Work Text:
—Joder, Su, debiste beber menos—dijo Nath, su tono se denotaba agotado por todo el camino que habíamos tenido que recorrer a pie para llegar de casa de Rosalya hasta nuestro departamento.
Entrecerré los ojos con pesar, sabía que él tenía toda la razón, pero estaba demasiado agotada como para hilar siquiera con algo de coherencia mis caóticos pensamientos. No obstante, no podía culparme. Después de años de ahorros, al fin conseguí aquella meta que me propuse desde el último curso de la universidad, ser la propetaria del Cosy Bear Cafe, por fin pondría en marcha mi proyecto de abrir un café galería en Amoris. Y por supuesto que Alexy y Rosa se movilizaron de inmediato para organizar una celebración en nombre de mi éxito.
—Vamos, hombre, déjala tranquila, merece divertirse, por una vez.
Giré un poco la cabeza para observar a Castiel. Una de sus típicas sonrisas socarronas adornó su rostro, mientras Nath entornaba los ojos, sonriendo también. Me alegraba como la relación de esos dos caraduras había evolucionado al terminar la universidad, pasando de no poder soportar estar juntos ni 5 minutos en una misma habitación a salir a beber de vez en cuando.
Ambos me sujetaban lo mejor que podían. Del lado derecho, la mano de Nath estaba colocada con cuidado alrededor de mi cintura y mi brazo estaba posado sobre su hombro, mientras que, por el lado izquierdo, Castiel me sostenía, en la misma posición que Nathaniel. En mi estado apenas era capaz de mantenerme en pie, bebí tanto que sentía todas mis extremidades adoloridas y mi cabeza apunto de estallar. Había sido un largo camino hacia casa, en el que estuve mareada todo el tiempo, sintiendo que en cualquier momento me deslizaría del agarre de los dos fuertes pares de brazos que me sujetaban y caería al suelo en seco.
Pero, por fortuna, ya nos encontrábamos frente a la conocida puerta de nuestro departamento. Nath tuvo que hacer un montón de peripecias para sacar las llaves de su bolsillo trasero. Entrecerré los ojos, sintiendo como se formaba una sonrisa tonta en mi cara, no podía pensar en otra cosa que no fuera mi cama; lo que más anhelaba por el momento era recostarme, dormir todo lo que me fuera posible y despertar con los brazos de mi novio alrededor de mí. Cada paso que los tres dábamos parecía realmente largo, pronto abrí los ojos y me dí cuenta de que no estábamos ni cerca de la ansiada habitación. Ya no quería esperar, necesitaba un lugar cómodo en el que recostarme o mi cuerpo se rendiría. Mi vista se posó casi en automático en el sofá-cama de la sala de éstar.
—Sofá...—balbuceé, llamando la atención de ambos hombres, que me miraron interrogantes—Dejenme en el sofá... P-Puedo ir a la habitación más tarde, cuando me sienta mejor... pero por ahora necesito descansar.
Para asombro mío, ninguno de los dos presentó objeción alguna a mi petición, tal vez ambos estaban agotados de haberme aguantado por todo el trayecto de casi 45 minutos. Castiel me soltó y, por instinto rodeé el cuello de Nath con ambos brazos, su reciente mano libre se colocó en mi espalda baja, en un agarre del que se benefició para inclinarme y recostarme en el sofá con mayor facilidad. Sin medir del todo mi fuerza, jalé a mi novio por el cuello de la camisa, él apenas tuvo tiempo de reaccionar para apoyarse en el sofá y que todo su peso no cayera sobre mi. Solté una risita, nuestros rostros quedaron a centímetros y nuestras respiraciones se fusionaron.
—Esto... iré a traerte un vaso de agua, Sucrette.
La notable incomodidad en el tono de voz del pelirrojo ni siquiera me afectó, estaba demasiado perdida en Nath; en su cercanía, su aroma, sus ojos, sus labios; quise borrar todas mis inhibiciones y someterme por completo a él, y por lo dilatado de sus pupilas, supe que él estaba sintiendo exactamente lo mismo que yo. El ambiente se calentó, y pronto comencé a sentir calor, aún con el hecho de que mi ropa no se podía describir como abrigadora.
Fue Nath quien dio el siguiente paso, su mano se coló bajo mi falda y tentó la piel desnuda de mis muslos. Un estremecimiento me recorrió de pies a cabeza cuando sus dedos rozaron el fino encaje de mi ropa interior.
De repente, un pequeño tramo de consciencia volvió a mí, por lo que tomé la mano de Nathaniel y la aparté de mi, antes de que ambos perdiéramos el control.
