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La hija del jefe

Summary:

Tras un disturbio en la calle Maine, Keys acude al lugar, percatándose que una de las involucradas es Mei Palumbo, la hija de su jefe.

Notes:

este OS también lo pueden encontrar en mi wattpad!! @binproblems :)

Work Text:

El día parecía estar de lo más tranquilo para el equipo de policías de la ciudad de Seattle. Walter solo tenía que ordenar algunos papeles importantes y podría volver a casa para un merecido descanso; esta última semana había sido demasiado movida. Para su desgracia no se libraría tan fácil. Su radiotransmisor empezó a sonar.

—¡¿Qué acaso no hay nadie aquí?!

—Aquí el oficial McKey, ¿qué sucede? —Preguntó sin mucho interés mientras seguía revisando los papeles que tenía en mano.

—Un altercado en Maine, necesito que vengas AHORA.

—¿En serio? De todos, lo que hay, ¿yo?

—Viejo, creo que se te olvida que una buena parte de nuestro equipo de fue hoy a la conferencia con el alcalde. No me hagas perder más tiempo, esta mierda parece grave.

De mala gana a Walter no le quedó de otra más que tomar una de las patrullas e ir hasta la calle que su compañero le había indicado. Ambos se sorprendieron cuando al llegar se dieron cuenta que uno de los involucrados era la hija del jefe, Mei Palumbo. Aquello los traía a donde estaban ahora; Mei esperando en la oficina mientras los otros dos oficiales discutían afuera.

—¡¿Qué mierda se supone que haremos ahora?! ¡El jefe va a quemarnos vivos!

—Mouser, nosotros no somos culpables de nada, fue ella quien se metió en problemas, nosotros solo hacemos nuestro trabajo.

—¡Palumbo va a matarnos! —Se llevó las manos al rostro. Lucía bastante preocupado.

—Yo me encargaré, ¿de acuerdo? Solo deja de actuar como una niñita. —Rodó los ojos, tomando la perilla de la puerta. —Pero tú veras a las otras dos chicas, ni se te ocurra pedirme ayuda.

Mouser se limitó a asentir para desaparecer rápidamente de allí. Prefería hacer doble papeleo antes que tratar a la hija del jefe, principalmente porque conocía su carácter y como respondería a que su adorada hija haya terminado detenida por sus propios colegas.

Walter entró a su oficina sin preocupación alguna. No trataría a Mei de manera en especial solo por ser hija de su jefe, aquí no era más que otra mini maleante. La había conocido cuando aún era una niña y se la pasaba en la estación de aquí para allá recibiendo halagos y cariños de las oficiales y secretarias, pero ahora estaba cerca de convertirse en una adolescente problema que tenía que ser intervenida antes de que la situación se pusiera peor.

—Bien Mei, quiero que me cuentes que pasó en Maine. —Se sentó en su silla, haciendo a un lado el papeleo y sacando una hoja para tomar su declaración.

Ella no respondió. Permanecía sentada en la otra silla, con un pie sobre el escritorio y los brazos cruzados. Al estar en un asiento giratorio se movía un poco, con la vista perdida al suelo.

Walter se le quedó viendo, esperando una respuesta. —Baje su pie de mi escritorio, no está en su casa para comportarse de esta manera.

—Quiero irme. —Murmuró sin siquiera verlo.

—Ya veremos si eso es posible, Por ahora, necesito que me digas por qué estabas peleándote a golpes con esas chicas.

Se alzó de hombros. —No lo sé.

—¿No lo sabes? —Frunció el ceño. —¿Acaso el moretón de tu brazo si lo sabe? —Se sobresaltó al escucharlo decir eso. Rápidamente cubrió su brazo, justamente donde un moretón yacía. —No me hagas las cosas más difíciles, solo dime que las llevó a eso.

Lo ignoró de nuevo. —Oficial McKey, ¿qué edad tiene?

—Cuando la revisamos en el callejón nos encontramos con esto. —De igual manera la ignoró, mostrándole una bolsita con yerba dentro. —¿Me puede decir exactamente qué es?

