Chapter Text
—Aquí hay otra.
Draco se acuclilló a su lado y desvaneció la mancha de sangre bajo la pesada alfombra. Al dejarla caer Harry de nuevo sobre el suelo de piedra, se levantó una nube de polvo.
—No puedo creer que sigan quedando restos de la Batalla —dijo Harry.
—Bueno... —La mano de Draco subió por su espalda mientras se levantaban—. No me importa tener un motivo para estar a solas contigo en un pasillo abandonado.
Harry sintió un roce de labios en la nuca y no pudo evitar inclinarse hacia él.
—¿Es que no te atreverías a hacer esto en público? —preguntó Harry con tono inocente, sin poder ocultar su sonrisa.
El aire caliente de una carcajada silenciosa acarició su piel, y Harry se estremeció.
—¿Me estás retando?
—Puede.
Las manos de Draco se colaron bajo su camiseta, y las yemas de sus dedos acariciaron su cintura con suavidad.
—Acepto —murmuró Draco cerca de su oído.
Harry sonrió. Después de casi una semana, cada caricia, cada roce de Draco seguía haciendo que le temblaran las rodillas, y su respiración seguía entrecortándose con cada beso. Las manos calientes de Draco subieron por su espalda y tuvo que contener un suspiro.
Atrajo a Draco hacia sí, encajando sus cuerpos, y el chico besó su cuello, pasando la lengua bajo su lóbulo y por detrás de su oreja. Entonces Harry sí suspiró, dejando caer la cabeza contra el muro tras él.
—Podría venir cualquiera —jadeó.
—Lo sé. —A Harry se le secó la boca ante la voz áspera que rozó su oído—. Eso no va a hacer que me eche atrás.
Mientras devoraba y lamía la curva de su cuello sin contemplaciones, Draco trajo sus manos hacia delante, presionando las palmas contra el pecho de Harry y acariciándolo como si quisiera aprenderse de memoria cada centímetro de su piel. Harry arqueó la espalda en busca de más contacto, de más piel contra su piel, y Draco rodeó su pezón con dos dedos y lo masajeó con suavidad. A Harry se le escapó un gemido ahogado.
—Mmm. —Draco respiró contra la piel mojada de su garganta, y luego la besó con suavidad—. Salazar, eres precioso. Cada vez que te veo quiero acariciarte hasta que te deshagas, incluso en público.
—Hazlo —jadeó Harry, tratando de mantener la cordura cuando su lóbulo quedó atrapado entre los labios del chico.
—¿Seguro? —murmuró Draco unos segundos después—. ¿En público? No sé yo si serías capaz…
Harry soltó un gruñido.
—Claro que sí. No soy ningún cobarde —se defendió.
—Hm, ya veo. —Una mano se escurrió por fuera de su camiseta y rodeó su garganta, acariciando su pulso con el pulgar—. En ese caso, no te importará que haga cosas como esta justo aquí… donde podría pillarnos cualquiera.
Harry tragó saliva, y su nuez se movió contra la mano de Draco. Godric, Draco se estaba tomando muy en serio su promesa de poner a prueba a Harry. Se sentía mareado, intoxicado por el placer.
—Exacto.
Draco apretó: fue un gesto suave, pero firme, y el miedo y el placer se agolparon en la mente de Harry. Soltó un gemido ahogado.
La mano desapareció.
—¿Estás bien? —preguntó Draco, preocupado—. Perdona. No quería hacerte daño. No sé en qué estaba…
Harry levantó una mano, y Draco no terminó la frase.
Se tomó un momento para recuperar la respiración. Aquello había sido… No sabía ni por dónde empezar a describirlo. Inesperado. Aterrador. Excitante.
—Estoy bien. —Besó a Draco en los labios para tranquilizarlo y, en cuanto los hombros del chico se relajaron, lo atrajo de nuevo hacia sí, abrazando su cintura—. Mejor que bien, de hecho.
El cuello de Draco estaba a la altura de sus labios, y Harry dejó un rastro de besos húmedos en su piel, subiendo por su mandíbula. Draco exhaló, acariciando el pelo de Harry con movimientos urgentes.
Godric, Harry quería que esa mano volviera a su garanta.
—Eso que acabas de hacer, me… me ha encantado —confesó contra la mejilla del chico.
Por el rabillo del ojo, pudo ver que los labios de Draco se curvaban. Se le aceleró el corazón. No importaba lo mucho que Draco se esforzara por meterse con Harry; estaba claro que su único objetivo era que Harry disfrutara tanto como él.
—A mí también.
Por un momento, ninguno se movió. Harry separó los labios, pero vaciló. Draco debió de notarlo, porque se separó un poco de Harry para poder mirarlo a la cara.
— ¿Puedes volver a hacerlo? —murmuró Harry por fin.
—¿Ahora?
—Ahora y cuando quieras.
Una corriente de calor subió por su cuerpo al pronunciar aquellas palabras. Ese mismo fuego se reflejó en los ojos de Draco, que, despacio y con un ligero rubor cubriendo sus mejillas, llevó la mano hacia la garganta de Harry. Sus dedos se cerraron en torno a ella; primero vacilantes, después con más firmeza. Harry relajó el cuerpo, apoyando su peso contra la pared, respirando lenta y profundamente mientras sentía su pulso latir con fuerza bajo los dedos del chico.
—Te quiero muchísimo —murmuró Draco, observando con avidez los labios entreabiertos de Harry: los jadeos que escapaban de ellos—. Estás tan increíble ahora mismo que quiero devorarte.
Harry exhaló despacio. No debería gustarle tanto que Draco le dijera que le quería. Él nunca lo decía de vuelta. Y aun así…
—Hazlo —dijo sin pensar—. Hazme lo que quieras.
—¿En el pasillo, donde podría vernos cualquiera?
Harry asintió con vehemencia, y la sonrisa de superioridad volvió a los labios de Draco, como si aquel juego extraño entre ellos nunca se hubiera interrumpido.
Y entonces oyeron pasos.
Draco bajó la mano a toda prisa y retrocedió mientras Harry tiraba de su jersey de mala manera para disimular su erección.
—Creo que este pasillo ya no nos toca a nosotros —dijo la inconfundible voz de Parvati Patil.
—Hm.
Goyle y Parvati giraron la esquina y se los encontraron de frente.
—Oh, hola, chicos. Este pasillo es vuestro, ¿no?
Draco carraspeó con fuerza, y Harry, que no confiaba en su voz, asintió. No tenía que mirar a Draco para saber que se había puesto más rojo que un tomate.
Parvati sonrió con complicidad, aunque apartó la mirada nada más ver la forma en la que Harry estaba tirando de su jersey. Estaba claro que sabía lo que acababa de interrumpir.
Goyle, en cambio, tenía la mirada clavada en sus pies. Parecía no haberse percatado de su presencia.
—Pues os dejamos solos, entonces —dijo Parvati. Se mordió el labio, tratando de ocultar una sonrisa mientras miraba en todas direcciones excepto a ellos—. Por cierto, os habéis dejado una mancha… ahí.
En efecto, una de las columnas del pasillo estaba cubierta de sangre seca. La mancha debía de haberse hecho visible cuando Harry lanzó el hechizo revelador sobre la alfombra, y era tan grande que no había manera de que les hubiera pasado desapercibida si no hubieran estado… distraídos.
—Ya, iba a limpiarla justo ahora. —La voz de Harry sonó más aguda de lo que debía, y se estremeció de vergüenza.
—Vale, pues, eh... nos vemos en la sala común.
Draco y Harry no se movieron mientras los pasos de sus compañeros se alejaban. Cuando lo único que se pudo oír fueron sus respiraciones entrecortadas, Harry se permitió bajar la guardia y mirar a Draco.
Sus ojos se encontraron: Draco estaba rojo hasta las orejas, y a Harry le latía tan rápido el corazón que apenas podía respirar.
