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"Las mini aventuras de Eddie y Steve como compañeros de piso" por Robin

Summary:

Robin está completamente convencida de que sus mejores amigos son idiotas. Todo el mundo sabe que se gustan, ¿cómo es posible que ellos no se den cuenta?

o Robin está segura de que Steve y Eddie son incapaces de dar el primer paso y no sabe cómo ayudarles.

Notes:

Antes que nada, anoche subí este mismo fanfic pero en inglés. <3

Es mi primer fanfic publicado sobre Stranger Things, pero no pude aguantar las ganas de subirlo. Espero que, a quien lo lea, le guste tanto como a mí me ha gustado escribirlo.

(See the end of the work for more notes.)

Work Text:

1. Noche de películas, noche de dormir en el regazo de Steve.

Robin está preparando las palomitas en la cocina mientras que Eddie elige la película de esa semana. Es obvio que va a ser una de miedo, son las únicas que parecen gustarle al mayor. Por eso, cuando vuelve al salón con tres boles de palomitas, que mágicamente no están todavía en el suelo, tarda un poco en procesar que la película en la televisión no sea The Evil Dead o alguna por el estilo. 

La carátula del VHS de Dirty Dancing está sobre la mesa, Steve está sentado en el sofá con la misma cara que el que ha ganado la lotería, y Eddie… Eddie está sentado al lado de Steve, como si no hubiera más espacio en el mundo, con los brazos cruzados e intentando parecer enfadado. La palabra clave es intentando, porque definitivamente Robin puede ver la sombra de una sonrisa en la cara de Eddie. 

—Pensaba que esta semana tocaba noche de película elegida por Eddie, ya había preparado el bate debajo de la cama por si se me aparecía algún tipo extraño en sueños dispuesto a matarme —las palabras salen de su boca con humor, mientras deja los tres boles encima de la mesa. En vez de sentarse en el sofá, decidió sentarse en el suelo, le parecía más cómodo para ver películas, y podía moverse sin molestar a nadie.

—Y la he elegido yo —murmura el mayor cogiendo dos boles, uno para Steve y otro para él— pero hoy me apetecía… cambiar. 

No es secreto que Steve odiaba las películas de miedo; cada vez que ven una se pasa toda la noche dando vueltas en la cama, hasta que Robin escucha el sonido de la puerta de su habitación y ve una sombra colarse en la habitación que queda frente a la suya. La habitación de Eddie. 

—No te tomaba por una persona que disfruta viendo Dirty Dancing , recuerdo que te negaste completamente cuando Steve propuso ir al cine a verla. 

—Pero fui. 

—Sí, y después saliste del cine quejándote y estuviste así hasta después de cenar —Eddie no responde, se mete un puñado de palomitas y las señala, como si fuera obvio que no puede hablar en ese momento. Robin pone los ojos en blanco, pero decide no darle más importancia a la conversación porque es consciente de que no va a llegar a nada. 

 

Llevan la mitad de la película cuando Robin, que se ha quedado sin palomitas, gira el cuerpo en dirección a sus dos amigos, dispuesta a robarles palomitas a ellos. Sin embargo, se encuentra con una escena que no era la que esperaba. 

Steve está mirando atentamente la película, pero una de sus manos está entrelazada con una de las manos de Eddie, mientras que la otra acaricia perezosamente el pelo del mayor; enredando y desenredando sus dedos en diferentes mechones. Mientras tanto, Eddie está durmiendo, tiene la cabeza apoyada en el regazo de Steve y le está dando la espalda a Robin; sabía que esta dormido por su respiración, Eddie nunca esta tan tranquilo. 

— Steve —murmura ella mirando al otro chico, el cual gira la cabeza levemente para mirarla— ¿quieres que pause la película para que vayas a acostar a Eddie a su cama? —él niega levemente con la cabeza, una sonrisa plasmada en su cara. La sonrisa que guarda para Eddie o para temas relacionados con Eddie. 

—Eddie lleva noches sin dormir bien, —comienza a decir, sin cesar el movimiento de su mano en el pelo del mayor— me ha pedido que si podía dormir así, dice que conmigo se siente relajado y no tiene pesadillas. 