—No se haga el estúpido. —Balbuceó a lo bajo, pero Walter la escuchó a la perfección.

Dio un manotazo sobre la mesa, acercándose a ella sin pasar los límites que su escritorio le ponía. —Está colmando mi paciencia, señorita Palumbo. Si no me dice ahora que está sucediendo, créame que me las arreglaré para que las consecuencias sean más graves de lo que usted cree.

—Si me contesta mi pregunta, yo le contesto la suya. —Jugó con sus dedos, sosteniéndole la mirada sin inmutarse.

—Aquí las preguntas las hago yo. —Se sentó de nuevo y tomó su bolígrafo. —Así que será mejor que hable de una vez por todas. ¿Por qué estaban peleando?

—¿Qué edad tiene?

Walter no podía exasperarse de más. Sabía que había dicho que no la trataría diferente solo por ser hija de su jefe, pero también sabía que una sola palabra de esa niña hacia su padre podría quitarle el empleo que con tanto esfuerzo y sacrificio había conseguido. Decidió salir de su oficina un momento, solo para tomar algo de aire y despejar su mente. Se pasó la mano por su cabello bien peinado hacia atrás, pensando que haría para sobre llevar esa situación. Al cabo de unos minutos entró de nuevo a su oficina.

—38. —Mei levantó la vista al escucharlo entrar. —Tengo 38 años.

Intentó ocultar su sonrisa cuando él por fin cedió a su propuesta. —Yo tengo 19.

—Al grano señorita Palumbo.

—Yo solo me defendí.

—¿Defenderse de qué?

—¿Cuál es su color favorito?

Walter rodó los ojos. —Azul.

—Llegaron a reclamarme porque creen que me metí con el novio de una de ellas. Les intenté explicar que era un malentendido, ese idiota ni siquiera es mi tipo. —Mei miró fijamente a Keys, específicamente sus manos. —Y bueno, soltaron el primer golpe.

—¿En un callejón justamente? ¿Espera que le crea eso?

—Le gusta cuidar su bigote, ¿cierto?

—Sí.

—Eso veo. —Sonrió levemente. —Sí, aunque usted no me crea estaba pasando por un callejón cuando esas perras me interceptaron. Yo solo quería tomar un atajo.

—¿Y que hay de la marihuana?

Mei alzó la vista un momento, perdiéndose en el techo de la oficina. Se levantó para dirigirse hasta la estantería que había detrás de Walter, revisando algunos libros que tenía allí.

—¿Tiene novia, oficial McKey?

Se quedó confundido ante esa pregunta. Había pensando en cualquier posible cuestión menos en ello. Arqueó una ceja y se volteó a ella, esperando a que lo mirara.
Mei se volteó luego de tomar un libro y dirigió su vista hacia él, esperando su respuesta.

—¿Para qué quiere saber eso?

—¿Cuándo fue la última vez que tuvo intimidad con una mujer?

No podía creer lo que estaba escuchando. Frunció el ceño, un tanto incómodo.

—No sé que quieras con saber eso, pero créeme que no es nada de tu incumbencia.

Se alzó de hombros. —Yo solo estoy cumpliendo con el acuerdo que propuse.

Se inclinó cerca de él, sintiendo su respiración chocar con su nuca. Revisaba las anotaciones que llevaba sobre el incidente, sonriendo.

—Señorita Palumbo, le advierto que...

—Ups, creo que anotó algo mal aquí...

Antes de que pudiera decir algo más Walter se levantó y la tomó de los hombros, estampándola con un poco de cuidado con la estantería. Mei se limitó a engrandecer su sonrisa, notando su pesada respiración tan cerca de su rostro.

—Quiero que me digas ahora mismo de dónde sacaste esa yerba.

—Tratar a sus "sospechosos" así no es nada profesional oficial McKey, o puedo llamarlo Keys, ¿cierto?

La mano de Walter se posicionó sobre su cuello, presionando solo un poco. En realidad, estaba siendo consumido por un extraño deseo que iba más allá de sus límites morales.

—Uno...

