Work Text:
Miró el techo blanco prístino deseando que su mente pudiera fundirse con el color, sin embargo las imágenes de los últimos meses continuaban llegando a su mente, impidiéndole descansar. Por unos instantes contempló el cerrar los ojos, mas se acobardó, sus miedos y pesares reptarían firmemente cual hiedra invasora desde la parte trasera de su mente. Así que se limitó a dejarse desparramar en silla de la sala de espera.
¡Qué tonta había sido!
Pamela Isley, Dr. Isley como siempre se había preciado de ser, había pasado por alto el peligro inminente ¿y por qué? ¡Un estúpido berrinche! Suspiró, sí Harleen era un auténtico desastre que no sabía distinguir norte de sur, ni día de noche. En su momento creyó que eso era lo que estaba buscando: alguien que le ayudará, obedeciera sin rechistar y no hiciera preguntas. Antes de presentarle a Harleen lo había hecho con algo de temor y sus contactos le habían confesado que su abogada estaba desesperada porque alguien la aceptara. Harleen estaba metida en demasiados problemas con la ley, a causa de su novio, un auténtico psicópata que estaba encerrado en alguna cárcel de alta seguridad. Su abogada esperaba que lejos de la influencia del novio Harleen se rehabilitará rápidamente, ya que en sí ella era inofensiva. Sus contactos le comentaron que el rumor era que Harleen había seducido a varios jueces para lograr el trato que tenía, así que sus acciones aún bajo la influencia de su novio dejaban mucho que desear. Lo que no sabían sus contactos es que Pamela estaba desesperada, y la posibilidad de tener a alguien que siguiera órdenes sin hacer demasiadas preguntas, era justo lo que estaba buscando. Harleen iba a necesitar más de la aprobación de la Dr. Isley que de satisfacer su curiosidad. Además ambas se iba a beneficiar, Pamela resolvería su problema y Harleen iba a tener esa rehabilitación lejos de influencias dañinas para ella.
Se llevó una mano al rostro. Desde que la conoció no había hecho otra cosa que causar problemas, romper raíces o macetas por estar bailando, confundir la tierra necesaria para cada planta por estar platicando hasta con ella misma, estornudar sin parar por una supuesta alergia al polen mientras intentaba cantar con la peor voz que Pamela jamás había escuchado, regar demasiado o no regar las plantas adecuadas... Estuvo tentada de pedir un cambio, pero Harleen aprendió, mejoró, hacía lo que se le pedía, aunque lo parlanchina y ruidosa nunca se le quitó.
Sus labios temblaron al intentar curvearse. Hacía tanto tiempo que había perdido el interés por las personas, se sentía tan ajena a ellas porque no compartían su interés por el medio ambiente, se había acostumbrado a ella y las plantas. Le había parecido sumamente irritante la forma de ser de Harleen al inicio, mas una vez que la llegó a conocer. Sus chistes aunque malos le hacían reír, había recordado lo que era disfrutar la música, incluso la había hecho bailar.
Los doctores le llamaron para informarle de la situación de Harleen. No estaba tan grave, pero debía mantener el reposo por varios días y debían informar a su abogada. Pamela sabía que estaba en severos problemas, pero en ese momento lo más importante era comprobar que ella estaba bien.
—Las plantas no hacen daño, ¿ugh? —fue el saludo perezoso que Harleen le dedicó desde su cama.
Pamela evitó su mirada, así que sabía exactamente qué planta había estado cocinando y que su alergia era algo más que solo al polen. En un inicio Pamela había creído que Harleen era alérgica al polen de algunas plantas, así que intentó identificar aquellas que le hacían daño. No era bueno que anduviera con los mocos de fuera todo el tiempo o que se le cerraran los pulmones, lo menos que quería era terminar en el hospital por algo tan estúpido. Y si bien había ciertos tipos de polen, Harleen era alérgica a ciertos ingredientes que Pamela usaba en el invernadero para tratar las plantas. Ingredientes que era tóxicos, así que había tratado de mantenerla lo más lejos posible de estos.
—Yo... lo siento tanto, puedo explicarlo —intentó defenderse.
Harleen negó con la cabeza. —A nadie le importan las plantas. —Pamela la miró a los ojos, Harleen sonrió.
No era secreto que Penguin Enteprise buscaba adueñarse del terreno en donde estaba el invernadero solo porque estaba cerca de la zona financiera de Gotham City y no le bastaba a Penguin con poseer departamentos, oficinas, centros comerciales, ahora buscaba construir un centro de entretenimiento para los más ricos. El invernadero de Pamela no era algo extraordinario, pero trataba de recuperar flora originaria de Gotham, así como ayudar a los más pobres para tener sus propios huertos. El invernadero era autosuficiente y el resto lo daba a los más necesitados, no era tan transparente como lo hacían creer, pero ¿qué negocio podía ser transparente en Gotham?
