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¿Quién ganará o quién perderá, bebé?
Xiao Zhan jugueteaba impacientemente con los hilos de la pulsera en su muñeca, intentando apaciguar las emociones burbujeantes que amenazaban con hacerlo explotar en una lluvia de colores de arcoíris en la camioneta de su agencia. Pronto sus vagos esfuerzos se fueron al traste y la emoción chisporroteó con más vigor, haciéndolo vibrar graciosamente en su asiento.
—¡Awww, mira a Xiao Laoban! ¡Wang Laoshi seguro estará feliz!
La mención del nombre del dueño de su alma lo hizo enrojecer, provocando aullidos burlones del personal que viajaba con él. Le restó importancia. ¡Simplemente estaba en la nube porque vería un Yibo luego de dos semanas de estar separados! No podía esperar más tiempo, necesitaba tenerlo entre sus brazos y besarlo como si el mundo fuera a desaparecer mañana. Los miembros del staff continuaron mofándose de la parejita, gritando sus despedidas al verlo salir disparado al interior del edificio de veinte pisos nada más detenerse la camioneta en la acera.
Corrió lo más rápido que largas sus piernas le permitieron, entrando al elevador privado con el corazón acelerado y una sonrisa enamorada oculta detrás de una mascarilla negra mientras masacraba el botón al piso 18, imaginando la cara que podría Yibo al verlo.
Su hermoso Wang Yibo sonreirá, gritará y… lo besará, contento con la sorpresa. El mero pensamiento lo hizo sonreir como un tonto.
¿Quién hubiera pensado que encontraría al amor de su vida en Wang Yibo? ciertamente no él, pero fue una bonita maravilla del destino de la que no se arrepentía. Jamás lo haría porque era inmensamente feliz con aquel hombre que iluminaba hasta el más oscuro de sus días.
Yibo era bonito, o eso creían todos. Xiao Zhan no estaba de acuerdo. Yibo era completamente hermoso , la criatura más hermosa a sus ojos y estaba perdidamente enamorado del mocoso. Oh sí, lo estaba. Era el tipo de amor deslumbrante que no se podía esconder por más que lo intentaran, ese que todos mencionan como la soñadora fantasía de una historia de amor o una película de Hollywood. Se amaban con afecto sincero y absoluto, irreal y mágico. Xiao Zhan le pertenecía a Yibo en todos los sentidos, ya su vez, Wang Yibo pertenecía a Zhan.
Estaban enamorados uno del otro tanto como lo estaban de su relación.
Cuando el elevador se detuvo luego de un par de minutos, Zhan derrapó por el pasillo hasta la puerta de su departamento compartido. gracias no tienen vecinos o estos también se burlarían de la estupidez del actor, más precisamente de la dulce expresión que puso al escuchar el inconfundible sonido de la voz de su novio al otro lado.
«Llegué a ti, cachorro. Te amo, te amo, te amo»
Insertó la llave en la cerradura y abrió la puerta lo más posible para no arruinar la sorpresa, deshaciéndose de la mascarilla y de sus zapatos en el tapete de entrada, comenzando la mochila en el perchero sin sacar el celular. Adios al trabajo. Aquí y ahora lo único valioso era Yibo.
—Baobei...
La cabeza de Yibo se levantó a una velocidad abrupta de la almohadilla del sofá, su expresión pasando de la confusión a la radiante alegría en menos de un segundo. Era tan asombroso que Xiao Zhan creyó derretirse allí mismo.
—¡Dios, estás aquí Zhan-ge!
Wang Yibo saltó fuera del sofá, luchando contra el lío desastroso de mantas donde descansaba cómodamente y se arrojó sobre él, envolviéndolo en un apretado abrazo que los hizo tambalearse unos pasos. Exhalando numerosos suspiros de “te amo Zhan-ge”, los labios del menor buscaron insistentemente los suyos y al encontrarlos, se unieron en un beso que emitía amor y calidez que borró el vacío de frío anhelo para reemplazarlo por la dulce plenitud de estar juntos .
A través del beso compartieron el sentimiento de amor que hacía latir sus corazones, olvidándose de todo lo que los rodeaba porque no existía nada en este mundo que fuera más importante que ellos. Xiao Zhan lo abrazó con cariño y devoción, bebiendo de sus labios como si fuera un hombre sediento que encontró un oasis a mitad del desierto y Yibo le devolvió el gesto con la misma afectividad.
Pronto el aire se hizo insuficiente en sus pulmones, obligándolos a separarse un poco del contacto. Zhan regó besitos mariposa por la punta de la naricita de Yibo, pasando por sus mejillas regordetas y la sien. Yibo sonrió brillantemente y acarició su rostro, apartando los mechones de rebelde cabello largo para verlo mejor. Xiao se restregó contra la palma de su mano como un gatito en busca de mimos.
—Bienvenido a casa, Zhan-ge. Te extrañé.
—Yo también te extrañé, cachorro.
Inclinó el mentón con la finalidad de atrapar los labios afelpados de Wang Yibo en otro beso, pero sus planos se vieron frustrados cuando un par de voces conocidas brotaron de los parlantes de la televisión. Dirigió la vista a la imagen reproduciéndose en la pantalla, sorprendido al encontrarse cara a cara con el apuesto doctor Gu y la señorita Lin Zhixiao, los protagonistas de….
—... ¿El Juramento del Amor? —dudó—. ¿Lo estás viendo, Bo-di?
