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Hunk tenía un trabajo muy delicado en manos. Coran le había pedido que reparara un panel de comunicaciones en el subnivel tres que continuaba sin funcionar desde el regreso de los leones al castillo. Era necesario que trabajara, si deseaban poder comunicarse con los viejos aliados del impero alteano que se encontraban hasta el otro lado de la galaxia.
Poco a poco, Hunk había comenzado a entender cómo funcionaba la tecnología del castillo y la diferencia con la de la tierra, por lo cual lo volvía el indicado para resolver tal problema. Pero no era sencillo, ya que los altenos solían tener dedos delicados o herramientas pequeñas para tales circuitos. Hunk no era nada pequeño en sus manos y requería toda su concentración y delicadeza para no dañar más el panel de lo que ya se encontraba.
–Con cuidado… –murmuró para sí recostado panza para arriba, mientras la parte superior de su cuerpo se encontraba metido dentro del panel de la consola – no debo hacer… ningún… movimiento brusco…
Ya casi lo lograba… solo unos milímetros más para conectar el ultimo cable y…
–¡HUNK!
–¡Aaaaahhhh! –gritó el joven paladín sacudiendo sus manos asustado y destruyendo toda una tarde de trabajo –. Aaawww –gimió al darse cuenta de la tragedia.
Arrastrándose decepcionado, salió debajo del panel solo para toparse cara a cara con un furiosa Pidge. Su compañera lo atrapó en su lugar inclinándose a él hasta quedar cara a cara; y vaya que su expresión daba miedo, enseñado los colmillos y con fuego en la mirada.
–¡Hunk! ¡¿Le dijiste a alguien sobre nosotros?! –les soltó Pidge en amenaza.
El regordete paladín tembló en su puesto en lo que alcanzó a ver sobre la cabeza de Pidge a Keith con una cara de pocos amigos.
–¡No! ¡Yo no le he dicho nada a nadie! –se defendió Hunk levantando las manos en defensa.
–Entonces ¿cómo explicas que Allura sabe que Keith y yo estamos juntos? –continuó Pidge con su interrogatorio enderezando su cuerpo y cruzando sus brazos sobre su pecho.
–¿Allura sabe? –dijo Hunk sorprendido –. Quiznak, ellos prometieron no decirle a nadie – se le escapó por error pensando que había sido traicionado por Coran y Lance. Rápidamente se cubrió la boca con ambas manos, pero ya era muy tarde.
–¿Ellos? –repitió Keith –. ¿Quién son “ellos”? –preguntó marcando cada una de sus palabras.
–Coran… –respondió Hunk devanándose los sesos para salir de aquella situación –¿Y Allura? –mintió con una sonrisa nerviosa.
Pero ni por un segundó Pidge y Keith se tragaron sus palabras, ambos lo fulminaron con la mirada mientras se mantenían firmes y amenazantes con sus manos en la cintura. Hunk se quebró ante la presión.
–Y Lance –confesó cabizbajo.
–¡¿Lance?! –repitió Pidge indignada –. ¡Pero Lance es un chismoso!
–En realidad eso explica muchas cosas –comentó Keith recordando los malos ratos que los había hecho pasar el paladín azul. Y no iba quedarse eso así.
–¡No pueden culparme a mí por ello, viejo! –dijo el chico regordete con miedo –, ellos se dieron cuenta por sí solos. Fue culpa de ustedes por no ser lo suficientemente discretos… –pero rápidamente guardó silencio y se retorció en su puesto en lo que la chica de verde se inclinó de nuevo hacia él gruñendo como bestia enfurecida.
Cuando volvió a enderezarse, Keith ya había dado media vuelta y marchaba hacia la puerta de la habitación.
–Keith ¿Adónde vas? –preguntó la joven de verde.
–A patear el culo cubano de Lance –sentenció el paladín rojo.
Hunk soltó un gemido alarmado.
–Espera un momento, Keith –insistió Pidge deteniéndolo en seco –. Antes de que matemos a Lance, hay que pensar bien que vamos a hacer.
–Así es –interrumpió el paladín amarillo con una débil sonrisa –; porque a pesar de todo, esto es una buena noticia. Ahora que Coran, Lance y Allura lo saben, ya no necesitan guardar su relación en secreto, y pueden terminar con todas estas mentiras y misterios…
–O… –lo interrumpió Pidge con una brillante idea en su mente y una sonrisa malvada en sus labios.
–¿O?... Oh no. Por favor nada de “Os” –rogó Hunk horrorizado con lo que está ocurriendo en la cabeza de la joven.
