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—¡Joven amo, Mo Liuxue! ¿Dónde está? —La chica llamó a gritos mientras buscaba a su alrededor con la vista—. ¡Joven amo, vuelva! ¡No me haga esto! ¡Ah! El emperador Mo Ran va a matarme. —Chilló con preocupación al mismo tiempo que corrió colina arriba.
Desde su escondite, el niño, de tan solo diez años, observó a la mujer alejarse. Y con sigilo se escabulló en la dirección contraria. Sus pasos lo condujeron hasta un área restringida; esta se encontraba custodiada por varios guardias y a excepción del emperador y un par de sirvientes, nadie más tenía permitido el acceso. Sin embargo, él encontró un punto ciego entre dos formaciones rocosas sobre la cima de la colina que servía como barrera natural.
A esa hora del día, la mujer que residía en esa parte del palacio estaba sentada en medio de su jardín artificial. Su atención puesta en las aves que revoloteaban entre los árboles de nísperos. Tenía aquella expresión extraña en el rostro, a simple vista lucía orgullosa, con la frente siempre en alto, pero su mirada estaba apagada. Ella desbordaba tristeza.
El niño se acomodó en su lugar para tener una mejor visión de ella. Observarla se convirtió en una de sus actividades favoritas, y la excusa perfecta para evadir sus duras lecciones. Aunque sabía que estaba mal, no tenía muchas actividades en las cuales distraerse por cuenta propia dentro del pico Sisheng, así que aprovechaba cada descuido para ir a saciar una de sus inquietudes más persistentes.
A pesar de que en su presencia todos evitaban tocar el tema, sin importar si preguntaba de forma directa, desde muy temprana edad supo que esa mujer no era su madre. Estaba acostumbrado a convivir con ella durante los eventos oficiales, cruzaban solo las palabras necesarias y debía soportar con una sonrisa fingida sus exagerados gestos dulces frente a la multitud. Porque lo sabía, lo que ella sentía por él, solo era odio y absoluto desprecio. Sin embargo, Mo Liuxue estaba bien con ello, lo que buscaba de aquella desconocida no se trataba de amor maternal, sino de respuestas y estaba decidido a obtenerlas ese día.
De sus mangas sacó un trozo de pergamino y lo desdobló con cuidado. Tenía la certeza de que esa carta que le robó a su padre y leyó infinidad de veces, fue escrita por su madre.
Al niño se le dieron a conocer los hechos más relevantes que acontecieron en torno a su nacimiento. Como la razón por la cual no podía abandonar el pico Sisheng sin la protección de una docena de guardias, o la tragedia que ocurrió durante su presentación de un mes de nacido, en la cual el emperador resultó gravemente herido por proteger a su pueblo. Sin embargo, cualquier cosa referente a su madre permanecía como un misterio. Su progenitor evadía el tema repitiendo lo mismo: «ella fue la más hermosa, buena, sabia y fuerte que alguna vez haya tenido la fortuna de conocer»; era obvio que para Mo LiuXue no bastaba con eso, él quería más.
Se puso en pie y sacudió el polvo de su ropa con una mano, mientras que con la otra guardaba su preciado tesoro. Antes de que diera un paso lejos de su escondite, la movilización de los guardias lo alertó; aguardó en silencio hasta que los hombres la escoltaron de vuelta a sus aposentos.
Aquel hombre de ojos color violeta, permanecía tranquilo sobre su trono. Con semblante expectante aguardaba a que uno de sus guardias informara sobre la situación.
—Emperador Mo Ran…
—Solo, Mo Ran. —Interrumpió con un atisbo de fastidio en la voz.
—Mo-Mo Ran —prosiguió—, son los hombres de Xue Ziming quienes dieron el asalto al palacio.
—Saben cuál es mi orden, deben repelerlos sin que haya una sola baja.
—Mi señor —Mo Ran contuvo las ganas de rodar los ojos tras escuchar como lo llamaba—, el levantamiento está controlado… pero…
—¿Pero? ¿Le ocurrió algo a Xue Ziming? —indagó apresurado.
—Protegimos a tantos blancos enemigos como nos fue posible, señor, pero…
—¡Habla ya! —Exigió con voz ruda.
—Se trata de su hijo, mi señor, no podemos encontrarlo.
—Una de las sirvientas quedó a cargo de su cuidado. A esta hora debería estar en sus lecciones de caligrafía. La ofensiva no tendría por qué perturbar sus estudios.
—Mi señor, lamento informarle que esa mujer vino a mí más temprano, el joven amo se escabulló por alguna parte del pico Shiseng y desde el ataque no hemos podido localizarlo.
—¿Acaso crees que se convirtió en un blanco fácil? Ese niño tiene la capacidad de enfrentarse a cinco hombres y salir victorioso. Incluso si se trata de Xue Meng —Mo Ran pronunció el nombre con amargura. Hacía tiempo que ninguno de los dos se batía a duelo directamente e imaginar que su hijo podría tomar su lugar le desagradaba. Después de su pausa dejó escapar un sonoro suspiro—. Creo saber lo que hace, ¿en qué dirección se ha ido Xue Ziming?
—Nadie vio a Xue Ziming o a los gemelos Mei durante el ataque. Seguro que fueron unos cobardes y decidieron mandar solo carne de cañón.
—¿Qué has dicho? —El guardia se encogió de hombros, listo para recibir su castigo—. ¡Maldito Xue Meng! —gruñó entre dientes al mismo tiempo que sacaba su espada—, te haré pagar por este maldito truco.
