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Playground

Summary:

Todos saben que sólo existe una regla en los camarotes de los comandantes del Moby Dick: Nadie duerme en ellos cuando se encuentran con el Red Force.

O mejor dicho:

La terrible y traumática historia que vivieron los grumetes del Moby Dick y el Oro Jackson por culpa de un pelirrojo idiota y un pollo con piña.

ShanMa / Crackfic.

Notes:

Advertencia: Esto puedo ser considerado un crackfanfic. Contenido homosexual. Canon divergente. Contenido sexual. Humor sobre temas sexuales (trivialización del acoso sexual). ¿Tortura y traumas psicológicos para Buggy?, ¿también para Izo, Thatch y Jozu? (¡Perdón!*).

Pareja: Shanks/Marco. Insinuaciones de otras parejas por aquí y por allá…

Importante: Para fines prácticos la diferencia de edad entre Shanks y Marco es prácticamente nula. Los imaginé entre los 18-21 años porque #yolo.

*Realmente la autora no se arrepiente de nada.

(See the end of the work for more notes.)

Work Text:

Playground

 

 

Si alguien preguntara a los piratas del emperador Barblanca sobre  que pensaban de su vicecapitán “Marco, El Fenix”, las expresiones de contento y admiración abundarían: “Nuestro comandante es maravilloso”, “Es un hombre amable e inteligente”, “Es una bestia durante los combates, pocos pueden contra el poder del fénix”. Pero, si alguien preguntase a los comandantes o a los miembros más antiguos de la tripulación, probablemente la respuesta cambiaria: “No le creas nada, esa fachada de chico bueno encierra al demonio”, “Hay cosas que uno jamás debería saber de sus hermanos”, “Sólo hay una regla en los camarotes de los comandantes: nadie duerme en ellos cuando nos encontramos con el Red Force”.

 

 

*

 

 

Realmente le era imposible recordar cuando fue la primera vez que descubrió la mirada curiosa del grumete de Roger siguiéndole los pasos. No era tan extraño, después de todo la fruta del fénix era una rareza, incluso para los estándares del Nuevo Mundo. Lo  verdaderamente extraño es que la novedad no amainara y que su nada disimulada persecución aumentara en constancia e intensidad. Así que debía aceptar que era algo más allá de sus llamas tornasoladas lo que mantenía la persecución del pelirrojo, incluso en su forma humana.

 

¿Quizá mirar incisiva y obsesivamente era su forma de socializar? Porque era claro que no se debía a falta de valor, el mocoso no era una persona tímida, lo había visto parlotear sin parar con Oden e incluso abordar a su padre. Así que, definitivamente no era timidez lo que lo conservaba al margen de acercársele. De hecho, la situación no cuadraba por ningún lado, menos si  sumaba que el instinto depredador de su zoan gritaba incesantemente: “un cazador nos asecha.

 

Inquieto, mordisqueó su labio. Mientras llevaba los libros a Izo, no dejaba de sentir como aquellos ojos negros lo seguían con extrema atención. Pero no fue hasta que le dio por completo la espalda al mocoso de los pantalones rojo intenso y sombrero de paja, que su instinto le aseguro que la mirada inquisidora estaba fija en el movimiento de sus caderas.  

 

Qué demonios”.

 

 

*

 

–Shanks, detente, por el amor de Dios –Buggy no dejaba de jalar su gorro como si con ello pudiera parar de escuchar a su compañero. Sus ojos enormes y vidriosos reflejaban la horrible desesperación que atormentaba su existencia.

 

–Es que sólo míralo.

 

Los ojos hambrientos de Shanks parecían convertirse en un fuego hambriento al observar al rubio grumete de los Piratas de Barbablanca. De hecho, si no fuera porque Buggy sabía perfectamente que su nakama no tenía poderes, habría apostado todos sus tesoros a que el pelirrojo era el usuario de la Mera Mera.

 

–Si sólo pudiera besarle las piernas hasta terminar con sus muslos contra mis mejillas y clavarle los dientes en ese enorme y precioso trasero suyo para después lamerle el… –continuaba Shanks.

 

Aterradas lágrimas desfiguraban el rostro de Buggy, quien presa del pánico gritó desesperado.

 

–¿Has visto esas piernas cuando pelea contra Rayleigh? ¡Te arrancaría la cabeza a ti, idiota!

 

–¡Claro que las he visto, Buggy! Y moriría feliz entre esos muslos gordos…

 

–Eres un puto enfermo, Shanks…un puto enfermo –gimió exasperado.

 

Al ver su respuesta, Shanks estalló en carcajadas, y tal vez eso habría sido suficiente para calmar a Buggy, para desestimar todo como una pésima y absurda broma de su estúpido nakama, y lo hubiese hecho, realmente lo hubiese hecho de no ser porque…

 

–Ya…ya… pero es que, ¿no has notado lo redondo de su trasero? ¡Y esas patadas durante el combate!, ¡puede levantar las piernas hasta la cabeza! –sus ojos ardían, alimentados por horas y horas de pensamientos depravados–. Quiero que me corone con esos muslos, Buggy. Mi tripulación por esas piernas…

 

–¡Puta madre…! ¡Ni siquiera tienes tripulación, pelirrojo estúpido! –lloraba embarrando su cara con lágrimas y mocos.

 

 

*

 

Tras otro maratón de combates, la fiesta había estallado. Entre heridas y sudor; el alcohol, la comida y la música eran más disfrutables. Derrotado por el cansancio, Buggy dormía contra la espalda de Crocus. Con una sonrisa traviesa, Shanks cubrió levemente su mirada a través de la solapa de su sombrero, sabía que sus nakamas asumirían que dormía junto a su compañero, así que emprendió camino para cumplir con su misión de la noche.

 

Explorando entre el gentío de borrachos consiguió encontrar a su objetivo. Recostado contra las enormes raíces de un árbol estaba Marco, a su lado Izo parloteaba animadamente con él. Sin ser notado, robó uno de los tarros en el suelo y le dio un par de tragos. De pronto, Izo se levantó, llevaba una botella vacía en una de sus manos y con la otra hacia ademanes escuetos, sin contratiempo alguno, miró al pelinegro  abandonar a Marco. Ninguno de los demás grumetes estaba cerca.

 

Sonrío. Era perfecto. Sin perder el tiempo, caminó directo hacia Marco.

