Chapter Text
A Seungmin le es imposible no verse atrapado en los pequeños ojos de Jeongin; son afilados y atentos, astutos como los de un pequeño zorro en plena cacería. Se niega a creer que son los mismos que, hasta hace unos días, lo miraban con suavidad y calidez, con una inexplicable ternura.
Si es honesto, desde siempre ha encontrado una extraña fascinación por el profundo color café en la mirada de Innie, demasiado atraído por su brillo natural, sintiéndose embelesado por la suave expresión que Jeongin siempre tiene para regalarle a sus hyungs; con esa luz que está llena de cariño y de esa admiración que a Kim le llena de orgullo y alegría, porque la expresión es sincera y, más importante, es para él.
Es así la mayor parte del tiempo: su mirada es como un chocolate, no solo por el color, sino por lo dulce que puede llegar a ser; tal vez es vanidosa en ocasiones, incluso siendo un poco infantil, pero eso solo le recuerda a Seungmin que, pese a solo llevarse un un par de meses, Jeongin es su pequeño dongsaeng, por el cual puede hacer hasta lo imposible si el más joven se lo pidiera.
Jeongin suele usar esto a su favor. Le basta con batir sus pestañas un poco, poner una sonrisa coqueta o un puchero berrinchudo, y es suficiente para tener a sus hyungs a su completa disposición. Quizás son trampas y trucos infantiles para obtener lo que quiere, pero nadie puede negarse a los pomposos ojos de Innie.
¡Ah! Seungmin puede pasar horas perdido en ese intenso color avellana que tantas veces lo ha visto con amor.
Está tan acostumbrado a que sea de esa manera, que a veces olvida que en los ojos de Yang Jeongin existe una increíble dualidad, una tan atractiva pero agresiva que puede desarmar a cualquiera. Son momentos fugaces en los que sus delgados ojos se oscurecen y se vuelven imperantes, tan dominantes como los de un cazador buscando a su presa para lanzar una bala directo al corazón.
Seungmin nunca antes ha sido esa presa. Jeongin puede tener esa eclipsante mirada durante sus presentaciones o conciertos, tan feroz que levanta suspiros y gritos ahogados entre sus fans; es normal, es parte de su actuación frente a las personas que vitorean por ellos. Pero, en el resguardo de las paredes que les permiten ser ellos mismos, se siente raro que Jeongin lo vea como si él fuera ese trofeo, esa recompensa tan anhelada por el cazador.
Ser el centro de atención de Jeongin, con esa densa mirada, puede ser comparado con tener dos dagas clavadas en el pecho, enterrándose sin piedad en el centro de su pecho.
Se siente intranquilo, porque sabe que el filo de cada daga tiene grabado su nombre en él.
Sale de sus pensamientos al oír la suave risa de Jeongin a su lado. Parece divertido por algún drama que hace Hyunjin, mientras Minho corrige con paciencia un movimiento que Changbin ha hecho mal. Su risa es tintineante, tranquila como siempre, pero en su rostro no hay ni una pizca de esa alegría infantil que tanto le gusta a Minnie.
Hay algo más, algo peligroso.
Ha cambiado, su expresión se ha endurecido y sus facciones se han marcado, haciéndolo ver más varonil; su rostro ahora es delgado, han desaparecido sus mejillas de bebé, siendo reemplazadas por sus pómulos prominentes y una afilada mandíbula.
Se siente extraño y aunque no quiere pensar en ello, debe aceptar que Yang Jeongin ya no es el precioso bebé que necesita tener protección y ser consentido. Se pregunta ¿desde cuándo ha cambiado tanto?
Y ahora…
Ahora estar con Jeongin se siente tan… diferente .
Su presencia, imponente y exigente de atención, es algo con lo que Seungmin ya no sabe lidiar. Ese aspecto aniñado de su rostro ha desaparecido y ahora Jeongin lo mira con oscuro deseo debajo de esas tupidas pestañas.
