Chapter Text
Estaban uno unido al otro, abrazados y acurrucados en el cuarto de una posada (otra vez) en una ciudad sin relevancia de Greed Island. Volverían a entrenar, perdidos en la nada con Bisky, mañana en la mañana.
Sólo se habían quedado por la comodidad, después de todo, se habían pasado todo el día consiguiendo las cartas faltantes. Algunas de las tareas para llevar a cabo aquello habían sido más tediosas que otras, unas pocas más difíciles que el promedio.
Bisky no era partidaria de dejarlos dormir cómo seres normales en una cama en vez de un suelo duro y rocoso, pero lo permitió, similar a la vez pasada hace casi dos semanas.
No había necesidad de contexto o de alguna excusa, se había vuelto costumbre dormir abrazados desde que Killua fue atacado por aquella carta; ¿Y había necesidad de seguir siendo mitad-gato? No, al menos no una real, porque para Killua sí que era necesario.
A veces se sentía culpable por disfrutarlo tanto, por "aprovecharse" de la situación. Sabía que si volvía a su forma natural Gon ya no le daría mimos, todo volvería a la normalidad tal y cómo correspondía. Killua sería Killua y no un adorable gato no tan gato pero con la misma ternura de uno real, Gon seguiría siendo Gon y Gon no tendría una buena y directa razón para darle a Killua toda esa atención.
Esa atención que no merecía pero anhelaba tanto.
Era como un bombardeo, y era abrumador pero fascinante. Lo hacía derretirse y estallar por dentro, quería morir en los brazos del moreno y aún así eso no sería suficiente para saciar su hambre de tacto.
Gon era… Gon era todo lo que Killua había pedido y más, la luz personificada, el único con la capacidad divina de brindarle calidez a su entumecido cuerpo.
Killua no podía dejar pasar la oportunidad.
—¿Qué pasa? —Gon le preguntó esa noche, hurgando entre su cabello con sus dedos.
—¿Qué pasa de qué? —Killua le devolvió la pregunta, frunciendo el ceño.
—Has tenido tus orejas abajo desde que nos acostamos —Gon bostezó, era más que tarde, rozando la madrugada; se habían estado dando cariñitos mientras ignoraban que apenas saliera el sol Bisky vendría a secuestrarlos para llevarlos devuelta a la dura rutina—. Sólo tienes tus orejas abajo cuando te doy mimos, o cuando estás asustado… o triste.
—B-bueno, me estás dando mimos ahora mismo —Killua se sonrojó, y trató de disimularlo pero la vergüenza lo hizo apartar la mirada.
No sé había dado cuenta de la posición de sus orejas gatunas, gran parte del tiempo era inconciente respecto a ellas. Tener rasgos felinos ya se había vuelto lo "normal", aunque de igual forma había pasado el tiempo suficiente cómo para conocer tanto las desventajas cómo las ventajas.
En realidad, Killua había estado pensando en volver a la verdadera normalidad desde hace tiempo. Y a pesar de tener la cura para su estado en la boba carpeta de Bisky, no lo hacía porque temía que su relación con Gon cambiará; aunque nunca tuvo que llegar a ser así en primer lugar.
—Sí pero no tantos, tú sólo bajas las orejas cuando te doy mucho, mucho cariño —Gon sonrió, acariciando su cabeza. Killua tenía su cabeza apoyada en su hombro, abrazando el brazo de Gon contra su pecho.
—No es nada en particular, tonto. Estás viendo cosas —Killua refunfuñó, rodando los ojos.
De las mayores desventajas de poseer aquellos rasgos extra, era que sus emociones quedaban muy a la vista de cualquiera que supiera leer el lenguaje de un felino.
Killua había trabajado mucho, desde que era un infante, para ocultar sus emociones con una cara tallada en piedra de rasgos duros y ojos sombríos.
Y ya no usaba esa careta, pero seguía manteniendo cierta discreción. No le agradaba ser transparente, odiaba que la gente pudiera leerlo cómo si fuera igual de legible que un gato, ¡Un simple gato…! Él había sido criado para ser un asesino, uno que no dejaba que sus emociones dominarán ni sus actos ni sus expresiones.
