Chapter Text
–¡¿Qué carajos fue eso?! –bramó Lance perdiendo completamente la compostura. Allura había logrado excusarse por un momento y salir corriendo de la habitación para pedir ayuda a los que la esperaban detrás de la puerta.
–¡No lo sé! –dijo ella indignada cubriéndose el rostro con ambas manos en vergüenza –. ¡Trate de decir algo que tú dirías!
–Definitivamente es algo que dirías, Lance –señaló Coran con mucha seriedad para el momento.
–No ayudas, viejo.
–Esto no está funcionando, ni siquiera tengo idea de lo que estoy haciendo. Creo que sería mejor que le preguntara directamente…
–¡No! –la detuvo en seco Lance posando sus manos en su hombros –. ¡No vas a hacer eso! ¡Keith se cerraría completamente! –insistió con vehemencia –. Tienes que ponerlo nervioso, desorientarlo, que no tenga idea de lo que está pasando –clavando sus ojos en los de ellas, agregó –: Necesitas poner más labios en el asunto.
Era una suerte que Shiro no tuviera ni idea de lo que estaba pasando, ya que hacía mucho habría puesto punto final a esa locura.
–¿Quieres decir… –dijo Coran – que Allura lo bese?
–Lance, no sé si… –comenzó ella antes de que el paladín azul la interrumpiera.
–¿Acaso no eres la princesa de altea? ¿La hija de gran rey Alfor?
–Sí –contestó Allura.
–¿La misma que está a cargo de este castillo y la lucha contra el terrible imperio opresor de Zarkon?
–Sí –dijo la princesa con seguridad.
–Entonces ¿me vas a decir que no puedes poner en cintura a uno de tus paladines asustándolo por completo al coquetearle como una perdida?
–¡No! –contestó ella con fuerza.
–¡Bien, pues ve ahí y seduce a ese copetillo como nunca has seducido a alguien en tu vida! –bramó Lance.
–¡SÍ! –aceptó la princesa alteana dando media vuelta y marchando de nuevo a la habitación completamente decidida.
Lance la miró con orgullo.
–Es muy bonita, pero no tiene ni idea de… –dijo.
–Lance –lo detuvo Coran como lo habría hecho Shiro.
*****
–Ya no estoy seguro de esto, Pidge –soltó Keith una vez que regresó al corredor. Al excusarse Allura, aprovechó para huir–. Realmente no me esperaba eso de Allura.
–¡Solo está blofeando! –rugió la pequeña paladín con vehemencia –. ¡Tú puedes con ella!
–No sé si deba…
–Keith, nene –dijo Pidge tomándolo del rostro con fuerza y forzándolo a inclinarse hasta su altura –. Yo soy la primera en decir que no tienes nada de actor en alguna célula de tu cuerpo –agregó con tal fuego en su mirada que la volvió increíblemente intimidadora –. ¡Pero vas a salir ahí y vas a seguirle la corriente al comportamiento extravagante de Allura, hasta que se dé por vencida!
Hunk abrió la puerta de su habitación y se encontró a la pareja obstaculizando la puerta.
–¡Hermanos! –se quejo –. ¿Todavía no terminan con esto? Quiero ir a la cocina, tengo hambre.
–En un momento Hunk –lo calló Pidge antes de volverse de nuevo hacia su novio –. Ahora ve allá y has pedazos a esa pomposa princesa.
Keith soltó un suspiro en resignación y obedeció a la furiosa paladín verde volvió a la habitación. Ésta lo miró orgullosa, mientras Hunk la contemplaba con precaución y de soslayo.
–Coño, Pidge –le dijo –. Nunca pensé que fueras tan competitiva.
*****
Keith apenas alcanzó a sentarse de nuevo en el sillón, cuando Allura a travesó de nuevo la puerta.
–Ya volví –dijo ésta.
–Me di cuenta –contestó él.
–¿De que estábamos hablando? –dijo la princesa con una sonrisa. A diferencia de su nerviosismo anterior, Allura caminó directo hasta a Keith y se dejo caer a un lado de él en el sillón –. Así… de tus entrenamientos con el gladiador –usando una de sus manos de apoyo, se inclinó un poco hacía él –. Debo confesarte que es algo digno de admirar… y no me refiero a tu voluntad –agregó finalmente utilizando el tono lascivo adecuado.
Debido a la falta de espacio entre ellos, la mirada extremadamente coqueta de Allura y su tono de voz, Keith finalmente comprendió que está intentando la princesa. Ahora fue su turno de poner realmente nervioso.
–A sí… –fue lo primero que salió de su boca – entonces ¿se puede saber a qué te refieres?
–Es algo… que también se nota… con los ojos –agregó en susrurro la princesa inclinándose más hacia él y haciendo una extraña mirada. ¡Vaya, que así daba miedo!
–N-no sabía que siguieras mis entrenamientos, Allura –soltó Keith involuntariamente tratando de poner espacio entre ambos –. Tal vez pueda invitarte en el siguiente… para que mires… con los ojos –ya ni siquiera él tenía idea de lo que estaba diciendo.
–Gracias.
La poca distancia que pudo conseguir Keith no paso desapercibida por Allura, quien decidió tomar el todo por el todo.
–Ya no puedo más con esto –admitió –. Keith, seré completamente sincera contigo. Me siento atraída a ti de una forma romántica.
