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Omega Sustituto

Chapter 9: Nueve

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Casi cuatro años limpio.

Mandó a la basura casi cuatro años de sobriedad, pero a esas alturas era imposible para él tratar de preservar su cordura sin el apoyo incondicional de un entrañable cigarro, que adormecía su angustia con su amigable nicotina.

Le temblaban los dedos cuando lo encendió, pero un par de caladas después éstas cesaron. Cerró los ojos, aspiró y saboreó. Expulsó y la estela de humo lo acobijó como un cálido manto.  Mierda,  ahora su ropa apestaba a cigarro. Que recordatorio tan nefasto de la débil voluntad que poseía.

Perdóname, Sayuri. Perdóname, Benkei. Perdóname, Shinichiro.

Se deshizo del cigarro aún sin acabar, pero ya se había contaminado en más de una forma.

Esa mañana Yoshio había tenido el descaro de aparecer en el taller de Shinichiro. Sosegado e indiferente, luciendo tan altanero con esa expresión de grima al notar la grasa empapando la mayor parte de la camisa y las manos del alfa. Wakasa había estado preparando el almuerzo mientras vigilaba a Manjiro jugando en la sala cuando escuchaba la discusión. Al oír la voz iracunda de su padre alzándose con autoridad, Manjiro fue el primero en reaccionar con inquietud; pues eran realmente  poquísimas  las veces que lo había oído así.

—Oye, niño. Ven aquí —Wakasa lo atrajo hacia él, tratando de concentrarse también en la conversación del taller.

—Papá está enojado —le susurró con evidente consternación.

—Seguramente es Takeomi de nuevo, algún cliente necio o, quién sabe, vendedores —dijo mientras lo levantaba para conducirlo con apremio hacia su habitación.

Le ordenó que le esperara allí, pues él iría a "ahuyentar" a la razón del enojo de su padre. El al inicio se rehusó, pues él también quería ser testigo del drama que había maquinado niño su inmadura cabecita, pero Waka tuvo que recurrir a los condicionales para mantener cautivo en la habitación. Solucionado con un par de golosinas fuera de los horarios establecidos.

Cuando volvió con la discusión, ésta aún prevalecía con el mismo ritmo despectivo y colérico. Sin embargo, debido a que se perdió el punto de partida, no lograba conectar correctamente el resto de diálogos para poder descifrar la posible causa del pleito. Shinichiro no era una persona atrayente de problemas. Aunque quizás su pasado no estaba del todo impío, ahora que era padre de familia huía de cualquier tipo de problema que pudiera terminar salpicando involuntariamente a su familia.

Y escucharlo gritar y gruñir así... Sus feromonas sintiéndose tan tensas, tan repulsivas, tan sofocantes. Ni siquiera podía reconocerlo.

—¡NO TIENES PERMITIDO BAJO NINGUNA CIRCUNSTANCIA AMENAZARME EN MI PROPIA CASA, MALDITA SEA!

—Te dije que quería hablar tranquilamente. Eres tú quién pierde los estribos, yo sólo estoy informándote. Si insistes en verlo como una amenaza...

—¡Lárgate, Yoshio! ¡No estoy dispuesto a escucharte! ¡VETE O VOY A...!

—¡Baja la voz! El niño puede oírte. Los hijos no deben oír a sus padres discutir, ¿sabes eso?

Shinichiro soltó un bufido sardónico que fue secundario por una carcajada.

—¡Vaya, eres el padre del año ahora! En serio eres tan descarado...

—Bueno, cometí errores, lo admito. Pero, trato de remendarlos, ¿no cuenta eso para ti?

—No me jodas, Yoshio. ¿Por qué ahora? ¿Porque lo viste un par de minutos? ¿Cuatro minutos mirándolo justifican cuatro años de abandono para ti?

—No lo veas como un favor hacia mí, Shini. Míralo con la perspectiva de Manjiro... Piénsalo, ¿crees que tu hijo no merece conocer a quién lo trajo al mundo? ¿Vas a quitarle el derecho de conocer a su otro papá?

Wakasa lo sintió como una perforación en ambos pulmones.

Después de varios meses sin movimiento alguno del omega del que Shinichiro le había hablado, pensaron que estarían bien; que, después de todo, no se atrevería a intentar algo en contra.

