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“¡Y nunca regreses aquí, maldito mestizo espía!”
La puerta se cerró con un brusco golpe, dejándome solo mientras yacía en el pavimento, sin aliento por ser echado violentamente de la Posada Cabeza de Puerco por su propietario.
Suspiré mientras volvía a ponerme en pie con cautela, chequeándome en busca de heridas importantes. No encontré nada más que rasguños y moratones azules formándose que mañana se verían y dolerían como el infierno de Morgana. Podría ser peor. Este asunto de espionaje para el Señor Tenebroso estaba demostrándose más y más decepcionante, especialmente desde que mi Señor estaba volviéndose errático. Yo no era psicólogo, pero como espía, sabía lo suficiente de la naturaleza humana para olerme que pasaba algo raro. Paranoia, renuencia a escuchar a sus más leales lugartenientes, tortura sádica de sus propios seguidores que estaba incrementándose exponencialmente… Definitivamente algo no iba bien con mi Señor.
En verdad, esta guerra civil estaba afectándonos a todos, con las dos partes estancadas. Mi Señor estaba desesperado por encontrar la información que inclinara el equilibrio de nuestro lado. Lo suficientemente desesperado para enviar a su mejor espía a recoger información de la reunión entre el Director de Hogwarts y una potencial futura maestra de adivinación.
Admitamos que no estaba en mi mejor forma esta noche. Mi Señor estaba enviándome implacablemente a misiones de espionaje mientras me pedía que elaborara muchas pociones para nuestro grupo. Estaba cansado. Esta misión era una broma. Estaba perdiendo el tiempo cuando podría estar descansando en mi cama. Así que sí, definitivamente no en mi mejor forma.
Había sido un poco demasiado obvio en mi escucha a escondidas, aunque Aberforth sólo me echó tan brutalmente porque era hermano de Dumbledore. Ni siquiera comprobó mi marca como prueba. Eso habría sido grosero pero tan fácil de hacer y luego llamar a los Aurores para arrestarme. No habrían encontrado ninguna prueba de delito por mi parte, pero confiaba en que tuvieran métodos que no fueran demasiado tímidos para utilizarlos en presuntos seguidores del Señor Tenebroso. Por supuesto, habrían necesitado ver más allá de mi propio hechizo glamour. El hechizo que sólo compartí con Lucius y Narcissa. El único hechizo que sabía era capaz de ocultar la marca a los demás. Había sido sorprendentemente difícil de desarrollar. Era mucho menos ingenuo hoy de lo que lo había sido cuando había sido marcado. La marca no era sólo un signo de pertenencia al mismo grupo, ni era sólo la manera de que nuestro Señor contactara con nosotros. Estaba incrustada de hechizos oscuros que todavía tenía que identificar por completo.
Pensaba que no era el único haciéndome preguntas. Regulus Black estaba pareciendo más y más reticente a actuar con nuestro grupo. El necio. Le advertiría de que estaba siendo obvio excepto porque podría ponerme en peligro si era un ardid. No confiaba en los Black. Excepto en Narcissa, pero ella era una Malfoy ahora.
En cualquier caso, Sybil Trelawney, futura profesora de adivinación en Hogwarts, era un fraude. Todo el mundo lo sabía. Y mi Señor me había enviado a escuchar a escondidas su entrevista de trabajo con el Director de Hogwarts. Al menos, había mejorado su juego esta noche y representado cierta profecía. Yo sólo había oído el principio antes de mi marcha forzada, pero era tan basura como cualquier otra. En serio, ¿quién podía creer en profecías? Todos los estudios serios mostraban que las profecías se auto-cumplían en el mejor de los casos, o se interpretaban dudosamente para encajar en los hechos después de que hubieran sucedido en el peor.
De acuerdo con esta nueva profecía, el único posible destructor del Señor Tenebroso nacería pronto.
Bueno. Las palabras exactas eran “El único con el poder de derrotar al Señor Tenebroso se aproxima… nacido de aquéllos que lo han desafiado tres veces, nacido cuando muere el séptimo mes… y el Señor Tenebroso lo marcará como su igual, pero él tendrá poder que el Señor Tenebroso no conoce… y uno debe morir a manos del otro porque ninguno puede vivir mientras el otro sobreviva.”
Estúpida basura. Pero podría salvarme de la Cruciatus una vez más.
