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Ahora, más que nunca, Aether comprende por qué Kazuha debería de mantenerse alejado de una botella con un mínimo de alcohol en ella. Había oído hablar de su baja resistencia a la bebida, sobre todo susurros o bromas de la tripulación de Beidou; ciertamente, Aether no se los había tomado en serio. Hasta ahora. En un lugar donde las personas se llevan tan bien que tienen la libertad de bromear y burlarse entre ellos como si nada, ¿cómo podría ella haber creído que todos esos comentarios tenían demasiada razón?
—No volveré a darte de beber sake nunca más —comenta, sonriente, la viajera de otro mundo sosteniendo entre sus dos manos una pequeña copa con alcohol —. A este paso, acabarás haciendo el ridículo y sentirás mucha vergüenza al día siguiente. Si es que te acuerdas de algo, claro.
—Mm... Ruidoso... —Los ojos carmesí del samurái se entrecierran, observándola intensamente. Si Aether no estuviera acostumbrada a eso, podría haberse estremecido —. Déjame un poco más. Quiero estar a tu lado para poder seguir apreciando tu belleza.
Ella ríe.
—No sabía que podías ser tan coqueto.
—¿Pueden ser consideradas coqueteo mis palabras cuando están acompañadas por la verdad más absoluta? Yo lo llamaría “descripción”.
—¿Oh? —Aether alza una ceja, no conmovida, sino divertida —. Tienes una boca muy astuta.
—Mis manos también lo son —responde él, apoyando su cabeza sobre su mano hasta dejarla reposar completamente —. Y mi mente. Sobre todo mi mente. Es inteligente e imaginativa. Jamás podrías llegar a adivinar todo lo que pienso cuando te observo.
Oh, Aether se puede hacer una muy buena idea de qué tipo de pensamientos tiene Kazuha respecto a ella. El samurái es muy bueno ocultando sus deseos carnales del resto del mundo, tanto que, en ocasiones, parece etéreo, incorruptible; ella cree que se debe, no solo a su mentalidad firme, sino a su estilo de vida como samurái. La única razón por la cual ahora ha abandonado todas sus prohibiciones es el alcohol, que lo obliga a decir más de lo que él mismo desearía. Pero, a ojos de alguien cuya vida se extiende inimaginablemente, nadie puede ocultar sus deseos carnales tan bien.
Aether adivinó el tipo de pensamientos de Kazuha hacia ella a través de pequeñas acciones, casi ridículas por su poca importancia. Los segundos de más que sus ojos carmesí se detienen en ella en comparación al resto de personas, como si no quisiera perderla de vista; la mano que apoya sobre su espalda para ayudarla a avanzar o a subir cuando Aether se siente agotada, colocada un poco más abajo de lo que sería correcto en un honorable hombre como él; los comentarios críticos, casi crueles, muy bien ocultos en sus retorcidas y complicadas palabras cuando habla con el novio de Aether o los leves, casi inexistentes, vistazos que Kazuha se permite echarle al cuerpo de la viajera de largos cabellos rubios.
—Quizás tengas razón y no sea capaz de descifrar lo que piensas. Eres muy misterioso —dice, sin embargo, Aether, tras dar un pequeño trago a su propio sake —. ¿Sabías que los hombres rodeados de misterios resultan más atractivos para los demás? No solo para las mujeres, sino para otros hombres.
—Eso dijo una vez Heizhou.
—¿Heizhou? —Aether ladea su rostro, pensando en cuánto le suena ese nombre —. ¿Quién es?
—El famoso detective de Inazuma, Heizhou. —Kazuha suspira, melancólico —. También un viejo amigo mío que no he podido ver en mucho tiempo. Empiezo a extrañarlo.
—Hace poco que terminó el decreto de caza de visiones, nada te impide ir en busca de tu amigo para hacerle una visita. Si es amigo tuyo, debe ser alguien muy interesante; me gustaría conocerlo. Sobre todo si de verdad destacó su aura misteriosa y lo atractiva que es para los demás. —Inclinando su cuerpo hacia delante de manera que pudiera hacer un énfasis en su escote, Aether le pregunta —: Dime, Kazuha, ¿eras popular en Inazuma?
