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blåøyde omega

Chapter 32: tretti

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(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Aquel día era inusual en aquella época del año. Los rayos del sol eran dorados y bañaban las sábanas de un color muy semejante al del dulce caramelo.

Habían decidido dejar las cortinas recogidas y las ventanas cerradas para evitar el gélido viento. Las mantas sobre la cama olían a Louis y creaban una agradable y cálida atmósfera reconfortante cuando te acurrucabas en ellas. Edward siempre había oído rumores sobre el olor de las madres que recientemente habían dado a luz, decían que sus olores eran únicos y agradables.

Lo había comprobado, su omega olía diferente. Era una agradable mezcla entre el olor de los bebés y el suyo, un olor de lo más exótico y suave.

Louis, a su lado, había estado leyendo un libro sobre las fuertes mareas en el Océano Atlántico. Aunque había pasado un día y medio después del parto, era incapaz de moverse de la cama por el dolor y el agotamiento.

Entre los brazos de Edward, el mayor de los pequeños descansaba. Era un alfa bastante fuerte para las pocas horas de vida que tenía, los ojos los mantenía cerrados y se acurrucaba en el pecho de su padre. Erika había envuelto sus pequeñas manos con guantes de lana para que la criatura no tuviera oportunidad de arañarse por accidente.

Una preciosa sonrisa se curvó en los labios de Edward cuando el bebé emitió un pequeño y agudo gemido de protesta. Acarició la enrojecida y cálida mejilla del bebé con su pulgar, maravillado con la cría tan fuerte y hermosa que su omega le había dado.

Sería un líder tan fuerte.

El omega, que en un principio había intentado encontrarle algo de atractivo al libro sobre pesca y caza en el océano, tenía la espalda recostada en una gran y mullida almohada. Su mirada, hueca y vacía, se había perdido por algún lugar de entre las telas que descansaban sobre el mueble cerca de la ventana.

Aquel mueble donde se había agarrado tan fuertemente hasta que los nudillos se le pusieron blancos y los dedos los dejó de sentir.

Una enfermiza sensación le subió por la garganta. Tragó, inútilmente, el sentimiento fantasmal.

Ahora ese mueble estaba lleno de regalos para el futuro líder de la manada y sus hermanos.

"¿No te parece que es precioso, mi luna?" Le preguntó Edward a Louis. El omega lo miró, pero su alfa no lo miraba a él, estaba demasiado fascinado con la regordeta y pacífica carita del bebé. "Tenemos unos hijos preciosos, y muy fuertes. Mira cómo agarra, se ve que es un Styles."

Louis admiró al bebé desde su lugar. No podía sentir nada al verlo, nada que no fuera vacío. El omega no tenía muchas experiencias con otras madres, pero estaba seguro de que las madres no se sentían tan huecas por dentro al ver a sus hijos.

Cuando miró a Dacre, como habían llamado a la criatura, no pudo evitar fijarse en la forma de su nariz, en la curvatura de sus ojos que seguían cerrados y en lo rechoncho que se veía por la grasa de bebé.

Él no podía estar de acuerdo con Edward, él no veía que su hijo fuera precioso. Su madre solía decir que ningún cachorro era feo, pero Louis pensaba que su bebé lo era.

Se pregunto si de verdad él había dado a luz a ese bebé. No portaba ningún gen de su familia de sangre, esa nariz y la curvatura de esos ojos eran indiscutiblemente de la familia Styles.

Edward miró a su omega con esa sonrisa llena de ilusión haciendo relucir sus dientes. Pero Louis no le sonrió esta vez, no se molestó en esbozar una débil sonrisa para aparentar que estaba de acuerdo con su alfa aunque no lo estuviera.

No iba a darle la razón esa vez. El bebé era de todo menos precioso.

"A mí todos los bebés me parecen ranas." Le confesó Louis con aquella voz baja y tristona.

