intimidada por Copia cuando él es dulce contigo todo el tiempo, pero esa sensación está haciendo que te mojes como nunca antes. 

— Entonces ven por él, anda. No seas tímida... — te invita, apartando su mano para depositarla en el descanso de la silla.

Sin ponerte de pie, te acercas de rodillas hasta él, intercalando la mirada entre su entrepierna y los ojos de Copia. Tus manos se guían automáticamente hasta su bragueta, deshaciéndola. Ya no es una sorpresa para ti que el cardenal no lleva ropa interior. Sin un permiso que sabes que jamás has necesitado, liberas su polla y la sostienes con firmeza, sintiéndola endurecerse por completo en tu mano. 

Copia suspira profundamente, cerrando los ojos cuando tu puño se desliza tentativamente por lo largo de su polla en un suave vaivén. Sientes el calor y las pulsaciones de sus venas y la primer gota de pre-semen emerge de la aterciopelada punta.  

No puedes contra el impulso irrefrenable de querer probarlo y lames la gota con la lengua, observando las facciones de Copia delatar el placer que ese simple gesto le da. La cálida humedad entre tus piernas se ha exparcido por tus bragas, puedes sentirlo a la perfección y desearías poder tocarte, pero prefieres esperar. 

Relegando ese pensamiento al fondo de tu mente, observas a Copia quitarse los guantes. Es algo tan simple y a la vez tan erótico, que no puedes evitar gemir a la vez que tomas su glande en tu boca, cerrando los ojos cuando Copia acaricia tu rostro sin nada que te prive de sentir su piel. 

— Tus mejillas están ardiendo, cariño... — lo escuchas susurrar, pero no abres los ojos, sólo te limitas a tomar más de su polla en tu boca, con tu mano acariciando su longitud en un suave vaivén. Encuentras tu recompensa por tus acciones cuando el sabor amargo de más pre-semen se expande por tu lengua, haciéndote gemir de forma apreciativa. 

Sientes los dedos de Copia filtrarse por tus cabellos, empujando levemente tu cabeza en una silenciosa indicación que no dudas en complacer. Su polla se desliza dentro de tu boca y ahuecas tus mejillas, succionando con un pronunciado vaivén cuando los primeros jadeos emergen de la boca de Copia, compañados por tu nombre. 

Sientes un ligero reflejo de arcadas y tu garganta se contrae en torno al glande de Copia, cuyo agarre en tu cabello se tensa lo suficiente como para hacerte gemir con una mezcla de placer y dolor. Sacas su polla de tu boca y un hilo de saliva y pre-semen mantiene tus labios unidos a la húmeda punta. 

— Mierda... — gimes por lo bajo, lamiendo tus labios inconscientemente. Tu mano embadurna su polla con la mezcla de saliva y pre-semen al masturbarlo, antes de escucharlo decir:

— Haz eso otra vez para mi, amore, ¿si? — te pide con una voz suave y profunda, haciéndote imposible negarte a complacerlo. 

Sin dar respuesta alguna, te inclinas nuevamente sobre su polla, manteniéndola recta con tu agarre en la base. Esta vez mantienes tus ojos abiertos y lo miras fijamente al tomar su polla, disfrutando de sus pulsaciones y la sensación de sus venas contra tu lengua. 

En ese momento, al observar las comisuras de la boca de Copia alzarse en una oscura sonrisa, te das cuenta de que su molestia en realidad no había desaparecido. 

— Pequeña maleducada... — susurra con la voz áspera, como algún tipo de advertencia antes de que su otra mano se una a la otra en tu cabeza y empuje sus caderas contra tu boca. 

La primer embestida te arranca un gimoteo ahogado y te obliga a cerrar los ojos. Tus manos se aferran a los muslos de Copia, con sus músculos tensándose cuando la segunda embestida empuja su polla hasta el fondo de tu garganta. Gimes y tu garganta se contrae de nuevo, arrancando un gruñido áspero de Copia mientras embiste con un ritmo fijo. 

