Work Text:
El ROSARIO, ARGENTINA
.
.
Sergio Agüero masajeaba suavemente la espalda de Lionel, quedaba de más decir lo incómodo, apenado y sobre todo enojado que estaba, ya que, si su mejor amigo estaba apoyando la cabeza sobre su hombro, gimiendo y llorando tan lamentablemente, así como el rostro puteado... era por culpa de sus padres.
—¡¿Qué voy a hacer, Kun?!— preguntó Messi con la voz quebrada, mirando a la única persona con quien podía refugiarse, buscando en él alguna clase de esperanza.
Sergio solo pudo sentir como su corazón se estrujaba de verlo llorar casi sin control, berrear como un niño desesperado, con aquella comisura del labio casi tan fresca de soltar sangre y marcas de puños en su rostro. Lio era tan noble e inofensivo que no merecía que nadie lo hiciera dejara así, con los ojos rojos y moqueando. Impulsado por la necesidad de otorgar una respuesta rápida, contestó:
—Tranquilízate, pa ... Vos no te preocupes por la comida y el techo, podés vivir aquí conmigo... —Por lo menos eso calmo a Lionel en pequeños gramos, ambos se miraron uno al otro mientras Kun lo sostenía de los hombros y por parte del menor eso solo aumento el amor fraternal que este sentía por Agüero. —¡Ya veremos como salimos adelante!
—Gracias Kun... —dijo Messi lleno de ternura, hizo una mueca pues el llanto le quiso ganar, pero antes de que sucediera, se abrazó al chico moreno con todas sus ansias que su pena le hacía pasar —¡Sos el único amigo que tengo y el que nunca me ha dado la espalda…! —finalizó chillando en la última silaba.
.
.
.
.
Desde que él mismo supo de sus preferencias, Lionel Messi las ocultaba a la perfección, sin embargo, su personalidad dócil, tierna y risueña… Igualmente generaba comentarios de conocidos, compañeros e inclusos algunos familiares: ¿Por qué el menor de los hermanos Messi no tenía novia?
Si bien algunos vecinos veían a Lio muy frecuentemente acompañado de una tal Antonella Roccuzzo, jamás encontraron a estos adolescentes en una situación comprometedora, es más, los rumores de que Lionel y la chica rosarina eran novios, se esfumaron cuando Antonella recorrió el vecindario, acompañada de otro muchacho con un aura más masculina.
Tal vez aquello funcionó en cierta parte para beneficio de Lionel, pues los chismes sobre del por que su hijo no presentaba ninguna novia… Impulsaron a Jorge Messi en inscribirlo a un club de futbol, lo más barato y varonil en lo que un hombre podía perder tiempo. No obstante, le salió el tiro por la culata pues fue en ese club juvenil donde si bien su hijo brilló como un profesional (Lo cual Lionel soñaba con nula esperanza) ahí también el jovencito conoció a quien fue su novio en secreto por un par de meses: Rodrigo De Paul.
Debido a la poca experiencia, su romance no fue muy grato para Lionel: Celos, reproches, distanciamientos eran algunos de los aspectos tóxicos que en ambos existían en medio del afecto y la lujuria que profesaban. Y para el dolor del precioso muchacho, la decepción en su pecho fue tan grande cuando Rodrigo lo desconoció completamente enfrente de toda su familia los De Paul y ese evento de su vida empeoró porque horas antes Andrés había sido despojado de su hogar sin llevarse nada una vez que Jorge Messi y la señora Celia, descubrieron mensajes de texto “Asquerosos y repugnantes” en el celular de su hijo. El chico solo quiso un poco de ayuda de quien se supone que lo amaba y afortunadamente terminó encontrándola en su amigo del corazón: Sergio Agüero.
.
.
.
.
Era evidente que, sin el apoyo de sus padres, Lionel tenía que abandonar la universidad.
Toda su familia lo había mandado a la mierda por ser un “Puto homosexual” exceptuando su hermana menor: María Sol. Quien lo que más pudo hacer fue prepararle una mochila con poca ropa, calzado y sus documentos para que su hermano en compañía de Sergio, se la pudieran llevar en horario en que todos en la casa se ausentaban, incluso Celia que en ese momento había salido por el mandado.
—Tal vez no nos podamos ver muy seguido, pero… créeme que haré lo posible, aunque sea de llamar a la casa los sábados temprano — dijo el chico abandonado mientras abrazaba a la menor de doce años que solo deseaba llorar tras la angustia por recordar los furiosos gritos de su padre, los jadeos y súplicas de su hermano tras cada golpe… todo lo que escuchó ayer en la tarde.