Robin sabe de los problemas de sueño del mayor. A veces tiene pesadillas durante días, otras simplemente es incapaz de dormir. También sabe que desde que Steve se ha ido a vivir con ellos, Eddie parece dormir mejor. Probablemente su recaída tiene algo que ver con que Steve ha estado cinco días durmiendo en casa de Dustin, ya que la madre del menor se fue ido a visitar a unos familiares al otro lado del país. 

—Oh, vaya. Está bien entonces. 

 

Cuando la película termina, Robin saca la cinta del reproductor de vídeo y la guarda en su sitio. Va a llevar los boles a la cocina cuando escucha a Steve hablar— Puedo llevarlos yo, ve a acostarte ya. Mañana abres tú el videoclub. —Robin niega.

—Ve a llevar a Eddie a la cama, igualmente tengo que ir a por un vaso de agua a la cocina. 

Mientras está en la cocina fregando los boles, no le gusta dejar los platos sucios acumulados en el fregadero, escucha la conversación de los dos chicos. Robin no es una persona cotilla pero… bueno, realmente sí lo es. No tiene excusa para estar asomada levemente a la puerta. 

—Eh, bella durmiente, vamos a la cama —murmura Steve, levantando lentamente a Eddie, que se abraza a él al ponerse de pie— Eddie… 

—Vamos a tu cama, es más cómoda —Steve ríe mientras el mayor bosteza. 

—Son exactamente iguales —Eddie niega, cogiéndole de la mano y llevándolo hasta el pasillo. 

—Tu cama huele a ti, es más cómoda.

Robin adora a sus mejores amigos, de verdad que sí, pero a veces le dan ganas de lanzarle los boles de palomitas a la cabeza y gritarle lo idiotas que son.

 

2. ¿Eso es un jersey amarillo? 

Si Robin está segura de algo, es de que Eddie no tiene ni una sola prenda en su armario de algún color que no sea negro o blanco; pero incluso las camisetas blancas que tiene son de algún grupo o algún tipo de merchandise de algo que Robin desconoce. Por eso, cuando Eddie aparece en la cocina con un jersey amarillo (¡AMARILLO!), Robin tiene que mirar dos veces para confirmar que no se ha vuelto loca.

—Mmm… ¿buenos días? —murmura llevándose la taza de café a los labios. El mayor, que parece todavía dormido, solo asiente con la cabeza mientras saca una taza del armario— Steve llamó hace un rato, me ha dicho que probablemente tenga que quedarse en casa de Dustin unas horas más, al parecer el autobús de Claudia se ha retrasado —por un momento, Eddie la miró como si le hubiera contado que todos sus amigos habían saltado por un acantilado y ahora solo quedaban ellos dos. 

—Genial —mientras el mayor se prepara un café, Robin lo mira fijamente. No está acostumbrada a verlo con un color tan llamativo, se le hace raro—. Vas a hacerme un agujero en la nuca Buckley, ¿qué pasa? —con la taza ya caliente en la mano, se gira para mirarla. 

—La ropa —murmura— no es culpa mía que siempre vistas como si tuvieras que prepararte para ir a un funeral de última hora. Simplemente se me hace raro verte vestido de amarillo, ¿cuándo te has comprado ese jersey? —Robin no es idiota, sabe perfectamente de quién es ese jersey; ella iba con Steve cuando el mayor lo compró.

—¿Eh? —antes de que Robin pueda contestar, Eddie mira hacia abajo, encontrándose con el jersey amarillo de Steve— mierda… —murmura. Robin puede ver como sus mejillas se vuelven poco a poco rojas—. Es, uhm… es de Steve. Anoche me dio frío y todas mis sudaderas se están lavando, ya sabes, cosas que pasan.

—Ya veo… nada que ver con que Steve no estuviera anoche en casa, ¿verdad? —el mayor la mira llevándose la taza de café a los labios. 

—¿Por qué tendría que tener relación una cosa con la otra? —pregunta en voz baja, una vez que se ha tragado el café. Robin se encoge de hombros. 

—No sé, ¿por lo mismo que tu habitación estaba vacía esta mañana pero la puerta de la habitación de Steve estaba cerrada? 

A Robin le gusta enterarse de cualquier cotilleo como a cualquier otra persona, pero no le gusta meterse en la vida de los demás de forma directa . Sin embargo, sus amigos la exasperan a tales niveles que ha decidido darles un… pequeño empujón. Y sabe que tiene que empezar por Eddie, Steve es demasiado demasiado denso. Ni siquiera comprende cómo era el Rey de Hawkins . Es tan tonto como una pelota de tenis. 

