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Español
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Published:
2024-01-06
Updated:
2024-08-07
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27,661
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Mutatis mutandis (No incluido en el contrato)

Chapter 8: Secretos bien guardados

Chapter Text

 

Tres meses después…

- Señor, tiene una llamada del decano de la facultad de Ciencias jurídicas - comunicó Lucila desde el intercomunicador.

- Pasámela - contestó José sorprendido, por no decir que rogaba que Marcos no hubiese hecho alguna estupidez o le anunciaran otro escándalo.

- Hola, Eduardo, ¿cómo estás tanto tiempo?

- Hola, José, todo bien por acá. Antes que nada,  ¡felicidades por la gobernación! Es un orgullo para los salteños que un hombre como vos nos represente.

- Muchas gracias, sinceramente, sigo conmovido por el apoyo de la gente y este reconocimiento a tantos años de entrega. Por un momento, creí que tanto esfuerzo no había servido de nada.

- Lo decís por lo que pasó con Marcos, ¿verdad?

- ¿Qué te parece? Me aseguré de mandarlo a la mejor universidad y esperaba que para estas alturas ya estuviera recibido. En cambio, casi me arruina las elecciones.

- De eso quería hablarte, José. No solo te llamé para felicitarte por tu nombramiento sino por tu hijo.

- ¿Qué hizo ahora? Mirá, hace meses que no hablamos. Después del escándalo tuvimos una discusión y desapareció, así que no sé en qué anda metido o qué nueva cagada se mandó.

- No, José, ninguna. Todo lo contrario, también quería felicitarte porque tu hijo se presentó a rendir y sacó dos materias con excelentes notas y solo le queda una para recibirse.

- ¡¿Qué?! - lanzó un grito de incredulidad que casi atraviesa el despacho.

- Lo que oíste. Creí que lo sabías, pero acabás de decirme que no se hablan. Lo cierto es que los profesores quedaron impresionados con su desempeño.

- Esperá, sinceramente, no puedo creerlo. ¿Qué materias rindió?

- Una es Filosofía del Derecho y la otra la da López Almada, así que tiene que ser Derecho Internacional Privado.

- No puede ser, ¿estás seguro?

- Sí, de hecho te dije que quedaron maravillados por cómo las presentó. El mismo López Almada me llamó hace días para contarme.

- Estaba negadísimo con esa materia. Se ve que finalmente se dignó a escuchar a alguien y el amigo lo convenció. Gracias por avisarme, si no fuera por tu llamado, no me enteraba.

- De nada, espero que te des una vuelta pronto por la facultad. Sabés que siempre sos bien recibido por acá.

- Seguro, conocés el valor que le doy a la educación. Siempre los tengo presentes. Dejame hacer un hueco y coordinamos.

- Te esperamos, entonces.

Al cortar, el flamante gobernador tuvo que tomarse varios minutos para asimilar lo que acababa de escuchar. Marcos no había rendido nada el último año y hasta estaba recursando una materia, o al menos, eso creía.  Parecía que tenía casi abandonada la carrera y, sin embargo, el decano de la facultad llamaba para felicitarlo por su desempeño en dos finales en los que se había presentado y con solo una asignatura más se recibiría de abogado. Estaba totalmente desconcertado.

No pudo esperar a finalizar la jornada y llamó a Marquitos para preguntarle cómo había logrado convencerlo o qué había pasado para que finalmente su hijo hubiera entrado en razón y asumiera en serio su futuro.

Desde que había tomado posesión del cargo ya no veía diariamente a los empleados de la empresa y había dejado todo en manos de uno de sus socios. Rara vez desde entonces había tenido algún intercambio con Marquitos y en ninguno de ellos se había mencionado a Marcos. 

Más confundido se encontró luego de cortar con el chico y este le dijera que no lo había ayudado a estudiar y ni siquiera había ido a buscar los apuntes que tantas veces le había ofrecido. No solo eso, en este tiempo ya ni hablaba con su amigo, porque después de intentar hasta el cansancio, había desistido de ubicarlo. No era novedad que Marcos podía tardar días en contestar un mensaje, solo que ahora todo se debía a cómo habían quedado las cosas la última vez que se vieron previo al torneo y habían discutido fuertemente cuando Marquitos le dio un sermón que le recordaba a su padre. Ni siquiera después de haber llegado a la instancia final y haberse quedado con la medalla respondió al mensaje del morocho pidiendo perdón y felicitándolo.