Y ahí estaba finalmente. Ni siquiera hacía falta ahora oír la parte inicial de la conversación para darle sentido. Yoshio estaba  exigiendo  relacionarse con Manjiro a cualquier costo, si era eso lo que significaba el primer grito que oyó de Shin.

—Él no te necesita, Yoshio. Ya no.

—Shini, por favor. No me obliga a hacer este asunto más grande de lo que ya es... Solo llegaremos a un acuerdo recíproco y...

—¡Que no, Yoshio! ¡Manjiro te necesitó alguna vez y tú sólo te fuiste! No quieras venir dártelas de arrepentido ahora, por un carajo... Él ya no te necesita.

Yoshio estaba por replicar, pero algo le detuvo.

Fue la silueta de Wakasa finalmente asomándose, ostentando un aura tan hostil como para hacerle gruñir involuntariamente. Bastó con una sola inhalación para que Yoshio percibiera la mezcla de aromas y dilucidara todo.

—Ah, así que a eso te referías... —murmuró con voz ronca, pero sin mirar al alfa, sino fijando sus ojos en el nuevo omega presente; quién también lo miraba fijo y furibundo.

— ¿Qué estás buscando aquí? —Wakasa tenía que dejar de lado su colapso anterior y afrontar esa amenaza.

Yoshio tenía razón en algo: Shinichiro estaba perdiendo los estribos. Si lo dejaba solo, la furia terminaría cegándolo y Manjiro seguía estando en casa. Así que era su debía dar un paso al frente de  su familia .

—Algo  mío  —Yoshio se aseguró de recalcar—. Y tú no tienes nada qué ver aquí.

—Cállate, Yoshio. Wakasa ha sido más padre de Manjiro que tú —Shinichiro intervino, cubriendo al omega con su cuerpo—. No te permito hablarle así.

—¡Fui yo quién lo parió, maldita sea!

—¡Y aún así casi lo deja morir! —Wakasa volvió a saltar a Yoshio, gruñendo con recelo y cólera.

La discusión pronosticaba alargarse indefinidamente al ninguno estar dispuesto a ceder. El punto final hubiera sido incierto, de no ser porque Shinichiro fue capaz de captar a tiempo la sombra en miniatura justo en el umbral que conectaba con un pasillo de su casa. Prácticamente saltó de su lugar, llamando la atención de los omegas que al instante pararon su discusión para mirarlo. Entre tropezones llegó al umbral, dónde se arrodilló ante el semblante inquieto de Manjiro.

— ¿Qué haces...? No, no deberías estar... —El alfa no era capaz de modular ni una silla. No cuando tenía en frente la carita angustiada de su bebé, que se dirigió a Wakasa también cada ciertos parpadeos.

—¡Manjiro, te dije que esperaras en tu habitación! —El omega no sonó molesto, ni reclamante; sonó desesperado.

Pero el niño que aún no terminaba de aprender sobre emociones humanas sólo captó la manera en que su papá le había alzado la voz; y se encogió en su lugar.

—Vaya. Haces un estupendo trabajo, eh —Yoshio bufó con sorna, mirando al otro omega con el ceño fruncido.

—No creo que tengas derecho a opinar aquí. Cierra la boca —Waka espetó entre dientes, queriendo evitar lucir más aterrador sin querer en presencia del niño.

—Guarden silencio los dos —Shinichiro intervino, apenas mirándolos de reojo y encapsulado un grito en un murmullo agresivo. Luego volvió a dirigirse a su hijo—. Jiro...

—¡Papá, yo pinté en la pared, pero no lo volveré a hacer! ¡Promesa!

La confesión tomó desprevenido al alfa.

Es decir, había visto los rayones en las paredes, pero no lo había considerado un mal comportamiento o algo indebido. Había pintado pequeñas estrellitas (o un intento de ellas) junto con huellas de manos y dedos en una reducida esquina de uno de los pasillos de su habitación. Claro que se había dado cuenta, pero había quedado encantado con el resultado. Aunque sí le dio un recordatorio sobre no pintar las paredes, no hubo mayor repercusión; al fin y al cabo, planeaba pintar las paredes en el futuro.

Ahora Manjiro se lo estaba confesando por sí solo, luciendo asustado, nervioso de su entorno, a punto de llorar. No conseguía entender la razón para el arrebató de sinceridad tan abrupto.

—Lo siento. No estén enojados, por favor. No lo volveré a hacer.

Wakasa fue el primero en entender, y casi se arrojó al suelo junto a Shinichiro para mirar fijamente a Manjiro.