—N-Nath, espera—Gruñendo, se apartó de mi, dándome la oportunidad de hablar—No podemos, Nath, Castiel aún está aquí.
Nath esbozó una sonrisa burlona, para después inclinarse peligrosamente cerca de mí—Hace unos segundos no parecía importarte, preciosa—dijo, divertido y tal vez un tanto hastiado.
—Pero es a ti a quien quiero—repliqué, en un tono más agudo del que me habría gustado. En mi rostro apareció un mohín—Dile que se vaya.
Abrió la boca para responder, pero paró sus palabras en seco. Me estremecí cuando noté la expresión malévola en su rostro, aquella que salía relucir sólo cuando él estaba maquinando una idea, una idea no muy buena en la mayoría de las ocasiones. Sonriendo cual gato de Cheshire, Nathaniel volvió a mirarme.
—¿Recuerdas la charla de la noche de videojuegos, Su?
Mis ojos se abrieron como platos, ¿qué si la recordaba? Esa había sido una de esas charlas que no olvidaría por más que lo quisiera. Una noche, después de semanas sin pasar tiempo juntos a causa del trabajo, Nath y yo pudimos pasar una noche agradable, jugando videojuegos, comiendo comida rápida y bebiendo una que otra cerveza con el transcurso de las horas. Y en un acto un poco irresponsable de mi parte, terminé por contarle a Nath sobre aquella fantasía en la que él y Castiel eran partícipes. Y claro que en ese momento no tenía idea de que esa simple confesión jugaría en mi contra más adelante.
—Pues creo que aún no obtienes una verdadera celebración. Tal vez Castiel y yo podamos ayudarte con eso.
En otra situación en la que mi lucidez estuviera presente, lo más probable es que me habría escandalizado por tal proposición, pero ahora, ahora me parecía lo más jodidamente excitante que me había imaginado en toda mi vida. Nath pareció interpretar mi expresión de manera afirmativa, por lo que alzó un poco su cuerpo para quitarse la chaqueta.
—¡Cassy, ven aquí!
Ambos reímos al escuchar el claro gruñido de Castiel desde la cocina. Enseguida apareció en el portal, llevando consigo el dichoso vaso de agua del cual ya me había olvidado.
—Te lo advierto, rubia—amenazó el pelirrojo, dejando el vaso sobre la mesita de café de la sala de éstar.
—Rélajate. Su aún tiene ganas de celebrar, y ambos deberíamos ayudarla con eso, ¿no te parece?—Y para hacer mucho más obvia la doble intención en sus palabras, Nath acarició de nuevo mis piernas, sus dedos subieron más y más, abarcando terreno prohibido. Yo desvié la mirada, segura de que estaba igual o peor de roja que un tomate.
Castiel no respondió, ni se mostró perturbado por la desvergonzada proposición de Nath, en cambio, nos miró de arriba a abajo, como un escaner. Mis muslos temblaban, pues muy en el fondo, deseaba con todo mi corazón que Castiel no desistiera.
—Si eso es lo que Su quiere...
Me miró y mi corazón dio un vuelco, mi aliento se quedó atrapado en mi garganta, esa era la manera en la que Castiel estaba solicitando mi permiso para actuar, y hubo algo en ello que terminó por desarmarme. Lo único que atiné a proporcionar como una respuesta fue un asentimiento. Observé con los ojos oscurecidos como Castiel seguía el ejemplo de Nath, quitándose la chaqueta y dejándola en algún lugar que no importaba.
Nath continuó con sus caricias en mis muslos, presionaba tiernamente las yemas de sus dedos contra mi piel ardiente, tocaba lo menos posible de mi cuerpo, todo con el objetivo de colmarme la paciencia. Castiel no tardó en acercarse también, se recostó a mi lado y observó mi rostro, con una de sus manos, apartó los pocos mechones de cabello que caían por mi rostro y los retiró, acunó mi rostro y luego fundió nuestros labios en un beso arrebatador. Jadeé, y Castiel vio la oportunidad de introducir su lengua entre mis labios entreabiertos, comenzó una batalla de lenguas en la que no hubo necesidad de debatir para hallar un ganador. Nuestras lenguas danzaban acompasadas, encontrándose la una a la otra, tornando el beso en algo mucho más íntimo y pasional.
La temperatura de la sala ascendió de forma increíble y mi excitación se acrecentaba a pasos agigantados, podía sentir mi humedad incluso a través de mis braguitas, mi centro palpitaba sin cesar, necesitado de un poco de contacto, algo que aliviara ese pequeño dolor que estaba presente. Mis dos compañeros estaban igual de encendidos que yo, tanto que pude sentir sus erecciones, presionando contra mi espalda baja y mi vientre, respectivamente, ansiosas por algo de alivio. Se me hizo agua la boca por tan sólo el pensamiento de que, en ese momento, aquellos dos exquisitos miembros eran sólo para mí. No pude evitar sentir emoción al respecto.
