Chapter Text
—¡Te dije que compraras globos rojos! —Aegon le reclama a su hermano—. ¡Estos son horribles!
Aemond mira la bolsa de globos azules en sus manos. No ve nada malo en ellos, siguen siendo globos y sirven para decorar la pared donde se tomarán fotos.
—Son globos. Todos los malditos globos se parecen.
—¡Pero a Jace le gusta el rojo!
—¡Entonces ve a comprarlos tú!
—¡Te estoy pidiendo un maldito favor, Aemond!
La puerta principal se abre y entra Lucerys, cargando varias bolsas a punto de explotar. Aemond ignora las pataletas de su hermano y va a ayudarlo. Lo recibe con un beso y una nalgada.
—¿Por qué gritan tanto?
—El estúpido de tu novio trajo globos azules cuando le pedí globos rojos.
—Es lo mismo —insiste Aemond—. Igual los terminarán reventando
—En esto tiene razón —Luke está de acuerdo—. A Joffrey le gusta reventar globos con el trasero.
—Solo vayan a comprar globos rojos antes de que los golpee.
—Ya lo oíste, amorcito.
Luke empuja a Aemond hacia la salida, no sin antes tomar su billetera.
—Entonces… —inicia Luke, con una sonrisa maliciosa—. ¿Globos azules?
—¡Dije que rojos!
Aegon le lanza una cinta adhesiva que logra esquivar a tiempo.
***
—Me parece una estupidez que quiera más globos cuando ya hay en casa…
—Quiere proponerle matrimonio a mi hermano.
—¿Qué?
—¿No te contó?
—No.
—Vaya…
—¿Y por qué a ti si te lo contó?
—Soy su mejor amigo.
—Y yo su hermano.
—No eres la persona más entusiasta, cuchurrumín. Ibas a arruinarle el momento.
—Tú ganas.
Lucerys busca globos rojos, encontrándolos en un estante alto. Le pide ayuda silenciosa a su novio, que no duda en acercarse y, con solo estirar un poco el brazo, toma la bolsa de globos. El omega lo recompensa con un beso y continúan comprando lo necesario para la fiesta. Meten bolsas enormes de frituras, refrescos y un pastel de fresa.
A Jace le gusta la fresa. Harían la maldad de comprar un pastel de chocolate, pero no quieren arruinarle el cumpleaños. Además, Aegon no tendrá piedad alguna y les arrancará la cabeza. O el pene.
Lo que más les duela.
—Tienes todo? —pregunta Aemond.
—No, espera.
Luke avienta cuatro paquetes de condones al carrito.
—¿Y esos para que son…?
—¿Seguro que eres ginecólogo?
—Ah, ya entendí.
—Por más que me guste follarte, soy omega y me canso. A partir de ahora, te toca a ti.
—Yo no tengo problema con eso.
—Llegando a casa prepara tu maquinaria, porque te voy a dejar seco.
—¡Lucerys!
El omega se carcajea y rodea el cuello de Aemond, acercándose para darle un beso.
—¿Asustado, Targaryen?
—Ni un poco.
***
Aegon termina de colocar la última guirlanda en la zona donde se tomarán fotos. Los colores principales son negro y rojo, aunque hay algunas decoraciones doradas. Espera que a Jace le guste, hizo lo mejor que pudo, con la ayuda del inepto de su hermano y Lucerys. Todo debe salir perfecto. Es un día muy especial.
Los invitados comienzan a llegar a las cinco en punto. Si por invitados te refieres a los cuatro amigos de Jace: Addam, Baela, que siempre viene con Helaena, y… Cregan. ¿Quién invitó a ese perro pulgoso? Se supone que la fiesta es sorpresa, obviamente Jace no lo invitó. Entonces… ¿Quién?
Deja pasar a Addam, Baela y Helaena, interponiéndose para que Cregan se quede afuera. El alfa lo escudriña de arriba hacia abajo, con molestia. Aegon se niega a mostrarse inseguro ante él, aunque sea lo primero que le provoque. Han pasado años desde que era un adolescente que temía que Jace lo dejara por Cregan. Entiende que Jace lo ama a él, no hay nada que temer.
—¿A qué viniste?