Estallaron en carcajadas.
—Conque te gustaría hacer esas cosas en público, ¿eh? —dijo Draco—. Deberías verte ahora mismo. Parece que hubieras visto un Dementor.
—¡Pues anda que tú! ¡Te haces el malo, pero casi me estampas contra la pared del empujón que me diste cuando oímos sus pasos!
Draco trató de quejarse, pero se le escapó otra risotada.
—Ni siquiera vimos la mancha. Qué patético.
—Dudo que sobrevivamos a la humillación —rio Harry.
—Venga. —Draco desvaneció la mancha y entrelazó su brazo con el de Harry—. Vámonos de aquí antes de que se nos ocurra hacer alguna otra tontería.
Como de costumbre, sir Cadogan se puso a exclamar acerca de la traición que suponía el que un héroe fraternizara con el enemigo cuando atravesaron la entrada a la sala común de la mano. Harry a menudo se preguntaba qué diría el caballero andante de saber que Draco y él hacían mucho más que fraternizar.
La sala estaba llena. Había tormenta, por lo que a nadie le apetecía salir a los jardines, y, siendo un viernes por la tarde, nadie tenía especiales ganas de ir a la biblioteca. Ron y Neville estaban echando una partida de ajedrez mientras Hermione observaba; al ver entrar a Draco y Harry, les sonrió, y ellos sonrieron de vuelta. Un par de personas los saludaron con asentimientos de cabeza, pero, aparte de eso, nadie les hizo caso.
A veces, a Harry aún le costaba creer que a sus compañeros y amigos no les importara que le gustaran los chicos; que estuviera con Draco. Seguía esperando que, en cualquier momento, alguien le cuestionara, o le mirara mal, o se apartara de él como de la plaga. Seguía esperando oír las palabras que tantas veces había oído en casa de los Dursley acerca de las personas como él.
Apartó esos pensamientos de su mente y se sentó con Draco en un sofá vacío cerca de la chimenea.
Draco conjuró el último libro que Hermione le había prestado: Carmilla. Según Hermione, se trataba de una historia de amor lésbico del siglo XIX, aunque Harry había dudado que aquello fuera posible hasta que Draco empezó a leerle fragmentos sueltos de la obra.
—Escucha esto —murmuró Draco poco después. Harry tenía la mejilla apoyada en su hombro y los ojos cerrados: le gustaba descansar en esa posición y disfrutar del olor del chico mientras este le leía—. Con una expresión de regodeo, me atraía hacia ella y sentí sus cálidos labios corriendo por mis mejillas mientras ella susurraba, casi en sollozos: “tú eres mía, serás mía, tú y yo somos una para siempre.” No me digas que esto no es homoerótico.
Harry, adormilado, soltó una risilla y asintió contra el hombro del chico. Sintió un cosquilleo en su mejilla cuando el tatuaje de Draco pasó bajo su piel, acariciándola. Llevaban juntos menos de una semana y Draco ya se había acostumbrado a hacer aquello para mostrarle a Harry su afecto.
Cuando, un rato después, Ron le recordó que le debía una partida de ajedrez desde hacía un par de días, Harry se unió a él y a Hermione y esperó a que las piezas mágicas volvieran a su estado inicial. Estaba claro que Ron le había dado a Neville una buena paliza.
Hermione se sentó al lado de Ron, pasando un brazo por la cintura del chico y apoyando la cabeza en su hombro, lo que hizo que las orejas de Ron se tiñeran de un rojo carmesí. Harry estaba a punto de reírse de él cuando sintió el contacto de un cuerpo a su espalda: se giró justo a tiempo de sentir que las manos de Draco masajeaban sus hombros.
—Concéntrate —dijo Draco, lo bastante alto para que sus amigos lo oyeran. Fue Hermione quien soltó una risilla al ver la cara de Harry. Ron se puso todavía más rojo, pero puso toda su atención en la partida y, al cabo de unos minutos, pareció olvidarse de todo y todos salvo el tablero que tenía ante él.
—¡Jaque mate! —exclamó Ron un rato después.
Harry soltó un quejido de frustración, recostándose contra Draco, que se reía de él mientras acariciaba su pelo.
—No sé por qué te molestas en jugar conmigo —dijo Harry—. La última vez que conseguí ganar contra ti estabas borracho como una cuba.
—Bah, solo estaba un poco alegre —se rio Ron. A continuación extendió una mano, sonriendo con suficiencia.
—Sí, sí —gruñó Harry, tendiéndole dos de las ranas de chocolate que guardaba en la mochila—, tampoco hace falta que me lo restriegues.
Ron, ignorando su mueca, se llevó una rana a la boca y gimió de manera obscena mientras la saboreaba.
~
El lunes, cuando caminaban a solas hacia los invernaderos para la clase de Herbología, Ron carraspeó y le miró de reojo antes de decir:
—Oye, Harry.
—¿Hm?
Ron se detuvo, aunque tardó un momento en hablar.
—No quiero que pienses que digo esto porque me parezca mal… —dijo—. Solo me ha llamado la atención que… bueno. Ya sé que Draco y tú hicisteis público lo vuestro hace días y que no debería sorprenderme, pero… me he fijado en que siempre que estáis cerca estáis… muy juntos. Es decir, siempre que os veo Draco está jugando con tu pelo, o dándote la mano, o abrazándote por detrás… o tú tienes la cabeza en su hombro, o… bueno, ya me entiendes. —Ron frunció el ceño—. Creo que nunca te había visto así con nadie, ni con Ginny, y… quiero que sepas que me alegra verte así con él. Me alegra verte feliz y relajado, aunque a veces seáis un poco empalagosos de más. Sé que te ha costado aceptar tus sentimientos por él.
Harry se lo quedó mirando, sorprendido. Ron se había puesto muy rojo, y tenía la mirada clavada en la hierba.
—Gracias. —A Harry le tembló un poco la voz—. A mí también me alegra poder sentirme así.
Ron le miró de reojo, y Harry apartó la mirada, algo avergonzado. No estaba acostumbrado a hablar con su amigo de aquellos temas.
—Últimamente me he dado cuenta de que no recuerdo la última vez que alguien me sostuvo entre sus brazos sin un motivo concreto —dijo Harry—. Y desde que Draco empezó a hacerlo… no sé. Siento que una parte de mí llevaba toda una vida anhelando ese tipo de contacto físico. —Se encogió de hombros—. Suena tonto, pero el contacto físico me hace sentir… lleno. Como si se aliviara un vacío oprimente en mi pecho.
En lugar de contestar, Ron estudió a Harry con la mirada. Llevó una mano vacilante a su hombro y, tras observar su expresión con detenimiento, atrajo a Harry hacia sí y lo abrazó con fuerza. Harry, sobrecogido, apenas se atrevió a respirar hasta que Ron retrocedió un paso y, con la mano todavía sobre su hombro, le dedicó una mirada muy seria.
—Tus tíos tienen suerte de que el asesinato sea ilegal —dijo.
Harry resopló. No pudo evitar sonreír.
—Y yo tengo suerte de tenerte como amigo —dijo, sintiendo que se ruborizaba. A Ron volvieron a subírsele los colores, y Harry, apiadándose de ambos, le dio a su amigo una palmada en la espalda y dijo—, venga, no vayamos a llegar tarde.
~
—Me parece que hoy no podemos mirar las nubes —dijo Harry cuando, tras forcejear con Draco entre carcajadas, los dos acabaron en el suelo, tumbados boca arriba bajo el cielo encapotado. Se habían escapado juntos nada más terminar de cenar, y habían echado un partido de buscadores que Harry, dijera lo que dijese Draco, había ganado.
Draco se irguió sobre un codo y miró a Harry con picardía. Su pelo rosa estaba revuelto y lleno de tierra, pero no pareció importarle.
—Por suerte, me apetece más mirarte a ti.
