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La ciudad estaba en llamas.
Las personas caían contra el suelo sin vida, los bombardeos destruían todo, el fuego se propagaba alrededor y las balas perforaban el silencio.
Los Insurgentes trataban de luchar contra los Rebeldes, pero no podían hacer mucho, los habían tomado desprevenidos, nadie esperaba su ataque y sin embargo ahí estaban ellos. Con armas obsoletas pero espíritu arrollador.
Mientras todo eso sucedía las botas de Jungkook golpearon el campo de batalla, cada paso que daba era más seguro que el anterior.
Los Insurgentes que aún quedaban de pie lo vieron conmocionados. No parecía ser el Alfa que había convivido con ellos durante los meses anteriores, ese Alfa era un líder hecho para que los demás lo siguieran.
— ¡Tú! —Vociferó El Comandante—. ¿¡Cómo pudiste traicionarnos!? —Jungkook rió carente de humor.
—¿Traicionarlos? Nunca estuve de su lado para empezar.
Era el líder de los Rebeldes y la confirmación pareció llegar en cámara lenta al Comandante. —Eres el hijo de Jeon. —Declaró.
—Lo soy y él dice que te pudras en el infierno.
El Comandante se abalanzó contra Jungkook, pero no pudo hacer nada antes de que él tirara del gatillo de la pistola y la bala volara directo a su cráneo, el Alfa cayó contra el piso y Jungkook sostuvo el arma en alto.
Todo había terminado.
Cuando logró que la adrenalina saliera de su sistema al menos un poco. Comenzó a entrar al complejo liberó todo el aire que estaba reteniendo en sus pulmones.
Varios Insurgentes yacían muertos obstruyendo los pasillos, las luces se apagaban y prendían por la falla eléctrica. Pero, ya varios de sus compañeros estaban liberando a Omegas de las habitaciones que los aprisionaban.
—Hey Jungkook. —Gritó un Alfa—. Te está esperando. —A él se le formó una sonrisa encantadora.
Pasó a sus compañeros yendo directamente a la zona protegida del complejo, colocó el código que sabía de memoria, la puerta se abrió e inmediatamente el olor a vainilla con chocolate lo golpeó, aturdiéndolo.
Olía a hogar.
Sentado en la camilla balanceando sus pies que no alcanzaban a tocar el suelo, estaba su Omega. Jimin lo miraba con ojos soñadores y sonrisa enamorada.
—¿Por qué has tardado tanto? —Preguntó acariciando con solemnidad su pequeña barriguita.
El Alfa se aceró con prisa a su Omega, este se refugió en el pecho del Alfa mientras él lo estrechaba entre sus brazos, aspirando su aroma a vainilla con ahínco.
—Lo siento cariño tuve un asunto que resolver. —Jungkook recorrió con su mano la pequeña barriguita donde se encontraba su cachorro.
— ¿Iniciar una revolución? —Preguntó Jimin divertido.
—Te prometí que te sacaría de aquí, yo no rompo mis promesas.
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En la república gobernaba El Comandante junto a su ejército Insurgente. Ellos habían allanado la ciudad años atrás y se habían encargado de crear campos donde los Omegas hembras y machos eran exiliados para servir de incubadoras humanas.
Los habían tomado porque pensaba crear la siguiente generación de Alfas fuetes, pensaba que el mundo estaba podrido y todo lo que habitaba en él. Entonces decidió que debía cambiarlo.
Para eso, poderosos mandos los preñaban, luego les quitaban a su cachorro sin importarles la depresión que tenían que soportar los Omegas al dejar ir a sus hijos y volvían a empezar de nuevo. Era un ciclo sin fin.
Hasta que un día alguien dijo basta. Y ese alguien había sido Jeon Dosan, un Alfa quien logró crear aún grupo que se imponían ante el régimen del Comandante.
Jeon Dosan había sido una vez un su amigo y aliado del Comandante pero que ya no podía quedarse callado ante las crueles injusticias que vivían los Omegas.