—Déjeme terminar con lo que estaba diciendo hace unos momentos. Como le decía, se equivocó en algo de su informe, aunque bueno, no lo culpo, en realidad fui yo a quien se le fue la canica y se confundió. Verá, no era el novio de una de las chicas con quien pensaban que me había mentido, fue su padre. —Keys se sobresaltó un poco al escuchar eso. —Digo, también con su novio, aunque ella no me confrontó por eso. ¿Es delito haber dado un testimonio erróneo por accidente? Tampoco el haberle mentido a ella, ¿cierto? Es que su padre no estaba para nada mal.

—La marihuana... —Intentó ignorar todo lo que ella decía respecto a eso.

—¿Tiene novia?

—No. Ahora dime.

—Bueno, por si no lo sabía, la marihuana es legal en este estado. —Mei jugó con la insignia de policía que llevaba puesto en su uniforme. —Tanto para uso medicinal como recreativo, así que no entiendo cuál es el problema con ello.

—¿Era para tu propio consumo?

—¿Cuándo fue la última vez que tuvo intimidad con una mujer?

No podía creer que respondería eso. —Hace ya algún tiempo.

—Entiendo... —Estaba encantada por su respuesta, y teniendo en cuenta que por alguna razón él seguía acorralándola las ideas llegaban a su mente en tren bala. —Sí, algo así.

—¿A qué te refieres con "algo así"?

—Está empezando a ponerse duro, ¿cierto?

Keys abrió los ojos de par en par al escuchar eso. Desvió su vista hacia abajo, notando como se empezaba a formar una erección debajo de sus pantalones. Antes de que pudiera alejarse de la menor ella lo tomó de los hombros, uniéndolos en un apasionado beso.
No podía creer que fuera a seguirle el juego, pero no negaría que la razón por la que se había excitado era solo por tenerla tan cerca, la confesión sobre haberse metido con un hombre mayor, aquella pregunta estúpida sobre su intimidad y saber que tenía el dominio de sus acciones. La pegó más al estante, saboreando sus labios con desespero. Se sujetó de su cintura para acercarla a él, a la par que sus manos se situaron en la nuca de Keys, colgando de ella por la diferencia de altura.
Al cabo de unos minutos se separaron, dejando a la vista sus rostros lascivos en conjunto de sus rojas mejillas. Ambas respiraciones entre cortadas, en busca urgente de un poco de oxígeno.

—Oficial Mckey, usted...

No pudo responder. Walter volvió a sus labios, ganándose una sonrisa por parte de Mei quien estaba cumpliendo su cometido. La tomó de las piernas, cargándola consigo. Los sentó en su asiento, dejándola reposar en su regazo para así poder seguir besándola.
Acunó sus mejillas mientras se besaban, sintiendo como él desviaba sus manos a su trasero. Ella rió por encima del beso cuando lo apretó, sabiendo que poco a poco estaba cediendo a sus deseos más oscuros.

—Has sido una chica muy mala, necesitas un castigo urgente.

—Castígueme oficial. —Se separó un poco de él, ansiosa porque la sometiera a algo inimaginable. —Haga conmigo lo que usted considere necesario.

Keys se olvidó por un momento de su trabajo y de Mouser en el piso de arriba. La dejó hincada en el suelo y se deshizo de su cinturón, solo bajando un poco su pantalón y bóxer, dejando a la vista su gran polla palpitante. Mei miraba asombrada el tamaño de esta, y el solo darse cuenta de que ni siquiera estaba completamente erecta la calentaba aún más.

Justo cuando estaba a punto de tocarla recibió un manotazo por parte de Walter. —¿Qué mierda crees que estás haciendo? Ni siquiera has pedido permiso, niña insolente.

—Por favor oficial Mckey, déjeme tocarlo, complacerlo.

—¿Complacerme? —Rió de manera burlona. —Ya veremos si puedes con ello.

La dejó tomar su miembro entre sus cálidas manos, empezando a masturbarlo dulcemente. Mei mantenía la vista fija en su creciente erección, deleitada. Keys tiraba la cabeza hacia atrás, completamente extasiado de estar recibiendo el placer de alguien completamente prohibida para él, la hija de su jefe.

—¿Puedo lamerlo? —Cuestionó viéndolo fijamente a sus ojos.