—Andas muy pensativo también, —Gon agregó— aunque Killua siempre piensa mucho… pero últimamente más. ¿Pasa algo?
—Ya te dije que no… —susurró, escondiendo un poco más su rostro en la unión de su hombro y cuello, Killua quiso volverse más y más pequeño hasta el punto de desaparecer.
Gon siempre pudo leerlo de alguna manera. Tuvo una ventaja sobre todos los demás que trataron de suponer qué sentía o qué pensaba, Gon tenía algo aparte de sus sentidos superdotados que inmovilizaba a Killua y lo dejaba expuesto, pero desde que fue atacado con la carta eso se había duplicado; se había vuelto incluso más sencillo que antes.
—Por favor, Killua, dime —Gon miró a Killua a los ojos, suplicando con esa expresión digna de un adorable cachorro.
El albino quiso no ceder, mantener sus barreras elevadas e imponentes ante su ¿Mejor amigo?, no quería volver a ser fácil de leer. No se suponía que Gon supiera…
—Tus orejas bajaron aún más —Gon observó en voz alta, acariciando su espalda baja con círculos que lo sofocaban; era mucho, era mucho cariño hirviendo en su pecho, llenándolo de algo que no merecía.
El tacto ajeno se fundía en su piel, hacía que Killua quisiera suspirar de satisfacción por la calidez que le brindaba—. Gon… —murmuró, fingiendo que no se estaba rindiendo.
—Killua —Gon también lo llamó por su nombre, susurrándolo de una forma totalmente surreal justo en su oreja, Killua se estremeció.
—Simplemente… estoy pensando en una tontería, no es importante —Killua trató de ignorar cómo los dedos se aferraban a su cintura, metiéndose por debajo de su camisa para tener un contacto real con su lechosa piel.
—¡Puedes contarme! —Gon sonrió—: puedes contarme lo que quieras…
Killua tomó aire.
Estaba confundido, es todo. Pensando más de lo que debería, tal y cómo hacía siempre.
Debería ya estar acostumbrado a ser víctima de las acciones repentinas de Gon, él siempre había sido así; haciendo cosas sin ser consciente de su efecto en Killua, de cómo lo dejaba expuesto y vulnerable a todo lo que le hacía sentir.
¡Y no le molestaba! Generalmente ni siquiera le importaba, pero cuando sus acciones repentinas eran tan… buenas, hacía que los sentimientos más prohibidos de Killua salieran a la superficie.
Estaba carcomiendo su mente en busca de respuestas a una pregunta tonta: ¿Gon seguía viéndolo sólo cómo su mejor amigo?
Y quería que la respuesta fuera sí, pero otra parte de su mente anhelaba algo más.
—¿No es extraño…? —dijo en su lugar.
—¿Qué? —Gon ladeó su cabeza, con sus ojos color caramelo brillando.
—Abrazarnos… besarnos… eso… —Killua tuvo que apartar la mirada, apretando sus dientes—, eso es algo que hacen las parejas.
—Bueno, ¿Y qué si lo hacemos y no somos una?
—¡Es raro! —Killua chilló. El rastro rojizo de acuarela en sus mejillas se intensificó en un difuminado duro de tinte rojo, Killua sintió el calor.
Los dedos de Gon en su espalda baja dejaron de moverse, y sus ojos siguieron buscando chocar con los orbes azulados que se escapaban del temido contacto visual.
Gon se separó del abrazo; Killua no pudo evitar sentir que le arrancaban una extremidad del cuerpo.
El moreno se sentó a su lado, con sus piernas al estilo mariposa y una expresión serena en su rostro.
—¿Qué quieres decir? —Gon habló, sin su tono alegre habitual, con la tranquilidad vibrando en su voz; fue extraño.
Killua siguió recostado en las almohadas, se encogió en su sitio y se hizo una bola, apretó sus puños al igual que sus labios:
—Me confunde…
—¿Te confunde? —Gon ladeó su cabeza aún más, arqueando una ceja.
