Work Text:
Odiar estas fechas significaba que le importaban algo y no, a Antwan no le podían importar menos.
No era el Grinch, como muchos estúpidos habían bromeado. No tenía intención de sabotearle a nadie la Navidad ni su desagrado por las Navidades venían de su soledad, era simplemente que le parecían una estupidez.
Para empezar, era judío. Y no es que eso le impidiera a mucha gente celebrar la Navidad, ya ni siquiera era una tradición ligada al cristianismo, pero es que en Navidad todo era molesto; las comidas navideñas de empresa, las fiestas donde el alcohol que se servía era estúpido ponche y la maldita canción de Mariah Carey en todos los establecimientos.
Fuera a donde fuera, ahí estaba la Navidad, ni un solo segundo de descanso. Y lo peor, era que era una buena época para el sector del videojuego. Él tenía mucho trabajo, quería dormir cuando podía, no ser molestado con llamadas telefónicas de familiares con los que ni siquiera se hablaba.
En realidad había algo incluso mucho peor, las estúpidas caras sonrientes de todo el mundo siempre. Parecía que su vida solo era buena durante ese jodido mes y después volvían a ser los mismos desgraciados de siempre que no se acercaban a sus amigos o familia si no lo dictaba una fecha.
También odiaba las luces. ¡Dios, las luces!. Eran tan odiosas. Quizás varias personas ya habían notado que de todo el edificio donde vivía, su departamento era el único cuyas ventanas no brillaban con colores estridentes.
Simplemente le gustaba lo calmada que era la vida cuando no había nada que celebrar.
Había hecho todo lo humanamente posible por evitar que la Navidad entrara en su casa, o al menos así había sido hasta que se había casado con Nigel.
Nadie le había advertido que al firmar los papeles aceptaba también su enfermedad crónica.
Empezó a notar los síntomas cuando acabó Halloween y los supermercados comenzaron a traer productos navideños. Que Nigel comprara galletas de jengibre y bastones de caramelo le parecía bien, pero después comenzó a pararse en los escaparates a mirar las decoraciones y luego compró unas cuantas para el apartamento.
Nigel era un hombre inteligente, adulto y aventurero, lo último que había esperado Antwan era que le gustara la Navidad.
Entendía que en Jumanji se había perdido algunas navidades, pero eso no era excusa para querer meter un árbol gigantesco en su sala.
Más que eso, le extrañaba que estuviera entusiasmado por ella.
No fue hasta que lo encontró usando un tonto gorro rojo con un pompón blanco en la punta que se dio cuenta de que esto iba enserio y que si se descuidaba acabaría saliendo a cantar villancicos a cambio de galletas rancias.
—No habrá un árbol a mitad de mi departamento, Nigel.
—¿Por qué no? Hay espacio suficiente —preguntó Nigel desconcertado.
Antwan puso los brazos en jarra sobre su cintura, mirando con desaprobación.
—También hay espacio para un piano de cola y no tenemos uno porque no somos Elton John. Por cierto, tú tampoco eres Papá Noel, así que quítate ese ridículo sombrero.
—¿Por qué estás actuando como el Grinch?
—¡¿Por qué si no te gusta la navidad ya eres el Grinch?!
—Antwan sabes que me haría inmensamente feliz si tuviéramos un hermoso árbol blanco decorado con estrellas y esferas frente al sofá.
—Y sabes que a mí me haría feliz tener un jarrón Ming al lado de la consola, pero la vida no es justa.
Nigel puso cara de perrito regañado pero está vez no funcionaría.
—Te he complacido en todos tus gustos y caprichos, Nigel. Pero esto es algo que definitivamente no haré.
Nigel frunció el ceño, molesto. No entendía por qué Antwan lo trataba como si fuera un niño caprichoso. Sí, estaba ansioso con su nueva vida y con volver a hacer todo lo que no pudo por estar encerrado en Jumanji, pero la mayoría de veces ni siquiera exteriorizaba todo lo que deseaba.
—¿Eso significa que no vas a ver la película conmigo?
—¿Qué película?
Preguntó dándose por vencido y comenzando a caminar hacia la cocina. Necesitaba un trago.
—Mientras no sea una de Navidad, la veré con gusto…
El intenso silencio de Nigel le dijo todo lo que quería saber. Se llenó la copa mucho más que de costumbre y decidió que se pondría con el móvil mientras transcurriera la película. Era mejor que discutir con su marido.
Se sentó a su lado en el sofá y Nigel se apoyó sobre su hombro y los cubrió con una manta cuyo estampado Antwan prefería no mirar.
Cuando la película terminó, Nigel sollozaba y se limpiaba las lágrimas.
—¡Oh, eso fue tan hermoso!
Antwan, que se la pasó luchando durante toda la película por no quedarse dormido, asintió sin muchas ganas.
—Si, preciosa... Ahora vamos a dormir, ¿quieres?
Nigel recogió los platos de la cena mientras canturreaba la canción de Last Christmas y normalmente Antwan adoraba oírlo cantar canciones de los ochenta, pero en ese momento solo huyó al baño para limpiarse la cara y colocarse las cremas antes de dormir.
Aún ni siquiera era Diciembre, si Nigel no se relajaba iba a reservar un solo billete para Nueva Zelanda y pasaría las vacaciones solo.
El pensamiento no lo hizo sentir tan mal como creía, después de todo, estaba en su derecho de tener su espacio. Nigel seguro lo entendería.
Cuando se acostaron a dormir, Nigel tenía esa cara que siempre ponía cuando se moría por preguntar algo.
Era estúpido pensarlo, pero Antwan podía sentir el peso de su duda aún sin que el otro dijera nada.
—¿Qué es?
—¿Por qué odias la Navidad?
De todas las preguntas esa era la que menos quería oír Antwan.
—¿Eres estúpido? No odio la Navidad, me aburre. Me parece cursi y hortera. Está hecha para los niños y las abuelas.
—...No hacía falta ser tan imbécil al respecto, Antwan —refunfuñó Nigel, acomodándose en la cama.
—No estoy siendo un imbécil, Nigel. Estoy siendo sincero.
Nigel se acomodó de costado y se tapó con las cobijas hasta la cabeza, el moreno sabía que eso significaba que estaba molesto. Así que decidió dejarlo por la paz y esperar que a la mañana siguiente el tema quedara olvidado.
—Como sea... buenas noches.
—Buenas noches, cariño.
Antwan no pudo evitar sonreír. Por supuesto, por muy molesto que estuviera Nigel nunca se negaría a responderle cuando le deseaba buenas noches. Quiso besarlo, pero sabía que no era el momento, así que solo se acostó tranquilamente y se durmió.
*★*
Era un día más en la vida del gran Antwan Hovachelik. Las acciones de su empresa estaban en alza, su último videojuego, Free City, era tendencia en Twitter y en definitiva estaba podrido en dinero y era famoso en un círculo de ricos selectos.
La última fiesta había sido apoteósica y estaba de buen humor, así que lo último que quería era que su asistente, en lugar de simplemente limitarse a traerle un café, le recordara que los imbéciles de marketing habían publicitado una actualización especial de Navidad para Free City.
—Estoy harto de la estúpida Navidad. Dime qué al menos me va a dar el doble de lo que normalmente me da y con gusto meteré esas estupideces de Navidad.
Mouser asintió sosteniendo su iPad.
—De acuerdo a contabilidad las cifras de las últimas semanas desde que se prometió la actualización ya son muy positivas. Creo que será incluso más del doble. Todos aman la Navidad.
Antwan le dirigió una mirada seria y Mouser entendió lo que significaba.
—Bueno, casi todos…
—Bien, pon a uno de esos idiotas de guión a crear la historia de la misión especial de Navidad —le ordenó Antwan mientras subía los pies a la mesa, se cruzaba de piernas y se recostaba tranquilamente en la silla.
—Sobre eso... —Mouser hizo una pausa, nervioso y Antwan lo miró molesto.
—Desembucha, ¿qué te pica ahora?
—Hubo una inspección laboral y nos vimos obligados a darles vacaciones al equipo de guión para compensar las horas de más que han estado haciendo.
—¡¿Qué?!
—¡Pero espera! ¡Tenemos un as bajo la manga! El equipo de marketing ha sugerido contratar a un nuevo escritor. Sí anunciamos que es él quien se encargará de la historia de Navidad nuestras ventas no solo se triplicarán, se cuatriplicarán.
—¿Reviviste al maldito Charles Dickens?, ¿o porque tanto entusiasmo? —Comentó sarcásticamente mientras esperaba una buena respuesta de parte del chico frente a él.
—No. Estoy hablando de Nigel Billingsley —por lo visto Mouser esperaba que ese nombre causara alguna reacción en él, pero Antwan solo se le quedó mirando hasta que se cansó y le hizo un gesto para que lo soltara todo de una vez.
—¡¿No ha oído hablar de Jumanji?! La novela es best-seller desde hace varios meses.
—¿Tengo cara de leer libros?
—No, la verdad es que no...
—¡Ey! ¡¿Eso qué significa?!
—Es un empresario exitoso y muy ocupado, señor, es claro que no tiene tiempo para leer libros sin importancia...
Mouser habló rápido y nervioso, esperando que sus halagos le hicieran olvidar su primer comentario.
—Bien, si quieres traer al maldito Oscar Wilde, hazlo. Pero si no gano lo que me estás prometiendo lo descontare de tu sueldo.
Antwan tomó su teléfono dando por terminada la plática y Mouser salió de la oficina, preguntándose porque seguía trabajando ahí.
Eso del famoso libro había tocado la moral de Antwan. Hizo una rápida búsqueda en Google para ver si era verdad eso de que Jumanji era tan famoso y por lo visto Mouser tenía razón. Leyó por encima el argumento en una sinopsis y luego bufó aburrido hasta que dio con una foto del autor.
Antwan se sentó bien en la silla, mirando atentamente su móvil con renovado interés.
No había mucha información sobre ese tal Nigel. Solo que tenía 49 años, era de Nueva Zelanda y a juzgar por las fotos en el buscador no estaba de mal ver.
—Quizá no sea tan mala idea...
Susurró para sí mismo. Esas idioteces de navidad lo tenían más que harto, pero debía darle a los jugadores lo que querían.
Cuando Mouser le propuso concertar una reunión con él esa tarde Antwan se frotaba las manos pensando que aquello podría ser interesante.
En el momento en el que Nigel entró en su despacho horas más tarde supo que era un lunático. Creía que la ropa que le había visto llevar en las fotos era una estrategia publicitaria para la portada de su libro, no su atuendo habitual, pero que lo partiera un rayo si decía que no adoraba ese pañuelo y ese sombrero.
Quizá debió darse cuenta antes, pero Nigel de verdad era un aventurero, le contó sobre selvas que creyó que eran mentira.
—Entonces... ¿todo tu libro está basado en lo que has vivido?
—No todo. Nunca he estado dentro de un videojuego, ¿sabes? —bromeó Nigel y Antwan no sabía por qué se estaba riendo con él. Quizás le estaba gustando un poco más de lo que nunca admitiría.
—Free City es un juego ambientado en una ciudad tipo Nueva York con mucha violencia, ¿te ves capaz de escribir para él?
—Oh, sí. De hecho, tengo varias ideas.
—Excelente. Por favor dime qué involucran árboles de navidad ensangrentados o gente con pequeños bastones de dulce clavados en los ojos...
Nigel se le quedó mirando raro antes de sacar una libreta de cuero café donde normalmente escribía sus epifanías.
—No, en realidad... pero tienes una excelente imaginación.
Antwan se sintió un poco decepcionado, pero se recreó en que Nigel lo había elogiado, al menos hasta que empezó a exponer sus ideas.
—Lo primero que pensé fue incluir a un niño perdido en Navidad. El jugador tendría que escoltarlo hasta su casa para que llegase sano y salvo y se desarrollaría una bonita historia de amistad entre el niño y el jugador.
—¡Ni hablar! Free City es una historia de sexo y violencia, sobre todo violencia ¡No hay niños y no queremos niños!
—¿Hay una ciudad entera pero no hay niños? —Preguntó Nigel, desconcertado.
—¡Exacto! ¡Nada que corte la diversión del jugador! ¡Next!—dijo Antwan antes de chascar los dedos.
Nigel pasó la página de su cuaderno de apuntes, leyendo por encima para no olvidarse de nada de lo que quería decir.
—Entonces creo que te gustará más mi segunda idea. Una historia de amor entre dos enemigos.
“Una historia de amor entre enemigos”. No sonaba tan mal, mientras tuviera una buena dosis de sangre y sexo.
—De acuerdo, Nigel. ¿Que te parece si comienzas a desarrollarla? Tienes a todo mi equipo a tu dispocisión y no olvides en decirme si necesitas algo.
—Muchas gracias, señor Hovachelik —se despidió Nigel dándole la mano y Antwan se mordió el labio cuando lo vio dar la vuelta. No, no debía decir nada, quizás el tipo se lo podría tomar como acoso laboral y puede que razón no le faltara, pero invitar a alguien a una copa tampoco era un pecado.
—Oye, ¿Este sábado qué te parece si quedamos en un ambiente más tranquilo, lejos del trabajo? Así puedes contarme tus ideas más detenidamente.
Las mejillas del pelirrojo se tornaron ligeramente rojas, o al menos eso percibió Antwan.
—Claro, señor... Yo... Sí, sería un placer.
Nigel salió nervioso pero sonriente de la oficina y Antwan suspiró. No era un santo y eso todos lo sabían, pero quizá con ese hombre podría intentar ser menos idiota.
Eso no significaba que no pensara hacerse una paja fantaseando con él al llegar a casa, pero eso tendría que esperar un poco más. Había algunos e-mails preocupantes del equipo de desarrollo, algo de un personaje de Free City, un NPC con camisa azul que estaba actuando fuera de su programación.
—¡Malditos frikis! —masculló dando un golpe a la mesa. Su mejor programador era Keys, pero no lo podía poner a arreglar el problema o se enteraría de cómo le había robado a él y a su socia Millie la mayor parte del juego.
Después de otros golpes más para descargar frustración decidió que se preocuparía del problema otro momento.