Desvió su mirada de Dacre. Edward se había quedado descompuesto por la confesión de Louis, tanto que prefirió no decir nada. Louis miraba hacia la ventana con penuria, desde el nacimiento de los cachorros había estado un poco más volátil y triste que de costumbre.

En otras circunstancias Edward habría presionado para averiguar por qué su pareja parecía estar tan disgustada. Louis no parecía muy diferente, de hecho su piel brillaba con aspecto bastante saludable. Pensó que tal vez se trataba de su físico, que se había estropeado de la cintura para arriba.

Un embarazo era algo brutal, Edward recordaba cómo el cuerpo de Greta cambió radicalmente en cuestión de meses. Louis siempre había sido sensible con el tema del físico, verse tan débil e hinchado detrás del parto podría haberlo desanimado un poco.

Se removió para estar cerca de su omega. Louis lo miró, después inevitablemente miró al pequeño Dacre. A Edward le partió el alma ver la indiferencia en los ojos vacíos de Louis.

"Todavía no has cargado al bebé." Murmuró Edward en voz baja, suave e íntimo. Los dos adultos miraron al pequeño heredero cuando la criatura gimoteó y se removió entre los fuertes brazos de su padre. "Creo que quiere conocer a su madre."

Edward hizo el ademán de pasarle el bebé con mucho cuidado, pero Louis se tensó y retrocedió un poco con bastante incomodidad. No quería cargar a ese ser en brazos, todavía no. Había cumplido su parte del trabajo, merecía unos días a solas con sus pensamientos sin ser interrumpido por el desagradable llanto de un crío.

"Louis." Le pidió Edward. No era una orden ni un reproche, por alguna extraña razón su alfa parecía profundamente inquieto y dolido por ese gesto. "Mi luna."

"Yo, no puedo." Titubeó Louis. "No quiero. Puedo hacerle daño y yo no—, no quiero cogerlo en brazos." Tiró de las mangas de su camisón y se cruzó de brazos, aunque daba la impresión de que trataba de protegerse a sí mismo. "Está mejor contigo."

"No digas tonterías, eres su madre." El alfa frunció el ceño. "Y empieza a tener hambre otra vez. Es cuestión de tiempo que los niños empiecen a llorar dentro de poco, deberías darle de comer a Dacre y reponer fuerzas para..."

"En ese caso supongo que deberías de ir buscando a alguna ama de cría." Espetó Louis, rápido y severo. Edward vaciló. "Tú mismo lo has dicho: los niños tendrán hambre en cuestión de unas horas."

"Pero tú eres su madre. Dijiste que querías amamantarlos tú mismo." Le dijo. "No ibas a tolerar que otro omega lo hiciera."

"Claramente he cambiado de opinión." Jugueteó con el dobladillo de la sábana, visiblemente incómodo. Dacre seguía removiéndose y había empezado a lloriquear quejoso, algo en el instinto de Louis lo hizo sentirse nervioso por eso. "Por favor, llévatelo."

"Dacre necesita estar con su madre tanto como los otros." Protestó el alfa. Louis no quería que empezara a discutir. Sabía que Edward tenía razón, que una buena madre no dejaría a sus hijos con hambre, pero él no estaba dispuesto a darles el pecho. "Louis, no logro entender por qué..."

"¿Por qué no quiero dar el pecho?" Inquirió. "Para ti es muy fácil decirlo, no te exprimen hasta la saciedad."

"Es solo un bebé, Louis. Solo son crías, las crías necesitan a sus madres." El hipido lloroso de Dacre solo ponía a Louis más nervioso. "¿Cuándo te dignarás a conocerlos? Necesitan a su madre—."

"Soy su madre, no una vaca." Louis lo miró. Había alzado la voz y lo había dejado con la palabra en la boca. "Estoy seguro de que no será ningún problema encontrar un ama de cría para los cachorros."

Sorprendentemente, Edward no le contestó.