Pero antes de que Eddie pueda responderle, la puerta de la calle se abre y la voz de Steve se hace oír por todo el apartamento. Robin ve como la cara de Eddie coje todavía un tono más rojo del que ya tenía. 

Steve no tarda en entrar en la cocina, con una bolsa de plástico en la mano. Pero Robin desvía enseguida su atención del contenido de la bolsa a la camiseta negra de Black Sabbath que lleva su otro mejor amigo. Lo mira con la ceja alzada, pero no tarda en darse cuenta de que es una tontería; Steve está parado al lado de la mesa, mirando a Eddie como si este le hubiera bajado la luna y se la hubiera puesto en la mesa de la cocina de adorno. Y bueno, Eddie realmente está en las mismas condiciones.

Robin carraspea esperando a que le hagan caso, o por lo menos dejen de mirarse como estúpidos (estúpidos enamorados, concretamente) pero es inútil. Es como si no existiera nada más que los ojos del otro. 

—¿Qué llevas en la bolsa, Stevie? —Pero nada, como el que oye llover.

—El amarillo te queda muy bien, Eddie. —Ve al mayor sonrojándose y se aguanta una arcada. Los odia. 

—Gra-gracias, Steve. Espero que no te moleste que haya cogido prestado tu jersey. —El menor niega con una sonrisa, esquivando la mesa para sentarse al lado de Eddie. Robin pone los ojos en blanco. 

—Yo me llevé… sin querer tu camiseta —Robin tiene ganas de decir oh sí, súper convincente, Steve, pero no lo dice, porque tampoco es que vayan a hacerle mucho caso—, así que estamos en paz. 

—Te queda bien, muy muy bien. Puedes quedártela, si quieres. 

Robin ve como, todavía en su burbuja, ambos chicos comienzan a acercarse cada vez más, hablando tan flojo que ya no puede ni siquiera entender lo que están diciendo. Y, aunque eso es justo lo que ella quiere, que se besen de una vez y se confiesen esos estúpidos sentimientos de los que todos son conscientes excepto ellos dos, también está indignada porque la están ignorando; así que se levanta de su silla, saca el contenido de la bolsa de plástico (tuppers llenos de comida casera preparada por la maravillosa Claudia Henderson) y lo deja caer sobre la mesa con poco cuidado. 

El ruido hace que ambos chicos den un leve salto hacia atrás, asustados— Uy, perdón, ¿os he interrumpido? —ambos están levemente sonrojados. Eddie es el primero en levantarse, escondiendo las manos en las mangas del jersey. 

—Voy a hacer la cama —murmura saliendo de la cocina. 

—Yo voy a… voy a cambiarme y esas cosas. —Antes de salir de la cocina se para en seco, girándose con un dedo levantado hacia Robin— Henderson te manda saludos, me ha dicho que lo llames para contarle las actualizaciones de ya sabes qué . Yo no sé qué es lo que se supone que tú sabes, pero espero que tú sí. —Robin asiente, pero antes de poder contestar Steve sale corriendo en dirección a su habitación.

Robin es consciente de que si tiene que soportar un solo día más a esos dos idiotas, la próxima vez que deje caer un tupper, va a ser sobre sus caras.

 

3. Pastel de no cumpleaños.

Son las cuatro de la tarde cuando Robin llega de trabajar. Steve ha tenido el día libre, por lo que ha sido una mañana increíblemente aburrida. Los niños estaban en clase, y por supuesto, Eddie no se ha pasado por el videoclub para alquilar alguna película. Ya lo hará al día siguiente, cuando Robin tenga su día libre y Steve esté solo; como siempre.

Se está quitando el chaleco del uniforme cuando se da cuenta del panorama que hay en el sofá. Steve está sentado en el regazo de Eddie, ambos viendo una película y comiendo… ¿pastel de cumpleaños?

—¿De quién es el cumpleaños? No me digáis que es de alguno de vosotros… ay Dios mío. Veis, sabía que esta mañana se me había olvidado algo. —Ambos la miraban como si le hubieran salido dos cabezas más.

