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Unión Innegable

Summary:

« Sabes que nuestra unión existió, ¿Por qué insistes tanto en rechazarlo? ¿Por qué niegas amarme? Cuando alguna vez, fuiste feliz conmigo. »

Un caos se desató en todo el reino. Por supuesto, pues secuestraron al heredero al trono de la isla Gold Hourglass. Pero el conde, primo lejano perteneciente a la familia Hanagaki, quien estaba al mando en ausencia de los hijos de los difuntos reyes, parecía que ocultaba algo, era demasiado extraño su tranquilidad ante tal desorden.

Además, ¿Dónde estaba el segundo príncipe del reino, hermano del supuesto secuestrado? Si bien él parece que desapareció unos momentos antes de que aquellos criminales hicieran de las suyas para raptar al primer príncipe, jamás actuó para evitarlo.

Parece como si todo el hecho hubiese sido anticipado.

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Work Text:

El viaje fue algo movido. 

Sus ojos solo veían la oscuridad que le reflejaba aquella venda negra, la misma que cubría su campo de visión.

Sentado en una silla, sus tobillos y brazos estaban amarrados perfectamente.

El sudor comenzaba a emanar de su cuerpo por el calor que había en la habitación. Algunas de sus hebras oscuras se hallaban pegadas a su frente. Lo estaba sofocando.

Oh, por el creador. 

La persona cautiva sabía lo que se venía a continuación, tenía todo anticipado. Lo llevarían a aquella isla donde los más viles y crueles seres habían sido aislados, apartados de la enorme sociedad, con muchos de sus privilegios siendo arrebatados sin compasión alguna, así como muchos de ellos le quitaron la vida a varios inocentes sin piedad.

Los que residen allí, no tienen salida.

Él sabía lo que se sentía ser marginado.

Sentir que muchos te vieran con miedo, que la gente "buena" como le decían a los del exterior, personas que habitaban en el reinado de los Hanagaki, no te dieran una oportunidad solo por ser engendro de personas que cometieron terribles fechorías y actos imperdonables.

Nadie decide ser pariente de nadie. A los ojos del mundo, ser hijo de alguien "malo" era un pecado, pero serlo de alguien "bueno" era una bendición.

Sí, así es la vida en este sitio. El denomino Nuevo Mundo era una total basura.

Los buenos, nobles y con cualquier etiqueta de la jerarquía de los títulos nobiliarios son los que viven en armonía, y con ello, ocupan las mejores condiciones de vida en Gold Hourglass. Sin embargo, la misma suerte no está en todos; quienes cometieron delitos imperdonables fueron exiliados, y junto a sus hijos viven fuera de tal utopía.

Porque muchos creen que el descendiente nace siendo lo que su progenitor es.

Lo entendía perfectamente.

Al transcurrir algunas horas, supuso que ya deberían de estar cerca de la isla donde marginaban a las personas más crueles y odiadas del reino. Conocida como Forgotten Island, un nombre irónico y para nada creativo a decir verdad.

Pero ¡Hey! El chico atado y vendado no escoge los nombres en este lugar.

Desde hace siglos que así fue nombrada la isla dónde viven los "malos".

En aquel lugar algunos practican magia, siendo esta heredada de sus parientes, catalogada como "Magia Negra". Pero son muy escasos quienes poseen conocimientos del libro prohibido. Además, la barrera Cold, a la par de la ley natural de magnetismo de artes oscuras, los mantenía encerrados en esa asquerosa isla.

La barrera Cold fue creada prácticamente para rodear y atrapar a todos los criminales, como una especie de cárcel. Es tan poderosa que ningún tipo magia negra podría romperla. Por ello, aquellos que nacían y vivían allí no podían huir. Al menos, eso se creía, hasta hace unas horas atrás, cuando iban a coronar al nuevo rey de Gold Hourglass. Las cosas no salieron tal como lo planearon los actuales altos mandos pertenecientes a la familia Hanagaki, pues se ejecutó una emboscada en plena ceremonia.

Él conocía a la perfección al grupo de rebeldes que osaron atacar y arruinar la coronación. La tripulación pirata, los temibles y despiadados Silver Swords, hicieron acto de presencia ferozmente en el salón del trono logrando lo inevitable; secuestrar al príncipe del reino y llevarlo al Forgotten Island, donde solo Dios sabría qué harían con él.