Ese mismo día, Nigel se había puesto a trabajar, era excelente en lo que hacía y eso todos lo sabían.
Sin embargo, cuando quiso hablar con Antwan de nuevo sobre algunas dudas sobre copyrights no lo encontró en su oficina.
Fuera de ahí, chocó contra un chico joven de gafas y casi derramó el café sobre él.
—¡Oh, cuánto lo siento!
—No te preocupes, es un accidente. ¡Ey! ¡Es usted el de Jumanji! —Exclamó Keys, haciendo que Nigel se sonrojara—. Adoro su libro.
—Gracias, eres muy amable. Disculpa, no sé tu nombre.
—Oh, claro, perdona, soy Keys.
—Encantado, Keys. Quizás tú puedas ayudarme. Estaba pensando en que deberíamos incluir una canción famosa de navidad en la banda sonora y no sé si hay que gestionar los derechos de autor de algún modo en especial. También me gustaría saber si hay algún NPC de Free City que pudiera usar para la historia de Navidad. Alguno que pueda vivir una gran historia de amor.
El rostro de Keys se iluminó.
—Bueno yo... hay uno, todos los jugadores están locos por él y tiene carisma para que alguien se enamore de él también.
Sabía que esto quizá no le gustaría a Millie, pero ella sabría encontrar un beneficio contra Antwan.
—¡Muéstramelo entonces! —Pidió Nigel con entusiasmo.
Keys lo llevó hasta su puesto y le enseñó en el ordenador la interfaz de los jugadores.
—Ese es Guy. Se ha vuelto muy popular últimamente.
Nigel lo observó con interés, acercándose a la pantalla.
—Es un tipo simpático, puedo decirlo solo con verlo. ¿Qué más puedes decirme de su historia?
—Creo que es mejor que te crees una cuenta y lo veas tú mismo. Te daré una clave para que puedas jugar de manera gratuita. Después de todo es por trabajo.
Nigel asintió y al final de su jornada vio a Antwan subir a su limosina, era un idiota si creía que podría llegar a algo más con él. Porque no iba a mentir, ese hombre era guapo. Por eso no había dudado para nada en trabajar en su empresa. Pero Antwan estaba lejos de sus posibilidades, él era un dios, y Nigel solo era un escritor que usaba ropa rara.
Sí, Nigel Billingsley había escrito un Best Seller, pero era su primer éxito después de años de intentar ganarse la vida como escritor. Había pagado ya todas sus deudas, pero vivía en un pequeño apartamento en la gran ciudad con su cacatúa como única compañía y llamaba todas las noches a su madre porque la echaba de menos. Complejo de Edipo, había dicho el psicólogo. "Necesitas amigos", había dicho también.
Siendo niño, Nigel creía que no sentiría la soledad si vivía muchas aventuras. A los dieciocho hizo un montón de locuras, se apuntó de voluntario para ayudar a una tribu del Amazonas y viajó de un lado a otro, pero al final eso no hizo que dejara de estar solo. Después regresó y consiguió un trabajo de oficina que odiaba y comenzó a escribir para evadir la realidad.
Era obvio, entonces, que Antwan Hovachelik, famoso y respetado empresario nunca le hiciera caso. Quizá solo quería una buena noche.
Y, ¿a quién engañaba?. Él no había tenido una en mucho tiempo. Poniéndolo en una balanza, prefería que un moreno millonario lo usara a uno de esos imbéciles que siempre lo rondaban, fingiendo que leyeron sus libros solo para llevarlo a la cama.
Así que Nigel se preparó para el sábado.
Tenía muchas ganas de ir a la cafetería, ya habían empezado las especialidades de Navidad y se moría por probar los dulces. Pensó que a Antwan también le gustarían porque, ¿a quién no le gustaban los dulces de navidad?
Nigel llegó antes que Antwan y lo llamó mientras agitaba su mano cuando lo vio detenerse en su flamante auto.
Frente a él ya había un plato de pan de jengibre y un chocolate con nubes.
Cuando el moreno se sentó frente a él y miró los platillos sintió una leve náusea, todo se veía dulce y demasiado empalagoso.
Aún así, intentó mantener la sonrisa.
—Vaya... Veo que has ordenando.
—Sí, perdona que no te haya esperado. A esta hora no les quedaban apenas especialidades de Navidad y me moría por probarlas. Llevo 305 días esperando esté momento.
Todas las alarmas de Antwan saltaron. El tipo era de esos imbéciles que contaba los días que faltaban para algo como si tuviera cinco años. Sí solo fuera un poco menos atractivo ya se habría levantado de la mesa.
—Como si no tuvieras tiempo de probarlas después. ¡Apenas acaba Halloween y empiezan con las estupideces de Navidad!.
Nigel se puso nervioso, sabía que había gente a la que no le agradaba navidad, pero eso lo ponía triste.
—Ow... bueno, lo siento. Yo...
El moreno notó que quizá había sido demasiado rudo y no llegaría nada lejos si seguía así.
—No, da igual. Supongo que deben saber deliciosos si son tan pedidos...
Tomó una galleta y se la metió a la boca, descubriendo que no sabía tan mal.
—Yo pediré algo más, pero no están mal…
Nigel sonrió y, ¡oh!, Antwan podía decir que estaba siendo totalmente cautivado. Tomó otra galleta sin pensar y se acomodó en la silla, exhibiéndose.
Normalmente era irresistible.
—Y bien, háblame de esa historia de dos enemigos...
Nigel tomó un sorbo de su chocolate, manchándose sin darse cuenta el labio.
—He pensado que en qué sería bueno aprovechar algún personaje que ya exista de Free City, un NPC al que podamos darle una buena historia.
—Agh, odio a los NPCs.
Nigel río por la manera en que lo dijo.
—Bueno, el que encontré y podría ser bueno para esta misión sería Guy... se está volviendo muy famoso entre los jugadores, podría atraer más.
Antwan no escuchó nada sobre eso, solo estaba pensando en lo malditamente atractivo que se veía con la espuma de chocolate en los labios.
—Sí, muy atractivo... —Dijo Antwan, escuchando lo que quería. Estiró el brazo y con el pulgar le limpio suavemente el labio y después chupó el chocolate de su dedo. Ni siquiera se dio cuenta de lo que había hecho hasta que Nigel se quedó muy callado, mirándolo sonrojado hasta que al fin carraspeó.
—Yo... Había dicho famoso, pero sí, Guy es un tipo guapo…
—Sí, claro, muy guapo. Sabes, me gustaría dejar atrás el tema de ese NPC y hablar de nosotros... de ti, ya sabes, me gusta conocer quién trabaja para mí
Antwan pone ambas manos en la mesa entrelazando sus dedos como si estuviera a punto de cerrar un trato, posando sus grandes ojos cafés en Nigel quién tomó una galleta y la masticó lentamente mientras intentaba procesar qué estaba pasando porque definitivamente no podía ser que Antwan Hovachelik estuviera intentando ligar con un tipo como él, pero después de todo la navidad se acercaba y los milagros existían.
—Me gustan las historias de aventuras, Julio Verne es mi autor favorito. En cuanto a los videojuegos, prefiero los que tienen una buena historia a una buena jugabilidad, si soy sincero, pero lo reconozco, incluso después de haber escrito Jumanji no me considero un experto sobre ellos. No como tú, al menos.
—¡Ay, porfavor! Solo soy un humilde servidor del entretenimiento. Tenía mucho tiempo para jugar cuando era pequeño.
El restaurante en donde estaban no tenía sillas, eran más como sillones amplios, así que eso le dio la oportunidad a Antwan de desplazarse en el sofá hasta quedar un poco más cerca del pelirrojo.
—¿Y que hay de tu vida privada? ¿Hay alguien que te lea cuentos de navidad?
—No, aún no he enseñado a leer a Charlie —dijo con humor y al ver que Antwan se alejaba un poco, entró en pánico—. Es mi cacatúa... Me hubiera gustado que eso no sonase tan raro. Lo siento. Supongo que soy un tipo extraño. No hay mucho que contar de mi vida privada. Tuve una época de voluntariado por la selva cuando era joven pero eso no podía durar para siempre. Hace poco que me trasladé aquí.
Antwan sonrió un poco más aliviado de saber que “Charlie” era un ave y no un niño.
—¿Eres Australiano? Porque no sé, tu acento es... bueno, algo familiar.
—Soy de Nueva Zelanda, en realidad.
—No es cierto, ¡yo también soy de Nueva Zelanda!
Los dos se rieron como viejos amigos, sientiendo la extraña hermandad que daba que los dos fueran kiwis en Estados Unidos, aunque ninguno había pisado Nueva Zelanda desde hacía años.
—Solía veranear en Piha cuando era niño. No sé por qué dejé de hacerlo. ¡Me encantaba! —Reconoció Antwan. Desde que se había vuelto un empresario de éxito no había hablado con nadie de su niñez, pero nació de forma natural.
—Qué envidia. No he vuelto a pisar Wellington desde que tenía siete años. Madre soltera, no había dinero para viajar.
—Bueno, quizá este trabajo te de el suficiente dinero para que vuelvas...
Antwan miró un poco más de cerca a Nigel y se dio cuenta de que sus ojos eran oliva, casi verdes y le pareció perfecto que se complementara con aquel cabello pelirrojo.
—¿Vas a comer eso? Porque estoy seguro de que tengo un postre mejor en mi departamento.
Nigel abrió la boca para preguntarle qué clase de postre era ese, pero Antwan era bastante expresivo, así que incluso alguien tan lento como él se quedó con la palabra en la boca y tan solo se sonrojó, asintiendo.
Él no era de los que iban a casa de un hombre en la primera cita, pero tampoco era que alguien le hubiera hecho una invitación tan buena.
Había tenido algunas relaciones, sobre todo en su juventud, pero llevaba mucho tiempo en sequía y no lo pensó demasiado, solo siguió a Antwan.
Lo llevó hasta su auto, que era solamente un humilde convertible blanco, porque amaba las excentricidades.
Estaba feliz de que Nigel hubiera aceptado, estúpidamente había pensado que le daría una bofetada y saldría corriendo.
El camino fue rápido porque quizás Antwan volvió a saltarse varios límites de velocidad, con la suerte de que esta vez no había ningún policía cerca para ponerle una multa.
Por el espejo retrovisor miró a Nigel y tanteó el terreno. Se había puesto una chaqueta vieja de cuero marrón, pero aún podia ver su camisa con los primeros botones desabrochados. Había algunas pecas ahí y estaba deseando ver si continuaban hacia abajo.
Las piernas de Nigel temblaban y sus manos comenzaron a sudar.
Se sentía como un adolescente en su primera vez, pero es que todo esto era tan irreal, Antwan en su hermoso auto, con su traje elegante, llevándolo a su lujoso departamento. A él, a un simple escritor.
Los milagros de navidad de verdad existían.
Estuvo todo el tiempo concentrado en qué iba a decir y qué no, para no quedar como un estúpido. Antwan era un tipo con clase y no quería estropear el ambiente.
Se lo repitió a si mismo una y otra vez cuando bajó del coche y después subiendo el ascensor.
Apenas se abrió la puerta y Nigel ya estaba hablando sin siquiera haber visto bien el interior.
—Tienes una casa muy... —Dijo Nigel con cortesía, pero Antwan lo atrapó del brazo y tiró de él, empujándolo después contra la pared.
Nigel dejó caer su pequeño maletín mirando a Antwan, había un brillo especial en sus ojos, sin decir nada tomó fuerzas para poner una de sus manos en el cabello del moreno y pegarlo a él para besarlo.
Primero intentó ser paciente y no ser tan brusco, pero Antwan lo apretó a su cuerpo, y comprendió que esto estaba demasiado lejos de estar en sus manos
Antwan era más que experto en besos, incluso cuando a veces habían estado de más en sus relaciones de sexo ocasional, pero nunca había tenido uno como aquel.
Nigel era tímido pero apasionado, sus labios tenían el grosor exacto y encajaban a la perfección con los suyos. Era una locura, pero casi lloriqueó cuando se separó de ellos para poder mirar hacia abajo, peleándose con el cinturón del pelirrojo.
—Antwan, ¿no deberíamos...?
—¿Ir a la cama?...
Antwan lo adivino al ver su cara de pánico creyendo que lo harían junto a la puerta. Así que decidió ignorar su lujuria por unos segundos y asentir.
—Vamos, ahí tengo todo lo que necesito.
Antwan caminaba por delante pero no perdía la vista de Nigel por el rabillo del ojo.
Lo vio sacar su cartera, pero puso cara de pena y la volvió a guardar, frotándose las manos en el pantalón para quitarse el sudor.
Abrió la puerta de la habitación y pasó con confianza, sentándose en la cama esperando que así Nigel no pareciera tan asustado.
El pelirrojo cerró la puerta y suspiró.
Estaba haciendo el completo ridículo, tenía que ser más sexy, atraer a Antwan, pero simplemente no sabía cómo hacerlo.
Así que simplemente comenzó a desabrochar su camisa, lentamente, no porque quisiera hacer un baile sexy, si no porque sus manos no se movían tan rápido como quería.
Cuando levantó la mirada se sonrojó al ver que Antwan se estaba desnudando con maestría sin apartar los ojos de él. Casi podía imaginarlo con alguna de sus parejas anteriores, lo cual sabía que era una mala idea.
El sombrero se le cayó al suelo por los nervios y se agachó a recogerlo.
—Déjalo ahí un momento —le ordenó Antwan mientras se mordía el labio.
—Sí, cierto. Sería un poco raro quitárselo todo y no el sombrero…
Antwan sabía que Nigel estaba nervioso, se notaba pero al contrario de lo que podía pensar, era adorable y lo excitaba aún más.
Saber que tenía la oportunidad de ser el primero en un largo tiempo.
Después de haberse quitado la corbata y el saco, siguió con la camisa. Cuando la quitó, Nigel quedó sin aliento viendo los tatuajes en sus brazos.
—Dios…
—Te gustan —dedujó Antwan con prepotencia y presumió un poco sacando músculo. Le hubiera gustado que Nigel le siguiera el juego y hubiera hecho lo mismo porque sus bíceps eran impresionantes, pero Nigel estaba demasiado ocupado intentando que no le sangrara la nariz.