—Lo hago por la plantas —Se sentó en la silla a su lado. No tenía caso darle vueltas, Harleen pretendía no entender todo. A Mistah Jay. no le gustaba que le quitaran la atención, pero si algo había aprendido Pamela era que Harleen era muy inteligente. Jamás creería que lo hacía por ayudar a los pobres—. Es un buen terreno, las personas no se meten con el invernadero, algunas personas de la comunidad ayudan y obtienen solo lo que les permito llevarse. —En otras palabras su propio reino.
Harleen alzó una ceja. —¿No se meten?
Pamela miró hacia la ventana. El terreno lo había obtenido de manera ilegal, todos los terrenos de esa zona había pertenecido de una forma u otra a Don Falcone, era difícil decir quiénes eran los dueños originales. Las bandas de drogas aprovechaban eso para extorsionar a los comercios, al principio les había dado comida, luego algo del dinero que había logrado sacar, y cuando Penguin se siguió expandiendo y atrayendo a gente rica, la cercanía del invernadero a personas con muchos objetos de lujo, atrajo a bandas de asaltantes y más droga. Luego había permitido que hicieran negocios entre los huertos hasta que mataron a alguien. Había servido como abono, pero tuvo que negarse a que aquello continuara. Claro que atada a una silla y encañonada por 7 personas, no había sido una buena experiencia. Así que decidió hacer algo para que el invernadero fuera indispensable.
—No saben cómo cultivar la planta, mandaron varias personas para ayudar. —Pamela intentó enseñarles pero todos cometían errores, se desesperaban, quería hacer crecer las flores lo más rápido posible, las arrancaban antes de tiempo, un desastre. Harleen la observó por un rato antes de asentir con la cabeza—. Es muy delicado el proceso, no sirve de nada si no lo haces de forma correcta.
Ivy or Poison Ivy como la conocía la policía, una droga extraída de una rara planta de un país de clima similar a Gotham. Difícil de cocinar y procesar para concentrar la sustancia activa en una pequeña pastilla, un error en la cocción y terminas en donde Harleen, de no procesarla correctamente quien la consume podría morir. Altamente efectiva, pero aún más adictiva, la gente pagaba enormes cantidades por la mejor calidad. Y la que Pamela hacía era la mejor de Gotham, quizás del país.
Harleen se rió. —Sabes que querrán más.
Sí, con Harleen la cosecha y procesamiento había aumentado. El hecho de haber necesitado de Harleen era porque querían más, no podía seguir engañándose.
—No puedes dejarles ganar. —Pamela la miró sorprendida. Harleen no era una persona convencional, eso lo había descubierto desde que la conoció. Podía comprender que tomara con calma el hecho de trabajar con alguien envuelto en un cartel de drogas. Nunca hablaba demasiado de Mistah Jay o Pudding, pero por lo que sabía el tipo había sido el líder de una organización criminal. Sin embargo, lo que estaba escuchando de ella era descabellado—. Debemos tomar el control.
—Puedes ir a prisión —Murmuró.
Harleen se carcajeó, Pamela sonrió. No solo Harleen estaba bien, lo que habían planeado para eliminarla no había funcionado. El humo tóxico al cual había estado expuesta Harleen no había sido un accidente, Pamela se tomaba muy en serio el control de su laboratorio y los hombres de Black Mask habían ido esa tarde. Harleen se quejó y comenzó a ahogarse, Pamela se acercó para ayudarla a incorporarse. La rubia se recargó en ella hasta pudo controlar su respiración, Harleen no se movió por un rato y Pamela tampoco lo hizo.
—Estás loca —le susurró. La sintió reír sobre su hombro, cuando se incorporó ambas se miraron a los ojos.
—Quizás —contestó como quien no quiere la cosa—, pero tú también. —Y Harleen estrelló sus labios contra su rostro. Quizás había sido uno de sus actos impulsivos, quizás lo había hecho en serio, era difícil saber con ella, pero en cuanto sus labios se tocaron Pamela le devolvió el beso, ambas se sorprendieron por un momento antes de continuar. No duraron mucho, Harleen estaba convaleciente aún, así que Pamela le dio algo de espacio.
—¿Cuál es el plan?
Harleen la tomó de las manos.
—Mudarme a tu casa, hacer espacio para un par de mascotas, poner otro color además de verde en tu casa. —Pamela rodó los ojos—. ¡Y divertirnos más!
Pamela iba a protestar, pero en los ojos de Harleen había esa chispa que prometía problemas, así que la dejó fantasear con la certeza de que lo que seguía iba a ser extraordinario y que las cosas iban a cambiar para el rumbo del invernadero.