–Podemos sacar provecho a esto…
–No, por favor no…
–¿Cómo sería eso posible? –preguntó Keith intrigado.
–Es que ellos no saben que nosotros sabemos que ellos saben –explicó Pidge alargando su sonrisa.
Hunk comenzó a llorar.
–¿Qué tienes en mente? –dijo Keith gustándole la idea.
–Mencionaste que Allura te dejo claro que continuarían con su conversación. Bien, cuando vuelva a acorralarte por respuesta, estaremos listos para confundirla. Una vez que la princesa no tenga idea de lo que paso, seguiremos con los demás y entonces podrás patear a Lance.
–Me gusta cómo suena eso –confesó el paladín rojo tomando la mano de su compañera y dándole un cariñoso apretón.
Hunk soltó un gemido lastimero.
–¡Y ni una palabra Hunk! –le ordenó Pidge con un dedo amenazador.
El joven moreno volvió a estallar en llanto.
*****
–No puedo creer que hayan guardado esto en secreto… –les reprochó Allura a Coran y Lance una vez que se encontraba en la cabina de mando del castillo de leones.
–Lo sentimos –se disculparon estos al unisonó.
–Y que en lugar de hacérmelo saber, decidieran bromear con ellos… –siguió la princesa marchando de un lado a otro por la cabina.
–Lo sentimos.
–Estoy muy decepcionada de ustedes, especialmente de ti Coran –aseguró de ultimo señalando al alteano.
–¡Lo siento, princesa! –se quejo el hombre poniéndose de rodillas y arrastrándose por el piso hasta alcanzar a Allura –. ¡Fui tentado por éste mungus pendenciero! –señaló con odio a Lance antes de abrazar a la princesa de la rodillas, mientras ésta en su enojo, cruzó sus brazos sobre su pecho –. ¡Por favor perdóneme!
–¡Hey! ¡No soy un munguso… o como se llame! –se quejó Lance –. Además, tienen que admitir que fue divertido.
–Bueno, la diversión terminó –sentenció Allura con una mirada de pocos amigos.
–¿Qué tiene en mente princesa? –preguntó Coran aún arrodillado ante ella.
–Sencillo, hablaré con Pidge y Keith para que confiesen su comportamiento inadecuado, admitan que obraron mal y que pongan punto final a todo.
–De acuerdo –soltó Lance haciendo girar sus ojos en escepticismo –, dudo que eso pase.
–¿Qué quieres decir?
–Tal vez ustedes los alteanos sean todos “correctos y amables” –marcó el paladín azul con sus dedos las comillas – pero los humanos no. Luchamos con uñas y dientes cuando nos acorran contra la pared.
Allura le lanzó una mirada inquisitiva haciendo un leve puchero. Aunque no le gustara, Lance tenía razón en ese punto; no sabía mucho sobre el comportamiento humano y la verdad, lo poco que había descubierto conviviendo con ellos no era muy alentador.
–Entonces ¿Tú que siguieres? –preguntó.
–Si de verdad quiere hacerlos confesar princesa, necesita sacarlos de equilibrio.
–¿Equilibrio? ¿Debo empujarlos?
–No –dijo Lance sacudiendo las manos –. Más bien desconcertarlos –el joven moreno lo meditó un poco antes de continuar –. Allura, dijiste que tenías una conversación pendiente con Keith ¿verdad? Bueno, la próxima vez que hables con él vas a sacarlo de su lugar de confort. Asustarlo en otras palabras.
–No sé si estas al corriente Lance –objetó Coran –, pero Keith es el paladín rojo y no creo que se asuste con facilidad.
–No es a eso a lo que me refiero, hermano –insistió el muchacho un poco frustrado de que no lo comprendieran –. Keith es todo misterioso y libro cerrado, pero no tiene la menor idea de cómo manejar las emociones, especialmente las de otras personas… ¡Ya sé! –dijo tronando los dedos mientras una sonrisa maliciosa se dibujo en su boca –. ¡Princesa, vas a coquetearle Keith!
*****
En uno de los corredores que comunicaban a las habitaciones, Pidge, Keith y Hunk esperaban junto a la puerta contigua a la sala redonda de descanso, mientras repasaban su plan.
–Muy bien, Allura no debe de tardar en hacer su aparición –dijo Pidge dirigiéndose principalmente Keith –. Recuerda en lo que quedamos.
–Contestar con seguridad todas sus preguntas y seguirle el juego –repitió Keith con algo de monotonía –. ¡Lo tengo!