José le dio vueltas al asunto hasta que hizo una llamada que debería haber hecho apenas estalló todo.

- Hola, Fabián, ¿cómo te va, querido? Sí, sí, todo en orden por acá. Escuchame, necesito que me averigues algo urgente y que me llames apenas tengas novedades. Te voy a pedir la mayor discreción posible. Necesito confirmar una cosa para ver qué acciones tomar.

 

Por su parte, Marquitos no se quedó tranquilo con el llamado del jefe, a quien pese a no estar presente, seguía sintiendo igual. 

Rápidamente se comunicó con Luis y quedó en pasarlo a buscar. No podía ser que después de tantos años de amistad con Marcos todo se hubiera ido al carajo y ellos no supieran qué le estaba pasando.

Estaban decididos. Ya no importaba si el castaño era culpable, si estaba ofendido o si no quería hablarles. Iban a enfrentarlo cara a cara, y así pasaran horas puteándose, arreglarían las cosas y volverían a recuperar a su amigo. Sobre todo, querían encontrar nuevamente a ese que había dejado ser antes de que todo estallara por los aires. Si él no se había dado cuenta de que esa había sido su mejor versión, ellos lo ayudarían. 

Sabían que a clases no iba, así que, seguramente, las materias las había rendido libres. La rutina del gimnasio bien la podía hacer en su departamento porque lo tenía equipado con todo. Según su entrenador, desde la competencia no había vuelto a aparecer y los conocidos a los que le preguntaban tampoco lo habían visto desde hacía varias semanas. 

No les quedaba más remedio que plantar guardia en su casa y esperar a que se dignara a abrirles la puerta.

Después de visitar el edificio unas cuantas veces y no ver movimiento en el departamento, empezaron a intranquilizarse. No podía ser que siempre estuviera la misma luz encendida y el balcón parecía estar cerrado a toda hora. 

No querían alarmarla, pero no se les ocurrió otra cosa que recurrir a su mamá Carola. Fue Luis el encargado de preguntarle, era el que tenía más tacto de los dos para estos casos. La mujer vaciló un poco hasta que terminó contándole que Marcos se había ido de viaje y que no había querido decirle a dónde; que había estado muy enfocado en el estudio y ahora necesitaba descansar unos días. Ella tampoco sabía cuándo volvía, pero intuía que sería antes de finalizar el mes porque el próximo habría mesas especiales en la facultad y necesitaría bastante tiempo para preparar esa última materia.

Con esa nueva información aguardaban mientras seguían intentando que les contestara el teléfono. No había caso, el aparato parecía muerto o fuera de un área de cobertura. Veían que los mensajes no le llegaban y las llamadas iban directo al buzón de voz. Solo les quedaba confiar en Carola quien les había asegurado que su hijo estaba bien.

Una semana después, finalmente observaron que el balcón tenía la ventana abierta. Cuando el portero eléctrico les permitió escuchar la voz del otro lado pronunciando un tímido: “Hola, ¿quién es’”, quedaron atónitos.

- ¿Agustín? - pronunciaron al unísono mirándose uno a otro. 



***



Un día antes del torneo de Jiu jitsu…

Marcos estaba a punto de caminar por las paredes. Su cuerpo estaba totalmente tenso y su cabeza era una calesita. Había tenido una fuerte discusión con Marquitos mientras salía de su último entrenamiento. Las palabras habían subido demasiado de tono y habían tenido que intervenir algunos presentes porque creyeron que se iban a ir a las manos.  Ninguno quiso escuchar al otro y terminaron diciéndose cosas que ninguno de los dos sentían realmente. Marquitos era un tipo sereno, si había perdido la compostura era porque su amigo lo tenía tan confundido que lo sacó de quicio. 

Marcos, por su parte, ya estaba harto de todos. A la mierda con Marquitos, su padre, la prensa y todos los que no le creyeran. Necesitaba dar como sea con Lucila para poder llegar a Agustín. 