Me aparecí de regreso a mi casa, ansioso por escapar de la humedad empapando mi ropa y más que preparado para dormir. Por suerte, mi Señor sólo esperaba mi informe mañana por la noche. Mientras me preparaba para la cama, me pregunté cómo se interpretaría la profecía.
El único con el poder de derrotar al Señor Tenebroso se aproxima. ¿Se suponía que el misterioso salvador ya había nacido y estaba en proceso de venir a Inglaterra, demasiado joven o no preparado para luchar todavía, o su nacimiento iba a ocurrir pronto? Las profecías nunca eran claras, una táctica obvia para ser capaces de hacer encajar los hechos a posteriori.
Nacido cuando muere el séptimo mes… Claramente, eso significaba que este salvador había nacido – o nacería – a finales de julio.
Mi sangre se congeló ante la idea. Narcissa Malfoy, la esposa de mi mejor amigo, estaba embarazada. Yo era el futuro padrino del niño. Salía de cuentas en julio si no había complicaciones. Si la profecía se interpretaba como que iba a nacer, ¿se envilecerían mi Señor y camaradas no sólo matando bebés, sino también dañando a uno de los nuestros?
La idea era ridícula. Matar un niño. Un inocente. Uno de los nuestros. Y aun así, mi Señor había cambiado. Todos lo habíamos hecho.
¿Sacrificaría él un bebé a causa de una profecía?
El hijo de Lucius y Narcissa podría morir por mi causa. Si hablaba de lo que había oído. Si esta profecía era creída e interpretada del modo incorrecto…
No podía asumir el riesgo.
Pero Dumbledore podría contarlo. ¿Quién adivinaría cómo reaccionaría el viejo estúpido a la representación de Trelawney?
Casi di un puñetazo a una pared cuando comprendí algo más. Mi única amiga de infancia y único amor, Lily Potter, iba a tener un hijo también. Ella y su marido eran muy activos contra nosotros. No había hablado con ella en años, pero parecía recordar por diversos chismes que su hijo nacería en torno al mismo momento que el de Lucius. Ella lucharía por su hijo. Moriría por su hijo. El hijo de dos infames combatientes contra el Señor Tenebroso. A Dumbledore le encantaría el símbolo. Él iba a hablarles a otras personas de esta profecía, lo sentía profundamente en mis entrañas. A mi Señor no le importaría cómo interpretara Dumbledore la profecía. No asumiría ningún riesgo. Merlín, el torpe idiota podría intentar sembrar la discordia en nuestras filas y levantar las sospechas de nuestro Señor centrándose obviamente en el hijo de Lucius.
Necesitaba hablar con Lucius. O con Narcissa. Con ambos en realidad. Pero podría ser mejor comenzar con la esposa de Lucius. Tendríamos más peso abordándolo con esto juntos. A pesar de toda su astucia, Lucius era extraordinariamente leal.
Dormí mal esa noche, visiones de los gritos de Narcissa mientras su hijo era asesinado ante ella reproduciéndose en mi mente, Lucius condenado a observar mientras algunos de los otros evitaban que interviniera mientras el Señor Tenebroso mataba a su heredero.
Estaba en la Mansión Malfoy con las primeras luces. Narcissa estaba esperándome con el desayuno, obviamente con aspecto preocupado para cualquiera que la conociera. Yo sabía que teníamos casi media hora antes de que Lucius emergiera de su cama. Para mi alivio, ella no desdeñó mis preocupaciones. Narcissa era astuta como una Black pero con la claridad de mente de una Malfoy. Mientras hablábamos, admitimos entre nosotros tras palabras veladas que el comportamiento actual de nuestro Señor era una decepción. No perderíamos al heredero Malfoy por sus ilusiones.
Dejé que Narcissa le explicara la situación a Lucius. Ella siempre encontraba la manera correcta de expresar la gravedad de las cuestiones que deseaba plantear. Para mi sorpresa, Lucius no necesitó ser convencido de la estupidez de la profecía o de la necesidad de ocultársela a nuestro Señor. Nos mostró a Narcissa y a mí un diario que Lord Voldemort le había confiado, con instrucciones de mantenerlo a salvo y bien escondido. Al primer vistazo, parecía bastante inofensivo. Sin embargo, ninguno de nosotros era un necio. Podía sentirlo al borde de mis Escudos Oclumánticos, esperando una brecha para ganar entrada insidiosamente en mi mente.
