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Andrea miró su teléfono comprobando la hora, luego vio hacia ambos lados de la calle antes de cruzarla y por último, una vez en la otra acera, observó el edificio frente a ella. Era temprano todavía, tanto que la escuela seguía cerrada; caminó hasta el patio de ésta, donde Libby ya se encontraba, igual que desde hace una semana, sentada en una de las dos bancas disponibles e inmersa en uno de sus libros, se acercó lentamente, cuidando no hacer ningún ruido al caminar sobre el césped, hasta quedar junto a ella por detrás de la banca, escuchando a Libby murmurar en su lectura. Pacientemente esperó que terminara con el capítulo que leía y solo cuando dejó el libro ya cerrado sobre su regazo, Andrea se permitió una sonrisa maliciosa…
- —Libby—susurro suavemente cerca de su oído y tal como esperaba la reacción de Libby la hizo reír fuertemente, ésta había saltado de la banca dando un pequeño chillido que Andrea siempre consideraba adorable. Todavía con un sonrisa burlona se sentó en la banca y espero que Libby se recuperará, después de un minuto su respiración se normalizó y tomó asiento junto a ella, escondiendo su vergüenza detrás de su cabello, Andrea rió de nuevo, una risa corta y suave, una risa tranquilizadora, una risa que Libby comenzaba a amar oír cada vez más— Perdón por asustarte.— sus palabras fueron seguidas por un suave beso en la mejilla, de los que habían estado compartiendo desde hace una semana y al igual que las veces anteriores tal acción llevó a un nuevo sonrojo y a otro lindo chillido por parte de Libby—No deberías perderte tanto en tus lecturas—regaño—, algún extraño podría acercarse un día de estos y podría no tener buenas intenciones—se acercó a su oído, a escasos centímetros, donde sabía que su aliento le haría cosquillas a Libby—… al menos no tan buenas como las mías—su voz fue suave, como una caricia que envió una descargar a través del cuerpo de Libby, la pobre aún no se recuperaba del todo por el beso cuando esas palabras por fin se procesaron en su cabeza, su cuerpo entero se sintió acalorado, aquel leve sonrojo se intensifico hasta colorear todo su rostro; Andrea admiró su obra, el balbuceo nervioso de Libby y como su cuerpo parecía emanar vapor, su risa al principio fue ligera, maliciosa por supuesto, pero mientras se alejaba se convirtió en una fuerte carcajada, que se perdió por completo en la mente de Libby. Para cuando se recuperó de su episodio Andrea ya no estaba en la cercanía, una mirada rápida a su teléfono le hizo saber que llegaría tarde a clases, de nuevo.