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Akari se encontró frente a un maniático Volo, con una Giratina detrás. Estaban en el templo, dando su batalla para que ella pudiera derrotarle y evitar el caos que él quería traer. Frunció el ceño, ¿era esto lo que realmente quería?
Lo admitiría, estaba totalmente enamorada de Volo, pero no era eso por lo que dudaba. Quiere decir, a estas alturas ya no sabe si él fue genuinamente amable y lindo con ella o sólo fue para ganarse su confianza. La noche anterior, mientras se hacía la dormida para no preocuparse porque normalmente tiene insomnio, Volo empezó a hablar en voz alta, acariciándola la mejilla con suavidad. No lo recuerda muy bien, pero él habló sobre algo de atraer a Arceus, destruir este mundo y, lo más importante, que se maldecía por estar verdaderamente enamorado de ella. Así que, sus sentimientos son mutuos, eh. Echa un vistazo hacia atrás. El rubio había despertado la atención y detrás de ella se encontraron el Profesor Laventon, Rei, Irida y Adaman, mirando la batalla expectantes, esperando por el futuro que se designará dependiendo de quién gane. Pero, en realidad,no siente que quiera salvarlos. Después de todo, los únicos que la habían tratado bien desde el principio fueron Volo, el profesor, Rei y Cyllene. Respecto a Adaman e Irida, al principio dudaron de ella, pero fueron amables al menos. O eso creía, hasta que la echaron de Villa Jubileo y la culpaban de que el cielo estaba rojo. Oh, lo recuerda como si fuera ayer.
Akari estaba destrozada. Después de una pelea a, básicamente, gritos con Kamado la habían expulsado de la villa, con un recorrido vergonzoso hasta la salida con los residentes abucheandola y, en algún punto, tirándole lo primero que tenían una mano, para finalmente ser empujada por uno de los guardias de la puerta. Al menos la capitana Cyllene había intentado defenderla de los ataques. Eso fue lo más vergonzoso y despreciable que había pasado en su vida, y definitivamente se asegurará de que no se repita.
—Tengo una última misión para ti, Akari —dijo. Ella paró en seco. —Sin mueras.
—Deniego la orden. Ya no soy miembro del Equipo Galaxia y no lo volveré a ser.
Estaba indignada, furiosa. Después de todo lo que había hecho por ellos, después de haber aceptado los recados de los habitantes, después de haber arriesgado SU jodida vida para calmar a los pokémon señoriales, después de haber puesto paz entre ambos clanes y el Equipo Galaxia, ¿es así como le agradecen despues de todo lo que ha hecho? Que les jodan, a todos. Cuando fue expulsada, no tenía más que su traje del Equipo Galaxia y su equipo pokémon, por lo que se encaminó al clan Diamante buscando ayuda. Pero lo que se encontró no fue más que un amargo recibimiento. Allí estaba Adaman, que la paró antes de siquiera poner un pie dentro del campamento. Le pidió ayuda y la respuesta que recibió la dejó estupefacta.
—No puedo ayudarte.
—¿P-por qué no?
—Mira, nos hemos estado esforzando para que nuestra relación con el Equipo Galaxia sea la mejor posible y ayudarnos a traer problemas con Kamado. Lo siento, pero nuestra reputación es más importante. Ah, y no te valdrá la pena ir hasta el clan Perla, Irida seguramente te dirá lo mismo.
Akari lo miró incrédula. Después de todo lo que ha hecho, ellos también la estaban dando la espalda. Sólo porque “tendrían problemas con Kamado.” Se giró sin decir una palabra y se fue alejando, con la cabeza gacha y los puños cerrados con fuerza. Bien, la próxima vez los salvaría el culo su puta madre, porque definitivamente ella no lo haría. Ya no sería por ellos un cambio de básicamente nada, que se olviden de su amabilidad, porque no la volverán a utilizar.
Al final, Volo la terminé encontrando y fue el único en darle apoyo y un lugar donde resguardarse. Ya fuera por conveniencia o no, a él no le importó Kamado y la ayudó cuando más lo necesitaba. Fue por esto que se acabó enamorando de él. Poco después, encontré una solución, la cadena roja. Volo reunió a ambos líderes de los clanes para que uno la acompañase y el otro hiciera lo que pudiera. Estaba disgustada con ambos, pero terminó eligiendo a Irida para que la acompañase. Así, en un viaje tenso, fueron por el material para crear la cadena. Cuando subieron al templo, se encontraron con un Kamado totalmente loco. Al final, tuvo que enfrentarse a él en una batalla pokémon. La cual obviamente ganó. Se arrodilló y poniendo la cabeza en el suelo se disculpó por desconfiar de ella y le pidió ayuda para resolver la situación. Pero Akari no quería escuchar nada de eso, quería venganza y lo miró con ira contenida. Intentó calmarse, pues sabía que si no lo hacía acabaría por pegarle un puñetazo. Se dio la vuelta, no quería ni ver su cara.