—No es el cumpleaños de nadie, Robin —dice Steve riendo—. Esta mañana fuimos a desayunar fuera y hemos descubierto una pastelería nueva, aparentemente abrió hace poco. Tenían unos pasteles enormes, ¡enormes!, de cumpleaños, y como tenían tan buena pinta, no hemos podido aguantar las ganas de comprar uno. —De repente todo parece tener sentido y su respiración se relaja, ¡menos mal! No ha olvidado el cumpleaños de nadie. Pero entonces, toca centrarse en lo importante.

Se sienta en el sofá al lado de ellos, sin decir nada. No reconoce la película, pero tampoco le importa, su atención está pasando de los dos chicos al único plato de pastel encima de la mesa; con un único tenedor. 

A veces Robin siente que es ella la que se está perdiendo algo, pero no puede ser, ¿verdad? Es imposible que esos dos estén saliendo y ella no se haya enterado, de alguna forma tiene que enterarse. Viven juntos y ambos son sus mejores amigos, si no es porque los ha pillado, es porque alguno de ellos ha ido a decirle algo, pero tiene que ser la primera en enterarse. Por eso, convencida de que siguen en el mismo lugar que siempre, decide hacer de las suyas.

Pero no es capaz de decir ni una sola palabra cuando ve a Steve inclinarse sobre la mesa, cogiendo un trozo de pastel con el tenedor, y se lo acerca a la boca a Eddie. Robin los mira boquiabierta.

¿Steve Harrington acaba de darle de comer a Eddie Munson? Tiene que estar soñando, definitivamente. 

—Mañana te puedo llevar un pastel pequeño para almorzar —Eddie habla flojo, pero la película casi no tiene volumen y el salón está en completo silencio, por lo que Robin escucha la conversación mientras parece estar centrada en la televisión— ¿Cuál prefieres: el de chocolate o la tarta de queso? 

—¿Intentas engordarme, Munson? —Eddie ríe ante aquello, dándole un pequeño manotazo en el muslo— Y, para que quede constancia, ambos tenían muy buena pinta, pero después de la bomba de chocolate que nos hemos traído, definitivamente prefiero un trozo de tarta de queso.

—Tarta de queso entonces —Robin ve por el rabillo del ojo como los brazos del mayor envuelven el cuerpo de Steve— y sí, obviamente estoy intentando engordarte; como la bruja a Hansel y Grettel. Es un plan estratégico que va a consistir en darte pasteles todos los días, hasta que estés perfecto para comerte. —Definitivamente, si no estuviera sentada en el sofá, se habría caído de bruces al suelo.

—Oh, —comienza a decir Steve con falsa indignación, girándose levemente para poder mirar a los ojos a Eddie, que se está riendo— ¿así que ahora no estoy perfecto para comerme? —Robin no es consciente de cómo su cabeza se ha girado sola, tan rápido que parece que iba a darle la vuelta entera. Los dos chicos parecen estar demasiado en su mundo como para darse cuenta.

Eddie mira fijamente los labios de Steve antes de responder, pasándose la lengua por su propio labio inferior— No he dicho eso en ningún momento, Stevie

—¡Voy a ducharme! —anuncia Robin demasiado alto, sin querer. Se levanta corriendo del sofá, ignorando las miradas de los otros dos. 

¿Qué mierda ha sido eso? se pregunta a sí misma mientras el agua le moja el pelo. 

 

Cuando sale de la ducha, ya vestida y con el pelo seco, va directamente al sofá; encontrando un panorama completamente diferente al que había cuando salió corriendo de allí. 

Eddie está sentado en la alfombra, escribiendo en una libreta. Steve está sentado en el sofá, con las piernas encogidas y comiéndose los últimos trozos de lo que efectivamente parece una bomba de chocolate. 

—Hey Robin, ¿todo bien? —La voz preocupada de Steve suena por encima de los efectos especiales de la película que están viendo. Ella asiente, sentándose a su lado— ¿Qué tal la mañana en el trabajo? 

Mientras que Robin se sumerge en un monólogo sobre su día, recalcando lo mucho que odia trabajar de cara al público estando sola, no puede evitar fijarse en como Eddie deja a un lado lo que esté haciendo en su cuaderno para echarse hacia atrás, apoyando la espalda en el sofá, y poder escuchar a Robin atentamente. 