Definitivamente el amor te vuelve estúpido, porque nunca de los nuncas el actor había dicho algo más evidente y estúpido que eso. Wang Yibo arqueó una ceja y puso los ojos dramáticamente en blanco, moviendo la cabeza en un gesto de obvia sostenido. La vergüenza hizo que la cara de Xiao Zhan se tiñera de un rojo chillón.
—Sí Zhan-ge, lo estoy viendo —explicó lenta y pacientemente, como si quisiera que los viejos oídos de Zhan captaran cada palabra. Xiao Zhan se cruzó de brazos con fingida indignación, ganándose una risa engreída del mocoso—. ¿Algún problema con eso? —desafió.
Sean Niegan.
—No, solo que es algo… inusual.
—¿Por qué?
—Porque no es lo que sueles ver, Bo-di —mencionó, usando el mismo tono que usan todas las personas al decir que el cielo es azul y el sol sale todas las mañanas. Para defenderse de una reprimenda de ira, el actor mayor enseñó las manos en alto para enfatizar su derrota.
¡Ahora, ahora! Xiao Zhan no se estaba quejando, nunca lo haría, más bien era curiosidad. O extrañeza. Si, esa era la palabra correcta para definirlo. Que el grandioso Wang Yibo disfrutara de su trabajo era todo un halago, pero era precisamente eso lo que lo hacía extraño. Yibo no era del tipo que miraba dramas románticos por gusto, sean protagonizados por su novio o no. Xiao Zhan llegó a creer que el chico tenía una especie de alergia al drama romántico televisivo y por eso lo evitaba como si le diera repelús incluso sugerirlo o borrarlo.
Yibo era un hombre de acción de pies a cabeza. Ahí donde Xiao Zhan lloraba a moco tendido con Titanic, Yibo seguramente lucharía a manos desnudas contra King Kong por la última rama de cilantro. Eran un caso especial de sentimientos revoltosos que cada uno interpreta lo mejor posible para el otro.
Hubo una vez, bastante graciosa a decir verdad, donde Yibo lo consoló luego de ver la película de “Yo antes de ti”. La dolorosa muerte de Will Trainor lo hizo llorar por horas y horas, berreando lágrimas de sangre como si fuera su novio el que había fallecido. La revancha se dio en otra ocasión, una donde aguantó la flamante indignación de su enfurecido león al ver cómo destrozaron una de sus películas favoritas con una repugnante segunda parte, ayudándolo a corregir los errores ortográficos de la biblia inconforme que publicó en Weibo sobre cómo Titanes del Pacífico 1 era infinitamente mejor que la 2.
Así que sí, era todo un evento astronómico que su Bo-di estuviera viendo voluntariamente la transmisión de aquel drama rosado.
Aunque todavía no lo había visto todo.
Para su sorpresa y desconcierto, Wang Yibo desvió la mirada, mirando tímidamente la pantalla a través de sus pestañas oscuras, todos ojos de cierva relucientes y un puchero adorable en sus labios de cereza, luciendo como todo un pastelito en esa sudadera rosa. Escéptico, vio como un repentino polvo rosáceo cubrió las mejillas pálidas y esponjosas de su novio.
¿Qué estaba pasando?
—La historia es entretenida y el protagonista es lindo —respondió, huyendo hacia su cómodo lugar en el sofá—. ¿Quieres unirte a mi, Zhan-ge?
—Siempre, mi amor.
Con eso, quizás Xiao Zhan debió imaginarse lo que se venía, pero en realidad no lo hizo.
Al pasar las semanas el Juramento de Amor se convirtió en la tercera rueda en su departamento. Wang Yibo aprovechó cualquier pequeño espacio en su apretada agenda para ver los capítulos disponibles. Lele, alabada sea su alma, tuvo que salvarlo varias veces de chocar contra paredes, puertas de cristal u otros objetos aleatorios, ya que el jovencito apenas si despegaba los ojos del teléfono cuando estaba enfocado en el drama. Xiao Zhan se encargó de regañarlo y lo hizo prometer que no volvería a deambular por ahí con la atención en el aparato. Yibo aceptó a regañadientes y luego le mostró un montón de fotos donde se encontraban sus hermanos TTXS, los demás capitanes de SDC o gente de su entorno viendo la novela.
La boda rompió algo dentro de Yibo como ninguna otra cosa lo había hecho. Xiao Zhan estuvo a punto de ahogarse con la leche de chocolate que bebía al reparar en los horribles lagrimones que escurrían por los mofletes inflados de su Bo-di, quién exigía tener una boda igual de bonita con quien fuera el amor de su vida. Esperaba que se refiriera a él.
—¡Eso es amor de verdad, joder! —gritó, limpiando ruidosamente la nariz con un pañuelo desechable mientras Gu Wei y Lin Zhixiao recitaban sus votos matrimoniales—. ¡Será mejor que lo cuides, mujer tonta, o te robaré a ese hombre!
Xiao Zhan puso los ojos en blanco y se alejó de los mocos voladores sin más preámbulos.
Finalmente Yibo grabó que su novio era el actor que interpretó a su crush Gu Wei, alias el hombre de sus sueños, y le insistió para ver el drama juntos con la perfecta excusa de que sería una mierda romántica. ¡Como una cita! Los besitos que acompañaron la petición le hicieron imposible negarse. Entonces, Xiao Zhan terminó con un horrible dolor de espalda después de un intenso maratón de 24 hrs apachurrado en el sofá con el peso de su didi encima, teniendo pausas limitadas a comer y orinar. ¡Ni siquiera pudo pasar más allá de los besos con su BoBo!
