Work Text:
Era un día fresco de primavera, perfecto para su práctica matutina. Azalea Miyagi, de 21 años, había decidido salir a correr por la calle cuando alguien muy familiar la llamó por detrás. La voz de esa persona, de ese joven, sonaba agitada, y la muchacha de cabello carmesí pudo reconocer muy claramente a quién pertenecía.
— ¡Espera, 'Lea-san! —la llamó el joven de cabello negro, un par de años mayor que ella mientras montaba su bicicleta hasta detenerse a su lado — ¿Hacia dónde te diriges? ¿Intentas escapar de nuevo?
La mujer de ojos verdes se detuvo, causando que Megumi Fushiguro prácticamente tropezara con ella si no hubiera detenido la bicicleta poniendo un pie en el suelo. Aún así, él no dijo nada y solo esperó a que ella respondiera. Por supuesto, si estaba de humor.
—Aún no puedo entender cómo te llevas con esos Zenin, Fushiguro. Quiero decir, sé que no todos son iguales, pero Naoya y ese maldito viejo matón de Naobito a veces me dan escalofríos. ¿Has oído su último cuento? Dijeron que pertenecía a un antiguo clan de hechiceros muy conocido y que "me acogieron" para ayudarme a desarrollar mis verdaderos poderes. ¿Yo? ¿Poderes mágicos? Creo que la vejez y la senilidad le han llegado incluso a Mai...
—A mí también me criaron, hasta que mi sensei me acogió para entrenarme. Pero dime, ¿de qué otra manera podrías ver a mis perros divinos si no tuvieras ningún tipo de magia? No son más que invocaciones, aunque normalmente me acompañarían como mascotas comunes y corrientes...
Detuvieron su discusión -por así decirlo- en ese punto. Fushiguro odiaba insistir en que su amiga abrazara su lado de hechicera simplemente porque no estaba seguro de si ella conocía toda la verdad detrás de sus poderes. A diferencia de él, su sensei, Gojo Satoru, su mejor amigo Suguru Geto y, por supuesto, el Clan Zenin. Suspirando, Megumi jadeó como si de repente hubiera recordado algo importante. Así, sacando su teléfono del bolsillo superior izquierdo de su chaqueta, dijo:
— ¿Aún amas el baloncesto como en la secundaria? Tengo el número de un viejo conocido que posiblemente podría servirte. Kugisaki también le conoce, además de que juega en un equipo amateur de baloncesto en Tokio si deseas intentarlo. Sólo... no le menciones que yo te envié. De hecho, dudo que todavía me recuerde, aunque la falta de memoria no es su peor defecto. Lo sabrás cuando lo conozcas. Por el momento, diré simplemente que es Cáncer del segundo período; si entiendes mi punto...
Miyagi se rió. Ella era una Virgo del tercer período; ¿podría haber algo peor que encontrarse con un Cáncer la mitad de obsesivo que ella? Sí; encontrar otro Virgo, o cualquier signo de Agua o Fuego del tipo que reuniera todas las características que odiaba de la gente. Megumi era Fuego: un Sagitario. Sin embargo, ella nunca había encontrado un solo defecto en él aparte del hecho de que a veces podía ser muy altruista. Peligrosamente incluso. Y, para colmo, era un auténtico hechicero.
—Está bien... —dijo finalmente, dejando escapar un largo suspiro —Seguiré tu consejo. Pero me prometes que no le dirás a nadie, ni siquiera a Maki-san o Kugisaki-san, que me voy. Sabes que tengo la intención de terminar mi carrera universitaria sin que nadie tenga que prestarme dinero para pagarla... Y ya he pagado mi deuda con ellas...
Claro que Megumi lo sabía. Y a veces le dolía cuando algunos miembros del clan, como Naoya, le restregaba en la cara que no podría seguir estudiando si no fuera porque ellos la apoyaron con su dinero. Quizás por eso también le había ofrecido el número de su conocido en Tokio; esperaba que Azalea no sólo pudiera practicar el deporte que tanto amaba, sino también estudiar una carrera, conseguir un trabajo y olvidar de una vez por todas esa dura realidad de la que él mismo había anhelado escapar cuando está casi le cuesta la vida de su mejor amigo.
—Te haré una visita cuando tenga un poco de tiempo. Verás...
— ¿Cómo está Yuji? —dijo Azalea, sabiendo de antemano lo que diría Megumi —Eso debe haber sido duro para ambos, ni que hablar para el sensei, e incluso para Maki-san...
—Le está yendo bastante bien hasta ahora. Creo que yo no lo hubiera soportado de haber estado en su lugar...
La mujer de cabello carmesí no le recordaría que efectivamente había estado en el lugar de Itadori, pero que su sensei lo había salvado justo a tiempo. ¿Cómo sabía eso? Por supuesto, Maki se lo había mencionado, ya que ella no habría podido ver nada de eso debido a que no poseía energía maldita alguna. Dejando escapar un largo suspiro y sacudiendo la cabeza, le pidió a Megumi que la acompañara de regreso a su casa. Después de todo, tendría que hacer las maletas si tenía intención de viajar, ¿verdad? Fushiguro negó con la cabeza y respondió que él mismo podría enviarle el equipaje tan pronto como encontrara dónde quedarse en Tokio. De lo contrario, estaba seguro de que los Zenin, aunque especialmente Naoya, comenzarían a sospechar que ella realmente estaba escapando.
Megumi regresó solo a su casa mientras Azalea iba a despedirse de la única persona a quien deseaba informarle dónde estaría además de él. A pesar de que, en un principio, había hecho prometer a Fushiguro que ni siquiera ella debería enterarse. Esa era Maki Zenin. Por supuesto, como era de esperarse, la encontró en la escuela de hechicería, entrenando con sus amigos Toge y Panda. En el momento en que la mujer de cabello verde y gafas la vio, se disculpó con los otros dos hechiceros y caminó hacia la pelirroja.
— ¿Ya te vas? —preguntó Maki, ofreciéndole a su amiga una pequeña sonrisa —No culpes a Megumi, por favor; él sólo estaba... preocupado de que no le dijeras a Nobara, así que me lo dijo. ¿Por qué decidiste hacer eso, Lea?