Llevamos el diario a una de las salas seguras bajo tierra, guardada por protecciones antiguas y pesadas. Conjuramos muchos hechizos sobre él. El resultado fue espeluznante. Era un Horrocrux. Una parte del alma de nuestro Señor. Le hacía inmortal. Explicaba el cambio de comportamiento de mi Señor además de su nueva propensión a utilizar el hechizo Crucio. Siempre había sido impaciente.
Cada uno apuramos un vaso de whisky escocés cuando Lucius nos dijo que Lord Voldemort había entregado objetos preciosos a otros de nuestro grupo. Tener un Horrocrux era extremadamente temerario. Más de uno era pura locura.
La biblioteca Malfoy y sus muchos retratos fueron útiles, aún más cuando se enteraron de que alguien se había atrevido a crear múltiples Horrocruxes. Al final del día, llegamos a la conclusión de que para proteger al futuro hijo de Narcissa y Lucius, Lord Voldemort tenía que morir. Me impactó cuando me sentí aliviado por esta decisión. Vi el mismo sentimiento reflejado en los ojos de Narcissa y Lucius.
A través de nuestra investigación, habíamos descubierto cuatro maneras de destruir Horrocruxes. Fuego Maligno, un fuego creado por un poderoso hechizo pero dominado por pocos. Veneno de Basilisco, un raro y costoso ingrediente de pociones. Chillidos de Dragón Yazi, que requería tener uno de esos dragones disponibles. Llanto de Fèng Huáng, que también requería tener una de esas aves preparadas. Nuestra mejor apuesta era utilizar Fuego Maligno o veneno de Basilisco. Para mi alivio, cada fuente de información concordaba en que la destrucción de un Horrocrux no alertaría al alma principal.
Nuestra mayor preocupación era estar seguros de que destruíamos todos los Horrocruxes antes de enfrentarnos a Lord Voldemort. Para ser honesto, no teníamos un plan de enfrentarnos a él abiertamente, el veneno bastaría y sería mucho menos perjudicial para nuestra propia salud.
El tiempo era nuestro enemigo. Si el Señor Tenebroso se enteraba de la Profecía por alguien distinto a mí mismo, el Crucio sería la menor de mis preocupaciones. Por otra parte, si se lo contaba ahora, ¿cuán rápido actuaría al respecto? Julio estaba sólo a dos meses de distancia…
Lucius pensaba que teníamos que contárselo a nuestro Señor para garantizar mi seguridad. Narcissa estaba indecisa. Quería aprovechar la oportunidad de que él no la oyera. Pero si lo hacía, podría darle más incentivos para actuar contra Lucius y ella.
Al final, decidí que era más seguro contárselo. Mi Señor se entusiasmó aún más de lo que había imaginado. Como si por fin le hubiera entregado la clave de nuestra victoria. Estaba verdaderamente loco. Insistió en convocar una reunión completa enseguida y tuve que soportar dos horas de tensión nerviosa y servilismo de los demás.
Después, invité calladamente a Regulus a tomar una copa conmigo. No había hablado a Lucius y Narcissa de mis intenciones. Sólo tenía mis instintos en que confiar. Resultó que Regulus ya sabía de los Horrocruxes. Bueno, el Horrocrux. Nuestro Señor había tomado prestado a su Elfo Doméstico para una misión secreta. La criatura había estado tan traumatizada cuando regresó con Regulus que él había investigado. Encontró una cueva con un objeto en el centro, protegido por hechizos y criaturas Oscuras. Los hechizos no habían evitado la identificación del objeto. Él había pensado que había encontrado el único Horrocrux creado por nuestro Señor. Cuando le hablé de los otros que conocíamos, tomó un trago de whisky y luego preguntó cómo podía ayudar.
Él ya había querido salir después de todo. Y Narcissa era su miembro favorito de la familia. Juntos, fuimos a la Mansión Malfoy. Lucius me regañó por no advertirles, pero Narcissa estaba dichosa por la implicación de su primo. Era su Black favorito.
Después de más investigación, averiguamos que el mayor deseo de los Horrocruxes era ser reunidos con su alma principal para estar completos de nuevo. Fue realmente fácil emplear el diario para encontrar el número y ubicación de los demás Horrocruxes.