—¿En verdad vos ya no vas a volver? — murmuró Sol apartándose un poco y mirando a su hermano con gran tristeza, poniendo más nervioso a este que aun no la soltaba por completo y quien solo pudo acariciar sus nudillos.
—No creo, Mari… es difícil—respondió con pesar, aunque de reojo miró como la chiquilla se afligió aun más y eso lo motivó a tomar aire y sonreír falsamente con calidez —pero capaz algún día todo vuelva a la normalidad y podamos salir como siempre…
Sol tenía doce años, pero tampoco era una tonta. Tan solo bastaba ver el labio partido que su hermano traía cicatrizando y una marca rojiza tanto en una de sus mejillas como en otra. Casi apostaba a que, si no fuera porque Lionel venia con una camisa de manga larga que le quedaba mas o menos holgada, encontraría más marcas en el cuerpo de él.
Sin embargo, no le quedó de otra más que asentir resignada mientras que Lionel con dolor tuvo que soportar la desdicha en el semblante de su hermana.
.
.
.
.
En la misma semana que comenzó a vivir con Sergio, Andrés Messi decidió buscar empleo. Y es que a pesar de que el muchacho moreno le había dicho que no tenía problema con que solo se encargara de tener el pequeño departamento limpio, la verdad es que a Messi ya le urgía de trabajar en algo super sencillo pues estaba nulo de experiencia laboral y en las fábricas que consultó en los periódicos necesitaban gente experimentada en cierta áreas.
Al principió intentó en zonas cercanas (veinte minutos caminando), pero en ningún lado se requería a nadie y los únicos disponibles ocupaban de un titulado o becario para el puesto. En los primeros días Lionel tuvo que tragarse las lágrimas por ser un desempleado que no tendría con que costear los estudios y vivir de arrimado.
Entonces “El Kun” le prestó unas monedas para que tomara un bus y buscara un poco más allá, a quince minutos en transporte, Messi estuvo apunto de llorar en voz baja al verse sin éxito… No era ningún gerente, guardia de seguridad, licenciado, no tenía experiencia en hacer inventarios o como recepcionista y tampoco era una mujer joven. Solo un muchacho de dieciocho años que no terminó ni el primer año de la carrera. Y quizá aquí venía lo irónico de su parte, pues a diferencia del resto de su familia, Lionel Andrés no era un devoto de la religión, ya que en su cabeza pensaba que, al ser gay, sería una perdida de tiempo consagrarse a Dios cuando ya había pecado. Y, sin embargo, en medio de su caminata suplicó más como un medio de desahogar su frustración que en serio:
—¡Dios, por favor! —pensó mirando el cielo caluroso y despejado del mediodía —Necesito encontrar un trabajo, pero YA, de lo que sea.
Trece pasos dio cuando al pasar un local y de reojo, un cuadro fosforescente lo hizo reaccionar y enseguida retrocedió para observar la información escrita en aquel anuncio pegado sobre el muro:
Se solicita emplead@ de medio tiempo o tiempo completo
Informes en esta sucursal o al número XXXX-XXXX-XXX
Enseguida el chico buscó el nombre del negocio y encontró en la parte superior del local con letras pintadas que decía:
RESTAURANTE MEXICANO “DON POLO”.
Se trataba de comida… Ya Lio había buscado en pizzerías y en otra clase de restaurantes y ahora, se encontraba con este negocio extranjero solicitando personal. Quizá aquí si sería algo sencillo y sin tantos requisitos.
Lionel se asomó por la entrada en medio de los ventanales cuadriculados y efectivamente, dentro había varias mesas, ¿Unas doce? Quien sabe, el piso de azulejo verde jade y con muy poca gente. ¿Sería un buen lugar para trabajar? No lo decía tanto por el ambiente, sino por la cantidad de comensales… solo alcanzó unos tres a simple vista pues capaz y ese negocio quebraría.
Bueno… tampoco podía adelantarse.
Se rascó suavemente el surco del labio y se adentró a paso lento. Conforme avanzaba, observaba con atención absoluta el lugar; era pequeño, pero no estrecho al punto que te incomodara la caminata, los colores opacos con los que estaba presentado, combinaba muy bien en especial las mesas de madera con un sutil centro de mesa que no era más que un clavel en recipiente de cerámica, algunos cuadros de arte muy coloridos puestos sobre la pared amarilla, así como algunos adornos con figurillas mexicanas colgando del techo y lo último que observo fue a un sujeto de pie que acompañaba a una pareja, el cual le daba la espalda.
