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Language:
Español
Stats:
Published:
2023-12-25
Completed:
2023-12-25
Words:
12,656
Chapters:
6/6
Comments:
10
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31
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3
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313

Ecos de Medianoche

Chapter 6

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Nat se encontraba en una pequeña cafetería que había cerca del edificio donde vivía. Estaba sentado en una mesa en el exterior, bebiendo un té helado de matcha con leche de coco, mientras esperaba bajo la gran sombrilla que le protegía de los rayos del sol de verano.

 

Aunque no sabía a quién esperaba. 

 

La noche anterior había encontrado una nota que alguien había pasado por la rendija bajo la puerta de su apartamento. La nota decía que lo esperarían en este lugar a las seis de la tarde y al final de la misma estaba firmada con una letra K.

 

Kornthas. Pensó Nat, aunque no quería hacerse ilusiones. El hombre había desaparecido hace un mes y el corazón del joven estudiante aún estaba roto. Aquella noche en que se fue, Nat pensó por un momento que lo había convencido de quedarse a su lado, sin embargo, Kornthas había ido a despedirse y eso fue justo lo que hizo.

 

Así que aquí estaba ahora, sin saber qué esperar. Por una parte, tenía la esperanza de que Kornthas aparecería en cualquier momento y le diría que estaba arrepentido de haberse ido, que lo había extrañado tanto como Nat a él, que había pensado en él todos los días al igual que había hecho el más joven. 

 

Por otra parte, su lado más racional le decía que Kornthas probablemente había cumplido su objetivo y ya estaba muerto, asesinado por su creador. No podía evitar pensar que la nota era extraña, es decir, ¿por qué Kornthas le dejaría una nota en vez de hablarle directamente? ¿Por qué citarlo en un lugar público cuando tenían más privacidad en su apartamento? No tenía mucho sentido.

 

Sin embargo, Nat quería desesperadamente que fuera verdad. Su corazón aún dolía mucho por su desaparición. De pensar que Kornthas ya no existía en este mundo y que sus almas jamás volverán a encontrarse de nuevo, pues luego de morir la que pertenecia al otro hombre había sido condenada a la nada.

 

El joven estudiante estaba sumido en sus pensamientos cuando de pronto una persona se sentó en la silla frente a él. Su corazón se aceleró y luego se hundió en la decepción al ver que no era la persona que esperaba. Quien tenía frente a él era una mujer alta, de rasgos europeos, que llevaba lentes de sol oscuros y un elegante sombrero negro.

 

—Gracias, por venir. Es un gusto conocerte, Natasit —lo saludó ella con una media sonrisa de labios rojos y seductores.

 

—Usted escribió esa nota—la acusó Nat, con el corazón roto.

 

—Siento haberte engañado. Pensé que no vendrías a menos que me hiciera pasar por Kornthas —la mujer no parecía arrepentida en absoluto. De hecho, había una extraña indiferencia en sus ojos azules y en su aura, la que le dio escalofríos. Como si sólo fuera la cáscara de una persona, como si no tuviera humanidad.

 

La mujer tenía el cabello largo y liso, de color negro brillante. Llevaba puesto un hermoso vestido rojo de escote pronunciado y de corte simple pero elegante. También llevaba unos elegantes guantes de encaje negro que casi llegaban a sus codos y que hacían juego con su sombrero. El toque final lo daban unos aretes de oro con rubíes, al igual que el collar en su cuello del que colgaba una lágrima de rubí.

 

Sin duda era una mujer muy hermosa y elegante.

 

—¿Quién eres? —preguntó Nat, aunque ya tenía una teoría.

 

—Mi nombre es Ecaterina. —Luego agregó: —Podría decirse que soy el Amo de Kornthas.

 

El estudiante sintió que su fuerza abandonaba su cuerpo y era sustituida por la pérdida y el duelo.

 

—¿Él está…? —Nat no pudo terminar la frase, era físicamente incapaz.

 

—Lo siento —respondió la mujer, nuevamente sin demostrar un ápice de empatía en su bello rostro.

 

Nat agachó la cabeza mientras sus ojos se llenaban de lágrimas y escondió el rostro en sus manos sintiendo como si la noticia lo aplastara en más de un sentido. La pérdida apretaba su pecho de una forma muy dolorosa y le costaba respirar. 

 

La mujer aprovechó el momento para abrir su bolsa y extraer en su mano un pequeño animalito que depositó sobre la mesa. 

