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Un rayo de luz entraba por la ventana lo que hizo que despertara, bostezó antes de mirar el cuerpo junto al suyo. Ya llevaban saliendo un par de meses y a Penguin aún le parecía una fantasía hecha realidad. Killer era una de las personas más maravillosas que había conocido, al nivel que a veces le daba vergüenza pensar en lo mucho que le gustaba, en especial cuando prácticamente lo único que pasaba por su mente era su novio.
Se acomodó levemente, para poder tener fácil acceso al cuello del otro, y así poder comenzar a repartir suaves besos por la piel bronceada, bajando lentamente, tratando de no dejar espacio sin besar. A la altura de las clavículas los besos fueron cambiados por chupones, para así poder dejar pequeñas marcas adornándolo.
-¿Amaneciste con ganas de jugar? -se escuchó la rasposa voz de recién despertado del otro.
-Más bien amanecí con hambre, y no pude encontrar platillo más delicioso -mordió el pectoral de su novio de manera juguetona.
-Ten cuidado, que yo también tengo hambre -tomó una de las pálidas manos, acercándola a sus labios para así poder morder la parte interior de la muñeca del otro, que tenía unas marcas de la noche anterior.
Se quedaron mirando, casi de manera desafiante para ver quién hacía el siguiente movimiento, manteniendo a los dos en alerta. Un sonido proveniente del estomago del castaño interrumpió lo que ya para entonces parecía un desafío de miradas.
-De verdad tienes hambre, Pen -se sentó en la cama el más alto, estirándose mientras el otro se abrazaba a su cintura- Si no me sueltas no voy a poder traerte algo para comer…
-No quiero… -su voz salió floja, hundiéndose a su costado.
-¿Quieres ir conmigo a la cocina?
Se quedaron unos momentos en silencio, como si estuviera tomando fuerzas para moverse, antes de rodar por la cama hasta casi caer de esta.
-Vamos a cocinar -el más bajo caminó rápido, como si escapando de la pieza haría que se fueran las ganas de volver a la cama.
-¿Qué vas a querer comer? -Penguin quedó admirando a Killer, sintiendo como una sonrisa crecía en sus labios.
-Hoy yo cocino, quiero consentirte -se adentró a la cocina, buscando los ingredientes para poder hacer hotcakes de desayuno.
-¿Hice algo bien para merecer este trato? -los fuertes brazos del más alto rodearon su cintura, mientras que sus dedos le acariciaban su torso desnudo.
-Nada, simplemente me di cuenta que me gustas mucho -dijo con simpleza mientras mezclaba. El abrazo en que lo tenían se apretó, lo que le hizo reír.
-Peng -aquella voz sonaba peligrosamente cerca de su cuello, pero de igual forma volteó hasta encontrar los ojos azules de su novio- te amo…
El corazón de Penguin se aceleró de manera alarmante, toda su piel parecía arder. Dejó las cosas ahí para poder voltear y así abrazar al más alto por los hombros, escondiéndose en su cuello mientras reía de la emoción. Alzó su cabeza, quedando frente a frente, comenzando a besarse suavemente.
Todo estaba en su lugar en esos momentos, era perfecto, podría estar así toda su vida, solamente ellos dos en su mundo. Hablando de todo y nada al mismo tiempo. En completo silencio. Juntos. Separados. Mientras que fueran ellos dos, todo estaba correcto y quería que fuera así por el resto de sus vidas.
La verdad es que Penguin no sabía mucho de sentimientos, pero sabía que lo que sentía por Killer no se parecía a nada que hubiera sentido antes, con Killer todo parecía estar correcto, incluso las discusiones que han llegado a tener, después todo volvía a calzar de manera perfecta, en el rompecabezas de su vida él encajaba de manera perfecta, mientras las demás piezas estaban esparcidas sin sentido, Killer encajaba con todas, con cada parte de él.
-Creo que también te amo -susurró, sintiendo como si por primera vez en su vida algo que decía tenía sentido- No, no lo creo, estoy seguro… Te amo.
Fin