Mo Ran frunció el ceño en un gesto aterrador. Conocía a su hijo, sabía que ese niño tenía una fascinación por la justicia y el cumplimiento de las reglas; no obstante, su obstinado altruismo con la gente del pico Sisheng y sus alrededores, lo llevaban a tomar muy malas decisiones. Aún tenía mucho que enseñarle y tenía que darse prisa antes de que la situación se saliera de control, no quería que ninguno de los dos saliera herido, pues a pesar de que Chu Wanning no estaba más para interceder por el bienestar de Xue Meng, él seguía en deuda. Dejó atrás al guardia y emprendió su viaje al primer lugar que se le vino a la mente.
—Xue Ziming, ¿estás seguro de esto? —Mei Hanxue habló desde la entrada de la casa en ruinas.
Al oír aquellas palabras, la carga que llevaba sobre el hombro se removió, mas no hizo intentos por escapar, por lo que Mei Hanxue lo depositó con cuidado en una silla.
—Ata sus pies y manos, debemos evitar que escape. Después de todo, no sabemos lo que es capaz de hacer, los rumores dicen que ya formó un núcleo espiritual. —dijo Xue Meng dándole una cuerda plateada* al contrario.
Después de asegurarse de que su prisionero estaba inmóvil en la silla, procedió a quitarle la mordaza de la boca, pero conservó la venda de sus ojos. El pequeño tosió un par de veces antes de quedarse atento a cada sonido a su alrededor.
—Traeré algo de comer y beber —el hombre resopló con resignación al ver la penetrante mirada de su compañero sobre el infante—. Intenta no alterarte demasiado con él, es un niño. —Mei Hanxue le puso una mano sobre el hombro con gesto amistoso antes de abandonar la casa.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó con tono irritado mientras recargaba la espalda en una de las paredes.
—Wu Ming. —respondió sin titubear girando la cabeza en la dirección de aquella voz.
—¿Qué clase de nombre es ese? —Dio un gruñido al ver la sonrisa pretenciosa en el rostro del niño—. No importa, cuando ese perro de mierda libere a mi Shizun me aseguraré de encontrar a tu familia.
—No soy un prisionero —replicó de inmediato—. Mi única familia está en el pico Sisheng.
—Lamento decirte esto, pero todas las palabras bonitas que salen de la boca de ese hijo de perra, no son más que mentiras. Es seguro que todo este tiempo te ha engañado, pues los que vivimos fuera del pico Sisheng sabemos que Song Qiutong no es tu verdadera madre. —dijo sin una pizca de tacto.
—Es correcto —el menor secundó la afirmación—, la emperatriz Song no es mi madre…
—Por eso —interrumpió con determinación—, cuando logre derrotar al perro bastardo te ayudaré a encontrar a tus padres. Así que no temas, no te haré daño. Ahora quédate en silencio, averiguaré si Mei Hanxue pudo encontrar algo de comer en esta isla abandonada.*
Pasaron varias horas en absoluto silencio. Para Xue Meng era una situación incómoda, mientras que el niño lucía sereno, como si no le importara estar inmovilizado, prácticamente era ajeno al peligro de la situación.
—Eres Xue Ziming, ¿cierto? —el pequeño recibió un bufido como respuesta—. ¿Por qué aseguras que el emperador Mo Ran tiene prisionero a tu shizun?
—Porque es así. Mi shizun ha estado cautivo en los dominios de ese perro de mierda durante estos largos años. Y yo voy a rescatarlo, cueste lo que cueste.
—Por eso ahora soy tu rehén. Todos saben el empeño que pone el emperador para protegerme, por lo tanto, soy valioso, lo que me convierte en el señuelo perfecto para tenderle una emboscada —habló con resuelta calma—. Debes amar mucho a tu Shizun, como para elaborar esta compleja estrategia. No es fácil ni común que yo me encuentre fuera del alcance de mis escoltas. Dime, ¿quién es él y por qué estás dispuesto a dar tu vida para liberarlo?
Xue Meng dejó escapar una risa amarga. Se acercó al niño y habló con un tono de voz orgulloso.
—¿Debo poner en palabras la razón por la cual amo a mi shizun? Él me enseñó tanto; es el más bueno que haya tenido, el más virtuoso y poderoso del mundo de la cultivación: Yuheng del cielo nocturno, Beidou Xian-zun*. Antes de que el perro de mierda se volviera loco y lo confinara en el pabellón de loto rojo era una leyenda, temido por todos.
—¿El pabellón de loto rojo? —indagó con más interés en la conversación—. Ahí no hay nadie como él. Nunca he conocido o visto a alguien tan grandioso como tu Shizun en pico Sisheng.
—¡¿Qué?! —exclamó Xue Meng indignado—. Me niego a creer que el bastardo te oculte esa información, no puede borrar su pasado así de fácil. Mi shizun siempre fue tan bueno con él, también le enseñó muchas cosas. ¿Bajo qué nombre se le conoce al preso del pabellón de loto rojo?
—Te equivocas. No sé por qué nunca me hablaron sobre tu shizun, pero en el pabellón de loto rojo no hay ningún prisionero…
—¡Mientes! —refutó y con un impulsivo movimiento sostuvo por los hombros al pequeño. Este no se mostró sorprendido ni cedió ante la presión del invasor—. El pabellón de loto rojo tiene una barrera; no sé quién la puso, pero es poderosa. Seguro que es para resguardar a mi Shizun.
—No —replicó—. La barrera la hizo mi pa-emperador, pero no apresa a ningún individuo, ahí solo vivo yo. No hay necesidad de romperla, porque solo repele a los extraños con malas intenciones.
—¡Yo no debería ser un intruso! ¡El pico Sisheng era mi hogar! Y mis intenciones solo son rescatar a mi Shizun.