—Dijiste que te gustaba besarme… —Killua recordó la otra vez, donde Gon lo llenó de mimos y palabras afectuosas que se quedaron grabadas en letras mayúsculas dentro de su cabeza—, p-pero los amigos no se besan… ni siquiera los mejores amigos.
Killua siguió sin mirarlo, a pesar de sentir que Gon sí mantenía su mirada en él.
—Pero tú dijiste que también te gustaba, ¿No? O al menos eso entendí… —Gon rascó su nuca, bajando su mirada a su propio regazo.
"No, no, no…" Killua se asustó al notar ese tono cohibido en su voz, ¡No quería que Gon se sintiera mal!
—¡S-sí me gusta! —Killua exclamó rápidamente, dándose la vuelta para darle la espalda a Gon y poder pronunciar sus siguientes palabras—. Me gusta todo lo que hacemos, no me gustaría tener que parar alguna vez pero… sólo haces esto porque soy adorable o algo así, ¿No?
—Killua siempre ha sido adorable.
—¡No, idiota…! Me refiero por las orejas y la cola… de no ser por mi apariencia tú nunca… ¿No es así? —Killua ni siquiera quiso terminar ese flujo de palabras, y el silencio repentino hizo que en su estómago se formará un nudo.
Tendría sentido. Gon es alguien muy directo, pensó que Killua se veía adorable, tuvo curiosidad, respondió sus dudas y descubrió que era divertido compartir esos momentos con Killua.
Los besos no significaron nada, ¿No? Para Gon Freecss no tuvo que haber sido más que una muestra de afecto amistosa, una que combinaba con el contexto de la situación; el ambiente entre los abrazos y los ronroneos se prestaban para compartir el calor boca a boca.
Quizás Killua fue el único que vió algo más en algo tan simple cómo lo era un beso…
—No lo sé, Killua… yo sólo sé que gracias a eso pude acercarme y descubrir que me gusta darte mimos —Gon suspiró—, me gusta besarte, abrazarte y todo eso… ¿Qué tiene de extraño?
—¡Somos amigos!
—¡Claro que lo somos! —Gon exclamó—. Eres mi mejor amigo, eres muy especial para mí, ¡Por eso también disfruto de darte cariño…! No hay nadie más con quién me gustaría hacer eso —Gon afirmó, reformulando sus palabras poco después—: bueno, tal vez con Mito-san, pero no los besos. ¿Sabes?
—¿Y con tus otros amigos?
—¿Eh? No. ¡Ya lo dije, Killua! Sólo contigo.
—¿Y sólo por qué soy tu mejor amigo? —Killua se rió incrédulo.
—Sólo porque eres Killua.
El albino se calló, con su sonrojo llegando a sus orejas fácilmente.
Sintió cómo Gon se movió, él hundió sus rodillas en la cama para poner cada uno de sus brazos en cada costado de Killua, se inclinó hacia él.
—Dime, Killua. No logró entenderte… —Gon hizo un puchero, y no vaciló a la hora de poner sus labios sobre la mejilla del albino.
El beso fue corto y gentil, llevó a Killua al límite.
—Y-yo… Gon, yo… tengo miedo de que cuando vuelva a la normalidad tú te alejes y más nunca volvamos a hacer esto, porque a mí me gusta… —Killua habló lo más rápido que pudo, cerrando y apretando sus ojos para no tener que ver la expresión de Gon—. Me gusta mucho, más de lo que debería, y creo que estoy viendo cosas que no están allí y me confundo. ¿Por qué haces esto?
Gon mantuvo sus ojos abiertos, en la misma cercanía que antes, con su rostro a centímetros del de Killua.
Killua quiso desaparecer, evaporarse en el aire o seguir besándose con Gon el resto de la noche y creer fielmente que Gon lo olvidaría.
Su corazón latió y dolió cada movimiento, la ansiedad supo ácida en su garganta.
—Cuando dije que quería tenerte en mis brazos para siempre, hablaba en serio —Gon empezó—, eso incluía todo, los próximos días a estos y las próximas décadas en donde ya no tengas tu cola y orejas. No estaba mintiendo, Killua, tampoco exagerando.