De repente, sacándolo abruptamente de sus pensamientos, el sonido de la chirriante puerta se hizo escuchar y varios pasos resonaron en el lugar.

El inesperado movimiento rudo llegó a marearle; un cambio de posición, para así sentir como lo colocaban encima de un hombro ajeno y después comenzar a avanzar donde posiblemente se encuentre su secuestrador. Supuso inmediatamente que ya estaban en la cubierta, ya que, a pesar de tener la venda cubriendo su visión, podía percibir los rayos del sol atravesar la misma. La intensa iluminación logró que obtuviera al menos un poco más de claridad, aunque nada preciso todavía. 

El barco dejó de moverse, quizás un breve descanso, y eso lo aliviaba. Estaba seguro de que, en cualquier momento, vomitaría lo que desayunó en la mañana.

Esperó pacientemente y en silencio, mentalizándose que no tuvo una vida tan mala después de todo. Solo deseaba que fuese rápido y sin mucho dolor.

Los murmurllos eran confusos, y en el transcurso en que aquellos sonidos de su alrededor se intensificaban, pudo sentir como las hebras azabaches se movían levemente por la suave brisa y el leve olor a agua salada le picaba la nariz. Aquel aroma le trajo nostalgia brevemente. Finalmente, los murmullos fueron entendibles. Captó en cada palabra suma vulgaridad, siendo estas nada amables hacia su persona.

Aquello hizo que un leve ceño fruncido se acentuara en su impertubable y sudorosa expresión. Al tener pensamientos homicidas y fuera de sus límites educativos, aplicó lo que le enseñaron en sus clases de etiqueta.

Contó hasta diez mientras imaginaba su lugar feliz. Como extrañaba a su querido Peke J...

Pero, nuevamente, todo pensamiento fue interrumpido al ser recibido por la dura superficie, al ser literalmente lanzado al suelo sin ninguna consideración. Las risas burlonas y escandalosas se adueñaron del ambiente.

De nueva cuenta, intentó buscar su lugar feliz en algún rincón de su conciencia inquieta.

Los recuerdos de ese lugar fueron azotados en su mente sin previo aviso. Aquel sucio barco pirata en el qué estaba no se comparaba en nada a su reino, donde todos hablaban cortésmente, con una delicadeza exagerada en cada palabra planteada, en la que la amabilidad es bien pintada con hipocresía y era, en ocasiones, irritante de lidiar. Al menos los primeros días, con el pasar del tiempo se adaptó fácilmente.

Los olores se intensificaron; el agua salada, el sudor de los tripulantes, el apestoso y crudo olor del pescado con algo más hogareño. Antes hubiera sido extraño, pero, ahora, solo quería que todo acabara.

Y regresar a aquel lugar al que considera su hogar.

Lo que en un principio fueron voces toscas y risas escandalosas, cesaron de inmediato. Un increíble silencio surgió, para así después adueñarse del mismo unas fuertes pisadas que se acercaban cada vez más a su ubicación.

La respiración ajena chocó contra su cuello, aquella cercanía le provocó escalofríos pero los disimuló fácilmente. 

Quien sea que fuese y estuviese frente suyo, comenzó a quitarle la venda. Después de sentir la tela deslizarse libremente ante sus ojos, pudo apreciar por escasos segundos al sujeto que le había hecho el "favor" de quitarle la estorbosa venda.

Al reconocer al individuo, inmediatamente su mirada bajó al suelo.

—Vaya, vaya, vaya~ ¿Qué tenemos aquí? El principito tiene miedo... Pobrecito~ — luego de haberse dicho aquellas palabras, con burla pintada en su voz, los presentes se rieron con descaro nuevamente.

Él tragó en seco al escuchar su voz, se había vuelto un poco más grave y, desgraciadamente, aún más atractiva. Al ver la pequeña distracción del contrario, miró de reojo a su alrededor.

Aclaró su campo de visión para mirar a la tripulación más temible de todo el reino ante él. Levantó vagamente su mirada hasta llegar a la bandera colgada en la cima, una tela negra con el logo característico que representaba a la pandilla de locos que lo mantenía ahí. Acto seguido, se encontró con aquel chico de piel bronceada, cabello rizado y claro mezclado con mechones oscuros, tan rebeldes y suaves al tacto.

