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CAPÍTULO 26: OCASO
Tras una concienzuda exploración del claro y sus alrededores, su equipo de seguridad se retiró para crear un perímetro de un kilómetro de diámetro, aproximadamente. Quería respetar los deseos de intimidad de Eva, pero no podían hacer un cordón efectivo de mayor tamaño.
Víctor le había dicho que se debían vestir como para una fiesta, pero teniendo en cuenta que sería entre los árboles, sobre tierra mojada, así que había escogido unas botas altas, casi hasta las rodillas, y un vestido de cóctel, verde oscuro, que colgaba hasta los muslos. Esperaba no manchárselo, por eso no había escogido algo con más vuelo. Tampoco era su color habitual, pero imaginaba que apreciarían su esfuerzo por escoger un tono más natural. Y por evitar las lentejuelas, lo cual era un gran sacrificio por su parte. Por suerte, hoy no había llovido.
Estaba un poco apartada, observando con curiosidad los preparativos. Jacinto había empezado a mascullar, así que lo había mandado un poco aparte, para que molestase a Bailey, no a ella. Lavanda andaba cerca pero no paraba de dar vueltas, vigilando. No había manera de que esta chica se relajara, la verdad. Era una cualidad apreciable en una guardaespaldas, pero ahora mismo no creía que hubiese nada por lo que preocuparse.
Los Tremere debían estar todavía dudando sobre lo que había pasado. La francotiradora había escapado, pero tenían a los demás, salvo al líder, que había muerto en el Laberinto. Allí debía estar perdido también el último miembro del equipo al que no habían capturado, aunque al parecer no había conseguido salir. Tenían a gente observando las zonas de salida, y no lo habían detectado. Jasper decía que le daría un par de semanas para que la falta de sangre lo llevase al sopor, antes de ir a buscarlo.
Y tampoco habían contactado con la Capilla en el Castillo Mágico. Los Nosferatu los tenían bajo una férrea vigilancia, y nadie parecía haberse puesto en contacto con ellos, ni por parte de los dos miembros del equipo que seguían libres, ni por parte de la jerarquía Tremere. Al parecer, estaban jugando al juego de la espera, a ver quién decidía contactar antes. Bueno, tenía a sus dos prisioneras bien custodiadas, y ella, desde luego, podía esperar.
Las Wyrd Sisters estaban preparando el claro para lo que fuese que iban a hacer allí. Aunque, más o menos, mantenían su estilo habitual, Hester con un vestido de tubo negro, Violet con sus pantalones, camisa de terciopelo y chaquetilla al estilo de una elegante dama crupier del viejo Oeste, Kyoko con pantalones y chaqueta de cuero negro de estilo moderno, todas se habían adornado con una especie de túnicas blancas abiertas y coronas de flores, como si se hubiesen vestido de oficiantes.
Suponía que, cuando terminase la ceremonia, se quitarían las túnicas, y no querían perder tiempo en tener que vestirse de nuevo. Los curas modernos hacían lo mismo, iban vestidos de calle, se ponían por encima la casulla para la misa, y se la quitaban nada más terminar. Eran pocas las veces que no llevaban nada debajo. Ella podía dar fe de ello, pensó con picardía.
Eva había hablado con las Hermanas durante un rato, y después se había acercado a los asistentes, Víctor, ella y sus tres Ghouls, que se habían reunido un momento para escucharla.
- Os ruego discreción ante lo que vais a ver aquí esta noche. – Eva llevaba un pesado manto marrón, con capucha, sin revelar nada de lo que vestía debajo, ni de su pelo. – Algunas personas – sonrió, y Nelli sabía en quién estaba pensando, alguien que todavía no se dejaba ver – son muy celosas de sus secretos y no les gustaría que su participación en esta ceremonia fuese de conocimiento público.
Todos asintieron y se separaron de nuevo, para vigilar o, como Nelli, para observar los preparativos. Las Hermanas habían colocado una pequeña mesa de madera, de aspecto antiguo, cerca del centro del claro. Alrededor, en los límites del círculo imperfecto, habían distribuido cuencos de metal con hierbas aromáticas y aceites. Apoyado sobre un árbol había una especie de arco de alambre, sobre el que habían entrelazado flores de diversos tipos, sobre todo blancas, azules y rojas. En un cesto tenían dos rosas rojas, una corona de margaritas y varios lirios.