Harry se rio.
—Eres un cursi —se quejó al tiempo que descansaba una mano en la nuca del chico para atraerlo hacia sí. Sus sonrisas se juntaron en un beso suave.
—Es posible —dijo Draco contra sus labios—, pero te gusta y lo sabes.
Antes de que Harry pudiera quejarse, Draco hundió las manos en su pelo y reclamó sus labios de nuevo, succionando el inferior y saboreando el interior de su boca. Harry le devolvió el beso con ganas, arqueando el cuerpo y llevando una mano a la nuca del chico. Notó el cosquilleo del dragón dorado bajo la palma de la mano y se le escapó un jadeo contra la boca de Draco, que giró la cabeza de Harry con ambas manos para poder dejar un rastro de besos por su mandíbula y su garganta.
Respirando con pesadez, con los ojos cerrados, Harry se concentró en la sensación de la boca de Draco contra su piel, lamiendo, succionando y besando mientras ascendía por su cuello hacia la zona sensible bajo el lóbulo de su oreja. Cuando Draco trazó, con la punta de la lengua, la forma de su oreja allá donde se unía con la línea de su pelo, Harry tiró del pecho de su túnica con impaciencia, apenas capaz de reprimir el gemido que quería escapar de su garganta.
Draco se sentó sobre él, con las rodillas a ambos lados de su cuerpo, y se inclinó hacia delante para volver a besarlo con entusiasmo.
Era lunes por la tarde, y, aunque no hacía buen tiempo, tampoco llovía: cualquiera podría estar paseando por allí. Pero Harry se encontró con que le daba igual. Metió las manos bajo la túnica y el jersey de Draco y las pasó por su cintura, llevándolas hacia atrás, hacia los hoyuelos en la parte baja de su espalda. Los acarició con descaro, suspirando contra la boca del chico cuando sintió lo caliente y suave que era su piel en aquella zona.
Draco se irguió para mirarlo. Estaba sin aliento, con el pelo aún más revuelto y los labios entreabiertos y humedecidos por el beso. Mirándolo a los ojos, Harry dejó que las puntas de sus dedos se colaran bajo la cintura de su pantalón. El chico cerró los ojos con un suspiro y, dejando caer ligeramente la cabeza, movió la cadera hacia delante.
A Harry se le escapó un jadeo silencioso. Como buscando algo a lo que aferrarse, sus manos se desplegaron por la espalda baja del chico, sus pulgares rozando la piel suave de su cintura.
Se miraron. Los ojos de Draco, todavía entrecerrados, brillaban con deseo, y Harry apretó las manos con impaciencia, urgiéndolo a que repitiera ese movimiento.
—Pensaba que habíamos decidido no hacer más tonterías en público —dijo Draco con voz ronca.
— Mmm. —Harry no podía pensar. No mientras tenía tanta piel contra sus manos; no cuando podía sentir la respiración entrecortada de Draco bajo sus manos—. Tengo la Capa de Invisibilidad en la mochila.
Draco se mordió el labio y, de manera casi imperceptible, movió la cadera con un movimiento circular, lo que hizo que a Harry le diera vueltas la cabeza. Aquel chico iba a volverlo loco, estaba seguro.
—Sácala —dijo Draco un momento después. Harry se estiró tanto como pudo bajo el peso del chico para alcanzar su mochila.
En cuanto le pasó a Draco la Capa para que los tapara a ambos, sin embargo, un trueno resonó en la distancia. Miraron hacia arriba. Las nubes que cubrían el cielo se oscurecían por momentos.
—¿Nos cubrirá a los dos si estamos de pie?
Harry asintió.
—Pero tendremos que mantenernos pegados. Y puede que tengas que agacharte un poco para que no se nos vean los pies.
—Me vale. —Draco se puso de pie y tiró de Harry para ayudarlo a levantarse. Desvanecieron sus escobas y sus mochilas de manera que aparecieran en sus dormitorios.
Con movimientos que no fueron tan expertos como lo solían ser cuando no le temblaban las manos de pura anticipación, Harry los envolvió con la Capa. Las manos de Draco encontraron su cintura y se aferraron a ella; sus cuerpos estaban tan pegados que a Harry le costaba respirar.
—¿A dónde vamos? —preguntó con un hilo de voz.
—A mi cuarto —murmuró Draco—. A estas horas estará vacío.
El paseo hasta la sala común de octavo fue —no había otra forma de describirlo— electrizante. Harry sabía tan bien como Draco que no tenían por qué ir a escondidas; que nadie les iba a impedir entrar juntos en su propia sala común y que, como mucho, recibirían las miradas pícaras de sus compañeros si alguien los veía entrar juntos en el dormitorio de los Slytherins. Pero la emoción de saber que podían pillarlos y los roces de sus cuerpos mientras avanzaban con sumo cuidado para no chocarse contra nadie, para no descubrirse, para no hacer ruido, le hicieron temblar con una anticipación enloquecedora. Para cuando llegaron a la sala común y se colaron por el hueco del retrato tras Justin Finch-Fletchley, que tenía la cabeza enterrada en su libro de Aritmancia, Harry estaba tan duro dentro de sus pantalones que le costó no empujar a Draco contra la pared más cercana para tener el cuerpo del chico contra el suyo de una maldita vez.
El dormitorio estaba, en efecto, vacío. Draco tiró de la Capa y la dejó a los pies de su cama, atrayendo a Harry hacia sí y besándolo con una intensidad que hizo que el mundo a su alrededor se desvaneciera. Cuando sus cuerpos y sus labios se separaron, a Harry se le escapó un sonido de queja.
—Deja que vaya al baño —murmuró el chico. Tenía las pupilas dilatadas, y el bulto en sus pantalones era tan visible como el de Harry—. Espérame con las cortinas cerradas por si viene alguien.
Y, con eso, desapareció tras la puerta del diminuto baño del dormitorio.
Harry dejó los zapatos bajo la cama y se sentó en ella, tirando de las cortinas y cerrándolas de mala manera. Se sentía embriagado de felicidad y excitación, impaciente; pero, al pasar los segundos, empezó a sentirse inseguro. ¿Debería tumbarse? ¿Recostarse contra el cabezal de la cama? ¿Qué era lo normal cuando estabas en la cama de otra persona, en medio de una habitación compartida, a punto de…? Tragó saliva, optando por cruzarse de piernas en medio de la cama y limpiar sus gafas con la esquina de su camiseta para mantener los nervios a raya.
La ropa de cama era verde oscura y plateada, y, por algún motivo, a Harry le extrañó. Ya nunca veía a Draco ostentar los colores de su casa excepto durante las horas de clase, cuando llevaba puesta la corbata de Slytherin. A través de una ranura entre las cortinas de la cama, pudo ver la mesita de noche del chico: era de madera oscura, y, para sorpresa de Harry, bastante caótica. Enterrada bajo un montón de cosas —varias barras de labios y un lápiz negro con el que Harry le había visto pintarse los ojos alguna vez, una caja de grageas Bertie Bott de todos los sabores y un montón de pulseras— se divisaba apenas una revista de Quidditch antigua, y un vaso de agua medio vacío descansaba demasiado cerca del borde de la mesita.
La puerta del baño se abrió, y Harry oyó los pasos descalzos de Draco acercándose despacio a la cama. Se le aceleró el corazón. ¿Por qué estaba tan nervioso de repente?
Cuando el chico apartó las cortinas y se sentó junto a él con rapidez, a Harry se le cortó la respiración. Un escalofrío de emoción subió por su pecho.
Draco se había destapado las cicatrices.
Observó en silencio mientras el Slytherin cerraba bien las cortinas y lanzaba varios hechizos silenciadores y de protección a su alrededor.
—¿Bastará eso para que tus compañeros no nos oigan? —preguntó cuando Draco guardó la varita debajo de la almohada.