No iba a negar que su ritmo cardíaco se encontraba alterado, pues hace bastante tiempo que no veía al travieso líder de la tripulación Silver Swords. Tanto tiempo transcurrido... y deseaba no ser descubierto ahora.

Apreció aquel rostro tanto como pudo, con aquel aura que había compartido tantas mañanas y noches de insomnio. Con quien compartió gran parte de su pasado, aunque, ciertamente, había cambiado su apariencia desde su partida. Aún así, ¿Cómo no reconocer aquellos ojos? ¿Cómo no detallar aquellas pestañas hermosamente largas?

"Concéntrate" .

El de hebras blancas rio con suma fuerza, desbordando en ella su evidente burla, pero se detuvo en seco al notar que su invitado seguía callado, y al notar que él apartó su mirada cuando captó su atención, entrecerró los ojos con sospecha. Pero después perdió el interés, mostrando lo poco que le importaba lo que le llegase a suceder al azabache. 

Luego, una pequeña voz en su mente le recordó el motivo del porqué lo secuestro, y que, de cierta manera, lo necesitaba vivo e intacto.

Aunque comenzaba a arrepentirse.

Y no era precisamente porque le llegaran a castigar por secuestrar al futuro heredero del gran Gold Hourglass. Poco le importaba, una hectárea de mierda, si venían tras su tripulación y por él. Más bien, el hecho sonaba sumamente exquisito y emocionante, y su grupo era capaz de defenderse de todos esos hijos de papi. Además, aún le quedaban unos días más para prepararse. Para cuando todo el batallón de la guardia real viniese por su cabeza, la barrera Cold aún seguiría inestable. Y, conociendo al estúpido régimen de priorizar la seguridad de sus ciudadanos ante toda circunstancia, estarían ocupados intentando reparar lo que él destrozó por un buen rato.

Era por esa otra cosa, por la que se empezaba a arrepentir.

—Y pensar que tú y yo seríamos cuñados —mencionó el peliblanco, caminando con parsimonia a su alrededor, esperando que él emitiera palabra alguna, cosa que no sucedió —. Por supuesto, tú tuviste que aparecer y arrebatarme lo que era mío — su voz se volvió fría y desbordaba rencor.

Él siguió callado.

Para este punto, Ryusei se encontraba observando cada detalle del contrario, y pregúntandose...

—¿Qué sucede, principito? ¿Te comió la lengua el gato?

Y nada. Permaneció callado, y con la mirada pegada al suelo, como si fuese lo más interesante del mundo.

El azabache parecía incluso mudo, lo cual sorprendió a Ryusei. Estaba seguro de que, en cualquier momento, recibiría algún discurso motivacional, palabras suaves para negociar con ellos o algún argumento de que existe el poder de la amistad y toda esa mierda que escupiría ese niño llorón nacido en pañales de oro. Algo andaba mal.

Pero, al ver el temblor imperceptible en el cuerpo ajeno, supo lo nervioso que estaba, o quizás era el miedo que le tenía. De cierta forma, aquello lo hizo sentir complacido.

—Debería de... ¿Agradecerte? Por hacerme ver lo patético que es el amor, algo tan ingenuo y... doloroso. ¡Tan innecesario! Gracias a ti, Takemichi, comprendí que estoy muchíshimo mejor solo.

Ryusei se agachó a la altura de su invitado. Tomó uno de los mechones alborotados y los deslizó detrás de su oreja izquierda, todo aquello sin que el contrario se dignara a mirarlo de vuelta. Al mirar a detalle el lóbulo de la oreja, a plena vista, encontró una perforación que había cicatrizado, pero seguía siendo visible dicha marca. Y con ello comprobó todas sus sospechas, llevándose de igual forma una gran sorpresa.

Lo tomó del mentón, aún si la víctima intentaba evitarlo, y cuando finalmente logró cruzar miradas, lo recibieron unos orbes verdosos que transmitían frustración y enojo. Los mismos ojos que alguna vez amó, o quizás sin saberlo, seguía amando.

—Ahora entiendo porqué te ves tan pequeño, querido —soltó con una sonrisa pícara, tratando de borrar toda sorpresa pintada en su expresión.