—No tuve grandes amoríos mientras estuve allí. Demasiado ocupado en otros asuntos. Pero creo recordar haber tenido pretendientas muy dispuestas a conocerme. —Sus ojos carmesí no disimulan el vistazo largo que dedican a sus pechos. ¿En qué estará pensando cuando los mira tanto? —. Pero, no me interesan. Mi atención es tan errante como lo soy yo, pero igual que un vagabundo como yo tiene lugares favoritos donde quedarse por una temporada, mi atención y concentración tienen personas favoritas a las cuales adorar.
La sonrisa de la viajera de otro mundo se acentúa un poco más, tanto como un reconocible calor en su entrepierna empieza a hacerse presente. Una peligrosa sensación que ha dominado su cuerpo y mente por tantos, tantos, siglos de vida, sentida hacia las personas incorrectas. Aether tiene un novio nuevo. Es un chico dulce (demasiado) que ha insistido en acompañarla una temporada en sus viajes por Inazuma y Liyue. Lo ama lo suficiente como para haberse esforzado muchísimo en mantener las piernas cerradas con otras personas, manteniendo el espectacular récord de ocho meses de relación sin tener sexo con alguien que no sea su chico. Pero Kazuha es un peligro. Es el tipo de persona de la que Aether debe alejarse si no quiere ceder a una lujuria que ha estado tan sometida por tanto tiempo, que podría descontrolarse en cualquier momento.
Lo correcto sería irse a su chico y, ahora que está tan excitada, dejar que la folle hasta el cansancio. No se siente mal admitir que gran parte de las veces que han tenido sexo ha sido a causa de haberse excitado por interactuar con alguien más. ¡Es por eso que no ha visto a ninguno a Zhongli y Venti desde que está de novia de alguien más! ¡Esos dos son su mayor temor! (Yae y Ei han entrado recientemente en la lista de personas prohibidas para visitar, al menos por el momento; sobre todo la Miko, quien no ha ocultado su interés en ella, incluso delante de su pareja).
—¿Soy una de tus personas favoritas? —pregunta Aether.
—Tienes el puesto número uno.
—Ahora tengo curiosidad por saber qué otras personas tienen a Kazuha cediendo en su lucha constante contra los deseos carnales. Deben de ser muy interesantes si tienen toda tu atención.
—Es posible. —Kazuha no confirma, pero tampoco desmiente la creencia de la viajera —. Pero no es mi deseo hablar de otros cuando la más bella dama está ante mí, observándome como si quisiera comerme. —Él sonríe —. Supongo que ya deberías saberlo, pero el viento delata tus emociones.
Por supuesto que lo sabe. Venti no había dejado de susurrárselo en sus anteriores encuentros pasionales. Sus labios tentadores rozando su oído, recordándole que el viento tiene ojos en todas partes; lo sabe todo de todos, y le habla al arconte anemo como su mayor confidente. También recuerda lo sensible que es Kazuha a la naturaleza, a las voces de las suaves brisas y los olores del mundo.
—¿Qué te susurra el viento? —murmura Aether, mirándolo directamente a los ojos.
—Lo mucho que tú también quieres tenerme.
—No tienes por qué ser tan elegante en un momento como este, Kazuha. —Mientras lo dice, Aether se pone en pie, poco a poco, sabiendo lo mucho que el samurái la está viendo —. Es en momentos como este cuando se te permite dejarte llevar.
Caminando hacia el hombre que ha llamado su atención, la viajera de otro mundo gira sus ojos por todo el barco, intentando localizar a su novio. Depende de dónde esté, hará una cosa u otra. No quiere ver su relación terminada tan pronto, de verdad le gusta ese chico, pero la lujuria en ella siempre ha sido más fuerte que el amor que siente hacia los demás. Tiempo atrás, no era así. En su mundo de origen, solo los muertos recuerdan cuánto amor tenía Aether por dar. Pero, ¿qué tan fuerte puede amar ahora, cuando no planea quedarse en Teyvat una vez encuentre a su hermana?
Viendo que, por ahora, no está cerca, Aether dirige sus dos delicadas manos hacia los hombros del samurái, la yema de sus dedos rozando su cuello sensible. Kazuha se estremece, deja escapar un largo suspiro, y se recuesta contra el toque. Sus dedos dan un leve masaje sobre los músculos tensos, no tan destinado a ser muy efectivo, sino a relajarlo y seducirlo.