—Sí, no te preocupes —dijo Draco, girándose por fin para mirar a Harry—. Hace unos años, a Theo y Blaise se les dio por abrir las cortinas de los demás cuando creían que alguno de nosotros se estaba tocando. Con los años, aprendes a proteger bien la cama para que no puedan interrumpirte. No podrán oírnos, abrir las cortinas, hacer ruido para molestarnos ni lanzarnos hechizos desde fuera de la cama.
—Oh. Bien —murmuró él. Se mordió el labio, recordando, de pronto, que Draco tenía más experiencia que simplemente tocarse a sí mismo y él apenas si tenía experiencia con Draco. ¿Y si lo hacía todo mal?
Draco pareció notar su nerviosismo y se acercó a él. Apoyó una mano en el muslo de Harry para mantener el equilibrio y, con la otra, acarició su pómulo antes de poner la mano en su nuca.
—Si has cambiado de idea, puedes decírmelo —susurró, lo bastante cerca de los labios de Harry como para que pudiera sentir el roce de su respiración, pero lo bastante lejos como para dejar que Harry se echara atrás si así lo deseaba.
Pero él no quería eso. Quería besar a Draco, así que lo hizo.
Al principio, el chico le devolvió el beso con suavidad, enredando las puntas de sus dedos en los mechones de la nuca de Harry. Pero, al ver que Harry no se echaba atrás, que succionaba su labio y acariciaba su cintura y su vientre, Draco agarró su pelo en un puño e inclinó la cabeza de Harry hacia atrás para profundizar el beso. Harry suspiró contra la boca de Draco cuando sus lenguas se encontraron, acercándose más al chico para responder con la misma intensidad. En cuanto empujó hacia delante, Draco se acercó más a Harry, tomando el control del beso, y Harry, temblando, gimió contra los labios del chico.
Draco había terminado sentado sobre él, y Harry se recostó hacia atrás, sobre varios cojines. Se tomó un momento para respirar y estiró las piernas mientras el Slytherin se acomodaba sobre él, y de un momento a otro estaban besándose de nuevo, y Draco estaba moviendo su cadera contra la de Harry, y los brazos de Harry estaban rodeando la espalda del chico, atrayéndolo hacia sí para sentir el roce de sus cuerpos a través de los pantalones del uniforme.
—Harry —murmuró Draco contra sus labios. Sus brazos estaban a ambos lados de la cabeza de Harry, y los mechones más largos de su flequillo rosa le rozaban la mejilla. Draco se separó un poco para poder mirar a Harry a los ojos, pero su entrepierna se mantuvo firmemente presionada contra la de él—. Estás bien, ¿verdad? ¿Estás cómodo con esto?
—Sí —contestó él, poniendo su mano en la nuca de Draco e inclinándose hacia arriba para besarlo. Tal vez estaba algo nervioso, pero, aun así, deseaba a Draco tanto que le dolía.
—Espera. Quítate las gafas.
Harry dejó sus gafas debajo de la almohada, confiando en que las capas de cojines que había de por medio las mantendrían a salvo.
Draco se lo quedó mirando. Sus ojos estaban clavados en los de Harry, y sus labios entreabiertos temblaron con su siguiente respiración.
—¿Qué? —dijo Harry, hipnotizado e intimidado por la intensidad de aquella mirada.
—Tus ojos. Son… —Muy despacio, Draco trazó la forma de su pómulo con un pulgar. Harry sintió un hormigueo en la piel y se humedeció los labios, esperando a que Draco terminara la frase.
—¿Sí? —Su voz fue apenas audible. Él también se había perdido en los ojos grises de Draco.
En lugar de contestar, el chico rozó las pestañas de Harry con los labios y volvió a besar su boca. Conmocionado, Harry enterró las manos en el pelo del chico y se inclinó hacia el beso para profundizarlo.
Cuando Draco empezó a mecer su cuerpo despacio contra el de él, a Harry se le escapó un gemido que no trató de disimular. No podía pensar; solo quería más. Imitó los movimientos de Draco, empujando hacia arriba cada vez que él descendía, y llevó sus manos hasta los glúteos del chico en un intento por conseguir más fricción. Draco emitió un gruñido casi desesperado y, de pronto, se separó del beso y se levantó, acercando las rodillas a las caderas de Harry para quedarse a cuatro patas sobre él. De la garganta de Harry se escapó un sonido de frustración ante la falta de contacto, y Draco sonrió con picardía.
—¿Es que quieres correrte así? —preguntó, pasando una mano por los mechones despeinados del flequillo de Harry.
—No me importaría. —Su voz sonó suplicante, casi desesperada. Trató de atraer a Draco hacia sí, pero el chico se sentó a su lado en la cama.
—No es una mala idea, pero yo tenía pensado enseñarte más cosas. —Pasó la yema de su dedo por el pecho de Harry sobre su camiseta. Sus miradas se encontraron—. Si quieres, claro.
El corazón de Harry estaba a punto de salírsele del pecho. Se sentó frente a Draco, pasándose una mano por el pelo.
—¿Qué quieres hacer? —La simple idea de oír la respuesta le hizo temblar de deseo.
—Quiero que nos quitemos la ropa —contestó Draco. Se humedeció el labio inferior—. Toda.
—Oh. —El aire dejó sus pulmones—. ¿Puedo quitarte yo la camisa?
Los ojos de Draco se abrieron un poco por la sorpresa, y Harry desabrochó el primer botón bajo la garganta de Draco antes incluso de que el chico, con la respiración entrecortada, contestara:
—Sí.
Botón a botón, Harry descendió desde su pecho hasta su barriga, siendo muy consciente de cada roce de sus dedos contra el cuerpo de Draco; de la forma en la que Draco aguantaba la respiración cada vez que entraban en contacto.
Cuando empujó la prenda sobre los hombros del chico para que cayera a su espalda, las yemas de sus dedos se detuvieron sobre la piel pálida de su clavícula. Draco se quedó muy quieto y observó a Harry mientras él, despacio, trazaba las líneas blancas y dentadas que atravesaban su pecho de lado a lado. Se detuvo sobre su suave pezón para rozarlo con su pulgar. Draco suspiró, por lo que Harry repitió el movimiento varias veces hasta endurecerlo. La forma en la que se movían los músculos del abdomen del chico cuando jadeaba de placer era hipnótica, e hizo que la mirada de Harry bajara hasta el bulto que estiraba la tela de su pantalón.
Draco movió el brazo, y la mirada de Harry voló hasta la Marca Tenebrosa. La cola del dragón dorado flotaba sobre ella. Se permitió observar ambos tatuajes un momento antes de apartar la mirada.
—¿Me quitas la camiseta?
Draco, tras soltar la respiración que parecía haber estado conteniendo, asintió, y tiró de la prenda con urgencia. Apoyó una de sus manos en la cintura de Harry mientras lanzaba la camiseta a los pies de la cama, y a Harry se le olvidó cómo respirar cuando los dedos del chico acariciaron con delicadeza su piel desnuda. La otra mano de Draco subió hacia su pecho para jugar con la fina capa de vello que lo cubría.
Draco estudió la expresión de Harry mientras pasaba los dedos por su pezón, y Harry, sorprendido por la corriente de placer que lo recorrió, dejó escapar otro jadeo.
Estaban yendo despacio, mucho más despacio de lo que se había imaginado, pero cada momento que pasaba hacía que la anticipación aumentara; como si hubiera una hoguera en su pecho y, con cada roce de piel contra su piel desnuda, Draco estuviera lanzando más y más leña al fuego.
La mano que estaba en su cintura se movió hacia abajo, acercándose al bulto en sus pantalones.
—¿Puedo? —murmuró Draco, descansando los dedos sobre la hebilla del cinturón de Harry.
—Sí —urgió él—. Sí, Draco, por favor.