—¿Disculparte? No me hagas reír. Ni aceptaré tus disculpas ni volveré a ser parte del Equipo Galaxia, que te quede claro. Por supuesto te ayudaré, pero porque no quiero que ciertas personas a las que todavía amo sufran.
Y así, con este discurso subió al templo sin dirigirle la mirada a nadie. Kamado agachó la cabeza, aceptando las palabras, pues tenía razón. Igualmente, una parte de él esperaba ser perdonado.
Después de que apareciera Palkia y rompiera la cadena roja, Akari tuvo que enfrentarse a él. Fue una ardua batalla de horas que la costó sudor y las fuerzas de algunos de sus pokémon, pero consiguió capturarlo al fin. Suspiró aliviada y sostuvo la Ultra Ball. Todos los presentes la felicitaron por su trabajo, pero a ella no podía importarle menos. Palkia avisó que otra criatura amenazaba la Tierra a través de Irida y nada más dicho esto, Dialga apareció de la fisura. Akari estaba preparada para enfrentarse al ser, pero Kamado ordenó que se retirasen a la base de la pradera. Lo cumplieron a regañadientes.
En el campamento debatieron qué hacer ahora, pues estaban perdidos. Irida comentó lo que le había dicho Palkia y fueron por Lian a buscar el mineral necesario para la Origen Ball. Aparecieron las forajidas a molestar, pero Akari no estaba de humor para aguantar a esas estúpidas, así que con toda la ferocidad que tenía se deshizo de Charm. Ésta la miró un poco sorprendida por la impaciencia, pero no hizo nada al respecto. Los líderes derrotaron a los otras dos hermanas y ellas se esfumaron con bolas de humo. Ahora sin ningún inconveniente, pudieron extraer el mineral. Finalmente, la Origen Ball estaba completada y lista para atrapar a Dialga. En su camino al templo se encontró con Volo, avisando que estaría allí para ver la batalla que libraría Akari y vender materiales. Pero para su desconcierto, ella no tenía buena cara.
—¿Estás bien? No me digas que ahora estás nerviosa.
Ella agachó la cabeza, una parte sintiéndose mal por lo que pensaba y otra parte queriendo ser egoísta. Ya que no había respuesta, insistió.
—¿Qué pasa? Vamos, puedes decírmelo.
Se mordió el labio y decidió desahogarse un poco.
—Es sólo que... una parte de mí siente que no quiere realmente salvarlos. Después de darme la espalda aún esperan que los ayude como si nada. Me siento utilizada.
Volo escuchó sus palabras atentamente, su corazón empezando a latir rápidamente. Sonriendo astutamente y con un destello en los ojos, se agachó a su altura.
—Desearías que... ¿desaparecieran, tal vez? Después de todo lo que han hecho, es normal que pensaras así...
Pasó un dedo por su mejilla, acariciándola suavemente. Pero contrario a sus acciones, el tono que utilizó encendió las alarmas de peligro en Akari y acabó asustandose. Viendo su reacción, el rubio se alejó dejándola su espacio. Cerró los ojos un momento, casi deja entrever sus intenciones.
—No importa. Sigue adelante, tienes todo mi apoyo.
—...S-sí.
Rápidamente salió del túnel, dirigiéndose a los líderes de los clanes y Kamado. De nuevo, sin mirar a nadie, subió decidida a enfrentarse a Dialga. Después de un par de horas evitando los jodidos ataques de Dialga, consiguió debilitarlo y atraparlo con la Origen Ball. Estaba magullada, sudando y totalmente cansada. Necesitaría unas buenas horas de sueño para recuperarse completamente. De nuevo, la felicitaron por su arduo trabajo y decidieron que festejarían todos juntos en Villa Jubileo. Ahora con la grieta cerrada y todo vuelta a la normalidad, la capitana Cyllene la llamó. Se había quedado en una caseta en Villa Jubileo, y aunque no supiera qué haría ahora, planeaba irse para no regresar. No cuando se sentía traicionada y dolida por su expulsión. Aun así, tuvo que acudir, y de nuevo se encontró con Kamado disculpándose. También Rei, el Profesor y Cyllene, pidiéndole que volviera al Equipo Galaxia.