Aether se acerca un poco más, agacha su torso hacia delante y, muy cerca de su oído, le susurra:
—Puedes decirlo, Kazuha. No lo camufles con palabras dulces. Quieres follarme tanto que ya no puedes controlar tu deseo por mí. Has fantaseado conmigo tanto tiempo, tantas veces, que sientes que necesitas hacer realidad tus fantasías o podrías perder el control de ti mismo. Quieres follarme como nunca jamás has querido con alguien más.
La manera en la cual el samurái jadea, viéndose descubierto, es tan sensual como linda.
—Puede que me permita ser vulgar en mis sueños, pero no me atrevería a faltarte el respeto —es lo que él contesta con un tono de voz muy controlado.
—¿Qué tan vulgar eres cuando fantaseas conmigo?
—Lo suficiente como para sentir una profunda vergüenza después. No son el tipo de pensamientos que debería estar teniendo hacia ti. Pero no miento cuando digo lo mucho que me encantaría poseer tu cuerpo aquí y ahora. He aprendido a convivir sabiendo que no tengo la ética suficiente para respetar a tu pareja.
—¿Te ha dicho el viento el tipo de persona que soy yo? —Aether susurra, sus labios rozando directamente el oído del samurái.
—Lo olí en ti en nuestro primer encuentro. —Kazuha gira su rostro, permitiendo que los suaves labios de la rubia rocen su mejilla —. Olí el hambre de sexo que guardas en lo más recóndito de tu alma. Olí el deseo por pecar y probar cada cuerpo que ves en tu camino mientras hablábamos. No ocultas tan bien tus intenciones.
Aether deja escapar una suave risa.
—O, quizás, el viento es un chivato.
—Eso también puede ser.
Sino fuera porque Venti y Kazuha no se conocen, Aether creería seriamente que el samurái no oye el viento, sino a Venti. Ese pequeño diablo es capaz de susurrarle a alguien como un diablo sobre el hombro fantasías escondidas, conduciéndolo a un camino de deseo y lascivia que él luego pueda disfrutar observando.
Al final, Aether cede un poco más al deseo. Se dice que solo es un juego, nada más. Que no dejará que las cosas avancen demasiado, solo lo suficiente para burlarse un poco de este borracho Kazuha y recordar cómo se sentía ser ella misma. No será infiel. Así que, con ese pensamiento demasiado optimista, Aether toma asiento sobre el regazo del samurái, asegurándose de levantar la oscura falda lo suficiente para que no esté en medio del contacto entre ambos. Aether posa su entrepierna directamente contra la erección de Kazuha, quién no contiene el gemido en consecuencia.
—No creí que ya estuvieras así —admite la viajera, moviendo disimuladamente las caderas para rozar con suavidad su vagina contra el bulto —. Solo hemos hablado un poco, pero ya estás tan duro. Dime, ¿desde cuándo estás ocultando esto?
—Si se me permite sinceridad, he de admitir que es una constante en mí ponerme en este estado cuando estoy contigo; es solo que lo oculto muy bien.
—Oh... —Los ojos de Aether brillan ante la confesión —. Debe de doler. ¿Llevas mucho tiempo así?
—Ahora ya no duele —murmura Kazuha con dificultad a la hora de hablar y respirar —. Se siente muy bien.
—Solo estoy rozándome un poco, pero tú ya estás tan afectado como si de verdad estuviéramos follando. No sé si verlo como algo muy lindo, o sentir pena por ti; para estar en este estado, ¿cuánto tiempo llevas soportando este deseo hacia mí?
—Tanto tiempo...
—Si cuando me conociste, no hubiera tenido novio, ¿me habrías follado ese mismo día?
—Sí. —Kazuha entrecierra sus ojos carmesí y traga saliva —. Ese mismo día, antes de partir hacia Inazuma, ya habría poseído tu cuerpo a mi voluntad y según mis deseos egoístas dictaran.