En un momento dado, mientras daba vueltas observando la escenificación, de forma intencionadamente casual, Víctor se paró a una distancia ligeramente superior a la de su brazo. Iba vestido de forma elegante, como solía hacer él, es decir, como si un rapero hubiese decidido disfrazarse de hombre de negocios. Tenía que admitir que hoy no estaba tan mal. Llevaba una camisa blanca, sin botones, con escote y cordones para enlazarla, a estilo renacentista, aunque sin puñetas, que a ella le parecían una horterada, conjuntada con unos pantalones de cuero ajustados, y uno de sus ridículos sombreros. Podría permitir que la vieran a su lado.
- Bueno, ¿qué te parece todo esto?
- Oh, no sé. – Ella lo miró a través de las pestañas, casi de soslayo. – Estas ceremonias suelen ser demasiado naturalistas para mi gusto, pero podré soportarlo.
- A mí me parece… intrigante. – Aprovechó para acercase medio paso. – Nunca había visto algo así, y ya sabes que me encantan los rituales arcanos. – Hizo un gesto para abarcar el claro, aunque se abstuvo de hacer esos gestos con los que solía acompañar sus menciones a la magia. Hoy se estaba comportando.
- Mmm. Supongo que puede ser interesante, sobre todo esa parte sobre “celebrar que estamos vivos”. – Lo dijo bajando la voz a un tono más grave y sensual, para ponerlo nervioso. - ¿A qué crees que se refieren con eso? – Enarcó una ceja y cambió de postura para aproximarse medio paso hacia él.
- Eh… pues no sé, la verdad. – Miró brevemente a su alrededor, evitando mirarla a ella, claramente. – Supongo que bailar alrededor de los árboles, algo así.
- No sé, no sé. – Ya estaba a distancia de su brazo, y Nelli cruzó los brazos con gesto amplio, casi rozándolo con su mano derecha. – Eva va muy tapada, y no se sabe qué lleva debajo, y Jasper no se deja ver, como si estuviera avergonzado. – Se echó un poco hacia atrás, apoyándose sobre la pierna izquierda y con la derecha un poco adelantada, la cabeza inclinada, observándolo de nuevo a través de las pestañas.
- ¡Ja! – Él cruzó los brazos y separó las piernas, una postura asentada, fuerte, con el cuerpo apuntando hacia la derecha de Nelli, no hacia ella directamente. – ¿Te imaginas? Con la vergüenza que pasan cada vez que mencionamos el sexo, aunque sea de pasada. – Señaló con la cabeza a la más joven de las Hermanas. – O directamente, claro.
Él sonrió ampliamente, de forma sincera. Se lo estaba pasando bien, con este intercambio. Nelli tenía que admitir que estaba de buen humor esta noche. Sin preocupaciones de gobierno, sin discusiones con Víctor por el territorio, sólo disfrutando de una noche fuera, de una fiesta que ella no había tenido que organizar.
Durante unos minutos habían dejado de observar los preparativos que, al parecer, habían terminado. De repente, escucharon cómo las Hermanas entonaban un lamento, una especie de canto fúnebre sin palabras, cada una en una armonía distinta.
Eva había abandonado el claro, y ahora apareció entre los árboles con Jasper a su izquierda, también vestido con un manto completo, con capucha. Ambos andaban con cuidado de que no se abrieran y revelasen qué llevaban puesto. O qué no. Nelli miró de soslayo a Víctor y señaló con intención, haciendo un pequeño “mmm”. Él soltó una carcajada muda, no queriendo perturbar la solemnidad de la ocasión, pero claramente divertido por la picardía. Al volverse para observarlos, quedaron casi rozándose, su codo izquierdo casi en el hombro de ella.
La pareja embozada avanzó hasta la mesa, donde depositaron unos objetos que llevaban bajo las capas. Lo hicieron a la vez, y ellos no pudieron ver nada, hasta que se retiraron un paso. En la mesa, reposaban un pisa corbata con un pentáculo inscrito, una llave inglesa y una jarra de plata, lisa, sin adornos ni filigranas.
Tras un momento, el canto cesó, y Eva comenzó a hablar con una voz mucho más firme y poderosa de lo habitual, que solía ser un tono bajo y suave, casi como si no quisiera que la escuchasen.
- Esta noche nos reunimos para recordar a los que han pasado el Velo. – Aunque hablaba con una voz más alta y fuerte, no se movía en absoluto, y no miraba a nadie, sino que fijaba la mirada en los objetos de la mesa. – No los conocimos mucho tiempo, ni en profundidad, pero los regalos que nos hicieron fueron inmensos, y nunca se los podremos agradecer del todo. Dieron la vida por nosotros, pero además nos mostraron su afecto y compartieron el amor que se tenían con nosotros. Nos recordaron lo que es la esperanza, lo que se siente al compartir el cariño con otra persona, nos ayudaron a ser mejores y a superar nuestros miedos.