 

–Avecita –los ojos azules, casi blancos se clavaron contra los suyos ¿La apariencia cristalina era obra también de sus poderes o eran sólo caprichos de sus genes?

 

–No deberías estar tomando –el tono de “adulto responsable” no pasó desapercibido por Shanks.

 

–Oh vamos –desestimó con un ademan–,  somos piratas… ¿No?

 

–Rayleigh-san te ha repetido incesantemente que eres un grumete –una sonrisa lánguida y encantadora adornó las blancas mejillas. Era demasiado fácil hablar con Marco.

 

–Pero seremos capitanes…

 

–Serás…

 

Ante la inesperada respuesta sus cejas rojizas se alzaron, seguidas por sus ojos incapaces de contener su emoción. Parecía como si una gran revelación se hubiera manifestado en el Nuevo Mundo. Desconcertado, pero intrigado por la reacción del pelirrojo, Marco clavó su mirada con fuerza en el otro, un par de mechones rubios cayeron suavemente sobre su rostro.

 

–Cuando sea más fuerte me volveré comandante de una de las cinco divisiones –su rostro se iluminó–. Oyaji me lo prometió.

 

La sorpresa y el horror se apoderaron a partes iguales de las facciones del menor, el tarro en su mano cayó al suelo, empapando la tierra con cerveza. Sin dar tiempo a respuesta alguna, las manos de Shanks sujetaron con fuerza los hombros del rubio, quien perplejo, se dejó hacer: manos bronceadas migraron de sus hombros a las mejillas, seguidas de un rostro que se detuvo a escasos centímetros del otro. Marco perdió la respiración, una profunda adoración atravesaba los ojos oscuros y brillantes, llenos de luz, de Shanks.

 

–¡Únete a mi tripulación, Marco!

 

Un carmín brillante se apoderó de las mejillas del fénix con tal arrebatamiento que el color descendió por su cuello. Atrapado por las palabras y el calor de la boca que se pegaba a la suya sintió el rose sutil de labios y pestañas que rompieron el momento. Asombrado y con la respiración recién recuperada migró su presencia por un estallido de llamas azules que iluminó el lugar. El sonido de sus alas rompiendo el aire fue todo el rastro que dejó su huida.

 

–¡Marco! ¡Vuelve!  –el vuelo de Marco y el grito del grumete tras su rastro atrajeron la atención de los demás piratas.

–¡Únete a mi tripulación! –rugió absorto contemplando la luz del fénix desaparecer.

 

Las miradas se intercalaron silenciosamente, casi con timidez, entre las tripulaciones, hasta que las carcajadas de Roger y Edward exhortaron la risa colectiva.

 

 

*

 

 

A lo largo del estribor del Moby Dick, Shanks seguía un rastro de llamas azules.

 

–Avecita…

 

–No pienso unirme a tu tripulación.

 

–Avecita.

 

–Que no.

 

–Avecita.

 

–Deja de seguirme.

 

–Avecita.

 

–Déjame vivir.

 

–Avecita.

 

–¿Qué, Shanks? ¿¡Qué!?

 

Las mejillas sonrojadas por la ira no pasaron desapercibidas para el pelirrojo. Satisfecho por la efusiva respuesta, una sonrisa enorme y llena de promesas nació en el rostro bajo el sombrero.

 

–Te creció el trasero.

 

–¡Vete al infierno, cabrón!

 

Una lluvia de plumas azules y doradas cerró la declaración.

 

 

*

 

 

Sobre el descampado, los cocineros de ambos barcos iban de un lugar a otro para alimentar a las tripulaciones fatigadas tras el combate amistoso. Thatch sonreía divertido, adoraba la algarabía y el ruido que los rodeaba. Sus manos facilitaban platos y alcohol sin reserva alguna.

 

“Esto es lo que tiene ser parte de las tripulaciones más poderosas”.

 

De pronto, Marco apareció frente a él. Una expresión nerviosa gobernaba su rostro, dedos y uñas golpeteaban sin descanso su antebrazo, una y otra vez, una y otra vez.

–¿Marco? –los ojos azules, casi cristalinos de su hermano le obligaron a detener su faena–, ¿estás bien?

 

–Me está persiguiendo, Thatch.

El ceño ligeramente fruncido y sus labios torcidos casi formando un puchero sólo volvían mucho más extraña la escena. ¿Desde cuándo Marco se ponía nervioso? Un extraño tono rosáceo iba apoderándose del angustiado rostro.

 

–¿Eh? –preocupado y dispuesto a repartir exterminio, buscó entre la multitud al sujeto que se había atrevido a acosar a su hermano–. ¿Quién te está molestando?

 

A Oyaji no le daría gracia que algún subordinado de Roger hubiera decidido ir sobre uno de sus hijos pequeños. O peor aún, que un nakama se hubiese atrevido a romper el diminuto código que los gobernaba.

 

–Es que… –sin poder terminar de hablar el estruendo de un impacto los irrumpió.

 

Una mancha rojiza, seguida de un sombrero de paja volador y el grito desesperado de Buggy fue lo único descifrable de la escena plagada por llamas azules.  Desde el suelo, Marco gimió fastidiado cubriéndose el rostro,  arriba de sus caderas descansaba un sonriente y satisfecho pelirrojo. El silencio sepulcral de las tripulaciones ante la escena no hacía más que empeorarla.

 

–¡Te atrapé! –la orgullosa declaración de Shanks fue seguida por un agudo gemido bajo él.

 

Thatch observaba anonadado como el grumete de Roger se columpiaba arriba del fénix. Un aterrado Buggy jaloneaba del brazo a su compañero, aumentando la fricción entre los dos caídos.

 

–¡Quítate de encima! –Marco comenzó a transformar sus piernas en garras y…

 

–¡Shanks!, ¡Buggy! ¡Basta! –El rugido de Rayleigh y su puño contra la cabeza del pelirrojo resonó por todo el lugar.

 

Un silencio sepulcral gobernó la fiesta, para segundos después ser remplazado por estruendosas risotadas. En el epicentro del desastre, el caballero oscuro arrancaba a un renuente Shanks de las caderas de Marco

 

El aprendiz de cocinero miro desconcertado a su hermanito… Estaba casi seguro que podía haber evitado caer al suelo.

 

“¿Qué carajos…?”.