Incluso Aether siente dificultades para moderar las reacciones de su rostro que puedan delatar lo que están haciendo delante de todo el mundo. El barco de Beidou es grande, tiene a muchísimas personas en él. También está Paimon, perdida en algún lugar devorando toda la comida que su estómago pueda soportar; Aether no desearía que la inocente criatura la viera en este estado. En el tiempo que llevan viajando, ha hecho un buen trabajo manteniéndola lejos de sus actividades carnales. Y, por supuesto, su novio, a saber dónde estará metido, haciendo sabrá dios qué cosas.
Las manos errantes de Kazuha se posan sobre sus caderas, acariciando la piel descubierta de su barriga. Sus dedos se pasean por el ombligo, bajan y exploran los muslos desnudos por debajo de la falda negra y dorada. Aether no es consciente de los esfuerzos sobrehumanos que hace el samurái para no levantar sus extremidades y manosear sus pechos. Sino fuera porque incluso su yo borracho entiende la situación en la que están, no habría manera de ocultarle al barco entero que están siendo sucios y perversos en un lugar tan público.
(Aunque, Aether recuerda que ha hecho cosas parecidas en lugares mucho peores que en el comedor del barco de Beidou, con gente bebida alrededor. Todavía sueña con aquella vez que Venti la folló en la misma iglesia que le rinde tributo como dios, importándoles poco si los veían o no. Tampoco puede olvidar el día que le chupó la polla a Albedo en su laboratorio de Dragonspine, a poco de que Sucrose llegara a visitar a su superior y hombre del cual está enamorada. O cuando dejó que un grupo de cuatro fatui usaran brutalmente su cuerpo para sus placeres egoístas en medio del bosque).
Las manos de Aether se aprietan contra la fría madera de la mesa mientras sus caderas temblorosas se mueven hacia delante y hacia atrás. Baila suavemente sobre la erección, rozando tela contra tela, apretando sus muslos contra las piernas del samurái. En ocasiones, cuando su clítoris impacta directamente contra su objeto de deseo, el cuerpo de Aether deja escapar un suave espasmo que la hace gemir flojito y apretar más sus muslos y puños.
—Si esto acaba siendo otro de mis sueños, por favor, suplico que no me despierten hasta finalizar —murmura Kazuha entre jadeos.
Aether casi se ríe.
—Te aseguro que esto está lejos de ser una de tus muchas fantasías conmigo.
—Eso explica por qué es menos retorcida y más realista que mis sueños —ríe Kazuha, apretando suavemente los muslos de la rubia —. Al menos ahora tu novio no está presente, derramando lágrimas de impotencia al ver como su amada es robada delante de sus ojos.
—¿Es esa una fantasía retorcida tuya o es fruto de mera casualidad? —Aether cuestiona, girando dificultosamente su rostro para observarlo.
—Prometo no disfrutar del dolor de los demás. Es solo que mi cabeza puede ser muy imaginativa, como ya te dije antes.
Aether le cree. Las fantasías no siempre se alinean con los deseos reales; a veces son solo eso, fantasías, en ocasiones excitantes por el simple hecho de ser mentira. Pero Kazuha, tan poco ético como está siendo ahora, no es una mala persona que se regocijaría del dolor de los demás. Aquel fatui, quizás, sí (Aether no puede creer lo mucho que desea ser follada por El Baladista). Ahora es solo un samurái ebrio que está dejando salir todo el deseo acumulado por varios meses. Un hombre que se permite ser débil, aunque sea una sola noche. Aether considera que todos tienen derecho a bajar la guardia y permitirse ser débiles a los placeres carnales; al menos una vez en la vida.
—Es más grande ahora... —Aether suspira —. Se siente tan bien...
—Lo que daría por poder sentirte directamente...
Eso tiene solución, pero la viajera de otro mundo no sabe si es viable. Con sus ojos dorados entrecerrados y algo afectados por la lujuria, contempla el entorno una vez más. Algunos miembros de la tripulación ya los están mirando de reojo y, por sus expresiones que mezclan la consternación con la sorpresa, deben haber adivinado lo que está sucediendo. No es tan difícil conectar los puntos. Aether está encima de Kazuha en una posición muy sugerente, medio inclinada, y el movimiento de sus caderas, aunque sutil, puede ser percibido si pones atención. Sin embargo, no solo nadie los juzga, sino que parecen esforzarse en ignorarlos. Claramente, no es una costumbre del barco el sexo público (Beidou no lo permitiría), así que Aether asume que es el respeto y cariño a Kazuha lo que ha motivado a todas estas personas a fingir demencia.