—Es el cumpleaños de mi mejor amigo —Se empeña en hacer énfasis en “mejor amigo”, como si Aegon no lo supiera ya. Claro que es su mejor amigo, uno indeseable, pero amigo, a fin de cuentas—, no me lo perdería por nada del mundo.
—La fiesta es con invitación, Cregan. Lo lamento.
—No la necesito, Aegon. Serás su novio, pero a mí me conoció primero, así que apártate.
—¿Disculpa?
—Disculpado.
Cregan lo empuja con su gran cuerpo y entra a la casa. Antes de ir tras él para sacarlo a patadas, llegan Luke y Aemond con el resto de las cosas. Está bien, no hay necesidad de pelear con Cregan. Ahora bien, no cree que a Luke le agrade que el alfa esté aquí. Las cosas entre ambos, según le contó, terminaron muy mal, y Jacaerys no está enterado de nada.
—¿Por qué esa cara, Egg? —pregunta Luke—. ¿Pasó algo?
—Cregan.
—¿Me estás jodiendo? —vocifera Aemond, desde al sala—. ¿Quién lo invitó?
—Nadie, pero cree que tiene derecho a venir solo por ser el mejor amigo de Jace.
—Venga ya, hay que sacarlo de aquí.
—No, Aem —suspira—. Quiero que este día sea especia para Jace, pelearnos con Cregan lo empeorará. Sé que no les agrada, y a mí tampoco, pero a Jace sí y le pondrá feliz que él también esté aquí.
—Pero si se atreve a abrir la boca no voy a dudar en darle una paliza.
Luke aprieta el brazo de Aemond.
—Hey, Mon —susurra—. Estaremos bien, ¿vale? Lo aguantamos un rato y luego lo echamos. Se duerme temprano, así que no estará mucho tiempo acá.
—Bien.
Golpean la puerta.
—Debe ser Rhaena.
La chica entra con una enorme bolsa de regalo y abraza a Luke, luego a Aegon. Se detiene frente a Aemond, dudosa de si estrecharle la mano, darle un abrazo o besarle la mejilla. Luce más intimidante de lo que Luke le contó.
—Mon, ella es mi mejor amiga, Rhaena.
—Ah, sí, la que te decía que se ligara alfas ricos.
—Y al parecer no me hizo caso —habla Rhaena—. Mucho gusto, Aemond. Luke me habla mucho de ti… Lindo pene, por cierto.
—¿Luke?
—Le conté como era —aclara—, ni loco le muestro foto, luego se le antoja.
—Y el guarro soy yo… —comenta Aegon, distraído.
—Lo eres.
—Vale.
—Pasa al comedor, tu hermana y Helaena ya están ahí. Escóndanse en algún sitio, Jace no tarda.
Rhaena se despide con la mano.
—Un poco rara tu amiga.
—Te juro por mi vida que jamás le mostré tu pene. Soy envidioso con lo mío.
—Más te vale.
Aegon recibe un mensaje. Desbloquea el teléfono para leerlo.
—Jace está abajo con Daeron y Joffrey —informa—. Ustedes también escóndanse.
Aegon arregla su ropa y cabello frente al espejo de la sala. Intenta ahuyentar los nervios moviéndose de un lado a otro. Espera frente a la puerta hasta que escucha voces y pasos. Abre antes de que Jace meta la llave por la cerradura y su novio lo recibe con una sonrisa. De pronto siente el enojo y los nervios abandonar su cuerpo, trayéndole felicidad. Jace es su felicidad.
—Hola, cariño. ¿Qué haces acá en la puerta?
No parece sospechar nada, eso es bueno.
—Quiero ser lo primero que vea mi novio al llegar a casa. ¿Qué más? —Besa los labios de Jace y se mueve hacia un lado para dejarlo pasar—. Hola, enano. Hola, Joffrey.
—¿Enano? —Daeron cuestiona, de mala gana—. ¿En serio, Egg? Mido diez centímetro más que tú.
—Detalles que no te pedí. ¿Cómo te puede gustar este alfa tan amargado, Joff?
El menor se encoge de hombros y recibe una mala mirada de parte de Daeron, aunque no es en serio. Joffrey es la debilidad de su primo, lo cual agradece. Soportar el mal humor de un alfa adolescente enamorado, es mejor que el de un alfa adolescente hormonal y sin pareja.