—No tengo ningún tatuaje, pero me encantan. Y quedan preciosos en tu piel.
El moreno se acercó y acarició el pecho de Nigel que solo tenía la camisa desabrochada
—La ropa esconde muy bien este maravilloso pecho...
La respiración del pelirrojo tembló y sus manos subieron hasta los brazos de Antwan para tocarlo, aún en su mirada se notaba el miedo pero el moreno se encargaría de quitarlo.
Antwan comprobó que no había sido una fantasía lo que había sentido hacia solo unos minutos, los labios de Nigel seguían siendo adictivos, pero ahora era mucho mejor porque sus manos tiraron de la camisa de Nigel y se la quitaron por fin.
Subió una de sus piernas a la cadera de Nigel y él la agarró al instante para ayudarle a retenerla ahí mientras con la otra mano agarraba su nuca para besarle.
Puede que a Nigel le costara arrancar pero Antwan no tenía dudas de que sería un auténtico Dios en la cama.
El moreno nunca había tenido ningún tipo de miramientos al tener sexo, le encantaba tenerlo y le encantaba llevar la delantera tanto como que le mostraran cosas nuevas. Así que si Nigel quería intentar algo él lo aceptaría.
Pronto los besos subieron de tono, Nigel metió una de sus manos en la ropa interior del empresario arrancando un gemido de su garganta.
El escritor lo hizo girar sobre su talón y lo empujó hasta tumbarlo en la cama, callendo a cuatro patas sobre él. Le sonrió como si le hubiera hecho el más precioso de los regalos y por primera vez en toda su vida Antwan se sintió mareado por la mezcla de vergüenza y excitación.
El escritor comenzó a besar suavemente su cuello y bajo hasta su pezón, que atrapó entre sus labios y chupó, con cuidado de no rozarle con los dientes.
Antwan sonrió mientras su respiración se agitaba más y más.
—Eso me encanta...
Gimoteó sin dejar de ponerle atención a las acciones de Nigel, sabía que no se había equivocado y estaba aún más seguro de que sería una de las mejores noches de su vida.
Nigel comenzó a jugar con su otro pezón , pesionándolo con la yema de sus dedos.
Se tomó su tiempo para ver qué era lo que más le gustaba a Antwan, cuando mordía o succionaba, si le gustaba que fuera duro y doliera un poco o que fuera lento y dulce.
Quería darle todo lo que deseara. Lo llevó al borde de la desesperación antes de bajar las manos para bajarle los pantalones y la ropa interior.
Antwan estaba más que emocionado, normalmente era él quien llevaba las riendas y hacía sentir bien a la otra persona, y estaba seguro de que nadie se había preocupado tanto por su placer.
Ayudó a Nigel a deshacerse de su ropa interior, quedando al fin desnudo frente al pelirrojo.
Nigel se tomó un momento para mirar a Antwan, maravillado. Una de sus manos recorrió su suave muslo hasta su rodilla y después hizo el recorrido inverso por la cara interna, deteniéndose muy cerca de los frondosos rizos sal y pimienta de su vello.
—Eres una visión, Antwan —lo alabó con voz melosa antes de bajar y besarle debajo del ombligo—. ¿Tienes condones?
Antwan río y señaló el cajón que estaba a su lado, en un pequeño mueble de noche.
Tenía demasiados en realidad, de colores y sabores variados, así como texturas y varios juguetes.
—Puedes tomar lo que gustes…
Nigel gateó hasta poder extender el brazo y abrir el cajón. Antwan casi estalló en carcajadas cuando lo vio atragantarse él solo de la impresión, y eso que no había visto el traje de cuero bdsm que guardaba en el armario para ocasiones especiales.
Nigel cogió uno de los condones y comenzó a leer el paquete, y después otro, repitiendo el mismo proceso.
—No sabía no siquiera que existían tantos sabores... Un momento, ¡No fastidies, ¡¿este es sabor whisky escocés?!
Antwan al fin estalló en carcajadas.
—Eres el primer tipo que me tiene así en la cama y se pone a leer la composición de los condones.
—¡Dios! Lo lamento, es solo que nunca había visto algo así...
Nigel se sintió aún más cómodo con Antwan después de aquel momento de risas. A pesar de toda la curiosidad, se decidió a tomar solo un condón normal, dándoselo a Antwan
—¿Quieres estar arriba?
Antwan se tomó un momento para pensar en lo adorable que sería tenerlo debajo de él, tan apretado después de tanto tiempo, pero también pensó que sería igual de encantador encima. Antwan quería decir que ambas, toda la noche, pero hasta él tenía un poco de autocontrol así que se encogió de hombros.
—De acuerdo, hoy yo arriba.
Nigel sonrió emocionado, cambiando de lugar para quedar ahora recostado bajo el cuerpo de Antwan.
—Oye, creo que debería decirte que ha pasado mucho tiempo desde que lo hice por última vez…
—Lo he notado —dijo sin ningún tipo de reproche o burla, lo que hizo que Nigel sonríera, agachando la mirada avergonzado.
—Me alegro de que eso no te desanime.
—Créeme, cuánto más te miro más aumenta mi interés.
El pelirrojo interpretó eso en un contexto más allá de lo sexual y sonrió acariciando su cabello, estaba más que relajado con él, confiaba en que no le haría nada que no quisiera.
—Puedes hacer lo que quieras conmigo, aunque sea por esta noche…
Eso era justo lo que Antwan quería escuchar y sin querer perder un solo instante más, le quitó los pantalones y los calzoncillos. El miembro de Nigel saltó cerca de la cara de Antwan y comenzó a pensar que había sido un desperdicio proponerse como el activo. Tendría que asegurarse de que hubiera una próxima vez.
Se apartó un momento para tomar uno de los lubricantes con efecto relajante, lo abrió y vertió un poco en sus dedos.
—Avísame si te duele, ¿de acuerdo?
—De acuerdo...
Susurró Nigel y se relajó cuando sintió el líquido en su entrada, aunque estaba frío pronto comenzó a sentirse tibio.
Antwan tomó el miembro en su boca mientras masajeaba sus testículos y debajo de ellos, Nigel comenzó a ver estrellas de placer.
—Tan bueno, ah, Antwan... —gimió Nigel, acariciando su cabello. Había olvidado cómo se sentía el sexo y no estaba seguro de si le estaba gustando tanto porque lo había echado de menos o porque era Antwan quién le estaba haciendo aquello.
Sus dedos se retorcieron en su interior y encontraron el punto exacto que le hizo gritar, retorciéndose por el espasmo de placer.
Antwan sonrió y mantuvo el ritmo, le encantaban los gemidos de Nigel, sonaban tan malditamente bien.
Así que eso lo llevo a meter dos dedos y moverlos ágilmente en su interior, que se sentía cálido y apretado, no podía esperar para entrar en él.
—¡Si… si sigues haciéndolo así voy a correrme! —Gritó Nigel alarmado y Antwan se mordió el labio excitado por su rostro de desesperación. Le hubiera gustado oírlo suplicar más, pero él mismo no podía contenerse. Quizás una semana era demasiado tiempo para haber estado sin hacerlo con nadie.
Se sentó sobre la cama y abrió con los dientes el envoltorio del condón, desplegándolo sobre su erección con rapidez.
Nigel se levantó y se limpió el sudor de la frente para acercarse un poco más a las almohadas y abrir las piernas, esperando ansioso recibir a Antwan.
Su pene se veía tan apetecible y grande, no podía dejar de mirarlo.
Antwan sonrió con suficiencia. Le encantaba sentirse deseado y Nigel era transparente con sus emociones.
Agarró su propia erección y se acomodó entre las piernas de Nigel, echando las caderas hacia adelante para meterse en su interior.
Cerró los ojos con un jadeó. El calor era increíblemente agradable y la estrechez perfecta, no tan estrecha como había esperado, nada de dolor, solo un abrazo ajustado que lo estaba volviendo loco.
—¡Dios!...
Nigel apretó los ojos y se aferró a los fuertes brazos del moreno, la sensación era deliciosa, más allá de lo que imaginó.
No sabía si Antwan era muy grande o el estaba demasiado estrecho pero se sentía lleno de una forma que no pensó volver a sentir. De hecho, ni siquiera estaba seguro de haberlo sentido alguna vez
Antwan tampoco pudo controlar su voz en cuanto comenzó a embestir, lo que lo hizo sentir avergonzado. Él no perdía el control así cuando era el que daba, siempre mantenía una imagen digna y sin embargo estaba lloriqueando cada vez que salía y suspirando de alivio cuando entraba.
Atrapó los labios de Nigel en un beso asfixiante para acallar sus propias reacciones y Nigel tarareó en sus labios, arañando su espalda.
Había compartido la cama con muchas personas, demasiadas. Y no se permitía tanto como ahora. Quería tocarlo, devorarlo en la cama.
Nigel era una mezcla extraña entre ternura y sensualidad. No sabía si era su cabello, sus ojos, o ese maravilloso cuerpo. Ni siquiera sabía si era su personalidad de aventurero reprimido, pero algo lo atraía mucho más que solo el sexo.
—¡Oh, joder! —Siseó Antwan contra los labios de Nigel cuando él también comenzó a mover las caderas. Su interior comenzó a estrangularlo con contracciones rítmicas.
—¿Estás haciendo eso a propósito?
—Tú lo provocas…
Antwan sonrío y tomó por el cuello a Nigel, obligandolo a mirarlo, la mitad de su rostro era iluminada con la luz de la ventana y sus ojos llorosos brillaban intensamente.
No pudo evitar bajar un poco la velocidad para deleitarse con sus gemidos, suaves y sinceros.
Las manos de Nigel acariciaban su cintura y a veces apretaban sus glúteos, haciéndolo sonrojar.
Antwan gritó sorprendido cuando Nigel lo agarró más fuerte y lo empujó de golpe, volteándolo y dejándolo boca arriba en la cama sin sacarlo de su interior.
Nigel lo volvió a besar como si tuviera algo de lo que disculparse y no estuviera haciendo pasar a Antwan una de las mejores noches de su vida.
Apoyó las manos sobre su pecho y comenzó a montarlo más rápido.
Antwan se sintió mareado por aquella perfecta visión, lo sostuvo por la cintura dejando que se moviera como le diera la gana.
—¡Vamos, Nigel! ¡Móntame!
Nigel afianzó sus rodillas y aumentó el ritmo, dejando sin aliento a Antwan. No podía decidirse por qué mirar, el rostro de Nigel, los músculos perfectos de sus brazos tensándose cuando sus dedos apretaban su pecho o sus nalgas rebotando contra sus caderas con un sonido húmedo y su miembro chocando con cada golpe contra sus abdominales.
Lamentó no estar grabándolo para poder verlo una y otra vez, porque nunca tendría suficiente.
Antwan se levantó un poco para lamer los pectorales de Nigel, pasando por pezones y bajando sus manos al trasero del pelirrojo y dando nalgadas sonoras.
—¿Eso te gusta?
—¡Sí! —Gritó Nigel de manera entusiasta, lo que hizo reír a Antwan de deleite.
Acababa de darse cuenta de que le gustaban los hombres honestos. Nigel era tan inocente, tan trasparente, que quería oírlo gritar cuando lo estaba haciendo disfrutar.
—Dios, eres tan bueno…
El moreno lo tomó por la espalda, acostándose y atrayendolo a su cuerpo.
—Quiero sentirte más cerca...
Nigel se aferró a su cabello y Antwan a su cintura, abrazándolo posesivamente.
Comenzando a moverse fuertemente, regresando a los gemidos necesitados.
—¡Antwan, estoy...! —jadeó con fuerza Nigel, apoyando la cabeza en su hombro.
Antwan ni siquiera se dio cuenta de que lo abrazó con más fuerza y le besó la sien, lamentándose de que aquello no pudiera durar para siempre pero deseando al mismo tiempo darle todo a Nigel.
—Yo también…
Antwan aceleró aún más, deseando llegar por fin dentro del pelirrojo.
Lo tomó del cabello para besarlo, aunque al final solo quedaron sus labios junto a los del contrario mientras ambos gemian.
—¡Dios mío!
Después de unos minutos, el moreno se liberó quedando completamente débil, pero aún embistiendo, quería que él también llegara.
Nigel lo abrazó con fuerza, gimiendo en su oído cuando mojó su abdomen. Antwan estaba tan feliz de tenerlo en sus brazos que ni siquiera pudo lamentarse de no haber podido ver su rostro mientras se venía.
—¿Cómo estás? —Le preguntó con suavidad cuando notó que su respiración comenzaba a normalizarse.
¿Desde cuándo era tan amable con sus parejas sexuales?
—¿Honestamente? Me hormiguea todo el cuerpo y estoy cansado, pero ha sido increíble…
Antwan río y suspiró aún acariciando su cintura.
—¿Quieres cenar algo?... ¿Un café?
Pregunta gentilmente y besa su hombro.
Bueno, quizá estaba siendo demasiado gentil pero Nigel no le había hecho nada para ser un idiota.
—¿Tienes té? Sí no agua también está bien...
Antwan se apartó suavemente. No quería levantarse de la cama, pero le importaba más que Nigel estuviera cómodo, así que después de quitarse el condón y hacerle un nudo, encestándolo en la papelera, se incorporó.
—No tomo mucho té, pero creo que podría tener alguna muestra de regalo del último hotel en el que estuve.
Nigel se quedó callado y Antwan supo que la había cagado.
—...de mi último viaje, yo voy a muchos hoteles. Ahora vuelvo.
Salió casi huyendo de la habitación y bajó a la cocina. De la nada la realidad lo golpeó.
—¿Que carajo estoy haciendo? ¿Preparando un té…?
Antwan miró a su alrededor, a su loft con ventanales enormes, situado tan alto en el edificio que nadie podía ver que estaba paseándose desnudo. Era la vida de un triunfador, uno muy solitario, pero eso nunca le había importado, al menos eso se decía a sí mismo.
El hervidor de agua comenzó a silbar y Antwan se asustó y entró en pánico. No fue buena idea poner la mano donde salía el vapor caliente y soltó un aullido de dolor.
—¡Cuidado!