Tampoco se le escapa como la mano de Steve parece tener un imán, uniéndose enseguida a la mano que deja Eddie sobre el cojín del sofá. 

—A veces me gustaría seguir trabajando en Scoops Ahoy, el uniforme era una mierda y Erica se aprovechaba completamente de las muestras gratis, pero solo tenía que preocuparme en servir helado y en mantener al día la pizarra con tus fracasos amorosos. —Steve sonríe ante aquello, parece que recordando aquellos días calurosos de verano con el estúpido uniforme de marinero, colando a los niños por la parte trasera del cine.

—Es una pena que el centro comercial cerrara, pero es lo que tienen las ciudades pequeñas. Lo llamativo es interesante durante un corto periodo de tiempo, luego recuerdas que tus amigos y vecinos trabajan y son dueños de las tiendas en las que has comprado toda tu vida y… por muchas luces y colores, al final la gente decide ser agradable con los demás. —Robin asiente, dándole la razón. 

—Pues a mí lo único que me da pena es no haberos visto con ese uniforme del que tanto habláis. —Y aunque Eddie está hablando en plural, Robin siente que solo está refiriéndose a Steve.

—¿El de marinerito? —Eddie asiente— Lo sigo teniendo, como la heladería cerró nos dejaron quedárnoslo. ¿Quieres verlo?

Sin dar ni una respuesta, Eddie se levanta del suelo y tira del brazo de Steve. El plato de pastel y el cuaderno se quedan olvidados sobre la mesa del salón. La puerta de la habitación de Steve se cierra de un portazo, acompañado de risitas, hasta que todo el apartamento parece retumbar con las canciones de uno de los mixtapes de Eddie. 

Y si Robin no los conociera, estaría segura de que Eddie y Steve se han metido en esa habitación para hacer… cosas indecentes con el uniforme de marinero. Pero aparta esos pensamientos porque

1) le dan repelús

2) es completamente imposible

y se centra en la película que sigue en la pantalla. 

 

4. La familia que eliges tú. 

Cuando Robin llega a casa de hacer algunos recados de persona adulta, se encuentra con una situación que le estruja un poco el corazón. (Léase: mucho). Steve está hecho un ovillo sobre Eddie, desde la puerta de casa puede ver como su mejor amigo está temblando, y también puede escuchar como se le escapan leves suspiros. 

Su primer pensamiento es que ha vuelto a meterse en una pelea. No es que Steve se pelee con frecuencia, al contrario, es un chico bastante tranquilo en ese aspecto. Pero a lo largo de los años en los que le conoce, y por lo que le ha contado Dustin, Steve ha tenido alguna que otra pelea física bastante fuerte que lo ha dejado algunos días hecho una mierda. 

—Hey, ¿qué ha pasado? —Steve levanta ligeramente la cabeza cuando escucha la voz de Robin, separándose del cuello de Eddie. Su cara está, dentro de lo que cabe por las lágrimas, en perfectas condiciones. 

Pelea física descartada. 

—Mis padres —comienza a decir, Robin puede ver como hasta Eddie se tensa— han llamado antes…

Steve le cuenta que su padre ha vuelto a meterse en algunos aspectos de su vida privada: su trabajo, sus amigos, su sexualidad… Steve se fue de casa hace ya unos meses, cuando Robin y Eddie le ofrecieron espacio en su apartamento, después de que su otro compañero de piso se mudara a la gran ciudad. Desde entonces, Steve solo ha recibido alguna que otra llamada de sus padres que lo ha dejado en las mismas condiciones que en ese momento.

Al principio no sabían cómo actuar. Steve siempre se ha encargado de cuidarlos a todos, desde los niños hasta a los adultos; incluso de vez en cuando va a casa de Joyce o de Claudia para quedarse allí a dormir si ellas no van a estar en casa; siempre gratis, siempre con una sonrisa y siempre para estar más cerca de, a los que él mismo llama, sus niños . Por eso, la primera vez que Eddie y Robin vieron a Steve tan roto se alarmaron tanto que todo el grupo acabó sentado en el pequeño salón, dando ideas para levantarle el ánimo. 

Al final, todo fue tan fácil como dejar que Steve y Eddie fueran un rato solos a la cocina, y mientras Steve se desahogaba llorando, Eddie le preparaba su comida favorita. 