—No importa si tus deseos son buenos, si tus acciones son violentas, la barrera no te dejará pasar.
Xue Meng apretujó con más fuerza esos pequeños hombros y con un bufido de frustración dio media vuelta para alejarse de él. La habitación volvió a estar en calma otro largo tiempo.
—Xue Ziming —el niño volvió a romper el silencio. Su voz era fuerte y clara—, ha pasado un tiempo. El haitang en el pabellón del loto rojo pronto florecerá…
—¿Qué? —cuestionó el hombre.
—Mo Ran ha cambiado tanto, no es el mismo que una vez conociste; es culpa mía que lo odies tanto. Soy un mal maestro. —Prosiguió solemne.
—¿Dónde lo escuchaste? ¿Quién te dijo eso?
—Nadie. Tengo una carta para ti, creo.
—¿Tú, qué? ¿Quién te la dio? —indagó ansioso.
—Nadie, la robé.
—Habías dicho no saber nada de mi Shizun.
—Y no sé nada de él —afirmó—. Esa carta también es mía.
—¡Imposible! —exclamó con reproche.
—Si me desatas puedo mostrártela.
—¡Jamás! ¿Crees que voy a caer con ese viejo truco? No sé quién te instruyó con aquellas palabras, pero estoy seguro que son un engaño de ese perro de mierda.
—¡No estoy jugando! —gritó por primera vez enfadado—. Es cierto que tengo una carta para ti. Si sigues sin confiar en mí, entonces busca entre mis ropas.
—¡No voy a hacer eso!
—Entonces eres un cobarde por no querer conocer la verdad.
—¡Tú…! —farfulló a la vez que lo señalaba con el dedo índice. Sin embargo, abruptamente guardó silencio, dejando de lado su rabieta.
Luego de meditarlo por varios minutos, tomó la loca decisión de hacer lo que aquel extraño niño sugirió. Dejó escapar un sonoro suspiro y se aclaró la garganta con nerviosismo mientras por primera vez le prestaba atención a la apariencia de su pequeño rehén.
Debajo de aquella venda que cubría sus ojos, la piel era muy blanca, la curvatura de su nariz suave y sus labios húmedos y delgados tenían un tenue color rosa. Su cabello era negro y estaba atado en una coleta alta, adornada con un broche dorado en forma de mariposa. Su ropa era de color azul, muy similar al antiguo uniforme de los discípulos del pico Sisheng. Esto último le hizo hervir la sangre, ¿qué clase de juego enfermizo tenía Taxian-jun?
El menor permaneció sereno al sentir la presencia del contrario aproximándose.
—En el pecho. —masculló ante la intromisión.
Xue Meng sacó el trozo de papel y leyó en silencio. Levantó la vista con sorpresa antes de releer las palabras escritas; lo hizo dos, tres, cuatro veces, hasta que finalmente sus manos comenzaron a temblar y sus ojos se empañaron con lágrimas.
—Esta carta, ¿quién te la dio? —balbuceó con voz trémula.
—Ya dije que la robé. —musitó avergonzado por aquel acto.
—Yo… —Sorbió su nariz y limpió sus mejillas—. ¿Hace cuánto tiempo de esto? Estoy seguro que no es la única carta —soltó una carcajada eufórica—. ¡Claro que no! Aquí dice que hubo más… Lo que no entiendo es todo eso de Niuniu y Liuxue, ¿En qué se relacionan?
—Es porque está hablando de mí. —dijo con una mezcla de vergüenza y reproche.
—¿Tú? ¿Por qué mi Shizun escribiría sobre ti en sus cartas? Eres solo un niño, no tendría que estar ansioso por tu llegada. ¡No lo entiendo!
—Eso es porque tu shizun no escribió la carta, sino mi madre.
—¿Bromeas? La letra es de mi Shizun.
—Entonces, mi madre es tu Shizun. —Aseguró con un timbre alegre en la voz.
—Te equivocas, eso es imposible, porque mi shizun es…
—¡Xue Meng! —El grito que ambos escucharon afuera de la casa interrumpió su charla. El aludido dejó de prestarle atención al niño y se aproximó a la entrada—. ¡Te voy a matar!
—¡Maldito hijo de perra! —vociferó al mismo tiempo que sacaba su espada.
—Espera, desátame. —Urgió el menor.
—Ni lo pienses. Tú te quedas aquí, mantente fuera de los problemas.
—Es que no lo entiendes, es muy difícil lidiar con el temperamento descontrolado del emperador. Solo yo puedo calmarlo.
—No hay necesidad de apaciguar a la bestia, voy a matarlo. —dijo con determinación. Sin demora, el hombre salió dispuesto a batirse en un duelo de vida o muerte contra su oponente.
Dentro, Mo Liuxue solo podía escuchar el choque entre espadas y como cada vez más gente se unía a la lucha.
Debía apresurarse a actuar, antes de que alguno de los presentes resultase herido. Así que recitó un hechizo y ante él, un destello de luz materializó un pequeño dragón con escamas de oro.
—¡Deprisa, libérame! —Exigió al sentir su peso en su regazo.
El ser acató su orden, con un par de mordiscos a la cuerda, soltó las cuatro extremidades de su amo. Una vez que pudo moverse, este se dirigió al campo de batalla.
—¡Alto! —gritó lo más fuerte que su garganta le permitió.
Los hombres que pudieron escucharlo titubearon ante esa interrupción, no obstante, nadie bajó las armas. En cambio, las marionetas que su padre controlaba con las piezas de ajedrez, dejaron sus ataques ofensivos para cubrir su flanco y protegerle. Que estos respondieran a su orden, le hacía sentir incómodo, pero al menos así no podrían lastimar a los cultivadores; Mo Liuxue sacó su espada y con valentía se abrió paso para llegar hasta su padre y detenerlo.