Nigel agarró su brazo con rapidez y lo apartó, antes de ponerse delante y retirar el hervidor de la estufa. Después se giró y le tomó de la muñeca, arrastrándolo hasta el grifo y poniendo su mano quemada debajo de él para que el agua fría cayera sobre su piel.
—No me di cuenta, soy un completo idiota...
Comentó mientras siseaba por el ardor.
—¿Tienes alguna pomada? Si no te ponemos una quedará marca
Antwan sonrió enternecido, se había quemado miles de veces y ni él se había preocupado tanto.
—Oye tranquilo, estoy seguro de que no es para tanto. Solo fue un descuido.
Nigel se encaminó con familiaridad al baño y sacó el botiquín. Antwan ni siquiera recordaba que tenía uno y Nigel sabía de algún modo dónde estaba. Era como si lo conociera de toda la vida.
Le vendó la mano y mojó las vendas con agua fría.
—Ya está, espero que sirva —dijo antes de besarle con cuidado la mano.
Antwan suspiró y notó que se había quedado más tiempo del necesario mirando a Nigel y sus acciones así que se soltó fingiendo que había recordado el té.
—Te estaba preparando el té... Lamento haberme tardado tanto.
Nigel sonrió y se apartó de él para rescatar una bata que había dejado caer en el suelo cuando corrió a socorrerlo, envolviendo a Antwan con ella.
—¿No te gusta verme desnudo? —Se hizo el ofendido Antwan, pero mientras se acurrucó dentro de la seda, agradeciendo el gesto.
—No quiero que pases frío.
Antwan lo miró de arriba abajo, viendo que solo estaba en calzoncillos y arqueó una ceja.
—¿Y tú?
—Mi temperatura corporal es bastante alta.
—No dicen lo mismo tus pezones.
Nigel se tapó con las manos sonrojandose.
—Bueno, yo no siento nada de frío... estoy acostumbrado.
Antwan sonrió y le dió la taza de té, mirando que las cosas del pelirrojo estaban en el piso, así que se acercó a recogerlas.
—Las dejaré en la habitación...
—En realidad, ya tengo que irme.
Antwan arqueo una ceja y miró su Rolex.
—Pero son las dos de la mañana
Nigel abrió mucho los ojos. El tiempo había pasado volando, ni siquiera se había dado cuenta.
—¡Charlie! ¡Oh, diablos, no le he puesto la cena! ¡Estará triste, preocupado y hambriento! —Enumeró Nigel, quitándole de las manos la ropa y poniéndosela tan deprisa que se dejó un botón abrochado en el ojal de arriba—. ¡Te llamaré mañana, lo prometo! —Dijo antes de darle un beso.
Corrió a tomar su sombrero y colocárselo como Antwan solo había visto hacer antes a Indiana Jones y salió corriendo del apartamento.
—Ni siquiera nos hemos dado el número…
Antwan salió corriendo por él, le importaba poco salir en bata, pero no se podía ir solo por un estúpido perico.
¿O era una paloma?
—¡Nigel, porfavor! No te puedes ir a estas horas, en cuánto salga el sol te llevaré a casa con tu amado Charlie.
Nigel se detuvo en el ascensor, más por necesidad que por convicción. Miró su móvil y Antwan reprimió la risa al ver que era uno muy viejo que seguramente ni siquiera tenía acceso a internet.
—No quisiera molestar... Puedo tomar un taxi al amanecer —dijo Nigel, girándose.
Antwan se acercó y lo tomó de la muñeca.
—¡Oye, porfavor! No es una molestia, no te dejare ir...
Antwan tragó saliva y trató de verse menos desesperado.
—...a esta hora, seguramente hay bandidos afuera.
—Podría con ellos —dijo Nigel, pero no presumiendo como los hombres con los que estaba acostumbrado a relacionarse Antwan, estaba siendo objetivo y no parecía que lo considerara una gran habilidad—. Pero preferiría no tener que hacerlo, si puedo evitarlo. Gracias por dejar que me quedé. Sé que es todo muy repentino…
Antwan suspiró relajado y le quitó el sombrero acercándose a besarlo.
No es que significara nada, pero seguía siendo la misma noche en la que se acostaron, así que podía darse el lujo.
—Vamos, debes estar congelandote. Por mucho que estés acostumbrado.
Nigel se dirigió de manera natural de nuevo al cuarto de Antwan. Él podía haberle dicho que tenía un cuarto de invitados, otra cama, incluso el sofá era grande y cómodo, no había razón por la que Nigel tuviera que dormir con él. De hecho, Antwan odiaba dormir con sus parejas sexuales, siempre que se quedaba dormido después del sexo se acababa levantando furioso, pero por algún motivo que no comprendía no solo no detuvo a Nigel sino que sacó un pijama para él.
—¿Sabes? No eres como me había imaginado por las noticias de internet—comentó Nigel con una sonrisa mientras se ponía la pijama.
Antwan se puso una playera para dormir y se metió a la cama en bóxer.
—¿A si? ¿Y como soy?...
Acomodándose en la almohada se le quedó mirando mientras Nigel se ponía el pantalón.
—Sí eres un poco prepotente, pero eres amable y divertido.
Antwan frunció el ceño, no solo por lo de ser prepotente, sabía que lo era, y con motivo, muchas gracias. Tampoco había problemas con lo de divertido, por supuesto que lo era, ¿pero amable? La visión de la realidad de Nigel debía estar alterada por un filtro navideño.
—La gente suele decir que soy sexy e inteligente, no esas cosas.
Nigel río metiéndose a las cobijas junto a Antwan y acomodándose para mirarlo mejor.
—Claro. Eres sexy, inteligente y amable.
Antwan arqueó una ceja y río incrédulo.
—Si bueno, lamento no poder creer eso.
—Tienes una asombrosa falta de fe. Crei que serías creyente, por el tatuaje.
Nigel señaló la estrella de David de Antwan. Ahí estaba otra las grandes diferencias de sus parejas sexual con Nigel, ellos solo solían darse cuánto de que era judío porque estaba pene estaba circuncidado.
—No soy practicante, solo... En ese momento pensé que era importante tener un recordatorio…
—De tus raíces... Te entiendo
Nigel sonrió de alguna manera triste y eso no le gustó para nada a Antwan.
—De que alguna vez pertenecí a algo.
—Yo creo que perteneces a más cosas de las que imaginas... —Lo animó Nigel, poniendo una mano sobre la suya y Antwan la acarició con el pulgar, sonriendo melancólicamente.
—Dices que yo soy amable, pero tú eres el amable...
—Los dos lo somos.
Antwan se sintió extraño ante esa cercanía, no era la misma que estar teniendo sexo como conejos, era... diferente.
Así que pasó su brazo por debajo de la cabeza de Nigel y se acomodaron en la cama, el pelirrojo se acurrucó en el pecho de Antwan y acarició su abdomen.
—Hay que dormir... Mañana tenemos que ir al trabajo.
—Con esta canción de cuna no tardaré en dormirme —murmuró soñoliento Nigel, entrecerrando los ojos mientras disfrutaba de los latidos del corazón de Antwan.
Sonrió como un niño, cerrando por fin los ojos—. Se ha acelerado…
Las mejillas de Antwan ardían y solo sonrió.
—Ya duerme...
Se sentía estúpido, muy estúpido. Primero lo dejaba dormir con él, luego se abría sobre estupideces sentimentales de pertenencia y ahora se sonrojaba como un adolescente por palabras cursis.
¿Cuántos años tenía? ¿Doce?
Esto estaba muy mal y claramente arruinaba su reputación.
Antwan solía tomar pastillas para dormir.
Siempre había tenido problemas con eso, el psicólogo le había dicho que era ansiedad y lo había despedido, pero fuera cual fuera la razón no solía ser capaz de conciliar el sueño por la noche sin ayuda.
Por eso se asustó cuando Nigel movió suavemente su brazo para despertarlo.
—¿Cuánto tiempo llevo dormido?.—Preguntó Antwan asustado, Nigel lo miró sin entender.
—Ya estabas roncando cuando me dormí.
Antwan miró el reloj y eran las 7 en punto.
No le importaba llegar temprano al trabajo, pero dormir era un gran logro.
—¡Oh dios!, lo siento, te llevaré a casa...
Nigel río y lo tomó de la mano deteniéndolo.
—No te preocupes, ya no es tan urgente.
El pelirrojo se levantó y pensó que quizá ya no era buen momento para un beso o nuestras de afecto.
—Oye , espero que no te moleste. Me tomé la libertad de hacerte algo de desayunar.
—¿Con qué? —Preguntó intrigado Antwan mientras se levantaba también. Nigel se sonrojó, apartando la mirada.
—Son solo unas tostadas con mermelada y café. La verdad es que no soy muy bueno en la cocina.
Antwan se sintió aliviado por eso, este tipo no podía ser tan perfecto, después de todo.
—Oh, bueno, está bien. Me gusta la mermelada.
—¡Super!
Quizá Nigel se emocionó de más pero que Antwan aceptara su desayuno era algo especial para él. Aunque talvez después de eso lo votaría de su casa para continuar solo con su relación laboral.
El desayuno fue increíble, aunque más propio era decir que lo increíble era la compañía. Antwan no recordaba la última vez que había tenido una conversación más larga de cinco minutos en la que no se burlara de la otra persona y sin embargo parecía que hacerlo con Nigel era más que divertido, era fácil. No necesitaba fingir o forzar nada.
Al final Antwan llegó tarde a trabajar, no era que nadie fuera a atreverse a reprochárselo, y tenía aún la cabeza en las nubes por el beso de despedida que Nigel le había dado antes de subir a su propio apartamento.
Mouser notó esto, como todo lo que le sucedía y no dudo en cuestionarlo.
—¿Porqué tan feliz? ¿Te visitaron los fantasmas de la navidad?
Antwan apenas escuchó lo último y aclaró la garganta.
—No sé de qué hablas…
Mouser decidió dejarlo porque lo último que quería era que su jefe se volviera a enfadar con él cuando quedaba menos de un mes para tomarse sus vacaciones.
—Antes de que se me olvide, no estoy seguro de si Alice te ha dicho que ya está contratado el catering para la cena de navidad.
—¡Maldita sea, si ni siquiera es diciembre! —Replicó Antwan molesto.
—Ya... Pero quedan dos semanas y siempre hacemos la cena a principios de diciembre para evitar entrar en las fechas más concurridas cuando muchos de los directivos se han tomado ya las vacaciones…
Antwan suspiró mientras se sobaba la sien.
Llevaba diez minutos sentado en su escritorio y ya estaba estresado.
Sin embargo, cuando lo pensó mejor decidió que no tenía porque ser todo tan malo.
—Invita a todos, a contabilidad, a quien tu quieras y especialmente, al tipo nuevo que se encarga del especial de navidad.
Mouser lo miró intrigado
—¿Se refiere a Nigel?
—Claro que me refiero a Nigel, idiota, ¿a quién si no?
Mouser pensó en decirle que, de hecho, habían contratado a gran número de personas para hacer frente a la carga de trabajo durante ese mes, pero por el gesto que le hizo su jefe para que desapareciera de su vista supo que lo mejor era callar y marcharse.
Antwan miró hacia el inmenso ventanal frente a él y suspiró.
—¿Qué me has hecho, Nigel?
Más que una pregunta, podría tomarlo como una exclamación, Nigel lo había renovado en cuestión de una sola noche.
Había sentido más que en toda su vida, más que en cientos de noches de sexo.
Sin embargo, ahora que hacía frente a
aquella idea, no estaba seguro de ser un buen prospecto.
Si Nigel estaba mínimamente interesado en él, no estaba destinado a prosperar.
Cuando se acabara el especial de Navidad que lanzarían el día veinte de diciembre todo acabaría de todas formas y nunca lo volvería a ver.
Antes de año nuevo volvería a ser el mismo.
Nigel estaba en una nube, incluso cuando Charlie estaba claramente furioso con él.
Su cresta amarilla estaba agachada, sus pupilas dilatadas, y le hizo varios sonidos de amenaza, por lo que no se sorprendió del todo cuando le dio un picotazo al intentar acariciarla.
—Lo siento, he sido un mal amigo. Te lo compensaré —dijo mientras lo sobornaba con un trozo de manzana.
Charlie se mostró más amigable después de unos bocados, pero Nigel sabía que pasarían días antes de que volviese a tararear a Bonnie Tyler.
Mientras se duchaba no podía dejar de pensar en Antwan, en todo lo que habían hablado y en las caricias que el moreno le había regalado.
Era un idiota por tener esperanzas de que alguien como Antwan se interesaría de verdad en él, pero bueno, no es como que no lo hubiera hecho antes.
Se vistió para ir al trabajo y actuar normal, se propuso solo hablar de trabajo con Antwan y si él quería salir de nuevo lo aceptaría, pero no lo pediría él. No quería parecer desesperado.
Se decepcionó un poco cuando llegó a la oficina y vio que Antwan estaba en una reunión, después se recordó a si mismo que le pagaban por trabajar y se fue a uno de los cubículos vacíos para seguir con su partida de Free City.
Nigel se había creado a un personaje lo más parecido que había podido a él en la vida real, no solo físicamente. Después de hacer algunas violentas misiones introductorias decidió que eso no era para él y se dedicó a perseguir a donde fuera a Guy para tener oportunidad de hablar con el personaje.
Guy tenía un modo extraño de comportarse, incluso de responder a las preguntas, casi como si no fuera un NPC. Nigel estaba intrigado, especialmente porque había una jugadora que parecía muy cercana a él.
Nigel lo anotó todo. ¿Podría incluir un personaje así en Free City? Quizás no al jugador de la chica, pero ¿Y si Guy tuvo algo en el pasado con alguna otra mujer que se le parecía?
—Eres tan interesante... —Aprecio Nigel, mirando al chico de la camiseta azul con atención.
—¡Ey!...
Antwan llegó hasta él casi corriendo y Nigel se derritió al pensar que se había salido de la junta solo para verlo.
—¡Ey!
Respondió tratando de no verse tan emocionado.
—¿Qué tal esta el juego? ¿Te gusta?
—No es mi estilo... —Dijo Nigel, diplomáticamente, pero se metió en el inventario para poder enseñarle a su personaje y darle vueltas para que lo apreciara bien por todas partes—. ¡Pero me gusta cuánto puedes personalizar al personaje principal! Mira, soy yo.