El sonido del cinturón deslizándose fuera de sus pantalones hizo que otra corriente de placer bajara hasta su erección, y la sensación se intensificó cuando, al desabrochar el botón y bajar la cremallera, Draco rozó el bulto de sus calzoncillos con los nudillos. El chico le bajó los vaqueros hasta la mitad de sus muslos, y Harry, de pronto impaciente, se deshizo de ellos tan rápido como pudo y los lanzó a los pies de la cama junto con el resto de la ropa. Se quitó también los calcetines, y llevó las manos a sus calzoncillos. Solo entonces dudó, y su mirada voló hacia Draco.
Los ojos del chico estaban clavados en las manos de Harry, sus dientes atormentando su labio inferior. Como si quisiera atravesar la tela de sus calzoncillos con la mirada; como si quisiera quitarlos de en medio él mismo.
—Hazlo —dijo Harry con voz entrecortada. Dejó caer las manos.
La mirada de Draco subió un momento para observarle con asombro, pero enseguida volvió a descender. Despacio, el chico puso ambas manos en las caderas de Harry, sujetó la tela de su ropa interior y la bajó.
Harry observó, cautivado, la forma en la que la expresión facial de Draco cambió cuando su erección quedó libre y dio un pequeño salto contra su muslo.
Draco devoró todo su cuerpo con la mirada: sus muslos, su vientre, su pecho, sus brazos, inspeccionando cada rincón que quedaba a la vista con avidez.
Un pensamiento hizo que la mente de Harry se despejara de pronto del deseo que la nublaba. ¿Y si Draco decidía que no le gustaba su cuerpo? ¿Y si creía que tenía las rodillas demasiado raras, o las piernas demasiado peludas, o los hombros demasiado huesudos? Siempre había sido demasiado delgado. Demasiado escuálido, demasiado bajito, demasiado raro.
Draco estaba mordiéndose el labio mientras lo observaba, y Harry no pudo soportarlo más.
—¿Draco?
El chico le devolvió la mirada, sus ojos brillantes y abiertos en un gesto desconcertado. Harry quería preguntar, necesitaba saber en qué estaba pensando el chico mientras observaba su cuerpo, pero la pregunta no pasó de sus labios. Le daba miedo oír la respuesta.
Siempre se había considerado como una persona de complexión mediocre. Siempre había sabido que, de no ser por su fama, nadie se habría fijado en él.
—Harry —murmuró el chico. Pasó los dedos por la pierna de Harry, subiendo por el interior de su muslo con delicadeza. No parecía desagradado. Parecía… embelesado.
—¿Te quitas los pantalones? —preguntó Harry sin pensar. Él también quería tocar a Draco. Ya lo había masturbado, y lo había visto desnudo; pero no había tenido la oportunidad de explorar su cuerpo con calma, y ahora que la inseguridad lo había hecho bajar de su nube de impaciente deseo, la necesidad de tener la piel de Draco bajo sus manos se volvía apremiante.
El chico se bajó los pantalones, llevándose con ellos la ropa interior. Lo hizo muy despacio, y con el cuerpo medio girado, casi de espaldas a Harry. Cuando volvió a arrodillarse sobre Harry estaba tan desnudo como él, con su piel pálida, su vello rubio, sus largas piernas y su erección gruesa y palpitante al alcance de la vista de Harry. Al alcance de sus manos.
Incapaz de dejar de devorar a Draco con la mirada, Harry se relamió. Al darse cuenta de lo que hacía, notó que se le calentaban las mejillas.
Draco sonrió con picardía, lo que hizo que sus facciones se distorsionaran ligeramente, amoldándose a las cicatrices que las cubrían en lugar de seguir las dobleces naturales de su piel. Harry se irguió sobre un codo y acarició la cicatriz más grande que atravesaba el pómulo del chico. Llevó la mano hacia atrás para entrelazar los dedos en el pelo de su nuca. Se inclinó hacia él, juntando sus labios en un beso lento y titubeante, y pasó los dedos por los omóplatos de Draco, bajando por su espalda, explorando y disfrutando del tacto suave y caliente de su piel. Draco se movió hacia él, de forma que sus pechos, y también sus erecciones, entraron en contacto.
Harry no tenía ni idea de que una sensación tan íntima pudiera ser tan agradable. Suspirando, dejó que sus manos siguieran bajando, acariciando los hoyuelos de Draco, aquellos glúteos que tanto le distraían en los momentos más inoportunos, y llegando hasta la parte alta de sus muslos antes de volver a ascender. Draco se aferró a su cintura con una mano y mantuvo el cuerpo de Harry quieto sobre la cama mientras se movía muy despacio contra él.
Temblando de placer y anticipación, Harry miró a Draco a los ojos.
—¿Has hecho esto antes? —preguntó.
La pregunta pareció sorprender al chico.
—Sí.
Era la respuesta que esperaba, pero, por algún motivo, oírlo le hizo sentir… celoso. Posesivo.
—¿Estás cómodo con eso? —inquirió Draco, acariciando la mejilla de Harry—. ¿Sigues queriendo hacer esto?
—Sí —contestó él sin dudar—. Es solo que… Sé que no debería sentirme así, pero imaginarte haciendo estas cosas con otros chicos...
—Lo sé —murmuró Draco muy cerca de sus labios—. No es malo, Harry. Me gusta que te sientas así.
—¿De verdad?
El chico asintió.
—Además —dijo, sonriendo contra sus labios—, hay muchas cosas que todavía no he hecho.
—¿Y quieres hacerlas conmigo?
Draco trazó la curva de su clavícula con las yemas de los dedos.
—Eres el único con el que quiero hacerlas.
Su respiración se entrecortó, y Draco le robó el suspiro que escapó de sus labios con un beso lento y profundo. Harry se aferró a los mechones suaves y rosas de Draco para mantenerlo cerca mientras volvían a mecerse el uno contra el otro, esta vez sin ropa de por medio.
Allá donde sus cuerpos desnudos se rozaban, la piel de Harry temblaba de deseo, de anticipación, de impaciencia. Y, sin embargo, un pensamiento molesto, incordiante, persistía. Así que, cuando Draco volvió a atormentar su cuello con besos húmedos y mordiscos suaves, Harry, haciendo acopio de todo su coraje, murmuró:
—Me… me da algo de miedo.
Draco se inclinó hacia atrás para mirarlo.
—¿Qué te da miedo?
—Pues… que tú hayas hecho esto antes y yo no. —Bajó la mirada, incapaz de mirar al chico a los ojos, y la fijó en la forma en la que su propia mano se aferraba al brazo en el que Draco tenía apoyado su peso sobre la cama—. Me da miedo hacer las cosas mal, o equivocarme, o… —Se encogió de hombros, incapaz de terminar la frase. O no ser suficiente para ti.
Tras un momento de silencio, Draco levantó la barbilla de Harry con suavidad y depositó un beso suave en sus labios. Harry exhaló despacio, cerrando los ojos un momento. ¿Cuándo se había vuelto su relación con Draco tan… íntima?
—Es normal sentirse así. —Draco acarició su pelo con cariño mientras hablaba—. Siempre nos enseñan que… que existe una sola forma correcta de tener sexo. Preliminares, penetración, orgasmo simultáneo entre dos personas…
Harry sintió que sus mejillas se calentaban, y vio por el rabillo del ojo que el chico sonreía.
—Pero ya sabes que no siempre tiene que ser así. Nosotros ya hemos hecho otras cosas que no seguían esos pasos. Y esas otras cosas también son sexo. Lo sabes, ¿no?
Tragó saliva y, pasado un momento, asintió.
—Lo importante no es seguir los pasos correctos; lo importante ni siquiera es que los dos nos corramos. Lo importante es pasárselo bien y escuchar a tu cuerpo y comunicar lo que te está pidiendo. ¿Vale? —Cuando Harry asintió de nuevo, Draco acarició su pecho, deteniéndose en uno de sus pezones y jugando con él con dos dedos—. Así que, ¿hay algo que quieras hacer?