 

—Casi se me olvida que estabas ahí, pequeñín —le habló a lo que parecía ser un diminuto murciélago de la fruta, al cual acarició con un dedo sobre la peluda cabeza.

 

Luego la mujer le ofreció una fresa jugosa que sacó de un envase que llevaba en su bolsa.

 

—¿Tienes hambre, amiguito? —Le volvió a hablar al animalito, acercando la fruta frente a él y logrando que este le diera una mordida con su pequeño hocico.

 

Nat observó la peculiar escena en silencio. Una vez que consiguió recomponerse lo suficiente soltó un suspiro pesado y preguntó:

 

—Entonces… ¿Qué haces aquí? ¿Qué quieres de mí?

 

La mujer dirigió su atención a él y le respondió:

 

—Verás, Kornthas me contó una historia increíble y simplemente quería comprobarla con mis propios ojos.

 

Ecaterina señaló el relicario que Nat llevaba colgado al cuello y que nunca se quitaba, a menos que fuera para tomar una ducha pues se dañaría.

 

—¿Quieres ver el retrato? —le preguntó.

 

—¿Puedo?

 

El estudiante sintió que en realidad no podía negarse, había algo encantador y a la vez amenazante en el aire que rodeaba a esta persona. Entonces Nat se quitó el colgante, abrió el relicario y se lo entregó en su mano enguantada, para que lo mirara de cerca. En ese momento el animalito aprovechó para acercarse a Nat, quien usó sus manos para tomar en ellas al pequeño murciélago y acariciar entre sus orejas diminutas. Los ojos grandes, redondos y muy negros con los que lo miraba el animal le parecían hasta tiernos, a pesar de lo feo que era. 

 

—El parecido es extraordinario —exclamó sorprendida la mujer, mientras alternaba la mirada entre el retrato que sostenía y la cara de Nat.

 

El estudiante sólo asintió con la cabeza y siguió jugando con el animalito en sus manos. De alguna forma el pequeño murciélago le transmitía un poco de consuelo.

 

—He vivido por más tiempo del que puedes comprender y aún así nunca había oído de un inmortal que se encontrara con alguien de su pasado.

 

—¿Es tan imposible?

 

—Asi es. Aunque Kornthas siempre fue un caso imposible en sí mismo.

 

—¿A qué te refieres?

 

—Desde el principio Kornthas fue diferente. Quizás es porque antes era un monje budista, no lo sé… pero él odiaba matar y siempre se sintió atormentado por sus impulsos. Los mismos que cualquier inmortal no duda en satisfacer sin remordimientos.

 

—Él eligió protegerme… —susurró Nat, volviendo a sollozar y a derramar algunas lágrimas.

 

El peludo animalito entre sus manos estiró sus alas y las envolvió alrededor de su muñeca, como si tratara de abrazarlo.

 

Luego de darle un tiempo para componerse, la mujer continuó hablando:

 

—¿Recuerdas tu vida pasada?

 

—No en realidad. Pero a veces sueño con un palacio… también con un templo. Empecé a tener esos sueños desde que nos encontramos.

 

Ecaterina hizo un sonido apreciativo mientras lucía pensativa. Luego fijó su mirada en las manos del estudiante, donde se hallaba su diminuta mascota y comentó:

 

—Le gustas al pequeñín. —Esbozó una media sonrisa.

 

—Sólo le gusta que lo acaricien. —Nat sonrió mientras que con un dedo le sobaba la pequeña cabeza ovalada.

 

A continuación la mujer juntó las dos mitades del relicario que tenía en sus manos y lo cerró. Estiró la mano, devolviendo el collar a su dueño. Nat lo aceptó y dejó al pequeño murciélago sobre la mesa para volver a colgarse el relicario al cuello.

 

—Gracias por hablar conmigo, Natasit —le dijo Ecaterina en tono amistoso, aunque con un brillo frío en los ojos—. Gracias por saciar mi curiosidad sobre esta historia tan maravillosa. Es una lástima que tuviera un final tan triste.

 

Nat bajó la mirada y suspiró pesadamente mientras el pequeño animalito jugaba con sus dedos.

 

—Al menos ahora sé lo que pasó con él. Ya no lo veré en cada sombra nocturna, pensando que volvió…

 

—¿Lo extrañas? 

 

—Siento como si faltara una parte de mí. Es extraño, considerando que no tuvimos tiempo para conocernos mejor.

 

—Eso significa que sus almas conectaron. O en su caso, diría que se reconocieron.

 

El estudiante pensó en ello e hizo un puchero desanimado, imaginando lo que pudo ser y que no tuvo oportunidad de ser.

