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Ochako se está hamacando.
Ella cierra los ojos y se deja llevar por sensaciones: la brisa fría contra un rostro sonrojado, el sonido indiferente de las hojas, las personas a su alrededor y el mareo del movimiento constante. Ella se siente sola, única.
Espacial.
Ella flota. A Ochako le duelen las piernas y tiene calor, pero le da igual. Se ensueña en el cielo despejado, el atardecer naranja y su pelo castaño meneándose con ella.
Ochako Uraraka se está hamacando con pasión y parece querer alcanzar el cielo. Desea volar, ¡qué sueño! Recorrer, tocar una nube y pasear con los pájaros, con los barriletes de los lejanos niños.
Planea con los brazos cerrados. Cree que está por abrazar a la luna cuando frena de golpe. Se asusta. Abre los ojos y un rostro masculino la está saludando desde arriba.
—Hey, no vayas a salir volando.
Sero dice. Ella se encoge de hombros e infla sus cachetes. ¡La había atrapado en su ápice de libertad! Cogido con cinta mientras fantaseaba en gravedad cero.
Un beso repentino es depositado en la frente de la castaña y el columpio vuelve a moverse; pero ahora, con el azabache parado detrás suya y empujándola.
—Lo siento. Sigue si...
—No quiero volar muy lejos sin ti, de todos modos.
Él sonríe abiertamente a pesar de ella no estar mirándole.