—Kugisaki-san y Yuji han sido demasiado buenos conmigo desde que tu familia me acogió. No podía soportar despedirme de ellos. Mucho menos cuando no fue mi decisión en primer lugar... Bueno, lo fue, pero supongo que entiendes mi punto, Maki-san...
La mujer mayor suspiró frustrada. No pudo evitar preguntarse cómo Miyagi había podido quedarse con su familia durante tres años cuando lo único que habían hecho había sido presionarla para que hiciera su voluntad. Sacudiendo ese pensamiento de su cabeza, le preguntó a la mujer de ojos verdes si quería saludar a Panda e Inumaki antes de irse. Azalea sonrió. Hablar con el hombre albino y de ojos morados siempre había sido extraño para ella, considerando que solo decía palabras sueltas y aparentemente incoherentes para no lastimar a sus amigos con su habilidad, el Discurso Maldito. Además de mantener la boca cubierta por el mismo motivo. Probablemente no creía la historia de Naobito acerca de que ella tenía habilidades de hechicera; sin embargo, había visto pruebas de ello en los demás. Empezando por los dos perros gigantescos y peludos que tenía Megumi y de los que literalmente se había enamorado. Si alguien realmente podía enamorarse de una criatura peluda.
—Está bien... —dijo finalmente, recordando la invitación de Maki para saludar a sus amigos —Me aseguraré de enviarles a todos muchas fotos cuando llegue allí. Y saludos de mi parte a Yuji y Kugisaki-san...
—Sabes que a ella le encantaría que la llamaras simplemente Nobara, ¿verdad? Somos amigos; muy buenos amigos. Y eso siempre te incluirá por muy lejos que decidas mudarte. Aunque siempre podríamos hacerte una visita...
Miyagi volvió a sonreír y asintió antes de darle la espalda a la mujer de cabello verde, levantando una mano a modo de despedida.
Mientras tanto, en Tokio, un grupo de jóvenes de entre 23 y 25 años estaban haciendo sus ejercicios matutinos en el gimnasio al que estaban acostumbrados a concurrir para entrenar cuando de repente uno de ellos se disculpó con el resto y, cogiendo su teléfono del interior de su bolso, salió a la calle. Antes de llevarse el móvil al oído, sin embargo, arqueó una ceja al no reconocer el número. Aún así, un cierto sentimiento que su espíritu cabalístico no le permitiría llamar intuición lo impulsó a responder a pesar de sus inseguridades:
—Habla Midorima Shintaro, ¿quién es?
El silencio al otro lado de la línea hizo cualquier cosa menos ponerlo nervioso. Sin embargo, volvió a arquear una ceja cuando escuchó lo que parecían risas nerviosas antes de que la persona que llamaba finalmente respondiera:
—D-disculpe yo... Alguien... alguien me dio este número, pero él... me pidió que no le dijera que lo hizo. Mi nombre es Miyagi Azalea; me acabo de mudar aquí... Vengo del sur de la prefectura y... vine a terminar mis estudios de Medicina...
Shintaro la escuchó hablar sin atreverse a interrumpir. Una vez que terminó, y para sorpresa de la joven de cabello rojo, le preguntó si el nombre, o más bien el apellido de la persona que le había dado su número era Fushiguro. Escuchó un grito ahogado que evidentemente fue sofocado por la mujer cubriéndose la boca, a pesar de que obviamente él no podía verla hacerlo. Un momento después, sin embargo, ella dijo:
—Ese es él; él... mencionó que ustedes dos se conocían, aunque no me atrevería a preguntar de dónde...
—Dime dónde estás ahora y te buscaré. Si Fushiguro te dio mi número y no el de la persona con la que compartes signo, debe haber habido una razón... Y temo saber cual es...
Esta vez, Shintaro no escuchó un grito ahogado sino más bien el tintineo que anunciaba que la llamada había terminado. Sin embargo, no se sorprendió; esa reacción sólo reafirmó su suposición de bajo qué signo había nacido aquella mujer aún desconocida. Además, si podía llevarse bien con un hombre como Megumi Fushiguro -un Sagitario-, por lo poco que recordaba de él, no le quedaría otra opción que Virgo. Sin embargo, el escolta interiormente esperaba, más bien, suplicaba, que ella no fuera el tipo de Virgo de Aomine. El solo pensamiento le provocaba migrañas. Volviendo a guardar su teléfono dentro de su bolso, regresó al gimnasio. Había alguien con quien necesitaba hablar, porque no permitiría que un recién llegado alquilara una habitación de hotel pero, al mismo tiempo, su propio apartamento apenas era lo suficientemente grande para él y su hermana Sayoko. Y estaba casi cien por cien convencido de que a esa persona no le importaría la compañía.
Al regresar al interior del gimnasio, y casi por casualidad, la primera persona con la que Shintaro literalmente se topó fue con quien esperaba hablar después de la práctica. Ese era su mejor amigo y ex compañero de equipo en Shutoku, Takao Kazunari. El hombre de cabello color ébano y ojos gris plomo arqueó una ceja en el momento en que notó la expresión en el rostro del escolta. Sin embargo, antes de que pudiera interrogarlo, Midorima sacudió la cabeza y le pidió que le dejara explicarse después de la práctica, ya que lo que necesitaba decirle era importante, aunque no precisamente serio.
—Gracias a Dios... —respondió el base con un suspiro — ¿No puedes al menos darme una pista de qué se trata, Shin-chan?
Midorima dejó escapar un suspiro cansado, más bien derrotado, antes de responder que, desafortunadamente, ni siquiera él estaba completamente seguro de qué se trataba todavía. Lo único que sabía con seguridad era que un viejo conocido suyo le había pedido un favor. Pero que no podía decir nada más hasta que no hubiera hablado con la persona directamente involucrada en ello. Una mujer, añadió antes de que Takao lo volviera a interrogar.
—Te pediría que no empieces con tus conjeturas porque no tienen absolutamente nada que ver con lo que sea que estés elucubrando. De hecho, no sé quién es ella excepto por el hecho de que es amiga de este viejo conocido mío...