 

—Kornthas ha sido el inmortal más especial que he creado —suspiró la mujer con expresión reflexiva—. Aunque eso sólo le trajo sufrimiento.

 

—Antes de que se fuera, yo estaba desesperado y… le pedí que me convirtiera. Pero él no quiso —le confesó.

 

—¡Debió hacerlo sin dudar! Que gran idiota. ¡A veces me pregunto si de verdad es un inmortal! —se quejó agraviada la mujer, cubriéndose los ojos con una mano.

 

Nat no pudo evitar reír un poco ante su cómica indignación, fue lo más expresiva que la había visto hasta ahora.

 

—Tu lo dijiste, él era especial —le respondió.

 

La mujer suspiró y tomó el pequeño murciélago en sus manos enguantadas.

 

—No me gustó el final de esta historia tan increíble —dijo al animalito que tenía frente a su cara. —Dos almas que se volvieron a encontrar después de tanto tiempo, ¿no deberían tener una segunda oportunidad?

 

El animalito recogió sus alas y se hizo una bolita peluda en sus manos.

 

—Tómalo —Ecaterina le dijo de pronto a Nat, pasándole la bola peluda—. Llévatelo, no pienso ayudarlo.

 

Nat la miró confundido, ¿qué se supone que haría con un murciélago en su hogar?

 

—N-no creo que pueda cuidar de él…

 

—Pues tendrás que cuidar de él porque es tu novio.

 

—¿Qué? 

 

La cara de extrañeza que hizo el joven estudiante debió ser tan cómica que Ecaterina se echó a reír. Entonces le explicó:

 

—Tranquilo, sólo está bajo mi hechizo. Volverá a la normalidad cuando me vaya.

 

La mujer señaló al animalito en sus manos y añadió:

 

—Ese en tus manos es Kornthas. Me pidió que lo sacrificara, pero en vez de eso lo convertí en mi mascota.

 

Nat alzó la bola de pelo en sus manos para mirarlo con los ojos abiertos como platos.

 

—No puede ser…. ¿De verdad este es….?

 

—Así es. Sólo tienes que llevarlo a casa y esperar a que el hechizo se desvanezca.

 

Los ojos del estudiante se volvieron a llenar de lágrimas y su voz se atascó en su garganta, mientras los sollozos amenazaban con volver.

 

La mujer le sonrió con los mismos ojos divertidos de antes, se puso de pie y le dijo:

 

—Ya me voy, no quiero interrumpir su linda reunión. Una última cosa, Natasit, si él no quiere convertirte, puedes pedírmelo a mí cuando quieras —le guiñó un ojo, mientras le deslizó sobre la mesa una tarjeta negra con un número de teléfono.

 

—Gracias, Señora —hizo un puchero el pequeño estudiante—. Gracias por todo.

 

—No hay de que. Vengan a visitarme después de que solucionen sus asuntos.

 

—Lo haremos, gracias.

 

—Y no dejes que ese tonto huya de nuevo. Dile que es una vergüenza para mi especie y que no se atreva a volver solo. Adiós, pequeño.

 

—Se lo diré, adiós. —sonrió Nat con los ojos húmedos y la nariz roja.

 

La mujer se dio la vuelta y se alejó caminando por la calle. Nat la siguió con la mirada hasta que se perdió entre la gente.

 

¿Esta era la realidad, no estaba soñando? Su mente aún no terminaba de creer lo que había pasado esta tarde.

 

El joven estudiante pagó la cuenta y se dispuso a volver a su apartamento rápidamente, a esperar que la pequeña bola de pelo que cargaba en sus manos se transformara en el hombre que había extrañado tanto.

 

Aunque ya estaba atardeciendo, cerró las cortinas blackout de su habitación para bloquear los rayos del sol y depositó el diminuto murciélago en su cama, sobre la colcha, a la débil luz de la lámpara. Aún estaba hecho una bolita, al parecer estaba durmiendo.

 

Nat se recostó en el amplio espacio que quedaba sobre la cama y lo miró expectante, aunque no sabía cuánto tiempo demoraría la transformación. El estudiante sólo esperaba que esto no fuera una mala broma, su corazón no resistiría la desilusión.

 

Los segundos pasaron hasta transformarse en minutos y luego más minutos pero nada pasó. Nat siguió esperando pacientemente hasta que sin darse cuenta se quedó dormido.

 

}{

 

El pequeño estudiante despertó con mucha sed y sintiendo la boca seca. Probablemente porque había llorado esa tarde. Al recordar miró la colcha a su lado y vio que aún seguía allí la pequeña bola de pelo.