Hubo otros segundos de más silencio, Killua abrió sus ojos con sorpresa; apretó sus labios aún más para no gritar, su frecuencia cardíaca se disparó por los cielos.
—No hay nadie más con quién haría esto, digo eso en serio también. Me gusta besarte porque me gusta besar a Killua, porque Killua es el único a quién besaría… y si a mí me gusta y a ti también… —Gon soltó una suave risa, una que resonó en los oídos del albino— no creo que necesitemos de algo más. ¿O no?
—¿Y seguiremos siendo sólo amigos…?
—Tú eres más que mi mejor amigo, Killua, ¡Eres como mi alma gemela! —Gon exclamó. La cola y orejas de Killua se erizaron.
—¿¡Qué!? —se sentó en la cama, con la cara teñida de un rojo vibrante que revelaba su estado de vergüenza total. Gon lo miró con la sonrisa más brillante de todo el mundo.
—Eres mi otra mitad, nos complementamos bien ¿Sabías? Bisky lo dice todo el tiempo… y ella siempre tiene razón —Gon se acercó aún más, aún gateando y colocando su brazo entre las piernas del Zoldyck, inclinando su rostro al del contrario—. No pensé que tenía que decirlo, nunca intenté tratarte cómo menos de eso…
Los ojos azules se encontraron directamente con los ámbar, y Killua pensó que no podía avergonzarse más pero allí estaba; su pecho se apretó aún más, sus rodillas se sintieron más frágiles que nunca, las mariposas en su estómago amenazaron con hacerlo estallar allí mismo. El brillo en los iris ajenos se asemejó al del mismísimo sol, Killua se sintió al igual que Ícaro, tentado a acercarse demasiado y arder por la luminiscencia prohibida que lucía tan bien.
—Tú eres el único para mí, Killua —Gon pronunció esas palabras de la forma más celestial posible, no sólo hicieron que se derritiera, hicieron las barreras de Killua desmoronarse cómo si estuvieran hechas de arena y no de un acero reforzado con años de dolor.
Sus orejas gatunas bajaron, de esa sumisa forma que sólo ocurría cuando Killua estaba triste, asustado o en reacción a recibir mucho amor.
No había que especificar cuál opción había sido entre las tres. Killua tomó el rostro de Gon entre sus manos y con delicadeza plantó un beso en sus labios, apreció el sabor salado de sus labios y se permitió fundirse contra el Freecss.
Gon abrazó el torso del albino, enrolló sus brazos y apoyó su peso contra la boca contraria. Gon mordió su labio inferior, insertó su lengua dentro de toda su cavidad bucal, lo atacó como si su vida dependiera de besar a Killua con todas sus fuerzas.
Killua entendió el sentimiento. Mantuvo sus manos en su nuca, dejó que sus dedos se metieran entre sus hebras oscuras. Killua abrió sus piernas y le dió espacio al azabache para que se pusiera cómodo.
—Dilo de nuevo —Killua suplicó en el segundo donde se separaron.
—Eres el único para mí —repitió, mientras besaba la curva de su mandíbula—, te amo, Killua.
—Yo también te amo, te amo muchísimo, Gon —Killua no se dió cuenta del momento en donde empezó a ronronear, aunque era algo totalmente esperable ante la cantidad inaudita de cariño que estaba recibiendo.
Gon disfruto de la amigable vibración en silencio, plantando más besos apresurados por toda la cara del albino. Killua correspondió el afecto acariciándolo de igual forma.
Killua se frotó contra Gon, de esa forma que hacían los gatos cuando querían dejar su olor en ti. Gon sonrió entre los besos, dejando pequeñas marcas por todo el cuello del más pálido; sólo para marcarlo también.
No dijeron nada más, expresaron el resto con acciones apasionadas y simultáneamente inocentes, amor en su estado más puro a través de besos y abrazos; uno que otro mordisco de amor, caricias gentiles y extremidades enredadas.
"Te amo", ambos pensaron en unísono, dándole al otro todo el afecto que las palabras aún no eran capaces de expresar: "Eres el único para mí".
El pensamiento se repitió en bucle el resto de la noche.