Asintió. Pronto la humedad de su cavidad lo hizo empezar a perder los estribos por completo. El sonido de sus labios contra su glande lo volvían loco, además de que no había dejado de masturbarlo.

—Abre bien tu boca.

Sin previo aviso tomó su cabello en una coleta mal hecha y empujó para que todo su miembro pudiera introducirse en su garganta. Mei se sobresaltó al sentirlo hasta el fondo, abriendo los ojos de golpe. Su mirada se cristalizó ante la sensación de las arcadas invadiéndola; toda su fuerza se estaba yendo en contenerlas. Keys sintió como ella intentaba hablar aún con su polla ahogándola, cosa que lo excitó. Sin mucho cuidado tiró de la coleta, dejando a la vista el desastre que había dejado en el rostro de Mei.

—O-Oficial Mckey... —Jadeó nerviosa. —M-Me está ahogan...

—¿Para esa mierda me hiciste detenerme? ¡Hazme solo un maldito favor y cállate!

Devolvió su miembro a su boca, follándola ahora con más fuerza. Mei se limitaba a poner sus manos en sus piernas en un intento de resistirse un poco a los bruscos movimientos, pero era en vano. Al cabo de unas estocadas más, Keys se corrió en toda su boca.

—Mi...Mierda...

—Buena chica. —Dio un par de palmadas en sus calientes mejillas. —Pero no es suficiente.

La levantó del suelo para recostarla en el escritorio. No le importó que una gran parte de las cosas se cayeran, ni siquiera el papeleo importante, lo único en que podía pensar era en demostrarle a aquella niña quien mandaba allí.

Tiró de sus pantalones y pantaletas, dejando al descubierto su húmeda y palpitante feminidad. Rió mientras se acercaba a ella.

—N-No me vea así. —Dijo nerviosa, sintiendo como su respiración chocaba con sus labios vaginales.

—¿Así cómo? —Pasó lentamente su lengua, provocando que el primer gemido saliera. Mei tiró la cabeza hacia atrás, intentando no perder la poca cordura que le quedaba en ese momento. Keys se levantó en un movimiento rápido y la tomó fuertemente de las mejillas. —Tienes prohibido apartar la mirada, ¿entendiste?

Asintió un poco asustada, pero pronto el sentimiento desapareció cuando lo sintió de nuevo en su feminidad, comiéndola con mucha habilidad. Sus ojos seguían cristalizados por el exceso de placer, y estaba convencida que una vez que él decidiera penetrarla las lágrimas no dejarían de caer una por una. Nunca antes había llorado de placer, pero el efecto que tenía Keys sobre ella era increíble.

—S-Su bigote me da cosquillas. —Gimió con algo de vergüenza, llevándose por puro instinto las manos al rostro de Keys. Él se rió de su comentario y aún sin separarse de ella rebuscó en el gabinete de su escritorio, dando con lo que tanto ansiaba por usar; unas esposas.

Tomó sus muñecas y las colocó detrás de su espalda, poniéndole las esposas e impidiéndole poder usar sus manos. —Tienes que aprender a controlarte.

Necesitaba apartar la vista o se correría en un par de segundos. El ambiente lujurioso solo era alimentado por el pensamiento mutuo sobre que lo que estaban haciendo era completamente prohibido, girando en torno de que se encontraban en un centro del gobierno y era hija del jefe del departamento.

—No aguanto... no aguanto más. —Arrastró las palabras mientras intentaba mantenerse en la misma posición. —Voy a... voy a...

Antes de que pudiera terminar de hablar, Walter se retiró. Ella lo miró con decepción, pero sabía que en su posición, sus quejas no tenían ni un gramo de importancia. Sin previo aviso se adentró en ella, sin siquiera preguntar si alguna vez ya había tenido sexo. Un estruendoso grito salió de sus labios por la impresión. La primera lágrima salió, seguida de un par. No le había dolido, pero la agarró con la guardia baja. Walter cubrió rápidamente su boca.

—¿Acaso quieres que alguien nos descubra? Cierra la maldita boca.