Takao sabía que Shintaro sólo tenía un par de 'conocidos' fuera de Tokio. Y todos ellos eran en su mayoría ex compañeros suyos en su primer equipo de baloncesto profesional antes de mudarse a Estados Unidos, donde jugaba ahora. No había jugado allí el tiempo suficiente como para hacer nuevos amigos; además del hecho de que, en primer lugar, no era una persona con la que fuera fácil entablar amistad. No tenía la personalidad impulsiva de Kagami, ni la personalidad a veces chocante, más bien avasallante, de Aomine y Murasakibara, sino que Shintaro a veces era demasiado introvertido. De hecho, el propio Takao se preguntaba incluso hoy en día cómo se habían convertido en mejores amigos cuando eran tan diferentes.
—Créeme... —intervino repentinamente el escolta con gafas, haciendo que Kazunari se diera cuenta de que había expresado sus pensamientos en voz alta —A veces incluso me cuesta entender cómo pude llevarme bien con Kagami y Aomine. Y ya no es una cuestión de compatibilidad astrológica, porque eso no sería posible siquiera en cien años... Somos, hemos sido y siempre seremos demasiado diferentes desde cualquier ángulo en que se analicen nuestras personalidades. Para ser honesto, a mí mismo a veces me resulta difícil creer cómo tú y Kuroko terminaron haciéndose amigos. Y supongo que te das cuenta de por qué te digo esto...
Por supuesto que Takao lo sabía. Había sido, incluso hasta ahora, la única persona capaz de descubrir cómo escapar de la "habilidad" especial de Tetsuya gracias a la suya propia. Eran, gracias a eso, los únicos dos bases que podían jugar juntos en un partido a pesar de que esa era la única posición que no podía duplicarse porque no tenían la capacidad de tomar una posición diferente. A diferencia, por ejemplo, de los escoltas, que en ocasiones podían jugar precisamente como bases o aleros dependiendo de las circunstancias o las necesidades del equipo en un momento determinado del partido. La mano izquierda, siempre vendada, de Shintaro en su hombro lo sacó de sus pensamientos y, cuando volvió su atención a su ex-compañero, este simplemente le pidió que regresaran rápidamente junto a los demás antes de que Momoi les llamara la atención.
—Y créeme... —advirtió con una sonrisa casi imperceptible —Esta vez si puedo decir que no querrás tentar la tolerancia de un Tauro. Se que llevamos casi siete años juntos en el equipo nacional, pero puedo asegurarte que no la conoces lo suficiente aun...
Takao sonrió y asintió. Minutos después, regresaron junto a sus amigos.
Mientras conducían hacia un lugar que el armador aún no tenía idea de dónde estaba, notó que su chofer -y mejor amigo- se ponía un poco tenso. De hecho, ambas manos -y a pesar de que tenía la izquierda vendada- le sudaban mientras sujetaba con fuerza el volante. Shintaro jadeó cuando su teléfono sonó un momento después, pero decidió ignorarlo y continuar su camino. Hasta que sonó por tercera vez y Takao decidió contestar en su lugar, a pesar de no reconocer el identificador de la persona que llamaba. El primer sonido que llegó a sus oídos incluso antes de que pudiera preguntar quién estaba al otro lado fue un jadeo, como si la persona que llamaba estuviera tratando desesperadamente de recuperar el aliento. Luego, escuchó una voz femenina aparentemente amortiguada por su dueño cubriéndose la boca (y posiblemente también la nariz) decir:
—Yo... No tengo idea de quién está ahí, pero... ¡Necesitamos ayuda! El aeropuerto... algo... Algo pasó, ¡está en llamas y hay al menos cinco personas heridas!
Kazunari había puesto el teléfono en altavoz, por lo tanto el escolta de cabello verde no sólo escuchó la conversación, sino que incluso reconoció la voz al otro lado de la línea. En ese momento entró en pánico, preguntándose si esa extraña sensación en su pecho había tenido algo que ver con lo que estaba escuchando en ese momento. Fue abruptamente sacado de sus pensamientos cuando Takao le preguntó si quería ir allí o si prefería enviar una ambulancia. A lo que el escolta respondió que preferiría ir él mismo. Sin embargo, también tendría que informar a Kagami y Aomine, ya que no tenían idea de cuál podría haber sido la posible causa de ese incendio.
—Tienes razón en eso, pero hagamos algo ahora. Cambiemos de lugar; estás demasiado tenso para seguir conduciendo y no te servirá de nada ni a ti ni a ellos si continuas así...
Midorima lo sabía. Además, necesitaba calmarse o de lo contrario no podría concentrarse en ayudar a cualquier posible herido que seguramente encontrarían en el lugar. Bueno, Azalea ya había mencionado que había al menos cinco. Sólo esperaba que no fuera demasiado tarde para salvarlos.
Mientras tanto, en la escuela de hechicería, un hombre de larga cabellera color ébano con un rodete alto llegó al lugar donde su mejor amigo entrenaba con sus alumnos y, cuando el hechicero de cabello albino y ojos azules lo vio, arqueó una ceja en lugar de recibirlo tan alegremente como siempre. Gojo Satoru sabía que Suguru Geto había partido a Tokio acompañado precisamente de uno de sus alumnos, Megumi Fushiguro, con el fin de investigar una serie de extraños sucesos ocurridos en la capital poco después de la partida de Azalea. Y en los que tenía la impresión de que los Zenin estaban directamente implicados. ¿Cómo? No estaba seguro todavía; por eso Geto se había ofrecido a acompañar a Megumi en lugar de Itadori y Kugisaki, su 'equipo' habitual.
—Puedo decir si esto puede tener algo que ver con eso o no, Satoru... —dijo el hombre de ojos azabaches —Sin embargo, recientemente han habido reportes de una serie de incidentes curiosos en el aeropuerto de Tokio-Narita y sus alrededores. Y, que yo recuerde, ella acaba de llegar allí, ¿no? ¿Se suponía que alguien la recogería a su llegada? Un hechicero, quiero decir...
Megumi palideció. No. De hecho, se suponía que nadie allí sabía que ella era efectivamente una hechicera. De hecho, ni siquiera ella era consciente de ello aun. ¿Los Zenin -más bien, Naoya- la empujaría a tales extremos para hacerla despertar a sus verdaderas habilidades? Jadeando al verse descubierto perdido en sus pensamientos por Yuji, quien le preguntó si se encontraba bien, el hechicero de ojos azules asintió con cierta vacilación, para luego responder a la pregunta de Suguru señalando que la había enviado a encontrarse con alguien que conocía allí en Tokio. Esa persona, sin embargo, era cualquier cosa menos un hechicero. De hecho, finalmente confesó, Azalea estaba tratando de escapar de alguna manera de su destino yendo allí e intentando tener una vida normal.