 

 

 

 

 

*

 

 

A veces, Buggy  se cuestionaba por qué,  por qué repetidamente continuaba sucumbiendo a las peticiones absurdas de Shanks. Es decir, el sujeto en cuestión ni siquiera era su amigo, sólo lo soportaba porque el Capitán Roger los obligaba a coexistir. Quizá, inconscientemente, era porque pensaba que la obsesión primaveral de Shanks conseguiría, por fin, que el Capitán lo expulsara del Oro Jackson…

 

–Vamos Buggy, álzame un poco más…

 

Desde sus hombros, los pies de su compañero se clavaban sin reparo. Amurallados contra una de las paredes del Moby, Buggy maldecía el instante en que había aceptado seguir al idiota pervertido de su compañero.

 

–Estás muy gordo, no puedo.

 

–Gordo tengo el…

 

–Si Rayleigh-san nos castiga, me quedaré con tu porción de comida por una semana y…

 

–Sí, sí, lo que sea… ¡Oh!...Oh…

 

–¿Qué?, ¿Qué sucede? –intrigado e ingenuo, decidió descubrir por sí mismo que podría haber hecho callar la bocota del pelirrojo. Sin pensarlo demasiado separó su cabeza y manos, para después flotar y asomarse tras el cristal.

 

Unas pequeñas ventanas a centímetros de la pared funcionaban como tragaluces para iluminar…los baños del Moby Dick. Dentro, las siluetas conocidas de Jozu y Marco se avistaban.

 

Ajenos a los ojos que los vigilaban, terminaban su rutina de aseo. Ajeno al imbécil, pervertido asqueroso que se escondía tras la pared, Marco se inclinaba para tomar su toalla y secarse, piel blanca a travesando de la espalda hasta…

–¡Oh Dios mío, no! ¡NO!

Las manos apresuradas de Buggy taparon los ojos de su nakama. Su cabeza volaba presurosa hacia su cuello, rogando no ser descubiertos. Lo súbito del movimiento hizo que ambos cuerpos se estrellaran contra el piso.

 

El grito y azote de ambos polizontes alarmó a los otros piratas, un revoloteo y el rostro de Marco los encontró a través de la ventana, la puerta del baño se abrió de súbito dejando ver a Jozu con una toalla a la cintura. Descubiertos, una serie de gritos y protestas indescifrables fueron sucedidos por un alterado Vista que llegaba desde cubierta.

 

–¡Jozu!, ¡Marco! ¿Están…? –sus ojos cayeron sobre los intrusos. Un rostro travieso y sonrojado, junto a un semblante de pánico–. ¡¿Qué hacen aquí, mocosos pervertidos!?

Sin dar oportunidad a confesiones, dos golpes llegaron a cada cabeza.  Era una lástima que nadie notase la risita de Shanks impregnando de color las mejillas de Marco.

 

 

*

 

–Thatch –llamó Marco con una voz extremadamente dulce, mientras recostaba su rostro sobre la barra de la cocina. Sus enormes ojos se enfocaban sobre su hermano tras el otro lado.

 

–¿Sucede algo? –preguntó observando al recién llegado. Sin romper el instinto, sus manos y cuchillo continuaban pelando las papas para la comida.

 

–Necesito tu ayuda –los rasgos del más joven se iluminaron–. ¿Crees que podrías enseñarme cómo preparar un pollo?

 

El sonido del cuchillo escapando de sus manos y golpeando contra la mesa de trabajo acrecentó la cara de sorpresa del castaño.

 

–¿Qué?

 

–¿Puedes enseñarme a preparar un pollo? –dijo reacomodando su postura.

 

Con los codos sobre la mesa y el rostro entre sus manos, Marco le miraba con una inocencia forzada. El cocinero estaba seguro que podía notar como aquella espalda se arqueaba innecesariamente tras la barra.

–Marco –tomó el cuchillo y se acercó a su hermano–, ¿por qué quieres aprender a preparar un pollo?

–¿Para preparárselo a alguien? –respondió ladeando levemente el rostro, para después sonreír–. Escuché…que le gustaba el pollo hawaiano.

 

Un sonrojo comenzó a llenar las mejillas de Thatch, sus manos apretaron con fuerza el mango de su cuchillo.

 

–Marco… ¿Me estás pidiendo que te enseñe a preparar un pollo con piña para que se lo coma alguien?

 

–Para que se lo coma, sí –asintió efusivamente, dando pequeños brinquitos.

Para este momento Thatch estaba seguro de no era su imaginación la que fantaseaba con el entusiasta rebotar del trasero de Marco.

 

–¿Para qué se coma un pollo con piña?

 

–¡Sí! Para que se coma mi pollo con piña, sí.

 

Thatch no pensó dos veces antes de lanzar el cuchillo hacia el pelirrojo con sombrero que los observaba bajo una de las mesas.

 

–¡Marco, no! –gritó horrorizado viendo a su hermano reír y alejarse agitando el trasero.

 

 

*

 

 

Refundidos en el camarote que compartían, con más chichón que cabeza, Buggy sollozaba inconsolable. A su lado, Shanks devoraba feliz un chocolate. Su silencio, Buggy lo sabía a la perfección, era un ave de malagüero.

 

–Te odio, Shanks. Te odio y te maldigo eternamente –pronunció, como si eso fuese suficiente para anular su espiral de desgracias.  

 

Chomp.

 

El crujir del chocolate sólo era otra señal del horror que se avecinaba.

 

–Buggy… Su trasero es mejor de lo que pensaba –llamó con ensoñación, mientras para el horror de su compañero, lamía todo el largo de la barra de chocolate–.  ¡Tenemos que regresar!

 

–¡No imbécil!, ¡no tenemos que regresar!, ¡tú tienes que dejar de pensar con el pene! –enfurecido, golpeó la cabeza del pelirrojo, arrojándolo al suelo con todo y chocolate.

 

Ojalá se hubiese roto los dientes.  

 

 

*

 

 

–Buggy, Buggy… ¡Buggy!

 

–¡¿Qué?!

 

–Necesito tu ayuda. ¡Es importante!


–No pienso volver a alzarte por la ventana.

 

–No, no… Sólo necesito que me acompañes, y me sigas la historia.

 

–¿Qué historia?

 

–Tú sígueme la historia.

 

–No, Shanks, ¿qué historia?