Una corriente de placer lo recorrió al pensar en todo lo que le gustaría hacer con Draco; pero la idea de tener que pedirlo, de decir esas cosas en voz alta, hizo que se le atragantaran las palabras. Fijando la mirada en los dedos de Draco mientras estos atormentaban su pezón, Harry tomó aire y, con voz apenas audible, dijo:
—Quiero… tu boca.
Y, cuando los dedos de Draco se detuvieron y sintió la mirada intensa del chico sobre él, añadió, con un jadeo:
—… Ahí.
Un momento después, Draco lo estaba besando con una intensidad que hizo que Harry se hundiera en la almohada, y sus cuerpos estaban pegados de nuevo, y Harry apenas era capaz de respirar mientras se aferraba al cabello del chico.
Esta vez, cuando la boca de Draco dejó sus labios para besar su garganta, el chico siguió descendiendo, dejando una línea de besos por su clavícula, la curva de su hombro, su esternón. Pasó la punta de la lengua por el pezón de Harry y presionó con fuerza antes de trazar movimientos rápidos contra él. Harry gimió, empujando el pecho hacia aquella boca, y se retorció de placer cuando el cuerpo de Draco rozó su entrepierna mientras el chico, sin dejar de besarlo, descendía de nuevo en la cama y besaba su cintura.
— Oh. —Harry dejó caer la cabeza hacia la almohada, sobrecogido. Enredó los dedos entre los mechones rosas de Draco, que rozaban su vientre y sus muslos con cada beso y succión de esa boca tan enloquecedora.
Draco gimió con suavidad contra su piel y, apartando la pierna de Harry hacia un lado con suavidad, dejó una hilera de besos húmedos por el interior de su muslo, bajando hasta el lateral de su rodilla, donde depositó un beso suave antes de volver a ascender.
Harry, aferrándose a las sábanas, volvió a mirar hacia abajo justo cuando Draco levantaba la vista. Sus miradas se encontraron, y Draco le sonrió: fue una sonrisa pequeña, como involuntaria, e hizo que el corazón de Harry amenazara con salírsele del pecho.
Con una dulzura casi arrolladora, Draco rodeó su cintura con ambas manos y, sin dejar de mirarle, pasó los labios por su erección, desde la punta hasta la base. Harry aguantó la respiración al recorrerlo una corriente de placer que, estaba seguro, hizo que sus mejillas se sonrojaran. Y cuando Draco llevó la boca un poco más abajo y presionó la lengua contra sus testículos, moviéndola con suavidad y envolviéndolos con sus labios, a Harry se le olvidó cómo pensar.
Draco se tomó su tiempo succionando, besando y lamiendo la zona mientras Harry se retorcía de placer entre sus brazos sin poder evitarlo. Cuando el chico volvió a ascender y se llevó la erección de Harry a los labios con una mano, sus mejillas estaban sonrosadas y húmedas con su propia saliva. Harry habría jurado que las comisuras del chico se levantaron con una sonrisa pícara cuando, por fin, dejó que la punta de la erección de Harry penetrara su boca.
Harry detuvo todos sus movimientos, cerrando los ojos, aguantando incluso la respiración, para poder concentrarse en cada sensación que lo recorría con cada centímetro que descendía aquella boca húmeda y caliente y perfecta. Cuando la punta de la nariz de Draco rozó su vello púbico y, un momento después, el chico succionó a su alrededor, Harry soltó todo el aire de sus pulmones con un jadeo largo y entrecortado. Sus manos se cerraron en puños en torno a los mechones de Draco, quien, tras respirar profundamente por la nariz, empezó a moverse, despacio, de arriba abajo. Harry se retorció de placer mientras gemía, y suspiraba, y sus suspiros se tornaban súplicas.
—No pares, Draco, dios, no pares —se le escapaban las palabras mientras sus manos alternaban entre tirar de aquellos suaves mechones rosas y acariciar la nuca, las mejillas y los labios tirantes y húmedos de Draco.
Draco gimió y, sin detenerse, cambió el peso de su cuerpo para acariciar a Harry con una mano: primero la base de su erección, y luego sus testículos, presionando y masajeando con suavidad la zona inmediatamente inferior a ellos.
— Oh. —El cuerpo de Harry se movió por voluntad propia hacia aquella mano mientras se estremecía de placer. Apenas capaz de respirar, Harry se hundió más y más en la almohada mientras lo inundaba un profundo y creciente placer. Por suerte, Draco comprendió y succionó con más fuerza, haciendo que el orgasmo que lo sobrecogió un momento después se extendiera hasta los dedos de sus pies, que se encogieron.
Momentos después, cuando el Slytherin, ruborizado y con el pelo enmarañado, volvió a ascender por la cama, sus manos estaban por todas partes: en la cintura de Harry, en su pecho, en su clavícula; acariciando su cuello y moviéndose hacia su nuca para acunar la cabeza de Harry mientras lo atraía hacia sí y lo besaba profundamente en los labios. Su boca estaba caliente y, por Godric, aquel sabor… tirando por la borda sus inhibiciones, Harry se aferró a la espalda del chico y lo atrajo hacia sí hasta que sus cuerpos se juntaron y el peso de Draco recayó sobre él, y le devolvió el beso con ganas, saboreando la lengua del chico y suspirando contra sus labios cuando sintió la erección de Draco presionarse contra su cadera.
Cuando se separaron para respirar, Draco empujó la cabeza de Harry a un lado con la punta de la nariz para besar su cuello.
—Te quiero —murmuró Draco contra su piel humedecida. A Harry se le entrecortó la respiración al sentir una corriente de mariposas ascendiendo por su pecho. Draco siguió besando su cuello, pero Harry lo empujó con suavidad hasta que el chico volvió a mirarle.
—Espera —jadeó, tratando de aclarar sus pensamientos mientras se perdía en los ojos grises de Draco. Maniobró sus cuerpos con torpeza hasta que Draco cayó sobre su espalda en la cama, con Harry sentado de rodillas sobre él, y se inclinó para darle al chico un beso profundo antes de volver a enderezarse. Acarició la mejilla de Draco, apartando un mechón rosa de su frente con las yemas de dos dedos. La voz le tembló ligeramente con sus siguientes palabras, que escaparon a toda prisa, ávidas por materializarse entre ellos, por ser más que una sobrecogedora sensación en lo más profundo de su ser—. Yo también te quiero. —Tragó saliva, pasando las manos por el pecho irregular del chico y sintiéndolo ascender con su siguiente respiración—. Te quiero, Draco.
Los labios de Draco se entreabrieron con un suspiro suave, sus ojos agrandándose un poco con la misma sorpresa que Harry sintió al oírse diciendo aquellas palabras.
Sintiendo arder sus mejillas, Harry se inclinó de nuevo hacia Draco y besó su mandíbula, su cuello, su clavícula. Draco no dijo nada; simplemente llevó una mano al pelo de Harry y guió su cabeza con delicadeza mientras Harry lo devoraba a besos y pasaba las manos por la piel desnuda del chico.
Al sentir un cosquilleo bajo sus dedos en la cintura de Draco, Harry se reclinó de nuevo hacia atrás, sobre las piernas de Draco, para observar el dragón dorado que planeaba sobre el hueso de su cadera. Cuando el tatuaje se desplazó hacia el vientre del chico, Harry lo siguió con los dedos, jugando con el vello que nacía bajo el ombligo del chico y se volvía más denso en torno a su erección. Lo siguió también cuando ascendió hacia el torso del chico, deteniéndose en la quemadura bajo su pezón izquierdo, y pasó un pulgar por el pezón de Draco, cautivado por la rapidez con que su pecho ascendía y descendía bajo su tacto.