La fecha de su aniversario como pareja ya se encontró a la vuelta de la esquina y ambos estaban emocionados, tanto que casi enloquecieron con el asombroso regalo que el manager de Zhan y el de Yibo les dieron: una semana entera de vacaciones. La hazaña los dejó completamente eufóricos y extasiados más allá de la razón, llamándose frenéticamente para planear su regreso al departamento donde tendrían cada una de las citas que tenían apuntadas en la polvorosa libreta que servía de repisa para los Legos de Yibo.
Aun con la cercanía de su celebración de aniversario, el Juramento del Amor continuó siendo el centro de su relación y Gu Wei el jodido grano en el culo que intervino a cada rato y Xiao Zhan comenzaba a irritarse. No del fanatismo adorable de su lindo novio, sino del indudable enamoramiento de Wang Yibo, su Bo-di, por Gu Wei.
Estúpido personaje ficticio, ¡¿qué rayos tenía él que le faltara a Xiao Zhan?!
¡Maldita sea, nada!
Se acostumbró a escuchar el ost del drama siendo tarareado por su novio, en los altavoces del reproductor de música del auto o la sala, así como la lista de interminables elogios que Yibo profesaba para Gu maldito Wei cada dos por tres. ZhanZhan lo hizo muy bien al principio (se dio varias palmaditas mentales por ser un muy buen actor), simulando risitas planas cuando lo único que quería hacer era apuñalar cinco veces con el tenedor de la ensalada a ese jodido hombre que intentaba robarse a su precioso Yibo, los celos retorciéndose violentamente en su estómago con la sola mención de su repugnante nombre.
¡Xiao Zhan tenía ganas de llorar porque era una situación ridícula! ¡¿Que persona racional se puso celoso por un sujeto que ni siquiera existió?! ¡Absolutamente nadie!
Ahora entendía a esa horda de esposos coléricos que lo despreciaban por engatusar a sus esposas con todos esos personajes de drama. ¡Era una tortura completa ver cómo tu persona especial se enamorada de alguien más (¿una persona ficticia cuenta como “alguien más”?) justo en tu cara! Juraba que mataría a Gu Wei si volvía a meterse entre ellos otra vez.
El causante del tremendo caos se mostró ignorante del desastre que su admiración por ese tipo ocasionaba en su lindo novio. Wang Yibo seguía radiante como los halos amarillentos del sol veraniego, esbozando una preciosa sonrisa que fundía como queso gratinado el corazón de Xiao Zhan. Sencillamente era incapaz de apagar ese brillo incluso si se estaba muriendo de celos por el personaje que él mismo encarnó.
¡Era su misma cara solo que con lentes y una cédula médica, o sea!
Observando el fondo de pantalla de su celular (una imagen de su novio besando mimándolo al despertar), decidió que dejaría pasar todo el alboroto hasta que Yibo encontrara algo mas que le llamara la atención y que gozaría del regalo de Liu-ge y Qin-ge sin más preocupaciones innecesarias.
Sí, eso es lo que haría.
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Su semana de aniversario fue absurdamente fantástica.
Durante los siguientes seis días vivieron en una burbuja esponjosa de cuento de hadas, deleitándose con el caramelo de su romance. Cada segundo era un momento inolvidable. Desde compartir besos endulzados con afecto en sus largas caminatas con la luna de acompañante, románticas veladas en lo alto de los edificios más emblemáticos de Beijing y desayunos hogareños en los lugares que vieron florecer su relación, hasta mamadas borrachas en el baño trasero de un club en el centro de la ciudad a las 3 a.m, pajas rápidas en los vestidores del centro comercial o comerle el culo a su novio en los asientos de atrás de su propio auto en el estacionamiento de su edificio. Cita tras cita, Xiao Zhan se enamoraba más y más de su amado. Fue genial.
Como cereza del pastel, parecía que por fin Yibo había entrado en razón y olvidó su fiebre fanática por el drama. Xiao Zhan estaba flotando en el noveno cielo de pura gratitud. ¡Ese idiota estaba fuera de sus vidas!
Por supuesto su fortuna se fue a la mierda gracias al karma y su ferviente necesidad de demostrarle a todos cuán perra podía llegar a ser, mandando todo al carajo la noche del viernes durante su cena en la cocina del departamento.
—Zhan-ge.
—¿Si, Bo-di?
—¿Cómo crees que se sentirá ser follado por Gu Wei?
La pregunta directa tiró el bocado de comida que suspendía de los palillos de Xiao Zhan, pereciendo a unas pulgadas del plato de porcelana. Xiao Zhan tenía la boca abierta, impresionado por la falta de instinto de supervivencia de su pareja, decidiendo con una mirada peligrosa que eso sería lo último que toleraría. Al otro lado de la mesa y ajeno a los pensamientos terminales de su contraparte, Yibo comía tranquilamente, cantando por lo bajo el ritmo de la canción que bailó en el capítulo reciente de SDC.
—¿Por qué? —cuestionó Xiao Zhan con un tono mortalmente tranquilo, similar a la calma antes de la tormenta. Apoyando los codos sobre la mesa, insistió—. ¿Quisieras ser follado por él?
«¿Quisieras ser follado por otro hombre que no sea yo?»
Oh, vaya, qué dilema.