—Mi obra de caridad.
Toma la mano del alfa y van a la cocina a esconderse con el resto.
—¡Mantengan la puerta abierta, Joffrey!
—¡Sí, sí!
—¿Dónde están Luke y Aemond? —pregunta Jace.
—Vienen retrasados, seguro se quedaron follando en su consultorio.
—Eres asqueroso.
—Vamos a la cocina, te preparé tu comida favorita.
—No debiste, amor… Eres tan dulce.
—Lo sé.
Se regodea y abraza a Jace rumbo a la cocina. No hay nadie a la vista, se escondieron muy bien. Apenas entran, todos salen de sus escondites y gritan “sorpresa”. La carita de asombro de Jace es todo un poema. Sus ojos marrones se llenan de lágrimas y abulta los labios en un adorable mohín. Jace tiene corazón de pollito, no tarda en ponerse a llorar.
Uno a uno, lo abrazan y le entregan sus regalos. Cregan lo abraza más tiempo del que le gustaría, pero Aegon lo empuja lejos, con la excusa de que deben cantarle “feliz cumpleaños” y partir el pastel.
Saca el enorme pastel del refrigerador. Luke acomoda las velas y las enciende.
—Pide un deseo, Jace.
Entrelaza sus manos frente a su pecho y cierra los ojos. Mueve las cejas, concentrado, como si fuese a pedir algo realmente especial. Inhala profundamente y sopla las veintidós velas de un solo sentón. Ilumina en lugar con su sonrisa, enterneciendo el corazón de Aegon.
—¿Qué pediste? —le pregunta, curioso.
—Si te digo no se va a cumplir.
Aegon le besa la sien y le entrega al pastel a Luke para que lo reparta entre todos. Cada quien con su rebanada de pastel, se sientan a la mesa, alrededor de Jace. Charlan comiendo pastel, recordando viejas anécdotas, muchas en las que Aegon es protagonista y punto de burlas. Como aquella vez, en la que quiso llevarle serenata a Jacaerys y Harwin le echó a su perro, Tyraxes. Esa noche la pasó en el hospital, ateniendo sus heridas; Jace a un lado de su cama.
Pero jamás podrían olvidar la fiesta de secundaria, cuando follaron en el auto de Aemond y los dejó varados en la carretera, a medio vestir.
—Me aburriría sin ti, cariño —le dice Jace, para consolarlo.
Cregan gruñe suavemente ante tus muestras de cariño, pero Jace está tan concentrado en Aegon que no lo nota. Qué inocente.
Quería hacerle algo más grande, con su padre presente, pero apenas están reconstruyendo su relación. Harwin ha mejorado mucho con las terapias, incluso se lleva mejor con Aegon. A veces se juntan a beber la cerveza importada y costosa que a su querido suegro le gusta.
Hoy es para los amigos, mañana Jace, Luke, Harwin y Joffrey cenarán juntos en un lujoso restaurante.
—Voy al baño —Cregan se levanta de la silla y coge su teléfono, que esta sobre la mesa; siempre boca abajo, para que ningún mirón lea sus mensajes—. No tarde.
—Ojalá no vuelvas —masculla Aegon, recibiendo un codazo en la barriga.
—Egg…
El alfa lo mira extrañado, sin prestarle importancia a su comentario.
—Vean las fotos que tomamos en Pentos —Rhaena cuenta, mostrándole su teléfono a Luke y Aemond. El omega mira con atención, mientras que su novio pretende hacerlo. Socializar no es de las actividades favoritas de Aemond—. Oh, carajo, mi teléfono se apagó. ¿Alguien tiene un cargador que me preste? Olvidé el mío en casa.
—Puedes tomar el mío —ofrece Luke—. Está en mi habitación.
—Gracias, Lukey.
Rhaena le lanza un beso al aire y se levanta de la mesa.
Faltan diez minutos para las siete. Es hora.
—Tengo un último regalo para ti, Jace.
—¿Más?
—Lo que mereces, cariño.
—Tonto.
Jace lo besa frente a todos. Daeron hace muecas de asco y ruidos de vomito.
—Te voy a grabar la próxima vez que te vea besándote con Joffrey en tu habitación, primer aviso, enano.