Está bien. Es beneficioso para ella. Ese mismo amor al samurái los llevará a proteger el secreto, a que su novio no se entere de esto. No por Aether, a quien, aun teniéndole mucho cariño por la ayuda brindada, no conocen del todo bien; por Kazuha, para que este pueda darse el lujo de disfrutar de lo que ha querido hacer no tan en secreto.
(¿Quienes se dieron cuenta del enamoramiento del espadachín por Aether? Beidou seguro, pero ¿y los demás? ¿Tanto han aprendido a leer la tranquilidad de Kazuha como para haber visto las señales tan poco obvias?)
<<—Quién esté libre de pecado que tire la primera piedra>> piensa Aether, más que satisfecha por el giro de los acontecimientos. <<—Nadie es completamente inocente, de todos modos>>.
Estos eventos la llevan a ser más audaz. Aether no duda en levantarse solo lo justo para sacarse las bragas, las cuales guarda en su propio bolsillo, y vuelve a sentarse. El solo saber que la rubia se ha quitado la ropa interior es suficiente para que Kazuha pierda la poca cordura que pudiera quedarle. El usuario anemo la abraza con fuerza, esconde su rostro en el delgado cuello de Aether, donde reparte húmedos besos y mordiscos, y se roza más fuerte, más brusco, contra su coño desnudo.
La cálida respiración de Kazuha sobre su cuello despierta sensaciones en Aether que la estremecen. Ella misma ha perdido el control de sus acciones hace mucho tiempo. ¿A quién pretendía engañar con la excusa de jugar un poco con Kazuha? Con los antecedentes que tiene, era evidente que, una vez decidió seguir los coqueteos del samurái en vez de rechazarlo suavemente, acabaría retomando su rol como una puta desesperada por sexo.
—¿Cómo te estás sintiendo? —Aether le pregunta tras recuperar un poco de sentido de sí misma.
—Siento que podría estar ahora mismo en el paraíso. Solo esto se siente mejor de lo que jamás podría haber imaginado. Te sientes muy cálida contra mí, tus pequeños gemidos silenciados por ti misma son muy dulces y el olor que desprendes ahora es embriagador.
—Estas temblando, Kazuha.
—Se siente tan bien...
La rubia echa la cabeza hacia atrás, cerrando sus ojos dorados para centrar toda su atención en las sensaciones que recorren todo su cuerpo sensible. No es mucho, ni es el mayor placer jamás experimentado, pero es novedoso. Un soplo de aire fresco tras la rutina de ocho meses acostándose con la misma persona. Aether sabe que puede sonar raro, pero tanto tiempo con un solo hombre la ha aburrido hasta el punto de evitar tener sexo con él. Ella, amante del placer, de sentir la lujuria en su máximo exponente, siempre dispuesta a actuar como una puta, ha preferido abstenerse por largas temporadas a seguir haciendo el amor con el mismo sujeto una y otra vez. Así que poder masturbarse a base de rozamientos con Kazuha es lo suficientemente bueno para hacerla muy, muy, feliz.
—¿Puedes creer que no me importaría no tener un orgasmo si eso significa alargar este momento? —le susurra Aether, jadeante, mientras sujeta las manos del samurái con las propias —. No sé si lo has experimentado alguna vez, pero hay momentos en los cuales siento que es más importante y más satisfactorio un deseo lento y constante como este, que uno muy intenso, pero poco duradero.
—No puedo decir que no desee culminar, pues a la vista está lo desesperado que estoy, pero si deseas rozarte indefinidamente contra mí, no te negaré semejante deseo.
Aether ríe.
—Adelante, Kazuha. Eres libre de usarme como quieras. Sólo déjame primero disfrutar de este momento.
Kazuha no contesta, probablemente porque está tan enfocado en rozarse que no la ha oído bien. Aether decide seguir su ejemplo. Abre nuevamente sus ojos y vuelve a observar el entorno. Si antes había personas que habían comprendido la situación, ahora se hace evidente que todos los presentes saben y fingen no ver (u oír) nada. Pero Aether, mucho más mayor que todos aquí, lee el ambiente en la sala. Si están incómodos, ¿por qué no se marchan y los dejan solos? Ahí están, oyendo, a veces echando vistazos, más excitados de lo que quieren hacer ver.