Ryusei pasó sus dedos por las mejillas pálidas del chico y pudo sentir el leve temblor de su cuerpo. Conociendo bien al de mirada verdosa, ya sabía que aquel temblor significaba solamente la rabia que sentía al ser descubierto. Los orbes oscuros del joven capitán se quedaron mirando con curiosidad cada facción del rostro que tenía a centímetros del suyo. Regresó la mirada hacia el lóbulo izquierdo, donde estaba la evidencia de que alguna vez tuvo un arete que iba a juego con otro que el peliblanco tenía en su posesión.

Ahora Ryusei tenía un problema. A decir verdad, tenía dos. Bueno, tenía muchos problemas. Y sabía que uno de ellos lo compartía con su querido invitado.

Por otro lado, la tripulación Silver Swords permanecía expectante, en espera de la próxima orden de su capitán ante el visible fracaso de la misión.

Chifuyu sintiéndose derrotado, notó una voz familiar resonando en su consciencia, diciendo "Perdiste, ahora págame".

—Ryusei... —saludó Chifuyu con suavidad y claridad, y con un increíble coraje juntado. Atreviéndose, al fin, a enfrentar al peliblanco con la mirada.

El de hebras blancas retiró inmediatamente su mano de la mejilla contraria, como si quemara con el más simple contacto de la aterciopelada piel. Detestaba sentirse afectado por solo escucharlo. Y esa mirada... Dios, le encantaba cuando podía ver en ellos desafío hacía su persona. Aunque jamás lo admitiría. Era mejor decir que le repugnaba su simple existencia.

—Te seré sincero, puede que solo con ponerte una peluca fea y ropas elegantes engañes a todos, a excepción de tu familia... Pero tú nunca podrás engañarme a mí, Matsuno. ¿Sabes por qué?

Chifuyu, resignado, se limitó a preguntar.

—¿Por qué?

—Conozco cada parte de tu rostro a la perfección; tus labios, tu nariz, tus cejas y tus ojos... —mencionó mientras uno de sus dedos se deslizaba hacia los finos y suaves labios en un contacto efímero. Aquellos labios lo volvieron loco, y lo seguían haciendo. Con su mano libre, quitó con brusquedad aquella peluca de rizos alborotados y la tiró al suelo, dejando a la vista unas hebras igual de oscuras que las de su hermano pero con la diferencia de la falta de rizos en estos, causándole al cautivo un quejido debido a la fuerza sin tacto—. Al principio no lo había notado porque no tuve el tiempo de observarte de cerca, pero ahora sí... a pesar del tiempo que ha pasado desde la última vez que te tuve conmigo...

—Nadie más que mi familia me cono-

—Tú lo has dicho, solo tu familia te conoce y yo estuve a punto de serlo también.

El murmullo con tintes de melancolía trajo consigo un silencio en el ambiente. Ryusei tuvo algo más que sentir, aparte de la confusión del surgir breve de sus sentimientos por el segundo príncipe de Gold Hourglass. Saboreó un amargo sensación de vacío en su garganta.

Ryusei Sato y Chifuyu Matsuno estuvieron a punto de ser una familia... Hasta que el pelinegro lo abandonó y traicionó de la peor manera.

—Y ahora que sabes que no soy Takemichi... ¿Qué piensas hacer conmigo? ¿Lo mismo que planeabas hacer con mi hermano, o algo peor? No me sorprendería, después de todo eres un sucio pirata que solo piensa y le importa el dinero.

—Oh, vamos, Matsuno, no me hagas reír... Antes tú no pensabas eso de mí. Ya veo que andar con esa gente "bien educada" y estúpida te ha freído el cerebro. Se supone que tú más que nadie debería de conocerme mejor que nadie... pero claro, lo has olvidado.

—En eso tienes razón Sato, ahora sé lo que en verdad eres. Una mala influencia, y un ser sin sentimientos que-

—¿Sin sentimientos? ¡Imbécil! ¿Quién crees que eres para hablar así de mí? ¿Ah? —expresó sus pensamientos, subiendo su entonación con el pasar de sus palabras, llenas de un dolor disimulado—. ¿Acaso...? ¡¿Sabes, acaso, lo que sufrí desde que me abandonaste?! ¡Me dejaste por un bastardo que apareció de la nada diciendo que era tu hermano! ¡Me cambiaste por él! ¿¡Por qué siempre piensan que una persona "mala" no tiene sentimientos!?