—¡Ni se te ocurra!
—Dejen de quejarse y vayan por ya-saben-qué.
—¡Vamos, Dae!
Joffrey se levanta emocionado y jala a Daeron fuera de su silla. Corren a la habitación de Luke, donde Aegon escondió el anillo. Jace no entra ahí desde que atrapó a Aemond empotrando a Luke en el escritorio… cinco veces. Abren el cajón de los calcetines, rebuscan en lo más profundo y encuentran la cajita de terciopelo rojo.
—Qué bonito es —dice Joffrey—. ¿No crees?
—¿Quieres que te regale uno así?
—¿Harías eso por mí?
—Haría lo que sea por ti, Joffrey. Te quiero.
—Ya.
—¿Te estás sonrojando?
—Quizás un poco.
Daeron acuna el redondo rostro del omega y besa sus labios. Ahora es más cuidadoso al quedarse a solas con Joffrey. Aemond le hizo análisis y descubrieron que Joffrey tiene ciclos irregulares. No quieren que pase lo de la última vez, no cree poderse controlar por mucho tiempo. A él, como alfa, le corresponde cuidar de Joffrey.
—Aegon se va a enojar si no vamos pronto.
—Que se espere.
Profundiza el beso y Joffrey gime en su boca. Siente los vellos de su nuca erizarse.
—Dae… —musita—. Tengo que hacer pipí.
—¿Quieres que te espere afuera?
—Síp.
Salen de la habitación de Luke, con la cajita guardada en el pantalón de Daeron.
—Shhh, no seas escandalosa —habla alguien—. Aegon tiene oído de perro, nos va a escuchar…
Pegan la oreja a la puerta y escuchan.
—¿Esos son Cregan y Rhaena? —susurra Daeron.
—Creo que sí.
—¿Le decimos a…?
—¿Qué tanto hacen, chicos?
Es Lucerys.
—Eh, nosotros…
La puerta del baño se abre. Rhaena y Cregan salen de ahí, riendo y con la ropa mal acomodada. Dentro apesta a sexo y otras cosas que le asquea de solo pensarlo.
—¿Desde cuándo? —pregunta Luke, furioso—. ¿Desde cuándo te acuestas con él, Rhaena?
—Él dijo que lo suyo no era nada serio y…
—El problema no es que te hayas acostado con el chico que yo salía, sino que lo hayas hecho sabiendo todo lo malo que me hizo. ¿Y así te haces llamar mi amiga?
—¿Y se puede saber qué fue lo malo que te hice? —Cregan cuestiona—. Ser un omega frígido no te hace víctima. Tú te estabas acostando con el afeminado ese.
—Repítelo y no respondo, maldito idiota.
Aemond viene caminando hacia ellos, hecho una furia. Luke lo detiene, intentando calmarlo.
—No me esperaba eso de ti, Rhaena. Soy tu amigo.
—¡Pero tú ni siquiera quieres a Cregan!
—Eso es lo de menos. Supiste el daño que me estaba haciendo y no te importó.
—Cregan merece un omega que pueda complacerlo y tú nunca pudiste.
—¿Ahora es mi culpa? Debes estar bromeando, Rhaena. ¡Te conté algo que me causaba mucha inseguridad y lo usaste en mi contra! —solloza—. Quiero que te largues. ¡Ya!
—Pero Luke…
—Tú también, Cregan.
—Si hablamos de infieles, tú te acostaste con ese…
—Vuélvelo a llamar afeminado y te rompo la cara. Sí, me acosté con Aemond, porque eres un imbécil que me trata mal. Sé que no es excusa, es mi culpa por salir contigo por lástima. No sabes coger.
—Y tú estás seco.
—Das pena.
—No más de la que tú das.
—¿Por qué con Rhaena?
—Porque no pudo con Jace, claro está —habla Rhaena, indignada—. Solo fuimos un puto juego para este imbécil, Luke, porque tu hermano nunca le hizo caso.
—¿Es verdad ella lo que dice, Cregan?
El color ha abandonado por completo el rostro de Jace. ¿En qué momento llegó? Detrás de él vienen Aegon, Baela y Helaena. Addam fue el primero en irse.
