Work Text:
—Espera, ¿cómo que estaremos casados?
Sharon vio a Sam como si estuviera idiota.
—Sam, ¿qué no pusiste atención? A la subasta solo pueden asistir parejas y la única forma en la que pude lograr conseguir una maldita invitación, fue asegurando que asistiría una pareja casada con su asesor en joyero como acompañante.
Si, esa parte la había entendido, pero ¿por qué Bucky y él tenían que fingir ser los casados? Esa misión ya sonaba a que iba a ser un desastre. Sharon les había pedido su ayuda, ya que de la nada, mucha gente millonaria que invertía en joyas en el mercado negro empezaron a ser estafados. Se lo merecían por comprar reliquias robadas, pero luego las estafas empezaron a llegar a subastas legales y en forma. Nadie hablaba y la única manera aparente de poder atrapar a los estafadores era durante los eventos ilegales. Y ahí era donde entrarían Sam y Bucky, aparentemente fingiendo estar casados para poder colarse en el evento.
—Si, me quedó claro, pero, ¿por qué no son tú y Bucky los casados? O ¿tú y yo?
Sharon levantó una ceja y sonrió levemente.
—Sam, Barnes y yo somos amigos y nos soportamos mutuamente, pero es todo y no es que no me interese la idea de tener la posibilidad de besar al nuevo Capitán América si la situación lo amerita, pero tú y Bucky tienen una química innegable, la opción lógica son ustedes.
Sam volteó a ver a Bucky, que estaba sentado con los pies sobre la mesa, los brazos cruzados y observando el techo.
—Bucky, estás muy callado al respecto de todo esto —obvio Sam. Bucky siempre tenía algo de qué quejarse y esta no debería ser la excepción.
Bucky dejó caer la cabeza hacia enfrente y volteó a ver a Sam.
—No tengo mucho que decir, aunque nos quejemos, estamos hablando con Sharon, no le vamos a ganar.
Sam resopló y Sharon sonrió.
—Bien, ya que eso quedó aclarado, hablemos de su cubierta —continuó Sharon—. Están casados desde hace ocho años, se conocen desde la preparatoria y asistieron a la misma universidad.
—Sharon, ¿qué es esto? ¿Una película romántica? —se quejó Sam.
Sharon le lanzó una mirada molesta y retomó su explicación.
—Sus nombres son Tommy —señaló a Sam—, y Jim —señaló a Bucky.
—¿Es enserio, Sharon? ¿Jim? —ahora fue el turno de Bucky de finalmente quejarse.
—Al menos siguen siendo sus nombres —defendió Sharon—, y aún no llego a la mejor parte. Son el matrimonio Smith.
Sam soltó una carcajada.
—Sharon, te lo dije en broma, pero dime que no inspiraste esto en la película del Señor y la Señora Smith.
Sharon se encogió de hombros.
—Es posible. Brad y Angelina son geniales en esa película y me recuerdan a ustedes dos con eso de que siempre quieren matarse el uno al otro. Como sea, yo seré Susan Smith, la hermana de Jim y su asesora en joyería.
—Un momento —Sam levantó la mano en protesta —. Estás diciéndome que, aparte de estar casados, ¿llevo su apellido?
Bucky frunció el entrecejo y volteó a ver a Sam, ofendido.
—¿Qué hay de malo en que lleves mi apellido? Me amas y por eso lo llevas.
—Oh, estoy seguro de que te amo, pero eso no significa lo llevaría. Tú llevarías el mío.
Bucky abrió la boca en indignación y entrecerró los ojos.
—Sabes algo, Tommy, yo sí llevaría con gusto tú apellido y eso sería porque es obvio que yo te amo más de lo que tú a mí.
—¡Oh, no me vengas con dramas, que te pido el divorcio!
—¡Exactamente mi punto!
—¿Sabes qué? Esta bien, voy a llevar tu maldito apellido, porque te amo, ¿contento, Jim?
—No, tendrás que hacer algo al respecto para evitar que yo sea el que te pida el divorcio a ti.
Sharon observaba la interacción de ese par mordiéndose el labio y con una mano sobre su rostro para no reírse. ¿A caso se estaban declarando y no se habían dado cuenta? ¡Dios, eran tan idiotas! Para ella había sido obvio que había algo en el ambiente cada vez que estaban juntos y cuando peleaban –como lo acababan de hacer– la tensión sexual era evidente. Esos dos iban a terminar cogiendo en medio de una discusión, solo esperaba que no fuera esa.
—¡Bucky! ¡Deja de verle el culo a Sam!