Se mantuvo callado, pensativo. Miró a Louis con genuina curiosidad, su mirada era como un cristal roto que desgarraba su piel, fue como si su alfa lo estuviera intentando mirar más allá de sus defensas para averiguar por qué no quería conocer a sus hijos.

Había pasado un día entero y Louis aún no había visto a otro cachorro que no fuera Dacre, había insistido mucho en que nadie lo molestase. Erika se vio bastante dolida cuando se ofreció a pasar un agradable rato con Louis en la habitación, tejiendo, y Louis se negó.

El cachorro emitió un débil sollozo. Los ojos nerviosos de Louis se desviaron hacia el cachorro, incapaz de aguantar la tentación. Dacre movía sus manitas y mantenía sus ojos cerrados mientras se quejaba y empezaba a llorar.

Se preguntó si su cachorro estaba llorando porque quería que su madre lo cargase en brazos.

Louis no sabía hacer eso, no podría cuidarlo ni aunque lo quisiera. La mayor parte de su embarazo estuvo llorando y no escuchó los consejos que una madre debería de haber escuchado durante su periodo de gestación para estar preparada a la llegada del bebé.

"Te lo preguntaré una vez más." Murmuró Edward con cautela, despacio. Louis no lo miraba a él, sus ojos eran incapaces de dejar el rostro del pequeño Dacre. "¿Estás seguro de que no quieres coger al bebé en brazos?"

A Rob le habría gustado cargar a Dacre en brazos, estaba seguro de que se lo habría pedido incluso. A su hermano le gustaban los niños, era bueno cuidándolos y siempre sabía qué hacer para que se tomasen la medicina aunque tuviese un sabor asqueroso.

A él no le gustaban los niños, nunca le gustaron.

Recordaba cómo algunas amigas suyas le contaron, con una emoción explosiva, su embarazo. Lo pintaron como algo tan extraordinario y precioso, que él creyó que tal vez lo sería en algún futuro.

Ahora se sentía inútil e impotente. Quería buscar a sus amigas y decirles que estaban equivocadas, que para él la maternidad no fue más que un calvario, una prueba de resistencia tanto física como emocional. El parto fue algo traumático, quería hablar con alguien sobre el miedo que pasó y el estrés al que estuvo sometido, pero a la vez no quería abrir la boca.

Si demostraba lo débil que estaba mentalmente podría ser un blanco fácil. Todo el mundo creería que el omega de los trillizos Styles se habría vuelto loco porque fue incapaz de superar algo que la gran mayoría de las mujeres superaban.

No quería que lo encerraran en una habitación como si estuviera loco. Él no estaba loco, no era ninguna locura que no quisiera estar con sus hijos. Ellos le habían hecho daño, era natural que no quisiera verlos todavía porque no se sentía preparado.

Una vez, durante un almuerzo, oyó a Thomas hablar sobre la mujer de Charlie de Hatm, un reconocido cazador que vivía cerca del Noreste por dónde se encontraba la manada de Louis. La mujer nunca fue una entusiasta de los niños, lo que resultó irónico porque dio a luz a cinco hijos. Nadie supo muy bien qué fue lo que le pasó, Thomas le dijo que lo único que sabía era que al quinto hijo la muchacha se desmoronó por completo y amenazó con quitarse la vida si volvía a quedar embarazada.

En la manada de la frontera de Hatm no se volvió a hablar sobre la mujer de Charlie de Hatm.

Como cualquier historia sin final concreto, la gente rumoreó cosas. La versión más sólida, según la gente de Hatm, es que su marido la encerró en casa cuando la consideró un peligro para sus hijos.

¿Cómo podría Edward esperar que él deseara cargar a sus hijos?

Sus hijos le habían quitado lo poco que le quedaba: sus alfas, su cama, su cuerpo, su libertad. Su vida entera.

"Estoy seguro." Respondió el omega, tal vez demasiado duro. "Te agradecería que lo sacases de aquí."