—¡Maldito perro! ¿Qué le has hecho a Shizun? ¡Libéralo! —reprochó Xue Meng.
—Eres tú quien debe poner en libertad a Wu Ming. —Mo Ran gruñó entre dientes mientras esquivaba uno de sus ataques.
—De ninguna manera. Devuélveme a mi Shizun.
—Meng-Meng, deja de luchar conmigo y devuélveme al niño. No quiero herir a nadie. —habló con un repentino tono de voz afable, casi meloso.
—¡Perro de mierda! ¡¿Quién te ha dicho que puedes llamarme así?! —vociferó lanzando un agresivo ataque que fue esquivado con facilidad por Mo Ran.
—Siempre tan feroz, pero sigues siendo débil, un inútil. No eres rival para este venerable, puedo hacerte pedazos aquí mismo. —Amenazó con sed de sangre. La amabilidad en sus palabras se esfumó tan rápido, dejando su rostro sombrío.
—¿Qué hay de tu ejército? Solo eres un cobarde que no puede enfrentarse a mí por sí mismo —escupió una bocanada de sangre y limpió su boca con el dorso de la mano antes de pararse erguido—. Habrás podido engañar a todos en Sichuan con tu faceta de perro arrepentido, o postrándote frente a los líderes de secta rogando su perdón con la promesa de ayudarles a reconstruir lo que alguna vez fue suyo. Yendo por aquí y por allá pretendiendo proteger a la gente con los artefactos que inventó nuestro shizun, pero yo no te creo nada. Ojalá hubieras muerto el día en que se volvió a abrir la grieta celestial del infierno infinito, es lo mínimo que se merecían las personas a las que tanto daño causaste. —reprochó con rabia mientras arremetía de vuelta contra él.
—Y porque no morí es que el mundo de la cultivación está en pie, soy yo quién refuerza la barrera del reino fantasma en el pico Sisheng, el que construye y entrega sin costo alguno los guardianes de la noche sagrada a las familias que más lo necesitan. Soy yo quien ahora los protege.
—¡Accedieron porque tienen miedo! —El choque de las espadas los mandó a ambos en direcciones opuestas—. Tienen miedo de ti, creen que si no aceptan tus términos te volverás loco y destruirás el mundo de nuevo. Haznos un favor a todos y ¡muere ya!
Xue Meng blandió su espada dispuesto a acabar la pelea con un golpe certero al corazón de un confiado Mo Ran. Sin embargo, en el momento justo, su ataque fue detenido por una espada que se partió en dos en un santiamén. Sin prestarle atención al arma, Mo Liuxue invocó a Jiuge y con un par de acordes dispersó a toda la multitud a su alrededor.
—¡Basta! —gritó agitado y, sin perder de vista a Mo Ran, tocó una melodía que hizo que bajara su espada—. Padre, estoy bien, solo ha sido un malentendido.
—¿Padre? —Xue Meng preguntó aturdido por el repentino contraataque. No obstante, al ver ese legendario instrumento entre las manos del niño, se quedó pasmado.
—Prometiste que no volverías a iniciar una guerra. Haz que las marionetas se vayan. —Demandó con voz firme y el ceño fruncido.
Xue Meng se quedó paralizado en el suelo, no sabía si debía continuar con la batalla o dejar que la profunda aflicción lo consumiera al ver a Jiuge en las manos de su enemigo. Reuniendo todo su valor, quiso ponerse en pie, pero antes de lograrlo, una mano en su hombro lo detuvo; aquel hombre rubio lo instó a analizar la situación.
Le prestó atención al par de enemigos que tenía en frente y escrutó el rostro del menor; su apariencia era bastante similar a la del Mo Ran que recordaba de su infancia: una nariz recta y suave, labios delgados, el mismo color de ojos, hasta ese aire que irradiaba dulzura y amabilidad. Sin embargo, la mirada no era la misma, sus cejas finas fruncidas al medio, esos penetrantes ojos de fénix, sus rasgos delgados que le daban una presencia elegante y refinada, le hicieron recordar a cierta persona.
—Wu Ming. —espetó Mo Ran como si saliera de un profundo sueño.
—Papá, deja de llamarme así —gruñó con disgusto—. Estoy cansado de mentir y esconderme. Además, mi nombre es un secreto a voces —el aludido observó a su hijo y luego a Xue Meng, quien era flanqueado por sus aliados. Con un suspiro de alivio al ver que nadie estaba herido por su culpa, hizo retroceder a las marionetas—. Ahora que nos rendimos, quiero que Xue Ziming sea mi shizun.
—¡¿Qué?! —Ambos hombres exclamaron al unísono.
—¡Que truco tan sucio! —Xue Meng se puso en pie y apuntó su espada contra ellos.
—Liuliu, no necesitas aprender nada de él. Asigné a los mejores maestros para ti.
—Lo quiero a él —dijo resuelto. El niño dio un paso al frente, dejando la protección de su padre para encarar a un colérico Xue Meng—. No se trata de ningún juego o engaño. Sé que conociste a mi madre y ella te quería demasiado, porque de otro modo no estarías en cada una de las cartas que escribió —Mo Ran frunció el ceño ante aquella declaración, pero guardó silencio—. Así que, por favor, Xue Ziming, sé mi Shizun. —Tras su petición, hizo una reverencia para demostrar sus respetos.