 

Se levantó y fue a la cocina para llenar un vaso con agua y beberlo de un solo trago. Miró la hora en su reloj, eran casi las 12 de la noche.

 

¿Cuánto más tardaría? Se quejó internamente sintiendo una punzada de angustia.

 

Luego de tomarse otro vaso de agua, volvió a la habitación. Al cruzar la puerta, el puchero que llevaba en los labios se transformó en una redonda “o” de sorpresa y luego en una sonrisa cuando vió que ahí tendido en su cama se encontraba el fuerte cuerpo desnudo del hombre de cabello negro.

 

Nat alcanzó su cobija que estaba a los pies de la cama y cubrió con ella el cuerpo de Kornthas. Luego se recostó a su lado y lo observó mientras este dormía.

 

Había grabado a fuego en su mente cada una de sus facciones y no podía creer que al fin tuviera ese encantador y guapo rostro frente a él.

 

Pasaron unos minutos en los que Nat se dedicó a acariciar su rostro con toques ligeros como pluma y entonces el hombre dio señales de despertar. Cuando sus ojos se encontraron, Kornthas lo miró con sorpresa y luego se incorporó mirando a su alrededor tomando nota de sus alrededores:

 

—¿Qué hago aquí? —preguntó confundido.

 

—¿No recuerdas lo que pasó? —le dijo Nat con actitud calmada y feliz.

 

—Lo último que recuerdo es que estaba frente a Ecaterina y ella iba a…

 

—Pues no lo hizo. Te convirtió en un murciélago pequeño y feo. Y luego te trajo de vuelta a mí.

 

—Esa vieja metiche —masculló el más alto con indignación.

 

—Le gustó nuestra historia y quiso apoyarnos.

 

—Necesito que me preste algunas ropas, su gracia. —Kornthas ignoró sus palabras y parecía no querer oírlo. Parecía apresurado por marcharse de nuevo.

 

—Ya basta. No tiene que terminar así. Por favor…. —le suplicó el pequeño con los ojos cristalinos.

 

Se miraron a los ojos por un momento, como intentando saber quién tenía la resolución más fuerte. Hasta que Kornthas suspiró y respondió:

 

—De todas formas es inútil. Ecaterina no me matará, porque perder alguno de sus hijos debilitaría su poder. 

 

—¿Entonces…?

 

El hombre estiró el brazo y lo atrajo de la nuca, para tomar sus labios en un beso hambriento. Se había contenido desde que despertó con el rostro de un bello ángel frente a él. Nat gimió de gusto y le devolvió el beso con la misma intensidad, mordiendo sensualmente su labio inferior y chupando su lengua con descaro.

 

Se besaron apasionadamente hasta saciar el vacío que dejó el tiempo durante el cual se habían extrañado. Cuando se separaron, Kornthas no lo dejó ir lejos y juntó sus frentes mientras recuperaban el aliento.

 

—No creo tener la fuerza de voluntad para marcharme de nuevo.

 

—Me encanta oír eso.

 

Nat volvió a besar esos labios llenos que lo volvían loco. Lo besó como si fuera él quien se lo iba a devorar. Estaba tan feliz de tenerlo entre sus brazos de nuevo, de ver su hermosa y encantadora sonrisa. 

 

De pronto Kornthas se apartó con una expresión extraña y Nat se preocupó:

 

—¿Qué pasa? —le preguntó sosteniendo su rostro para que no evitara su mirada 

 

—Lo siento, es que… estoy sediento. No sé cuándo fue la última vez que me alimenté.

 

—Puedes morderme, he estado tomando vitaminas desde que… bueno.

 

—Es peligroso, debería buscar otras personas.

 

—Olvidalo, no lo permito. Eres sólo mío.

 

—Natasit…

 

—Muérdeme.

 

Kornthas no pudo seguir resistiendo, lo atrajo con firmeza por la nuca y depositó un besó en su pálido cuello con reverencia. Nat sintió un escalofrío bajar por su cuerpo y la adrenalina se liberó en su torrente. Entonces el más alto lo mordió con facilidad, la intensidad de la sensación provocó que el más joven blanqueara los ojos. 

 

Nat nunca podría acostumbrarse al placer de su mordida, era como una droga que permeaba su mente y lo convertía en un adicto. Era abrumador, pero tampoco podía parar de desearlo. Definitivamente se volvería adicto a Kornthas.

