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Verano de 1998
Harry y Ginny se aparecieron en el Valle de Godric. Harry estuvo unos minutos conteniendo las náuseas y Ginny con las manos en el estómago. La aparición conjunta siempre los mareaba. Después de reubicarse y dejar de visualizar dos árboles cuando solo había uno, se dieron la mano y caminaron hacia el centro del pueblo.
Vieron la estatua de la familia Potter con un Harry de un año en brazos de sus padres. Se quedaron un rato observándola y, finalmente, conjuraron un ramo de lirios que dejaron junto a los mensajes que escribieron los magos al Elegido durante muchos años.
Se dirigieron al cementerio, cruzaron la verja.
Caminaron entre las tumbas leyendo los nombres. Pues Harry no recordaba donde se encontraban.
Vieron la tumba de los Peverell y después, anduvieron hacia la tumba de Kendra y Ariana Dumbledore y rezaron una oración. Posteriormente encantaron un ramo de lirios que depositaron sobre las lápidas.
Siguieron su camino hasta encontrar las tumbas de Fleamont y Euphemia Potter.
— Abuelo Fleamont, abuela Euphemia, sé que cuando nací ya estabais muertos. Me hubiera gustado conoceros y poder saber lo que se siente al tener unos abuelos que te quieren, como los demás niños de la escuela muggle a donde fui y más tarde en Hogwarts. O saber lo que se siente al tener unos abuelos que te malcrían. Me gustaría presentaros a mi novia, Ginny Weasley. — esas fueron las primeras palabras de Harry a sus abuelos paternos.
— Es un placer conocerles, señor y señora Potter. — Ginny hizo una pequeña sonrisa triste y un asentimiento de cabeza.
Rezaron una oración, dejaron un ramo de lirios y se fueron a las tumbas de James y Lily Potter. Harry quería presentarles a sus padres su novia, aunque ya no estuvieran en el mundo de los vivos
— Papá, mamá, ojalá haber podido crecer siendo criado por vosotros. Pero, Tom Riddle no nos lo permitió. Sé que estáis orgullosos allá donde estáis de lo que me he convertido y de lo que he conseguido. Me gustaría presentaros a mi novia. — a Harry se le quebró un poco la voz y le saltaron las lágrimas, a Ginny también — Ginny Weasley.
— Me hubiera gustado conocerles en persona, señor y señora Potter. Sé que habrían sido unos suegros estupendos. — Ginny hizo un asentimiento de cabeza y se secó las lágrimas.
Después de dedicarles una plegaria y depositar un ramo de lirios sobre sus lápidas, entrelazaron sus manos y se fueron del cementerio rumbo a casa.