Tal vez esa no era la respuesta que Edward esperaba. Aunque lo disimuló bastante bien, Louis notó que sus hombros se hundieron con natural decepción.

Dacre abrió sus ojos, que eran grandes y verdes como los de sus padres. Instintivamente miró a su madre, pero Louis no quiso mirarlo de vuelta y prefirió volver a mirar hacia la ventana. Lo invadió una sensación de nerviosismo que lo hizo incapaz de evitar la tentación de morderse las uñas.

"Bien." Le murmuró su alfa finalmente. "Umh, supongo que Erika puede encargarse de buscar a buenas amas de cría." Vaciló unos segundos y miró a Louis. "Si eso es lo que quieres, claro."

"Eso es lo que quiero." Dijo, pero sin mirarlo.

"Por supuesto." Edward frunció el ceño un poco. "En ese caso, dejaré que descanses."

Louis asintió un poco.

Edward se levantó de la cama con el bebé en brazos. Louis sintió una aguda impotencia apuñalarle en el estómago. Oía a Edward murmurarle cosas suaves a esa diminuta criatura.

Para sorpresa del omega, vio que Edward se había levantado para rodear la cama y estar cara a cara con Louis. El omega lo miró, frío y a la vez vulnerable.

Edward le dio un beso en la frente, después le dio uno en los labios.

"Descansa." Le pidió, y Louis se quedó atónito por eso.

El alfa se encaminó hacia la puerta, pero se detuvo un momento antes de cruzar para mirar una última vez a Louis.

"Louis." Lo llamó. "Sabes que te quiero, ¿verdad?"

Louis quería creerlo. Quería pensar que allí lo querían para algo más que no fuera la crianza y la maternidad, pero por alguna razón no podía creer a nadie.

De todas formas, el omega asintió y sonrió débilmente. No fue la respuesta más convincente, supo el omega, y Edward tal vez no se la tragó, pero al menos no insistió en el tema. 

Cuando Edward se marchó, el silencio volvió a la atmósfera como un desagradable invitado que solo hacía sentir más miserable a Louis.

La puerta se abrió veinte minutos después. Louis tenía el cuaderno de Rob entre las manos y no pudo evitar acariciar las cuatro páginas arrancadas del principio, las que pertenecían a Ragnar. Había sentido bastante intriga por eso, porque siempre pensó que Ragnar y Rob nunca pudieron decirse todo lo que tenían que decirse en vida.

Pero cuando la puerta se abrió, Louis dejó el cuaderno sobre la mesa auxiliar de al lado y la tensión en su cuerpo se derritió cuando vio que era Aleksander.

Su figura era inconfundible. Era algo fornido, lo suficiente como para ser robusto y notable a la lejanía. Solía esconderse tras la capa de oso que ahora guardaba Louis como algo suyo, pero sin la capa Aleksander era aún más apuesto.

El alfa no iba solo, y eso hizo que la sonrisa se Louis se borrase. Cargaba a un bebé en brazos.

Aleksander no dijo nada al principio. Con sus ojos evaluaba a Louis, y todavía estaba pegado a la puerta, como si estuviera esperando la orden directa del omega para salir. El omega miró al bulto que había en la manta, no necesitaba preguntar qué era porque el agradable y suave olor a cachorro emanaba de aquella pequeña criatura enrollada en la manta de lana.

"Has conocido ya a los cachorros." Louis tragó saliva, sintió sus músculos temblar.

Los hombros del alfa se relajaron. Cerró la puerta detrás de él y avanzó con pasos lentos hasta donde Louis estaba recostado en la cama.

"No he podido resistir la tentación." Le confesó Aleksander, y bajó sus oscuros ojos hacia el bebé. Con su pulgar acarició la suave mejilla del bebé. "Son unos niños preciosos."