Aparte de los dos que conocíamos, había tres más. Uno estaba localizado en la cabaña de los Gaunt, una triste cabaña de madera que solía ser el hogar de los últimos miembros de los Gaunt. El otro estaba en Gringotts, y estábamos bastante seguros de que más exactamente estaba situado dentro de la bóveda de Bellatrix. El último estaba dentro de Hogwarts.
Recuperar el Horrocrux de la cabaña de los Gaunt, un anillo de oro, además del de la cueva, un guardapelo con armería Slytherin, fue bastante fácil una vez hubimos tomado las precauciones adecuadas para protegernos de que el Horrocrux atrapara nuestras mentes. No éramos Gryffindors irreflexivos que se apresuraran adelante, nuestros muchos hechizos de detección, runas protectoras y un amplio rango de hechizos Oscuros fueron suficientes para lidiar con las trampas de nuestro Señor y evitar desencadenar su hechizo de alarma. Destruimos el diario, el anillo y el guardapelo en la sala segura de la mansión que se había convertido en nuestro cuartel general, combinando los Fuegos Malignos de Regulus, Lucius y mío. Luego, exhaustos, nos fuimos a la cama. Estaba más feliz que nunca de tener mi propia habitación privada en la mansión. Lucius había insistido en que, como su mejor amigo, era mi derecho ser siempre bienvenido en su hogar. Rara vez hacía uso de ella porque me gustaba mi soledad, pero me gratificaba con los lujos de mi habitación algunas veces al año.
Cuando desperté la mañana siguiente, pensaba que pasaríamos el día encerrados buscando una solución para ganar entrada en Gringotts y Hogwarts. Estaba equivocado. El Elfo Doméstico de Regulus, Kreacher, era al parecer muy leal a su amo y estaba ansioso por complacerlo. A cambio, Regulus era devoto de su Elfo Doméstico hasta el punto de hablarle de los Horrocruxes y pedirle consejo. Kreacher sólo había estado demasiado feliz de contactar tanto con los Elfos Domésticos de Hogwarts como con los Duendes de Gringotts. Ninguna de las dos especies era aficionada a los Horrocruxes. De hecho, parecía que sólo algunos Brujos eran lo suficientemente estúpidos para hacer uno. Como resultado, tanto los Duendes como los Elfos Domésticos consideraron su deber proporcionarnos los Horrocruxes. Su destrucción fue tan fácil como las anteriores.
Desde entonces, sólo permanecía nuestro Señor. Narcissa, Lucius, Regulus y yo discutimos una vez más la necesidad de eliminarlo. Todos concordamos en ello. Nuestro Señor no era el hombre ambicioso pero sabio que una vez habíamos pensado que era, tantos Horrocruxes eran prueba de ello. También estuvimos de acuerdo en que el veneno era el modo más seguro de matarlo. Yo sabía que pronto convocaría a nuestro grupo para jactarse de la profecía y decirnos lo que había deducido de ella. Habría un gran festín además de Muggles para torturar, una de las desagradables aficiones que yo estaba ansioso por no volver a presenciar jamás. Nuestro Señor comería y bebería tanto como cualquiera de nosotros. Sólo necesitábamos poner el veneno en su comida.
Los otros me dejaron decidir el veneno que creyera el mejor. Era el más joven maestro de pociones en la historia registrada después de todo. Ya tenía varias pociones mortíferas preparadas que había inventado sin decírselo a nadie. Como la mayoría de Slytherin, sabía estar preparado para todas las eventualidades. Una vez más, hicimos uso de las habilidades de Kreacher para poner el veneno sólo en el plato de nuestro Señor. Mi poción funcionó como un encantamiento, lo que no fue sorpresa para mí, pero sí un alivio. Lord Voldemort se quedó dormido durante el postre y nunca despertó. Cuando Bellatrix intentó sacudirlo para despertarlo, su cuerpo se disolvió en polvo. Al mismo tiempo, un dolor abrasador atravesó mi brazo. Duró segundos u horas, pero después, sentí como si un velo se hubiera levantado de mí. Me sentía más descansado y alerta de lo que lo había hecho por largo tiempo. Cuando miré mi brazo izquierdo, la fea marca había desaparecido.