Es probable que algunas de esas personas también deseen algo con ella, o con Kazuha. Quizás con los dos. Aether sabe que son muchas las personas en Teyvat, este barco incluido, que desearían poder tener la ocasión de, al menos una vez, tener sexo con ella. Probar a la viajera de otro mundo. Pero el saber que tiene pareja ha echado hacia atrás a muchos pretendientes para aventuras de una noche; gente respetuosa que no parecen querer aventurarse a algo problemático. Sin embargo, aun existen valientes que quieren su momento, su pequeño recuerdo, e intentan meterse entre sus piernas. Personas como Kazuha.
Aether sonríe, sin mirar a nadie en específico. Sabiendo el enorme deseo que algunos parecen tener con ella, y tras haber roto nuevamente la barrera del adulterio, Aether ha fijado una lista de futuros objetivos. Además, mientras su amado chico no se entere, esto podría ser bueno para su relación. Ella estará más feliz y satisfecha, lo cual se traducirá en una relación más amena con él. ¡Su novio debería estar agradecido con Kazuha por haberle recordado a Aether lo bueno que se siente tener sexo con otras personas!
—Mi Viajera, lamento decirte que estoy cerca.
—No te preocupes por eso, Kazuha —ella susurra entre gemidos que ya no se molesta en camuflar —. No te detengas.
Incluso ebrio, los movimientos del samurái son bastante fuertes y fluidos cuando se pone en pie, arrastrando con él a Aether. Coloca a la rubia contra la mesa, su torso aplastado sobre la madera gruesa, y embiste duramente usando sus muslos como si de un coño se tratasen. Entonces, libera su semilla y se corre con un largo y ronco jadeo. Su cuerpo entero tiembla, el abrazo hacia Aether se aprieta un poco más y sus dientes muerden suavemente la piel de su cuello marcado. No la deja ir hasta que el orgasmo termina y su cuerpo deja de sentirse débil. Y, aun así, Kazuha se tiene que sentar otra vez porque no cree poder estar en pie.
Aether se recoloca la ropa y, un poco afectada por la excitación no resuelta, se gira para mirar al samurái con una sonrisa.
—¿Fue bueno?
—Ha sido la experiencia más satisfactoria de mi vida —murmura, agotado, el joven espadachín —. Pero me siento algo triste al darme cuenta de que tú no has visto solucionado tu propio placer. Incluso si dijiste estar bien, debes sentirte incómoda.
—Me llevo la experiencia, que es suficientemente buena —Aether ríe —. Pero si eres capaz de hacer algo todavía, no te negaré ese gusto.
Kazuha no está seguro. No está tan ebrio como antes, eso es seguro; sus pensamientos son más coherentes ahora que el alcohol ha bajado y su lujuria está más controlada. Por querer, él la agarraría y la follaría ahí mismo, delante de sus compañeros y amigos. Está seguro de que apreciarían el espectáculo. Pero hay varios factores que lo acobardan. Primero, ha pasado un tiempo desde que el novio de Aether se ha marchado, lo cual significa que su presencia podría ser una posibilidad en los próximos minutos; si bien la desea para él, no quiere verlo. Tampoco está seguro de que opinará Beidou de sus acciones tan escandalosas, si solamente se reirá o si le echará una gran bronca.
Sus ojos carmesí se posan en las piernas de la viajera de largos cabellos rubios. La visión de su semen manchando su piel pálida, las gotas espesas cayendo hacia las rodillas, lo deja sin aire. Intenta apartar la vista, pero solo se encuentra con las marcas rojas en el cuello de Aether, fácilmente reconocibles por lo que son. Ah, por todos los arcontes, ¿qué excusa se inventará para ocultarle este suceso a su novio?
—Voy a vigilar que nadie entre —dice, de repente, uno de sus compañeros —. Espero ser recompensado por eso.
—¡No pueden entrar ni Paimon ni el novio de La Viajera! —le recuerda otro pirata.
—¿Beidou sí?
—¡Es la capitana, idiota! ¡Obvio que sí!