Ryusei había enfurecido. Algo totalmente inusual ante situaciones como las de ahora, porque el de hebras blancas siempre mantenía el autocontrol de sus sentimientos, y aquel arranque de ira sorprendió a más de uno.

Los tripulantes se mantuvieron al margen, pero estando alertas, pues sabían que su capitán era todavía peor cuando se enojaba.

Chifuyu se había quedado pasmado por las palabras de Ryusei. Dudando que aquel vil pirata hubiera sufrido de esa manera por su ausencia, ciertamente él lo abandonó, pero jamás lo traicionó. O eso pensaba.

El pelinegro se mantuvo callado ante el silencio breve. Maldiciendo en su mente, ya que todo el plan que elaboró junto a su familia había sido un adsoluta fiasco. Quizás ya algo tarde y ganó algo de tiempo, pero para él fue demasiado rápido.

Sinceramente, Chifuyu esperaba una paliza del furioso pirata por frustrar sus planes, pero, viendo que aquello no sucedería, debería de estar aliviado por mantenerse todavía ileso. Pensando que probablemente no podía escapar de este lío, pero al menos logró salvar a su hermano.

—¿Entonces? — el pelinegro llamó la atención de todos los presentes, manteniéndose firme—. Estoy listo para ser castigado, Ryusei —sonrió tristemente, esperando el peor de los castigos posibles.

Esa sonrisa.

Aquella sonrisa apaciguó increíblemente el temperamento errático del peliblanco. Ahora Ryusei se encontraba con un leve ceño fruncido, al mismo tiempo que mantenía los brazos cruzados, sin despejar su vista del pelinegro.

—Se me hizo extraño no verte cuando secuestré a tu supuesto hermano. Pensé que incluso te enfrentarías a mí mientras lo raptaba, o que vendrías para recuperarlo. La verdad, esperaba verte —mencionó aquellas palabras con suma sinceridad y calma plasmada en su expresión. 

Algo que le envió un escalofrío a su espina dorsal, pues hace tan solo unos minutos que el peliblanco había explotado de ira y ahora... daba miedo como cambiaba de actitud tan drásticamente.

Chifuyu hizo una mueca, sintiéndose cansado mentalmente. Usó mucho coraje para tan solo un día.

—Nunca me imaginé que serías capaz de predecir mi ataque y disfrazarte de tu hermano. Así que... cuéntame cómo lo hiciste, soy todo oídos, chico lindo~♡ — escupió con burla de sobra, haciendo enojar levemente a Chifuyu. Odia cuando él lo llamaba así.

El príncipe bufó, sintiéndose más resignado de lo que estaba antes. Sabía que ya no había de otra, las opciones se le habían agotado. Intentaría portarse bien para no provocarlo innecesariamente. Además, lo pensaría dos veces antes de revelar información de más.

—Fue gracias a una mujer que trabaja bajo la protección de la familia real, tiene la habilidad de predecir el futuro y nos avisó que algo desastroso ocurriría en la coronación de Takemichi. Si bien no sabíamos exactamente quienes serían los responsables, o a qué hora, ni cómo se desarrollaría, de igual forma buscamos soluciones para prevenirlo. La noche anterior ocultaron a Takemichi en una habitación secreta, muy pocos tienen acceso a ella. Y yo me disfracé, a la par que Taiju, Yuzuha y Hakkai se aseguraban de que él estuviese en la habitación. Al mediodía fue justo la hora en que tu grupo de piratas atacó al reino con la evidente intención de secuestrar a mi hermano, y él estaba muy bien escondido... y creo que aún lo seguirá hasta pasadas las doce, cuando este día se haya acabado —explicó Matsuno con neutralidad en su voz.

—... Y todo eso fue hace tan solo unas tres horas atrás. Me sorprende que hayas sido capaz de sacrificarte de esta manera por tu... hermano, sabiendo que somos capaces de matarte —mencionó Ryusei con una sonrisa blanca en su expresión, añadiendo al final una estruendosa carcajada llena de diversión y altanería.