Wang Yibo se complació secretamente por el éxito de su autoproclamada misión, abultando sus labios en un puchero angelical que escondía una arrogante sonrisa de triunfo. Quizás dramatizó demasiado su supuesto amor por Gu Wei (una de sus tantas ideas) para probar el autocontrol de Xiao Zhan, pero nadie podía negar que era malditamente caliente verlo celoso. Presenciar el lado dominante de su tierno conejito era toda una delicia, por eso se empeñó en arrastrarlo hasta el borde del precipicio.
Al parecer lo logró, si es que esa mirada le decía algo. Era mejor así, porque ahora que tenía lo que quería en sus manos, Yibo no lo dejaría escapar tan fácilmente.
«Veamos cuánto puedes soportar, Zhan-ge»
—No por otro hombre al azar, Zhan-ge —expresó a su pregunta no formulada—. Quiero ser follado por el atractivo doctor Gu.
Wang se puso de pie y rodeó la mesa, deteniéndose justo detrás de su amante.
—Tengo una fantasía, una fantasía que me atrae bastante y que ambiciono todas las noches. ¿La escucharías, ZhanZhan? —habló a su oído, exhalando su cálido aliento contra la sensibilidad de su oreja.
—Yibo… —gruñó Zhan con los dientes ligeramente apretados. Sin embargo, la advertencia fue ignorada.
—Me imagino besando al sexy doctor Gu Wei, un beso sucio que me dejaría sin aliento, sus manos traviesas tocando cada rincón de mi cuerpo, enviando deseo a través de mis venas —suspiró soñadoramente, dibujando círculos con la punta de su dedo en el pecho de su novio—. Sus labios chupando mis pezones mientras suplico entre sollozos que rompa mi agujero húmedo con ese pedazo de carne caliente en su entrepierna. Mis paredes temblando y absorbiendo cada pulgada de su polla, apretando la circunferencia de la cabeza chorreante de crema al entrar por primera vez. Cuando esté penetrándome hasta el delirio gemiré, logrando que sus gemidos y los míos se mezclen en una sinfonía sexual aplastante hasta que se corra dentro, bañando con su semilla donde también lo hiciste tú. Una vez tenga su orgasmo, lo seguiré y me pondré un maldito plug para guardar su semen en mi agujero, así podré presumir los restos de la mejor follada de mi vida a todo el que me quiera escuchar.
Listo, la bomba fue soltada. Con una sonrisa de comemierda, didi esperó lo que pasaría a continuación.
No lo hizo por mucho tiempo, pues unos instantes después un gruñido salvaje y el eco de la copa de cristal haciéndose añicos retumbaron en la tenue penumbra de la habitación como una conminación. El límite había sido roto. Yibo tragó la pesada saliva que tenía atascada en la garganta y se apartó cuando la silla donde se sentaba el actor fue empujada hacia atrás con poca gracia.
Xiao Zhan caminó a pasos majestuosos hacia Bo, la expresión que poseía era una máscara de fría furia ornamentando las delicadas pinceladas artísticas de su hermoso rostro. A-Yi retrocedió a ciegas debido al andar intimidante de su novio, chocando su espalda contra la pared de la cocina, dejándolo a la completa merced del mayor. La tensión en el aire crepitaba, avivando las llamas de lo-que-fuera-eso. Wang Yibo encontró fascinante la oscuridad arremolinándose en esos ojos avellana brillantemente salvajes.
—Tienes un talento creativo impresionante, baobei. Es una lástima que esté mal dirigido.
—¿De verdad?
Zhan asintió, acunando entre sus palmas los esponjosos mofletes del menor, sus pulgares acariciando con suavidad y ternura la carne blanquecina. Por un momento, Wang Yibo creyó que lo único que obtendría sería esos mimos estimulantes que lo tentaban a ronronear. Grave error. Inesperadamente, esos mismos finos dedos que lo adoraban se aferraron a los afilados bordes de su mandíbula, ejerciendo la presión necesaria para ser incómoda y atemorizante. Una advertencia. Yibo jadeó en protesta por el leve dolor que sufrió.
—¿Has olvidado a quién le perteneces, Wang Yibo?
Lejos de amedrentarse por el escenario vivido, Wang Yibo alzó la mirada, desafiante e impávida mientras se reía justo en la cara de Xiao Zhan, el sonido burlesco y fanfarrón encrespáronse en los nervios de ambos. Ah, qué excelente manera de apreciar la gallardía propia de la juventud. O mejor dicho, la actitud competitiva y retadora de su león.
Dicho león que musitó ferozmente como el depredador que era:
—Hace mucho tiempo que nadie me hace recordarlo, Xiao Zhan.
Como si hubiera escuchado el comentario más divertido del mundo, la comisura de la boca de Zhan se crispó en una mueca estúpidamente sensual y provocativa (y quizás ilegal en varios países). Yibo, rebelde como solo él sabía serlo, estiró el cuello y lamió líneas calientes en los bordes de la boca de Xiao Zhan, succionando el delicioso labio inferior rojizo por el vino anterior, asegurándose de morder el lunar que lo volvía loco.