 

–¡Anda! Y te daré el mapa del tesoro que Rayleigh encontró…

 

–…Está bien.

 

 

*

 

 

Sentados sobre la barandilla del Oro Jackson, los aprendices de Barbablanca conversaban animados. Miembros de ambas tripulaciones se encargaban de terminar el recubrimiento del Moby Dick. La proximidad a la Isla Gyiojing parecía acrecentar el buen ánimo de los piratas. El resonar de unos pasos capturaron la atención del grupo, frente a ellos los dos grumetes de Roger se aparecían.  La mirada seria de Shanks no pasó desapercibida por ninguno de los presentes.

 

–Marco.

 

Los ojos del rubio se clavaron sobre el otro adolescente. Había un ambiente extraño, e inevitablemente el portador del fénix sintió un vacío en el estómago. No lograba recordar la última vez que había percibo seriedad en aquel rostro lleno de travesura.

 

–Pensé que era importante que supieras por mi boca la verdad –los ojos de Izo y Thatch viajaron del pelirrojo a su hermano, preocupados.

 

–No volveré a molestarte –la duda general plagó todos los rostros, incluido el de Buggy–. Entendí que no estás interesado en mí, así que creo que lo mejor es pasar página, además… Tengo pareja.

 

–¡¿Qué?! –las voces de Jozu y Thatch resonaron.

 

La mirada de Marco se tornó oscura, una de sus cejas se levantaba con inquisición. No había ninguna otra señal de emoción en su rostro. Junto a Shanks, el peliazul asentía con firmeza.

 

–Buggy yo somos novios –Declaró.

 

Apretando la mano de su compañero, quien continuaba asintiendo, el pelirrojo lo besó ruidosamente. El contacto de labios contra los propios trajo de vuelta a la realidad al dueño de la nariz roja: el horror comenzó a desfigurar su rostro al imaginar las espantosas consecuencias del beso. 

 

Un gritillo agudo escapó de la garganta del cocinero. A su lado, Izo y Jozu miraban con pánico a su hermano: la mandíbula de Marco se habría separado de su cráneo de ser posible. Llamas, llamas azules comenzaron a nacer de su espalda hasta que sus alas tomaron el control de su cuerpo; pies transformados en garras y ojos claros en índigo. Un espantoso sonido parecido al tronar de los nudillos escapó de la forma del fénix.

 

–¡Hijo de tu…! –aterrorizado, Buggy se alejó súbitamente de su compañero, cayendo al suelo.

 

Una sonrisa victoriosa apareció en el rostro de Shanks, regocijándose en sus acciones, alzó su mano y apretó su sombrero de paja contra su cabeza: avecinaba aires huracanados.

 

–Voy a descuartizarte, pelirrojo estúpido –advirtió Marco, para después dirigir su mirada al suelo–. Y a ti payaso de porquería, te haré paleta…(1)

 

–¡No! Marco, ¡no!, ¡NO! –rogó de rodillas. Enormes lágrimas nacían de sus ojos.

 

–¡Yo no soy novio de nadie! –jaló aire con fuerza y gritó–. ¡A mí no me gustan los pitos! ¡LO JURO!

 

 

*

 

 

Spencer tomaba su cerveza en silencio, observando a sus nakamas relajarse y disfrutar la fiesta. Los encuentros con los Barbablanca siempre auguraban combates y celebraciones memorables. De pronto, notó que uno de los chiquillos de Newgate se le acercaba. Unos ojos azules, cristalinos, se clavaron sobre él y de pronto, el deslizar de una pierna contra otra le obligó a tomar un trago largo. Una realización abrumadora enredó su bajo vientre, definitivamente Marco había dejado de ser un niño. ¿Cuántos años tenía?, ¿17?, ¿19?, ¿y eso  que importaba?... lo único importante aquí era que esas caderas no podían haber aprendido a contornearse así de la noche a la mañana. Dejó que sus ojos vagaran por el cuerpo frente a él: pecho desnudo y contorneado por músculos hasta el final del vientre, cintura pequeña, piernas largas…

 

–Spencer-san –la voz amable y el modo respetuoso de dirigirse era completamente distinto a los niños de su tripulación.

Spencer dio un trago a la cerveza sin poder dejar de mirar al usuario del Fénix, quien se había detenido demasiado cerca de él. Había algo escondido en su sonrisa suave y actitud complaciente, sonrió para sí, eran hombres de mar después de todo…

 

–Vista ha tenido que salir a una misión –comenzó con una sonrisa que le iluminaba las mejillas–.  Usualmente él se encarga de mi entrenamiento con la espada y no quisiera perder el día… Así que me preguntaba… ¿Sería tan amable de ayudarme mañana?

 

Jodido mocoso, jodido, endemoniado y adorable mocoso ¿En qué momento se había transformado en un hombre y en que jodido momento sus nakamas olvidaron enseñarle a abrocharse los botones de la camisa?, y sobre todo, ¿por qué tendría que ser él quien se interpusiera en los deseos de aprender de un joven pirata?

 

–Claro… ¿Por qué no? –Sus ojos chispearon entre las sombras de su fleco sin dejar de ver al rubio– estoy seguro de tener un par de trucos que enseñarte con mi espada.

 

Una sonrisa enorme y ligeramente torcida cerró su promesa.

 

Sin esperar algún tipo de respuesta,  tal vez por el alcohol o  gobernado por la endemoniada mirada llena de travesura y promesa del rubio,  jaló suavemente la cinturilla azul que apretaba las caderas frente a él, indicándole sin palabras que le acompañase en el suelo. Obediente, el grumete descendió,  haciendo que sus muslos rosaran sutilmente contra sus piernas abiertas. Al diablo los juegos de palabras, alzó su mano y…

 

Un revoloteo azul, una patada que casi le destroza la hombría y una serie de saltos por parte de Shanks  fue todo lo que consiguió registrar antes de ver al condenado rubio enfocar toda su energía en el otro pelirrojo.

 

–¡Esto no es gracioso Marco!


El grito cabreado que casi se comparaba a la genuina e inocente frustración de Spencer, fue seguido por las suplicas provenientes de un agotado Buggy.

 

–¡A mí me lo parece! Además: ¡Tú comenzaste, idiota!

 

Una serie de carcajadas y giros en el aire fue todo lo que consiguieron ambos hombres antes que el causante del caos volara de ahí. Antes que los tripulantes del Oro Jackson pudiesen explicar cualquier cosa los puños de Rayleigh azotaron las cabezas de los dos afectados.