—Me dijiste que no volverías, pero te pido por favor que lo reconsideres. Sin ti y tus habilidades en combate no es lo mismo.
Chasqueó la lengua, cansada de esta escenita. Sabía que no se cansarían y se lo pedirían siempre que tuvieran ocasión, por lo que en contra de su voluntad acabó accediendo. No tenía otro sitio al que ir de todas formas. Con eso, se le asignó una nueva tarea: el misterio de las tablas. Volo fue muy amable al ofrecerse como ayudante, ya que él sabía más sobre la historia de Hisui que nadie. Así, acabaron viajando juntos en busca de más tablas. De esta forma, es como ha acabado en esta situación.
—¿Qué le ocurre? —preguntó en voz alta Rei, confundido porque Akari no ejecutaba ninguna acción.
Volo también estaba confundido, la peliazul parecía sumergida en su mente, más pensativa de lo normal. Un rugido de Giratina pareció devolverla a la realidad, pero para entonces ya había tomado una decisión. Frunció el ceño, pensándolo un poco más. Giró la cabeza, observando a todos, deteniéndose en Laventon y Rei. Les dirigió una mirada de disculpa que los dejó aun más confusos. Con esto, guardó a su pokémon que se encontraba en batalla, colocando la Poke Ball en su sitio correspondiente en el zurrón.
—¿Eh? —emitió el rubio, observando estas acciones, preguntándose si se había rendido tan pronto.
Akari se acercó lentamente a él, sin expresión en su rostro. Estando a la distancia perfecta, se puso de puntillas, se sujetó de los hombros del rubio ocasionando que se tense y a continuación lo besó. Volo abrió los ojos como platos y no correspondió el beso por la sorpresa. Fue un beso corto y pequeño, un roce de labios más que nada.
—¡¿QUÉ?! —exclamaron el resto de los presentes, tan sorprendidos como el propio Volo.
La peliazul se separó del hombre y dejó de estar de puntillas, girando su cuerpo hacia su dirección sin soltarle los hombros. Una expresión aburrida al dirigirse a ellos, rápidamente sonriendo con complicidad. En cuanto vieron ese brillo malvado en sus ojos supieron que algo no estaba bien.
—¿Akari, qué...?
—¿Qué? Hmm, ¿sabéis? Estoy cansada, cansada de ser utilizada. Todavía tengo que salvar vuestro culo porque nunca podéis hacer algo jodidamente bien, recibiendo traición y humillaciones a cambio. ¿Quién me ayudó cuando me echaron de Villa Jubileo, hm? ¿Quién me ofreció refugio cuando nadie más lo hizo, hm? Exacto, nadie. Nadie, excepto él.
Le dirigió una mirada cariñosa, sonriendo enamorada. Ya no le importaba nada ni nadie, lo único que quería ser feliz junto a la persona de que se había enamorado. Volo le sonrió de vuelta dulcemente, colocando sus manos en su cintura.
—¡Te está manipulando! —exclamó Adaman, temiendo por su integridad y la del mundo entero.
—¡Como si me importase! ¡Lo amo y me ha ayudado tanto, a diferencia de vosotros! —contestó furiosa.
Ya era tarde para ella, había caído totalmente y el haber ayudado a todos a cambio de nada, que le dieran la espalda y la traicionarán no ayudó. Pues ahora estaba resentida y sería muy tarde para todos. El mundo ardería. Volo miró con superioridad a todos, una sonrisa cruel extendiéndose por su rostro. No esperaba que Akari cambiase de bando, pero mejor para él. Ahora, nadie se interpondrá entre ellos. La peliazul de aclaró la garganta.
—Seré sincera. Os odio, pedazo de mierdas. Odio que me hayáis utilizado, odio haberos ayudado sin recibir nada a cambio, odio que me hayáis traicionado y dado la espalda. Lo siento, Profesor Laventon y Rei, gracias por ser tan amables conmigo desde el primer momento, pero esto es lo que quiero. Y si el mundo tiene que ser destruido, que lo sea entonces.
—Hmm, esto es perfecto. Está bien, si tanto os odia mi amada, entonces solo me queda destruiros.
Una sonrisa maniática apareció en su rostro y con eso, todos supieron que estaban acabados. Su única salvación, Akari, los había traicionado en el último segundo. Ahora, lo único que les quedará era esperar su muerte cercana. Irida lloró en silencio, el resto mirando temerosos al dúo psicópata que se había formado. Volo la abrazó encantado, después de todo, él era su Dios y ella su Diosa.