Xiao Zhan rió por la travesura de su novio infantil, lanzándose hacia adelante para reclamar su recompensa: un beso. Un beso dulce y absolutamente perverso, impregnado en la miel de los malditos celos de Xiao Zhan. Lo besó con rudeza, revelando su naturaleza posesiva que sabía le encantaba al menor, ya que lo hacía sentirse amado, deseado y protegido. Era un pensamiento discordante y un tanto retorcido del que hablaron en su momento, pero ninguno lo negó ya que era la puritita verdad. Yibo desvariaba por el lado dominante de Zhan, ese donde sin importar las circunstancias (mucho menos las consecuencias), todos debían saber que Wang Yibo era suyo y nadie tenía permitido desearlo… o ser deseado por él.
Amar y ser amado por Yibo era un privilegio únicamente suyo, y que no compartiría con los demás.
Derritiéndose entre sus brazos, didi envolvió sus enormes manos libres alrededor del cuello de su novio para estabilizarse y no tropezar por accidente. Sería vergonzoso y mataría la pasión, así que ser estúpido no estaba a discusión. Se dejó consumir por el entusiasmo de su amante, embriagado por el calor de sus labios sobre los suyos, sus lenguas jugueteando obscenamente dentro de sus bocas abiertas creaban cantidades ridículas de saliva que escurrían descuidadamente por las esquinas y mojaban sus barbillas. Xiao Zhan era una bestia, chupando, mordiendo y succionando a su gusto, afianzando una vez más el agarre en la mandíbula de su pareja para profundizar el contacto. BoBo se redujo a un charco de jadeos incoherentes mientras las pequeñas, casi delicadas manos de Xiao Zhan erraban por su cuerpo, rasgando cada prenda que se interponía como armadura para vislumbrar su cuerpo desnudo, aventando los despojos de tela rota al suelo sin siquiera darles una mirada de disculpa.
—¡Zhan-ge, cuidado! —protestó Yibo, disconforme por la trágica muerte de su conjunto favorito de Chanel. Con la fiel promesa de que sería reemplazado más tarde, Yibo giró la mitad inferior del cuerpo hacia afuera al sentir los habilidosos dedos del mayor hurgando en la hendidura de su trasero, masajeando el borde de su entrada fruncida y apretada.
—De rodillas. —ordenó Xiao Zhan.
Yibo cayó al suelo en un movimiento perfectamente calculado, sin despegar en ningún momento su vista de la del hombre frente a él. Xiao Zhan desabrochó la bragueta del elegante pantalón Balmain que cubría sus kilométricas piernas y sacó su polla ya endurecida. Con una ceja arqueada y un siseo burlón, didi le comentó sobre su falta de calzoncillos, a lo que Sean respondió:
—Traerlos iba a ser una pérdida de tiempo, Bo-di.
Estando distraídamente de acuerdo, Wang Yibo admiró con grandes ojos la bonita polla de Xiao Zhan, recorriendo codicioso las venas palpitantes que se entretejían a lo largo de la circunferencia y la cabeza hinchada perlada débilmente con rastros de humedad. La boca del menor se hizo agua, fantaseando con la deliciosa experiencia de ser asfixiado por ese pedazo de carne hasta el delirio.
—¿Tienes hambre, didi?
—¡Por supuesto que sí, ni siquiera terminamos de cenar, ge! —resopló, batiendo las pestañas con fingida inocencia—. ¿O hablas de otra comida ?
—Sabes de qué estoy hablando. Ábrete para mí, Bo-di.
Las pupilas de Yibo se dilataron en una clara muestra de interés por sus palabras. Sean sonrió.
Quizás jamás se acostumbraría al nivel de obediencia que mostraba el mocoso a la hora del sexo. Fue alucinante presenciar cómo Wang Yibo, una fiera intrépida y devastadoramente hermosa e inalcanzable, se sometía a sus demandas sin chistar. Era una señal de confianza absoluta que Xiao valoraba como el tesoro que era.
Yibo chupó diligentemente sus propios dígitos, pasando su lengua lasciva por las largas extensiones de cada uno y así facilitar el jugueteo próximo. Desde arriba, Zhan vio la hermosa e insoportable sonrisa que esbozó, claramente muy satisfecho consigo y con la vista libertina que se extendía sólo para él.
—¿Disfrutando de la vista, Zhan-ge? —se pavoneó, sacándose los dedos de la boca con un sonido acuoso y dirigiéndose a ese punto escondido entre sus nalgas. El mencionado puso los ojos en blanco y se preguntó cuán grande podría llegar a ser la enormidad del ego de su didi.
Y… sucedió.
Lo reconoció al instante ya que era uno de sus momentos favoritos, sí, ese momento exacto donde los largos y fuertes dedos del menor se insertaban en su interior, agrediendo el anillo de músculos sin ápice de compasión. Era una vista gloriosa porque la expresión ilegible de Yibo se torcía, con la boca de cereza ligeramente abierta y sus bonitos ojos fulminantes entrecerrados. Un espectáculo total que fue confirmado por el movimiento de su brazo.
Entonces, Yibo comenzó a follarse a un ritmo lento, saboreando el cosquilleo levemente doloroso de ser abierto, sus paredes húmedas y protestantes por la intrusión repentina se contraían alrededor de sus dedos, impidiéndole ir más fuerte al principio. Zhan aguantó pacientemente de pie frente a él, dejando que su amado tomara lo que quisiera cuando quisiera, ya que había pasado un tiempo considerable desde que pudieron estar juntos. Por fortuna para Yi, aflojarse no tardó demasiado y pronto metió un segundo apéndice, dando tijerazos placenteros que lo hicieron gimotear.