—No, pequeño, no estamos enojados contigo —le dijo casi con suplica, tomando sus mejillas entre sus manos—. Son... son cosas de grandes, ¿sí? No es tu culpa.

—Desde un primer momento vine en buenos términos, pero ustedes se han dedicado a gritar. Que buen ambiente para un niño pequeño, eh.

El tono burlesco y despectivo fue un ultimátum para Wakasa, que se levantó abruptamente para encararlo y gruñirle. Yoshio no se permitió perturbarse en lo más mínimo. Mantuvo una mirada fija y ceñuda contra el omega hostil que amenazaba con abalanzársele encima.

—Cállense los dos. No es el momento para esto.

La voz de Shinichiro, a pesar de no sonar elevada, fue evidente el reproche y la autoridad. Yoshio ciertamente estaba impresionado, pues ese alfa imperioso que de pronto estaba dándole órdenes no se parecía en nada al alfa dulce y torpe que había dejado atrás hace años.

Shin tomó en brazos a su niño y se apresuró en adentrarse a su casa sin siquiera molestarse en verificar que ambos omegas no estuvieran matándose ya. Lo único que invadía su cabeza era sacar a Manjiro de allí y brindarle todo el consuelo que necesitara.

Wakasa se doblegó al ver la imagen del alfa alejándose a paso raudo sin vacilar ni mirar atrás, con su bebé escondiéndose en la curva de su cuello.

Y dejándolo atrás.

—Hablemos tú y yo a solas en otro lado.

Yoshio se mostró reacio, pero terminó aceptando (aunque Wakasa pronunció más una orden que una petición) y salieron del taller sin ningún aviso previo al alfa. De todas formas, seguramente ahora no quisiera ver algo más que a su hijo.

***

—Sé que soy atractivo, pero que otro omega me invite a una cita me hace sentirme engreído. No pensé que fuera tan así.

—Sólo cállate.

Wakasa optó por un café a un par de cuadras del taller. Sabía que esa no era una hora precisamente concurrida y —previniendo cualquier escenario escandaloso— rápidamente lo contempló como una buena opción. Así, si de pronto se le antojaba partirle la cara a Yoshio, no habría gente suficiente que lo detuviera.

Wakasa eligió embriagarse de cafeína azucarada, al no contemplar ese como un buen momento para el chocolatoso menú que ofertaban. No acostumbraba a sumarle tanta azúcar al café (aún más si éste ya estaba cargado), pero creía conveniente tener alguna reserva de energía por si acaso.

—Para tu desgracia, debo declinar. Estoy casado.

Yoshio torció los labios con exageración, al mismo tiempo que alzaba su mano para ostentar sin ningún intento de disimular el anillo en el anular. Una piedrita centellaba en el centro.

Wakasa alzó las cejas con asombro sarcástico y eligió ignorar toda esa payasada.

—¿Por qué quisiste regresar?

El semblante de Yoshio trasmutó a uno más alerta, finalmente dejando al margen sus innecesarios chistes.

—Es mi hijo.

—¿Y apenas lo recuerdas?

Fue evidente la resistencia que Yoshio tuvo que empeñar para no abalanzarse sobre Wakasa y obligarle a comerse sus propias palabras.

—¿Y por qué crees que este asunto te concierne? Ser pareja de Shinichiro, no te convierte en el padre de su hijo.

—He estado con él desde su primer día de vida —arrastró sus palabras junto a la cólera que le produjo ese comentario—. Desde el día que tú lo abandonaste.

Yoshio alzó una ceja brevemente antes de entrecerrar los ojos con notoria sospecha. Incluso su espalda se había enderezado un poco más.

—¿Te importaría explayarte un poco más con esa historia?

Esa fingida condescendencia, pero con legítimo interés quiso provocarle arcadas a Wakasa. Titubeó en sí debería contarle la historia de fondo o no, pero al final lo hizo. Fue breve y superficial, centrándose solo en sus escenarios junto a Manjiro y omitiendo toda historia ajena a él.

Creyó ver un ligero atisbo de doblego en el semblante de Yoshio, pero no el suficiente para decretar una culminación pacífica.

—Mira, te agradezco y todo —ni se molestó en ocultar el esfuerzo que implicó esa mísera frase—, pero es mejor que te ocupes de tu propio hijo y dejes a Manjiro con su verdadero papá.

