Chapter Text
—Más de lo que querría admitir—
IX. Realidad
TinaCeballos
Edición: Aslaug
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Loreley empezó su relato mientras Ezarel la observaba impasible.
—Bien, todo ocurrió hace unas horas, cuando se anunció la reunión. Scarsh me pidió que intercediera por ella.
El elfo arqueó una ceja confuso.
—Escúchame, por favor. —añadió, antes de que él pudiese siquiera decir algo.
*FLASHBACK*
Scarsh y Loreley estaban en su habitación, después de haber vuelto de la expedición con la guardia Absenta. La guardiana consolaba en silencio a su amiga, que no paraba de llorar desde que habían llegado al Cuartel General. Aunque le pareciese una actitud un poco exagerada por su parte, ¿quién era ella para juzgarla? No era la futura reina de un país en ruinas. Pasaron los minutos hasta que la pequeña se secó sus últimas lágrimas con la manga de su vestido.
—Loreley, h-hay algo que no te he dicho. —empezó a mascullar, con torpeza. —No es algo que se me permita comentar a la ligera.
—¿Es sobre Heaven? —la ayudó su amiga. —¿Sobre la guerra?
—No quieren que diga nada porque si alguien se entera, más de la mitad del país estaría condenado... Pero debo hacerlo.
—¿A qué te refieres, Scarsh? Me estás asustando.
La princesa se miró las manos, que retorcía entre sollozos.
—La guerra en Heaven es un hecho reciente. El resto del mundo cree que se trata de simples golpes de estado porque mi padre ha pedido que se extienda esa información a propósito entre los habitantes, todo para protegerlos.
Scarsh se aclaró la garganta y clavó sus preciosos ojos llorosos en los de su amiga, que la contemplaba sin saber muy bien a qué se refería.
—Heaven, como todos los demás países de la región, era una tierra próspera. Tenía sus propios problemas, como todos, pero no necesitaba de un cambio de gobierno, pues los reyes de cada generación se encargaban de elegir a terratenientes y rendirles cuentas para determinar su valía. Sin embargo, aunque los esfuerzos eran grandes, con el tiempo se tuvieron que implementar leyes que limitaban el número de hijos por pareja o la entrada de inmigrantes ilegales, ya que la comida y los medios comenzaban a escasear. A pesar de todo, muchos lograron cruzar las fronteras, casarse con nativos y convertirse en ciudadanos, sumiendo el pacífico orden en un periodo de crisis económica; organizando asambleas, expresaban ideas sobre un mundo donde la comida con nutrientes nacía de la tierra, la carne se podía multiplicar y el sol quemaba la piel mientras llenaba de energía, nublando la mente de aquellos que comenzaban a perder la fe. Se contaban historias de la raza humana, soberana de la propia Tierra, de donde nos habían expulsado en tiempos inmemoriales; exagerando los hechos, se inventaron que tenían un líder, un hombre capaz de viajar allí y destruir a los humanos, recuperando lo que originariamente nos pertenecía por derecho y que permitiría recuperar la prosperidad. Se denominaban a sí mismos como los libertadores de Eldarya. —hizo una pausa. —La noticia llegó hasta mi padre, que se dio cuenta de las verdaderas intenciones de estos hombres; masificando los ejércitos, su líder obtendría información directa sobre el uso de la energía y tendría acceso a los Berserkers. Se informó sin dilación al Consejo de Eldarya pero, al ser sólo especulaciones, hubo una negativa unánime a nuestras peticiones. Comenzaron las revueltas cuando el pueblo se enteró de lo sucedido, acusando al sistema y a la propia monarquía de ocultar secretos como la activación de la línea sanguínea. Rhague es la prueba viva de que la activación es posible.
—Dios mío. —tanta información de golpe había logrado que Loreley se tapase la boca con la palma de la mano. —¿Dices que nadie sabe sobre esto?
—Sólo mi padre, Rhague y sus generales saben que es lo que se está jugando en realidad. —asintió, con una sonrisa triste. —Cada hombre que se une a sus filas, engañado con historias de venganza y hambriento de poder, es un dolor de cabeza para ellos. Nunca se irán hasta tener el control del país.
—¿Sabes quién está detrás de todo esto?
—Estoy segura de que su líder es Hakon Hämmerling, el lord de las tinieblas del norte.
Loreley abrazó a su amiga con fuerza, al ver que ésta comenzaba a derrumbarse de nuevo entre sollozos. El resto de la noche divagaron juntas, pensando una solución para el problema, hasta que la princesa cayó rendida de cansancio entre los almohadones de plumas. La guardiana miró al infinito en silencio. El objetivo no era acabar con su líder, eso estaba fuera de sus posibilidades, pero Rhague estaba solo y no podría hacerles frente eternamente por muy fuerte que fuese.
*FIN DEL FLASHBACK*
Ezarel escuchaba con los ojos bien abiertos, intentando creer que todo lo que Loreley contaba eran sólo cuentos. Todo cobrara sentido en su cabeza a una velocidad casi vertiginosa. Sus avances científicos, los registros sobre los orígenes de Heaven, la ausencia de relaciones políticas con otros reinos. ¿Cómo es que un territorio tan próspero y pacífico se había convertido de repente en un escenario de guerra encarnizada?
