Chapter Text
Casi había terminado de escribir mi primera novela completa. Fue un romance. Y uno épico además. Me emocionó cómo se había elaborado, y aunque nadie más lo leyó, tenía que volver a leerlo y recordarlo. Porque era nuestra historia. Fue una historia de curación, redención, pasión, perdón y amor.
Quería editarlo y al menos encuadernarlo antes de Navidad. La única persona que quería leerlo era Marcos. Nunca hubiera imaginado que el hermoso hombre que se había quedado mirándome dar vueltas por mi apartamento con una sonrisa divertida sería el que me sanaría. Nuestra historia era hermosa y tenerla escrita con palabras significaba que era una historia que nunca sería olvidada. Cuando nos hayamos ido, nuestros bisnietos tendrían esta historia para leer y sabrían que vinieron del amor.
Marcos abrió la puerta y entró. Cerré mi notebook para que no pudiera ver las palabras.
—Ponelo ahí.— Señalé el lugar que había despejado en nuestra sala de estar.
Marcos recogió el árbol de Navidad, lo llevó a la esquina y lo puso de pie.
Iba a ser mi primera Navidad real. Nunca me habían dado un regalo de Navidad ni nunca había decorado un árbol. Esas eran cosas que había visto suceder en la casa en la que crecí, pero nunca me habían invitado a participar.
—¿Como quedó?— Preguntó Marcos, retrocediendo para examinar su trabajo.
—Perfecto—, le dije, echando mis brazos alrededor de su cuello. —Ahora podemos decorar—. La emoción era casi demasiada. Siempre había querido decorar un árbol.
—Amor, voy a hacer lo que quieras mientras te haga sonreír así—, dijo, dándose vuelta y besándome firmemente en la boca.
—Bien. Porque esta noche vamos a decorar galletas y eso me hará sonreír—, le dije.
Él sonrió. —Glaseado y tú y una encimera de cocina. Sí, suena como mi tipo de diversión—.
—El glaseado va sobre las galletas—, le dije.
El asintió. —Claro que sí. Y luego va en tus tetillas y, si sos realmente bueno, entre tus muslos—.
La respiración entrecortada le hizo sonreír. —Es lo que pensaba. A mi novio le gusta jugar—.
—Está bien, jugaremos, pero sólo si consigo ponerle un poco de glaseado a mi piercing favorito— le dije.
Sus ojos se iluminaron y tiró de mi mano, empujándome hacia la cocina.
—¿Qué estás haciendo? Tenemos un árbol que decorar—, dije, riendo mientras lo seguía.
—No, amor. Vamos a conseguir ese glaseado y te dejaré ponérlo en tu piercing favorito. Jugamos primero y decoramos el árbol después—.
—Marcos—, dije, y él se detuvo y me miró.
—¿Sí, amor?—
—Te amo.—
Se elevaba sobre mí y sus ojos verdes ardían mientras me miraba. —Te amo más—, susurró contra mis labios, luego me hizo olvidarme de las decoraciones y las galletas. Estaba perdido en el único hombre que había sido hecho sólo para mí.