Tal pareció que la persona de cabello rizado se dio cuenta de su presencia y esta volteó a mirarle, causándole a Lionel una extraña impresión que también podía haber descrito como extraordinaria ya que le cortó la respiración en un instante.
—Buenos días —respondió aquel desconocido sin alejarse de la pareja, respondiendo con un cálido recibimiento — ¿Qué puedo ofrecerle?
—Eh… este… Yo… Venía a… —torpemente señalaba detrás de sí, tomó la calma y prosiguió— Quería saber sobre el empleo que ofrecen…
—¡Oh, por supuesto! Mira… —Lionel permaneció en su posición, sin embargo, tuvo un pequeño deseo de huir cuando el chico que no poseía para nada el acento argentino se acercó a él, a pesar de verse acostumbrado a que otros hombres fuesen más altos que él, por alguna razón Andrés se sintió pequeñito a su lado y eso solo incrementó su impresión sobre aquel sujeto. Fuera de su trance, lo escuchó susurrar —Necesitas traer una solicitud de empleo y otros documen…
—Aquí están —se apresuró Messi en decir, sorprendiendo al trabajador quien solo soltó un suave “Oh”. Y comenzó a revisar el folder donde venían aquellos papeles.
Llevaba los más de los necesarios y entonces descubrió el nombre de Lionel Andrés Messi Cuccittini en ellos.
—Bueno, al parecer tienes todos, por favor ve a donde está la caja registradora y en un momento te pasan a entrevistar. —finalizó el joven de rizos entregándole el sobre.
En sí Lionel tuvo que seguir al extraño, cerca de la caja registradora había una puerta de madera, Lio vio al muchacho toca y girar la perilla de tal forma que solo ese chico asomó medio torso al interior, pero sí pudo oír la corta conversación:
—¡Oye, papá! … Un chico pregunta por las vacantes que tenemos.
—¿En serio? Dile que me espere un momento.
Sin más, el joven cerro la puerta y le dedicó una simpatía y cortés sonrisa a Messi después de decir:
—Espera un ratito, por favor.
Entonces, el pequeño rosarino se fijo mucho en la silueta que se alejaba de él en dirección a alguien que recién era bienvenido. La distancia no era demasiado lejana y siendo lo más discreto que pudo, siguió a esa persona en todo el rato que esperó.
Era guapo.
Aquello ojos que se rasgaban a la vez que su sonrisa brillaba, hacían de él poseedor de una mirada encantadora. Y ni que decir de sus rizos, le sentaban muy bien. Además de que su atlética figura le sumaba puntos en su atractivo.
Una sonrisa temblorosa quiso formarse en los labios de Lionel, si es que Dios lo ayudaba a quedarse aquí, estaría feliz de tener un compañero guapísimo en el trabajo… Algo bueno tenía que salir entre todas sus penas.
— ¡Adelante! ¡Pasen!
La voz de un hombre lo sacó de sus fantasías y sin perder tiempo abrió la puerta tal cual “El pibe del pelo rizado”.
Y… ¡Cielos! Si que era el papá de ese tipo, su rostro lucía igualito, pero con unos años más por encima.
.
.
.
.
La entrevista dio comienzo y durante todo el procedimiento, Lionel tuvo que apoyarse en sus manos para calmar los nervios.
De entrada, el señor Guillermo Ochoa Sánchez, atacó (según el argentino) con la pregunta: “¡Qué sabes hacer?” Quizá fue muy tonto al buscar empleo en un restaurante… No sabía cocinar, ni siquiera estaba seguro si sabía hacer jugos o algo culinario y muriéndose de vergüenza respondió que no…
Por un momento Messi sudó la gota gorda al pensar que en esta entrevista le rechazarían, Pero algo en su sinceridad atrapó la atención del señor Guillermo y es cuando acomodando unos papeles sobre su escritorio, le dijo:
—Bien, ¿dijiste que tenían buen rendimiento físico, ¿no? ... —el muchacho aun con algo de timidez lo miró y asintió — ¿Te parece bien trabajar en el puesto de mesero? La verdad es que llevamos menos de un mes que este establecimiento abrió en tierras argentinas y como puedes ver, no muchas personas están trabajando con nosotros... El trabajo es de martes a jueves de 9 AM a 6 PM, de viernes a domingo de 10 AM a 9 PM. Recibirías un sueldo no muy alto por el momento y tus comisiones serían las propinas. Ah, y tus días de descanso serían los lunes.