—Vamos, Jace, piénsalo —ríe—. Hemos sido mejores amigos desde que somos niños… ¡Me conociste antes que a este tipo! —señala a Aegon—. Te conozco mejor que a nadie y creo que algo entre nosotros podría funcionar…
—Un momento —dice Aegon—. Este tipo tiene nombre… ¡Y yo soy el novio de Jace!
—Cregan, ya es suficiente…
Aegon se lanza sobre el alfa y le atina unos buenos golpes en la cara. Cregan es mucho más grande y fuerte, pero el beta lo ha tomado por sorpresa. Cae al suelo de manera brusca, golpeándose duramente la espalda. Pero son los golpes que el beta asesta en su cara los que duelen más. Nunca había visto a Aegon tan enojado, siempre se muestra como un tipo despreocupado y se la pasa bromeando y diciendo estupideces. Aún no entiende qué vio Jacaerys en él.
—Esto… es por usar a mi mejor amigo, puto alfa caliente —Su nariz recibe un golpe a puño cerrado, haciéndola sangrar—. Y este, es por quererme quitar a mi hombre.
El último golpe lo deja casi inconsciente, de no ser porque Jacaerys aleja a su bestia de él. Aegon se retuerce en los brazos de Jace, deseoso por seguirlo golpeando. No vuelve a subestimar la fuerza de los betas, las heridas y golpes tardarán meses en sanar.
—Será mejor que se vayan —habla Jace— y no vuelvan nunca.
Baela mira a su hermana, decepcionada, apretando la mano de Helaena. La pobre chica no para de llorar, mientras Cregan la lleva fuera de la casa. Se quedan en silencio un buen rato, procesando la situación.
—Arruinaron todo —se queja Aegon—. ¡Todo!
Despeina sus cabellos, aguantando las ganas de llorar.
—Egg, no digas eso. Fue perfecto, mi amor.
—Pero…
—Hey, ven aquí.
Jace extiende los brazos y recibe a Aegon entre ellos. Le da un fuerte abrazo y un beso en la mejilla, balanceándose de un lado a otro. Se calma después de unos segundos.
—¿Ya no serás amigo de ese idiota?
—Jamás.
—Gracias.
Daeron carraspea.
—Aegon…
Extiende la cajita de terciopelo blanco, que descansa en su pálida mano.
—Gracias, enano.
El alfa gruñe, pero Aegon lo ignora.
—Este es mi último regalo, Jace… —Se hinca sobre una rodilla, frente a su novio—. Hemos estado juntos muchos, muchos años. Hemos tenido altas y bajas, sobre todo bajas, y aunque no le caiga bien a tu papá… Quiero estar contigo lo que me resta de vida. Jacaerys Strong, mi guapo e inteligente novio. ¿Me harías el hombre más feliz del mundo aceptándome como tu esposo?
—Carajo, Aegon… —Cubre su rostro con ambas manos, reteniendo sus lágrimas—. ¡Claro que quiero!
Aegon se levanta y carga a Jace, dándole vueltas en el aire. Al detenerse, toma la mano del castaño y le pone el anillo en el dedo anular. Es un anillo sencillo, aunque nada barato, y tiene sus nombres grabados. Jace lo mira con adoración, luego a Aegon, y acuna su rostro para unir sus labios en un beso baboso y lleno de lágrimas.
—Creo que nosotros nos vamos… —anuncia Baela, tomando la mano de Helaena—. Nos vemos mañana, chicos.
Salen en silencio, para no interrumpir el momento romántico de la pareja.
—Daeron y yo tenemos que ir a ayudar a mamá a la florería. ¿Vienen, Luke?
—Sí, claro.
Luke y Joffrey toman sus mochilas y siguen a los otros dos fuera de la casa.
—¿Por qué en mi cumpleaños?
—Ese anillo tiene dos meses guardado en uno de los cajones de Luke. No podía esperar más para dártelo.
Jace ríe.
—Eres muy impaciente.
—¿Qué más da la fecha? Pude habértelo dado en el día del taco y hubiese sido igual de romántico.
—Sí, claro —dice, sarcástico—. Muchas gracias, Aegon. Por todo.
—No tienes que agradecerme nada, Jace.
—¿Quieres sexo de celebración?
—Hasta la pregunta ofende.
Tocan el timbre.
—Deben ser los chicos que olvidaron algo, yo voy.