Sus miradas se encontraron, y Harry descubrió una sonrisa en el rostro del chico que nada tenía que ver con las muecas burlonas que Draco le había dirigido a principios de curso; se encontró con una sonrisa apacible, que, pese a estar rodeada por cicatrices que distorsionaban sus facciones, de alguna manera suavizaba la expresión del chico. Harry sonrió de vuelta y, haciendo a un lado el nerviosismo que amenazaba con volver a asentarse en su estómago, rozó el dragón dorado con los labios.
Apoyó las manos a los lados del chico mientras pasaba los labios y la lengua por su pezón suave hasta endurecerlo, disfrutando de los sonidos ahogados que recibió en respuesta. Cuando volvió a besar la piel sobre la que el dragón aún flotaba, este se movió, y Harry dejó que lo guiara hacia el otro pezón, y luego un poco más abajo, hacia las costillas del chico, donde Harry se permitió empaparse del sabor salado y embriagador de su piel. Cuando el dragón descendió hacia la cintura del chico, Harry la besó también, succionando la piel suave y caliente hasta que una marca roja floreció bajo sus labios y los suspiros de Draco se volvieron gemidos suaves.
Y cuando el dragón se dirigió hacia el vientre de Draco, deteniéndose a solo unos milímetros de su vello púbico, Harry solo dudó un momento antes de moverse tras él, besando la zona bajo su ombligo y sintiendo la erección del chico rozar su mejilla.
Draco acarició su pelo, pasando un pulgar por su pómulo hasta que Harry levantó la mirada.
—No tienes que hacer nada con lo que no te sientas cómodo —dijo con la voz entrecortada.
Harry se humedeció los labios, frotando la mejilla contra la erección del chico.
—Ya lo sé, idiota —contestó con voz áspera. Tuvo que carraspear—. Quiero hacerlo, solo que… no sé cómo hacerlo bien. —Sintió que se ruborizaba.
Draco se enderezó un poco en la cama, con las rodillas dobladas descansando a ambos lados de los hombros de Harry, y le observó desde arriba, acariciando con un pulgar su pómulo.
—Usa los labios y la lengua —dijo—, y no solo el fondo de tu boca. No tienes que provocarte arcadas para dar placer a otra persona. Lo importante es que disfrutes.
Harry asintió, tragando saliva.
—No te preocupes —murmuró Draco, volviendo a acariciar la cara de Harry con suavidad—, no vas a hacerlo mal.
Asintió de nuevo y, recordando lo que acababa de hacer Draco, separó las piernas del chico con las manos y besó el interior de su muslo, descendiendo casi hasta llegar al lateral de su rodilla. Los dedos de Draco se deslizaron por sus mechones y, al ascender de nuevo Harry por la pierna del chico entrelazando un rastro de besos con el vello suave que la cubría, sujetaron su cabeza con sutileza, guiando sus movimientos.
Cuando volvió a tener ante sí la erección del chico, Harry se relamió sin poder evitarlo. Tragando saliva, se posicionó en la cama de manera que pudiera sostener su peso en las piernas y llevó una mano a la erección de Draco, moviendo su prepucio como sabía que le gustaba y descendiendo con la mano hasta la base de su pene. Acarició el vientre del chico con la otra mano.
—Te quiero —murmuró Draco muy cerca de él. Harry miró hacia arriba y se encontró con que el chico se había encorvado para acercarse a Harry y le estaba sonriendo.
—Yo también te quiero —dijo Harry, agachando de nuevo la cabeza y rodeando con los labios la punta de la erección que palpitaba en su mano.
Draco suspiró, tirando ligeramente de los mechones de Harry, y él, envalentonado, trazó con la lengua un círculo sobre la forma dura y suave de su glande, y luego otro, y otro, separando los labios para poder lamer al chico hasta la base. El siguiente suspiro de Draco se acercó más a un gemido, y eso, junto con las manos del chico en su pelo y los sabores y sensaciones que plagaban su boca, hizo que a Harry lo recorriera un escalofrío de placer. Él mismo gimió con suavidad, imitando el sonido de Draco, mientras volvía a envolver su erección con los labios, esta vez descendiendo más, permitiendo a Draco entrar en su boca.
Se tomó un momento para respirar por la nariz, para hacerse a la sensación en su mandíbula, para mover la lengua, y luego descendió un poco más. Las piernas de Draco se tensaron en torno a sus hombros, y otro delicioso sonido escapó de la garganta del chico y penetró a Harry hasta los huesos.
—Merlín, Harry —murmuró con voz entrecortada—. Intenta succionar un poco con las mejillas, si pue… ahhh, justo así.
Si su boca no hubiera estado ocupada, Harry habría sonreído con picardía. En lugar de eso, succionó de nuevo, ascendiendo al hacerlo y atormentando el glande de Draco con los labios y la lengua mientras recuperaba el aliento. Volvió a hundir la erección del chico en su boca cuando este protestó con un gemido débil.
Draco guió sus movimientos con las manos, creando un ritmo lento pero constante que le permitiera respirar, mover la lengua, saborear, sentir. Harry fue consciente de cada estremecimiento de placer que recorrió el cuerpo del chico; de cada suspiro, de cada jadeo entrecortado, de cada elogio y apremio que escapó de los labios de Draco. Fue consciente de la saliva que se resbalaba por su barbilla; del picor húmedo en sus ojos y de la tensión en sus músculos, que se mezclaba con las ligeras corrientes de placer que, como un eco, recorrían todavía su cuerpo.
Draco se tensó y aquellas manos expertas se cerraron en puños en torno a su pelo, y Harry succionó con fuerza, moviéndose más rápido y gimiendo casi sin darse cuenta cuando el placer que le estaba causando a Draco potenció el suyo propio y lo recorrió estremecimiento de excitación. Los gemidos de Draco se tornaron altos, agudos, y, de pronto, el chico tiró de la cabeza de Harry y liberó su erección justo antes de correrse. Harry, jadeando, se inclinó hacia delante y dejó que el semen de Draco cubriera sus labios y su barbilla.
Un momento después, Draco lo atrajo hacia sí con movimientos impacientes. Harry lo siguió, persiguiendo sus labios para besarlos, y Draco se dejó caer sobre los cojines y aceptó el beso, devolviéndoselo con ganas al tiempo que entrelazaba sus piernas y rodeaba la cintura de Harry con las manos. Limpió su propio semen de la cara de Harry con la lengua, y volvió a besar su boca con un ardor que dejó a Harry sin aliento.
Cuando se separaron para respirar, Harry se escondió en la curva del cuello de Draco, sintiéndose satisfecho, agotado y solo un poco cohibido por lo que acababa de hacer. Merlín, había sido mil veces mejor que en sus fantasías. Se empapó del olor del chico, rozando su garganta con los labios y besando el dragón dorado al sentir el característico hormigueo de magia bajo su piel. Se le escapó un bostezo.
—¿Qué hora es? —preguntó.
—Las once —contestó Draco. Y después, dubitativo, añadió—, puedes quedarte a dormir, si quieres.
A Harry le dio un vuelco el corazón.
—¿Tú crees? Ron se preocupará por mí. Y tus compañeros de habitación nos verán por la mañana… —A pesar de su indecisión, la idea de marcharse de la cama de Draco se le hacía, de repente, dolorosa.
Nunca había dormido abrazado a nadie. Ni siquiera de pequeño, ya que, a diferencia de a Dudley, jamás se le había permitido meterse en la cama de sus tíos cuando tenía pesadillas. A lo largo de los años, se había acostumbrado a colocar su almohada paralela a su cuerpo y dormirse abrazado a ella cuando se sentía triste y asustado, incluso aunque supusiera dormir con la cabeza torcida.
Recordar aquello hizo que quisiera aferrarse a Draco con todo su cuerpo y no dejarlo ir, pero se contuvo.
—Está bien —dijo un instante después, decidiendo que Ron sobreviviría una noche sin él—. Me quedo.