El grupo fue llamado los Rebeldes.
Durante años, trataron de defender a los omegas, lucharon con todo lo que tenían. Los resultados no se veían prometedores y el mañana se empañó cuando Dosan murió en campo de batalla por la mano del Comandante.
La resistencia no quedó desprotegida porque su único hijo tomó el poder. Si el Alfa Dosan había sido conocido por su inteligencia, Jungkook, su hijo, fue conocido por su dureza y dominación.
Pronto se notó la diferencia, Jungkook era joven y con ansias de guerra, trabajó junto a los Rebeldes y organizaron un plan para llevarse a cada desde dentro del complejo.
Juntos decidieron que Jungkook se infiltraría en el mayor criadero de cachorros. La prisión de Omegas.
Las pocas semanas que había pasado dentro, descubrió que los guardias custodiaban a una puerta en específico. Mientras muchos Omegas eran sacados de sus habitaciones con regularidad para llevarlos a chequeos médicos, o para ser trasportados a las habitaciones rojas, esa puerta siempre estaba cerrada.
Pero ese día, los Betas se mantenían reunidos tratando de sacar al Omega de la habitación.
—Dicen que ese Omega es especial. —Dijo uno de sus compañeros.
—Pero es el más salvaje. —Contestó otro.
— ¿Por eso lo tienen encerrado? —Preguntó Jungkook con curiosidad.
— ¡Que va! Lo tienen encerrado porque es el Omega del Comandante.
— ¿Lo es?
—Pues sí, dicen que es más fuete que un Alfa, se espera que sus hijos sean iguales.
—Supremacía, Kook, supremacía.
Un rato después, al fin los Betas logrón sacarlo de la habitación. Jungkook lo miró como si fuera una alucinación, mantenía la cabeza levantada como si aquellos que lo tenían retenido fueran menos que nada.
Tenía una bata blanca e iba descalzo. Con el cabello rubio y fiereza en la mirada.
Hizo contacto visual con Jungkook apenas un segundo antes de que los Betas comenzaran a conducirlo lejos. Pero eso bastó para que el lobo de Jungkook despertara curioso de ese Omega.
Él preguntó; — ¿A dónde lo llevan?
—Con El Comandante quiere verlo. —Eso no iba a suceder, por como el Omega se defendía y los Betas no podían controlarlo estaba claro que no haría lo que querían.
Las cosas se complicaron cuando el Omega enloqueció, tiró a un Beta contra el suelo e inmovilizó a otro tomándolo del cuello con fuerza.
Jungkook alegó; —No parece que vaya a hacerlo.
—No, no creo que lo haga.
Los Betas hicieron un círculo a su alrededor, con sus manos en alto pidiendo en silencio que soltara a su compañero, pero el Omega no estaba dispuesto a almendrarse. Con sus ojos color azul miraba a los otros, dispuesto a matar al que estaba en sus manos.
Jungkook dio un paso al frente; —Yo me haré cargo.
—Te va a hacer pedazos. —Se burló el Beta.
Jungkook avanzó hasta llegar al pequeño tumulto atemorizado. Con una mirada hizo que los Betas se dispersaran por todos lados.
El Omega quedó solo con su rehén quien lo miraba con pánico.
—Aléjate. —Pidió con calma, tanta que hizo a Jungkook estremecer y a su lobo menear la cola por la suave voz.
—Hey tranquilo, tranquilo, está bien.
—Romperé su cuello si te acercas más. —El Beta soltó un chillido.
—Solo quiero ayudarte.
—Eres uno de ellos ¿En qué podrías ayudarme? Todo lo que saben hacer es dañar, todo lo que hacer es destruir.
No, Jungkook jamás seria como ellos. Eso quiso decirle al Omega, pero no podía, tenía una misión, un plan y ese Omega no estaba en él.
De forma abrupta soltó al Beta, pero este no se movió.
—Yo no sigo órdenes de ese monstruo. Ve y díselo y si vuelven a entrar a mi habitación. Les arrancaré los ojos. —El Beta llenó de miedo asintió, cuando el hechizo del Omega terminó él se echó a correr lejos.