Por eso, en ese mismo momento, Robin mira a Eddie y le sonríe débilmente. Eddie lo entiende enseguida, Robin aparta la vista cuando ve como el mayor acomoda mejor a Steve sobre él; dándoles intimidad, no queriendo estropear el momento. 

—¿Quieres que te prepare algo de comer? Además, era un secreto para después , pero he traído una caja de bombones de la pastelería; son esos pequeñitos que te hicieron tanta gracia el otro día. Podemos comer algo y luego irnos a mi habitación, comernos los bombones y dormir un rato, ¿qué te parece? —Steve asiente, su pelo roza el cuello de Eddie y éste se ríe. 

—Pero, ¿por qué de repente a tu habitación? Pensaba que te gustaba la mía. 

—Porque sé que a alguien —dice dándole un pequeño golpecito en la nariz— le gusta mi habitación. 

Robin decide dejarlos solos, cada día más perdida con toda la situación entre esos dos. Hace unos días llamó a Nancy, al principio había pensado en hablarlo con Dustin, pero Nancy parecía más de fiar en ese sentido. Le contó la situación que tenía en casa; Nancy le aseguró que cuando ellos estaban en su casa o quedaban para ir a algún sitio nunca se comportaban de esa forma. Seguían siendo extremadamente raros el uno con el otro, pero eso era algo normal para todos los demás. Todos saben que Steve y Eddie se gustan, se gustan mucho. 

Por eso, Robin a veces piensa que quizás está leyendo de más en la situación. Y decide no darle tanta importancia. 

Una vez cambiada de ropa, coge un libro y se va a la cocina. Se encuentra con Eddie cocinando, no sabe qué está preparando, pero a pesar de que no debe llevar mucho rato, ya huele bien. Steve, mientras tanto, está sentado en una de las sillas de la cocina; parece que ya se ha calmado un poco.

Se sienta al lado de su mejor amigo, apoyando la cabeza en su hombro y abriendo el libro. Steve pasa uno de sus brazos a su alrededor, pegándola a su cuerpo y dándole un beso en la frente. Robin mentiría si dijera que no le quiere más que a nadie en el mundo.

Hace unos meses, cuando los padres de Steve llamaron, Eddie se sentó frente a él de rodillas y le dijo algo que a Robin le encantaría tatuarse en la frente. 

Hay una familia que te toca, es como un sorteo, puedes tener mucha suerte o poca suerte. Pero hay otra que eliges tú, y al final esa es la más importante. Harrington, tu familia no son tus padres; ellos lo han decidido así, se han perdido al mejor hijo que unos padres podrían pedir. Sin embargo, eso no significa que no tengas una familia que te quiere y te adora. Hay seis niños que darían todo por ti, están Robin, Nancy y Jonathan, incluso las madres de todos ellos, y el mismísimo Hopper, te consideran parte de sus familias. Todos ellos son tu familia, Steve. —Robin recuerda como Steve miró a Eddie, como si le hubiera regalado el universo entero. También recuerda que entrelazó sus dedos y Eddie se sonrojó. 

Tú también estás en esa familia, Eddie. Tú eres la parte más importante de esa familia que he elegido . —Y aunque esa última frase la susurró, Robin la recuerda porque es la primera vez que vio a su mejor amigo feliz. Pero feliz de verdad. 

Robin sale de su pequeño trance cuando un plato de comida aparece frente a ella. Eddie le está sonriendo mientras se sienta al otro lado de Steve y por un momento, ahí sentada con ellos dos, siente que ese es su hogar; porque ella también ha elegido increíblemente bien a su familia. 

No tardan mucho en terminar de comer. Cuando terminan, y mientras Steve lava los platos, Robin va a dejar el libro en la mesa del salón. Al volver, dispuesta a robar un bombón, se encuentra con una escena que la hace quedarse apoyada en el marco de la puerta. 

Steve está terminando de secar los platos, Eddie lo tiene envuelto en un abrazo desde atrás. Y Robin no puede verlo bien, pero está segura de que está dándole pequeños besos en el cuello y en los hombros que están haciendo que Steve se ría. Y de nuevo, Robin ve a su mejor amigo ser feliz de verdad. 