—Lo sé, pero lo que no tengo ni idea es porqué quisiste secuestrar a Takemichi. ¿Todavía sigues resentido por lo que pasó? ¿Crees que él es el culpable de que, según tú, yo te haya traicionado? Porque si es así, déjame decirte que estás equivocado. Vengarte de alguien que no te ha hecho nada es inaudito.

—¿Inaudito? Aprendiste mucho en la escuela con los niños buenos ¿Eh, Chifuyu? —soltó sonrisa burlona, buscando molestarle con cualquier comentario—. Y, aunque me hubiese gustado vengarme de esta manera, déjame decirte que ese no es el motivo.

Chifuyu alzó una ceja incrédulo—¿No fue así?

—Hice un trato con un aliado. El famoso Manjiro Sano, mejor conocido como el Invencible Mikey. Es un poderoso y popular hechicero de la isla, unos de los pocos actualmente. Él quería que yo secuestrara a tu hermano, por cierto motivo personal que no te diré, y le debía entregar el paquete al día siguiente después del asalto al reino.

—¿Y tú qué ganarías con eso?

—Reecontrarme con cierta persona chistosa que vendría a mí para salvar a su tonto hermano. Repito, quería verte, príncipe~ —acercó su rostro al contrario provocando un nuevo y fuerte escalofrío a Chifuyu. 

Sus respiraciones se cruzaron, estremeciendo sus cuerpo por la necesidad del contacto del otro. Pero tal cosa no sucederá, ya que el orgullo por parte de ambos no se los permitiría jamás.

Chifuyu reaccionó desviando su mirada al instante, no se dejaría intimidar por un sucio pirata.

—La verdad, no pareces muy feliz de verme, Sato.

—Oh~ por eso empezaba a arrepentirme, dudaba de querer volverte a ver. No sabía si recibirte con un "Hola, Chifuyu, ¡Qué sorpresa verte aquí! ¿Te has cortado el pelo? Veo que has cambiado mucho... bastardo traicionero e infeliz". O también podría ser un "Buenas, príncipe, ¿Gusta que le degolle con mi espada? ¿O, prefiere la plancha y que los tíburones se lo devoren?".

—Se nota que no tienes resentimiento contra mí.

—Y se nota que tu sarcasmo no ha desaparecido como creí. Ya lo extrañaba, querido~♡

Las mejillas pálidas del pelinegro se tornaron de un tono carmesí. Ryusei, disfrutando de dicha reacción, decidió ir por más.

—La gente de afuera te ha cambiado bastante. Que horror, pero sigues siendo tan lindo... y con unas piernas tan apetecibles~ —dijo el peliblanco con una voz que denotaba deseo, y amplió su sonrisa socarrona al ver como el color carmesí aumentaba de tonalidad.

Por otro lado, Chifuyu estaba a punto de contestarle al chico frente a él lo que tenía guardado en su antiguo vocabulario, que por cierto no eran para nada educado, pero debía de mantener la calma y sus modales. El príncipe se rehusaba a rebajarse a su nivel de vulgaridad. Aunque ganas le sobraban.

—¿Eso es todo lo que dirás? Sí, he cambiado, y me siento feliz con ello. 

— Oh, por favor, Fuyu, tú jamás estarás cómodo entre ellos. Te conozco muy bien. Eras alguien respetado, temido, e incluso te divertías pateando a cualquier imbécil que se te atravesara en el camino... ¿Cambiar esta vida llena de aventuras por los lujos de una prisión sin chiste? Te estás mintiendo a ti mismo, y a mí también.

—Repito, me conocías.

—Sé que mi Fuyu sigue ahí, muy pero muy en el fondo. Y seguro debes de extrañar lo que tú y yo-

—¡Entiéndelo Sato, no volveré a ser el de antes! ¡Yo he cambiado! ¡Y no dejaré todo lo que he estado trabajando estos meses por ti! —exclamó Chifuyu al borde del colapso de su autoconservación.

El pelinegro soltó un suspiro cansado, había dejado salir su estúpido mal carácter de mierda. Debía mantenerse cuerdo y formal. Mantener la compostura como un príncipe lo haría...

"¿Qué haría Takemichi en una situación así?" .

Chifuyu quiso reírse de su propio pensamiento, él ni siquiera quería pensar en lo cerca que estuvo su hermano en meterse en un lío, otra vez, y uno más desastroso que los habituales. Ahora, retomando el hilo del pensamiento, quizás estaría muy asustado y nervioso, como una pequeña presa en las garras de un cazador.