No podía ser que la rubia no apareciera en ninguna red social, al menos, no con su nombre. Y encima él no sabía casi nada sobre su vida. Siempre la vio demasiado seria y leal a su padre como para acercarse a ella más de lo necesario. No le caía mal ni mucho menos, al contrario, Lucila era bastante cálida con todo el mundo, solo que tal vez por ser el hijo del jefe también guardaba cierta distancia con él. No así con Agustín, con quien tenía una evidente debilidad sobreprotectora, como una madre velando por sus crías. 

Lo único que se le ocurrió para poder preguntarle sobre el de rulos fue esperarla a la salida de la oficina y seguirla hasta su casa, o interceptarla en algún lado. No quería asustarla o parecer un acosador, pero no encontraba otra opción más rápida que esa y no iba a darle más vueltas al asunto. El tiempo lo apremiaba, debía viajar al otro día y en ese estado no iba a poder pelear. Tenía los nervios crispados. 

Se puso ropa que lo hiciera pasar desapercibido ante los ojos curiosos, una gorra y aguardó a que fueran las 5 p.m.

Pasó tanto tiempo pensando en cómo abordarla que no se dio cuenta de que Lucila ya había salido. La rubia se frenó en el quiosco de la esquina y salió a los dos minutos con un paquete de cigarrillos en la mano. Fue su demora por el semáforo mientras se encendía uno lo que la llevó a divisar a Marcos apoyado en su auto con la vista perdida.  Un loco impulso la arrastró a saludarlo. Una guerra interna entre querer decirle todo lo que había pasado con Agustín y respetar su promesa de no decir nada. Ya estaba a mitad de camino cuando quiso retroceder, lo que le dio tiempo al castaño para notar su presencia. 

Él notó su cara de pánico instantánea; ella, la ansiedad y la esperanza en sus ojos verdes. Ambos tomaron nota en esos segundos de lo que le pasaba internamente al otro: Lucila tenía información y Marcos preguntas.

Cuando se saludaron se sentía palpable la incomodidad. Él entendía que no sería fácil para la chica enfrentarse al hijo de su jefe, pero no tenía más opción que rogarle que le dijera lo que supiera de Agustín y cómo contactarlo.

- Marcos, por favor, no me pongas en ese compromiso. No tengo autorización para decir nada - le repetía ella con tristeza en la voz.  

- Creeme que te entiendo, pero ponete en mi lugar. Todos me dieron la espalda y estoy desesperado. No te jodería si no fuese importante localizarlo. Tengo que viajar mañana, no puedo seguir esperando. 

- No puedo, de verdad. No puedo traicionar su confianza. Dejame que le pregunte, aunque ya sé la respuesta que me va a dar. Te prometo que voy a hacer todo lo que esté a mi alcance, pero no depende de mí. No fue fácil para él afrontar esto, perdió todo de golpe.

- Yo también, Lucila. La única persona que no me dejó solo fue mi mamá. Y no trato de ponerme en víctima, me imagino perfectamente lo que debe sentir y por eso necesito que me escuche. Necesito que sepa mi versión de los hechos y que no especule ni asuma cosas que no son. 

La rubia no podía contenerse más, sentía que se consumía con la misma rapidez que el cigarrillo en su boca. De pronto se sintió mareada con náuseas creciendo en todo su ser. Como pudo susurró un “Perdón” y huyó disparada hacia el estacionamiento a buscar su moto. 

Marcos quedó inmóvil, con su estómago cayendo de golpe y sus esperanzas haciéndose añicos. “No” , dijo para sí. No se iba a rendir, ya no iba a dar marcha atrás hasta no hacerla hablar. Se subió rápidamente al auto y salió tras la moto a una distancia razonable para que ella no lo notase. No podía permitir que se le escapara si lo veía o tuviera un accidente por no poner atención en la calle. Era fácil seguirle el rastro, Lucila usaba un casco y una campera de un rosa bastante llamativo. Parecía Penélope Glamour.

Veinte minutos después, se detuvo frente a un pequeño edificio bastante moderno en un barrio pintoresco y de calles estrechas, alejado del ruido del tráfico incesante. Realmente había llegado en tiempo récord, seguramente movida por la adrenalina del encuentro con Marcos y la milésima de segundos que la separó de soltarle toda la verdad. 