Bucky dio un respingo al escuchar la voz de Sharon en su oído y desvío la mirada, ya que, en efecto, había estado viéndole el trasero a Sam. ¿Alguien podía culparlo? Sam traía puedo un traje gris oscuro que le quedaba demasiado bien y para Bucky, que tenía Dios sabía cuánto tiempo sin estar con alguien y se sentía atraído a Sam, bueno, no le costaba imaginar el montón de cosas que haría con ese lindo culo. Solo que ese no era el momento para pensar en eso, estaban en medio de una misión.
—Si, mmm, lo siento —murmuró, aclarándose la garganta.
—Tienes suerte de que Sam no esté con su comunicador activo.
Abrió los ojos al darse cuenta de eso. Si lo hubiera estado, Sam se habría dado cuenta de lo que había estado haciendo y no estaba listo para enfrentarlo al respecto de su creciente atracción.
—No se te ocurra decirle.
Bucky escuchó la risita malvada de Sharon y no le respondió. Bucky gruñó, Sharon seguro le iba a pedir un favor a cambio de no decir nada.
La misión fue un éxito y lograron salir en una pieza. Bucky y Sam estaban esperando a Sharon para poder irse del lugar y descansar.
—Entonces…me estabas viendo el trasero, ¿eh?
Bucky volteó a ver a Sam y soltó una risita nerviosa.
—¿Qué? —preguntó, una octava más agudo de lo normal, sintiendo la boca seca.
Sam volteó a verlo con la deja arriba.
—Escuché tu conversación con Sharon, mi comunicador no estaba apagado, pero creo ninguno de los dos se dio cuenta.
Bucky tragó saliva y desvío su mirada de la de Sam. Estaba en problemas, en muchos, muchos problemas y ahora era más que obvio que Sam iba a cortar con la amistad que tenían y le diría que no quería volver a verlo. Es le pasaba por no ser discreto al respecto.
—¿Algo que decir en tu defensa? —preguntó Sam.
Bucky suspiró y negó. Ya estaba jodiendo, no creía joderla más si era sincero.
—Lo hice y lo siento.
—¿Por qué? —Bucky frunció el ceño, sin entender. Sam le sonrió—. Estamos casados, ¿no? Tu deber es verme el culo a mí y a nadie más.
Bucky abrió la boca en sorpresa, pero la volvió a cerrar. ¡Oh por Dios! ¿Qué estaba pasando? No entendía nada, pero si Sam quería jugar a ese juego, los dos podían hacerlo.
—Supongo tienes razón, debo serte fiel a ti y a tu lindo trasero.
Sam, que tenía los brazos cruzados, se acercó a Bucky hasta quedar muy cerca de él. Bucky de manera inconsciente llevó sus manos a las cadenas de Sam y luego de un segundo se dio cuenta de lo que había hecho. Observó a Sam con pánico, pero no se movió y Sam tampoco lo hizo, así que Bucky asumió el contacto era bien recibido.
—¿Crees que mi trasero es lindo? —inquirió Sam.
Bucky sonrió.
—No es lo único que creo tienes lindo.
Sam sonrió al mismo tiempo que se humedecida los labios con la lengua y ¡Dios! Bucky quería besarlo, quería comérselo entero con la boca. Sam se inclinó hacia Bucky y él no iba a desperdiciar la oportunidad ahí presentada, así que también se inclinó para poder besarlo.
—¡Malditos degenerados! ¡La comunicación sigue activa!
Sam y Bucky se separaron al escuchar la voz de Sharon y empezaron a reírse.
—Eso te pasa por chismosa, Sharon —respondió Bucky, entre risas.
—Estamos esperando nos des permiso de irnos —agregó Sam.
—Y mientras esperaban ¿qué? ¿Iba a tener sexo en la vía pública?
—Claro que no, pero veo unos contenedores de basura que nos podrían haber ocultado lo suficiente —comentó Bucky, haciendo reír con fuerza a Sam y escuchando más improperios por parte de Sharon.
—Ya lárguense, váyanse a un motel o algo.
Los dos rieron de la reacción de Sharon optaron por apagar los comunicadores en sus oídos. Bucky en ese momento se dio cuenta de que seguían en la misma posición, con sus manos aún en la cadera de Sam y éste sin intención de moverse.
—Entonces, ¿le tomamos la palabra a Sharon y nos vamos a un motel? —preguntó Bucky, sintiéndose atrevido y que le ardían las orejas.
Sam le sonrió y llevó sus brazos al cuello de Bucky.
—Creo que eso es lo más interesante que has dicho en toda la noche, esposo mío —murmuró Sam, acercándose hasta finalmente besarlo.
A Bucky le temblaron las piernas y abrazó con fuerza a Sam. Le habría gustado quedarse así toda la noche, pero de verdad le tenía miedo a Sharon.
—Vámonos antes de que te arrepientas o Sharon salga y nos de un tiro a cada uno.
Sam soltó una carcajada, pero le dio la razón. Se tomaron de la mano y pararon al primer taxi que vieron.