Antwan no podía negar eso. De repente le entraron ganas de jugar su propio juego y eso no ocurría desde hacía años.
—Interesante. ¿Sabes que se le puede quitar la ropa a los personajes?
Varios de los programadores que habían alrededor lo miraron de reojo y sabía que lo que parecía: acoso laboral.
Nigel río fuertemente ignorando a los demás y asintió. Para él, claramente, no era raro que Antwan le dijera algo así.
Con voz baja siguió el juego.
—Sería interesante, pero por ahora estoy ocupado con el especial. Ya casi completo los gráficos y el guión
—¡No me digas que también sabes de computación!
—Solo un poco, tomé un curso, pero ayudo a los demás a lo que puedo.
En realidad, Nigel no había tocado apenas nada del juego, pero le gustaba sentarse con los programadores e intentaba aprender todo lo que podía. Antwan apoyo las manos sobre sus hombros, apretándolos mientras reprimía las ganas de abrazarle.
—¡Ah, buen trabajo! ¡Buen trabajo!
—Sí aún no te he mostrado nada...
—Pero seguro que es bueno y, ey, tengo una idea, ¿Por qué no me muestras todo esto después del trabajo?
Una vez más sintió las miradas de los demás, pero no podían importarle menos.
Nigel lo miró entre sorprendido y asustado.
¿De verdad le estaba pidiendo verse de nuevo? ¿A solas?
Solo pudo sonreír y cuando se dio cuenta de que había pasado mucho tiempo sin decir nada, asintió.
—Si claro, es una excelente idea…
—¡Perfecto! Pasaré por este cubículo de mierda en unas siete horas y treinta minutos —dijo con entusiasmo, dándole unas palmaditas en los hombros antes de irse corriendo por no sucumbir al deseo de besarlo.
¿Y había hecho eso?
Sí, había contado las horas como tanto odiaba que hiciera la gente.
Pero al diablo, llevaría a Nigel a un buen restaurante, solo porque le apetecía comer sushi, y luego tendría más de ese sexo increíble, no porque le gustara Nigel, sino porque era lo mejor y él solo quería lo mejor.
Nigel trabajó arduamente para no decepcionar a su jefe y Antwan, bueno, él hacía lo que hacía en su oficina, firmar estúpidos papeles e ir a juntas aburridisimas, aunque él no las veía como juntas, sino como siestas.
Cuando la hora fue la indicada, Nigel vio llegar a Antwan, sorpredido de que en efecto, su último encuentro había sido hacia siete horas con treinta minutos.
—¿Sueles hacer esto muy a menudo?—le preguntó Nigel sin poder evitar sentir curiosidad.
—Lo cierto es que no —confesó mientras le tendía la mano—. ¿Vamos?
Nigel sonrió y tomó su mano. Esto parecía especial, parecía que algo estaba surgiendo, o ya estaba allí. Y fue perfecto durante días.
Quedaban la mayor parte de las noches y cuando no podían siempre comían juntos en el trabajo. Se rían y bromeaban y, si eran sinceros, apenas hablaban del especial de Navidad.
Antwan no estaba pensando en lo que estaba causando en Nigel, no creía que estuviera enamorado de él. Solo le gustaba pasar el tiempo con Nigel, las noches.
El sexo era increíble y la comida que a veces preparaban juntos también.
Algunas veces salían a pasear a Central Park, a veces cenaban en algún restaurante caro que Antwan amara o a un puesto de hot dogs si a Nigel le apetecía.
Pero Antwan seguía repitiendose que podía terminarlo cuando quisiera.
La ciudad comenzó a llenarse poco a poco de decoraciones Navideñas, comenzaban a montar el árbol de Rockefeller Center y el Ballet de Nueva York volvió con su actuación del Cascanueces.
Nigel siempre se paraba a mirar algún que otro escaparate, señalaba a Antwan algún detalle que le emocionaba.
Antwan siempre ponía los ojos en blanco, pero Nigel solo sonreía, pensando que acabaría contagiándose del espíritu navideño.
Una sábado, después de patinar, o más bien intentarlo, sobre la pista de hielo de Bryant Park, Nigel simplemente le preguntó.
—¿No te gustaba la navidad cuando eras pequeño?
—Nup —respondió Antwan a la ligera antes de morder el gofre aún caliente que acababan de comprar.
—¿Y Hanukkah? ¿Lo has celebrado alguna vez?
—Digamos que no celebraba muchas cosas. Empecé en el negocio desde pequeño y no tenía tiempo para eso.
Comentó aún sin darle importancia, sin embargo, Nigel tomó su mano mostrándole que estaba con él.
—¡Oh vamos, no me compadezcas!. Conozco mejores celebraciones
Comentó coqueto mientras se acercaba a besarlo.
Nigel se rió, pensando que estaba bromeando.
Pasó el brazo por sus hombros y lo estrechó contra él. Había estado esperando el momento, y parecía que podía ser ese.
—El 20, después de que salga la actualización me iré dos semanas a casa de mi madre. Sé que la playa estadounidense no se puede comparar a la de Nueva Zelanda, así que si quisieras venir algún día, creo que sería una navidad perfecta.
—¿Me estás invitando a casa de tu madre?
Preguntó tratando de no verse tan paniqueado, porque lo estaba, claro que lo estaba.
No quería arruinar lo que tenían pero conocer a su madre, no estaba en sus planes.
—Sí —reconoció Nigel, pero al darse cuenta de la actitud de Antwan se rió nervioso e intentó restarle importancia—. Solo pensé que sería divertido pasar algún día en la playa. Pero ya habrá otras ocasiones...
Antwan no respondió a eso, porque todo su humor se había agriado y si abría la boca sabía que solo sería para soltar alguna barbaridad. En su lugar devoró lo que quedaba del gofre y espero que el tiempo acabara haciéndole olvidar esa conversación incómoda.
Nigel no pudo evitar pensar que había sido demasiado pronto para decir esas cosas.
¿En qué estaba pensando?
Además, en todo este tiempo no habían dado otro paso, solo salían y tenían sexo pero no era como que se fueran a casar en un mes.
No supo en qué momento habían llegado al departamento, porque al parecer se la paso todo el camino pensando en su relación.
¿Se le podía decir relación?
Antwan no parecía notar su humor, o más bien lo ignoraba deliberadamente.
Comenzó a desvestirlo nada más al pasar por la puerta y lo agarró de las muñecas para arrastrarlo hasta la habitación antes de tirarse sobre la cama.
—Hoy te quiero sobre mí...
Nigel tragó saliva. ¿Era acaso alguna especie de consolador? Porque era así como se estaba sintiendo en esos momentos.
—Antwan, creo que deberíamos tomarnos las cosas con más calma…
—¿Qué estás diciendo?
Preguntó Antwan levantándose de la cama y mirándole fijamente sin entender qué demonios quería decir.
O más bien si lo sabía pero no quería comprenderlo.
—¿No quieres estar conmigo hoy?
—Claro que no es eso, Antwan —respondió Nigel rápidamente—. Es precisamente porque quiero estar contigo que no quiero esto. No estoy diciendo que no quiera sexo, el sexo contigo es genial, cariño, pero todo ha ido muy rápido. Creo que deberíamos relajarnos e ir poco a poco.
Antwan trató de fingir que no le había encantado aquel sobrenombre, “cariño”.
No sonaba nada mal.
Se acercó para besarlo y apretarlo contra su cuerpo.
—Haremos lo que gustes. No te preocupes por nada.
Sonríe acariciando su mejilla y suspira.
—Podriamos solo dormir, si estás muy cansado.
—Sí, podemos dormir —aceptó Nigel, aunque una parte de él le decía que no debia hacerlo, que tenia que poner un poco de distancia entre ellos, pero aun estaba ilusamente emocionado y convencido de que los sentimientos de Antwan eran sinceros.
*★*
Antwan se levantó a la mañana siguiente, sintiéndose bien por haber dormido como se debía, pero horrible por no tener su sesión de sexo.
Sin embargo, dejó a Nigel en la cama para preparar el desayuno. Omelette y pan francés.
Esos eras los platillos favoritos de Nigel para el desayuno.
Él se conformaba con un café de moka bien cargado.
Mientras desayunaban, Antwan vio más señales, Nigel sonreía, pero tenía el ceño fruncido por la preocupación, también tenía ojeras y apenas comió nada, aunque le dio varias veces las gracias e insistió en qué estaba muy bueno aunque Antwan no le preguntó, pero el moreno decidió ignorar eso, si lo pensaba bien, era increíble la cantidad de cosas que podía ignorar. Incluso se autoengañó a si mismo diciéndose que Nigel estaba perfectamente cuando lo vio recuperar un poco de su humor porque comenzaron a sonar sintonías navideñas en la radio.
—¡Wham! —gritó emocionado cuando el comentarista anunció la siguiente canción, y subió el volumen a pesar de que ese era el coche de Antwan.
—¿Last Christmas? ¿Enserio?
—¡Es un clásico!
Emocionado comenzó a cantar y Antwan suspiró tratando de relajarse. En realidad no le gustaba esa canción pero Nigel lo contagio y comenzó a cantar aunque en una voz mucho más baja.
Al terminar la canción, Nigel se apartó el pelo del rostro y sonrió.
—Siempre me ha resultado mágico cómo hablando de un desamor sigue provocándome tanta felicidad está canción.
—Para mi solo es George Michael cantando una melodía pegadiza. Podría maullar al ritmo y para mí sería lo mismo.
Nigel rodó los ojos. Ya se había acostumbrado.
—Sigue siendo una linda canción, y sigue siendo de George Michael. Y también mi favorita.
—Puedes ponerla cuántas veces quieras…
Nigel apagó la radio, cruzándose de brazos. Antwan se comenzó a sentir un poco culpable y no sabía cómo lidiar con eso.
—Oye, ¿pero tu canción favorita no era Total Eclipse of the heart?
—Hablaba de mi canción navideña favorita —replicó Nigel y Antwan cometió el error de hacerle burla y reírse de él.
Afortunadamente Nigel tenía el suficiente autocontrol para no intentar bajarse del coche en marcha.
Llegando al trabajo, no le dijo nada y solo se bajó del auto, una esquina antes de la entrada de la empresa pues no quería que nadie sospechara.
Antwan no le replicó, sabía que lo había echado a perder, lamentablemente no pudo disculparse esa tarde ni la siguiente, y así fue durante una semana.
El trabajo lo consumía y no tenía tiempo siquiera para bajar a verlo en su cubículo
Dejar para el ultimo momento la implementación de la actualización de navidad no había sido una buena decisión, la carga de trabajo era enorme y hasta Antwan empezó a sentirlo en sus propia carne, no quería imaginarse a todos esos pobres idiotas que trabajaban para él.
Nigel ya había terminado su parte de guión, pero seguía por la oficina, ayudaba en lo que podía, aunque nunca a Antwan, y pasaba la mayor parte del tiempo continuando con su partida de Free City.
De algún modo llegó el día de la cena de Navidad adelantada de la empresa y Antwan no había encontrado el tiempo para invitar a Nigel. No es que Nigel no hubiera sido incluido en los correos oficiales de la empresa que lo anunciaban, pero hasta Antwan sabía que no era lo mismo ir juntos que separados y reunirse allí.
El nerviosismo lo estaba matando, no dormía bien de nuevo, no comía tampoco y sabía que un café en la mañana no era una gran dieta.
—“Nigel, sabes que te quiero y me gustaría que pasarás la noche conmigo...".
No, eso es demasiado formal.
Se la pasó practicando que iba a decirle mientras se cambiaba el traje más de tres veces y jamás llegó a un oración que tuviera sentido.
Cuando estuvo en el gran salón, se dio cuenta de que tomarse aquellas copas de whisky antes de llegar no había sido buena idea.
Buscó con la mirada a Nigel, esperando encontrarlo solo y acongojado en un rincón, probablemente al borde del llanto, pero cuando lo localizó, Nigel no solo no estaba deprimido, sino que se reía mientras sujetaba una copa de ponche de huevo.
Se acercó ofendido por haber estado preocupado por nada, y entonces vio que con quien estaba hablando era con Keys y con Millie. ¿Quién la había dejado entrar?.
Creía que había dejado muy claro que ella no era bien recibida en Soonami.
—Hola, buenas noches, se los voy a robar...
Antwan se llevó a Nigel del brazo como un torbellino, Millie y Keys ni siquiera tuvieron tiempo de verlo bien. Solo se quedaron ahí parados viendo a los dos alejarse.
—¿Qué demonios haces, Nigel?
—No entiendo. Estaba bebiendo ponche y conversando —replicó Nigel—. Antwan, ¿puedes soltarme?
Antwan le soltó de malos modos y Nigel frunció el ceño, pero no más que Antwan al ver la ropa que se había puesto Nigel, llevaba la versión elegante de ponerse un jersey horrible navideño y una corbata ridícula que parecía hacer sido hecha a partir de otro horrible jersey navideño.
—¡¿Y de qué conoces a Millie Rusk?!
—Bueno, hay gente que tiene amigos. Deberías intentarlo alguna vez.
Dice un poco venenoso, no queriendo herirlo, pero estaba molesto por la manera tan brusca en la que fue tratado.
Antwan lo miró con una expresión inentendible y suspiró, aún molesto.
—Bien, haz tus cosas de tipo rarito, habla con desconocidos como si fueran tus amigos, pero solo para que te quede claro, yo despedí a esa tipa y no deberia estar aquí —sentenció Antwan, señalando a Millie Rusk.
—Primero, en el correo de invitación de la empresa decía que se podia traer a una acompañante, y la acompañante de Keys es Millie. Segundo, estábamos hablando de Free City porque resulta que los dos somos jugadores y ya nos habíamos encontrado varias veces en el juego sin saberlo.
Antwan lo tomó por el cuello de su horrendo Jersey y lo pegó a él.
—No debes hablar con ella... ¡Te prohíbo que lo hagas!.
Nigel lo tomó de las muñecas furioso y se alejó de su toque.