A Louis eso le provocó algo extraño. No miró al bebé, vio a Aleksander interactuando con la cría. Entre sus brazos, el bulto que daba pequeños lloriqueos parecía aún más delicado. La delicadeza y la experiencia con la que Aleksander cargaba a una de las crías produjo cosas inexplicables dentro de Louis.

"La última vez que cargué a un bebé fue hace mucho." Murmuró el alfa. "Supongo que estoy un poco oxidado."

Aunque Aleksander hizo un gran trabajo disimulándolo en su voz, en sus ojos todavía se podía ver una pizca de melancolía.

"Pues yo creo que lo estás haciendo de maravilla." Le dijo Louis tímidamente. El alfa lo miró, genuinamente sorprendido. "Uno no puede olvidar cómo ser un buen padre, es algo que se lleva en la sangre."

"Supongo que sí." Volvió a mirar a la cría arropada, que con aquellos pequeños balanceos que hizo Aleksander con los brazos se había logrado calmar. "Pero es tan pequeño que me da miedo hacerle daño."

"Es un bebé, los bebés lloran por todo." Louis se estiró para volver a coger el cuaderno de Rob. "No tienes que darle tanta importancia."

Louis no lo vio, pero el alfa detuvo las caricias que le estaba dando al bebé. Miró al omega con cierta inquietud.

"Louis, cuando fui a verte aquel día..."

"Ya estoy mucho mejor, como puedes comprobar no será hoy el día que me veas morir." La voz de Louis salió más cortante de lo que Aleksander esperaba. "No necesito tu compasión ni tus modales. Si lo que quieres es abandonar esta manada no seré yo quien te vaya a juzgar, después de todo."

"No se trata de eso." Insistió.

"¿A qué día te refieres, al día en el que me dijiste que preferías marcharte a seguir aquí, o al día que viniste cuando a nadie le importaba cómo estaba después del parto?" Inquirió Louis, fingiendo una indiferencia bastante creíble. "Vas a tener que refrescarme la memoria."

"Louis, creo que no lo has entendido bien."

"¿De verdad lo crees?" Le preguntó. "Veamos; no solo mis alfas están embobados con los cachorros, sino que todo el mundo que me rodea parece tan fascinado con ellos que la única persona que se ha pasado por aquí ha sido Edward, y fue para enseñarme quién será el heredero a la manada." Enumeró. "Y tú me dices que no entiendo las cosas. ¿Crees que no entiendo qué es lo que está pasando, Aleksander?"

"Estás viendo a tus hijos como una amenaza, pero te aseguro que no lo son." Por alguna extraña razón Aleksander parecía bastante impotente por eso. "Escucha, muchos omegas han pasado por lo que tú estás pasando. Sé que te estás empeñando en disimularlo, pero te aseguro que estás cometiendo un grave error intentando ocultármelo. Louis, no estás loco por..."

"¿Por pensar que mis hijos me han arruinado la vida, porque siento que no tengo ninguna función en mi propia vida?" Le cuestionó. "¿Qué parte de que ellos han destrozado lo poco que me quedaba no puedes entender, Aleksander? Intenté que todo fuera bien, hice lo impensable por tratar de seguir adelante cuando todo se estaba derrumbando." Su voz se rompió mezclando la rabia con la tristeza. "Pero ya no puedo. No puedo seguir intentando seguir adelante. No quiero seguir adelante. No quiero coger a esos... esos niños en brazos. No quiero volver a otra ceremonia. No quiero pretender estar bien. Y no quiero fingir que no te quiero."

Aleksander se quedó estático en su sitio. El bebé empezó a llorar, tal vez por el hecho de que Louis había empezado a llorar. El omega no pudo resistir más, y se derrumbó. No quería seguir fingiendo cosas que no eran ciertas, no podía fingir que solo necesitaba un tiempo para aceptar a sus hijos. 

