Chapter Text
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El calor húmedo de Haifa en julio puede resultar sofocante, pero la brisa suave de las noches hace que refresque. Tony sale de la habitación de Liam después de arroparle y asegurarse de que la mosquitera cubre bien la ventana. Prepara un mojito para él y un zumo de piña para Ziva y sale a acompañarla al jardín. Se la encuentra desparramada en una tumbona, mirando al cielo con una sonrisa tranquila.
—Al fin se ha dormido—anuncia Tony—. Parecía que no se le acababan las pilas.
Ziva ríe y se levanta para darle mimos. Tony deja las bebidas en una mesita y se deshace en besos y abrazos. Los ronroneos de Ziva le indican que va por buen camino, solo espera que hoy no sienta molestias cuando la acaricie. Las malditas hormonas le juegan malas pasadas, menos mal que no necesita siquiera salir de la habitación para ir a vomitar todas las mañanas.
Van a ser papás, pero todavía no saben si de un niño o una niña. Según calculan, trajeron un regalo extra del viaje de novios. Temían que Liam les echase demasiado de menos o se lo tomase mal. Se encontraron con que Gibbs y Shannon le habían mantenido entretenido y cuidado los días de diario mientras que el resto se lo habían llevado los fines de semana. Que apenas una semana después de regresar le contasen que, si todo sale bien, le darán un hermanito, hizo que Liam se pusiera loco de contento. Por mucho que sepa que faltan meses, hay que frenarle para que no arrase con la sección de bebés en las tiendas de ropa y juguetes.
—¿Planes para mañana, señora guía?—susurra Tony antes de mordisquearle el lóbulo.
—Podemos coger el teleférico al Monte Carmelo por la mañana e ir a la playa por la tarde.
—Y comprar otra tarjeta de memoria, Liam ya lleva tres llenas. ¿Vamos dentro?
Ziva emite un pequeño murmullo de negación y se separa ligeramente de él. Tony la observa e intenta explicarse los motivos. No le parece que se encuentre incómoda. Ziva le da un trago a su bebida, agarra a Tony de la muñeca y camina con él unos metros apartándose de la vivienda. Cuando ya casi están en la verja, Ziva le señala el cielo. Una lluvia de estrellas como guirnaldas adorna el firmamento. Las Perseidas, esta vez sí.
—Pide un deseo, Tony.
Tony la abraza por la espalda y escucha a Ziva suspirar. Asoma la cabeza por encima de su hombro y la sacude.
—No, que se cumplen.
—Precisamente. ¿No dijiste algo de una estrella fugaz en nuestra primera cita?
—Algo así.
—¿Y qué pediste? ¿Una esposa? ¿Una mamá para Liam? ¿Más hijos?
Tony le besa el cuello y le acaricia el vientre.
—Si te lo cuento, quizá esto se desvanezca. Mejor mantenerlo en secreto.
—Vale, pero pide algo más, aprovecha. Yo ya lo he hecho.
Ziva gira la cabeza para mirarle a los ojos. Tony se pierde en su sonrisa sensual y misteriosa un instante y la besa antes de volver la vista al cielo. Justo ahora cae otra estrella. Se lo piensa durante un par de segundos, necesita embutir el mayor número de cosas en una frase para que cuente como uno solo. Cuando ya lo tiene claro, echa a volar su deseo mentalmente:
“Quiero que tengamos una niña sana y tan maravillosa como Liam en un parto rápido y sin complicaciones que anime a Ziva a que seamos papás de otro niño estupendo que también crezca feliz”.
—Ya está.
—Te ha costado.
—Es que era un deseo… complejo.
Ziva le sonríe, echa las manos hacia atrás y le manosea el trasero.
—Ahora sí, vamos dentro.