Con el pecho más que agitado subió hasta su departamento en busca de Agustín para contarle lo sucedido y advertirle que el otro estaba tras su rastro y no tardaría en encontrarlo. Al menos, parecía que contaban con unos días, puesto que, según le había dicho, tenía un viaje programado y abandonaría en breve el lugar. 

Abrió la puerta casi atropellándola y se encontró con la mesa dispuesta para la merienda, aunque no había nadie en el interior. 

- Maldito Agustín y su debilidad por los churros y las medialunas. Seguro se fue a la panadería - pensó en voz alta.

Con el corazón todavía acelerado, se fue a cambiar de ropa y rogaba que no se demorara charlando con los empleados del local. Necesitaba con urgencia contarle todo y tranquilizarse. Tal vez necesitaba una ducha para calmar los nervios.

En la vereda frente al edificio se hallaba Marcos tratando de juntar coraje para abordarla nuevamente. Si lo pensaba racionalmente, era una locura lo que estaba haciendo. Estaba acechando a una chica para sacarle información y no estaba midiendo las consecuencias. Sin embargo, no podía ser racional cuando llevaba días sin dormir y estaba sufriendo de forma desmedida. 

Cuando se dispuso a cruzar la calle se frenó en seco al ver doblar en la esquina la figura con la que soñaba día y noche. De haberlo siquiera sospechado, no hubiese tardado tanto en seguir a Lucila. 

- Agu´… - las palabras parecían haberse atascado en su garganta.

Como si una fuerza superior guiara su vista hacia la silueta que se aproximaba hacia él, el platense giró su cara a medias y lo vio, casi no lo reconoce vestido como estaba, aunque era imposible no hacerlo cuando conocía cada milímetro de ese cuerpo. 

- ¡¡¡Marcos!!! - gritó desesperado al notar que venía un auto y el otro no parecía reaccionar.

Milagrosamente lo hizo y llegó a la vereda sin percatarse del peligro en el que se había encontrado segundos atrás por su negligencia. Parecía que sus sentidos solo respondían al chico de rulos que ahora estaba frente a él. Su expresión escondía miles de sentimientos encontrados y no podía leerlo con facilidad. 

Lo que sí podía percibirse era el temblor en el cuerpo y en la voz de ambos. 

- Hola - habló Agustín por fin cuando recobró el aliento tras el impacto inicial.

- Hola - devolvió el saludo Marcos increíblemente cohibido de repente.

- ¿Cómo llegaste hasta acá? No creo en las casualidades y…

- La seguí a Lucila - lo interrumpió. Quería que me dijera cómo ubicarte, pero nunca me imaginé que estuvieras en su casa. No lo hubiese hecho si me hubieses contestado. ¿Por qué huiste así?

- ¿Qué creés, Marcos?

- Agu´… la pregunta retórica se sintió como un reclamo. El tono denotaba una latente desilusión - ¿Podemos ir a algún lugar tranquilo para hablar? Después de lo que pasó no da que estemos en la calle.

- Dejame avisarle a Lu. Se va a preocupar y dejé el celular en el departamento. 

- Está bien, te espero acá. Por favor, volvé rápido. Si no, voy a tocar el timbre en todos los departamentos hasta que salgas. 

Agustín soltó una carcajada nerviosa, sabía que Marcos era intenso y no estaba mintiendo ni exagerando.

- ¿Sabés qué?, mejor subí conmigo. No me quiero arriesgar a que des vuelta el edificio si me demoro más de lo que puedas soportar. 

- Eso me parece una buena idea - sonrió Marcos liberando un poco el nerviosismo que sentía hasta el momento.

Sin embargo, la tensión volvió al entrar al ascensor. Compartir un espacio tan reducido era una tortura cuando ambos luchaban contra la necesidad de devorar la boca ajena, pero el miedo y la incertidumbre ganaban la pulseada.

Finalmente llegaron al noveno piso y Lucila se abalanzó sobre Agustín, pero se congeló al ver que detrás de él se asomaba Marcos.

- ¡Me seguiste! - gritó -. Agus, te juro que yo no le dije na..

- Está bien, Lu, ya lo sé. Marcos me dijo que te siguió hasta acá y bueno… nos cruzamos abajo.

- ¿Querés que me vaya y los deje solos? O me puedo encerrar en la pieza y tomar algo ahí.