Narcissa, Lucius, Regulus y yo interpretamos nuestro papel, actuando con sorpresa, shock y consternación. Fue fácil cuando no habíamos anticipado la desaparición de la marca, demasiado concentrados en nuestro plan. Fue un caos por varios momentos, el tiempo suficiente para que alguien decidiera llamar a los Aurores. Yo sospechaba que los Greengrass habían aprovechado esta oportunidad para dividir limpiamente el grupo. No había amor perdido entre ellos y los miembros más fanáticos de nuestro grupo. No había más marcas que pudieran encontrar los Aurores, pero abrieron una investigación por asesinato que les permitía suficiente libertad de acción para registrar hogares y bóvedas buscando artefactos Oscuros, con la sorprendente cooperación de los Duendes.
Tras esta purga, muchos fueron enviados a Azkabán por crímenes abarcando desde posesión de artefactos oscuros hasta tortura y asesinato, con el uso de las Imperdonables entre ellos. Sorprendentemente para la mayoría, la muerte de Lord Voldemort fue atribuida al uso excesivo de magia Oscura cuando ninguna otra causa fue descubierta. El polvo era sorprendentemente difícil de analizar. Mi poción no dejó rastro en cualquier caso. Lucius, Narcissa, Regulus y yo no estuvimos entre los condenados, a pesar de que los Aurores se esforzaron al máximo.
Durante los procedimientos legales, en adición al abogado de Lucius, tuve la sorpresa de beneficiarme de un abogado duende también. Después, los cuatro fuimos informados de que nuestros actos habían desencadenado el particular estatuto de Gringotts, el Estatuto de Mitr, que nos daba ventajas en proposiciones de negocio y otros asuntos. Necesitaba investigar para comprender exactamente cómo nos vinculaba a Gringotts este estatuto, incluso si supuestamente sólo nos ofrecía ventajas, y lo haría en cuanto encontrara un momento para respirar.
De hecho, todas las emociones fueron un poco demasiado para Narcissa. Estaba exhausta y se puso de parto casi dos meses antes de lo previsto. Lucius y yo pasamos una noche sin dormir esperando el bebé, dejándole que nos aplastara y magullara las manos mientras pasaba el parto. Yo nunca había pensado que las mujeres estuvieran por debajo de los hombres. Me di cuenta entonces de que eran mucho más resilientes que cualquiera de nosotros.
El sol apenas estaba naciendo cuando el heredero Malfoy, Draco Abraxas Malfoy, dio su primer llanto. Se me dijo que Draco era más pequeño que la mayoría de los bebés pero estaba perfectamente sano. El sanador le dio un régimen de pociones a seguir durante las siguientes dos semanas que les prometí a Narcissa y Lucius elaboraría yo mismo. Sólo lo mejor para mi ahijado. Por lo demás, no había precauciones especiales que tomar a pesar del prematuro nacimiento de Draco. Toda la familia Malfoy estaba de vuelta en la mansión temprano por la tarde. Se me pidió que me quedara los siguientes días, lo que acepté con placer. Disfruté la paz y la satisfacción de pasar tiempo con las tres personas que más me importaban. No me había dado cuenta de cuánto había perdido la fe en nuestro Señor hasta que el peso de responder a sus demandas había desaparecido.
Draco era una pequeña maravilla. Tan pequeño que me negaba a cogerlo en brazos por miedo a romperlo o dejarlo caer. Después de una semana, Narcissa puso los ojos en blanco y dejó caer a mi ahijado en mis brazos, Lucius arreglándolos en una posición adecuada para sostener a un bebé con una sonrisa cariñosa.
Mientras cogía a Draco torpemente, me di cuenta de que nunca antes había amado. El sentimiento protector que tenía por Madre no era nada. Podría haberla amado cuando era más joven e ignorante de mi presencia no deseada, pero si lo había hecho, el sentimiento estaba largamente olvidado y yacía destrozado en el fondo de mi corazón.
Mi admiración e ilusionado anhelo por Lily palidecía y perdía su fuego cuando se enfrentaba al puro sentimiento de plenitud que me abrumaba cuando miraba los cristalinos ojos azules de Draco. En este momento, cualquier remordimiento persistente por matar a nuestro Señor desapareció. Mi ahijado estaba a salvo. Nada más importaba.