Provoca que a Kim se le acelere el pulso; que sus palabras queden a medio camino, atoradas en un nudo que se forma en su garganta; y que sus manos suden, sintiendo los nervios en cada poro de su piel ahora que Jeongin está revoloteando a su alrededor, dejando caricias discretas en su cuello, en sus manos y a veces en sus muslos, dejando la sensación de sus dedos todo el día. Siempre con una sonrisa altanera que parece disfrutar de la inquietud que provoca en Seungmin.
El toque de sus manos, incluso por encima de la ropa, se siente como una fuerte descarga eléctrica, como un rayo cayendo directamente al centro de su pecho, quemando cada célula de su cuerpo.
Cuando Jeongin finalmente se atreve a rodear su cuerpo con un rápido movimiento de brazos, Seungmin no puede hacer más que tensarse. Su respiración se corta y su piel se enchina al escuchar de nuevo la risa de Innie, esta vez golpeando sobre la piel de su nuca, como una débil brisa que le provoca escalofríos.
El más joven tira de Seungmin, atrayéndolo hacia su pecho para que se recueste en él y no sobre el respaldo del sillón que ambos comparten. El castaño se remueve al sentir un poco de burla en la carcajada de Jeongin. Incómodo, intenta zafarse de los fuertes brazos de Innie, quien sonríe divertido por la manera en que Seungmin lucha sin tener éxito.
Inevitablemente, el cuerpo de Seungmin cae sobre el regazo del maknae.
Está listo para reclamar, pero de sus labios solo sale un jadeo de sorpresa al momento en el que Jeongin ejerce más fuerza sobre sus caderas, dejándolo inmóvil mientras sus manos —traviesas como él mismo— comienzan a buscar la manera de colarse por debajo de la amplia sudadera que Seungmin usa.
Tiembla cuando el pelinegro encuentra la orilla de su pantalón de chándal, aventurándose a ir más allá para acariciar el hueso de su cadera, de manera lenta y tortuosa, sin borrar esa sonrisa engreída de su rostro.
Jeongin se ríe ante la expresión de terror en Minnie.
Quiere girarse y decirle que deje de ser un imbécil con él, pero Seungmin se encuentra en blanco, sin saber cómo reaccionar a la forma en la que acaricia la piel de su abdomen, de manera posesiva y decidida.
Las caricias parecen aterciopeladas, haciendo que esa zona de su cuerpo le pique un poco, como un cosquilleo insistente que provoca que Seungmin deje de luchar, perdiendo la fuerza de sus brazos.
El mayor de los permanece en silencio, nervioso porque frente a ellos dos, están sus hyungs practicando la coreografía, sin siquiera ser conscientes de la manera en la que Jeongin toma a Seungmin por las caderas, recargando su barbilla en uno de los hombros del más alto; ambos esperan pacientemente por su turno para tener la atención de Minho, quien guía al resto a través de los movimientos durante los primeros versos de la nueva canción.
Sintiendo que ha perdido una batalla, Seungmin deja caer el peso de su cuerpo sobre el más joven, resignado a las manos que ahora recorren sus costillas y un poco de su pecho, que en lugar de dejarle ese extraño cosquilleo, ahora le queman como las llamas de un incendio que no sabe cómo apagar.
Jeongin solo ríe una vez más, complacido al ver a su hyung derrotado sobre su regazo.
No hay más ruidos por parte de los dos más jóvenes, solo se escucha la voz de Minho dando instrucciones junto a las fuertes pisadas que da el resto de manera sincronizada.
Jeongin se mantiene firme con su agarre y Seungmin solo cierra los ojos, como si estuviera por dormirse sobre el maknae, cuando en realidad está contando el tiempo para que esos fuertes brazos lo liberen, antes de que pierda la cordura. Parece un abrazo común, pero esconde demasiado.
Sus hyungs los ven por el reflejo del espejo de la sala de prácticas, sin encontrar algo extraño, después de todo, todos saben lo mucho que Jeongin busca a su hyung más joven.