Pero Jungkook seguía ahí y ahora fue él quien se enfrentó a tan salvaje Omega.
—Hay Omegas preñados a quienes les arrebatan a sus hijos y los vuelen a preñar, Omegas que mueren cada día, Omegas ancianos que son asesinados porque ya no les sirven ¿Y crees que puedes ayúdame...? Púdrete.
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Era claro que el Omega era diferente al resto, quizá Jungkook no lo había notado porque estaba más preocupado tratando de seguir su plan, pero ahora que lo había visto no podía quitárselo de su mente.
Lo vigilaba en todo momento, cuando la puerta estaba cerrada y cuando era abierta. Era gracioso que nunca antes lo notó y ahora no podía dejar de hacerlo.
El Omega si salía de su celda, al igual que los otros, pero este lo hacía solo una vez a la semana y los Betas tenía que trasportarlo a los jardines con protección extra.
El día que Jungkook lo vio ahí, le tocaba hacer guardia. Cuando estaba solo era un Omega tranquilo, pero cuando alguien se acercaba demasiado su aura se volvía salvaje. Era su escudo para defenderse.
Lo miró un segundo antes de suspirar. Caminó lento a él con su lobo desesperado y su corazón martillando su pecho. Pero con un plan formado en su cabeza.
Jungkook dijo; —Hola... —El Omega lo miró frunciendo el ceño, su calma fue sustituida por su inquietud.
Se quedó sentado sobre la tierra, pero se mantuvo erguido. Con miedo escondido.
— ¿Qué quieres? —Preguntó el Omega, después de días sin oír su voz, Jungkook se estremeció.
—Ayudarte. —El Omega se rió lento y perezoso.
— No puedes.
—No me conoces.
—Ni tú a mí.
Sería más difícil de lo que creyó, no podía culparlo sin embargo, el Omega podía verse fuerte, pero al igual que al resto lo había quebrado.
— ¿Sabes quiénes son los Rebeldes? —Preguntó con suavidad.
—Crecí aquí, ¿Crees que sé algo de lo que pasa allá afuera? —Respondió con acidez.
Jungkook se armó de paciencia. Se sentó a lado del Omega, siendo consiente de como este se estremeció de miedo.
—Son un grupo en contra del Comandante. —Dijo y eso atrajo la atención de Omega quien lo miró con ojos grandes y expectantes—. Yo soy parte de los Rebeldes, mi nombre es Jungkook y nuestra misión es rescatar a los Omegas. Pero necesito tu ayuda para lograrlo.
— ¿Por qué crees que confiaría en ti?
—Porque sé qué esperas un bien mayor. Estos Omegas como tú han pasado toda su vida aquí adentro. Es hora de que conozcan algo más. Si me ayudas lo lograremos.
Era lo que el Omega necesitaba oír. La calma los envolvió, el miedo se disipó como si nunca hubiera estado ahí. Su aroma a vainilla volvió a surgir y Jungkook codicioso inhaló como un demente.
El Omega dijo; —Me llamo Jimin.
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Pasaba tiempo con Jimin, nadie parecía darse cuenta de ello. Jungkook era un Alfa fuerte y dominante. Quien poseía la confianza del Comandante, nadie sospechaba nada cuando estaba con Jimin. No sabían que era un Rebelde. Nadie se daba cuenta de lo que ambos planeaban ni la manera en que se miraban.
Jimin dijo; —No puedo salir de mi celda.
— ¿Por qué no?
—Me tienen miedo. —Confesó. Era una cosita dulce que olía a vainilla ¿Cómo alguien podía tenerle miedo a eso?
—Dicen que eres el Omega del Comandante. —Contestó en cambio.
Su lobo arañó en su interior en desacuerdo.
— Lo soy... pero no por elección propia. Soy diferente, eso dicen ellos, tengo que darle cachorros. Mi madre Omega murió al darme a luz. Tengo miedo a que me pase lo mismo y dejar a mi cachorro en este lugar.