Las llamaradas hambrientas se reflejaban en los ojos de Xiao Zhan así como el fuego que recorría sus venas embravecidas consumía cada resquicio de cordura en su mente. Pero él jamás ha sido bueno mintiendo o ignorando lo obvio, y ahora lo más obvio era que tendría una combustión espontánea por lo cachondo que se encontraba gracias a su amante. Yibo, el ser más precioso del planeta, exhalaba deleitables sonidos de éxtasis entre suspiros llorosos, aumentando el nivel de sonido conforme el placer avanzaba y se hacía más intenso. Embelesado por la magnificencia de su novio, Xiao Zhan decidió que no podía quedarse atrás.
—Abre la boca, cachorro.
Xiao Zhan tomó su hinchada polla con una mano y untó las gotas de semen perlado que sobresalían de la punta lacrimosa en las tiernas mejillas de Yibo, esparciendo la viscosidad hasta sus labios. Emocionado, Yibo abrió su boca para chuparlo. Al ver la acción, Zhan se retiró lo suficiente para que la lengua del menos no lo tocase. Eso le valió una mirada acusadora de Yibo. Zhan, amando el peligro al máximo, dio una caricia cariñosa al rostro de su novio y procedió a hundir los apéndices en las desordenadas hebras de cabello negro, levantando la cabeza de su amado didi.
—Mírate Wang Yibo, tan hermoso y perfecto —alabó, sonriendo con dulzura—. Eres tan precioso y todo mío.
Volvió a sostener su polla, guiando el glande a lo recóndito de la boca indecente del otro. Yibo tragó la mitad de la longitud caliente, su mano izquierda cerrada con fuerza en el muslo pálido de Xiao Zhan mientras la derecha continuaba aflojando su entrada. La lengua pecaminosa de Wang dio lamidas de gatito por la extensión, y luego, trazó remolinos en la delicada corona, succionando la raja que supuraba deliciosa crema.
El actor respiró ásperamente cuando los movimientos de Yibo se aceleraron, sus mejillas ahuecadas aumentando la sensación de cálida estrechez. Como nunca hacía nada a medias, didi se apresuró a brindarle atención y mimos a su flamante novio, balanceando la cabeza de arriba a abajo, sacando casi por completo la polla de Zhan para después volver a meterla dentro, gimiendo para que las gloriosas pulsaciones de electricidad calaran en cada punto nervioso del mayor.
Didi finalmente cerró los ojos para disfrutar del peso de la polla de Xiao Zhan en su lengua mientras sus caderas se movían rápidamente hasta enterrarse en el calor de su garganta. Un lloriqueo hizo gemir a ambos, aturdidos y frenéticos de excitación. Yibo se retorció por la sobreestimulación de sus dedos pinchando constantemente su próstata y el exquisito sabor del semen de Xiao Zhan en la lengua, sus labios dolorosamente abiertos ardiendo en carne viva por las rozaduras del vaivén furibundo que mantenía su gege y las casi inexistentes arcadas que sufría cada que esa gorda polla chocaba demasiado profundo en su garganta. Todo era demasiado y a la vez insuficiente.
—Yibo… Yibo… Yibo…. —repetía Xiao Zhan entre quejidos y jadeos. Con una sacudida y un fuerte tirón en el cabello, enfundó toda la longitud de su polla en la faringe de Yibo. En esa breve posición, Yibo era capaz de olfatear el aroma a semen, sexo y sudor acumulado en la piel pélvica de Xiao Zhan.
Zhan embistió su polla en la cavidad bucal del bailarín con ferocidad, creando una fricción enloquecedora. La mandíbula perfilada de Yibo se sentía punzante y floja, la saliva goteando por todos lados. Sus labios carmesí succionaron el glande, mamando el semen que salía de la punta como si fuera un maldito muerto de hambre. Cuando Sean aumentó la velocidad, dio las gracias a quién sea en el cielo porque su reflejo nauseoso fuera mínimo, o sino tendrían un inconveniente para nada grato.
—Eres… el pecado mismo, cachorro. Joder, Bo-di, te ves absolutamente exquisito ahí abajo, con tu boca llena con mi polla y tus dedos preparándote para mi —parloteó Xiao Zhan—. ¿Sabes cómo te verías mejor? Con mi semen en toda tu linda cara… Sí, te verías sublime . ¿Puedo hacerlo, Bo-di?
Con los ojos llorosos y chispeantes, Yibo gorjeo una respuesta afirmativa. El pene enfundado en su boca se inflamó, las venas latiendo contra su paladar mientras el vaivén de sus caderas tartamudeaba. Un par de zambullidas después, Zhan le empujo la cara hacia atrás y expulsó densas líneas de semen blanco en sus labios, pestañas y nariz, persiguiendo su orgasmo con perezosas mecidas antes de mirar a su novio con una expresión hipnotizada.
Cómo amaba a ese hombre.
—Tienes una cara de tonto, Zhan-ge —informó Yibo con voz rasposa, lamiendo los restos de la semilla que cayó en su barbilla—. ¿Te gustó?
—Fue espectacular, didi —reconoció, atrayéndolo con cuidado para besarlo. El sabor de su propio placer acicalo su boca, pero no le importó—. Sin embargo, no hemos acabado.
—Estaría profundamente decepcionado si lo hiciéramos, ZhanZhan —comentó Wang Yibo, yendo hacia la mesa con toda la intención de subirse—. ¿Cómo lo quieres?
Xiao negó, azotando una de las níveas nalgas desnudas de su novio mientras pasaba hacia la dirección opuesta a la sugerida.