Los pasos de Aleksander resonaron sordos en la madera. Cuando se acercó a Louis, el omega no se lo impidió. Ni siquiera le importó que el pequeño llanto de la cría estuviese resonando, todo cuanto quería era sentir al alfa cerca de él. Quería que Aleksander soltase a ese bebé y lo envolviese a él entre sus brazos, porque él sí lo necesitaba. Ese bebé solo tenía pocos días de vida, y todos esos meses que Louis sufrió no se podía comparar con el repentino y patético llanto de la cría. 

Pero Aleksander no soltó al bebé. 

¿Por qué nadie era capaz de preferir a Louis antes que a alguna de las crías?

Sintió la cama hundirse. El alfa se había sentado a su lado, Louis podía olerlo y sentirlo. Cuando Aleksander estaba cerca de él, podía sentir que sus propios huesos temblaban por las ansias y la anticipación. No sabía si Aleksander sentía lo mismo cuando lo veía a él, y si lo sentía hacía un gran trabajo ocultándolo. 

"Cuando dije que te amaba desde la primera vez que te vi, no te lo dije para martirizarte de esa forma." Tras un largo silencio, Aleksander murmuró. "Fue egoísta decírtelo, lo sé. Eres madre, tus alfas son mis primos y yo ya soy un alfa... defectuoso. Crees que eres débil pero no has hecho más que aguantar calamidades desde que llegaste. Sé que ordenaste que le dieran la comida sobrante a los más necesitados en esta aldea, Louis, eso dice mucho de ti."

"Si lo que pretendes es hacerme sentir bien con pura palabrería..."

"Te quiero, Louis Tomlinson." Lo miró, y Louis también lo hizo. "Te quiero aquí, ahora, hace cinco años y te querré hasta que ya no pueda respirar más y dé el último aliento. ¿Por qué no puedes entender tú eso?" Le preguntó, por primera vez dejando ver una sensible fibra de tristeza. El bebé había dejado de llorar, pero ninguno de los dos supo cuándo lo había hecho. Los depredadores y oscuros ojos de Aleksander no dejaban de mirar los de Louis. "Si por alguna razón insisto en que no me sigas, y que no lo dejes todo por mí, es porque sé que vivirás mejor aquí, que conmigo en cualquier parte del continente."

Los ojos de Louis empezaron a picar. Las lágrimas cubrieron sus ojos con una fina capa transparente de humedad que los hacía brillar. 

Amaba a ese hombre. 

"Creo que eres tú el que no es capaz de entender que yo sería feliz en cualquier parte si es contigo." Le confesó Louis, haciendo todo el posible esfuerzo para que su voz no se volviera sollozos. "Insistes en el hecho de que crees saber qué es lo mejor para mí, pero no te das cuenta de que haces lo mismo que los demás. Decides por mí, Aleksander, pero yo ya he decidido." Sonrió temblorosamente. Algunas lágrimas cayeron cuando no fue capaz de retenerlas más. "Te quiero, Aleksander Styles. No quiero decírtelo cuando esté a punto de dar el último aliento, no voy a cometer el mismo error que cometió Rob con Ragnar."

El alfa bajó sus ojos. Por un instante, Louis creyó que iba a echarse a llorar. Creyó que finalmente podría ver algo de humanidad y sentimientos dentro de los ojos de Aleksander, pero todo lo que el alfa hizo fue inspirar hondo y tomar una de las pequeñas manos de Louis.

"Yo tuve una familia hace mucho tiempo, Louis." Le dijo Aleksander. Subió sus ojos a la cara del omega. "Tú tienes la tuya ahora, y yo no formo parte de ella. Esa es una realidad que los dos tenemos que aceptar. No estoy aquí para que caigas entre mis brazos y nos fuguemos, he venido a ayudarte a aceptar a tu familia."

Louis se sintió tan desconcertado y sorprendido que no pudo reaccionar cuando Aleksander acercó al bebé a sus brazos. Se sobresaltó un poco al principio, pero Aleksander le murmuró en voz baja que se tranquilizara, que él estaba allí con él. 