Sale discretamente de la cocina, yendo directa a su habitación y sentándose en la cama. A los pocos minutos, ve como Steve y Eddie pasan a la habitación del mayor, con la caja de bombones en la mano y las mismas caras de estúpidos enamorados que tienen siempre. 

Y Robin, que cada día está más pérdida con respecto a sus mejores amigos, siente un calorcito en el pecho debido a la felicidad que siente de verles felices. Y por un momento sabe que en realidad, eso es lo importante. 

 

1 La luna brilla porque está feliz de verte sonreír.

Esa noche Robin se fue a casa de Jane con Max y Nancy. Noche de chicas habían dicho que era. Dustin les había propuesto que ellos podían hacer también una de esas, una noche de chicos. Pero Eddie enseguida le contestó que ellos ya hacían esas cosas, cuando jugaban a D&D, porque incluso si Jonathan y Steve no jugaban, se quedaban con ellos. 

Aunque en realidad, Steve sabe que eso era una excusa para poder pasar la noche solos. 

Cuando terminan de cenar, Eddie pone una cinta en el reproductor. Steve espera guitarras muy fuertes y voces gritando. Sin embargo, una balada comienza a sonar a la vez que Eddie apaga la luz del salón, el cual queda iluminado por la luna. 

—¿Quieres bailar, amor? —Steve sonríe ante la proposición, cogiendo la mano que Eddie extiende hacia él. 

—Pensaba que no te gustaban estas cosas tan cursis —susurra con una sonrisa, a pesar de que están solos. Pero hay algo en el ambiente, un tipo nuevo de intimidad al que no pensaba que nunca iba a poder llegar con nadie. Eddie le da un beso en el cuello antes de contestarle. 

—Si para hacerte sonreír así tengo que ser el hombre más cursi del universo siempre valdrá la pena.

—Creo que la sonrisa aparece solo con verte, pero las cursiladas son mi punto débil. Así que no seré yo quien se queje. 

Bailan y bailan, incluso cuando la canción cambia a otra balada, ellos no cesan de bailar. Las manos de Steve entrelazadas alrededor de la cintura de Eddie, las de Eddie tras el cuello de Steve. Y sonríen, y se besan, y se prometen el cielo y todas y cada una de las estrellas. 

Cuando Steve descubrió que era bisexual, unos meses después de conocer a Eddie y de darse cuenta de que las cosas que sentía al verle quizás no eran del todo heterosexuales, tuvo tanto miedo que estuvo días encerrado en casa. No dejaba que nadie fuera a verle, se inventaba excusas para no salir; cambiaba los turnos con Keith para no coincidir con Robin; se escondía en el almacén cuando entraba alguno de los niños a Family Video. 

Pero un día, Eddie subió hasta su ventana, en casa de sus padres, y le dijo que era un imbécil porque por su culpa Dustin y Robin estaban tristes. Y él también; porque le echaba de menos, porque quería verle todos los días, porque quería entrelazar sus manos y besarle. Y eso hizo Steve, besarlo. En ese mismo momento, en su habitación, en casa de sus padres.

Y un año después de aquello, bailando a la luz de la luna con el amor de su vida, Steve ha descubierto lo que es estar enamorado, por eso levanta levemente la barbilla de Eddie, y mirándole a los ojos, susurra las palabras que llevaban algunas semanas dando vueltas por su cabeza. 

—Estoy enamorado de ti, Eddie Munson. —Eddie sonríe, besándole.

—Y yo estoy enamorado de ti, Steve Harrington. 

Y vuelven a besarse y siguen dando vueltas alrededor del salón mientras ríen; porque son felices y quizás eso es lo único importante ahora.

 

A la mañana siguiente, cuando Robin vuelve a casa, se encuentra la mesa del salón sin recoger; dos platos vacíos, dos copas de vino vacías, una rosa en un pequeño jarrón. Confusa, va hasta la habitación de Eddie; la puerta está abierta, la cama está hecha y no hay ni rastro de ninguno de los dos. 

Prueba en la habitación de Steve, la puerta entreabierta. Se asoma, dando antes un par de golpecitos en la madera; pero los dos chicos están demasiado cansados, demasiado abrazados y demasiado dormidos. 

Robin sonríe y va hasta su habitación negando para sí misma. Al final sí que se estaba perdiendo algo. 

Notes:

Si has llegado hasta aquí, ¡muchas gracias por haber leído! <3