—Ve a la parte trasera del sofá, tus manos en el respaldo y tu vista en el centro de entretenimiento.
—Okay viejo.
—¡Yibo!
Tarareando una risita demoníaca el mencionado se dirigió al sofá donde lo encontró el primer día que se vieron hace unas semanas. Gege lo siguió unos metros y luego se apartó para rebuscar en la mesita de cristal donde usualmente guardaban los controles de mando de sus aparatos electrónicos. Encontró el que buscaba y encendió la pantalla, haciendo zapping por las aplicaciones hasta encontrar la que tenía el programa que quería ahora.
Sonrió al abrir WeTV y presionó reproducir en el primer ícono que le apareció, frunciendo los labios a la visión de Gu hijo de puta Wei proyectada a todo color.
Desde el sofá, Wang Yibo miraba incrédulo al actor.
—¿Zhan-ge, de verdad vamos a…?
—Estoy cumpliendo tu sueño, mi amor: follar con Gu Wei —espetó Xiao Zhan, seduciendo a Yibo besándolo arrebatadoramente, moliendo sus lenguas juntas—... Pero como no puedes hacerlo… Como jamás podrás hacerlo —apuntó malévolo, mordiendo los ruborizados yeekies con saña. El motociclista chilló—, dejaré que él nos vea mientras soy yo quien te folla.
Eso excitó a Wang Yibo, obligándolo a mecer las caderas para frotarse con la nuevamente endurecida polla que pinchaba su trasero. Compartieron un beso abrasador y electrizante, creando un vórtice cosquilloso en lo bajo de sus vientres. Sin dejar de devorarlo, los dígitos de artista del mayor se introdujeron lentamente en el agujero del otro, deslizándose lo más lejos posible de la superficie. Aunque Bo ya se había aflojado, seguía exquisitamente apretado y resbaladizo. La tentación de poseerlo sin contemplaciones era grande y atractiva, más cuando Yibo exhalaba temblorosamente y se empalaba en el apéndice como si fuera lo único que deseaba en el momento.
—Necesito… o-otra cosa… ge… ¡Oh, maldición!
Con Xiao Zhan mimando su sensible capullo feliz, los brazos de Yibo perdieron fuerza, cayendo hacia adelante, quedando empinado sobre el respaldo del sillón, las puntas de sus pies apenas si rozaban el suelo. Apretó los ojos cerrados, jadeando en busca de aire por los tres endemoniados dedos que masajeaban y pinchaban su próstata como si fuera el timbre del departamento y no su punto de quiebre. El diálogo romántico de Gu Wei quedó eclipsado por sus gemidos y juramentos que anunciaban su inminente orgasmo.
—Zhan-ge… Zhan… ¡Zhan-ge!
—¿Uhm? ¿Necesitas algo, Bo-di? —preguntó dócilmente, como si no estuviera masacrando la próstata de su novio y en su lugar retorció cruelmente uno de sus pezones. Wang-didi juraba que lo haría dormir en la bañera una semana entera.
Lo que sería ilógico porque él mismo se lo buscó, pero nadie debía mencionar ese detalle.
—¡Voy… voy a golpearte … AH!
Su orgasmo estalló como una lluvia de colores detrás de sus párpados cerrados, la cuerda que lo tenía sujeto rompiéndose hilo a hilo, sacudiendo su cuerpo con cada uno de los estremecedores golpes orgásmicos, volviéndose una muñeca flácida y relajada. Zhan presionó besitos en la carita sonrosada de su novio, dando palmaditas reconfortantes en su espalda.
—¿Estás bien?
—Sí… Eso fue increíble.
—Y falta más —rió Xiao. Wang Yibo exclamó un ruido ahogado al ser abierto de piernas y levantado en vuelo, sus rodillas colocadas al borde del respaldo del sillón, totalmente fuera del alcance del suelo. Por seguridad y terror, afianzó sus uñas en la felpa delante de sus extremidades.
—¡¿Dónde aprendiste esto?! —gritó, claramente sorprendido—. ¡Voy a caerme, Zhan-ge!
—Lo vi en internet y no te vas a caer, yo te sostendré.
Como el niño mimado que evidentemente era, BoBo se rió.
—¿Qué clase de cosas ves en internet, anciano? ¡Le diré a mamá Xiao!
—¡Wang Yibo!
El chillido de reprimenda flotó por encima del delicado hombro del hombre empinado como en una película porno de guión básico. Zhan abofeteó un par de veces los carnosos montes expuestos antes de acercar su polla necesitada a la entrada dilatada y palpitante de su amado. Yibo se estremeció al sentir aquella monstruosa corona seduciéndolo, una tentación a sumergirse en el pecado del que ninguno quería escapar. Limitado por el poco espacio que tenía para moverse, didi arqueó la espalda, echando las caderas hacia atrás para enganchar la punta llorosa con el borde húmedo de su agujero.
—Quiero que mires la pantalla, baobei. Mira a ese imbécil a los ojos mientras gritas mi nombre —ordenó Xiao Zhan, penetrándole de una sola estocada.
Wang Yibo soltó un grito al ser profanado tan bruscamente, gozando de la ardiente quemazón del miembro caliente e hinchado de Zhan abriéndose paso dentro del apretado canal. Gege gimió por la placentera sensación de las paredes anales de su novio succionando con ansiedad la totalidad de su longitud. Quedaron inmóviles y en silencio por unos minutos, un acuerdo tácito para que el menor se acostumbrara a la invasión.