De forma inesperada, el hombre dio un paso atrás. La mano con la que sostenía la espada en alto temblaba, estaba furioso y al mismo tiempo se sentía como un gran estúpido, estaba perdiendo cara delante de todos los espectadores. Él había hecho hasta lo imposible para rescatar a su Shizun, se rebajó con tal de conseguir aliados y ahora, parecía que cada esfuerzo que puso en ello no valió la pena. Se convertiría en el hazmerreír si aceptaba la propuesta.
—¡Hijos de perra! —gritó con rabia—. ¡Olvidaré esta ofensa si liberas a mi Shizun!
—¡Papá, haz lo que te pide! —exigió con tono herido—. Olvida tus diferencias con Xue Ziming y libera a su shizun para que él acepte ser el mío.
—No puedo hacer eso —Mo Ran masculló con genuina aflicción—. Yo… no puedo… porque nuestro shizun está muerto.
Xue Meng, en un arrebato de rabia, en el que dejó de lado su arma, se abalanzó contra aquel cruel tirano y lo sostuvo de sus túnicas. Tiraba con fuerza de ellas para que aquel lo mirara de frente.
—Mo Ran, ¿cómo? ¿Cuándo? —Exigió saber.
No tuvo el valor de levantar la cabeza. Su mirada vagó en varias direcciones hasta que logró enfocar la figura de su hijo, al instante, se le formó un nudo en la garganta, sus ojos picaron y se nublaron a causa de las lágrimas que amenazaban con rodar por sus mejillas.
—Hace diez años —reveló con voz trémula—. Y yo fui el culpable.
Mo Liuxue observó a su padre con un extraño brillo en los ojos, sabía que estaba ansioso por obtener respuestas. Conocía aquella mirada, sus ojos afilados que parecían penetrar en su interior, pero en esta ocasión, las ansias de conocer la verdad estaban mezcladas con un atisbo de acusación.
—¡Maldito perro de mierda! ¡¿Cómo pudiste hacerle eso a nuestro Shizun?! —Xue Meng cortó de tajo todos sus pensamientos—. Te amaba tanto que dio su vida con tal de detenerte, para evitar que te convirtieras en un monstruo. ¡Él no se merecía este destino! —Dejó que sus lágrimas fluyeran sin importarle la vergüenza—. Lo único que lamento, es el no haber tenido el valor suficiente para convencerlo de que eras una causa perdida… ¡No tuve la fuerza suficiente para matarte!
—Te equivocas, Xue Meng —musitó con amargura—. Nuestro Shizun nos amaba a los tres, pero tú mismo lo has dicho, yo carecía del impulso para mejorar: «deficiente por naturaleza y más allá del remedio». Nunca fui lo suficiente bueno ante sus ojos, siempre me despreció y yo solo lo decepcionaba… al final, me convertí en eso que debía destruir —levantó la cabeza y sus ojos violetas estaban cristalinos—. Siempre supe que tú eras su prioridad, el prodigio hijo del fénix, el querido de los cielos, ¿y qué era yo? Nadie. Shizun no dio la vida por mí, lo hizo por ti, nos enfrentamos en innumerables ocasiones solo para que yo no te matara. Estás vivo gracias a él.
—¡Yo no valgo nada! —exclamó con impotencia—. ¡Mi Shizun no se merecía toda la mierda que le diste! Mo Ran, ¿sigues siendo humano? ¡¿Por qué?! ¡Era nuestro shizun!
—Xue Meng, quiero explicarte algo… —balbuceó en un hilo de voz.
—¡¿Explicar qué?! ¿Cómo le quitaste la vida a nuestro shizun? —Xue Meng arremetió contra Taxian-jun con tal fuerza que ambos cayeron al suelo. Todo mundo quedó horrorizado al ver como golpeaba el pecho del tirano, pero nadie se atrevió a separarlos. En cambio, Mo Ran permitió que su primo hiciera todo aquello—. ¡¿Cómo pudiste?! ¡¿Mo Ran, cómo pudiste?! ¿Acaso estabas ciego para no ver todo lo que mi shizun hizo por ti? Las noches que pasó despierto esperando a que volvieras al pico Sisheng, lo mucho que se esforzó para que comprendieras cada lección, para enseñarte a leer y a escribir… él tuvo tantas consideraciones contigo y finalmente murió por tus manos… ¡Devuélveme a mi Shizun!
De alguna forma, la escena de aquellos lamentables hombres logró conmover a la multitud, sentían suya la pérdida del poderoso anciano Yuheng. Fue Mei Hanxue el primero en adelantarse y obligar a ponerse en pie al destruido Xue Meng, en tanto Mo Liuxue urgía con palabras no formuladas para que su padre diera una explicación.
—Tenemos que hablar. —Mo Ran masculló con voz ronca y semblante afligido. En esta ocasión no se dirigió solo a su primo, sino también a su hijo.
Regresar al pico Sisheng fue más complicado de lo que imaginaron. Nadie sabía cuáles serían las acciones tomadas por el emperador; fueron los gemelos Mei quienes se encargaron de calmar los ánimos, persuadiendo a la mayoría de los presentes a cesar los ataques y montar en sus espadas hasta el punto de reunión. Sin embargo, la incertidumbre que el impredecible tirano los hacía sentir, provocó que más de la mitad abandonara sus puestos en la alianza, ya que creían que serían emboscados apenas pisaran un escalón de la montaña.
Todos se llevaron una sorpresa al ver que la situación marchaba de maravilla. Los guardias y marionetas de Mo Ran se retiraron en absoluto silencio, mientras que los sirvientes del palacio les dieron la bienvenida como si se trataran de cualquier invitado importante. Para Xue Meng fue bastante doloroso estar de pie en lo que alguna vez fue su hogar, aunque no importaba a donde mirara, nada era igual a sus recuerdos. Mo Ran los guio hasta el salón Wushan de la mano de su hijo, este mostraba una calma absoluta y su natural andar orgulloso y sofisticado lo hacía lucir ajeno a su entorno.