Mientras hablaba, Jasper se arrodilló, cavó un agujero poco profundo y enterró algo. Encima, colocó las dos rosas, la corona de margaritas alrededor y los lirios tocando a la corona de flores. Se apartó unos pasos y fue él quien habló, con su voz ronca pero también de forma clara y firme.
- Que esta bellota germine y se convierta en un roble que los recuerde. Que estas flores permanezcan un tiempo como ofrenda, y luego se marchiten y alimenten al árbol. Y así, la Muerte engendra Vida.
- La Muerte engendra Vida. – Las Hermanas repitieron la frase, como si fuese una oración.
- Normalmente, – Eva retomó la palabra – ahora realizaríamos un ritual para guiar a sus Espíritus al Otro Lado, y enterraríamos sus cuerpos. – Jasper y ella se colocaron frente a la mesa. – Sin embargo, ellos tenían sus propios Guías y no creo que necesiten nuestra ayuda. Y sus cuerpos fueron enviados al Otro Lado de forma directa. Por tanto, sólo nos queda honrar su recuerdo, y demostrar que hemos aprendido de ellos. Por eso, esta noche celebramos nuestra existencia, y nuestro Amor.
Con estas palabras, dejaron caer los mantos. Con una enorme sorpresa, Nelli vio que Jasper iba vestido completamente de blanco. Su vestimenta no era distinta de lo habitual, unos pantalones ajustados y una sudadera con capucha, pero ambos eran de una blancura inmaculada. También las zapatillas, habitualmente negras.
Eva llevaba un vestido azul, como el cielo iluminado por el sol, pero veteado de pequeñas estrellas plateadas. Llevaba también una pequeña tiara plateada con joyas azules. El efecto sobre ambos, con sus pieles cerúleas, era ciertamente intenso.
Hester y Kyoko tomaron cada una uno de los lados del arco de flores y lo colocaron sobre la pareja, apoyado en la tierra. Mientras avanzaba, la joven fue lanzando pequeñas llamas de su mano libre, encendiendo los cuencos que habían preparado antes.
Violet sacó una cinta de seda y, tomando los brazos izquierdos de Eva y Jasper, los ató, con una sonrisa y, quizás, un poco más de firmeza de la necesaria.
Primero Eva, y luego Jasper, mordieron sus muñecas, por encima de la cinta, y se colocaron sobre la jarra de plata, dejando que su sangre gotease y fluyese, a través de los extremos de la cuerda de seda, hacia el interior de la jarra. Tras unos momentos, cerraron sus heridas.
- Ahora – Violet tomó la jarra – sois un solo ser. – Dio de beber la sangre mezclada a Eva y a Jasper, alternativamente. – Estáis unidos para siempre, bajo el cielo. – Se volvió hacia los asistentes. – Sed testigos.
- Se… se… se… – Nelli parpadeó, parecía que su visión se había nublado y se había vuelto roja. - ¡¿Se están casando?!
De repente, se dio cuenta de que estaba llorando. No recordaba la última vez que lo había hecho, no sabía que todavía podía derramar lágrimas, aunque fuesen de sangre. Creía que se le habían secado para siempre. Por un momento, pensó que no debía hacerlo, que así se le arruinaría el vestido, el maquillaje…
Entonces, sintió un brazo enorme envolverla. Ella se acurrucó contra su cuerpo, sin dejar de mirar la ceremonia, aunque apenas podía ver nada a través de las lágrimas. Sintió un intenso deseo, no sexual, sino de cariño, de confort.
- ¿Querrías…? – Oh, odiaba sonar así de débil. - ¿Acompañarme esta noche?
Él guardó silencio. Asustada por su vulnerabilidad, temiendo su rechazo, levantó la mirada, y vio que Víctor la estaba observando en silencio. Aunque no era un torrente, algunas lágrimas de sangre caían de sus ojos.
- Nada… – se tuvo que aclarar la garganta, tenía la voz estrangulada. – Nada me gustaría más.
Juntos, se volvieron para seguir observando la boda, aunque no recordaron demasiado de la misma. La próxima noche, quizás, volverían a ser rivales. Pero, esta noche, podrían volver a amarse, tal vez, como lo habían hecho antes.
Ella pasó su brazo por la cintura de Víctor y, por un momento al menos, se sintió satisfecha.