Ya habías tomado toda la polla de Copia antes, no es algo nuevo, pero eso... Ese sensación abrumadora por la falta de aire, su polla follando tu boca sin piedad, los gruñidos de Copia y su firme agarre en tu cabello... Mierda, Copia te está usando como a un jodido juguete sexual y lo estás disfrutando más de lo que habrías imaginado. 

Te las arreglas para respirar a través de tu nariz y no puedes evitar gemir con cada embestida, logrando abrir tus ojos nublados por las lágrimas. 

— Cazzo, amore... Estás tomando mi polla tan bien... La estás chupando como una chica buena, ¿no es así? — gruñe Copia, con la voz oscura y áspera un instante antes de que sus embestidas comiencen a volverse erráticas. — Mierda, mierda... — gimotea, cerrando sus ojos y echando la cabeza hacia atrás como una señal de lo que está a punto de pasar. 

La polla de Copia palpita dentro de tu boca y pruebas el primer disparo de su semilla. Gimes ante la sensación y logras tragarlo, pero la falta de aire te obliga a soltarte del agarre de Copia. Su polla se libera del calor de tu boca y en la cumbre de su orgasmo dispara otro fino listón de su semilla contra tus labios y tu mejilla, luego otro y uno último que logras obtener al masturbarlo mientras Copia navega por las últimas olas de su orgasmo. 

Los suaves espasmos de placer por parte de Copia son la mayor recompensa que podrías haber obtenido en ese momento. Sus mejillas y sus orejas ligeramente sonrojadas son un deleite, al igual que los pequeños gemidos acallados que escapan de su boca. Estás fascinada por el conjunto de cosas que acabas de experimentar. 

Eventualmente, mientras Copia recupera el aliento lentamente, tú lo aprecias en silencio, recordando los restos de la semilla de Copia en tus labios. Piensas en lo arruinada que debes verte, pero realmente no te importa y sólo limpias el desastre con tu mano. Tu garganta escoce ligeramente, pero al saber el porqué no puedes evitar que el calor en tus mejillas se intensifique de nuevo. 

— Eso fue tan... Cazzo, amore... — murmura Copia, enderezándose en su silla y mirándote aún de rodillas frente a él. El cansancio en sus facciones parece más acentuado pero el rubor que permanece en sus mejillas lo hace lucir increíblemente sexy. — ¿Vas a comportarte y dejarme terminar mi trabajo, cariño?

Tú no puedes evitar hacer un puchero. Todo eso no era todo lo que habías esperado, pero la humedad entre tus piernas confirma lo mucho que lo has disfrutado. Tu deseo sigue latente por él, pero también sabes cuán importante es el trabajo para él. 

— Ya, ya. Me encantaría follarte ahora mismo, pero ya no tengo veinte años. Tengo que recuperarme, amore — murmura, inclinándose para tomarte nuevamente por la barbilla para alzar tu rostro y besarte en los labios, probándose a sí mismo en ellos. Su bigote te hace cosquillas y no puedes evitar sonreír un poco. — Sé buena para mi y espérame en tu recámara, ¿sí?

El tono dulce en su voz te impide negarte a su petición, pero no podría importarte menos. 

— Está bien, esperaré... — afirmas, recibiendo otro beso como un premio extra. Así es como se siente todo con Copia, como pequeños obsequios que amas y disfrutas como a nada más. 

Te pones de pie, notando un ligero dolor en tus rodillas pero no te importa. 

— No tardes, por favor... — le pides una última vez mientas Copia vuelve a reacomodar todo en su lugar. 

— No lo haré —, promete, dedicándote una cálida sonrisa antes de volver a tomar sus lentes y ponérselos. Casi podrías odiarlo por verse tan bien después de haber tenido un orgasmo. 

Sin mayor intercambio de palabras y con la promesa de que más tarde irá a tu recámara, emprendes tu camino fuera de su oficina. 

— ¿Cariño? — te llama Copia una última vez, haciendo que te detengas en la entrada. Lo miras ligeramente confundida, con sus gafas nuevamente inclinadas en su nariz. — No puedes tocarte hasta que yo llegue, ¿entendido? 

Una sonrisa curva tus labios y piensas que, después de todo, quizá aún quieres ser un poco malcriada esa noche.