Asintió sin chistear, esperando a que él retirara su mano, pero no fue así. Empezó a moverse de poco en poco, sabiendo que debía disfrutar la dulce sensación de su estrechez para al final desenfrenarse. La podía sentir contrayéndose cada vez que entraba y salía de ella lentamente, en conjunto con sus gemidos ahogados que daban contra la palma de su mano.

Las embestidas fueron aumentando paulatinamente, hasta tener los gabinetes del escritorio resonando con cada golpe que los movimientos ocasionaban. Era un completo espectáculo para Keys; Mei derramando lágrimas de placer, ahogando sus gritos aún sobre su ya sudada mano y las suyas propias intentando librarse de manera inútil de los grilletes. Intentaba no hacer tanto ruido, recordando que Mouser seguía en su oficina un piso más arriba que él. Hacía lo posible para ser más rudo, pero con una mano cubriendo sus gritos y la otra tomando con descuido sus ya rojas y sudadas caderas era casi imposible, teniendo en cuenta que solo podía con un lado. Mientras hacía lo posible para pensar en algo notó la mirada de Mei fija en algo.

—Mocosa traviesa. —Rió cuando por fin captó que estaba viendo. —¿Esto lo que quieres? —Asintió nerviosa, observando de manera ansiosa como Walter tomaba el objeto.

Pronto acercó el objeto a su boca.

Una pistola.

Keys no había dudado en usarla por la obvia razón de que estaba vacía. Se dio cuenta cuando llegó con Mouser a Maine; él le había pedido estar alerta para sacar el arma en caso de que las cosas se pusieran catastróficas. Cuando le quitó el seguro maldijo; había olvidado colocarle el jodido cartucho. Bueno, ahora lo agradecía, no estaba tan loco como para usar una pistola cargada para el juego sucio que Mei deseaba.
Detuvo un momento sus embestidas y se centró en pasar la fría arma por todo el cuerpo de Mei, recorriendo desde sus mejillas, su cuello, pechos y abdomen. Una vez llegó hasta su intimidad empezó a jadear bastante fuerte, sin apartar la vista de la pistola.

Keys pegó la boca del arma justo en su clítoris, haciendo movimientos circulares que solo la torturaban. —¿Te excita esto, zorra? ¿Correr riesgos?

—La pistola no es ni siquiera lo más prohibido de todo esto. —Rió entrecortadamente, observando como él seguía con sus movimientos.

—Eso me queda claro. Venir aquí y comportarte como una cualquiera solo para follarte a un hombre mayor. ¿Hace cuánto que planeaste esto?

No respondió. Sus ojos seguían perdidos en lo placentero que se veía y sentía tener el arma masturbándola lentamente. Walter frunció el ceño al no haber una respuesta, por lo que aumentó sus movimientos solo para llevarla al límite y que su incongruencia empezará a hablar.
Volvió a penetrarla con dureza sin dejar de masturbarla con la pistola.
Sabiendo que los gritos volverían tomó un rollo largo de gasa y lo amarró alrededor de su rostro, ahogando un poco sus fuertes gemidos.
La intensidad de las embestidas iba cada vez más y más fuerte, demasiado. El sonido de sus pieles chocando, sus gemidos y jadeos, el escritorio aún rechinando y el ardiente calor que había en esa oficina con aire acondicionado solo los estaba volviendo locos.

—¿Entonces? ¿Vas a decirme desde cuando planeabas que te follara?

—N-No lo había planeado. —Chilló algo mareada. —Solo... solo pensé que hoy... usted se veía más atractivo de lo normal...

—Con que es eso, más atractivo de lo normal. —La tomó fuertemente de los cachetes. —Y que, ¿nunca habías pensando en esto? ¿en que estaría follando tú patético coño?

—Sí... había fantaseado con eso. —Admitió tímidamente. —Desde hace ya algún tiempo.

—Allí está. —Sonrió victorioso. —Te daré uno de los mejores orgasmos de tu vida.

Las piernas de Mei se tensaron una vez no pudo contenerse más. Sus sucias palabras habían hecho que su orgasmo llegara, desatándose en la eyección de sus fluidos, mojando por completo el pulcro uniforme policial de Keys. No pudo evitar reír de satisfacción al notar eso; había confirmado que la había hecho alcanzar niveles inimaginables de placer.