–¿Quieres decir que te gusto? –preguntó el paladín rojo con los ojos casi desorbitados y levemente sonrojado.
– Exacto. Acaso ¿yo te gusto a ti?
–Eh… no lo sé…
–Deberías averiguarlo.
–¿Cómo propones eso?
Allura le lanzó una mira inquisitiva, antes de dar un leve brincó, ocupar el espacio que había entre ellos y prácticamente caer contra el pecho de Keith.
–Keith quiero que me beses y entonces me digas que yo también te gusto –dijo más como orden que sugerencia.
Algo en la cabeza de Keith le decía a gritos: ¡SAL DE AHÍ! ¡SAL DE AHÍ!
–D-de… De acuerdo –tartamudeó terriblemente sonrojado sujetando los antebrazos de la princesa.
Allura no pudo evitar también sonrojarse antes de inclinarse más sobre el cuerpo de Keith.
–Aquí vamos –murmuró con una leve sonrisa alzando sus labios hacia los de él. Inconscientemente, Allura cerró los ojos mientras se acerba, pero de haberlos tenido abiertos abría visto la expresión de horror en la cara de Keith y como intentaba alejarse de su rostro lo más posible.
Hasta que…
–¡CARAJO! –maldijo el paladín poniéndose de pie y arrojando a la princesa a un lado –. ¡ME RINDO! ¡NO PUEDO BESARTE!
–¿Y por qué sería? –le preguntó ella rápidamente enderezándose y con una gran sonrisa de victoria.
–¡Porque estoy enamorado de Pidge!
–¡¿QUE?!
–¡¿QUE?! –repitieron aquellos que espiaban detrás de las puertas.
–¡Así es! –bramó Keith con vehemencia a Allura y los cuatro espías que entraban a la habitación sorprendidos –. ¡Yo la amo a ella! –repitió una y otra vez señalando a Pidge –. ¡La amo a ella!
Ante la estupefacción de los presente, Pidge caminó el corto espacio entre ella y su novio, para atraparlo entre sus brazos.
–Yo también te amo Keith –confesó ella dulcemente antes de que los labios de ambos se conectaran en un suave y tierno beso. Por un breve momento nada más existió para ellos que el calor que provenía del otro.
Allura no pudo evitar gemir de ternura.
–Por las estrellas –dijo casi con lagrimas en los ojos –, pensé que solo estaban tonteando, no que estaban realmente enamorados.
Ante sus palabras, Keith y Pidge se separaron, para mirarla sorprendidos.
–Espera –se apresuró a decir la joven de verde – ¿qué hay del código de los paladines?
–El código de los paladines condena el comportamiento lascivo e inadecuado entre compañeros –aclaró la princesa con un leve sonrojo –, no el verdadero amor.
–Entonces… eso… quiere decir…
–Sí, tú y Keith pueden seguir con su relación mientras esté basada en amor.
A continuación, los abrazos no hicieron falta.
–¡Felicidades! Creo. –dijo Lance extendiendo los brazos –. Quién diría que en realidad tuvieras un corazón Keith.
–Gracias, Lance –respondió Keith fulminándolo con la mirada. Ya cuando no tuviera a Pidge en sus brazos, lo haría pagar por las que le debía.
–¡Wow! Ahora que ya terminamos con esto –exclamó Hunk con alegría abrazando con fuerza a la pareja y levantándolos del suelo –, no serán necesarios más secretos y mentiras entre nosotros.
Pero hacía falta alguien en ese nosotros, eso no se le escapó a Pidge.
–Esperen, Shiro aún no lo sabe –dijo ella.
–Y realmente apreciaríamos que no se lo digieran aún –comentó Keith con seriedad, arruinando completamente el buen humor de Hunk, quien prácticamente los dejo caer.
*****
Un par de días después.
Pidge y Keith caminaban tranquilamente por el salón principal del castillo de leones, preparados con sus armaduras para la próxima batalla. Pero a pesar de ello, disfrutaban del bello momento de soledad los dos juntos; caminaron hasta la escalinata, tomados de la mano.
–Sabes, tanto tiempo escondiéndonos –comentó Pidge deteniéndose frente a Keith y tomando sus dos manos en las suyas –, cuando realmente no era necesario.
–Lo sé –dijo éste imitando su gran y amorosa sonrisa –, creo que fue muy tonto de nosotros intuir que los demás lo tomarían mal.
–Aunque debo de admitir que fue algo excitante –le aseguró Pidge tomando a Keith del cuello de su armadura para agacharlo a su altura y plantarle un beso en los labios.
Lo que no sabían, era que estaban lejos de estar solo. Justamente en ese momento, por el largo corredor que conducía a la escalinata, Shiro y Coran marchaban discutiendo sus propios problemas.
–Coran, creí que ya había quedado claro que no que no lo tomarías tan enserio –insistió Shiro ante la preocupación de alteano –. Son simple tonterías que se le ocurren a Lance –se detuvieron en el primer escalón antes de comenzar el descenso de la escalinata –. Además un caballo es un animal de la tierra de cara larga, lo que hace irónico el comentario de… –se detuvo en seco cuando se percató de lo que sucedía unos metros más abajo –. ¿Qué?...No… –dijo vacilando y dando uno leves pasó en horror –. ¡¿Qué están haciendo?! –gritó a continuación casi fuera de sí –. ¡SUÉLTALA INMEDIATAMENTE!