 

–¿Pueden dejar de pensar con el pito, par de idiotas?

 

–Rayleigh-san–lloró Buggy al verse salvado por su vicecapitán. 

 

Era una pena que Rayleigh estuviese demasiado enojado para notar la diferencia y su puño se estrellase contra la cabeza del peliazul. Los sollozos del menor resonaron sin consuelo

 

–Los odio…los odio, putos pelirrojos pervertidos.

 

 

*

 

 

A pesar de las enemistades iniciales. Izo tenía un especial cariño por Marco, es decir, Jozu y él habían sido decisivos para que el Moby Dick se volviera su hogar. Y, sin exageración, su hermano era no sólo un mocoso divertido sino un niño adorable sin proponérselo. O eso, o eso pensaba hasta que un demonio pelirrojo los arruinó a todos por completo.

 

Desesperado, llevó una de sus manos a su rostro. ¿Desde cuándo Marco había comenzado a llevar la camisa abierta?, ¿cómo es que su adorable hermanito había pasado de regresar con la ropa hecha jirones a comenzar a usar pulseras, aretes  o…? Un sonrojo le llenó las mejillas por un momento. ¿En qué momento su hermano había comenzado a usar pantalones ajustados? Un gemidito angustiado escapó de su garganta.

 

El estúpido bebé piña no tenía derecho a esto. Es decir, su idiota, estúpido, hermano piña tenía que enamorarse cursimente y vomitar arcoíris no… no estar recargado sobre la baranda alzando el culo y arqueando la espalda para que el tarado demonio pelirrojo babeara por su trasero.

 

“¡Alguien detenga esta locura, por favor!  ¡Oyaji, deja tus estúpidas sesiones de sake con Roger y salva a tus hijos!”, gimió para sus adentros mientras cubría por completo su rostro con ambas manos, resignado, aunque no lo suficiente como para arruinar su maquillaje.

 

 

*

 

 

–Buggy… ¿Te gusta el pollo asado? –peguntó con tono curioso Shanks.

El aludido estaba sentado sobre la cubierta del Moby con sus piernas saliendo entre los barrotes de la barandilla. Su rostro desenfadado se llenaba de aburrimiento esperando a que terminaran de recubrir el Oro Jackson.

 

–Uh… ¿Si? –contestó fastidiado, sin prestar atención al pelirrojo que miraba el andar de la tripulación. La espalda de Shanks descansaba sobre la madera.

 

–¿Y cuál es tu parte favorita?

 

–Eh… –frunció el ceño, hundiendo su cabeza entre los barrotes–. ¿La pechuga?

 

–La mía son los muslos –sus ojos estaban fijos sobre unas piernas apretadas por mezclilla azul–, los gordos y jugosos muslos de Marco…

 

–¡Puta madre, Shanks! –se levantó de inmediato golpeando su cabeza contra la baranda antes de emprender huida–. ¡Deja de arruinarme el pollo, jodido pelirrojo depravado!

 

 

*

 

 

No.

 

Esta broma había dejado de ser graciosa hace MUCHO. Esta justicia divina era inmerecida. Thatch estaba seguro que jamás había causado tanto daño como para recibir un castigo con tal magnitud. Se jaló el cabello irritado: si volvía a ver a Marco alzar el culo para que el puto chiquillo de Roger se quedara babeando iba a matar a alguien.

 

Al demonio su filosofía de no usar cuchillos de cocina para matar personas.

 

“Es que gracioso, Thatch”, su puta madre era graciosa y todos en el Moby eran huérfanos. Gimió. Estaba harto de ver a esos dos idiotas pellizcarse el trasero por todos lados. Estaba seguro, SEGURO que los vio besándose, si se podía considerar todavía como beso ese…ese despilfarre de saliva. Si se los topaba una vez más jalándose los pantalones iba a arrojarlos por la borda y así darle un BUEN motivo a su hermano para dejar que el demonio pervertido le metiera la lengua entre los dientes. 

 

 

 *

 

 

–Quiero a Marco –sentenció con firmeza. En su mano llevaba una cadena dorada con destellos azules.

 

–¿Eh? –la duda colectiva respondió.

                   

Los ojos de Vista y Oden fueron contra Edward y Shanks. El adolescente se erguía hasta lo imposible, tratando de imponerse al capitán. Ni Roger, ni Rayleigh se miraban por ningún lado, de hecho… ¿En qué momento el grumete del Oro Jackson había subido al Moby sin que nadie lo notase? Había que reconocer que el chiquillo era, no sólo insistente, sino intrigante. Además, la ausencia de Marco no podía ser coincidencia.

 

–He dicho –toma aire–. Quiero a Marco. Te reto a un duelo por él.

 

–Guaraguara, chiquillo imprudente, te faltan vidas para considerar desafiarme… Ten tu propia tripulación y quizá tengas oportunidad de seguirme el paso.

 

–No me importa lo que digas, anciano –su mano apretó con fuerza la cadena–. Marco es mío y se unirá a mi tripulación.

 

–Eres un mocoso insolente, ¿no es así? –sus ojos destellaban diversión, Oden reconoció esa mirada inmediatamente, era la misma que usaba Newgate antes de enfrentarse a Roger. Una sonrisa amenazante apareció.

–Reconozco tu valor. Así que, dime, pelirrojo, ¿por qué quieres a mi hijo?

 

Un sonido de indignación escapó de la boca del mocoso como si aquello le ofendiera profundamente. Sin despegar sus ojos del consagrado pirata frente a él, dejó salir una sonrisa enorme.

 

–Porque es perfecto para mí. Es inteligente,  fuerte… ¡Es un fénix! Sus ojos son preciosos y tiene un…

 

–Guaraguaraguara.

 

–¡Oyaji!

 

El grito avergonzado de los demás adultos aumentó la carcajada de Barbablanca, a su lado Oden se partía de risa sin reparos. Este romance adolescente era la alianza pirata más interesante que habían visto nacer en el Nuevo Mundo.