—No lo harás. —Gruñó su lobo y Jimin le dio por primera vez una sonrisa que lo derritió por completo.
¿Qué era ese sentimiento?
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El Omega de Jimin era pequeñito, blanquecino y juguetón. Nunca se mostraba ante nadie, pero inesperadamente lo hizo con Jungkook.
Cuando llegó al jardín ese día, el lobito blanco se abalanzó sobre él. Esa era una clara señal de que el Omega se sentía cómodo con él. Sin esperar tiempo y viendo a su alrededor comprobando que estaban solos, Jungkook se trasformó en un gran lobo negro.
El lobito blanco se acercó con timidez y cuando vio que el lobo no le haría daño le dio un lametón en su hocico.
Eso era todo, los lobos nunca se equivocaban.
Muchos días después, siempre que se encontraban de manera furtiva, se trasformaban en lobos y se quedaban horas recostados juntos, uno sobre el otro.
Jungkook no era ningún idiota y sabía que su lobo estaba irremediablemente enamorado del lobito blanco. No había nada que pudiera hacer salvo tenerlo para el mismo.
—Quiero cortejarte. —Le dijo después de transformarse. Ambos estaban desnudos sobre la tierra.
—No podemos. —Susurró Jimin—. Yo soy el Omega del Comandante, estaré aquí siempre.
—No, yo te sacaré de aquí. —Era una promesa.
— ¿Cómo hará eso?
—Yo me encargaré, pero permíteme ser tu Alfa... déjame cortejarte.
—Vas a condenarnos.
Pero Jimin no se negó.
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Un cortejo en un lugar como ese fue raro, pero aun así, Jimin siempre esperaba con paciencia verlo en los jardines.
Su lobito blanco se llenaba de energía cuando lo veía y sin esperar tiempo se trasformaba incitando al lobo del Alfa a hacer lo mismo, Jungkook sin quejarse lo hacía y pasaban el resto del tiempo jugueteando en sus formas de lobo.
El aroma a café del Alfa lo tranquilizaba y le daba fortaleza.
Jimin dijo; —Si quieres ser mi Alfa solo tienes que darme algo a cambio.
— ¿Si? ¿Qué es lo que quieres? —Preguntó Jungkook interesado.
—Una rosa roja.
— ¿Una rosa? —El Omega se sonrojó.
—Vi una fotografía una vez, quiero una. —Balbuceó.
—Tendrás todo lo que quieras. —Le prometió.
Era un Alfa gentil y dulce, lo que siempre había querido y nunca había pensado tener. Todo parecía ir bien, el cortejo, el plan que estaba organizando para liberar a los Omegas desde dentro del complejo. Y entonces todo se fue al carajo.
Ese día esperaba que lo sacaran al jardín como de costumbre, cuando un grupo de enfermeros entraron a su celda. Los Betas lo sostuvieron y lo inyectaron aun cuando pataleó hasta el cansancio. En cuanto se fueron el infierno empezó.
Jimin nunca antes había entrado en celo, hasta ese día.
Su entrada se contraía mientras su lubricante natural se deslizaba por sus muslos. Llamó a su Alfa por el vínculo que habían creado sus lobos, porque estaba claro que lo iban a entregar al comandante.
Necesitaba a Jungkook.
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El lobo de Jungkook arañaba en su interior desesperado, quería salir lo más rápido posible. Porque a través del vínculo que compartía con Jimin podía sentir su sufrimiento.
Además su cuerpo se sentía extraño, sus colmillos picaban y sus manos sudaban. Como si estuviera entrando en celo.
— ¡Seokjin! —Gritó llegando a lado de su compañero Rebelde, esencialmente solo era uno el que entrarían al complejo, pero Seokjin nunca dejaría a Jungkook solo.
En cuanto lo vio, sus ojos se abrieron de par en par, sobre todo porque estaba en zona restringida. Zona de Omegas, oliendo poderosamente dominante.