—Lo cual será imposible si los Zenin se dan cuenta de que ella escapó... —dijo Satoru, para luego levantar el rostro hacia su mejor amigo —Muchas gracias, Suguru. ¿Qué harás ahora?
— ¿Debería regresar allí y cuidarla, por si acaso? ¿O preferirías hacerlo tú mismo, Fushiguro?
—Podría haberla enviado a ella y a un chico inocente a la muerte, así que debo irme. Pero cualquier ayuda será muy apreciada...
Geto asintió, haciendo una reverencia a su amigo y a sus alumnos antes de irse para prepararse para partir nuevamente. Fushiguro lo hizo sólo unos minutos después, alzando la mirada por encima del hombro a Yuji y Nobara y asegurándoles que les haría saber lo que sucediera, pero que no se atrevería a arriesgarlos si resultaba ser una falsa alarma. Estos simplemente asintieron, advirtiéndole que de todos modos fuera cuidadoso.
De vuelta en el aeropuerto, Azalea intentaba desesperadamente que la gente abandonara el lugar con la ayuda de las azafatas y otros empleados, pero los pasillos estaban literalmente abarrotados de gente corriendo de un lado a otro, incluso chocando entre sí. Un momento después, vio a tres hombres altos y un cuarto visiblemente más bajo caminando hacia el lugar. El aparentemente más alto y el más bajo vestían ropa deportiva, aunque el primero llevaba consigo un bolso que parecía un botiquín de primeros auxilios portátil. Los otros dos vestían uniforme de bombero y policía, respectivamente. En ese momento, también vio -o al menos creyó haber visto- tres criaturas gigantes dos veces más grandes que los perros de su amigo Megumi que amenazaban con acercarse a los recién llegados. En ese momento, y tal vez impulsada por la desesperación, un grito que no sonaba como su propia voz escapó de su boca, seguido de un vendaval helado que literal -y curiosamente- envolvió a aquellas extrañas criaturas, pero no al resto de las personas. Sin embargo, la fuerza que llevaba empujó a tres de los cuatro hombres hacia atrás, mientras que el otro de repente la agarró por el abdomen y susurró con voz bastante ronca:
—Eso lo puedes explicar más tarde; ahora tengo que sacarte o ambos quedaremos atrapados en la próxima explosión... Y no te preocupes por ellos; se encuentran perfectamente bien. Creeme; los conozco...
Azalea no entendió lo que dijo el hombre de piel oscura y cabello índigo hasta que escuchó un sonido que definitivamente sonó como una explosión masiva provocada por combustible y, luego, una voz masculina que sonó como la última que había escuchado en el teléfono un momento después llamando desesperadamente a un hombre de nombre Kagami. Finalmente, escuchó la voz del primer hombre con el que había hablado esa misma mañana susurrar, como si estuviera tratando de recuperar el aliento, que su amigo había quedado atrapado en esa última explosión. Por el rabillo del ojo pudo ver a un hombre alto -extremadamente- de cabello verde que literalmente llevaba a otro hombre en su hombro izquierdo e, instando a su acompañante a que la soltara, le dijo:
— ¿Ese es al que llamabas antes? Las presentaciones pueden esperar; lo único que sé es que ambos necesitan ayuda, ahora... No creo que ese sujeto esté acostumbrado a cargar gente así de forma regular...
—No es un socorrista a pesar de no carecer del entrenamiento para hacerlo. De hecho, Midorima es médico; el tipo que está a punto de desmayarse es un bombero...
—Y usted policía; su arma lo delata. ¿Por qué no fue tras ellos?
—Porque no tiene permitido actuar a menos que se le ordene... —dijo el escolta de ojos verdes y gafas —Sé que este no es el lugar ni el momento para hacer esto, pero, si eres la amiga de Fushiguro, hazme un favor y lárgate. Mi amigo regresó a mi auto y está esperando para llevarte a casa. No hay nada más que podamos hacer aquí aparte de asegurarnos de que todos los heridos reciban atención inmediata...
—Yo diría que ustedes dos también deberían... Y, además, yo también puedo ayudar, aunque todavía soy estudiante...
Midorima y Aomine miraron por encima del hombro a las personas que aún estaban trabajando en la evacuación y, cuando dos hombres levantaron sus pulgares indicando al moreno que podían irse, él miró primero a su amigo más alto y luego a la mujer y asintió, admitiendo que así sería. Probablemente sea mejor para ellos darse prisa y ayudar a los paramédicos a llevar al herido al hospital y luego regresar a casa. Bueno, Daiki sabía que Shintaro no podría hacerlo, ya que también tendría que ayudar en el hospital. Entonces, mirando del escolta a la mujer de cabello rojizo, afirmó que tendrían que buscarle un lugar donde quedarse. Hasta que escuchó a su amigo aclararse la garganta y decir que recordaba haber mencionado que Takao estaba esperando afuera para llevarla a casa. De hecho, a su propia casa. Azalea no tuvo la fuerza ni el coraje para protestar ante esa decisión tomada sin su consentimiento. Necesitaba un lugar donde quedarse y, por otro lado, no tenía suficiente dinero para pagar una habitación de hotel o el alquiler de un pequeño apartamento. Suspirando, finalmente dijo:
—Sabes, él... No mencionó que incluso me ofrecerías un lugar para quedarme, pero gracias... No tengo idea de qué fue lo que pasó hace un momento pero... se siente como si me hubiera agotado...
Tan pronto como terminó de hablar, cayó de rodillas, aunque Aomine se apresuró a sostenerla antes de que cayera. Shintaro solo hizo una seña para que le siguiera afuera. Se detuvo a medio camino, sin embargo, provocando que Kagami, ligeramente recargado en su hombro, lo viera con una ceja arqueada.
—No te preocupes... Ahora debemos irnos; no hay nada más que podamos hacer aquí... Espera un segundo...