Puede que su sueldo no fuese muy agradable, sin embargo, era suficiente como para llevar algo a casa y comenzar casi de cero por él mismo, sin poder disimular su sonrisa, aceptó junto con un apretón de manos.
—Presentante mañana a antes de las nueve de la mañana, mientras te recomiendo abrir una cuenta de débito donde depositarte tu salario.
—Por supuesto, señor...
Cuando Lionel salió de la pequeña oficina, y comenzó a ir tras la salida. Una reconocida voz lo llamó y de inmediato dirigió la mirada hacia la dirección de la misma, encontrándose con una buena sorpresa.
—¿Te quedaste?
Se trataba del mismo chico que atendía a los comensales (los cuales convenientemente habían abandonado el restaurante hace un ratillo) quedando únicamente ellos dos entre las mesas y el sonido de los trates que provenían de la cocina les hacía compañía.
—Si... —respondió con la misma actitud tímida como risueña que le caracterizaba —gracias.
—No hay de que… Mi padre puede parecer estricto, pero él se empeña en buscarle algo bueno a las personas. —mencionó mientras se acercaba a él — Lionel Andrés ¿Verdad?... Yo soy Francisco Guillermo, aunque si quieres solo dime “Memo”.
Guillermo le ofreció su mano para estrecharla y Lio, sin dejar de estar maravillado por ese muchacho a primera vista, aceptó gustoso aquel gesto mientras le sonreía y lo que alegró más el alma del desgraciado chico desterrado, es que “El pibe del cabello rizado” le sonrió de igual manera.
¡Que lindo!
.
.
.
.
Desde que llegó, Memo era quien se hacía cargo de la mayor parte del tiempo en la caja registradora pues Lionel era bastante bueno como mesero, pasando de aquí para allá con platos y bebidas, aunque eso no significara que Francisco lo dejara solo cuando eran horas pico y el restaurante estaba concurrido.
Pero vamos, el chico mexicano muy inocente no era pues si tan solo el delantal que llevaba Messi fuese mejor bordado, de otro color, más lindo… Estaba seguro que el nuevo empleado se vería adorable. No fue nada tonto, desde que lo vio le gustó y aunque de haber sido otra persona que igual presentaría frente a su padre, la alegría de saber que se quedó con el trabajo no hubiese sido la misma.
En dos días Guillermo no tardó en ser del agrado de Lionel, es más, estaba agradecido de que el pibe de los rizos fuese tan paciente y amable con él, que le platicara anécdotas de su vida y lo tratara con confianza (cualidades de las que Messi carecía pues era de tan pocas palabras). Y Lio tampoco podía mentir, ese muchacho estaba atrapando su interés como tal Rodrigo lo hizo alguna vez, sin embargo, Memo le transmitía un sentimiento más cálido, más limpio… que ni él mismo sabía por qué.
Pero lo único que, si conocía, fue la felicidad y los gritos internos cuando el viernes por la noche, tras cerrar el local… Guillermo montado sobre una motocicleta, le ofreció un casco que llevaba.
—¡NO MEMO! ¡¿Cómo crees?!... ¿Qué van a decir tus padres? ¡Qué vergüenza!
—Claro que no van a decir nada… No tendrían… Y, además, no puedo dejarte en esta esquina esperando “el bus”.
Bueno, si lo pensaba… Podría ahorrarse algo de plata si es que Memo lo llevaba, pero ¿Y si se lo cobraba después? Tal vez con nafta o más plata. No obstante, ¿Por qué no una experiencia con Guillermo en moto?
Ese pibe le gustaba, quizá no estaba enamorado de él todavía, pero le gustaba.
El vehículo se removió un poco cuando Lionel subió encima, luego se puso el casco y se dio cuenta de un fresco aroma que era muy similar a lo que olía el cabello del mexicano (más acosador no podía verse) y cuando sus pálidas y pequeñas manos se sujetaron de la cintura de este, Memo le dejó en claro algo que hizo a Messi sonrojar:
—A partir de hoy, te llevaré todos los fines a tu casa.
—No debés ha…
—Ya dije, todos los fines, chaparrito.
Entonces el sonido del acelerador se intensificó.
¡Qué atrevido llamarlo así! Y a la vez… ¡Qué lindo!