El corazón de Wakasa dio un vuelco súbito y violento. Fue como si toda la cafeína de golpe se asentara en su corazón y le provocaran golpes retumbantes contra su pecho. La garganta se le cerró y se privó de oxígeno durante un par de segundos, haciéndolo sentir aturdido.

—¿Q-qué dices? —logró formular en automático aún sobre el algodón que turbaba su cabeza.

Yoshio se mostró desconcertado por la reacción, pero no le pareció suficiente para pensar desviar el tema o frenarlo al menos.

—Bueno, si tenías leche suficiente para amamantar debiste tener un bebé. La leche no se crea así nada más, ¿o sí?

Wakasa soltó el aire retenido por sus labios entreabiertos. Pestañeó un par de veces y respiró profundo para absorber la compostura que casi se le fue arrebatada por una conjetura errónea.

No había sido a propósito, y al menos eso lo consolaba.

—Mi hija murió antes de nacer, Yoshio.

No necesitaba más explicaciones. Yoshio armó la historia completa con la última pieza faltante y de inmediato sus facciones se desfiguraron en pavor. Sus labios temblaron en respuestas vacilantes que no conseguían despegar de su lengua.

—Y-yo... Lo siento, no lo sabía. Pensé... —apretó los labios con vergüenza y agachó la mirada—. Te prometo que no era mi intención... Carajo, lo siento mucho, de verdad.

Wakasa alzó una mano en solicitud de interrupción. Yoshio asintió sutilmente, luciendo sumiso después de ese garrafal error.

Al menos no era un idiota indiferente. No podía ser del todo una mala persona, quizá.

—Tuve una bebé —mencionó algo vacilante. Wakasa le oyó con atención—. Dos años después. Su nombre es Emma.

—Lindo nombre —respondió sin intenciones de sonar desdeñoso, pero resultando así de todas formas.

—Quiero decir —Yoshio parecía aplicar un esfuerzo abismal para no dejar denotar su nerviosismo—. Después de tenerla, fue como si un mundo nuevo se abriera para mí... Realmente no deseaba esa vida hogareña de casado, ni de papá, ni nada de eso.

—Hasta que pensaste en ella como parte de ti, ¿no es así? —la tristeza surcó sus labios, alzándolos en una sonrisa pequeña—. Hasta que pensaste en ella como tu último y mayor impulso.

Yoshio guardó silencio, pero la manera en que sus rasgos se doblegaban y se permitía sonreír muy sutilmente, denotó para Wakasa que había pronunciado las palabras correctas que en su propia boca no habrían sabido armarse debidamente.

—Abandonarlo fue un error que probablemente jamás termine de arreglar —empezó entre susurros temblorosos—. Pero, tenía miedo... Mi vida no era tan buena ni tan estable. Estar con Shinichiro (quién no estaba en mejores condiciones que yo) sólo por un bebé sonaba demasiado desalentador; no sólo para mí, sino para él y el bebé. Forzar una familia cuando ni siquiera sentíamos algo por el otro... No era una vida que yo quería.

Wakasa apretó los dientes. Quería odiarse por no tener el control sobre sus emociones que desearía tener, pero un pequeño atisbo de empatía surgió en él al oírlo. No fue la miserable faceta nueva que le mostró, ni fue su voz resquebrajada; fue el recordar que alguna vez él también pasó por esos temores, aunque al menos él tuvo a Benkei acompañándole y (afortunadamente) nunca supo la identidad del alfa que lo embarazó. Tenía el ligero presentimiento que de haber sido así, sus situaciones no hubieran desvariado tanto.

Aunque él no creía que habría tenido valor suficiente para dejar atrás a un bebé cuyo llanto ya había resurgido de sus propias entrañas, de un bebé que ya existía, que ahora pertenecía al mundo también, listo para amoldarse en sus brazos.

—¡Pero, ahora estoy mejor! —recalcó con tal efusividad que era difícil de determinar si se trataba de orgullo legítimo o mero auto convencimiento—. Cambié después de conocer a mi actual esposo y papá de mi hija. Me adapté a una vida doméstica y ahora, que lo conocí cuatro años después, quiero corregir lo que hice. Solo... quiero otra oportunidad, por favor compréndeme.

—Quiero comprenderte —empezó en un susurro dócil—, pero necesito que me comprendas a mí también. Cuando perdí a mi hija, yo... sentí que moría. Que mi último destello de esperanza me abandonaba injustamente, creí que no lo soportaría. —Tomó un respiro para despejar la presión que amenazaba su garganta—. Y cuando aprendí a querer a Manjiro... sentí que volvía a vivir.