—Solo tú. —Indicó a Xue Meng cuando llegaron a su destino.
—Ni hablar. —Protestó uno de los aliados de Xue Ziming.
—Lo que tengo que decir es demasiado delicado para ser escuchado por extraños, pero, si Xue Meng confía en ustedes y cree que es correcto revelar la información que tengo para él, estoy seguro que hablará de ello a su debido tiempo.
Su primo lo miró con sorpresa. De su espíritu combativo no quedaba nada, ni siquiera lágrimas, ya no tenía nada más que derramar.
—Nosotros iremos con él. —dijo Mei Hanxue con la esperanza de que los miembros de su ejército estuvieran tranquilos.
Mo Ran asintió, sabía que, en esos años, los hermanos se convirtieron en un importante apoyo moral para el hombre, no podía prescindir de ellos. Una vez dentro del salón Wushan, las puertas se cerraron y todo quedó en absoluto silencio.
Fue una confesión dolorosa. Mo Ran habló con lujo de detalles sobre todo lo que había pasado con Chu Wanning desde que lo convirtió en su prisionero, hasta de lo que lo obligó a hacer durante sus últimos meses de vida. No se guardó nada, quizás los métodos exactos que utilizó para humillarlo o herido, solo porque su pequeño hijo estaba presente, pero también debía conocer la verdad detrás de su secreto mejor guardado: el misterio de su madre.
En varias ocasiones Xue Meng intentó sacar su espada para volver a batirse a muerte contra aquel monstruo, pero los hermanos Mei lo detuvieron para terminar de escuchar toda la historia.
Mo Liuxue estaba callado. Miró a su padre con semblante complicado, él se había hecho mil y un ideas acerca de su origen y lo que había sucedido con su madre, pero jamás se imaginó tal revelación. Era hijo de uno de los cultivadores más poderosos y temidos en el mundo, no podía creerlo.*
En medio de su consternación, una nueva idea se formuló en su mente: él fue el culpable de la muerte de su madre. Tras su conclusión, el pequeño dio un paso atrás; tenía un nudo en la garganta y su visión estaba nublada. No quería llorar delante de los presentes, así que mordió su labio inferior para contener las lágrimas.
Xue Meng no lucía mejor que el niño. Temblaba debido a la rabia, quería matar al villano que osó mancillar la imagen y el cuerpo puro de su Shizun. A pesar de sus deseos, se contuvo luego de ver al pequeño a su lado; en apariencia, también era similar a Chu Wanning, incluso si quería ignorar la verdad, no podía negar que en sus palabras escritas transmitía un tremendo amor por aquel ser que apenas pudo conocer. Mo Ran no solo destruyó el mundo que conocía, sino que también hizo añicos la vida de las dos personas inocentes que más lo habían amado.
—Mi madre —Mo Liuxue tartamudeó con voz quebrada. Todos dirigieron su atención a él—, ¿está muerta por mi culpa?
—No —expresó inesperadamente Xue Meng—. El único culpable es la mierda de perro que tienes por padre. Mo Weiyu, no mereces el aprecio de este niño, ni merecías el amor que te dio mi shizun.
—Lo sé —respondió Mo Ran bajando la cabeza—. Por eso trato de remediar las cosas. Sé que no es nada comparado con todo el daño que he causado, pero estudié a fondo cada libro y pergamino que dejó Chu Wanning para poder reparar las barreras del reino fantasma. Quizás mis modelos son peores comparados con los de Shizun, pero ensamblo guardianes de la noche sagrada para quienes más lo necesiten. No pretendo ganarme la admiración ni el perdón del mundo, solo me esfuerzo en no darles motivos de matar al hijo del anciano Yuheng. Me he encargado de criarlo con el amor que mi Wanning tenía para él… es solo que hay cosas imposibles para mí. No puedo traer a nadie de la muerte. —Sus palabras fueron directas para Liuxue.
—Tú no deberías estar a cargo de un niño. —Xue Ziming reprochó.
—Lo sé —admitió con naturalidad. Su hijo lo miró con sorpresa—. Adelante, conviértete en su Shizun y aléjalo de mí.
—¡Padre! —llamó con preocupación y este recibió una seña para que aguardara.
—Pero antes de que te lo lleves, tienes que leer esto —el emperador se acercó a la mesa cerca del trono y de la caja de madera sobre la misma, sacó otra de las cartas escritas por Chu Wanning—. Es para ti, la encontré hace algunos años entre diagramas y piezas de madera. Nunca me atreví a leerla, aunque tampoco supe cómo podía entregártela —Xue Meng se la arrebató de las manos y la escudriñó como si fuera un tesoro valioso—. He dicho todo lo que tenía que decir. Ódiame, no importa. Liuliu, eres mi pequeño, pero también eres libre de escoger tu camino. Yo soy un villano, una escoria. Sin embargo, en lo que jamás he mentido, es en el amor que siento por ti; eres mi hijo, no importa qué.
Mo Ran suspiró. Dio un último vistazo a los que eran su familia y luego se marchó para darles tiempo de tomar una decisión.