Dos pares de masculinas manos viajaban por mi piel ardiente. Todo eran roces con las yemas de los dedos, los cuales enviaban diminutas corrientes eléctricas a lo largo de mis extremidades, creando espasmos en todo mi cuerpo. Por un momento, deseé que cualquiera de mis dos acompañantes me pellizcara, solo para comprobar que esto no se trataba de un sueño, de nuevo.
Y no... No era un sueño. Todo esto era real.
Sentí el toque de Nath de nueva cuenta, pero sus manos ya habían abandonado mis muslos y habían salido disparadas hacia los lazos de mi top, con el objetivo de despojarme por completo de él. Pronto el top yacía en alguna parte del suelo de sala.
Llegó el momento de intercambiar turnos, Castiel se apartó de mis labios y en menos de un segundo era Nath quien me besaba, mientras el pelirrojo continuaba con la tediosa tarea de despojarme de mis prendas restantes, sus manos se colaron bajo mi falda y tiraron de ella hacia abajo para poder quítarmela. Con algo de dificultad debido al reducido espacio del sofá-cama, alcé un poco mis caderas, para que así Castiel pudiera deslizar la prenda fuera de mis piernas. Quedé sólo en mi lencería negra de encaje, y no pasó desapercibido para mi que los otros dos aún estaban muy vestidos. Comencé con Nath y, rompiendo el beso por un segundo, le saqué la camiseta por la cabeza, dejando a la vista su trabajado abdomen, luego procedí con su bragueta, y le bajé los pantalones hasta un poco más abajo de las rodillas. Sonriendo, Nath se encargó de deshacerse de sus pantalones, mientras yo tiraba de Castiel por la corbata para unir nuestros labios de nuevo; con una rapidez impresionante, me deshice de la corbata, la camisa, el cinturón y sus pantalones. Al menos, ahora los tres estábamos en igualdad de condiciones.
Los labios del oji-gris se concentraron en mi cuello, mientras que mi novio repartía besos por otras zonas de mi cuerpo; pecho, abdomen, muslos, no había parte de mi ser que se salvara de las atenciones de Nath.
Sonriendo como un depredador apunto de atrapar a una presa, Castiel decidió ir algo más lejos, dirigiendo sus dedos a mi pelvis, comenzando a acariciar mi centro sobre mis delicadas bragas de encaje. Gemí, apretando con fuerza la mano de Nath que sostenía. Castiel acortó la distancia, mientras sus dedos me acariciaban de manera muy superficial, estaba claro que quería burlarse de mí. Los labios de Castiel rozaron el lóbulo de mi oreja, provocándome un brutal estremecimiento.
—Joder, Su, estás tan húmeda...
Me ruboricé. y más aún cuando, sin previo aviso, Nathaniel arrancó mi sujetador de mi cuerpo, sacándome un gemido de sorpresa. Comenzó a acariciar mis senos de inmediato, sus pulgares se encargaron de tocar y pellizcar mis pezones, causando que se endurecieran. Yo no paraba de gemir, perdida en la emoción del momento, consumida por el placer que invadía a raudales cada extensión de mi cuerpo.
Y por fin sucedió, quedé expuesta para ellos cuando Castiel me quitó las braguitas y las dejó caer al suelo. Fue entonces que supe que la diversión apenas estaba por empezar. Nathaniel se adueñó de mis labios de nueva cuenta, mientras Castiel llevaba sus besos cada vez más abajo. Caí en cuenta de lo que planeaba hacer cuando sentí su aliento muy cerca de mi pubis, pero antes de que pudiera pensar en más nada, la lengua de Castiel tomó su lugar entre mis pliegues, y comenzó probar todo mi interior, lamía mi clítoris con maestría, enviando intensas descargas de electricidad por todo mi cuerpo. Mis muslos se contrajeron y cerré mis piernas en torno a Castiel, dejándole sin más opción que continuar brindándome tal salvaje placer. Mis dedos se enredaron en los mechones pelirrojos de Castiel, tirando con violencia de ellos cuando una ola de placer especialmente intensa se avecinaba.