Colgado en el aire y con la nuca descansando en el hombro de su amante, lo único que Yibo podía hacer era sostenerse de las manos que agarraban firmemente su cintura y rogar porque la mierda de sillón no se volteara.
—¿Listo, Bo-di?
—... Sí.
Con eso, el castigo de Yibo dio inicio.
No había duda de que Xiao Zhan amaba a Yibo, lo amaba con todo el corazón. Pero también amaba jugar con él. Amaba enloquecerlo, romperlo al punto de que no quedaran más que despojos suplicantes y balbuceantes de la pantera o león que se mostraba al mundo. Eso era lo que haría esa noche con su pequeño león, su baobei.
Abrió completamente las piernas de Yibo, sosteniendo sus regordetes y pálidos muslos para mejorar el deslizamiento y luego empujó sus caderas, chocando contra las sedosas nalgas en un vaivén rápido. La voz grave y rasposa de Bo gemía por la profundidad de las embestidas, su propia polla excitada hasta el infierno encontrando el alivio en la fricción de la tela del sillón verde oliva.
Los gruñidos de Zhan se desvanecieron dando paso a las marcas de amor en la espalda impecable del bailarín, manchando pétalos de rosas y violetas por cada milímetro libre del óleo. El bonito agujero rojizo se contraía y succionaba su polla de una forma demoledora que le era imposible no arremeter con más fuerza, jodiendo la soltura que dejó el juego previo. Usando una maniobra particularmente extraña, Yibo tiró de los cabellos del mayor, uniendo sus bocas en un beso desordenado, bebiendo los ruidos de placer del otro.
—¿Te gusta esto… mi amor? —Zhan apretó las caderas de didi, intensificando el ritmo y los sonidos acuosos de sus fluidos entrando y saliendo con cada estocada. Yibo sollozó de éxtasis, sus lágrimas confundiéndose con las gotas de sudor resbalando de su rostro sonrojado.
—¡Mhm Zhan-ge! ¡Ah!
—Responde, A-Yi. ¿Te gusta o no?
—... Sí. ¡Sí, me gusta!
—¿Todavía lo preferirías a él? —rugió, obligando al otro a mirar a Gu Wei, quién sonreía levemente a la cámara. Las pestañas de Wang temblaron, sus ojos en blanco mientras negaba una y otra vez.
—No… Solo tú, mi Xiao Zhan. Nadie más que tú.
Complacido con la declaración, Xiao Zhan meció sus sudorosos cuerpos encima del respaldo del sofá, pellizcando y masajeando los sensibles pezones, dejando lamidas y chupetones en el cuello de cisne de su amor. La entrada de A-Yi tembló en advertencia de que llegaría al límite.
—Ven conmigo, baobao. Ven por mí, Yibo —susurró Zhan-ge, su voz miel aterciopelada, los chasquidos de sus caderas unidas haciéndose erráticos mientras su propio orgasmo era expulsado con un gemido gutural, hileras de semen llenando a su didi.
Wang-didi convulsionó entre sus brazos al sentir aquel líquido tibio en sus entrañas, su cuerpo entero abrumado cuando el orgasmo más arrollador de su vida lo golpeó con la fuerza de un huracán, deshaciéndose en pedacitos de papel encima del sofá.
—Bo-di —lo pegó a su pecho, viéndolo consumirse en las llamas del clímax.
—... Eso fue… Oh, Zhan-ge —resolló sin aliento, con la mirada desenfocada y desorientada. Vagamente se dio cuenta que el mundo no desaparecio, todo seguía igual: la televisión encendida, las cortinas corridas y su cena sin terminar fría en la mesa.
Xiao Zhan hizo un ruidito adorable, frotando su nariz como un cachorrito en el hueco del cuello magullado de A-Yi. Riendo como un gremlin, el menor de los dos mencionó lo incómodo que se encontraba al estar todavía colgando del sillón, señalando lo amable y benévolo que se mostraría su novio si lo ayudaba a bajar, porque ya que se encontraba entumecido por completo.
—Lo siento, lo siento, lo siento, bebé, ya te ayudo.
Sean salió del agujero abierto del menor, depositando un besito de inocente despedida en la mejilla. Sus ojos casi se salieron de sus cuencas al ver el hilo de semen que escapó junto a su pene dormido, cayendo directamente a la tela costosa del sofá. Ugh. Posiblemente pudiera haberse excitado sino fuera por otra cosa que ocupó su mente, y eso fue que esa sería una mancha muy difícil de explicar. Y de quitar. ¡Maldita sea, Yibo lo mataría! ¿Cómo demonios sacaría esa mancha del sillón favorito de su novio? Tendría que buscar en Weibo por recomendaciones de buenos detergentes o alguna receta casera para limpiarlo…
Un momento.
…¡SU NOVIO!
Salió de su ensimismamiento para ser testigo del grito irritado y conmocionado de Yibo. Parpadeo, confundido por el trasero de su novio elevado al cielo, la cara del chico aplastada en los asientos del sillón. Al parecer perdió el equilibrio y cayó… como dijo que pasaría. Cuando logró hacer la cabeza a un lado, envió una mirada desagradable hacia el actor.
—¡Te dije que me caería, Xiao Zhan!
Si más tarde esa noche durmió solo en ese mismo sofá, fue por culpa de las carcajadas que se aventó.