Mientras Xue Meng leía la carta, Liuxue se sentó sobre el trono que solía ocupar su padre. Tenía muchos pensamientos en su cabeza y su corazón latía cada vez más rápido, sintió que le faltaba el aliento. Él también le ocultaba secretos a su padre, claro, por sugerencia de su madre, de quien solo podía saber a través de caracteres plasmados con tinta en papel. A pesar de ello, se atrevió a creer y cada palabra resultó ser cierta. ¿Cómo podría fallarle a esa persona? No importaba qué, nació de las entrañas de él y le confió la misión más importante de su vida. Podría no haber sido su primera opción, pero ya no estaba entre los vivos para llevar a cabo con sus propias manos la tarea. Ahora solo dependía de él cumplir el añorado sueño de su madre de darle un mundo pacífico donde vivir.
—¿Una maldición? —se cuestionó a sí mismo Xue Meng—. ¡¿Todo esto por una maldición?! No me importa que mi shizun lo pida, no puedo perdonar a ese pedazo de perro. Vamos. —Dio media vuelta esperando que todos lo siguieran.
—Xue Ziming —llamó Mo Liuxue—, ¿serás mi shizun?
—No —respondió tajante—. Pero me aseguraré que tengas la mejor educación. Cualquier cosa es mejor que dejarte aquí.
—Entonces no puedo ir contigo —los tres hombres en la sala lo observaron con sorpresa—. Si no puedes confiar en las palabras de tu propio Shizun, entonces jamás podrás creerme. Chu Wanning, la persona que me dio a luz, me dejó a cargo de un deseo muy importante. Él creía que juntos lo lograríamos, pero eso no será posible. Yo aún no soy lo suficiente fuerte para liberar a mi padre, y estoy dispuesto a trabajar muy duro para ello. De verdad espero que puedas ayudarme, porque no me voy a arrepentir por haberte escogido como mi shizun —el pequeño se puso en pie y caminó en dirección a la salida con la cabeza en alto. Antes de abandonar el lugar, volvió a dirigirse a aquel hombre—. Hay una tumba frente a la torre Tongtian, tiene el nombre de “Chu Wanning” sobrescrito; hasta ahora yo no sabía a quién pertenecía, tú eres bienvenido. Voy a estar esperando por ti.
Luego de la confesión, las cosas no volvieron a ser las mismas. Mo Ran prohibió terminante que se le denominara emperador, incluso destruyó cada una de sus piezas de ajedrez. Redujo la vigilancia de Mo Liuxue y ofreció un banquete para presentarlo apropiadamente a los líderes de las nuevas sectas. Los ataques de Xue Meng al pico Sisheng cesaron; a este se le podía encontrar con frecuencia allí para ofrecer sus respetos a la tumba del anciano Yuheng.
En cuanto a la relación padre-hijo, Mo Ran intentó que no fuera diferente, sin embargo, era muy difícil para él tenerlo cerca. Le dolía tanto lo que le había hecho que no podía sostenerle la mirada, estaba seguro que no merecía el amor puro de Liuxue.
El viento que mecía las ramas del árbol, provocaba que los pétalos de las delicadas flores de haitang cayeran como plumas a la deriva. El calor de los rayos del sol se sentía agradable en el clima frío de la montaña. Xue Meng no se sorprendió al sentir una presencia silenciosa a su lado, ambos aguardaron unos momentos con la mirada clavada en la tumba con la inscripción mal tallada.
—¿Has decidido convertirte en mi shizun? —preguntó con voz suave.
—No —respondió. Su tono no fue agresivo—. Yo no puedo ser tu shizun. No sé qué es lo que podría enseñarle a un niño como tú, sabiendo que soy una persona que se la pasó luchando por una causa perdida.
—El anciano Yuheng, quién me dio a luz, tiene mucho que enseñarme, aun si él ya no está a mi lado. Ahora sé por qué fue uno de los mejores cultivadores de la historia, y estoy seguro que tú, como uno de sus discípulos, también serás como él.
Xue Meng se giró para observar al pequeño. Todavía le costaba creer que era sangre y carne de su maestro. Pensaba que por ello debía corresponder con gratitud hacia su vástago, pero por ese niño no sentía nada. No lo odiaba, porque sabía que no tenía culpa alguna, no obstante, se negaba a sentir cariño sabiendo que le fue imposible salvar a su progenitor de aquel miserable destino.
—Yo… —titubeó.
—Papá dice que puedes volver al pico Sisheng y ser el nuevo líder de la secta.
—Tampoco puedo hacer eso, este ya no es mi hogar, es tuyo.
—No —afirmó—, mi hogar es donde esté mi padre. Cuando vuelvas a visitar esta tumba te preguntaré de nuevo. De verdad deseo que seas mi Shizun.
Mo Liuxue sonrió con un aire de dulzura y se alejó con paso tranquilo en la dirección opuesta. Para ser un niño que nunca conoció a uno de sus padres, guardaba bastantes similitudes con Chu Wanning, como ese andar elegante y el gran corazón que muy pocos pudieron conocer. Xue Meng se equivocaba, él sí tenía mucho que enseñarle, pero no era el momento.
—Papá —llamó una tarde en la que tocaba una melodía relajante en Jiuge, mientras el mayor estudiaba algunos libros de cultivación en la biblioteca—. ¿Crees que existan más cartas de tu shizun?
Mo Ran suspiró, apenas apartó los ojos de su libro, pero estaba atento a las palabras de su hijo.
—Wanning escribió tanto como pudo —respondió después de un rato—, los libros en la biblioteca son vastos. Seguro habrá más.