Se fundieron en un momento de silencio. Yoshio mantenía el rostro abajo, denotando cuanto habían reverberado en él sus palabras.

—Se volvió parte de mí y de mí vida, así que no estoy dispuesto a renunciar a él y menos por tí. Yo no voy a abandonarlo.

Ante el decreto firme de Wakasa, la única opción para Yoshio fue suspirar con desdén y algo de resignación. Apretó los labios y su mirada decayó en su taza de té casi intacta.

—Te ayudaré con Shinichiro siempre y cuando no hagas estupideces precipitadas... Si de todas formas estás considerando hacerlo, te recuerdo que tienes una deuda de cuatro años de pensión. —Sus ojos se entrecerraron con sombría furia, transmitiendo con sus difusos iris la cólera que había tenido reprimida—. Estoy dispuesto a hacer que vomites esa deuda si tomas una decisión errónea.

Si la amenaza logró turbar un mínimo ápice de la voluntad de Yoshio, lo escondió tras una risita corta y amarga que culminó en una sonrisa sardónica. Tardó un par de segundos, pero cerró los ojos y soltó su resignación en un suspiro ruidoso.

—Lleguemos a un acuerdo, entonces.

Cuando finalmente se libró de esa disputa, antes de dirigirse a casa, se plantó en la tienda de conveniencia esquinera y minutos después salió de ella con un paquete de cigarrillos en el bolsillo y un encendedor enterrado en la mano.

Para cuando llegó a casa, el paquete estaba abierto y había un cigarrillo menos en él.

***

Quizá en otra situación hubieran podido ser amigos incluso, quién sabe.

Antes de despedirse y cuando la tensión se disipó, Yoshio lo honró con una pequeña introducción de su vida: Emma tenía dos años, pero se había casado con su padre alfa cuando ella tenía apenas un añito. Él lo describió como un match instantáneo, o como amor a primera vista si realmente creía en ello. Coincidían en diversas ideologías y la convivencia era fácil. Rápidamente se acostumbraron al otro y a ninguno le pareció fatal la idea de formar una familia. El alfa (cuyo nombre fue tan irrelevante que ni siquiera lo recordó) ya tenía un hijo antes de su compromiso con Yoshio. Era un niño ya algo mayor, actualmente tenía ocho años apenas. Yoshio describió su relación con él como "verlo como un hermano menor", pero aparentemente ambos estaban cómodos con la asignación. Él realmente hablaba con mucho cariño sobre el niño, aun si no tenía intenciones de verlo como un hijo más. Incluso mencionó estar ansioso de presentarlo con Manjiro y ver qué clase de vínculo formarían.

Yoshio era un omega de carácter ufano salpicado con destellos risueños. Era complicado discernir si cualquier comentario que su boca escupiera era honesto o alguna referencia pasivo-agresiva, pero era sencillo notar el frenesí no sólo en sus palabras, sino también en sus rasgos estirándose en sonrisas y expresiones soñadoras cuando hablaba de su familia. Dato que le aportó cierta credibilidad con Wakasa.

Intercambiaron contactos. Obligó a Yoshio a jurarle que no lo contactaría a menos de que él lo hiciera primero, pues lo más seguro era que necesitaría un extenso debate con Shinichiro para que accediera al menos a dejarle ver al niño un par de veces. Era una situación tan complicada como atosigante, sumado al hecho de que probablemente pudo haberse evitado si Yoshio no hubiera permitido que su orgullo y capricho actuaran por él.

Shinichiro no era un mounstro, ni mucho menos una mala persona. Estaba seguro de que, si sus encuentros se hubiesen dado de otra forma, hubiera podido considerarlo por sí solo; pero lo cegó el miedo de la posibilidad de perder a su niño.

—¿Oí mal o realmente me estás pidiendo que considere esta estupidez? ¿Te das cuenta de lo que me estás pidiendo? ¿De qué lado se supone que estás?

A pesar de tratar de mantener la voz baja para no turbar al niño que dormía escaleras arriba, su tono logró mantenerse mordaz e imperioso; aunque fue insuficiente para aplacar el carácter de Wakasa.

—De lado de Manjiro, de su bienestar y su salud mental —recalcó sílaba por sílaba con firmeza, pero sin sonar arbitrario—. Esta disputa no parará hasta un acuerdo, y el único afectado será su hijo.