Se suelta del agarre de Aegon y va hacia la puerta.
—¿Qué olvidaron, chi-… ¿Laena?
La mujer está parada en el pasillo, usando un vestido veraniego, color celeste. Tiene el maquillaje corrido y su cabello es un desastre rizado. Le tiemblan las manos y mueve nerviosamente el pie. Jace permanece quito, con la mano en el picaporte, en caso de que tenga que cerrarle la puerta en la cara.
—Feliz cumpleaños, hijo
—¿Qué quieres?
—Te traje un obsequio.
Laena se acerca lentamente, temiendo que Jace reaccione mal. En sus manos lleva una pequeña cajita, es vieja y tiene la pintura astillada. Jace no la toma, mirándola con desagrado.
—¿Qué es?
—Tienes que verlo por ti mismo.
Decide tomarla y la abre con cuidado. Dentro hay fotos suyas de cuando era bebé, un mechón rizado y marrón, atado con una liga delgada, supone que es suyo; una pulsera del hospital con su nombre y un collar de caballito de mar. Lo toma entre sus dedos y lo levanta para ponerlo a contra luz. A pesar de que está oxidado, es muy hermoso. No le queda, es demasiado pequeño.
—¿Y esto qué es?
—Harwin me dijo que preguntabas mucho por qué no había muchas fotos tuyas de bebé. Yo las tenía casi todas. Te las estoy devolviendo.
—Gracias.
—Jace, yo…
—Jacaerys. Tú me pusiste ese nombre, úsalo conmigo.
—¿Tú crees en las segundas oportunidades, Jacaerys?
—Creo que hay personas que las merecen y personas que no. ¿A qué viene tu pregunta?
—¿Yo merezco una segunda oportunidad?
La pregunta lo toma por sorpresa. La mujer frente a él es su madre, por la que lloró todas las noches, durante muchos años. Por la que recibía burlas y era apuntado con el dedo. La mujer frente a él es la culpable de que su padre esté tan roto; de que ellos estén rotos.
—Nos hiciste mucho daño, Laena, pero… te perdono. Y sé que mis hermanos también te perdonan. Incluso papá te perdona. Pero no puedes volver como si nada, después de que nos dijiste que no querías tenernos.
—¡Cambié de opinión!
—Los hijos no son ropa que un día decides no usarla porque ya no te gusta.
—Estoy muy arrepentida.
—Y qué bueno, sería horrible que no lo estuvieras.
Ambos guardan silencio, mirándose fijamente a los ojos. Jace es la viva imagen de Harwin, el que más se parece de todos sus hijos. Pero es su personalidad que lo hace tan parecido a su ex esposo. La mirada retadora, la mueca de fastidio, el ceño fruncido… Que no acepta sus berrinches ni cambios de humor solo porque sí. No cabe duda que es un buen hombre, igual que Harwin.
—¿Has hablado con papá?
—No quiere verme.
—No lo culpo.
—Lo que menos quiero es incomodarlos, pero me gustaría que me escucharan…
—Laena, mamá… Lo que seas. Por mí puedes volverte a ir y jamás regresar, pero si mi padre y mis hermanos quieren seguirte viendo, lo voy a respetar.
—Esperaba otra respuesta.
—¿Qué esperabas? ¿Que corriera a tus brazos y te dijera “te quiero”? —gruñe—. No me conoces, Laena. Puedo ser un hijo de puta si me lo propongo.
—¿Algún día… podrás aceptarme?
—Ese día no será hoy.
Laena sonríe levemente.
—Gracias, Jacaerys.
—Si me disculpas, mi novio me espera adentro y tenemos cosas importantes que hacer…
—¿Aegon?
—¿Lo conoces?
—Su madre y yo fuimos amigas… muchos años. Ahora Alicent no quiere ni verme.
—Me pregunto por qué.
—Te dejo estar con tu novio. Feliz cumpleaños, Jacaerys.
—Cuídate, Laena.
La mujer sonríe por última vez y se retira. Jacaerys no entra a la casa hasta que ella entra al elevador y desaparece de su vista. Seca sus lágrimas, para que Aegon no se preocupe y entra a la casa.
—¿Quién era, Jace?
—Nadie —responde—. Departamento equivocado.