- No hace falta, quedate y merendamos los tres - respondió él. 

- Yo no tengo hambre, no me pasa la comida. Preferiría hablar primero - manifestó Marcos secamente, aunque podía notarse que estaba sumamente estresado y por eso hablaba así.

Por su parte, Agustín estaba evitando quedarse solo con él porque tenía terror de lo que pudiera decirle. Francamente, esperaba que Marcos se disculpara por haberlo usado y le dijera que lamentaba haberlo ilusionado, que no había querido lastimarlo, pero por rencor hacia su padre había llegado demasiado lejos y no midió las consecuencias. Sí, seguramente eso diría Marcos y en ese orden. Sin embargo, su débil corazón aún soñaba con que le confesara que lo quería y no había mandado a ningún fotógrafo a su casa. 

- Voy a estar en mi habitación. Hablen tranquilos - decidió ella -. Me llevo un par de medialunas. 

Y así tomó el equipo de mate, las medialunas y los dejó solos con el corazón en la mano y martillando como loco a cada uno. 

- Te escucho - comenzó Agustín con la vista hacia abajo.

- Necesito que me mires a los ojos, Agu´, decime que no creés como todos que soy tan forro para haber armado eso.

- ¿Y por qué todos creen que sí, Marcos?

- Porque no me conocen realmente. Porque me comporto como un idiota la mayor parte del tiempo. Porque no los dejo llegar a mí, ni siquiera a mis amigos. Me cuesta abrirme a la gente, Agu´, en serio. Y ahora estoy acá tratando de que confíes en mi palabra o, al menos, en lo que vivimos, porque fue real. No te mentí en nada, me hiciste bajar la guardia y me desarmaste sin que me diera cuenta - confesó con los ojos cada vez más vidriosos por las inminentes lágrimas. Jamás había estado en una situación como esta.

- Te creo, de verdad, es que quedé tan abrumado con todo lo que pasó que no sabía qué pensar ni cómo actuar. Le fallé a tu papá, arriesgué mis sueños de toda la vida por vos y tal vez esto no era más que una ilusión en mi cabeza, algo sin importancia, para pasar el rato hasta que te cansaras.

- No, nada de eso. Vos creíste en mí cuando nadie más lo hizo. Para mis amigos, soy “así”. Mi papá solo me exige para demostrarle a gente que ni conozco que su hijo va ser como él, su sucesor. En cambio, vos no solo me escuchaste sino que me hiciste sentir valioso solo con una mirada. Marquitos te dijo que no trataras de entenderme y sin embargo, siempre lo hiciste, incluso cuando te trataba mal y me hacías ver lo pelotudo que era. Yo no sé exactamente qué siento, lo que sí sé es que no te quiero perder. Y no me importa si los demás no me creen, quiero que vos lo hagas. De verdad no tengo nada que ver con lo que ocurrió y yo también la estoy pasando mal. Sigo sin entender qué carajos pasó y lo que más me duele es que te sientas traicionado, que estés sufriendo por pensar que te usé y que soy una mierda capaz de haber jugado con vos de esa manera. Te lo vuelvo a repetir, todo lo que te mostré fue real, es real - quiso decirle que tal vez lo que sentía era lo más parecido al amor que había experimentado en sus 24 años, pero se contuvo porque no sabía cómo definir sus sentimientos.

Agustín pudo ver sinceridad absoluta, tanto en sus palabras como en sus ojos, así que sin poder decir nada simplemente lo abrazó. Eso se sintió como un salvavidas en medio de un océano turbulento a punto de arrastrarlo hacia las profundidades.

El abrazo se prolongó lo suficiente para regenerar todas esas células que parecían muertas en sus interiores, de a poco les devolvía la confianza y el afecto que a cada uno le faltaba en su vida. No importaba si ya se les habían cansado los brazos o si el cuerpo les dolía de tanta fuerza empleada, no importaba el pasado ni el futuro, solo podían tener los sentidos clavados en ese presente que lo decía todo sin necesitar ningún sonido más que el de sus respiraciones serenas, relajadas, satisfechas. La atmósfera tenía la temperatura ideal, el calor del cuerpo ajeno cuya falta tan menesterosos y vulnerables los había vuelto.