De pronto sentí la mano de Nath sobre la mía, guiándome para que me ocupara de su necesitada erección, a lo que yo accedí, encantada. Comencé con movientos lentos pero constantes sobre su erección, observando fascinada como el prepucio salía relucir con cada movimiento de sube y baja que yo realizaba sobre el pene de mi novio. Gruñó en mi oído como una fiera, susurrándome todo tipo de improperios que hicieron que se me erizaran los vellos de la nuca. Los labios de Nath se adhirieron a mi cuello; mordió, besó y succionó la zona, dejando a su paso variedades de hematomas púrpuras tan intensas que, estaba segura, tardarían un par de samanas en desaparecer por completo.
Todo se detuvo para mi cuando sentí mi climax, construyéndose poco a poco en la base de mi estómago. Mi espalda formó un arco casi sobrehumano y mis piernas se contrajeron aún más en torno a la cara de Castiel, enterrada entre mis muslos. Me sentí apunto de estallar, el contador imaginario estaba llegando a su fin, avisando la llegada de mi inminente orgasmo. 3...2...1...0. Entonces el placer explotó dentro de mí, mis manos se aferraron a la pelirroja cabellera de Castiel, múltiples colores pasaron detrás de mis párpados cerrados, mientras de mi boca salían varios improperios índignos de recordar. No paraba de gemir, sobrepasada por todas las sensaciones que se acumularon a lo largo de mi anatomía.
—Eso es, Su... lo hiciste muy bien... ya está—Nathaniel no dejaba de susurrar palabras tranquilizantes a mí oído, acariciando con delicadeza mis costados, mientras yo trataba de lidiar con mi respiración irregular.
Castiel por fin se incorporó, y se limpió la boca con el dorso de la mano. Pude escuchar claro como el día el sonido que causó cuando tragó todos mis jugos. Entonces, Nath lo tomó por la nunca y comenzaron un beso mucho más intenso que todos los anteriores. Se trataba todo de una cruda batalla de lenguas en la que ambos contrincantes luchaban por el dominio del otro. El vencedor resultó ser Castiel, quien no dudó en fortalecer su agarre en la cintura de Nathaniel para acercarlo mucho más. Ese solo panorama bastó para renovar mi excitación, y mientras observaba el espectáculo, introduje dos dedos en mí centro, comenzando a friccionarlos rápidamente contra mi clítoris, y esperando a que eso me brindara algo de alivio.
—Vaya, Castiel, al parecer descuidamos un poco a nuestra musa—dijo Nath, portando una sonrisa ladina.
En cuestión de segundos, Nath reemplazó mis dedos con los suyos, no tardó mucho en encontrar el ritmo y el lugar adecuados. Llegó un punto en el que yo gritaba de placer cada vez que sus dedos volvían a acariciar mis paredes internas y golpeaban el punto exacto que me causaba temblores por todo el cuerpo. Todo aquello era maravilloso, pero el momento en el que mi cuerpo comenzó a exigir mucho más no se hizo esperar. Necesitaba algo más, de algo mucho más grande, algo que me llenara por completo y tocara todos los puntos que me enloquecían,
—N-Nath, por favor... métela, la necesito, por favor—supliqué, ya habiendo mandado mi orgullo al carajo.
Estando tan desesperado como yo, mi novio sacó un preservativo y lo deslizó pacientemente a lo largo de su hinchada longitud, luego Castiel hizo lo mismo, se miraron cómplices, y me pregunté que estarían tramando esos dos.
Nath se alineó con mi entrada y empujó con lentitud, mientras mi interior lo recibía con dificultad. Gemí y apreté los ojos, ya hacía un tiempo que no lo sentía dento de mí y me tomaría unos cuantos instantes el acostumbrarme de nuevo, pero en definitiva era una sensación que había extrañado. Me olvidé de todo dolor cuando mis ojos se encontraron frente a frente con los de Nath. El hermoso dorado me miraba con adoración, con cariño, con deseo. Con el suficiente amor como para ser capaz de que yo me perdiera en ellos y me olvidara de todo lo que nos rodeaba.
—Escucha, lo que sigue te dolerá un poco, pero no te preocupes, pasará, te lo prometo—El rubio acarició mi mejilla con ternura, al mismo tiempo en el que intercambió una leve mirada con Castiel—Pase lo que pase, debes decirnos si te duele y quieres que paremos. De verdad, Su, no estás obligada a hacer esto.
Sonreí, amaba ver como se preocupaba por mí aún en esta clase de situación—Lo haré, Nath.
Castiel se colocó en una posición algo más accesible, también comenzando a alinearse como entrada... espera... ¿acaso iban a hacer lo que estaba pensando? No tuve el tiempo de formular más preguntas, o siquiera un pensamiento coherente, pues Castiel también se introdujo en mí, al igual que lo había hecho Nath. Jadeé. cerrando fuertemente los ojos, apretando con toda la fuerza que tenía el cojín del sofá debajo de mí. Los mimos no se hicieron esperar, Castiel repartió besos por toda mi espalda y mi cuello, buscando así distraerme del dolor que comenzaba a extenderse por otras partes de mi cuerpo además de mi vagina. Mis bordes se estiraron al máximo luchando por recibir a los dos intrusos. Mis ojos lagrimearon, y mis uñas pasaron a arañar la espalda de Nath sin piedad.