—¿Te corriste, putita? —Se carcajeó sin detener sus rápidos y profundos movimientos.

Bajó el arma un momento para así poder penetrarla con más fuerza. La sobre estimulación que eso le causaba la condujo casi al instante a un segundo orgasmo, ocasionando que Keys por fin se derramara dentro de ella.

La calidez de su semilla la hizo chillar. Sintió los fuertes brazos de su contrario envolverla en un abrazo mientras terminaba de vaciar su esperma en su estrecho interior. Al cabo de unos minutos recobró su postura y algo tembloroso le quitó los grilletes y la gasa, para después tirar de ella e hincarla en el suelo.
Ambos estaban aún muy débiles, pero necesitaba volver a correrse por una mamada de la menor. Tomó de nuevo su cabello en una coleta mal hecha y la forzó a introducir su miembro en su boca, disfrutando la sensación de su húmeda cavidad.

Keys se sentó en su silla sabiendo que si se quedaba parado tarde o temprano terminaría cayéndose por culpa del cansancio. Algunos segundos después de estar controlando sus movimientos una idea bastante lasciva y peligrosa llegó a su cabeza. Mientras Mei intentaba seguir con la felación, él rebuscó con ansia en su pantalón hasta dar con su celular. Aún temblando pudo abrir la cámara y capturar el espectáculo que tenía en frente.
Primero quiso tomar una foto; Mei lamiendo su polla mientras él le apuntaba con el arma justo en la cabeza. Luego cambió rápidamente a la videocámara; sabía que de esta manera disfrutaría más recordar su morboso encuentro.

—¿Q..Qué haces? —Murmuró observando a la cámara sin dejar de lamer su polla.

—Quiero un recuerdo. —Frotó la boca del arma sobre su cabellera, atrayendo la atención de Mei, quien, con el libido ya un poco más aterrizado a la tierra y sin saber que ni siquiera tenía un cartucho se alarmó, pero no protestó; confiaba en él. Keys se carcajeó al notar su reacción —¿Qué? ¿Vas a fingir que hace unos momentos no estabas rogando para que la usara en tu patético cuerpo? Mejor asegúrate de limpiar bien el desastre que dejaste en mi verga.

Su mirada permanecía fija en la cámara de su celular, dejando que los movimientos de su cabeza fluyeran acorde a lo que Keys tanto ansiaba; un orgasmo rápido.

—¡Hey, viejo! Terminé con las dos mocosas. ¿Les falta demasiado?

Sintió como estaba muy cerca de tener un paro cardíaco. Mei no dejaba de follarlo con su boca y él tenía que responderle.

—¡No, solo me faltan algunas cosas! —Aprovechó gritar para poder sacar todo lo que estaba reteniendo. Esto solo se estaba tornando más peligroso, y a ambos les gustaba eso.

—Bien, bien, te espero en el despacho 17. Tendremos que levantar cargos por aquí.

Una vez escucharon que Mouser se alejaba pudo soltar un fuerte gemido. Mei no se había detenido en ningún momento y formular palabras coherentes cuando estaba recibiendo placer no era precisamente su fuerte. Cuando estaba a punto de llegar tomó su cabello aún sosteniendo el arma, encargándose de la profundidad de las estocadas. Se corrió una vez más en su boca, vaciando sus testículos por completo.

A duras penas pudo detener la grabación, dejando caer su celular al suelo. Mei permanecía con el rostro recostado en las piernas del mayor, intentando recobrar la respiración. Minutos después Walter la ayudó a vestirse, dejándola impecable para cuando tuviera que salir de la estación. La miró fijamente una vez estuvieron listos y los unió en un suave beso, disfrutando del contacto de sus suaves y pomposos labios que aún tenían es peculiar sabor dulce-amargo.

—Eh... —Balbuceó nervioso, buscando en su billetera. —Toma, es para que te compres unas pastillas de emergencia. Me corrí dentro.

