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—¡Qué lindo tú glitter!, pensé que yo era la única que salía de fiesta con cristales y pintura neón.
Pieck observo a la linda chica de rasgos orientales que le había dirigido la palabra en el baño del segundo piso de la discoteca; su cabello negro en un corte pixie le daba personalidad, el lindo vestido negro de lentejuelas y escandalosamente corto que resaltaba su figura contrastaba con la piel blanca y inmaculada brillando por el sudor; y el sudor no era lo único que brillaba en ella, los cristales pegados en su escote y en su mejilla derecha también lo hacían. El mejor reggaetón old school sonaba por los parlantes posicionados estratégicamente en la oscuridad del local, haciendo eco en las baldosas del baño iluminado con luces fluorescentes.
Pieck solo sonrió, calmada, mientras abría el agua del lavado para limpiar sus manos. La chica misteriosa bailó hipnóticamente a su lado, cantando al ritmo de la música mientras trataba de arreglar su labial. A Pieck le gustaba su estilo, ella solo llevaba unos jeans ajustados con una camiseta de algún grupo de rock que le había robado a su amigo Reiner antes de salir; lo único que podría hacerla notar era el glitter que se puso en el cabello y el maquillaje, brillos que le había robado a Gabi, la hermana pequeña de Reiner.
~ ¡Decídete ya, cuando será, que tu boca tocara mi boca! ~
La chica del pixie detuvo su canto y miró a Pieck a través del espejo. Se volteo despacio enfrentándola.
—¡Mi nombre es Mikasa! ¿Cuál es el tuyo?— gritó por sobre la música —¿te sientes bien?
Ella dudo, ¿debería decirle a la desconocida que Pieck Finger estaba encerrada en el baño del segundo piso porque sus amigos habían decidido apartarse de ella para ir a ligar y luego desaparecer?; que estaba afirmada al lavamanos como si se le fuera la vida en ello porque había tratado de buscarlos hasta que recibió el mensaje que estaba sola, que se había negado a bailar con esos dos tipos corpulentos que aún la esperaban afuera del baño y que ellos aún no se iban por lo que ella aún no podía salir. Pues sí, debería porque no se había sentido desesperada en mucho tiempo, su pequeño cuerpo de 1.55mts aún temblaba aterrorizado. ¿No había un código entre mujeres para ayudarse mutuamente frente a estas situaciones? Se sentía tan impotente.
—Estoy sola— se sorprendió a sí misma hablando —hay unos tipos afuera, intimidándome porque no quiero bailar con ellos, estoy aterrada.
Se sujetó los bordes de la camiseta con fuerza, sus ojos comenzaron a arder y empezó a rezar para que esta chica la ayudara. Los ojos tranquilos de Mikasa se posaron sobre los de ella y de alguna manera fue tranquilizador y seguro. La chica del vestido se acercó abriendo la bolsa que colgaba de su hombro; puso maquillaje sobre la encimera y comenzó a limpiar las lágrimas de Pieck para luego ayudarla a verse presentable, luego de unos minutos de silencio, habló.
—Estoy con mi novio, Jean. Es intimidante, 1.90 y grande en todos los lugares correctos— ella sonrió con picardía —esos tipos… ¿eran más grandes o más pequeños que él?
—más pequeños.
—ok, ¿Cuál es tu nombre?
—Pieck— dijo mientras fijaba su visión en el arete en forma de cruz de Mikasa.
—Pieck, no se si has venido a más fiestas antes, pero los hombres tienen ese sucio código de que si estás bailando con uno los demás no se entrometen. Y aunque quisieran, dudo que lo hicieran con Jean aquí. Así que, para que no te pierdas la fiesta. ¿Quieres bailar con nosotros?
Ni siquiera espero una respuesta, simplemente tomó la mano de Pieck y la arrastró fuera del baño. Los tipos corpulentos las observaron con una sonrisa lasciva, Pieck se escondió un poco más detrás de Mikasa, las luces fluorescentes la cegaban y el humo molestaba en su nariz, se dejó llevar; mientras ambas caminaron hacía donde estaba el guapo e impresionante hombre de cabello rubio ceniza y con músculos en los lugares correctos estaba esperando, por unos segundos su mirada y la de Pieck hizo contacto lo que la hizo ruborizarse, el novio de Mikasa realmente era excepcional.
—Jean, Pieck. Pieck este es Jean— Mikasa hizo las presentaciones —esos cerdos de la esquina, están molestando a mi amiga.
Mikasa señaló a ambos hombres con el brazo estirado, Jean los miró con odio e hizo un saludo con la cabeza; ambos corrieron despavoridos.
—¡Es un gusto, Pieck!
