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Tony había descubierto un arma casi mortal con la que podía conseguir que su amado Alpha hiciera todo lo que él quería en el momento en que quisiera.
Era un arma única que nadie podía replicar ni usar en su contra y se trataba de nada más y nada menos que sus ronroneos.
Había descubierto casi por accidente lo que sucedía cuando ronroneaba cierto día que su esposo, el Capitán América tenía que acudir a una misión de último momento y se despedía de él con besos amorosos, apretándolo contra su pecho y asegurándole que volvería en menos de dos semanas.
Tony por su parte se dejaba consentir, recibía sus besos y le propinaba otros igual de cariñosos, lo abrazaba y le suplicaba que no lo abandonara.
Steve le decía que no podía dejar de acudir, que la misión aunque no era peligrosa, le exigía estar presente para asegurarse que todo marchara bien y en un intento por hacer que su Omega se calmase, el rubio se inclinó hacia su cuello y lo beso con delicadeza, al mismo tiempo que liberaba su aroma e impregnaba a su dulce esposo con él.
Fue entonces que un débil sonido se emitió desde lo más profundo de la garganta de Tony, fue un pequeño ruido que incluso permitió a Steve sentirlo mientras besaba su garganta.
Había sido un ronroneo delicado muy similar al que emitían los gatos cuando eran mimados, las pupilas de Steve se dilataron en cuestión de segundos y sus brazos se ciñeron con más fuerza a su cintura, lo apretaron contra su pecho y Steve se mantuvo cerca de su piel, buscando sentir más de ese dulce sonido.
-Steve… -Susurró Tony cuando las caricias de su esposo se hubieron detenido y sin haberse dado cuenta aún del efecto que su ronroneo había tenido en él, volvió a hacerlo, de forma suave, cerrando los párpados y abrazándose a él con fuerza. -Por favor, no vayas esta vez… -Tony suplicó, colgándose del cuello de su amado, siendo incapaz de soltarlo o dejarlo ir.
Así mismo los brazos del Capitán levantaron el cuerpo de su precioso esposo, mientras eclipsado con sus suaves ronroneos lo acercó más contra su cuerpo y suspiró.
-Te prometo que me encargaré de Fury yo mismo. -Afirmó, antes de envolver la cadera de su amado con ambas piernas, acercándose tanto a él como le era posible.
-Oh Tony… mi Tony… -Steve susurró, caminando de vuelta a la habitación que compartían mientras besaba sus mejillas y liberaba su aroma con intensidad, perdido en las feromonas de su Omega, que feliz por haber triunfado, ronroneó nuevamente, las piernas de su esposo temblaron con suavidad y fue cuando Tony finalmente se dio cuenta de que era así como lo había conseguido.
Ese día, Steve recostó a su adorado Tony en la cama y lo abrazó con ternura, besó sus labios y después su cuello, una y otra vez, por supuesto que su Omega respondió a cada beso gustoso, ronroneando cada vez que se sentía encantado con sus besos y sus caricias, a lo que Steve siempre respondía con más besos y su intenso aroma rodeándolo.
A partir de ese momento comenzó a utilizar los ronroneos para obtener cosas, mayormente la presencia de Steve cuando éste debía irse a misiones, aunque también conseguía algunas donas extras y más horas para trabajar en sus proyectos.
Para su fortuna, Steve siempre cedía, nunca se negaba y esperaba que siguiera siendo así por mucho más tiempo.