Kazuha no sabe si reír o llorar por esto. ¿Acaso sus amigos creen que está tan reprimido sexualmente que se ha lanzado a cometer una locura? ¿Lo están protegiendo? Sea como sea, se asegurará de recompensarlos de alguna manera. Es lo justo, ¿no?
—Tienes buenos amigos —comenta Aether, sentándose sobre la mesa con las piernas cruzadas —. ¿Qué vas a hacer? ¿Quieres darles una recompensa por su sacrificio? Fíjate bien. Uno vigila la puerta, dos están mirando por las ventanas. Realmente creen que mereces follarme.
—Debo parecer falto de entretenimiento.
—Pareces un chico bueno, deben pensar que estás experimentando una etapa rebelde.
Kazuha ríe.
—No soy un chico bueno, pero es probable que esto sea producto de mi repentina rebeldía. O, quizás, es solo yo siendo atrevido una vez más —dice el samurái —. Si se me permite, no me negaré a darte más placer. Voy a tener el privilegio de ver a la persona más importante de Teyvat retorcerse por la lujuria, suplicando por un orgasmo que, ahora, solo voy a poder darte.
Los ojos de Aether brillan con entusiasmo cuando se da cuenta de que, al final, sí será follada por Kazuha.
—Hablas mucho, samurái. No te veo tomar acciones.
Nadie llama cobarde a Kazuha sin sufrir consecuencias. El joven chico se pone en pie, sintiéndose más estable que hace unos minutos, y toma posición entre las piernas de Aether, las cuales abre con sus propias manos. Ante los ojos de todos, empuja a la rubia hasta hacerla quedar tumbada sobre la mesa y alza sus muslos hacia arriba. Son pocos quienes pueden ver lo que se esconde entre estas, su vagina mojada, con rastros de semen. Pero Kazuha tiene una vista privilegiada de semejante obra de arte.
No tiene pudor alguno. Kazuha se inclina y lame, desde la entrada hasta el clítoris, todo de una, llevándose consigo sus propios rastros. Aether se estremece, entre gemidos; sus ojos dorados fijos en las diferentes personas dentro de la sala. Hombres o mujeres, todos en diferentes estados de ebriedad, se masturban ante la erótica escena ante ellos. A ella solo le parecen un conjunto de humanos reprimidos que han visto esta oportunidad una buena excusa para liberar deseos escondidos. La gente de Liyue siempre ha tenido ese aspecto.
—Eres muy bueno en esto... —Aether se ve a sí misma murmurando —. Me pregunto cuántas veces lo habrás hecho para hacerlo tan bien.
—No soy un novato —responde Kazuha antes de seguir con su trabajo.
—Eres mejor que él en esto... —Ella ríe —. No voy a lamentar haberme entregado al adulterio una vez más si vas a ser tan bueno dándome placer.
—Quiero que me recuerdes para siempre.
—No necesitabas follarme para eso.
Si la boca de Kazuha no estuviera más ocupada, probablemente se habría echado a reír a carcajadas. No, no necesitaba esto para que Aether lo recordara, pero ¿no hace las cosas un poco más divertidas?
Sin embargo, el samurái se concentra en su tarea. Usa el tiempo que su cuerpo necesita para volver a estar listo para la acción en darle placer a Aether. Le baja la falda, dejándola tirada en el suelo, y sube el top negro para que muestre sus hermosos pechos a todos. Un valiente se atreve a acercarse a ellos, masturbándose, y manosea una de sus tetas pequeñas. Sus dedos rozan el pezón, lo maltratan y crea dulces sonidos en la rubia. Aether lo recibe bien, contra más mejor. Así que otro valiente se acerca, al otro lado, y con polla en mano la restriega contra la mejilla de la viajera hasta ser envuelta por esa cálida boca.
Sino fuera porque la perversidad oculta de Aether está inherente en su olor a estrellas, Kazuha podría haber estado genuinamente confundido. Para alguien que salva a la gente sin esperar mucho a cambio, solo información del paradero de su hermana, puede convertirse en una persona con ética dudosa en apenas segundos. Es como ver una diosa descender al mundo de los mortales. La perfección que muestra no ser perfecta.