Fue el primero de sus hijos al que cargó.

Fue un extraño peso entre sus brazos. La cría se removía un poco, Louis se sintió bastante incómodo porque no quería despertarlo y no sabía como encontrar una postura cómoda para los brazos.

"Ven." Aleksander agarró sus brazos y lo maniobró. "Eso es, así. Más cómodo, ¿no?"

Louis parpadeó. Admiraba las facciones del bebé. No era como Dacre, el mayor de todos, tenía una nariz mucho más pequeña y por el gorrito se asomaban algunos rizos más cerrados. 

Su instinto se sintió extraño. Se sentía reacio al bebé, pero a su vez se sintió bien saber que el bebé estaba a salvo con él. 

"Creí que deberías conocerlo." 

Louis miró a Aleksander.

"¿Cómo se llama?"

"Marcel pensó eso podrías decidirlo tú." Le dijo el alfa. "Es el único omega de la camada."

Louis lo había sospechado, su instinto lo había sentido. Olía demasiado dulce para resultar ser un alfa, y era más pequeño que el resto. 

"Supongo que sus ojos nos recordó a todos a la misma persona." Comentó.

El omega no supo a qué se refería Aleksander hasta que el bebé abrió sus ojos. El azul destacó contra la palidez de su cara, genética de los trillizos. Los ojos de la cría, aunque eran azules, también eran muy grandes a pesar de que los tenía levemente cerrados.

Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas, pero esta vez de emoción. Resopló una risa temblorosa.

"Rob." Decidió, muy seguro. "Él es Rob."

Verlo sonreír de nuevo fue algo reconfortante y especial para Aleksander. Supo que Louis querría nombrarlo en honor a su difunto amigo en cuanto vio el peculiar color azul en los ojos del pequeño. Era el único de los cuatro que tenía los ojos de Louis.

Cuando Erika entró a la habitación lo hizo con los trillizos detrás de ella. Primero miraron a  Aleksander, pero tardaron poco más de un segundo en visualizar a Louis con uno de sus cachorros. El omega sonreía, sorprendentemente estaba sonriendo entre lágrimas. 

Edward y Marcel fueron los que se acercaron a Louis a mirar al pequeño recién nombrado. La alegría volvió a la sala como un fantasma que hacía mucho tiempo que no pisaba aquella cabaña. Harry fue el único que vaciló, porque antes miró a su primo y le dio una mirada significativa de agradecimiento.

El alfa sonrió un poco y asintió hacia Harry. 

Los trillizos se sentaron junto a Louis en la cama para arrullar al bebé y a su pareja. 

Erika y Aleksander quedaron como los peones sobrantes del tablero. O al menos, Aleksander se sintió así.

"Aleksander." Lo llamó la mujer. El alfa parpadeó un poco, se había quedado sumergido en sus pensamientos mientras veía aquella escena tan familiar y a la vez dolorosa. "Kan du hjelpe meg et øyeblikk? Jeg må laste ned noen ting. [¿Podrías ayudarme un momento? Tengo que bajar algunas cosas.]"

Lo cierto era que Aleksander quería negarse. Quería quedarse con Louis, con sus primos y con sus sobrinos. Edward, Marcel y Harry eran lo más parecido que él tuvo desde niño a hermanos. Sabía que era una pieza sobrante del rompecabezas, que él no pintaba nada allí, que sería un gesto de lo más descortés quedarse en aquel momento tan íntimo y privado.

Miró a la mujer, y sonrió un poco.

"Selvfølgelig ja. [Por supuesto que sí.]" Contestó, y aunque se esforzó en fingirlo, no pudo poner mucho entusiasmo.

Aleksander y Erika abandonaron la habitación. Al alfa le dio la extraña sensación de que Louis lo había mirado, pero supuso que habrían sido imaginaciones suyas. 

Bajaron las escaleras, y mientras sus pies se hundían en la crujiente madera, Erika le dijo:

"Espero que estés bien."