 

Eran la viva imagen de un depredador que seduce a su presa, arrastrándola a su trampa, y una presa dispuesta a todo por una probada del fugaz éxtasis que este le ofrecía. Era peligroso y sin embargo jugaban al borde del precipicio con este deseo que se transformaba en un arma de doble filo. Un paso en falso y el delicado equilibrio se rompería, con el potencial de destruirlos a ambos.

 

 

Nat sostuvo la cabeza de Kornthas en sus manos y tiró de su suave cabello negro para que se lo soltara. Al no obtener respuesta tiró de los mechones con más fuerza, arrancándole un gemido.

 

—Mírame a los ojos —le murmuró con voz ronca y afectada, tirando de su cabello con todas sus fuerzas.

 

Con un sonido húmedo, Kornthas soltó el cuello que chupaba con vivacidad y como si en ello se le fuera la vida; y sin mostrar alguna señal de dolor lo miró directamente a los ojos con los suyos oscurecidos y refulgentes de un rojo antinatural. Nat vio en su mirada que estaba tan afectado y aturdido como él y sin pensarlo dos veces beso sus labios carmesí manchados por su propia sangre. El sabor metálico de su boca no lo desanimó y abrazó la naturaleza oscura del atractivo hombre sobre él, como quien ha estado inmerso en la oscuridad lo suficiente para que sus ojos se acostumbren y pueda ver a través de la cortina de negrura. Lo veía a él con claridad.

 

Cuando se separó de esos adictivos labios para poder respirar, le dijo entre jadeos laboriosos:

 

—No tienes que seguir llevando esta carga tú sólo. Déjame aliviarla para ti.

 

Kornthas besó dulcemente la comisura de boca y sonrió ligeramente. Sus ojos penetrantes fijos en los suyos se sentían como si quemaran su misma alma. 

 

—No lo merezco, —respondió el más alto, con voz gruesa y aterciopelada— mas tenerte para mí me hace sentir que ser convertido en un monstruo valió para algo.

 

Nat sonrió conmovido, un nudo de emoción apretando su garganta debido a su declaración. 

 

—Y haremos que lo valga mucho más —respondió con seguridad.

 

 

}{

 

 

La luna brillaba roja en el cielo.

 

La promesa que se hicieron hace años, la de entregarse el uno al otro, esta noche tomaría una nueva dimensión.

 

La eternidad se vislumbraba plena y con un sentimiento de anticipación frente a ellos.

 

Dos almas entrelazadas que se fundirían en una sola, para jamás volver a extraviarse en los retorcidos juegos del destino.

 

La mordida en su cuello se sentía tan excitante como la primera vez.

 

Y cuando el líquido rojo y espeso fue derramando sobre sus finos labios no dudó en relamerse y seguir el rastro hasta su origen.

 

Mordió la gruesa muñeca del hombre que deseaba con locura y bebió el elixir que éste derramaba gustoso para él.

 

Era un veneno intoxicante, el cual había elegido sin arrepentimiento para encontrar el fin de su vida mortal.

 

El velo de la muerte lo atravesó y a la vez lo llenó de su frío hálito espectral.

 

Cuando abrió los ojos otra vez, el mundo lucía nuevo y abrumador. Navegaba un espacio que fluctuaba entre el mundo de los vivos y el purgatorio.

 

Se sintió perdido y confuso, hasta que vió el rostro que hizo que todo cobrara sentido.

 

Se acurrucó en los fuertes brazos del hombre que le daba la bienvenida al nuevo mundo, como si fuera un recién nacido,

 y se dejó inundar por el sentido de pertenencia incondicional, que se asentó hasta sentirlo en sus mismos huesos.

 

—Estoy hambriento… —murmuró con voz tímida y sin saber interpretar aún sus propios instintos.

 

—Esta noche te enseñaré a cazar.

 

La voz del hombre que amaba con todo su ser, y quien era también su creador, se oyó suave y reconfortante. Sabía que aún tenía mucho que aprender, pero a la vez le hacía feliz que todo lo nuevo lo iba a enfrentar de la mano generosa de su amante.

Por un pacto de sangre que habían realizado esta noche, se habían transformado en dos mitades de una misma existencia. Entrelazados para toda la eternidad, uno jamás tendría que vivir sin el otro. Jamás nada ni nadie podría interponerse entre ellos, pues sus destinos estaban sellados en la condena que habían elegido juntos.

 

La luna sangrienta fue el único testigo de su unión eterna.

 

Fin.

 

Notes:

Gracias por leer, espero que les haya parecido interesante.
Feliz navidad 🎄