De nuevo para distraerme, Castiel besó mis mejillas, con sus labios limpió las pocas lágrimas que habían logrado escapar de mis ojos para correr por mis mejillas, mientras sus manos recorrían mi espalda de abajo hacia arriba, en silenciosas pero tiernas caricias que me ayudaron a relajarme. Al cabo de pocos minutos, la sensación de malestar había desaparecido, solo para ser reemplazada de nueva cuenta por la necesidad. La falta de fricción me causó desespero, lo que expresé con un simple pero certero movimiento de cadera.
Mis dos amantes parecieron comprender la señal a la perfección, pues, de manera muy sincronizada, dieron una estocada experimental, la cual sacó un gemido entrecortado desde lo más profundo de mi garganta, lo que los motivó a ambos a continuar, pero estableciendo un ritmo un poco más duro. Las embestidas no se hicieron esperar, tocaban puntos dentro de mí de los cuales ni siquiera tenía idea, pero se sentía tan bien que yo deseaba que no terminara jamás.
La sala se llenó de dos sonidos en particular; el primero, mis gemidos y gritos, los cuales aumentaban en volumen e intensidad cuando uno de los dos (o los dos) daban un movimiento de caderas en especial fuerte o hacia un ángulo en específico; y el segundo, el lascivo sonido que causaban nuestras pieles al chocar entre sí, un sonido que era como música para nuestros oídos y, puedo asegurar, lograba encendernos mucho más a los tres,
El entorno estaba enmarcado por la lujuria en su totalidad, ya no había palabras tiernas que decir ni caricias amables que dar, ahora los tres éramos la viva encarnación de la irracionalidad, convertidos en bestias indómitas por todo el placer de nuestro acto carnal. Ya no había nada amoroso en esto, y de todas formas me encantaba.
Nuestros cuerpos se encontraban bañados en sudor y el sofá rechinaba con cada brusco movimiento, amenazando con ceder en cualquier momento, Los rayos de la Luna se colaban por las ventanas abiertas, siendo estos el único indicio de luz que teníamos, ambos se veían tan jodidamente atractivos; los rayos del imponente astro dotaban a la tez de Nath de un aspecto mucho más aperlado, mientras que le daba a los ojos de Castiel un brillo batante único. Pensé en que podría acostumbrarme a este tipo de panoramas.
La vista se me nubló y ya no fui capaz de pensar en nada más, el punto de no retorno se encontraba a la vuelta de la esquina, y esta vez yo no era la única que lo sentía. Nath y Castiel también estaban cerca, se podía decir por sus gruñidos y jadeos, cada vez más roncos y entrecortados. ¡Ibamos a llegar juntos! La sola idea esparció una sensación de expectación por todo mi cuerpo. Ambos aceleraron el ritmo de sus embestidas, y supe que solo harían falta unos segundos para que todo explotara.
Sus bocas se apoderaron de mis pezones, los cuales lamieron y mordisquearon a su antojo. Eché la cabeza hacia atrás y sentí el torrente de placer llegar a su punto máximo en mi interior, me derramé una vez más, gritando a todo pulmón los nombres de ambos hombres, sin importarme quien pudiera oírme. Me siguieron Nath y Castiel por una diferencia de algunos segundos, primero fue Nath y después fue Castiel.
Nos dejamos caer sobre el viejo sofá-cama, exhaustos, nuestras respiraciones eran erráticas, nuestros pulmones rogaban por algo de aire fresco, era lógico, después de tanta actividad. Lo que siguió en los próximos diez minutos fueron besos, palabras dulces y caricias cuidadosas. Nadie habló después de aquellos diez minutos, no había necesidad de hacerlo.
Nath rodeó mi cuello con uno de sus brazos, acarició algunos mechones de mi cabello y me dió un dulce beso en la mejilla, mientras yo acariciaba su corta pero suave cabellera rubia, mientras que Castiel dejó descansar su cabeza en mi vientre, una de sus manos tocaba suavemente mi pierna, y yo usé mi mano libre para acariciar sus mechones pelirrojos.
Y así, los tres juntos, nos entregamos a la inconsciencia, siendo cubiertos solo por una pequeña manta que Nath y yo guardábamos, después de haber pasado el mejor momento de nuestras vidas.
FIN