 

 

*

 

 

Arremolinados entre las cajas de cargo, Shanks deslizaba su mano a través de las caderas de Marco. Sus ópalos celestes se transformaban en llamas brillantes, tan encendidas como el color de sus alas. En su cadera deslumbraban destellos dorados que danzaban sobre el azul de su cinturilla; manos que escapaban de los laterales a la curvatura de la cadera y renacían, y se perdían bajo una capa de tela morada hasta revelar la piel. Una piel suave, demasiado suave para pertenecer a la sal y el cielo. Ensimismado por el movimiento de la pelvis que comenzaba a reconocer contra la suya, tomó una ligera distancia para admirar su trabajo.

 

–Es como verte danzar sobre el cielo, ¿no, Avecita? –susurró llevando su boca al cuello del rubio y acariciando el nuevo cinturón sobre las caderas que adoraba. Labios gruesos abriéndose, dejando escapar el roce de la piel a través de la lengua.

 

–Eres un idiota–respondió acortando el aire, enredando sus manos a través del cuello y las hebras rojizas que atardecían entre sus dedos. Su lengua acarició suavemente los labios inquietos y mordisqueados que se abrían para él.

 

En el reconocimiento de las lenguas hubo un sonido húmedo extendiéndose a través de toda la piel. Aire agotable extraviado entre unas manos que encontraron el nacimiento de las piernas y el cruce de ellas sobre caderas, hasta la liberación de las pelvis y el fuego.

 

Un sombrero de paja, desde el suelo, los observaba en silencio hasta que una lluvia morada lo cegó.

 

 

*

 

 

Enfurecido, Buggy comenzó a golpear a su nakama. Entre risas, el otro sólo se dejaba maltratar sin permitir que su sombrero cayera al suelo.

 

–¡Ya, ya! ¡Rómpele el culo, arráncale el pito!, ¡no me importa, Shanks, pero YA cógetelo y déjame vivir en paz!.... ¡RAYLEIGH! ¡Shanks sigue queriendo cogerse al puto pollo! 

 

El gemido cabreado de Rayleigh los alcanzó junto a sus puños.

 

 

*

 

 

Un revoloteo seguido por destellos dorados fue lo último que observaron antes que Marco emprendiese vuelo hacia la isla. Sobre cubierta, con rostros derrotados y acompañados por un grumete invasor, los más jóvenes de las tripulaciones compartían dolor y desesperación.

 

–Te miras terrible, payaso triste –declaró Thatch. Junto a él, Izo se pintaba las uñas con delicadeza.

 

–Te mirarías igual si tuvieses que compartir camarote con un idiota, pervertido, cabeza de pene.

 

Jozu dirigió una mirada preocupada a sus hermanos, solemnes y en silencio, compartían duelo por la inocencia de Marco.

 

–Eres un llorón –mofó Izo.

 

–¿Yo?, ¿un llorón? ¿Tienes idea de cuantas veces me ha despertado a media noche, gimiendo sobre lo redondo o apretado que es el culo de su maldita avestruz azul? –jaló desesperado su gorro ante la mirada escandalizada de los otros–. Si escucho algo así una vez más, ¡voy a suicidarme! Además, ¿Qué cabeza crees que pagó el precio por robar un cinturón de oro con diamantes color pollo flameado?

 

–Vamos, vamos –trató de interceder con voz relajada el cocinero–. No puede ser tan malo…

 

–Ni pidi sir tin mili –su nariz roja pegó un respingo, mientras gruñía–.  ¡Esperen a que su hermanito comience a hacer lo mismo y los escucharé rogando misericordia!

 

El horror colectivo se desató y el pánico se apoderó del grupo al realizar simultáneamente las terribles consecuencias de su trágico destino.

 

“No,no,no,no”.

 

Tenían que detener ese futuro costase lo que costase y estaban dispuestos a sacrificar a quienes fuera necesario para lograrlo.

 

 

*

 

 

El plan era sencillo. Sólo debían encerrarlos en el cuarto del Oro Jackson, después de todo, los grumetes tenían su propio camarote, lo que venía perfecto. Separado de otros tripulantes descartaban interrupciones,  además,  entrada la fiesta sería imposible que alguien se percatase… Y bueno, se rotarían para vigilar que Rayleigh no subiera al barco.  Era sencillo, no había lugar para el error.

 

O eso pensaba Izo mientras ordenaba la habitación. Porque si bien, el demonio  no se merecía nada, se aseguraría que al menos el lugar fuera lo suficiente decente para su hermano. Con cuidado y tras arreglar la cama, colocó una de las pequeñas lámparas de aceite y un par de velas. Sin previo aviso sus hermanos y Buggy entraron al camarote.

 

–¡Awwww! –Jozu miró con ilusión las pequeñas velas.

 

Con cuidado, Izo colocaba pétalos de flores entre las sabanas. Una pequeña sonrisa surgió en el rostro cuidadosamente arreglado del pelinegro, su hermano era un completo romántico y su enorme tamaño era proporcional a su corazón.

 

–¡Hemos traído lo que faltaba! –dijo Thatch satisfecho, dejando una caja de madera en el piso, Izo lo miró desconcertado tratando de entender a qué se refería.

 

–¡Si!

 

¿En qué momento Buggy había comenzado a estar motivado con todo ello? Alzó una ceja increpándolos. Fuera lo que fuera estaban demasiado contentos, así que lo que hubiesen planeado no podía ser bueno.

 

–¿De qué están hablando par de idiotas?

 

–¡De las piñas, DUH! –exclamó el cocinero sacando dichas frutas de la caja.

–¡Del alpiste! –siguió Buggy mostrando una bolsa en su mano.

Una vena comenzó a romper el perfecto maquillaje de Izo, justo antes que desenvainara su pistola y con el dorso de ella golpease a ambos idiotas.

 

–También trajimos jarabe de chocolate, seguro así Shanks se come por completo a Marco –sonrió Jozu contento, mostrando el jarabe de la caja.

 

–¡No, Jozu, NO! –exclamó horrorizado–. ¡Son una sarta de tarados!

Exasperado, Izo gimió antes de golpear dos veces más la cabeza del cocinero.

 

 

*

 

–¡Y no salgan de ahí hasta que dejen de portarse como tarados! – Gimotearon colectivamente.

 

Unas extrañas risas les respondieron, seguidas del golpeteo de una tranca contra la puerta… Esa “tranca” no la había puesto ninguno de ellos ¿o sí? Una mirada general fue suficiente para que el pánico y el horror se desatasen para siempre.  