El hombre dijo amablemente por sobre las voces de Wisin y Yandel, mientras pasaba uno de sus brazos por sobre los hombros de Mikasa, a pesar de su estructura tenía una mirada soñadora y una sonrisa amable. Pronto se ofreció a comprarle bebidas a ambas chicas y terminaron en el bar del tercer piso tomando mojitos. La pareja era bastante amable y juguetona, tenían una relación estable hace tres años que se había formado dentro de la vida universitaria, vivían juntos hace dos en un departamento que Jean había conseguido de sus padres al graduarse; Pieck podía notar la tensión sexual flotando entre ellos: toques sugerentes y miradas provocativas. No mentiría, se sentía un poco celosa, de ambos. Le gustaría tener un chico tan guapo como Jean o una chica tan encantadoramente sexy como Mikasa con la quién ir a follar y olvidarse de los problemas de la vida; como Reiner y Porco, sus amigos vinieron a su mente, tendría una larga charla con aquellos dos sobre porque no podían dejarla sola en una fiesta en la madrugada porque habían sentido deseos de follar, ella al menos les hubiera avisado.
—Gracias otra vez por unirme a su pequeño grupo, si quieren irse en algún momento por favor solo díganlo para poder pedir un Uber y volver a casa.
Pieck habló tímida, mientras jugaba con las hojas de menta de su trago. Jean miró a la pequeña mujer con una sonrisa y luego miró a Mikasa, ella tomó la mano de su novio con cariño y se dirigió a Pieck.
—Nos iremos al menos dentro de un par de horas, ¡no te preocupes por eso! ¿qué tal si bailamos un rato?
Su cabeza se sentía pesada cuando entro a la pista de baile; las luces laser chocando contra la bola de espejos que colgaba sobre sus cabezas, las máquinas de humo ayudando al ambiente con su bruma, el maquillaje neón de Mikasa brillando en la oscuridad. Pieck nota la comunicación entre el rubio y la sexy morena y los sutiles momentos donde las miradas de ambos se fijan en ella. La electricidad de sus miradas erizando los vellos de su cuerpo. En un momento, Jean comienza a bailar detrás de ella y toma su cintura, la diferencia de altura hace el momento sexy, seductor, provocativo. Él se apega a su cuerpo, sin vergüenza chocando contra ella entre los movimientos de baile, es entonces que Mikasa se acerca tocando con la punta de sus dedos sus hombros, su cuello, el borde de su mandíbula. Los toques se vuelven menos casuales, menos parecidos a un baile entre desconocidos, ni siquiera cerca a un baile entre amigos.
Mikasa la besa, sucio, lascivo; las lenguas de ambas chicas comenzando su propio baile, la temperatura comenzando a subir, el aire volviéndose caliente. Pieck puede sentir la erección de Jean chocando contra su espalda, las ágiles manos del chico la recorren de forma impía desde sus senos a su vientre. Mikasa rompe el beso y Jean se acerca para besar a Mikasa, la pequeña mujer aprisionada entre sus cuerpos. Pieck siente esta vez las manos de Mikasa sobre ella, debajo de la ropa, al parecer el hombre no era el único con manos ágiles en la relación. Jean sujeta las manos de Pieck con cuidado y las dirige hacia el cuerpo de Mikasa, él necesita que ambas se toquen. Con sus grandes manos toma el pequeño mentón de Pieck y lo eleva poniéndola en un ángulo perfecto para besarla, la pequeña morena tratando de elevarse en la punta de sus pies. Mikasa comienza a dejar besos húmedos en el cuello pálido ahora expuesto frente a ella. Los cuerpos cada vez más apretados; sin advertencia el amor los había golpeado.
—¿quieres irte con nosotros?
Susurro la muchacha con rasgos asiáticos en su oreja, mordiendo el lóbulo. Pieck no puede hablar, es como si los besos del hada hermosa y malvada frente a ella le robaran la voz. Asiente enérgicamente, los besos de Jean y sus ásperas manos tratando de colarse dentro de su pantalón, la están matando.
Mikasa toma sus manos, segura, al igual que cuando la conoció hace unas horas; Pieck se fija en el barniz rojo de sus uñas. Los tres caminan hacia la custodia, Pieck le entrega su boleto a Jean quien paga y retira las pertenencias de todos. Jean observa las manos entrelazadas de ambas chicas, sujeta a Pieck de los hombros y la aparta del grupo
—solo voy a preguntar una vez, Pieck. ¿Quieres irte realmente con nosotros? O podemos volver a la fiesta y hacemos que esto nunca ocurrió.
La pequeña y delicada mujer se muerde los labios para luego sonreír con picardía, jala al hombre de la camiseta y lo besa, pueden escuchar la burbujeante risa de Mikasa.