—¿Quieres que permita que se involucre con alguien que lo abandonó al nacer? ¿Con quién lo ignoró durante cuatro años? —soltó una risa avinagrada—. Debes estar bromeando.

—No lo hagas por él, sino por tu hijo...

—¡Genial! ¡Y ahora el mismo maldito discurso que él usó!

El omega apretó los labios y cerró los ojos cuando exhaló el aire que había estado reteniendo. Shinichiro ahora no estaba en plenas facultades emocionales para soportar una petición de tal magnitud. Definitivamente se precipitó con la petición.

—No hablaré ahora contigo. No si piensas gritarme sin siquiera detenerte a escucharme —decretó con solidez, asegurándose de mostrarse inquebrantable ante el alfa que lo miraba sin pena con cólera—. Quizá no fue correcto tomar una decisión que no me pertenece, pero prefiero que me odies a que ese niño sufra los estragos de una disputa sin arreglar.

Una decisión que no le pertenecía. Al final del día, y aún por mucho que lo deseara, Manjiro no era su hijo; ni por concepto biológico ni por concepto legal.

Dejó que Shinichiro despotricara a su antojo y abandonó la casa. Shinichiro necesitaba tiempo para registrar la solución sin que se le interpusiera el temor o la ira, y era mejor que lo lucubrara en silencio y soledad.

Para cuando llegó al departamento de Benkei, ya eran dos cigarros menos del paquete. 

***

Desechó la tercera colilla del día junto al paquete completo en el basurero más cercano a casa.

Cuando volvió, ya pasaba la media noche. Había irrumpido el apartamento de Benkei durante todo su tiempo fuera y se la pasó echado en su sofá, mirando al techo y manteniendo conversaciones ausentes con el alfa sobre cualquier tema mundano que llegara a su cabeza. Cualquier cosa servía si se trataba de evadir la discusión que amenazaba con reproducirse en secuencia y reversa en sus oídos (sin tener que recurrir a la nicotina de nuevo).

La casa estaba en silencio y a oscuras. Una herida directo a su costumbre mutua de siempre esperar la llegada del otro para poder dormir juntos. Wakasa titubeó sobre si optar por su habitación compartida con Shinichiro, o sólo hacerse un lugar en el sofá... Pero su espalda terminaría abollada y tenía clases que impartir al día siguiente. Colarse a la habitación de Manjiro definitivamente no era una opción ahora, no después de haber...

Bueno, sería su primera noche incómoda con Shinichiro.

Lo encontró recostado de lado, muy rígido para alguien que usualmente tenía una facilitación tremenda para relajarse demasiado al dormir. Ya se había cambiado de ropa antes de entrar a la habitación para eliminar rastros de olores anormales, así que directamente se metió en las sábanas junto a Shinichiro. Este apenas se movió y Wakasa se volteó al instante para darle la espalda.

—Manjiro preguntó por ti —comentó el alfa en voz baja, sin voltearse aún.

—¿Y qué le dijiste?

—Que habías ido por ese famoso pastel nube del centro comercial, dónde las filas son tan largas que seguramente tardarías muchísimo.

Hijo de...

—Entonces mañana debo conseguir ese dichoso pastel nube, ¿no es así?

—Por supuesto.

—¿Eres consciente de que tendré que madrugar y aún así estaría metido en una fila enorme?

—Correcto.

—Correcto.

Un nuevo silencio los rodeó. Ninguno se atrevía a voltearse aún. Un par de minutos después Wakasa se resignó a tratar de dormir.

—Me prometes que no me lo quitarán?

El susurro de Shinichiro sonó tan roto, tan frágil, tan desalentador que a Wakasa se le rompió el corazón.

—Te prometo que  jamás  dejaráé que eso ocurra.

Aún si el compromiso de Yoshio no era confiable ni convincente, su declaración definitivamente sí lo era.

***

Al día siguiente, después de horas que parecían perpetuos estancado en una fila, volvió a casa con el pastel nube finamente empaquetado.

Y con una nueva cajetilla de cigarrillos en el bolsillo, junto a tres chupetines de fresa; pero eso no tenía por qué ser relevante para alguien más. 

Notes:

Puedes encontrar este trabajo en wattpad bajo el mismo nombre :) Encuentrame como @YamilethWithY.

¡Allá el fic tiene más avance!