Mei tomó los billetes y sonrió levemente. —Gracias oficial McKey, iré directo a la farmacia. —Le plantó un último beso en la mejilla y se acercó a la puerta, pero antes de salir se volteó hacia él. —Oh, se me olvidó, traigo el DIU. —Le mostró los billetes y sonrió de nuevo de manera juguetona, retirándose sin olvidar cerrar la puerta.

Keys negó con la cabeza y dejó salir un suspiró pesado mientras se sentaba de nuevo en su silla, intentando procesar lo que había ocurrido.

(...)

Habían pasado unos días de lo sucedido y Mouser seguía confundido respecto a que Walter no hubiera alzado cargos contra la hija del jefe Palumbo.

—Vamos, admite que te mojaste los pantalones y por eso no quisiste reportarla.

—No es eso, ya te lo he dicho. —Respondió sin dirigirle la mirada, terminando de preparar su café. —Ella me contó lo que sucedió y no tuvo culpa de nada, solo se estaba defendiendo.

—Ajá, sí, lo que digas Mckey. —Se burló mientras lo seguía hasta su oficina. —Solo acepta tu derrota.

Rodó los ojos y dejó el café en su escritorio. —No aceptaré algo falso. Te he dicho que Mei no tuvo nada que ver y punto, deja de insistir. Mejor termina de organizar el desfile del 19 que aún nos faltan demasiadas cosas, iré al baño.

—¿Otra vez? ¿Tienes diarrea o qué?

No respondió y salió de la pieza.

Desde aquel encuentro no había parado de masturbarse con el video que había grabado y con los borrosos recuerdos que tenía de ello, aunque, con ayuda de Mei, no era lo único con lo que estaba tocándose. Había tomado su número para poder mandarle fotos y mensajes que lo calentaran, principalmente durante el trabajo. A raíz de eso se la pasaba una gran parte de su hora de trabajo encerrado en los baños, dándose placer a si mismo con todo el material que tenía a su disposición.

Luego de 5 minutos salió del baño relativamente satisfecho, relativamente porque lo que realmente necesitaba para sentirse pleno eran estar entre las estrechas paredes de la hija de su jefe. Caminó en dirección hasta su oficina pero una mano lo detuvo.

—¡Oficial Mckey! Que gusto por fin encontrarlo. —Era su jefe. Le sonrió ampliamente y lo atrajo hacia él con un apretón de manos. —Llevamos un buen rato buscándolo.

—¿Llevamos? —Cuestionó algo desconcertado.

Detrás del hombre canoso salió a quien esperaba ver de nuevo en persona; Mei. Le sonrió levemente y tomó a su padre del brazo, abrazándolo cariñosamente.

—Buenas tardes, oficial McKey.

No podía perder los estribos en ese momento, por lo que se limitó a pasar saliva a duras penas, sintiendo como la garganta le quemaba.

—No recuerdo si lo dejé a cargo a usted o Mouser para la organización de nuestro equipo para el desfile conmemorativo, pero mi princesa tiene unas ideas brillantes que me gustaría que implementaran. —Acarició el brazo de su hija mientras su sonrisa se hacía más grande. —¿Me diría quién...?

—A mí, me dejó a cargo a mí. —Lo interrumpió. Claramente le estaba mintiendo, pero nada le haría mejor que pasar tiempo con su nueva dulce obsesión.

—Perfecto. —Soltó a Mei y la hizo dar un paso adelante. —Necesito la lista completa de los oficiales que nos ayudarán con la tercera parte de la formación, más el discurso de bienvenida que mi querida Mei hará para antes de las 5, ¿entendido?

—Sí, podemos terminar justo a tiempo. —Murmuró para si mismo en doble sentido, sin apartar su mirada de la de Mei.

—¿Podemos estar en tu oficina, papi? —Se volteó hacia él con una sonrisa, sabiendo que no se lo negaría.

—Sabes que sí, amor. —Le dejó un beso en la frente. —Volveré a tiempo para ir a cenar, así que por favor, a las 5. No más, no menos. —Le entregó las llaves de su despacho.

—Es tiempo suficiente para nosotros, ¿no lo cree, oficial McKey?