Tiempo después, era evidente que la luz que entraba por la ventana comenzaba a dibujar sombras distintas a las anteriores. No lo notaron hasta escuchar un pequeño ruido proveniente desde la habitación de Lucila que los obligó a abrir los ojos y a romper la burbuja en la que se encontraban.

Se miraron con ojos llenos de palabras que no se animaban a decir, al menos, Agustín. En definitiva, él no había dicho nada aún. Seguía expectante. Si bien Marcos le había aclarado que no había sido el culpable de esa foto filtrada ni había querido un distanciamiento, también era consciente de que no podía definir sus sentimientos. En ese terreno, él le llevaba mucha ventaja, hacía rato que sabía perfectamente que estaba enamorado de este hombre y que el pensar en que todo había terminado solo volvió su amor más fuerte. En realidad, podría decirse que hasta hacía minutos lo que se acrecentaba dentro suyo era agonía. El amor con todas las letras lo golpeó cuando Marcos se inclinó y posó sus labios juntos, besándolo con ternura. 

Fue sin dudas el beso más dulce e íntimo que había probado en toda su existencia. Era paz y paraíso. Era fuego sagrado. Era la primavera despertando todas las flores que esperaban su turno para ser contempladas. Era el amanecer asomando después de su hora más oscura. Era amor. 

- Te extrañé, Agu´, te extrañé mucho. Muchísimo. 

Agustín lo miraba tratando de contener en su pequeño cuerpo lo que quería gritar al mundo. Eran tantas las emociones que lo abrumaban y solo pudo llorar.

- Por favor, decime algo. Decime que te pasó lo mismo, que te sentís igual - le rogó hasta con los ojos. Insólitamente, no tenía miedo de ir con la verdad y expresarse. Lo encontraba liberador. Un gran paso que mostraba el cambio interno por el que venía atravesando y con el que se sentía a gusto.

- ¿Que si te extrañé? Mierda, no tengo palabras para describir cuánto. Creí que me iba a morir de angustia. Si no hubiese sido por 
Lu, tal vez lo hubiese hecho.

- ¿Y por qué no respondías a mis llamados y mensajes? ¿Por qué te escondiste acá y no me enfrentaste?

- Por miedo, ¿por qué más? Prefería sufrir en silencio imaginando posibles escenarios que iban de malo a muy malo, antes que encontrar todas las puertas definitivamente cerradas. No es lo mismo imaginar que toparse con la realidad. No sé, fue difícil y contradictorio. Tampoco puedo negar que una parte de mí tenía una mínima esperanza. Así que para no encontrarme con un NO rotundo, me encerré en este espiral descendente hasta ahora.

- No hay puertas cerradas, no las mías, Agu´. Sé que hay mucho por aclarar, pero estoy sin tiempo, mañana a primera hora tengo que viajar para participar del torneo internacional de Jiu jitsu y debería prepararme. No estaba de ánimo ni para hacer la valija.

- Corrección, Ginocchio, tenés que ganar un torneo internacional de Jiu jitsu - retrucó con una sonrisa.

Marcos no necesitaba más palabras que esas para dar todo de sí y lograr el título. Sonrió exponiendo todos sus dientes, sonrió con una sonrisa verdadera que iluminaba toda su cara.

- No prometo nada, veré qué puedo hacer - contestó.

- Ni vos te lo creés. No conozco ninguna otra persona que sea tan competitiva. Nunca aceptás un no como respuesta.

- Eso es completamente cierto - dijo con orgullo -. Eso quiere decir que tenés bien claro que no me voy a ir con uno de acá.

- Ni aunque quisiera podría hacerlo. Me venciste hace rato y por goleada. 

- Bueno, tal vez, eso no sea tan así y sea más pareja la cosa. Vení para acá, tampoco tengo que empacar tanto.

- Sos terrible, eh. Pero pará, está Lu y estás loco si pensás que voy a hacer algo con ella presente. Es su casa. 

- Tengo la solución, avisale que nos vamos.

- ¿A dónde?

- A mi departamento, ¿dónde más? Podés quedarte allá mientras no estoy o volverte mañana y esperarme. Porque me vas a esperar y no es pregunta.

 

***

 

📳Llamame apenas puedas, José. Averigüé lo que me pediste y no vas a creer con lo que me encontré.