Al abrir sus ojos, Seungmin encuentra una imagen familiar en el espejo, Jeongin continúa acariciando su piel por debajo de la ropa, sí, pero su expresión tranquila y la posición en la que se encuentran podrían hacerle creer a Seungmin que es cualquier día de práctica.
Pero se encuentra con una extraña sensación en su cuerpo, porque su mente sabe que todo ha cambiado entre ellos dos.
Tres días han pasado desde lo ocurrido en los baños. Seungmin ha evitado mencionar el tema, al igual que Chan, quién ha limitado su interacción con el castaño a sólo palabras cuando es necesario; a veces son oraciones cortas, otras veces son monosílabos, pero no han ido más allá de ese pobre intercambio que es poco común entre ellos.
Porque Chan no es así, Seungmin sí; el más joven es quien huye de sus abrazos, el que hace muecas cuando lo toma de la manos. Se siente demasiado mal que Chan esté tan cortante con el castaño.
Aunque, muy en el fondo, Seungmin agradece que el mayor le esté dando su espacio, sea o no la buena voluntad de Chan. Lo que menos quiere —y no puede— es mirarlo a los ojos después de todo lo que vio. Es normal estar incómodo , se repite Kim una y otra vez, después de todo ha visto al líder y al maknae follando.
Lo que no es normal, piensa, es la manera en la que Jeongin comienza a comportarse con él. A Seungmin le causa conflicto que Jeongin parezca estar cómodo con todo el asunto.
El pelinegro no ha parado de revolotear a su lado, buscando su cuerpo con toques traviesos y haciendo comentarios sugerentes y subidos de tono que le dejan mal sabor de boca al castaño. Jeongin está comenzando a comportarse como un cabrón.
Es como un juego para Yang, donde la recompensa es el cuerpo de Kim Seungmin.
—Detente, Innie —susurra con la voz apretujada. De nuevo, intenta zafarse de las manos de Jeongin, queriendo impedir que estas bajen más por sus pantalones. Su cuerpo pega un brinco cuando el más joven logra su cometido, topándose con el elástico de la única prenda que protege la intimidad de su hyung— Por favor…
Su voz sale deshecha, casi como un lamento. El alarido de sorpresa que Seungmin intenta tragar, provoca que la sonrisa engreída de Jeongin se vuelva más grande, mientras el rojo comienza a pintar el bonito rostro de Seungmin.
Bingo , piensa el más joven cuando el pene de su hyung comienza a reaccionar debajo de sus caricias.
Kim comienza a sentirse nervioso, también asustado al ver que su cuerpo no le obedece más. Ha quedado completamente a merced de Jeongin, quien no deja de tocarlo. Es tal el temor que recorre su cuerpo, que termina por quedarse quieto.
—Nadie nos ve, hyung —Jeongin ronronea contra su oído, aventurándose a acariciar un poco más.
Jeongin tiene razón, nadie los ve. Sus hyungs están demasiado concentrados en lo que hacen, y no hay rastro de Jisung ni de Felix por ninguna parte.
Hasta que se topa con los ojos de Chan, mirándolos en el reflejo del espejo. Seungmin tiembla, notando lo oscuros que se han vuelto.
Se hace pequeño de repente, porque ahora se siente no solo la presa de Jeongin, sino también la de Christopher Bang.
En un arranque de adrenalina, encuentra la fuerza necesaria para alejarse de Jeongin, cayendo de bruces al suelo. Todos en la sala voltean a verlo, algunos preocupados, otros —Jeongin y Chan— con creciente interés.
En el momento en el que Hyunjin se acerca para ayudarlo a ponerse de pie, Seungmin es más rápido y huye del lugar, disculpándose con la excusa de que necesita ir al baño.
La sonrisa de Jeongin crece de manera cínica. Chan lo mira desde lejos, renegando con su cabeza, preguntándose a qué juega su precioso Innie con el pobre e indefenso Seungmin.