 

 

*

 

La saliva escurría de la comisura de sus labios y a través de las pestañas sus pupilas transformaban sus tonos celestes en llameantes matices índigo. La boca de Shanks volvió a devorarlo y al compás de las lenguas sus tobillos acariciaron el nacimiento de la espalda bronceada.

 

Chasquido de piel. Sonrisas relamiéndose. Ondulares acariciando las sombras de las velas.

 

Una contracción desarmó la elevación de la pelvis, vientres y pechos chocando, carne prisionera. La humedad se extiende, los músculos ensanchan, aprietan, distienden y atrapan hasta agotar segundos y aire.

 

–Shanks –órdenes y plegarias–. ¡Más fuerte!

 

Dientes abriendo la carne hasta llenarse la boca de flamas. Obsidianas relampagueantes bebiendo las palpitaciones frente a ellas. Bajo los muslos la tensión redescubrió las formas mutuas e insaciables.

 

–¡Marco!

 

 

*

 

 

Las horas pasaban y Marco no regresaba a los dormitorios. Plagados de nervios, los murmullos entre Thatch e Izo no podían evitar reaparecer constantemente.

 

–¿Ya regresó?–el tono entre curioso y preocupado de Izo no pasó desapercibido para Thatch.

 

–No… –sonrió suavemente y sus ojos encontraron la mirada almendrada de su compañero entre la oscuridad del camarote.

 

Izo alzó ligeramente una ceja, el castaño le miraba perturbadoramente atento. Un mal presentimiento le retumbó en las entrañas.  

 

–Oh no… No, no…no. ¡NO!... ¡Ni lo pienses, cocinero pervertido! –la voz escandalizada de Izo resonó. Un lamento desconocido en la habitación asustó a los dos insomnes.

 

–¿Buggy…? –entre las sombras una nariz roja relucía desde la cama de Marco–. ¿Qué mierdas haces aquí?, ¿en qué momento entraste?

 

Izo miraba desconcertado al invasor.

 

–Buscando asilo… –lloriqueó diciendo algo indescifrable entre mocos y lágrimas regordetas.

 

–Habla bien, idiota –señaló Thatch sintiendo un poco de lastima por el pobre grumete.

 

–Siguen en mi cuarto –exclamó rompiendo a llorar–. ¡Nunca más quiero dormir en esa cama!

 

Los otros dos lo miraron y resoplaron al unísono… al menos todo este desastre acabaría pronto y no tendrían que volver a lidiar con esto.

 

 

*

 

No.

 

No fue ni por asomo la última vez que tendrían que lidiar con eso

 

Mientras pasaban los días, los encuentros, las desapariciones, los agarrones, las miradas tenebrosas, los sonidos horripilantes y las visiones demoniacas aumentaron. Horrorizados por las inhumanas posturas y sonidos que habían visto emerger de sus nakamas, los grumetes de ambos navíos convirtieron en una recurrencia las sesiones de apoyo grupal. Alguien debía salvarlos de la locura.

 

–No se preocupen –dijo nervioso Thatch, encendiendo un cigarro, tratando de aprender a fumar junto a Izo–, la novedad se les pasará pronto y estaremos tranquilos en cualquier momento…

 

 

*

 

No.

 

No se les pasó pronto, es más, jamás se les pasó. Y peor aún, los inocentes bastardos de esta historia nunca más volvieron a conocer la calma y la cordura.

 

De hecho, durante las décadas posteriores, Thatch lloraría recordando su ingenuidad juvenil.

 

Pobres, pobres almas en desgracia.

 

 

*

 

Las miradas de Buggy, Jozu, Thatch e Izo se encontraron. Decepcionados, observaban el recuento de los daños a través de la apariencia escandalosa de los recién llegados. Thatch observó su cigarrillo y después los vasos de cerveza que tenían en sus manos, tal vez, sólo tal vez, existía la posibilidad de que alguna maldición del Nuevo Mundo les hubiese azotado o caído sobre sus bebidas y cigarros. Frente a ellos, Shanks y Marco irradiaban desastre. Los cabellos de ambos estaban completamente enredados entre extrañas plastas que parecían amalgamar los nudos. La piel rasguñada, con sangre seca y moretones de Shanks era visible desde sus manos hasta la nuca; en su rostro relucía una sonrisa monstruosa adornada por labios mordisqueados. Marco sonreía con languidez junto a él, tras el final de la tela morada, brillaba una cinturilla naranja casualmente idéntica a la que había desaparecido de la cintura del pelirrojo. Pero quizá lo más espantoso de percibir era el botón perdido de los pantalones de Marco, un ojal casi tan ausente como el aire de los presentes.

 

La fiesta había desaparecido para los aprendices, decepcionados porque los puños de Vista o Rayleigh no se manifestaran para salvarlos. Todos estaban demasiado borrachos para notar el acontecimiento, o tal vez, resignados como ellos habían dejado al río seguir su cauce (o al incendio devorar la isla). Izo suspiró, incapaz de encontrar las fuerzas para llevar la boquilla a su boca. ¿Por qué sus capitanes los habían abandonado? Masculló, seguramente el Señor Oden, Roger y Newgate estaban alejados del resto en una de sus conversaciones importantes…  

 

–Marco –la voz atragantada de Thatch rompió el silencio.

 

Un aura relajada y complacida rodeaba los rasgos del demonio y su hermano. De un momento a otro descubrió terribles verdades: la mano del pelirrojo estaba enganchada al pretil del pantalón de Marco y en el cuello del rubio había un cuadro de tonos morados y rojos con la distintiva huella de unos dientes.

 

–Olvidaste el cuello –gimoteó, mientras los ojos de todos caían sobre el olvido del fénix.

 

Un chillido de horror escapó de Buggy, Jozu se transformó en un tomate, la elegancia desapareció de Izo en forma de ojos desorbitados y una mandíbula desencajada.  Thatch  no pudo cerrar la boca tras pronunciar palabras hasta que, horrorizado, notó una extraña curiosidad despertando bajo su vientre…

 

–¡Marcooooo!

 

–¡Son unos cerdos!

 

–¡Oh Dios mío, apestan a….!

 

Crueles carcajadas escaparon de ambos demonios; ojos negros y brillantes, casi cerrados resplandecían entre antorchas y estrellas; los orbes azules, demasiado transparentes para ser honestos relampagueaban travesura y satisfacción. La dantesca obra se acrecentó cuando sin ninguna consideración por los espectadores, Shanks decidió jalar hacia su pelvis el trasero de Marco y en respuesta, el rubio hundió sus caderas en él, volviendo explicita la aceptación del gesto.