Y con el conocimiento previo a este problema, Chifuyu no se iba a cruzar de brazos. Él le juro a Takemichi que siempre estaría para él, sería quien le cubriría la espalda cuando se hallara en problemas y ambos serían inseparables. Aún si no estuvieron juntos desde su niñez, el deseo de protegerlo era sincero.

El príncipe le prometió a su hermano y a sí mismo ser alguien mejor, cambiar su forma de pensar y demostrarle a todos que solo por ser un descendiente de alguien "malo", no significaba que debía ser uno. Y lo consiguió, logró incluirse y ser uno más. Por eso, no debía de retractarse de sus decisiones, y Chifuyu aseguraba que no volvería jamás a sucumbir a esos malos hábitos del pasado. No volvería a ser el mismo chico rudo e indomable de antes, y tampoco regresaría a su antigua vida.

El silencio del capitán del navío Snake se mantuvo imperturbable ante el repentido grito del príncipe. La característica serenidad del peliblanco reflejaba abvertencia, y, sin medir palabra alguna, podía transmitir aquellos sentimientos peligrosos y más. Era habitual aquella aura intimidante, por eso, ni Chifuyu ni el resto se inmutaron ante ella. 

—Como quieras —contestó Ryusei después de unos minutos de meditación. Y su sonrisa de lado volvió a surgir con más fuerza, sintiéndose seguro de las siguientes palabras —. Sé que en algún momento volverás a mí en busca de diversión, para volver a sentirte libre. Apuesto a que, por dentro, te retuerces de la felicidad porque te secuestré y por fin estás dónde realmente perteneces~ Yo aún recuerdo las noches en que te tuve en mi cama, y como pedías más de mis caricias~ Estoy muy seguro que aún recuerdas aquellos días en los que fuiste mío~ —su voz estaba cerca de su oído y su aliento a menta chocaba inevitablemente con él, tal cual como una serpiente en busca de que su víctima caiga ante el pecado dictado por él. El pulso del pelinegro aumentó por los nervios, aún si en la expresión de Chifuyu reflejara todo lo contrario.

Sus ojos verdosos se cruzaron inmediatamente con los oscuros del moreno, resultando el mismo como mágica e hipnotizante. Chifuyu al percatarse nuevamente de lo que estaba haciendo, cerró los ojos para romper aquel contacto tan dilarante, aquella acción hizo al peliblanco gruñir por ser forzado a desprenderse de la hermosa mirada que portaba aquel terco príncipe. Y se sintió estúpido al comprender finalmente sus emociones conflictivas.

—Eres un desvergonzado, Sato. Soy el segundo príncipe de Gold Hourglass, y estoy muy orgulloso de serlo. No regresaré a ese pasado que tanto me avergüenza, y nunca sucumbiré ante ti.

La risa de Ryusei, cargada de ironía y burla, ambiento por unos breves segundo el lugar, y Chifuyu rodó los ojos por lo escandaloso que se volvió al transcurrir los minutos. Tan irritante y molesto.

—¿Desvergonzado? ¡Pero, si nos divertíamos tanto! ¿Acaso olvidaste lo mucho que te hice feliz, querido~? —soltó el peliblanco de forma perversa, mientras que sujetaba con rudeza las hebras oscuras de Chifuyu, jalandolo hacia atrás, ocasionando que la mirada que tanto lo cautivaba volviera a cruzarse con la suya.

—No olvidaré ni puedo borrar mi pasado. Pero, me otorgaron la oportunidad de cambiar. No importa lo que digas o me hagas. Arruiné tu plan, vendrán por mí y serás castigado. No podrás evitarlo. A menos que me regreses a mi hogar por tu propia voluntad y pidas el perdón de mi familia por tus crímenes. En ese caso, te prometo que tu sentencia será reducida.

—... ¿Regresarte? 

—Sí —Chifuyu respondió, bastante seguro que cumpliría con su palabra.

Pero el pequeño príncipe olvidó un pequeño detalle; no estaba hablando con algún ciudadano del reino, sino con piratas. 

Lo cual causó las risas en conjunto de toda la tripulación, al mismo tiempo que Ryusei lo soltaba para así rodear su estómago en un abrazo para sí mismo, mientras la carcajada en él aumentaba de volumen y se volvía demasiado hilarante por lo graciosa que le pareció aquella "propuesta".

