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Finalmente. Finalmente acabaron con esa pesadilla.
¿Quién diría que la Mente Maestra sería una chica tan tranquila como Shirogane Tsumugi?
Pero lo más impactante de todo fue descubrir que Danganronpa no era más que un reality show en el cual morían personas reales. Sí, se convertían en "personajes ficticios" una vez que eran borrados sus recuerdos para ser reemplazados con otros, pero seguían siendo humanos, humanos con sentimientos, humanos que sufrían por la pérdida de un ser querido.
Sufrimiento... Esa era la palabra que describía cómo se sentían ahora mismo los cuatro sobrevivientes de aquel mundo de ficción.
— ¡Maldición! – El astronauta golpeó el piso con su puño en un acto de frustración — Ese idiota de Kiibo... ¿Por qué se sacrificó por nosotros? Ya habíamos decidido morir juntos... ¡No era necesario que hiciera esa estupidez!
— Tranquilízate, Momota-kun – Intentó calmarlo el detective — Estoy seguro de que Kiibo-kun lo hizo porque eso era lo que quería el mundo exterior.
— Lo más importante en este momento es decidir qué haremos a partir de ahora – La voz de la asesina los hizo reaccionar.
— Nha... Si solo somos personajes ficticios, ¿qué será de nosotros allá afuera? – Preguntó la pequeña maga con inseguridad.
Silencio. Fue lo que hubo durante varios segundos, segundos en los que los cuatro adolescentes miraban aquella enorme apertura que la explosión del robot había dejado en el cielo ficticio de aquella academia.
— El mundo exterior, ¿eh? – Dijo el pelimorado, ganándose la mirada curiosa de sus compañeros — Debe ser un mundo lleno de infinitas posibilidades... ¡No importa quiénes fuimos en el pasado, tenemos la oportunidad de empezar de nuevo y mejorar las cosas! ¡Así que quiten esas caras largas! – Volteó a verlos con su característica sonrisa.
— Momota-kun... – Sonrió el de cabello azul prusia contagiado por el contrario — Tienes razón. Hemos sobrevivido, a partir de ahora nuestras decisiones no serán controladas por nadie más que nosotros mismos.
— ¡Entonces vamos, el mundo exterior nos espera!
— Me pregunto qué tipo de mundo será ese... – Preguntó la pelirroja con su típico tono perezoso.
— Un mundo pacífico sin peleas ni desesperación. Eso dijo Shirogane, pero tal vez nos mintió – Respondió la castaña jugando con su cabello.
— Sea como sea, mientras nos tengamos los unos a los otros, superaremos todo lo que venga. ¡Ánimo, Harumaki! ¡Tienes al Lucero de las Estrellas para protegerte!
Kaito se acercó para darle un abrazo a la contraria, lo que la hizo sonrojar y terminó dándole un fuerte golpe en el estómago a causa de los nervios, acto que lo hizo caer de rodillas sosteniéndose la barriga adolorido.
— ¡H-Harukawa-san! ¿Por qué? – Preguntó el detective preocupado.
— ¡I-I-Idiota! ¡¿Por qué haces esas cosas tan de repente?! – Regañó la sonrojada chica, ignorando completamente a sus otros dos amigos.
— Sí que... Tienes un buen... Derechazo... Harumaki – Dijo el aprendiz de astronauta a duras penas. Sí que le había dolido ese golpe — Pero no es nada... Que un hombre no pueda soportar...
Maki lo ayudó a ponerse de pie –aun con aquel notable sonrojo en sus mejillas– y el más alto aprovechando el momento, la atrajo hacia sí por el cuello con un brazo para luego pasarle su otro brazo por la espalda, formando así un abrazo que hizo ruborizar todavía más a la muchacha.
— M-Momota...
— Gracias, Maki... De verdad, muchas gracias...
— ¿Por qué me agradeces exactamente? – Por fin pudo reaccionar correspondiendo a aquel abrazo lleno de necesidad.
— Por aceptar entrenar conmigo... Por aceptar llevarte bien con el resto... Por acceder a enseñarme a armar una ballesta... Por enojarte conmigo por colaborar con Ouma.
La de ojos rojos escuchaba cada palabra atentamente con una expresión de sorpresa marcada en su fino rostro. Ya para ese momento Shuichi y Himiko les habían dado su espacio.
— Gracias por enamorarte de mí, y perdóname por no haber notado antes tus sentimientos. Supongo que sí soy un idiota – Finalizó soltando varias carcajadas luego de separarse del abrazo.
— Sí, definitivamente eres un idiota – Hizo un puchero sin atreverse a mirarlo a los ojos — Pero también es mi culpa por no haber sido más obvia.
— ¡Bueno, aún así déjame compensártelo!
Antes de que la asesina pudiera reaccionar, la tomó por los hombros con delicadeza, se inclinó ligeramente para acercar su rostro al de ella. Ambos se encontraban sonrojados –ella más que él– y ansiosos por lo que venía a continuación.
Y entonces, sucedió...
Para Kaito aquel beso pudo haber sido romántico, pudo haber sido especial... Pudo haber significado algo. Si tan solo...
Maki lo rodeó por el cuello con sus brazos apegándolo más a su cuerpo, profundizando así aquella unión que compartían sus labios.
No recordaba haberse sentido tan feliz en su vida. Jamás imaginó que los besos podían sentirse tan bien.
“Estoy bien... Ya la superé.” Quiso autoconvencerse el pelimorado.
Aun así, era consciente de su enorme mentira, pues en todo momento desde que salió ileso de aquel juego de matanza, no había dejado de pensar en "ella".
Aquella pianista de cabellos rubios que cautivó su corazón desde el primer momento en que la vio. Esa chica tan optimista que acabó siendo ejecutada de forma injusta... Tal vez no pasaron ni una semana juntos, pero en solo pocos días alcanzó a conocerla lo suficiente como para enamorarse locamente de ella hasta el punto de seguir sufriendo por su pérdida, anhelando su presencia.
Ambos jóvenes se separaron de aquel beso mirándose a los ojos con una sonrisa y un rubor adornando sus mejillas.
Maki sonreía porque veía al amor de su vida; Kaito.
Kaito sonreía porque aunque fuera por un instante, justo ahí, frente a él, estaba Kaede viéndolo con una sonrisa, la misma sonrisa que lo enamoró.
— Te quiero, Momota.
— Yo también... – Sonrió melancólico mientras algunas lágrimas amenazaban con salir de sus ojos — "Akamatsu".