 

Los gemidos desesperados, avergonzado e intrigados de los otros adolescentes resaltaron de entre el bullicio y la fiesta, atrayendo la atención general hacia ellos. A lo lejos, las miradas de Rayleigh y Vista ardieron. Complacidos con los resultados, Marco se giró para besar a Shanks, quien se quitaba el sombrero y lo colocaba en la cabeza de su nuevo novio.

 

–¡Mocosos endemoniados! –gritó Vista, seguido por el quejido agotado de Rayleigh.

Era demasiado tarde.

 

Entre risas, llamas azules y las maldiciones de los demás grumetes, ambos chiquillos escaparon de ahí.

 

 

 

Fin

 

 


 

 

Epilogo I

 

 

–Eres un idiota arrogante, egocéntrico, del tamaño de….

 

–Mi pene, lo sé –sonrió jalando al rubio para devorarle la boca. La mano que lo atrajo desparecía ahora bajo la camisa del otro pirata dejando ver entre destellos la piel blanca contra sus dedos bronceados.

 

A metros de ahí, con el rostro desencajado y la sorpresa apoderándose de su ser, Ace observaba anonadado la pelea entre su comandante y Shanks. A sus lados, Ben, Thatch, Jozu e Izo intercalaban miradas entre ellos y el show de sus nakamas.  El aroma a tabaco saturaba el aire, exasperados por el exhibicionismo frente a ellos, cigarro tras cigarro constataban que no había nicotina suficiente que pudiera atrofiarles los pulmones lo suficientemente rápido como para acortar los años que les quedaban por vivir.

 

Qué alguien se apiade de ellos y los arroje por la borda…

 

–Shanks… Shanks y Marco… ¿Shanks y Marco son…? Entonces…Entonces, Marco…

 

La contrariedad del novato preocupó a los mayores. Izo mordisqueó su labio, quizá para ellos esta historia era un lugar común y a decir verdad, las décadas en mar abierto junto a enfermos como esos dos curtían la capacidad de asombro de cualquier pirata, pero Ace…  su tiempo en el Nuevo Mundo era breve y sobre todo, era la primera vez que presenciaba la interacción de los tortolos atemporales.   El rostro de Ace no dejaba de mutar y los balbuceos indescifrables continuaban. Frunció el ceño ligeramente e intercambió miradas con Thatch, ¿tal vez nunca había visto a dos hombres juntos? Aunque eso no tenía sentido, estaba seguro de haber notado la mirada del novato recorrer a más de un miembro de la tripulación… Suspiró resignado, ¿para qué engañarse? Presenciar los espectáculos obscenos e innecesarios de Marco y Shanks, justo después de ver sus “peleas” (flirteos) era una pesadilla que había durado veinticinco largos años…   

 

–Oh Ace… –comenzó Jozu con una voz tranquila y palmeando con suavidad la espalda del menor–. Sé que puede ser difícil  de comprender, pero Shanks y Marco han estado juntos desde hace muchos…

 

–¡Marco es la mamá de Luffy! –gritó Ace saliendo de su estado de shock.

 

–Dios mío santo, Ace, eres igual de imbécil que esos dos –sentenció desesperado el samurái, resignado ante la evidente ausencia de neuronas en cubierta. Con una de sus manos cubrió su rostro y con la otra golpeteó la boquilla de su cigarro dejando al piso la ceniza y su fe

 

–¡Se acabó! ¡Renuncio! ¡No me pagan lo suficiente en este barco para seguir soportando esto! –gimoteó Thatch destrozando su peinado.

 

A su lado, con largas y silenciosas cadenas de lágrimas, Jozu contemplaba la tierna presencia de su hermanito siendo devorada una vez más por la boca del emperador enemigo.

 

Dejando escapar una risilla, Ben dio otra bocanada a su cigarro para después chasquear la lengua.

 

–Vaya –sonrió dejando escapar el humo–, quien hubiera imaginado que Buggy sería el más inteligente de todos ustedes al huir de aquí.

 

Una carcajada profunda cerró sus palabras, a la par que disfrutaba los rostros avergonzados, enfurecidos e idiotas de los otros.

 

Los comandantes del Moby Dick se miraron derrotados y deprimidos entre ellos, a su lado,  su pequeño, nuevo y estúpido hermano menor continuaba atento al intercambio entre la pareja de piratas. Casi como revelación simultánea, la indignación se apoderó de los ofendidos ante el atrevimiento del pirata visitante.

 

El descaro.

 

–¡Tú! –señaló Izo mientras golpeaba con su dedo el pecho del Red Hair–. ¡Tú seguiste a Shanks cuando ya estaba obsesionado con Marco!  ¡Así que no tienes derecho a decir nada! Es más, ¡eres peor que cualquiera de nosotros!

 

Su mirada acusatoria y el golpeteó contra los músculos de Ben no se detuvieron. Divertido ante la atención del otro pistolero, el acusado dejó salir un rastro de humo por la comisura de sus labios.

 

 


 

 

Epilogo 2

 

–Por cierto, Luffy –llamó Ace sin despegar la mirada de la enorme sonrisa en el rostro de su hermano–. Conocí a tu madre…

 

 

Notes:

(1) – Hacerlo paleta es por un chiste “nacional”, en México existe una paleta llamada “Paleta payaso” (Recuerden niños: no está bien burlarse de las narices rojas).

N/A: ¿Sorpresa? *escucha grillos* ¿Perdón por vivir y escribir esta atrocidad? ¿Prometo volver a mis usuales y malos melodramas pronto? *se hace el harakiri*.

Les contaré una historia graciosa llamada este fanfic lo terminé a mediados de marzo PERO olvidé subirlo, ¿por qué? Porque así soy, así soy (inserten meme de los changuitos de Ikea). En honor a la verdad, todo esto nació para divertir a mi Dany bb, ser de luz que lee mis estupideces y me acompaña en esta terrible misión de aprender a usar guiones largos. Gracias por tanto, bb, perdón por tan poco.

Esperen otros bebés terribles en camino, sobre todo porque tengo miles de plots de Shanks/Marco. Gracias por leer, dejar kudos y comentar.