"¿Por qué lo pregunta, es que quiere que la cargue en brazos para bajar las escaleras?" Bromeó.

Pero cuando pisaron el último escalón, Erika se giró a él con ese sereno rostro de madre. La pequeña sonrisa fingida y cansada de Aleksander tembló. La mirada de Erika era tan severa pero cálida como la de una madre que no sabe cómo contarle una noticia mala a su hijo.

"He vivido mucho." Empezó. "Me he casado y he tenido hijos. Por mucho que los años te enseñen a afrontar las cosas, no deja de doler. Sé que este puede ser un momento muy difícil."

Aleksander se mantuvo callado y en silencio. Miraba a la mujer como si aquello fuera un concurso de miradas, como si el primero en demostrar debilidad fuera el perdedor.

"Toma." Ella rebuscó algo en su delantal. Sacó un pañuelo, y cuando se lo dejó en la mano a Aleksander, tiró del brazo de alfa para caminar. "Respira profundamente."

Aleksander se sintió extraño. La familiaridad con la que ella le hablaba le recordaba inevitablemente a su madre. Los dedos le empezaron a temblar.

Respiró temblorosamente.

"Ahora, respira de nuevo." Lo instruyó Erika. Aleksander lo hizo sin objeciones ni vacilaciones. Sabía que la omega podía sentir que su cuerpo estaba empezando a tiritar. "Ven, aquí. Vamos a darte un poco de agua."

Estaban en la cocina. Aparentemente ese era el plan de Erika, ella sabía cómo iba a reaccionar. 

Bebió el vaso de agua que ella le dio, y las primeras lágrimas empaparon sus ojos. No supo muy bien por qué, tal vez era el hecho de que Louis había querido a sus crías y se olvidaría de él, o también podría ser porque la ausencia de su madre desde que ella murió lo afectó demasiado, más de lo que él querría reconocer.

Fue vergonzoso y ridiculizante, un alfa con un apellido tan prestigioso llorando delante de una criada. Si su padre siguiera vivo, se habría escandalizado de él.

"Puedo ser vieja, pero no ciega." Le dijo a Aleksander. Él la miró. "Sé lo que significa Louis para ti."

Aleksander parpadeó. Habría esperado que aquella mujer lo delatase, y en cambio ella estaba allí dándole comprensión y ánimo.

"En mi experiencia, te sugiero que subas a tu habitación y te recompongas." Continuó. "Y recuerda, en esta familia solo caben ellos. Los padres, la madre y los cachorros." Lo miró significativamente. "Aunque lo queramos, no hay espacio para más."

Aleksander lo sabía. Lo había sabido desde que volvió a ver a Louis allí, no necesitaba que ella se lo recordase, pero de todas formas no dijo nada más. 

"A veces las cosas no son justas, tú mejor que nadie lo sabes." Murmuró la mujer con cierta tristeza. Le tocó el brazo. "Fue muy considerado que no lo tomases como pareja cuando sólo tenía dieciséis."

"Era una cría." Se justificó él.

"Es una cría." Lo corrigió. "Sigue siendo una cría que está jugando a fingir ser madre. ¿Crees que es fácil para él?"

"¿Y qué pretendes que hiciera, arrancarlo de su familia cuando sólo tenía dieciséis y darle una vida normal y corriente, incluso más pobre que la que tenía?" Cuestionó Aleksander. "No soy jefe de esta manada, Erika, jamás lo habría sido. No importa cuántos descendientes nacieran, nunca he tenido lo que se necesita para ser jefe."

Erika hizo el ademán de abrir la boca para decir algo, pero Aleksander dejó el vaso sobre la mesa y se encaminó hacia la puerta. 

Ella no lo detuvo, supo que Aleksander necesitaba su tiempo a solas, tanto como Louis con sus propios pensamientos. 

 

Notes:

nada es tan simple como aparenta serlo