—nuestra chica es salvaje, ¿no crees, Jeanbo?
Se subió al Uber ansiosa, ¿ella siempre había sido así? ¿o era producto del alcohol que se volvió loca? Pieck comenzó a morder sus uñas, su boca comenzó a secarse. Sintió la mano de Jean acariciar su espalda tranquilizadoramente, está bien, no mentiría, le gustaban estos dos y vería hasta dónde los llevaría la noche.
Al entrar al gran y elegante departamento se sorprendió: paredes blancas, amplios ventanales que mostraban la ciudad estrellada sobre el río, los muebles en perfecta combinación monocromática; el olor a rosas en el ambiente, la iluminación natural de la luna que entra por la ventana y de algunas luces de pared. Mikasa comienza los besos otra vez, a pesar de que es Bi desde la secundaría, esta es la primera vez de Pieck con una mujer. Ambas se sientan en el sofá negro en forma de L, comienzan a tocarse y desnudarse entre besos sucios y gemidos necesitados. Mikasa lleva el liderazgo como si fuera algo natural, los cuerpos chocando en movimientos turbulentos; al llegar al orgasmo Pieck puede notarlo, Jean no está con ellas; está en una esquina sonriendo. Él les hace una seña para que caminen hasta la habitación, ambas lo hacen, desnudas, de la mano.
Al llegar a la gran cama es Jean quién guía la acción, comienza dejando besos en el cuerpo sudoroso de Pieck mientras Mikasa le acaricia el cabello con cariño, es entonces que se posiciona entre sus piernas mientras Mikasa lo guía. Es algo instintivo, casi animal como los tres se unen en esta danza erótica, con piernas y manos entrelazadas, como si nada más importara en el mundo que aquella cama con sábanas blancas y aroma a rosas.
Pieck despierta con los primeros rayos del sol iluminando su cara, el aroma de los panqueques hace a su estómago gruñir, su cabeza a punto de reventar por la resaca. Ve el vaso con agua sobre la mesa de noche, su boca lo necesita, si solo Mikasa no estuviera abrazándola. Pieck sonríe con cariño, ya no están desnudas significa que Jean las vistió al medio de la noche, o eso puede intuir por las anchas camisetas que están usando. El bostezo de Mika resonando por la habitación, el abrazo que se vuelve más apretado, el beso lascivo cambiado por el amoroso y letárgico balanceo de labios.
—¡Feliz aniversario, amor!
Mikasa susurra mientras ríe, Pieck ama la risa de su novia. Comienza a acariciar su corto cabello. Mientras Mika continua
—Realmente— ella muerde su labio, coqueta —anoche, actuaste muy bien como virgen indefensa.
Pieck frunció el ceño en disgusto, mientras Mikasa jugaba con los dedos en su pecho.
—Esos hombres realmente me estaban molestando.
—Y yo realmente quería barrer el suelo con ellos. Con mis chicas nadie se mete.
La voz áspera que tanto ama, la voz que suele despertarla cada mañana, Jean les habló desde la puerta de la habitación. Se acercó hasta el borde de la cama y saltó entre ellas para poder abrazarlas.
—¡Feliz aniversario, mis hermosas novias!
Lo dice mientras besa los labios de ambas, y enreda sus dedos en los cabellos negros y sedosos. Jean no podría ser más dichoso de tener a dos ángeles junto a él.
Se quedaron abrazados mirando el mural lleno de polaroids que estaba frente a ellos, cada momento de sus tres años de relación guardada en esas pequeñas tarjetas. Aunque Jean se había unido un poco tarde a su poli relación a través de Mikasa, había sido inevitable terminar enamorado de Pieck también. No sabía qué haría si sus chicas se apartaran de su lado. A pesar de los momentos difíciles, que había ocurrido y los que vendrían; Mikasa y Pieck eran su universo, con sus risas y sus cálidos abrazos calentaban su una vez solitario corazón.
—La noche estuvo un poco intensa— él rió al decirlo.
Pieck lo miró con burla, había sido una idea de los tres para celebrar su aniversario, pero él tuvo la culpa de la mayor parte de la planificación.
—¿está listo mi desayuno, esclavo? — Mikasa mencionó sumergiendo aún más su cuerpo entre las mantas.
—¿no me quieren a mí de desayuno?
—Jean, todo el mundo sabe que estamos contigo por tus panqueques
Pieck lo despeinó mientras se sumergía en el pecho del hombre alto. Así eran sus días, sus mañanas y sus tardes. Algo que ninguno de los tres cambiaría por nada. Cuando el sol anunciaba la media tarde, los tres reían comiendo sus panqueques en la mesa de la cocina.