Chifuyu, por otro lado, no le veía el chiste.

—De verdad que te has vuelto más divertido Chifuyu. ¿Tienes clases de comedía? Porque casi me matas de la risa

—Ya quisiera.

—¡Qué risa! Hacía mucho no me reía así —comentó Ryusei mientras se limpiaba una lágrima invisible en su ojo izquierdo. Las risas de sus subordinados seguía de fondo—. Yo no pienso regresarte.

Y , de pronto, al escuchar la confianza en sus palabras, las estruendosas carcajadas cesaron a su alrededor, dejando a más de uno extrañado. ¿Qué estaba planeando su capitán? El plan fracasó, ¿Por qué deberían de mantener ahí a su rehén, si ya no lo necesitaban?

—¿Eh? ¿Por qué mantenerme aquí? Obviamente no estás feliz con mi presencia, y si tanto dices detestarme, ¿Por qué no solo lanzarme con los tiburones y ya?

El pelinegro, por supuesto, de inmediato hizo ver las dudas que otros más tenían y no se atrevían a decir en voz alta.

—No haré eso, Chifuyu —Ryusei respondió en seco para luego darle la espalda.

—Deshazte de mí, ¡Prefiero estar con los tiburones que contigo!

—Tu tenacidad siempre te ha metido en problemas. Pero eso fue lo que más me gustó de ti —y una sonrisa pequeña surgió al murmurar lo último.

—Deja de tontear, Ryusei, lo que alguna vez tuvimos ya no existe. Así que dime de una buena vez qué harás conmigo.

Sato apretó los puños con fuerza sintiendo la frustración a flor de piel. Él no sabía que aquellas palabras tan frías del pelinegro le causarían una puñalada tan dolorosa a su quebrantado corazón. Se supone que ya había enterrado, hasta el fondo, sus sentimientos por Chifuyu.

—¡Pues yo...!

No hubo respuesta.

En realidad, Ryusei se estaba preguntando lo mismo, ¿Por qué lo seguía reteniendo allí cuando ya no era de utilidad?

Reflexionó a profundidad lo que realmente haría con el príncipe.

El deseo y placer de vengarse, que el corazón del pelinegro sufriera lo mismo que él sufrió, le tentaba demasiado. Ver al chico sollozar ante sus torturas, suplicando por piedad y que sus mejillas pálidas se tornaran carmesí debido al llanto. Verlo sufrir sería un deleite. Pero, su corazón le pedía otra cosa.

Sus latidos acelerados pedían ser calmado y delicado. Otorgar caricias a la piel aterciopelada del pelinegro y recuperar su antigua esencia. Tenerlo solo para él, atraparlo entre sus brazos y recibir nuevamente su adoración.

Sato Ryusei estaba indeciso. No sabía qué hacer con el segundo príncipe de Gold Hourglass.

Por el momento, dejaría al chico encerrado en alguna habitación que no estuviese ocupada en su barco. Ya luego pensaría qué hacer exactamente con él.

"Sí, eso haría".

Quizás, en el transcurso del tiempo que Chifuyu permanezca allí, volvería a ser esa persona por la que albergó sentimientos posesivos... O, en el último de los casos, lanzarlo a la fosa de los tiburones.

—Te mantendré encerrado por ahora, mañana vendrá Mikey y tendré que hablar con él antes de tomar una decisión... Ya pasado el mediodía sabré qué hacer contigo —sentenció el peliblanco con seriedad. 

—¡Oi! ¡¿Hasta cuándo me mantendrás aquí?! —preguntó Chifuyu exasperado. El sudor comenzaba a molestarle, y el traje ajustado comenzaba a sofocarlo.

La sonrisa que recibió de Ryusei le puso la piel de gallina, y supo de inmediato que tendría que mentalizarse para lo que se avecinaba.

—Hasta que aceptes lo evidente.

Notes:

Bueno, esta pequeña historia la escribí a modo de práctica para introducirme en la pequeña shipp de Ryusei y Chifuyu, y aún esta en debate su continuación o dejarla tal cual como está, espero que les haya gustado tanto como a mí escribirlo ¡Besos y abrazos de oso polar!