Kagami y Azalea volvieron la vista al frente al percatarse justamente hacia donde apuntaba el escolta. Había tres vehículos estacionados justo frente al aeropuerto; los tres, al igual que el avión de hace un momento, estaban en llamas.
—Ustedes tres, quédense aquí... —pidió la mujer entonces —Se que ambos nos debemos explicaciones, pero, aunque no lo crean, no tengo idea de que ocurrió hace un momento... Y lamento haberlos herido, si es que lo hice. Es más, temo que en su caso... pude haberlo hecho...
Y mientras pronunciaba esas últimas palabras, alzó la mirada a Shintaro, aunque este no comprendió el motivo por el que dijo aquello sino hasta que continuaron su camino y debió detenerse nuevamente, esta vez, dejando escapar un siseo entre dientes.
— ¿Qué planeas hacer? —inquirió luego de un minuto — ¿Acaso tienes idea de que está sucediendo?
—Prometí explicarme, pero no puedo hacerlo ahora... De momento, debo asegurarme de que no haya más heridos. Y, a propósito, haz que te examinen esa pierna... Se que el frío puede dañar seriamente los músculos, pero dudo que el impacto haya sido tan fuerte como para provocar esa lesión...
Kagami se preguntaba cómo se habría dado cuenta que, en primer lugar, su amigo estaba en efecto lesionado. Aunque no era el único; también Aomine lo estaba, aunque había decidido no abandonar ni su trabajo en la estación ni la práctica de ese día. Hasta que esta obviamente se vio interrumpida por ese llamado de emergencia. No obstante, dudaba que fuera el momento y el lugar para tales cuestionamientos. Al contrario, volvió su atención a la joven y asintió a su pedido anterior, a pesar de las protestas del moreno. Sin embargo, antes de que Miyagi se marchara, dijo:
—Creo que, aunque parezca inoportuno, al menos deberías saber a quienes están ayudando... —señaló luego a sus acompañantes y agregó —Su nombre es Daiki Aomine; pívot de la selección nacional de baloncesto y oficial de policía; él es Midorima Shintaro, escolta y médico del equipo nacional; finalmente, mi nombre es Taiga Kagami, ala-pívot del equipo nacional y bombero en la estación estatal...
—Miyagi Azalea; estudiante de cuarto año de Medicina...
Los tres hombres solo asintieron en respuesta e inmediatamente continuaron su camino. Salieron del lugar y, para su sorpresa -y alivio, cabe agregar-, se percataron de que su amigo se dirigía hacia ellos, en apariencia, completamente ileso. Cuando estuvieron frente a frente, y sin poder evitar su curiosidad, Shintaro admitió que recordaba que había dejado su auto estacionado justo frente al aeropuerto. A lo que el base de ojos plomizos respondió, seriamente:
—Así fue; sin embargo, decidí moverme de allí apenas oí la primera explosion. ¿Qué rayos sucede ahí dentro? ¿Y qué sucede contigo, Kagami?
—Necesitamos ir al hospital de inmediato... —intervino Azalea —los tres necesitan atención médica, aunque tu amigo es quien más la necesita ahora. Debió sacar a tres sujetos del interior de un avión casi destruido. Honestamente, debe agradecer que ya había sido reducido el fuego. Por otra parte... —y antes de continuar le dirigió una mirada por demás acusatoria al escolta —este sujeto no soporta cargar a un gigante de 155 libras por mucho tiempo antes de que una de sus piernas se rompa...
—De hecho... —señaló Kagami —el mismo es un gigante de 155 libras y seis pies y medio. ¿Crees que es la primera vez que debe cargar con alguien incluso más alto? Tengo la impresión de que tienes la misma tendencia a juzgar, o prejuzgar a las personas por su apariencia que mi vieja amiga. Y tú misma pareces tener una estatura bastante considerable para el baloncesto...
—Seis pies, exactamente como un amigo de allí donde vengo. Aunque el... no es particularmente afín al baloncesto. Soy alero y diestra...
—Exactamente como Alex...
No dijeron una sola palabra mas al respecto después de eso y, en cambio, se separaron, dirigiéndose Aomine, ahora cargando a Kagami, a una de las ambulancias apostadas en el lugar y Shintaro, Takao y Azalea de regreso al auto del escolta. No había mucho más que él pudiera hacer allí, sin mencionar que a esas alturas el cansancio y la tensión le estaban pasando factura. Y la mujer de cabello rojo se dio cuenta de ello incluso antes que su propio mejor amigo. Por lo tanto, y tomando a ambos hombres por sorpresa, pregunto si al menos habían tenido tiempo para comer.
—No, y no lo tengo en este momento... —respondió, tal vez con demasiada rapidez, el escolta. Sin embargo, al darse cuenta de ello, sacudió la cabeza —Perdona; creo que estoy algo, demasiado alterado aun. A propósito, ¿debo preguntarte si hay algo más que Fushiguro te haya mencionado, o advertido antes de venir?
—Megumi puede ser absurdamente obvio a veces, pero jamás imaginé que tanto. De hecho, dijo que tienes un curioso, ¿cómo le llamo? Oh sí; un curioso hábito respecto de los signos... De hecho, de acuerdo a lo que menciono, me sorprende que aún no me hayas preguntado al respecto... En cuanto a mi, no puedo entender como rayos has podido entablar una amistad, o como quieras llamarle a lo que tienes con Megumi, con un Sagitario...
— ¿Te basta como respuesta si te dijera que el sujeto de cabello rojo es Leo y somos amigos? Por otra parte, no puedo imaginar que puedas ser peor en lo que a carácter respecta que Aomine. Y es Virgo...
—De hecho... también yo. Aunque estimo que, si tal es tu hábito, has de saber que la personalidad varía de acuerdo al periodo en que hayas nacido...
El de ojos verdes se sintió extrañado, genuinamente sorprendido de encontrarse conversando con alguien más acerca de su curiosa obsesión y que está ni siquiera atinó a mofarse de él. Aunque, siendo completamente honesto, solo Kise y Aomine lo hacían a menudo. Suspiro, sacudió la cabeza y, volviendo a la pregunta que le hiciera momentos antes, señaló que probablemente fuera una buena idea detenerse al menos media hora para comer antes de regresar a su trabajo. Después de todo, aclaro, ese día estaba trabajando en su apartamento, completando informes pendientes.