— ¡Jungkook! ¿¡Qué pasa!? ¿¡Qué tienes!? —Estaba desesperado el lazo invisible que se había formado no dejaba de tirar.
Seokjin lo tomó de los hombros obligándolo a que se detuviera.
—Necesito su ayuda, mi Omega... él, le está pasando algo. —Dijo fuera de sí, Seokjin lo miró incrédulo y luego su vista repasó las habitaciones, una en específico donde Jungkook miraba.
—Jungkook ¿Qué hiciste? —Preguntó.
—Es mío. —Gruñó el lobo.
Seokjin miró a todos lados, los Betas se arremolinaban en la habitación, pero parecían tener miedo de entrar. El único Omega al cual le temían era...
—Es del Comandante. —Murmuró incrédulo.
—No es mío, tienen que ayudarme ¡Por favor! —Era más lobo que humano, su Omega lo necesitaba e iba a hacer lo imposible por llegar a él.
—Pero... ¿Qué puedo hacer? Lo indujeron en celo porque El Comandante también lo está. Solicitó pasarlo con su Omega.
Aun en su inconsciencia, Jungkook se las arregló para armar un plan.
—Duérmelo, mientras me encargo de Jimin. El Comandante sabe que Jimin jamás lo dejaría estar con él.
—Esto será tu sentencia de muerte. —Alegó Seokjin.
—Vale la pena morir por él.
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Pasó a los guardias de seguridad que custodiaban todo, se mezcló con los enfermeros Beta y cuando llegó a la habitación de Jimin rogó que Seokjin pudiera llevar a cabo su plan.
Entró a la habitación recitando el código.
El Omega estaba totalmente desnudo, el aroma a vainilla lo noqueó por completo. Estaba en medio de la cama con su mano en su miembro, bajo un charquito de lubricante que escurría por su dilatada entrada.
Todos los instintos de Jungkook florecieron, sus ojos se volvieron rojos y cuando Jimin lo vio, sus colmillos descendieron... necesitaba marcarlo, necesitaba entrar en él.
Se acercó a Jimin lentamente, acechado a su presa.
—Alfa. —Gimoteó el Omega con sus ojos azulados.
—Mira que desastre hiciste. —Dijo Jungkook con voz ronca se sentó al borde de la cama mirándolo con su hambrienta mirada, su mano se deslizó desde el pecho de Jimin hasta su miembro el cual apretó suavemente antes de seguir su camino entre sus muslos. Sus dedos tocaron la mezcla pegajosa del lubricante, Jimin gimió bajito.
Jungkook no pudo aguantarlo más y se avanzó contra Jimin presionándolo en la cama, el Omega inconscientemente abrió las piernas para que el Alfa se acomodara entre ellas.
Gimió satisfecho cuando la boca de Jungkook se posó en la suya en un beso arrebatador. El Alfa succionó su labio inferior mientras introducía su lengua dentro de su cavidad. El Omega satisfecho enredó sus piernas alrededor de Jungkook.
Aquella acción logró que sus cuerpos hicieran fricción, ambos terminaron el beso para gemir desesperados. Las caderas de Jimin se balancearon contra la pelvis de Jungkook tratando de volver a conseguir aquella gran sensación.
Jungkook se lo permitió unas cuantas veces, su pantalón se empapó por el lubricante, pero siguió haciendo movimientos circulares contra Jimin mientras se volvían a besar.
Sin tiempo que perder, Jungkook llevó su mano entre sus cuerpos e introdujo un dedo al agujero de Jimin, el Omega se retorció incómodo entre sus brazos, pero no lo detuvo.
Mirándolo directamente a los ojos, lo dilató lo mejor que pudo haciendo que su dedo entrara y saliera una y otra vez.
—Más. —Suspiró Jimin y fue una invitación para que Jungkook metiera un dedo más.
Cuando pensó que era suficiente, Jungkook saco sus dedos de interior de Jimin y se los llevó a la boca, el Omega se sonrojó hasta las orejas.