—¡No eres nadie para prohibirme nada! ¡No somos nada, apenas éramos amantes! Y si no quieres que termine odiandote será mejor que me dejes en paz.
Nigel entró a la fiesta enfurecido y caminó hasta el baño, sintiendo un nudo horrible en la garganta.
Pero Antwan no sabía cuando dejarlo en paz y lo persiguió, echando incluso a un hombre que intentaba usar el baño.
—¡Nadie me deja con la palabra en la boca! ¡Nigel!
—¡¿Eso es lo único que te importa?! ¡¿Tener la última palabra?! ¡Pues di lo que tengas que decir y déjame en paz!
—Eres un idiota si crees que puedes solo ignorarme. Me amas y estoy más que seguro de eso.
Esas palabras dejaron desarmado a Nigel, no tenía como negarlo, había sido demasiado idiota como para mostrarse a él.
Herido y al descubierto, su cuerpo actuó por voluntad propia y una bofetada fue la única respuesta a aquella acusación.
—¡Eres un imbécil, Antwan! Quizá te amo, pero no sé cómo sucedió si lo único que encontré en el hombre que creí amable fue a un tonto que nunca ha recibido el más mínimo afecto…
El dolor ancló a Antwan a la realidad y lo hizo despertar.
—Nigel... —Intentó comenzar a disculparse, intentando coger su mano para sostenerla, pero ya no quería escucharle.
—Me voy a casa. Disfruta de tu fiesta navideña…
Antwan corrió para intentar detenerlo pero estaba mareado, y no vio a un mesero que derramó todas sus copas cuando chocó contra él, cayendo al suelo.
Todos lo miraron y jamás se había sentido tan expuesto, se levantó y entro de nuevo al baño.
Había sido un completo imbécil como le había dicho Nigel y no creía que esto se pudiera arreglar.
*★*
Después de llorar en un cubículo y gritar cada vez que oía la puerta abrirse diciéndole a todos que se largasen salió y se bebió dos botellas de champán mientras maldecía a Nigel y enumeraba las razones por las que era un idiota.
Después vomitó y no estaba seguro de si se durmió o perdió el conocimiento, pero al día siguiente estaba tirado en el sofá de su casa, sintiéndose miserable y como única compañía tenía a su guardaespaldas Barry, que solo lo miraba de manera incómoda.
Antwan se removió, notando que algo se estaba clavando en su costado y se dio cuenta de que era su móvil. Tenía dos llamadas perdidas y para su sorpresa un mensaje de voz de Nigel. Creía que iba a ser hiriente y lo iba a volver a hacer querer vomitar, pero su tono era como un bálsamo…
El moreno suspiró acercando el celular a su pecho. Se sentía bien tener de nuevo a Nigel aunque a estás alturas ya ni se acordaba porque se habían molestado.
Iba a llamarle pero sintió la mirada de Barry.
—Sí, dime…
—Siento interrumpir, señor, pero me dijo que le avisara cuando llegara esa información, y ha llegado.
Antwan asintió, poniéndose serio.
Cualquiera diría que estaba siendo paranoico no queriendo que le mandaran ningun email ni recibir ninguna llamada telefónica, pero no quería correr riesgos de que pudieran usar ninguna de esas cosas en su contra si había un juicio contra él.
Una carta física era mejor, y luego podría quemar esa carta. Claro que eso no le aseguraba que alguno de los que investigaban para él pudiera cantar, pero podría estar seguro de eso matándolos y no estaba tan loco. Se conformaba con sobornarlos y confiar en que había pagado el suficiente dinero.
Barry le dio la carta y Antwan leyó con atención lo que ya temía, el chico de la camis…
—Mierda...
Hizo pedazos la carta y la quemó en la cocina. Todo ante la mirada fija de Barry.
—¿No cree que esto ya fue demasiado lejos, jefe? Simplemente deje que esos muchachos tengan lo que merecen por su trabajo
Antwan lo miró molesto, aunque sabía que tenía razón.
—No puedo hacerlo, no solo es mi imagen lo que me importa... Hay alguien más…
Barry no dijo nada, ese era su trabajo, después de todo, pero Antwan podía saber por su mirada que no le creía.
Quizás tenía razón y Antwan ni siquiera se daba cuenta de que estaba haciendo esto de manera egoísta pero fuera verdad o no, su determinación era firme, aprovecharía la actualización que tenían que hacer para subir el especial de navidad y borrar a Guy y todo rastro que quedara del antiguo juego de Millie y Keys.
—Puedes retirarte, Barry. No te necesitaré el resto del día.
—Claro, jefe
El hombre salió del departamento dejando solo con sus pensamientos a Antwan.
Después de ducharse y cambiarse la ropa, llamó a Nigel.
—Antwan... —La voz de Nigel sonó apagada. Antwan sabía que era su momento de hablar, pero no era mejor que ayer con las palabras.
—Ey, perdona lo de anoche. Estaba un poco borracho y me puse un poco loco. ¿Podemos solo olvidarlo? Tengo una resaca de mil demonios, ¿qué tal un café?
—Eso suena genial. ¿Quieres venir a mi casa?
Antwan no había ido en todo ese tiempo a casa de Nigel. Tenía por norma general no ir a casa de nadie, pero por Nigel podía hacer una excepción.
—Claro, si tienes buen café.
—Lo tengo...
Antwan disfrutaba de un buen café cargado con moka y Nigel compró una caja por si algún día iba a visitarlo a su departamento.
Tenía todo limpio y solo se baño para recibir a su invitado
—Antwan va a venir y quiero que te portes bien, ¿de acuerdo?
Le decía a Charly que se paseaba felizmente por su hombro
Charlie entorno los ojos, mirándolo con interés antes de canturrear.
Nigel le acarició con cuidado la pechera hasta que sonó el timbre y Charlie extendió sus alas y comenzó a moverlas, abofeteándole un poco la cara con su entusiasmo.
—¡Ay, ya! ¡Ya voy! —Gritó Nigel, luchando para que Charly se calmara mientras se encaminaba a abrir la puerta.
Cuando abrió, se topó con un ramo de flores y su mandíbula cayó hasta el suelo al igual que Antwan cuando Charly le voló encima.
—¿Antwan?
Charly hizo un escándalo por todo el pasillo. Nigel temió que fuera a atacar a Antwan pero se acabó posando en su hombro, levantando su cresta a media asta mientras lo miraba expectante. Antwan no sabía qué significaba eso.
—¡Wow, creo que le gustas! —Dijo sorprendido Nigel.
—¿No irá a cagarme encima, verdad?
—No suele hacerlo, pero quizás lo acabe haciendo sin querer. Ahora está esperando a que lo acaricies.
Antwan no apreciaba mucho a las mascotas, pero aquella ave tenía personalidad.
Un poco tembloroso levantó su dedo y lo acercó lentamente a su pecho.
—Hola... Charly
El ave felizmente se acercó un poco más y Antwan pudo acariciarlo con menos miedo
—Eres la única persona a la que Charly soporta a parte de mi y de mi madre —le dijo Nigel feliz.
—Una vez intenté contratar alguien para que me ayudara a limpiar la casa. El hombre se despidió después de una hora porque Charly saboteaba su trabajo y le picaba el brazo. ¿Café?
Nigel abrió más la puerta de su casa, sosteniéndola para que Antwan pasara.
El moreno se levantó con cuidado de no asustar al ave que se veía feliz mordisqueando el cuello de su camisa y tomó las flores.
—Bueno, ahora que sé que no moriré por la mordedura de Charly, quiero darle esto a su dueño…
Nigel tomó las flores, aún sorprendido de que fueran para él. Charlie canturreó, mirando a Antwan y a Nigel alternativamente, lo que lo hizo reír.
—Nunca nadie me había regalado flores. Son muy bonitas, gracias.
Nigel le dio un beso en la mejilla antes de encaminarse a la cocina para poner las flores en una jarra con agua, lo más parecido que tenía a un florero.
Antwan sonrió ante el beso en su mejilla, pero necesitaba más. Estaba casi desesperado.
Así que siguió a Nigel hasta la cocina y antes de que dijera algo lo tomó de la cintura besándolo con fuerza.
Era estúpido cuanto lo había extrañado.
Dentro de la cabeza de Nigel saltaron todas las alarmas de advertencia, pero el beso, un solo beso de Antwan bastaba para que su corazón tomara el control.
Ansioso, se apretó contra Antwan y correspondió su beso hasta quedarse sin aliento.
—¿Quieres ver mi habitación?
Los sentidos de Antwan se agudizaron y sonrió.
—¡Claro que me encantaría!
Nigel lo guío hasta ahí, un lugar bastante lindo, con pósters de películas de aventuras, libros en varios estantes y una cama perfectamente ordenada, pero él no puedo ver más allá del rostro de Nigel.
Ni siquiera se dio cuenta cuando Charly salió volando hasta la sala.
Nigel lo empujó suavemente a la cama y se subió a horcajadas sobre su regazo, comenzando a desnudarlo. Cada botón y cada prenda que iba quitando se intercalaba con un beso y suspiros de anhelo.
Antwan solo se dejó hacer por el pelirrojo, aunque sus manos también juguetearon con la ropa de Nigel, quitando su camisa y desabrochando su pantalón
—Te quiero, Nigel... Te quiero demasiado.
—Lo sé, lo sé bien…—se apresuró a decir Nigel, intentando acallar la inquietud de Antwan y la suya.
Bajó su boca hasta uno de los pezones de Antwan y empezó a chuparlo como sabía que a él le gustaba mientras una de sus manos ya estaba colándose dentro de su ropa interior, acariciando su erección.
—¡Oh Dios!...
Antwan sonrió complacido y se recostó en la cama revolviendose en las suaves cobijas que olían a Nigel.
Nigel sonrió contra su pecho y lamió entre sus abdominales, bajando hasta su ombligo mientras bajaba sus pantalones para poder llegar a su miembro, que chupó antes de meterla por completo en su boca.
Antwan gimió fuertemente y se obligó a mirar a Nigel, sosteniéndose en sus codos.
—¡Eres tan jodidamente perfecto! ¡Tan bueno...!
El moreno tuvo miedo de moverse buscando más de su boca, pero Nigel lo dejó follar su boca como quiso.
Había deseado tanto aquello que Nigel tuvo que cerrar los ojos y tomar aire para calmarse y no llorar. Daba miedo cuánto había llegado a amar a alguien a quien conocía desde hacía tan poco tiempo, pero quería confiar en Antwan y creer que los milagros también existían.
Se sostuvo con uno de sus brazos para mantener la cabeza sin moverla y así Antwan pudiera hacer con él lo que quisiera mientras su otra mano pasaba por sus muslos y sus caderas, dejando una sensación húmeda y caliente.
Antwan gemía dolorosamente, no sabía que lo excitaba más, si la vista o la sensación.
Sin embargo y a pesar de lo bien que se sentía, quería mucho más de Nigel.
—Espera... quiero estar dentro de ti, porfavor. Te he necesitado tanto estos días.
Nigel se apartó con un sonido húmedo, levantándose algo mareado. Tuvo que apoyarse de nuevo con ambas manos en la cama para no caerse.
—Yo no tengo condones, lo siento. Caducaron y... no pensé que fueras a venir…
—Podemos hacerlo así, Nigel. Si tú quieres, claro. No me importa nada más que tenerte.
Comentó mirándolo embelesado, durante estos días sin él lo había pensado todo y llegó a la conclusión de que no importaba que el mundo lo supiera. Estaba enamorado de Nigel. Lo amaba y quería todo con él.
Los ojos de Nigel viajaron nerviosos de un lugar a otro, sin mirar a Antwan. Ya tenía casi cincuenta años, sabía que podía hacer lo que quisiera, pero aún recordaba la conversación que había tenido con su madre cuando le confesó a los veintitrés años que era gay. El sida era una noticia caliente y los medios de comunicación no paraban de hablar de la cantidad de población homosexual que moría a causa de la enfermedad. Su madre le había hecho prometer que nunca lo haría sin condón.
—Supongo que no pasará nada…—
Antwan sonrió y lo tomó de la cintura.
—Te juro que estoy más que sano, bueno, al menos en ese aspecto.
Antwan siempre había sido una persona que se cuidaba sexualmente. Nunca lo había hecho sin condón con nadie y sabía que Nigel era el indicado.
Nigel suspiró, porque en ese momento no podría parar aunque quisiera. De todas formas ya sabía que acabaría dando ese paso cuando se ofreció a realizar un oral sin protección.
—Sí, lo sé. Perdona. Me pone un poco nervioso. Puedo oír a mi madre en mi cabeza... Lo siento, sé que eso no es sexy…
Antwan río y besó su pecho.
—Vamos, no hay problema, mi madre también me advirtió eso, pero contigo no hay ningún inconveniente y conmigo tampoco. De todas formas, si no quieres hacerlo puedo esperar...
Nigel se apresuró a tomarlo de los hombros.
—¡Claro que quiero, Antwan! Claro que sí, nada me haría más feliz.
Antwan sonrió emocionado y empujó ansioso a Nigel en la cama, subiéndose encima de él para besarle. Él estaba ya preparado, su pene mojado marcaba el vientre de Nigel, pero sabía que Nigel aún no lo estaba, así que tomó un par de respiraciones para calmarse antes de llevarse los dedos a la boca.
—Lubricante si tengo, sí quieres... —Se apresuró a decir Nigel, un tanto avergonzado de lo que ello implicaba, pero era un hombre adulto, tenía todo el derecho del mundo a tener lo que quisiera pars darse placer a si mismo.
Antwan sonrió y acarició la entrada del pelirrojo con sus dedos húmedos sintiendo como su respiración se entrecortaba.
Sonrió complacido mientras besaba su cuello.
—Quiero prepararte yo solo, si no te importa.
Antes de que Nigel respondiera, bajo dando besos sobre su piel hasta quedar entre sus piernas, esperando a que su amante no se asustara por lo que haría.
Tan honesto con lo que sentía como siempre, Nigel se sorprendió, pero abrió instintivamente sus piernas y lo miró de reojo mientras esperaba con el corazón bombeando con fuerza contra su pecho, porque nadie jamás había hecho nada así por él y no creía que nadie lo haría.