—Luego debes ir a casa... —señaló, en un tono casi de reproche —Y ni se te ocurra presentarte a la práctica mañana. Porque si; ya se que Momoi te pidió que lo hicieras. Takao está advertido, así que él no hará nada hasta que no le diga lo contrario. Perdona si se oye demasiado autoritario, pero he hecho ese viaje en un par de ocasiones, por lo que puedo dar fe de que necesitaras una noche completa para reponer horas de sueño. Especialmente después de lo sucedido...
Apenas se estaban recuperando de lo sucedido hace dos días en el aeropuerto cuando les sobrevino otro hecho inesperado. Para entonces, Azalea se había instalado en el apartamento de Takao, que sin duda era demasiado grande para que viviera una sola persona. Por otro lado, y de hecho, Miyagi prácticamente se había instalado por sí misma, aunque con el conocimiento y el permiso de su anfitrión. Kazunari pronto descubrió que posiblemente ella podría ser dos veces más obsesiva que su mejor amigo en lo que al orden se refería. Ella normalmente lo reprendió por el estado en el que mantenía su dormitorio, con sus artículos deportivos, sus libros y otros elementos varios esparcidos por todas partes. Sin embargo, eso no dificultaba la convivencia entre los dos por una simple razón. Azalea estaba acostumbrada a limpiar los desórdenes de sus guardianes, mientras que nunca había tenido que hacerlo con los de Megumi. De todos modos, no era algo que la molestara en absoluto; especialmente, cuando ese era el mayor desastre que tenía su anfitrión. Descubrió, por otro lado y para su gran sorpresa, que Takao era alguien que estaba acostumbrado a mantener su refrigerador y alacenas completamente abastecidos, por lo que lo más probable era que saliera de compras al menos una vez a la semana.
—Buenos días... —saludó una voz masculina que definitivamente no era la de Takao mientras su dueño dejaba un llavero en un portallaves colgado a un lado de la puerta —Antes de que preguntes, solíamos compartir este departamento antes de que yo regresara con mi única hermana... Hablando de eso, la suya debería llegar en una hora...
La mujer de ojos verdes se volvió hacia Midorima y asintió a modo de saludo, preguntándole si ya había desayunado. El hombre que en ese momento vestía un delantal blanco que ella ni siquiera había notado negó con la cabeza, aunque dijo que no estaba acostumbrado a comer nada antes de realizar una cirugía. Esa respuesta hizo que Azalea tapara el grito ahogado que escapó de su boca con una mano y abriera enormemente los ojos, en shock. Cuando pudo recuperarse, finalmente le preguntó a qué hora tendría esa cita.
—En realidad, es por eso que estoy aquí. Aún no se ha levantado, ¿verdad? Déjame adivinar; no te mencionó que hoy tenía una cirugía programada y que yo la realizaría...
Azalea no conocía a esos hombres lo suficiente como para profundizar tanto en algo que probablemente era privado para ambos. Sin embargo, la forma en que había hablado el escolta le dio el coraje que no sabía que estaba tratando de reunir para finalmente responder:
—No lo hizo y no pensé que sería prudente de mi parte preguntar tal cosa. A pesar de que había estado notando que algo andaba mal desde que me ayudó con la mudanza...
—No creo haberte mencionado esto antes, pero es base. Y es muy bueno con las pantallas, tanto como Tetsuya con pases rápidos y regateos. El caso es que, durante un partido amistoso con la selección, un hombre de casi el doble de su estatura cayó literalmente sobre su mano derecha mientras estaba en el suelo debido a una falta anterior. Y, siendo un alero además de estudiante de Medicina, debes saber que no todas las personas pueden usar ambas manos en el baloncesto o ambos pies en el fútbol. Somos dos de esos casos; soy zurdo por naturaleza; él es todo lo contrario...
Su conversación fue interrumpida cuando escucharon cerrarse una puerta y luego pasos casi silenciosos que hacían parecer como si su dueño llevara zapatos ligeros o estuviera descalzo. Curiosamente, cuando apareció la persona en cuestión -Takao-, se dieron cuenta de que no era ninguno de esos. Acababa de terminar de ducharse y estaba vestido con un pantalón largo deportivo, unos tenis blancos y una camisa gris de manga corta con cuello de polo. Azalea también notó que llevaba una especie de guante como los que usaban los motociclistas. Es decir, sin dedos. Sin embargo, ella sabía perfectamente que, en realidad, era para mantener 'en su lugar' su muñeca lesionada. El base miró de su mejor amigo a ella, luego de nuevo a Shintaro y, finalmente, a ella por última vez, hasta que suspiró y se disculpó con ella por no haberle contado eso antes:
—Ya llevo tres meses soportando esta lesión. Sin embargo, ciertas cosas con las que preferiría... no molestarte ahora sucedió y no pude tratarla cuando debí hacerlo...
—Esas... 'circunstancias' se llaman parciales de mitad de término y no; antes que lo preguntes, no se nos permite ausentarnos a menos que se trate de asuntos de fuerza mayor. Personalmente, me gradué en Marzo de este año. En cuanto a él, a pesar de que, en efecto, tenemos la misma edad, comenzó sus estudios cuando regresó de Yokohama, hace cuatro años...
Shintaro estaba a punto de marcharse para dirigirse al hospital, aunque se detuvo un momento y, volviendo brevemente sobre sus pasos, tomó algo que la mujer de cabellos rojos no pudo identificar del interior del bolsillo superior izquierdo de su delantal y se lo tendió sin más. Aunque luego volteo a verla de soslayo y dijo:
—Estimo que, si tu amigo, si nuestro 'viejo conocido' te hablo de mi 'peculiar hábito', has de saber que es lo que tienes en la mano. Ahora, si me disculpan, realmente debo irme. ¿Necesitas que alguien venga por ti, Takao o crees poder conducir?
Antes de que el base respondiera, Miyagi se le adelantó, señalando que ella misma pagaría su taxi cuando tuviera que ir al hospital. Después de todo, era lo menos que podía hacer por él cuando le había ofrecido su hogar para quedarse.
—Si; no te preocupes, Shin-chan. Estaremos bien. Recuérdame, sin embargo...