—Entonces, pronto encontrarás la respuesta a lo que tanto te entristece —el hombre levantó la vista con asombro y se encontró con esos pequeños ojos de fénix—. Quiero que sepas que yo no estoy molesto contigo por nada. A mí nunca me has lastimado y sé que también me amas. Te has esforzado tanto para enmendar todo el mal que causaste y te admiro por eso, eres un hombre muy valiente y sé que mi madre estaría muy orgulloso de ti —a Mo Ran se le llenaron los ojos de lágrimas. Jamás alguien lo había reconocido de tal forma—. Yo te voy a ayudar, ya lo verás. Solo deja de mirarme de esa manera, es incómodo, me gustas más cuando sonríes.
Su padre dejó escapar un suspiro y contuvo las ganas de sollozar. Todos dijeron que tenía una sonrisa encantadora, pero se trataban de palabras vacías de las prostitutas que frecuentó en las casas de entretenimiento, así que escucharlo desde la perspectiva de su primogénito lo hizo sentir dichoso.
Él apenas sonrió, pero fue suficiente para que el niño le correspondiera con una sonrisa más pronunciada; este también tenía un par de hoyuelos en las mejillas, lo que le daba el mismo aspecto dulce e inocente.
—También te gusta cuando te doy dulces, ¿no es así? —masculló con voz quebrada.
Su pecho dolía, no podía evitarlo, después de todo, frente a él estaba el fruto de su amor. Era lo único que le quedaba de su Wanning y haría hasta lo imposible para protegerlo y asegurarse de que no se convirtiera en un monstruo como lo fue Taxian-jun.
Mo Liuxue lo miró complacido. Se sentía más tranquilo ahora que había enfrentado a su padre. Le resultaba extraño conocer aspectos de sus progenitores a través de las cartas que encontraba escondidas en lugares que jamás se habría imaginado. A su corta edad era consciente que ambos habían sufrido tanto por un trágico amor provocado por una maldición.
—Ve a jugar afuera —espetó Mo Ran—. Ha sido demasiado estudio para un niño tan pequeño.
—Pronto dejaré de ser un niño y me convertiré en uno de los mejores cultivadores, incluso mejor que mis padres.
Mo Ran al fin sintió genuina alegría al verlo partir de la biblioteca. Él ya no se denominaba a sí mismo como “este venerable”, tampoco volvió a ser el tirano que destruyó todo a su paso por venganza. Ahora solo era un líder que intentaba hacer feliz a su hijo en un mundo mejor.
Notas Finales:
1) La cuerda plateada es porque tiene algún hechizo en ella, pero no lo suficiente fuerte como para que un dragón dorado no pueda romperla con sus dientes. (jajajaja creo que es una incongruencia de la cual me di cuenta a la hora de editar jajaja pero ya no quise corregir nada xD).
2) La isla en donde fueron a esconderse es aquella en donde terminaron Mo Ran y Wanning en la línea temporal de resurrección. Donde venden flores y mariposas, perdón, no recuerdo el nombre. Solo que en este fic Taxian-jun ya la destruyó.
3) Al final pude conseguir los títulos en español, inglés y chino y como soy una perezosa a la hora de editar, terminé confundiendo por completo esto xD lo siento, han pasado meses desde que lo escribí.
4) ¿Por qué a Liuxue no le impresionan las atrocidades de su padre? No menciono nada respecto a la perspectiva que tiene de su padre, porque ya la sabe. A sus oídos llegan frases horribles, como que es hijo de un monstruo, hijo de un tirano, no hay más sorpresas.
5) Y finalmente, la explicación de la tan mencionada “Técnica del Haitang”: Esto surge de mi interpretación de la técnica que creó Wanning en la novela original. Para Haitang, Wanning tomó como base la técnica de la flor de odio, con la energía que le pasa Mo Ran por medio de la cultivación dual, logró formar un haitang similar a las que usa para comunicarse, pero en su propio corazón y con la ayuda de una melodía tocada con Jiuge. Como el cuerpo de Wanning “es especial” y este también se especializa en técnicas curativas, sirve como recipiente de toda la energía negativa de Mo Ran y puede purificarla, pero no puede retenerla por mucho tiempo, porque ya no tiene un núcleo espiritual, entonces, la regresa. ¿A dónde? A la segunda flor de haitang que formó en el corazón de Taxian-jun. La idea es que esa segunda flor absorba tanta energía purificada como para destruir la flor de odio. Ahora, el detalle fue que Wanning no consideró al bebé, su cuerpo al ser un recipiente y permitir que la energía fluya por el, más la energía por sí misma que se concentró en su vientre (como lo menciono en Venus), hicieron que el haitang en su corazón echara raíces, por lo tanto, se formó una tercera flor. Wanning pensaba que junto al bebé (luego de que este formara un núcleo espiritual) podrían proporcionar la energía suficiente como para hacer “explotar” la flor de odio. Sin embargo, las cosas no salieron como lo planeado (Venus xD) y, para no volver a recurrir de la cultivación dual (porque sería algo muy turbio) ideó un plan B, que es de lo que se vale Liuxue para calmar la mente de Taxian-jun. El método es el mismo: energía concentrada, purificada y “dada forma” por la melodía de Jiuge, la diferencia, es que esa energía ya no proviene de Mo Ran, sino del mismo Liuxue, es por eso que aún no tiene la capacidad para destruir la flor de odio. Espero que haya sido clara, en mi mente tiene toda la lógica jajaja. Como extra: esta es otra de las razones que explicarían tantos abortos espontáneos en “Venus”, ya que Wanning se negaba a creer que pudiera gestar un bebé, seguía absorbiendo y purificando más energía de la que su cuerpo era capaz de manejar, el exceso de energía era, a fin de cuentas, demasiado para permitir la formación de un niño. ¿Y por qué niuniu sí lo logró? Bueno, es hijo de Mo Ran y Wanning xD y porque hubo un periodo de descanso en la técnica del haitang.