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Antes del fin
Verlo se volvió insoportable, ese cuerpo que albergaba el alma mortal de Spider hasta sofocarla era imposible, a veces, solo por instantes parecía que estaba allí, ya fuera en miradas de dolor, de rabia o ira nunca amor, nunca alegría, nunca con emoción, nunca con felicidad y esos pequeños instantes eran suficiente para hacerse ilusiones, para mentir y decirle a sus almas atormentadas que estaba bien.
Para cuando se dieron cuenta de su error era demasiado tarde para intentar arreglar sus errores, el dar su brazo a torcer era una carta para la destrucción, finalmente habían decidido usar el cuerpo maltrecho de aquel humano y convertirlo en su escudo, permitirían que el vientre delgado y sus huesos frágiles tomarán las balas en su lugar, aun si eso solo retrasa lo inevitable.
Al final del día tendrían que enfrentar las consecuencias.
Había días buenos, días en los que parecía que la enfermedad no aplastaba el pequeño cuerpo humano cada vez más frágil, pero esos días buenos se resumen en gritos y llantos, en las pequeñas manos humanas destruyendo todo lo que toca, en los pies sangrantes corriendo por la arena intentando encontrar un escape. Un camino rápido al final del sufrimiento, buscando la manera de acelerar el final.
Los días buenos se llenaron de tristeza, de odio, de ira, de sal y hierro.
Pronto casi todos empezaron a fingir que no estaba allí, preferían creer que cuidaban de un cuerpo que permanecía tibio y respirando, negados a aceptar que el ser que tanto buscaban estaba allí, desprovisto de toda ternura, vació de sentimientos cálidos. Negándose a aceptar que el monstruo de odio que vivía en la isla fue una vez ese niño, que ese niño seguía allí, encerrado entre tumores y traumas, entre llantos y gritos. Que su corazón aún era dulce, solo que ya no para ellos, nunca más.
Rotxo tenía una nueva rutina, tras el último colapso había abandonado su hogar al lado de su madre para pasar día y noche al lado del humano de la isla, día con día al amanecer entraba al camper solo para asegurarse que el humano seguía respirando (no con vida, eso jamás sería considerado como vivir) se volvió su cuidador, quien se aseguraba de mantener sus necesidades cubiertas, que comiera, que se limpiara, que estuviera cálido en las noches frías y fresco en las tardes ardientes, quien le daba un toque de ternura entre toda la indiferencia.
Si bien le dolía la indiferencia de Spider no podía pedir más que una mirada desdeñosa, no sería justo. Ya todos le pedían demasiado al humano, no podía esperar que en su dolor y enfermedad Spider sacara fuerzas de donde no las tenía y correspondiera su amor inmaduro.
No, el dolor de su corazón no se comparaba con el dolor que Spider pasaba, no era justo pedir más. No cuando era igual de egoísta al desear mantenerlo allí todo el tiempo posible, incluso si solo era un cascarón.
Antes no era capaz de entender por qué los humanos toman tanto de su planeta, por qué siguen hiriendo la tierra y derramando la sangre de sus hermanos y hermanas. No hasta que lo conoció.
Al inicio lo llamó amor, después de ver como Spider se mantenía de pie en la orilla de la playa esperando la llegada que no iba a suceder entendió a los humanos, la codicia también podía aparecer en las gentiles criaturas de Eywa.
Un buen día cuando la luz se acababa dejando que la naturaleza iluminara el camino Rotxo vio a Spider partir, guiado por la voz de decía escuchar en sus sueños se adentro al camino donde guardaban los vestigios recuperados de las naves humanos (antes de que Spider los usara con la intención de crear una bomba y volarlos en pedazos) sabe que no debería dejarlo ir solo, parte de su tarea es cuidar que no escape o intente hacerse daño pero a Rotxo ya no le importa mucho esa parte, una parte de él desea que no vuelva, que decida ponerle fin a su sufrimiento. Lo deja ir, rezando para que muera, para que viva, para que huya.
Suplicando por su libertad.
Los días se sentía como una eternidad y lo odiaba, pero ahora extrañaba esos días, esos en los que Spider permanecía manso y seguro dentro del camper, Lo'ak una vez le mencionaba la creencia humana de las últimas fuerzas, que al sentir el final de su tiempo los humanos sacaban fuerzas de lugares extraños, listos para hacer cosas que habían quedado pendientes, un último esfuerzo antes del inevitable final. Ese último impulso había llegado después de ese paseo nocturno. Apenas 3 días atrás Spider no pasaba de la roca que había tomado como su asiento para ver el amanecer y ahora se paraba en toda su extensión que comparada con un niño navi no era nada, pero irradiando poder, sudando ira y una promesa de dolor y sufrimiento.
Allí enfrente del fuego comunal con las manos sobre su estrecha cintura era como los cuentos que solía escuchar del monstruo que llegó a destruir su hogar, sentía terror correr por su sangre y su corazón la bombeaba a un ritmo frenético. Frente a él no estaba Spider, no, estaba viendo a Miles Javier Socorro Quaritch, el hijo del demonio.
El que alzaba la voz contra ellos deseando que su aldea se quemara hasta las cenizas, el que gritaba que esperaba ver las cabezas de todos y cada uno de ellos en una pica a las orillas del mar no era su amor, no. Esto era lo que todos humanos y na'vi había dejado de un alma pura, de un hijo de Eywa en todo menos cuerpo.
Aquel que apartaba sus ojos con asco del pequeño bebé que se aferraba a sus piernas no era su amante, no conocía a quien tenía enfrente.
Cuando sus ojos brillaron con una promesa de dolor ante la advertencia de un visitante, Rotxo se arrepintió severamente de no haberle arrancado la máscara cuando hacían el amor.
Recordaría la llegada de ese visitante como el inicio del fin.