Antwan le regaló una sonrisa arrebatadora que le hizo temblar de espectación antes de notar su lengua y echar la cabeza hacia atrás, gimiendo por la sensación.
Nigel gimió mientras apretaba las sábanas con sus dedos temblorosos.
—¡Antwan!
El moreno solo siguió con su labor, disfrutando que aquel momento y de los gemidos de su amado, después de un rato de lamer, subió una de sus manos al miembro de Nigel comenzando a masturbarlo lentamente.
Los gemidos de Nigel se transformaron en una especie de aullidos. Sus dedos se enredaron en el cabello de Antwan y tiraron de él suavemente. La doble estimulación iba a acabar con él pronto.
Nunca habría dicho que podía llegar a correr así, pero estaba a punto de hacerlo.
—¡A-Antwan, para, por favor! ¡Te quiero a ti!
Antwan levantó la vista sonrojado y con los ojos llenos de lujuria, sin esperar se lanzo a besarlo con hambre y sin necesidad de alejarse comenzó a entrar en él.
Los ojos de Nigel se abrieron hasta que sus párpados no fueron más que una fina línea mientras su cuerpo se tensaba antes de sufrir un espasmo. Jamás lo había sentido de ese modo, era completamente diferente a cuando Antwan llevaba condón. Podia sentir su calor, y su textura, el grosor de su glande.
Era tan intenso que pensó por un momento que no podría soportarlo, pero se aferró obstinadamente a Antwan, no queriendo perderlo.
El moreno comenzó a moverse en el interior de Nigel, suspirando entrecortadamente.
Todo en Nigel era perfecto, y se sentía maravilloso tenerlo sin nada de por medio.
—Dios... Te necesitaba tanto.
Nigel se contuvo para no llorar. Estaba tan aliviado de que Antwan volviera a estar a su lado que una parte de él se sentía miserable. Le estaba dando más que su cuerpo, le estaba dando todo su corazón, sin reservas.
—Antwan, te quiero... —Gimió, abrazándolo con fuerza, escondiendo su rostro en su cuello.
Por primera vez en su vida, Antwan no sintió la necesidad de correr ante la primer demostración de cariño hacia su persona, al contrario, algo dentro de él se sintió completo por primera vez.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y abrazó fuertemente a Nigel sin dejar de embestirlo.
—Te amo, Nigel... ¡Carajo, te amo demasiado!
Nigel sollozó, arañando y apretando su carne. No quería separarse nunca de él. Su interior se contrajo como si quisiera retenerlo ahí siempre, Nigel suplicaba cada vez que Antwan salía un poco él solo para recibirlo un segundo después como si fuera su salvador.
Antwan lo besaba con toda la devoción que tenía, mordiendo a veces sus labios, quería devorarlo.
—Montame Nigel... Porfavor
Sin salir de él, el moreno se movió en la cama para dejarlo encima y que lo tomara como quisiera.
Nigel apoyó sus rodillas en la cama para ganar estabilidad y comenzó a mover sus caderas, cambiando ligeramente el ángulo cuando entraba y salía, volviendolos locos a ambos. Ningún amante tan apasionado y sabía que sería su último .
—Eres demasiado bueno... Dime qué lo estás disfrutando... —suplicó Antwan, necesitando saber qué Nigel lo estaba sintiendo tanto como él.
—Claro que lo hago, cariño
Antwan lo tomó por el cuello dejándolo aún moverse con facilidad sobre su pene.
Todo se sentía tan bien que parecía irreal.
—No quiero que nadie más te toque nunca…
Antwan pudo notar cómo sus palabras afectaban a Nigel, como sufría un espasmo y su cuerpo se tensaba al tiempo, lo que los hizo gritar a los dos.
Nigel perdió un poco el ritmo, sobre estimulado, pero Antwan tomó sus caderas y lo ayudó a moverse.
—Yo tampoco quiero a nadie más, Antwan. Sí tú me dejaras, yo estaría contigo el tiempo que me resta.
Antwan se levantó un poco para besar su pecho y luego a él.
—Claro que quiero, nada hará que te separes de mi. Ya no.
Nigel lo besó emocionado, tomando su rostro entre sus manos, sus caderas cayendo con fuerza sobre las de Antwan, recompensándole de la mejor forma imaginable. Antwan le había dicho todo lo que quería oír y podía notar el inicio del cosquilleo en el bajo vientre, no duraría mucho.
—Córrete dentro de mi, cariño. Quiero sentirte.
Antwan lo tomó posesivo de la cintura y mientras lo besaba y sus caderas impactaban deliciosamente, relajó todo su cuerpo para sentir el tan ansiado orgasmo y hacer que Nigel tuviera lo que quería
El cuerpo de Nigel lo exprimió mientras se quedaba sin aliento. La semilla de Nigel salpicó su abdomen hasta que cayó sobre él, agotado.
Antwan lo abrazó y beso su cuello, sus mejillas, su frente, todo lo que podía alcanzar, agradecido de que Nigel estuviera ahí con él despues de todo.
Mareado y complacido, Nigel se movió un par de veces más con Antwan dentro de su cuerpo. Besándolo perezoso.
—Nunca había sentido esto... esta clase de amor. Podría matarme si quisiera.
—Sí, es intenso... —Dijo Antwan tontamente antes de volverlo a besar.
Seguir hablando de amor sin el subidón de hormonas de la excitación le resultaba difícil. Llevaba demasiado tiempo renunciando a esa clase de sentimientos y lo que sentía seguía siendo algo nuevo, que había surgido con rapidez y brutalidad. No era sencillo cambiar.
—¿Somos novios, entonces?.
Nigel río tontamente, haciendo a Antwan morir de ternura.
—¡Creo que si, lo somos! Soy el novio de Antwan Hovachelik.
Nigel sonrió y corrió a besarlo con ternura.
—Te amo…
Antwan lo abrazó y los hizo girar, para quedar él encima y poder seguir besándolo a placer, evitando tener que responder.
Estaba bien, no se habían tomado las cosas con calma, pero Antwan confiaba que con el tiempo todo mejoraría y se acostumbraria. Solo tenía que sobrevivir a la navidad.
Después de unos días, Nigel se había mudado, en parte, al departamento de Antwan. Aunque esté seguía resistiéndose a cualquier cosa que se viera mínimamente relacionada con la navidad.
Solo tenía que terminar el mes dándole largas a Nigel sobre la decoración y lograría salir invicto.
Charlie también tuvo su propio lugar en el departamento de Antwan, donde tenía mucho espacio para volar y se pasaba las mañanas cantando. Antwan pensó que lo odiaría, pero conectaron a las mil maravillas.
Nigel se había reído y había bromeado diciendo que ambos eran igual de presumidos. Cómo venganza, Charlie y Antwan habían tenido un "solo de batería", Antwan tamborileando con sus dedos y Charlie con sus patas, durante una noche en la que Nigel intentaba escribir.
La vida era divertida y con la actualización de navidad tan cerca Antwan se olvidó de la preocupación del chico de la camisa azul. Despues de todo dentro de poco no existiría.
Millie no se había dado por vencida, y tampoco Keys.
Pero sabían que la amistad que tenían con Nigel podría ayudarlos.
Un día, mientras Nigel tenía una partida de free city en su escritorio, Millie lo contacto por medio del juego.
“¿Antwan está contigo?”
—¡Hola, chica Molotov! —La saludó entusiasta mientras sonreía frente a la pantalla. Le gustaba rolear cuanto podía mientras estaba en el juego y solía tratar a Millie como si fuera su personaje—. Mi querido novio no está ahora en casa. Es un hombre ocupado. Ya lo hecho de menos —le dijo Nigel con voz melosa a través del micrófono de sus cascos.
—Tomate esto en serio, Nigel. Lo que voy a decirte en muy grave. Guy, enséñaselo.
Nigel frunció el ceño, confundido. El personaje de Chica Molotov seguía teniendo un filtro de acento horrible, pero a través de él Nigel vislumbraba la verdadera voz de Millie y su seriedad.
—¿Qué ocurre, Guy?
—Tu novio se robó el juego. Sé que es difícil de entender y que casi no me conoces pero de verdad, tienes que evitar la actualización de navidad. Antwan la usará para resetear el juego y borrar la raíz por completo, y a mí en el proceso.
Nigel no entendía nada de lo que decían
—No puedes hablar enserio, yo mismo he visto la matriz, él creo el juego…
Guy suspiró, era demasiado bueno. Sabía que esto le dolería a Nigel y no quería hacerlo sufrir, le caía bien, sabía que era una buena persona, pero su vida y la de decenas de NPCs de Free City dependían de que Nigel accediera a ayudarles.
—Tengo que enseñarte algo...
Llevó al personaje de Nigel a su apartamento y cerró la persiana entornándola después para que viera traslucir los retazos del juego original, que aún estaba oculto en los huecos.
Nigel no lo entendía del todo, pero empezó a sospechar, a escuchar y a comprender poco a poco lo que Guy y Millie le contaron. Fueron unos minutos de duras revelaciones y después silencio hasta que Nigel se quitó los auriculares y los dejó sobre la mesa, completamente conmocionado.
Cuando Millie entendió que Nigel no los estaba escuchando más, por texto le envío lo que quería pedirle.
“Te suplico que no le digas nada a Antwan, no aún. Si no adelantará la actualización y perdimos...”
Las lágrimas cegaron a Nigel después de leer eso, no podía creer que el amor de su vida fuera una persona tan mala.
Nigel apagó el ordenador y después de llorar el pánico se apoderó de su cuerpo.
Antwan no podía verlo, si sabía que él lo sabía, ¿qué es lo que haría?.
Tan rápido que casi se le cae de las manos, escondió el ordenador en el armario, apoyándose en él como si temiera que de repente fuera a salir un monstruo de él. Su respiración estaba agitada y no era capaz de pensar en nada más que no fuera ocultarle a Antwan que lo sabía.
Tenía que pensar qué hacer, tenía que eligir, aunque su corazón ya lo había hecho. No podía dejar morir a Guy, no podía dejar que destruyera todo lo que Millie y Keys habían creado.
Antwan regreso de aquella junta con el consejo y le había comprado un postre de chocolate al igual que un capuchino.
Estaba feliz, feliz como nunca antes, hasta le había deseado un buen día a la cajera de la cafetería.
—¡Nigel! Te traje algo, amor... ¿Dónde estás?
Al no verlo en la sala entró a la habitación y lo encontró acurrucado junto al armario.
—¿Amor? ¿Estás bien?
Nigel se asustó, moviéndose bruscamente y golpeándose el hombro contra el armario. Antwan hizo una mueca ante el sonido. Tenía que dolerle.
—¡Nigel!
—¡E-estoy bien! Solo... —Nigel intentó recuperar la compostura, pero ni siquiera podía mirar a los ojos a Antwan, porque sabía que Guy no le había mentido, pero tenía que fingir que no era cierto—. He estado pensando en... La navidad... ¿Sabes lo que significa la navidad, verdad?
—Si, bueno, supongo que significa que el año se terminó y que necesitamos comprar cosas que no necesitamos para regalarlas a gente que tampoco las necesita.
Dice con sorna pero decidido a abrazar a Nigel y darle sus regalos
—Pero algo en tu cara me hace creer que no te refieres a eso…
Nigel lo empujó para levantarse, sorprendiendo a Antwan,y esta vez el que chocó contra el armario.
—¡Hablo de la bondad, Antwan! —Gritó Nigel y se sintió terriblemente culpable al ver lo confundido que parecía Antwan—. Sí yo te pidiera algo, ¿me lo darías?.
—Lo que quieras, amor... Solo pídemelo
El moreno no entendía que estaba sucediendo pero si perdiera a Nigel por cualquier estupidez, se moriría. Esta vez no lo soportaría. Se hincó frente a él mirándolo afligido.
—No hagas la actualización de Free City.
Antwan se rió suavemente, incrédulo. Se había asustado y claramente era por nada, porque eso tenía que ser alguna clase de broma de mal gusto.
—Pero si no hago la actualización no puedo subir tu especial de navidad, amor...
—Antwan, por favor... —Nigel lo tomó de la mano, mirándolo con ojos suplicantes—. No lo hagas…
El moreno dejó de sonreír y de acariciar a Nigel. Levantándose serio.
—¿Porque estás pidiendo esto? ¿Porque ahora?
Al ver el cambio de actitud de Antwan Nigel se terminó de quitar la venda de los ojos.
—Tú sabes por qué —lo acusó—. Pero aún no es tarde, sí...
—No —sentenció Antwan.
—¡Antwan, porfavor! Esos NPC tienen una vida, quizá no como tú la conoces pero la aprecian y yo también... Si actualizas ese juego todos van a desaparecer.
—¡Ese es el punto, Nigel! Lo único que han hecho es quitarme dinero, y si Millie gana la demanda estaremos en la ruina, ¿no lo entiendes?.
—Yo no dejaría que acabaras en la calle y lo sabes —insistió Nigel.
—¡Ah, con que vas a mantenerme! ¿Es eso?! ¡¿Vas a atarme como un perrito para que no tenga a dónde ir si no es contigo?!
—No, claro que no…
—¡Nigel! Sé cómo se ve esto, pero solo soy un empresario. No mejor que otros. Hice lo que tenía que hacer para llegar a dónde estoy, eso en parte es lo que nos llevo a estar juntos. No podemos dejar ir esto solo por un par de niños idiotas que no saben perder.
Sin darse cuenta, Antwan lo había tomado de las muñecas y dado a su diferencia de altura parecía querer someterlo.
Nigel apretó la mandíbula y apartó el rostro, negándose a mirarlo, haciendo un gran esfuerzo por no llorar.
Antwan podía sentir cómo se escapaba entre sus manos, como lo estaba perdiendo y apretó inconscientemente su agarré.
—Vamos, Nigel... Tomemos un chocolate caliente, veamos una película tonta de navidad y olvidémonos de todo esto.
—No, yo no soy como tú.
Antwan lo miró y supo que en su rostro había algo que nunca pensó encontrar.
Miedo.
Nigel le rehuia y hacia lo posible por alejarse de él, jamás pensó que se sentiría tan devastado
—¡Oh Nigel...! ¡No me hagas esto!