—Honestamente, te pediría que estés allí a las 4pm. Hay cosas que necesito hablar contigo antes de la cirugía, y supongo que debes entender que prefiero hacerlo a solas... A propósito, Miyagi-san, ¿qué área estudias?
—Temo averiguar el motivo de tu pregunta, pero es Trauma. Una vez que me gradúe, al igual que tú, me especializaré en Cirugía...
Shintaro se marchó, una vez más, sin decir una palabra. La mujer de cabello rojizo alzó entonces la mirada al hombre a sus espaldas y dijo, ofreciéndole una sonrisa que Takao interpretó como socarrona, aunque, lejos de ofenderse por ello, simplemente espero a que acabara de hablar.
—Algo me dice que no te ha dicho todo cuanto necesitas saber... Y eso, no puedo aceptarlo... ¿Por qué me preguntaría algo semejante?
—No es eso, aunque quizá tengas razones para enojarte con el, Miyagi-san. Lo cierto es que... Shintaro detesta que alguien más le asista si no es necesario. Sin embargo... Esta será la primera vez que tenga que llevar a cabo un procedimiento semejante en alguien tan cercano, si entiendes a qué me refiero. Y la sola idea de que algo pueda fallar le aterra...
Azalea asintió. Nuevamente, su vacilación radicaba en el hecho de que no conocía lo suficiente a su acompañante y sus amigos. Pero era evidente que Midorima aún ocultaba algo más, ya fuera acerca del hombre de cabello ébano o incluso de él mismo. Solo por eso, accedería al pedido tácito de ambos.
Mientras todo eso ocurría con Azalea y sus recién encontrados amigos -si es que todavía podía llamarlos así-, Megumi y Geto llegaron a Tokio. Tan pronto como descendieron del auto que los había dejado en la entrada de la ciudad, el hechicero mayor detuvo a su compañero más joven, advirtiéndole sobre una fuerte presencia cercana. Lo cual, admitió llevándose una mano a la barbilla, no podía precisar si pertenecía a otro hechicero o a una criatura maldita. Después de un momento, le preguntó a Fushiguro si Miyagi se había puesto en contacto con él desde que llegó allí. El joven de ojos azules tomó su teléfono y le mostró a Suguru un par de fotos que la mujer de cabello rojo había enviado al chat grupal que tenían junto con Yuji, Nobara, Maki e Inumaki. El hombre de cabello negro azabache no pudo evitar una risa afable, pensando en qué tipo de conversación podría tener con ellos el usuario de Discurso Maldito.
—No te lo mostraría, Geto-san, pero imagino que puedes tener al menos una vaga idea de cómo podría ser. Si mal no recuerdo, Okkotsu-san también aprendió a usar discurso maldito, ¿verdad?
—Así es...
Cualquier otra cosa que hubiera querido agregar fue interrumpida cuando la presencia que habían sentido antes se hizo aún más fuerte y pudieron tener una mejor idea de dónde estaba su dueño. Y ese descubrimiento hizo que ambos se quedaran congelados en el lugar. Por supuesto, ambos habían estado en Tokio más de una vez; por lo tanto, sabían muy bien dónde estaba el hospital principal de la ciudad. Sin embargo, no pudieron evitar preguntarse por qué un espíritu maldito atacaría ese lugar. Hasta que una idea de que rogaba que fuera errónea asaltó a Megumi y, levantando su mirada azul hacia la más oscura del hombre mayor, dijo:
—No estoy seguro de si ese es el caso, porque dudo que ella haya hecho tal cosa, pero podría haber una posibilidad de que la criatura que asedia el hospital esté detrás de Azalea. Y, si ese es el caso, quien esté ahora con ella también corre grave peligro... Recuerda que ella ignora que es una hechicera. Quiero decir, ella no cree que lo que Naoya y Naobito le dijeron dicho sea verdad...
Suguru se dio cuenta de que esa era probablemente la razón por la que había decidido escapar de la casa de los Zenin. Había oído de Satoru que la estaban presionando para que asumiera su papel no sólo como parte del clan, sino, ante todo, como hechicera. Y eso era proteger al líder. Por otro lado, también se preguntaba si Megumi sabía que él había sido elegido para asumir ese puesto. Como si hubiera leído los pensamientos del mayor, Fushiguro dijo:
—Lo sé desde hace un par de años. Y también he decidido que probablemente sea mejor no sólo por mí, sino también por el bien de mis amigos, aceptarlo. Ahora vámonos. Realmente tengo un muy mal presentimiento sobre esto...
Mientras tanto, en el hospital, Azalea estaba apoyada en la pared lateral de uno de los quirófanos. Después de un momento, vio al hombre alto, de ojos verdes y con gafas, salir de allí, secándose el sudor de la frente con una toalla limpia. Arqueando una ceja, finalmente le preguntó lo que había estado esperando saber desde que acompañó a Takao a su cita, cuatro horas antes:
—Había algo más además de una simple lesión en la muñeca, ¿no?
Tomó el paño de la mano de Shintaro y le pidió que la acompañara al pequeño baño cercano, lo humedeció nuevamente y le limpió el rostro una vez más antes de volver a hablar:
—Como dije, todavía estoy estudiando; sin embargo, tengo suficiente con mi experiencia en el baloncesto para saber que había algo más sobre esta cirugía que no le contarías, Midorima-san...
—La intuición no es algo demasiado común en Virgo; ¿realmente debería preguntar cuándo es tu cumpleaños?
—13 de septiembre. No soy 'el tipo de ese tipo' si eso es lo que te preocupa...
—Me alivia escuchar eso. Ahora, a lo que nos concierne, no; no hay nada más que me preocupe en lo que respecta a este procedimiento. Mi preocupación son tú y cierto tipo, o lo que sea que sea, que no ha dejado de observar cada uno de tus pasos desde que llegaste... Y puedo decir con certeza que ese no es Fushiguro-san... Puede que no lo conozca tan bien como tú, pero lo recuerdo muy claramente a pesar de que nos vimos por última vez hace cinco años... Además, este tipo parece mayor que tú y tan pedante como Kise, si es que tal cosa es posible...
—Ven conmigo; ¿lo reconocerías si te mostrara algo? Quiero decir, tengo una foto de algunos de mis antiguos compañeros y superiores de mi antigua escuela...