—Ya había escuchado sobre la actual cabeza de la dinastía Hämmerling— rompió el silencio Ezarel, intentando razonar con la cabeza fría. —Si nos vamos a meter ahí, creo que es primordial evitar que la guardia se vea salpicada. Ese hombre es terroríficamente influyente. —sopesó, con un gesto severo. —Miiko te dirá que no.
—Pero cientos de personas están sufriendo, aunque sólo sea para darle un empujón al bando correcto, ¡debemos ayudarles!
—Así que eso es lo que ocurre realmente... —murmuró.
—¿Eh? —preguntó Loreley, desconcertada.
—Te identificas con ella.
—¡N-no!
—Tranquila, es comprensible. Sentiste su mismo dolor pero, la diferencia es que ella tiene la oportunidad de salvar su mundo.
—Ezarel, quiero que sepas que ya no te culpo por ello. —añadió, sosteniendo su mirada pálida, quebrando todas las defensas de él. —Y también he perdonado a Miiko. Sé que el miedo puede llegar a provocar cosas horrendas, sobre todo cuando ya tienes experiencia viviendo situaciones difíciles. Viviré con dolor toda mi vida y no me importaría que vosotros también. —murmuró, con cierto tono rencoroso. —Pero gracias a ello me he dado cuenta que quería ponerme a prueba. Quiero ayudar a Scarsh.
Ezarel no titubeó un segundo antes de poner la palma de su mano en la mejilla de Loreley. Un sutil rubor coloreó sus mejillas mientras sus orbes lo observaban.
—No es el Oráculo quién me lo pide. Te lo pido yo misma.
—Iré contigo. —murmuró él.
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Después de una larga audiencia con Miiko, a pesar de que el líder de Absenta intentó justificarlo con sus mejores argumentos, la kitsune denegó la petición.
—Es una misión suicida. Hacerse pasar por una princesa que probablemente todo el pueblo conoce, haría que acusen al rey de difamación.
—Scarsh no fue presentada públicamente el año pasado por culpa de las revoluciones. —añadió rápidamente Loreley. —Además, sus sirvientes abandonaron el reino o fueron atrapados por Rhague.
—No enviaría allí ni al hombre más capacitado.
—Miiko. —intervino Ezarel. —Pienso lo mismo que tú pero, lo que le están haciendo a esa gente, la forma que tienen de destruir el reino por sus propios intereses, es demasiado perverso. ¡Están sangrando y ni siquiera saben la verdadera razón de su sufrimiento!
—No nos incumbe, Ezarel. —sentenció ella con seriedad. —Sabes que si necesitasen ayuda, el propio rey lo habría solicitado al Consejo.
—¡Son los Hämmerling! Tú misma sabes que controlan a varios miembros del Consejo.
—El propio padre de Scarsh quiere evitar la muerte de los ciudadanos que se han unido a la rebelión sin saber el verdadero motivo. —añadió la guardiana.
—Lo diré una vez más y quiero que después salgáis de aquí. —dijo la kitsune, levantándose de la mesa y sujetando su bastón llameante. —Si se os ocurre salir de Eel sin mi permiso, me aseguraré de que obtengáis un castigo acorde a los hechos.
Loreley apretó los labios mientras Ezarel asentía, impávido. Al salir al pasillo apareció Scarsh ante ellos, que los miraba expectante por conocer la decisión de su líder. El elfo negó con la cabeza. La pequeña princesa observó la entrada custodiada por Jamon con determinación, apretando los puños a ambos lados de su cuerpo.
—Necesito una audiencia con Miiko. —añadió, rompiendo el silencio.
—Ella no aceptará, Scarsh. —añadió su amiga, intentando disuadirla.
—Exijo una audiencia como princesa de Heaven. —gritó, con toda la fuerza de sus pulmones.
—Jamon, déjala entrar. —ordenó Ezarel, con voz autoritaria.
Una vez la pequeña se perdió entre las puertas nacaradas, Loreley miró a su acompañante con indecisión.
—¿Estás seguro de eso? —musitó débilmente, de camino a su habitación.
—En realidad es la única opción de que tiene, aunque ponga en peligro la vida de su padre.
La guardiana no podía dejar de pensar en Scarsh, ya que las palabras del elfo no eran precisamente tranquilizadoras. Sin embargo, había algo en su voz y en sus acciones que lograban que se sintiera menos desesperada. Ambos mantuvieron una pequeña charla hasta que llegaron frente la habitación de la guardiana. Se miraron unos segundos sin saber qué decir, ya que ninguno de los dos había tocado todavía el tema de lo que sentían el uno por el otro.
—Loreley... —comenzó él.
—Creo que debería descansar. —le cortó ella, dedicándole una sonrisa dulce. No estaba lista para esa conversación todavía.
—Ah, por supuesto. Descansa. —respondió Ezarel, devolviéndole la sonrisa mientras giraba sobre sus talones, dejándola atrás.
Loreley resopló mientras cerraba con delicadeza la puerta de su habitación. Le hubiese gustado ir tras él, buscar sus protectores brazos y compartir la preocupación que la reconcomía pero, era difícil, ¡demasiado! Ya que una pequeña parte dentro de sí misma todavía le guardaba rencor a Eweleïn.