—Sabes delicioso. —Jimin gimió desesperado.
—Por favor Alfa, por favor.
— ¿Sabes lo que pasara, verdad Omega?
—Quiero todos tus cachorros, vamos Alfa, préñeme.
Enloquecido por sus palabras, Jungkook gruñó. Se apresuró a quitarse su ropa lanzándola a cualquier parte de la habitación para después apresurarse a Jimin.
Se colocó entre sus piernas, el Omega las abrió lo más que pudo. Jungkook tomó su adolorida erección y la guio al agujero de Jimin.
Ambos gimieron cuando de una sola estocada entró en el Omega.
A partir de ahí todo fue un caos.
El Alfa embestía en Jimin lento, pero intenso dando en aquel punto que lo hacía delirar. Sus caderas se movían unas contra otras mientras Jimin se aferraba a la espalda de su Alfa tratando de acallar los gemidos que querían salir.
Jungkook se refugiaba en su cuello, oliendo ese delicioso aroma a vainilla, succionando con fuerza a donde pronto iría su marca.
Jungkook lo torturó por mucho tiempo, embistiéndolo una y otra vez. Mientras que con su mano lo masturbaba. Sobre estimulado, Jimin dejó salir un gemido agudo mientras se corría en un intenso orgasmo.
El Alfa se corrió unos segundos después.
—Déjame marcarte. Una marca para siempre. Sé mío para siempre. —Murmuró delirando. Era su lobo quien hablaba, pero Jimin sabía que lo quería más que el mismo Jungkook.
Inclinó su cabeza entregándole su cuello. El Alfa gimió contra su piel.
Sus colmillos se enterraron en su piel branda, Jimin gimió por la extraña sensación al mismo tiempo soltó un chillido al sentir como el nudo del Alfa se hacía cada vez más grande en su interior.
Cuando el Alfa surgió de su cuello, tenía una sonrisa satisfecha en su rostro. Ahora estaban enlazados y Jungkook tenían que sacarlo de ahí lo más rápido posible.
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Seokjin había logrado que Jungkook entrara a la habitación de Jimin. Todo había sido un caos desde que los Betas habían encontrado a Jimin con la marca de un Alfa que no era la del Comandante. Nadie sabía quién era el Alfa que había marcado a tan importante Omega además de dejarlo preñado.
—Jimin, cálmate
—No puedo, no puedo, Jungkook tendremos un cachorro.
—Un cachorrito. —Murmuró sin poder creerlo. Era fascinante.
—No, no, no. Voy a morir.
—Yo los salvaré. ¿Tenemos un plan recuerdas?
— ¿Lo lograremos?
— Por supuesto. Te mantendré a salvo.
Llevaron a cabo el plan esa noche. Jungkook saldría del complejo e iría a las zonas protegidas donde lo esperaban cientos de Rebeldes. Seokjin desde dentro se encargaría de desbloquear todas las protecciones mientras Jimin distraía a los Betas.
Proclamando su libertad.
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El fuego cesó en algún punto de la noche. Algunos Rebeldes se deshacían de cuerpos mientras otros protegían a los Omegas en cinta.
Todo era un caos.
—El Comandante ha caído. —Declaró Jungkook luego le tendió a Jimin una rosa roja que había cuidado todo él trayendo desde las zonas protegidas. Jimin la tomó entre sus manitas.
El Alfa no lo había olvidado, aun después de tanto tiempo.
— ¿Ahora soy tu Alfa? —Preguntó risueño.
Jimin dijo; —Lo eres desde que te vi por primera vez.
—Lo sé, yo también te quise desde que te vi. Anda, vámonos de aquí. El mundo nos espera. —Le tendió la mano y Jimin se aferró a ella, nunca soñó con la libertad pero ahora era suya.
Conocería el mundo ese que por mucho tiempo le negaron. Acarició con suavidad su barriguita.
Su cachorrito crecería muy lejos de ese complejo, tendría una vida feliz junto a él y su Alfa. Porque ya lo amaban más que a nada.