Kazuha se incorpora, jadeante. No se ve incómodo al sentir los fluidos sobre su propio rostro, aunque parece más concentrado en observar, curioso, como algunas otras personas han cedido a sus respectivas lujurias. Son cuatro los hombres, exceptuándolo a él, que rodean a Aether más de cerca, tocándola o sin tocar; los demás siguen masturbándose lejos o han empezado a tener sexo con alguien. El caos que Aether ha causado en tan poco tiempo es digno de ser admirado y estudiado.
—Voy a hacerlo ahora —él informa mientras roza la punta de su erección contra la entrada —, si no te importa.
—Estás tardando demasiado.
—No seas exigente, ¿no querías disfrutar del placer y no tanto del resultado? —le recuerda con diversión —. ¿O, acaso, has olvidado tan rápido tus propias palabras? ¿Estás tan desesperada que te contradices a ti misma, Viajera?
—¡Tú...! ¡Eres irritante!
Él ríe.
—Me lo dicen a menudo.
Ambos jadean cuando él, por fin, entra en ella. Aether se acomoda sobre la mesa, sus dos manos ocupadas atendiendo las pollas duras de dos piratas afortunados, pero mantiene la atención en el rostro del samurái de Inazuma. No pierde detalle de la expresión del hombre. Su rostro de concentración, deformado en anhelo cuando toda su erección queda enterrada en su coño cálido. Ve como esos ojos carmesí se entrecierran, perdidos completamente en su propio placer, cuando ella aprieta un poco y mueve sus caderas.
Las manos de Kazuha sujetan las caderas de la rubia y empieza a moverse, lentamente, disfrutando del roce húmedo, de los gemidos de fondo y la visión pecadora de la incorruptible mujer siendo follada por él. Cada golpe mueve el cuerpo de Aether, provoca un gemido y hace que sus pequeños pechos salten. No necesita darse prisa para provocarle sensaciones indescriptibles. No cuando sabe cómo moverse, qué tocar y cómo hacerlo.
No se olvida del clítoris de Aether, por supuesto. Una de sus manos se desvía al pequeño montículo y lo acaricia como ha aprendido que le gusta a la rubia. Ella se retuerce, grita y se mueve con más exigencia. Está desesperada, solloza y suplica más fuerte contra más cerca está su orgasmo.
Tan atractiva... ¿Cómo puede una humana verse mejor que una diosa? ¿Es, acaso, una humana de verdad o su olor a estrellas debería hacerle pensar que Aether es algo más sagrado? Si así de bella es Aether, ¿cómo se verá su gemela, a quién la propia Viajera describe como la mujer más hermosa que ha existido? Aunque probablemente se vean muy parecidas, Kazuha no cree que pueda existir alguien más bella.
(Pero si tan solo Kazuha supiera cuán parecidas son y cuán más lujuriosa es Lumine, comparada con Aether, estaría deseoso de probarla también).
—¡Un poco más! —Aether grita —. ¡Tan bueno!
—¿Puedo...?
—¿Dentro? —ella lo interrumpe —. Por favor...
El ritmo que maneja Kazuha se hace más rápido, un poco más desastroso. No para de maltratar su clítoris, de embestir hasta encaminarlos al clímax. No pierde detalle de sus compañeros teniendo sexo en distintas zonas de la sala, de los hombres que descargan su semilla sobre Aether (rostro, torso, cuello; no se salva ni una zona de su cuerpo). Y, finalmente, ella se retuerce, entre lágrimas, cuando su orgasmo la ciega y la hace perder el control de sí misma. Kazuha la folla un poco más, solo un poco, hasta correrse en su interior.
Cuando saca su polla, observa el destrozo completo. Y, a pesar de todo, la belleza de Aether no se ha perdido, sino que ha aumentado. Así, llena de semen, recién follada, roja y sudorosa, es cuando más hermosa se ha visto desde que la conoce. ¿Cuántos poemas puede Kazuha componer solo mirándola?
El resto de los sucesos son borrosos para él. Apenas se arregla un poco, se queda medio dormido. Cree que alguien está limpiando a Aether, ayudándola a escaparse para que su novio no descubra nada. Eso mismo es lo que sucede. Son las mujeres presentes quienes la limpian, ordenan su ropa y se marchan con ella con una excusa preparada por si la ven. Si funcionará o no, Kazuha lo averiguará al día siguiente.