Navegó por su galería de fotos durante unos segundos hasta que encontró la que supuso que encajaba con la descripción de Shintaro. O, mejor dicho, con su juicio, porque él no le había dado ningún rasgo físico específico. Cuando le mostró la foto al escolta, este jadeó, señalando que solo había visto a ese hombre por una fracción de segundo, pero que efectivamente era el de la foto.
—No sé quién es este tipo Kise, pero Geto-san es tan pedante como acabas de describir a ese tipo. Aún así, confía en mí; es un buen tipo una vez que lo conoces. No tanto como Megumi, pero aún así creo que ustedes dos podrían llevarse bien... El único problema podría ser su cumpleaños; 3 de febrero…
Por primera vez ese día, Midorima se permitió una risa ligera. Acuario. Kuroko Tetsuya era Acuario y, a pesar de cómo habían sido las cosas entre ellos en un principio, en Teiko, actualmente podría decir que eran muy buenos amigos. Algo que probablemente se debió a dos hechos puntuales en los que la misma persona había estado involucrada. El primer hecho fue el cumpleaños 17 del base de cabello cian, el cual tanto sus compañeros en Seirin como los miembros de Teiko acabaron celebrando juntos, en casa de Kagami. El segundo sucedería apenas dos años más tarde, y fue su primer ‘reencuentro’ como miembros de un mismo equipo: la Selección Nacional Sub-20 japonesa. Es cierto que antes de ello había tenido aquel desafío frente al equipo norteamericano, pero allí no estaban todos los miembros del equipo nacional. En cuanto a la persona ‘responsable’ de ambas situaciones, había sido la actual entrenadora de la selección, Riko Aida; ex-entrenadora de Tetsuya en Seirin. Sacudió la cabeza, abrió los ojos (que no había notado que había cerrado) y jadeo cuando se dio cuenta de que la mujer a su lado le sostenía el brazo derecho con medida fuerza, como intentando llamar su atención. Cuando el escolta volteo hacia ella, Azalea dijo, su voz ligeramente temblorosa:
—Ve con Takao-san, por favor. Se que… probablemente no sea una buena idea, pero créeme. Hay alguien ahí fuera y… no me gusta nada…
—No te preocupes. Ya fue llevado a su habitación, aunque lo más probable es que esté dormido aun… No vas a decirme que está sucediendo, ¿verdad?
No podía porque, por un lado, ni ella misma comprendía aún cómo era capaz de darse cuenta de que, en efecto, la persona a quien se refería tenía energía maldita. Por otro lado, no podía confesar algo semejante a alguien completamente ordinario. En cambio, solo volvió a pedirle que se marchara aunque, una vez que Shintaro accedió y se fue, bajo la mirada mientras una única lágrima resbalaba de su mejilla y apretaba su puño a un costado del cuerpo. Detestaba tener que mentir, pero, ¿qué otra opción tenía? Reponiéndose tan rápido como pudo, salió al encuentro de dicho sujeto. Aunque, antes de encontrarse con él, lo hizo con una criatura prácticamente del triple de su estatura, aunque de aspecto abominable.
Mientras tanto, Midorima había salido de la habitación de su mejor amigo tras asegurarse que todo estuviera en orden, cuando escuchó no uno sino tres gritos, todos ellos femeninos y uno de los cuales reconoció de inmediato. Sin embargo, cuando intentó regresar donde estaba Miyagi para averiguar qué había sucedido, alguien lo golpeó con la fuerza suficiente para hacerle caer al suelo, aun consciente. Lo suficiente para darse cuenta de quien lo había hecho.
—Puedes mandarme al infierno más tarde; ahora tengo que sacarte a ti y al sujeto ahí dentro de aquí lo más pronto posible…
—No puedes, mejor dicho, no debes. Sin embargo, ¿al menos tú vas a decirme qué rayos está sucediendo aquí?
—No puedo aún; quizás jamás pueda hacerlo. Por otro lado, no te preocupes por Miyagi; ella… sabe perfectamente cómo defenderse…
Midorima estaba ya demasiado confundido por esa situación como para cuestionar a Megumi acerca de lo que había querido decir realmente. Por lo tanto, sacudió la cabeza y, volviendo su atención al joven de cabello negro, dijo:
—Al menos dile a tu acompañante que sea un poco más discreto a la hora de ‘vigilarla’. Porque imagino que eso fue lo que te enviaron a hacer, ¿no es así?
—Solo nos vimos tres veces, hace cinco años, ¿y aun recuerdas que prácticamente somos familia? Pero no; no fueron sus tutores quienes nos enviaron y mi compañero no sería discreto aunque se lo rogaras de rodillas… En cierto modo… no es digno de su signo, si entiendes de qué hablo…
—No puedo saberlo; el único Sagitario que conocí antes de ti es un maldito abonado al sarcasmo…
Megumi hubiera respondido, sin embargo, algo interrumpió cualquier intento. Nuevamente escucharon gritos aunque, esta vez, acompañados de dos explosiones.
— ¿Que…? ¿Qué rayos fue eso?
Se incorporó lentamente y volteo una vez más hacia Fushiguro, quien solo le advirtió que, aunque probablemente no fuera la mejor opción en ese momento, regresara a la habitación de su paciente. Por supuesto, el hechicero de ojos azules ignoraba que, en efecto, eran amigos. Y que, como si eso no bastara, Takao era además el anfitrión, por así decirlo, de Azalea. Para su sorpresa, el escolta de gafas se negó, señalando que debía al menos informar a un par de amigos acerca del incidente. Estos, aclaro antes de que Megumi replicara en modo alguno, eran un agente de policía y un bombero. Y creía que necesitarían de su ayuda en esas circunstancias.
—Ahora que lo pienso, sucedió algo similar cuando fuimos a buscar a Miyagi-san al aeropuerto… —continuó el escolta —Creo que… al menos en esta ocasión, seguiré tu advertencia… de todos modos, necesito… Necesito asegurarme de que él esté bien. Solo hazme un favor; vuelve si es necesario. Asumo que entiendes a qué me refiero…
Aquel no sería por supuesto su último encuentro. Y, efectivamente, no solo Megumi e incluso Geto necesitarían de él, sino que, por si eso no bastara, eventualmente deberían alejarse de allí.