–Eso definitivamente va sacarla de sus casillas –se rió la paladín verde casi con malicia – y una vez que este fuera de combate, seguiremos con Coran y Lance.
–¡O! Podríamos terminar todo esto antes de que empiece diciendo la verdad –comentó Hunk interponiéndose ante la pareja esperezando de hacerlos cambiar de opinión. Pero ante sus miradas fastidiadas, agregó retirándose lentamente –: ¿O mejor no?
–Listo –dijo Pidge volviendo se nuevo hacia Keith dándole un fugaz beso en la mejilla –, buena suerte.
*****
–Sigo pensando que esto no es apropiado para una princesa –objetó Coran una vez que él, Allura y Lance llegaron junto a la puerta que comunicaba con la sala redonda de descanso.
–Quiznak amigo, quieres calmarte –soltó Lance fastidiado ante las constantes dudas del alteano. El joven paladín azul espiaba por una leve rendija por la puerta, el momento en que llegara Keith –. Sé lo que estamos haciendo ¿Acaso no tenía razón cuando nos burlábamos a costa de ellos? Esto va a funcionar y va ser muy divertido.
–Ese no es el punto –marcó Allura con seriedad y dignidad. También tenía sus dudas ante ese plan, pero Lance lo hizo parecer bastante convincente a pesar de sus antecedentes de malas ideas –. Keith tiene que confesar que ha obrado mal…
–Y lo hará, créeme –dijo Lance –. Solo debes salir ahí y actuar amable y dulce con él y…. ¡bang! Se quebrara más rápido que un adorno de navidad! –explicó con una gran ademan que dejo a los alteanos aún más confundidos –. Olviden eso –agregó antes de mirar de nuevo por la puerta y captando la llegada de su objetivo –. Está ahí ¿Lista princesa?
–Sí, ser linda y amable… –repitió Allura.
–Y si tienes dudas di algo que yo diría.
*****
Cuando Allura entró en la habitación, Keith se encontraba a gusto sentado en el largo sillón semicircular leyendo en un dispositivo portátil el reporte de la última misión.
–Hola Keith –lo saludó Allura con naturalidad acercándose a él –, es bueno encontrarte de nuevo.
–Hey Allura –soltó Keith tranquilamente como si nada extraordinario estuviera pasando –. ¿Qué hay de nuevo?
–Quería saber si podemos continuar la conversación que dejamos pendiente.
–Claro ¿Qué quieres saber?
–¿Eh? Bueno… –Allura dudo ante lo cooperativo que resultó Keith a comparación de su primer encuentro –. ¿Hay algo nuevo y excitante en tu vida? –le preguntó con una gran y simpática sonrisa –. ¿Algo interesante que quieres compartir… conmigo? –agregó tratando de adecuar su tono de voz a algo más coqueto pero fracasando rotundamente.
–Eh…. De acuerdo –dijo Keith encogiendo los hombros –. A sí, descubrí este nuevo programa de entrenamiento para el gladiador que está ayudando a mejorar mi estocada –agregó algo animado.
–¡Eso es fantástico! –soltó Allura exagerando su reacción –. ¡Me alegro mucho por ti! – los ojos de Keith se quedaron fijo en ella ante su extrañas expresiones, poniéndola algo nerviosa –. Y debo de admitir que siempre he admirado tu determinación y trabajo… ¿duro?
–G-gracias… –titubeó un poco el paladín rojo sin comprender que intención tenía la princesa.
A ello le siguió un largo e incomodo silencio del cual se podía escuchar con claridad las la respiración de los otro cuatro espectadores del encuentro escondidos detrás de las puertas.
–¿Algo más? –le preguntó Keith queriendo poner punto final a la conversación.
–Sí… eh…. –balbuceó Allura alzando su dedo índice pero su mente se quedo en blanco. Ella era la princesa de Altea educada para dialogar e interactuar diplomáticamente con otras especies. A pesar de haber recibido clases especiales de modales, la idea de coquetear con alguien era totalmente nueva para ella.
Su silencio se prolongó demasiado y comenzó a sentir los ojos de Keith sobre ella como pesadas dagas. Tenía que decir algo y pronto.
–Di algo que diría Lance –escuchó una voz en su cabeza –. Di algo que diría Lance.
Y lo hizo:
– Si entras en un bar y te encuentras al Dalai Lama sentado en la barra y te da la oportunidad de elegir entre el cachorro más hermoso en el mundo o la paz mundial ¿Cuál elegirías?
Cuando terminó, prácticamente se pudo escuchar cuatro palmas chocando contra cuatro frentes, fuera de aquella habitación.