—¡No estoy haciendo nada! ¡Ese es el problema, Antwan! —Gritó alarmado—. ¡Debería estar pensando en llamar a la policía, no en intentar negar que eres...!
—¿Qué soy qué? Vamos, dilo… —lo desafío Antwan.
—¡Un villano!
Antwan se rió de él y Nigel se encogió al ser víctima una vez más de las burlas de todos aquellos que le rodeaban.
—¿Un villano? ¿Crees que vives en una novela o en un videojuego? Entérate bien, no existen los villanos en la vida real, solo las personas inteligentes y las que no lo son.
La mirada de Antwan se ensombreció y soltó a Nigel bruscamente, haciendo que por falta de equilibrio cayera al suelo.
—Si crees que soy un villano, está bien. Quizá lo soy y todo este tiempo solo fingí que era bueno para llevarte a la cama.
Antwan sabía que eso no era cierto, pero la ira siempre lo hacía decir estupideces.
Tomó su abrigo y las llaves de su auto.
—Espero que todos estén listos para el especial de navidad, porque llegará mucho antes.
Nigel no podía sostenerse. Dejó caer su espalda contra la pared y se deslizó hacia abajo hasta quedar sentado mientras sollozaba. A su edad y está era la primera vez que podía jurar que estaba enamorado y la primera vez que le partían el corazón. Increíble y patético. Había creído que los milagros de navidad existían.
Nigel se levantó tambaleante y empezó a hacer las maletas, dejándole a su madre un mensaje diciéndole que volvería antes de las vacaciones a casa.
Millie lo llamó y no tuvo el corazón para no contestar.
—¿Dónde estás? Antwan está en la empresa y está como loco…
—Millie, lo siento mucho... Ahora mismo no... —Balbuceó Nigel. Se sentía incapaz de hacerse el héroe, no cuando debía ir contra Antwan. Su corazón puede que estuviera roto, pero aún lo amaba, sin embargo, Millie no le dejó tiempo a dudar.
—Solo tú puedes detenerlo, Nigel. Él ya va a ir a la cárcel, de todas formas. Solo no dejes que borre el juego antes de eso.
—¿A la cárcel?, no lo envíes ahí, porfavor.
—Lo que hizo estuvo mal, pero no hay tiempo para eso. Necesito tu ayuda, Nigel. Guy la necesita.
Nigel contuvo de nuevo las lágrimas, sabiendo que estaba perdido. Incluso si él no podía ser feliz no dejaría que otros sufrieran por su culpa.
—Iré para allá. Por favor, no llames aun a la policía. Dame tiempo.
Millie suspiró del otro lado de la línea.
—No lo haré, pero date prisa.
Nigel salió más que preocupado para Soonami y llegó solo para darse cuenta de que había gente aglomerada fuera de la empresa, al parecer ya se había corrido la voz de que el especial de navidad llegaría antes.
Tuvo que abrirse paso casi a codazos.
Afortunadamente para él, los escritores no solían ser reconocidos por su rostro y la llegada de la época navideña había hecho que cambiara su vestuario al habitual por jerséis estampados y pantalones de pana.
Los guardias de seguridad lo dejaron entrar en cuanto enseñó su acreditación y nunca un viaje en ascensor le había parecido tan largo.
Habría tenido tiempo de pensar qué decir, cómo enfrentarse a Antwan, pero cuando las puertas se abrieron en la ultima plan y lo tuvo frente a él perdió toda la capacidad de hablar.
Antwan se encontraba detrás de su computador y Mouser lo acompañaba con su iPad.
El moreno le ordenó al chico que se fuera y este salió corriendo.
Era como si este Antwan fuera el clon malvado del hombre del que se enamoró.
—¿Qué quieres? ¿Vienes a recoger el cuchillo que me clavaste en la espalda?
Nigel intentó que eso no le afectara.
Sabía que estaba haciéndole chantaje emocional, pero maldita sea si no había funcionado.
—Nunca quise hacerte daño, Antwan. Pero no puedo dejar que destruyas Free City.
—Como si pudieras hacer algo para impedirlo —se burló Antwan, prestando de nuevo atención a su ordenador. Si se concentraba tal vez Nigel desaparecería.
—Por favor, no me obligues a hacer esto. Sabes que soy más fuerte que tú.
Antwan lo miró con la boca abierta y el ceño fruncido.
Nigel era un estúpido si creía eso.
—¿Estás seguro, niño explorador? ¿Crees que puedes venir a golpearme en mi maldita oficina?.
Antwan se levantó y caminó hacia él, retandolo.
—Espero no tener que golpearte —dijo con sinceridad, sintiendo un poco de pena porque Antwan lo subestimara de ese modo. Quizás no lo conocía tan bien como creía—. En realidad, preferiría solo inmovilizarte.
—¡Ya te gustaría!
Nigel suspiró y se acercó, cogiéndolo del brazo y retorciéndoselo para apretarlo contra su espalda. Antwan gritó mientras su mejilla se estampaba contra la mesa, cerca del ordenador.
El moreno intentó zafarse del agarre de Nigel pero solo pataleo tontamente.
—¡Mierda Nigel, sueltame! Tu estúpido amigo de la camiseta azul se tiene que ir.
—Su nombre es Guy —le dijo con la voz contenida. Nunca se había sentido tan decepcionado como estaba en ese momento—. Esto no es un juego.
—¡Es exactamente lo que es! ¡Un maldito juego! —se quejó Antwan.
—No tienes corazón...
—¡Por favor, dijiste lo mismo cuando no me puse a llorar porque unos huérfanos molestos cantaban canciones de navidad!.
Nigel lo soltó y Antwan suspiró aliviado, aunque adolorido.
En cuanto estuvo libre tomó su laptop y tecleo un par de veces.
—Si esto pasa perderé todo e iré a la cárcel. ¿Te gustaría que eso pasara solo por un estúpido NPC?
No lo vio venir, no hasta que Nigel ya estaba estampando el ordenador contra el suelo. Por si el golpe no hubiese sido suficiente, se aseguró de destruirlo por completo pisándolo con fuerza y retorciendo el pie, haciendo añicos la pantalla.
—Tú... —Murmuró Antwan, con ira contenida— ¡Me has jodido la vida!
Nigel lo miró con pánico, dándose cuenta de lo que había hecho pero ya no había vuelta atrás.
—Lo sé, pero lo prefiero a que estés condenado por esto por siempre...
Antwan iba a gritarle, a decirle que se fuera al demonio pero la policía entró casi tirando la puerta y con armas en las manos.
—¡Antwan Hovachelik, está arrestado por fraude!
—¡¿La policía?! ¡¿Has llamado a la maldita policía?! —Gritó Antwan indignado, una mala idea. Al agente que tenía al lado no le hizo mucha gracia y lo volvió a estampar contra la mesa, reteniéndolo para ponerle las esposas.
—No, no deberían haber venido, yo le...
—Nigel miró hacia todos los lados, confundido, hasta que vio a Millie en la puerta. No parecía sentirse muy culpable, aunque si podía ver la lástima por Nigel en sus ojos—. Me lo prometiste, Millie…
—Lo siento, Nigel. Pero se robó el trabajo de nuestra vida...
Keys llegó después, pero él no dijo palabra alguna, solo se quedaron mirando cuando se llevaban a Antwan.
Nigel lo siguió hasta que lo metieron a la patrulla, pero Antwan ya ni siquiera cruzó la mirada con él.
Varios días en prisión solo aumentaron la furia y la amargura de Antwan.
Los guardias se aburrían, en realidad los calabozos temporales eran una zona tranquila, y se paseaban por los pasillos mientras sonaba la radio con canciones navideñas. Antwan perdió la cuenta a la novena vez de cuántas veces pusieron Last Christmas.
Cuando le dijeron que podía salir porque alguien había pagado su fianza ni siquiera sintió alivio.
Nigel lo esperaba afuera, junto a su auto.
Después de todo todavía tenía las llaves del departamento.
Antwan lo miró y quiso abofetearlo pero se contuvo.
—¿Tu pagaste la fianza? Con mi dinero, supongo…
—Nunca he tenido acceso a tus cuentas bancarias. No estábamos casados —le recordó Nigel con voz cansada. Bajó sus ojos habían profundas ojeras, aunque ya no quedara rastro de la hinchazón por el llanto
—La venta de Jumanji me da suficiente dinero. Sueles olvidar que yo ya era alguien antes de conocerte...
—¿Has venido a presumir tu auto Best-Seller?
—He venido porque es navidad.
Antwan rodó los ojos, hastiado de tanta navidad.
—No me trajiste una diadema de reno ¿O si?
Al final se calló y se dio cuenta de que estaba siendo demasiado idiota.
—Gracias por lo de la fianza
—Esta bien. Consideralo mi regalo.
—¿De navidad? —Bromeó Antwan en un tono más ligero de como se sentía.
intentaron fingir que no había pasado un infierno entre ellos, pero era demasiado tarde.
—De despedida. Vuelvo a casa con mi madre.
Antwan sintió que su corazón se partía.
—¿De qué hablas? ¿Por cuánto tiempo te vas?
—No volveré... es lo que venía a decirte.
Antwan no podía procesarlo. Nigel no podía haber llegado a su vida solo para marcharse, no después de ponerlo todo patas arriba.
—Pero dijiste que te quedarías hasta Navidad...
Nigel se rió mientras apartaba la mirada. A Antwan se le partió el corazón al ver que había lágrimas en sus ojos.
—Bueno, feliz Navidad, Antwan.
Antwan quiso decirlo, quiso desearle lo mismo, pero el nudo en su garganta se lo impidió.
Nigel le dio sus llaves y suspiró.
—Cuidate, Antwan.
—Nigel no... no te vayas, porfavor. Sé que puedo hacerlo mejor está vez.
—Ya te di mi corazón, Antwan, y tú lo tiraste. Ya he llorado bastante.—Nigel se giró para marcharse, pero Antwan lo sujetó del brazo, reteniéndolo y Nigel volvió a encararlo
—¿Sabes qué? He estado pensando mucho mientras estabas en la cárcel y merezco a alguien mejor.
Antwan no pudo decir nada, porque para su maldita mala suerte era cierto.
Nigel se soltó de él lentamente y se fue, caminando por la acera, se había ido tan abruptamente como llegó.
La canción de Last Christmas resonó en su cabeza, como si el maldito George Michael en persona se burlara de él.
Todo se volvía difuso, todo perdía sentido hasta que el último atisbo de ilusión se esfumó cuando empezaron a correr frente a Antwan los títulos de crédito.
Antwan abrió lentamente los ojos, llorando aliviado y sintiéndose un completo idiota.
Nigel se removió a su lado en la cama y suspiró antes de despertar.
Sonrió al verlo pero rápidamente se alarmó al ver sus lágrimas.
—¿Amor? ¿Estás bien?
Antwan atrapó su rostro entre sus manos y lo besó por sorpresa. Nigel sonrió entre sus labios y se derritió, empujando su cuerpo contra el suyo, enredando los dedos en sus rizos para retenerlo hasta que se tuvieron que separar jadeantes para poder tomar aliento.
—Me estás mandando señales confusas—dijo Nigel sin poder evitar reir de felicidad.
—¡Te amo, Nigel! Te amo tanto que me moriría si te pierdo algun día.
Las lágrimas seguían saliendo de sus ojos y simplemente Nigel no comprendía pero imagino que quizá había sido un mal sueño.
Amoroso lo abrazó y Antwan lo besó de nuevo, está vez más apasionadamente
—No me iría de tu lado nunca, cariño…
—Sé que ahora no lo harías, amor, pero imaginate que es navidad, y que nunca hubieras estado atrapado en Jumanji. ¡Y yo quería matar a Guy! ¡Y tú tenías un pájaro!
Nigel lo miró fijamente mientras se anotaba mentalmente que nada de bebidas estimulantes y azúcar por la noche.
—Si quieres que entienda algo vas a tener que ordenar la historia mejor…
Antwan suspiró felizmente aunque aún llorando.
—Dios... Ni siquiera sé por dónde empezar. Pero te amo y nunca traicionare tu confianza por nada del mundo.
Nigel sonrió y el mundo de Antwan pareció volver a girar correctamente.
—Es más, ¿Que te parece si te preparo el desayuno y armamos juntos ese árbol que tanto quieres?
Nigel alzó las cejas hasta que casi se unieron a línea donde comenzaba su cabello.
—¿No era la navidad una tontería?
—¡¿Qué dices?! ¡La navidad es genial! ¡Tenemos que montar el árbol! —Nigel rió feliz. Seguía sin entender nada, pero no iba a ser él el que se quejara de celebrar la navidad—. Y Nigel...
—Dime, corazón.
—Vamos a comprar los boletos para ir a casa de tu madre y celebraremos allí la Nochebuena.
El pelirrojo ahora era quien lloraba de felicidad y se abalanzó para abrazar a su amado esposo.
—¿Hablas enserio, Antwan? ¡Eso me haría muy feliz!
—Es lo único que quiero, amor, que seas feliz.
Después de que, como había prometido, Antwan le hiciera el desayuno, salieron a comprar un árbol de navidad blanco y hermoso, el que adornaron con moños rojos y esferas doradas.
Antwan y Nigel se reían pensando en lo bien que se veía y en los regalos que pondrían ahí.
El sueño de Nigel se había cumplido, Antwan celebró navidad con él, sintiendola al fin. Y aunque no sabía que había sucedido para que el cambio fuera tan drástico, no cuestionó.
En Año Nuevo una asociación de rescate de animales exóticos anunciaron que buscaban una familia que adoptara una pequeña cría de cacatúa que había sido abandonada.
Nigel vio la publicación en Instagram y se la mostró a Antwan sin saber que Charlie pronto estaría en la familia.
Hay quienes, como en la navidad, no creen en el destino, ¿pero cómo iba a dudar Antwan de que esa fuerza existía cuando había tenido que creer en cosas más inverosímiles a la fuerza?
Ahora Antwan era el más ferviente de los creyentes y daba gracias al destino por, de todas las locas posibilidades, haberlo hecho caer dentro de un juego y encontrar al amor de su vida, convertirse en mejor persona y labrar una nueva vida juntos.
Después de todo, los milagros de navidad, quizá, sí existían.