Draco soltó un suspiro, tal vez de alivio. Se giró bajo el peso de Harry y depositó un beso en su frente.
—Túmbate de espaldas a mí —murmuró con una sonrisa en la voz. Harry lo hizo, y de pronto había un cuerpo presionado contra su espalda y una mano rodeando su cintura. La siguiente respiración de Draco rozó su nuca, y a Harry, de pronto, se le llenaron los ojos de lágrimas.
Trató de mantener su respiración acompasada, pero Draco debió de notar algo, porque, un segundo después, murmuró contra su hombro:
—¿Estás cómodo con esto? ¿O prefieres que no te abrace?
—No, no—dijo Harry a toda prisa—. Quiero decir… sí, estoy cómodo. —Titubeó un momento—. Nunca he dormido abrazado a nadie.
—Yo tampoco —musitó Draco, atrayendo a Harry un poco más hacia sí. Bostezó.
—¿Ni siquiera con… tus padres? —preguntó Harry en un hilo de voz. Draco tardó un momento en contestar, como si la pregunta le hubiera pillado desprevenido.
—Sí, con ellos sí. Me refería a personas con las que me hubiera acostado, o parejas, o… esas cosas.
—Oh. —De pronto, a Harry le costaba respirar.
—Tú… ¿Tú no? —preguntó Draco—. ¿Con nadie?
Harry negó con la cabeza, sintiendo que se le escapaban las lágrimas.
Draco atrajo a Harry aún más hacia sí, rodeándolo también con una pierna, y depositó beso tras beso en su nuca, en sus hombros, en su pelo. Pasó la mano por los brazos y el pecho de Harry, y, aunque estaba claro que sabía que Harry estaba llorando, porque se le escaparon uno o dos sollozos entre las lágrimas, no hizo ningún comentario. Simplemente se mantuvo cerca y le dejó llorar, y no se movió incluso cuando los hombros de Harry dejaron de temblar y el sueño, por fin, se apoderó de él.
~
Lo primero de lo que fue consciente Harry al despertarse fue el peso de la cabeza de Draco sobre su pecho; la forma en la que el cabello del chico rascaba su piel desnuda. La sensación de paz, de absoluta calma que llenaba su cuerpo hasta los extremos más recónditos.
Lo segundo de lo que fue consciente fue que era martes y no se había despertado con el sonido de ningún despertador.
—Mierda —musitó—. Draco, despierta.
Sacudió al chico sin mucho éxito, y optó por rebuscar su ropa entre el montón que se había formado a sus pies, descubriendo con cierto horror que algunas prendas habían caído al suelo durante la noche. Oyó un gruñido a su espalda.
—¿Qué hora es? —preguntó Draco con gran dificultad y solo un ojo abierto.
—No tengo ni idea —dijo Harry, que aún no había encontrado sus gafas ni su varita—. Tarde, eso seguro. Y ni siquiera tengo aquí la túnica ni la corbata del uniforme.
Draco emitió otro sonido lastimero. Aunque puso los ojos en blanco, Harry no pudo sino estar de acuerdo con su queja.
Diez minutos después, habían conseguido vestirse, ir al baño y lavarse la cara. La habitación estaba vacía; era casi la hora de entrar en clase, y el único rastro que quedaba del resto de los Slytherin de octavo eran las ventanas abiertas y un pequeño montón a los pies de la cama de Draco con las túnicas y las corbatas de ambos pulcramente dobladas. Sobre él descansaba una nota que decía:
Pensé que necesitaríais esto, tortolitos.
B. Z.
—Ron ha debido de traer lo mío —dijo Harry, mortificado ante la idea de que Ron hubiera estado paseándose por aquel dormitorio mientras él y Draco dormían abrazados tras las cortinas. Draco, que se había sonrosado, asintió mientras terminaba de arreglarse.
Salieron a todo correr, apenas fijándose en las dos o tres personas que les dirigieron miradas curiosas en la sala común. Bajaron las escaleras de dos en dos, y, mientras avanzaban a toda prisa por el pasillo transitado que llevaba al Gran Comedor, Draco le dio la mano. Miró a Harry con una pregunta reflejada en su expresión, y Harry le sonrió y le apretó la mano, esperando que eso le dejara claro a Draco que no, no le importaba en absoluto ir de la mano con él.
Cuando Draco le devolvió una sonrisa radiante —y una vez más carente de cicatrices—, Harry no pudo evitar sonrojarse, pues el recuerdo de lo que habían hecho la noche anterior inundó su mente. No podía creer lo mucho que había disfrutado teniendo a Draco en su boca. Aunque, pensándolo bien, no debería sorprenderse, teniendo en cuenta lo que había hecho con aquel plátano tan solo unas semanas antes. Merlín, ese recuerdo sí que hizo que se le subieran los colores. ¿En qué había estado pensando?
Sus amigos seguían desayunando cuando se acercaron al que se había convertido en su rincón de la mesa de Gryffindor, y que últimamente incluía, pese a ser Slytherins, a Draco y a Blaise. Varias miradas se levantaron hacia ellos, y a un par de personas se les escaparon risillas.
Cuando Ron los vio, el sonido de queja que emitió retumbó por todo el Gran Comedor. Se giró hacia Blaise.
—Vas a hacer que me de un infarto —masculló.
Blaise sonreía como si fuera la mañana de Navidad.
—¿Qué está pasando? —exigió saber Draco, mirando de reojo al grupito de Ravenclaws que se reía detrás de ellos.
—Mirad vuestras corbatas —dijo Hermione con un suspiro de resignación.
Harry miró hacia abajo y después a Draco, que le devolvió una mirada tan horrorizada como lo debía parecer la suya. ¿Cómo no se había fijado hasta ahora en que Draco y él se habían confundido de corbata? Además, recordaba perfectamente mirarse en el espejo mientras trataba inútilmente de arreglarse el pelo y ver los colores rojo y dorado resaltando sobre su camisa. Estaba seguro de que se habría fijado si su corbata fuera verde, por muy dormido que estuviera.
Pero entonces, ¿cómo…?
—Me parece que ciertos tortolitos estaban demasiado ocupados comiéndose con los ojos como para prestar atención a su ropa esta mañana —dijo Blaise, sonriendo de oreja a oreja.
—¡Zabini! —exclamó Harry, comprendiendo de pronto lo que había ocurrido, al tiempo que Draco decía:
—Muy astuto. —Tiró de Harry para que se sentara a su lado y se sirvió una tostada con mermelada—. En serio. ¿Dónde aprendiste a hechizar las corbatas para que cambien de color? ¿En la clase de Encantamientos de primero?
—A veces los trucos más sencillos son los que obtienen los mejores resultados —contestó Blaise—, sobre todo cuando tus víctimas están distraídas. —Les guiñó un ojo a Harry y a Draco. Ron soltó otro sonido lastimero, y Hermione le dio una palmadita de consolación en el hombro.
Unos minutos más tarde, de camino a clase, Harry apretó la mano de Draco y murmuró:
—¿No vamos a intercambiarnos las corbatas?
Draco sonrió con picardía.
—No, a no ser que quieras hacerlo.
—Nah —dijo Harry, sonriendo de vuelta. Y luego, armándose de valor, se detuvo y añadió—, pero sí hay algo que quiero.
Draco le dirigió una mirada inquisitiva. Mordiéndose el labio, Harry se acercó a su oído y susurró:
—¿Recuerdas que anoche me dijiste que no todas las relaciones sexuales tienen que incluir penetración?
Draco le miró con los ojos muy abiertos, y a Harry se le calentaron las mejillas.
—¿Qué… Qué dirías si te dijera que quiero eso?
A su alrededor, una marea de alumnos se apresuraba hacia sus primeras clases de la mañana, y Draco guió a Harry hacia una pared, abrazando su cintura y murmurando:
—Te diría que no voy a poder pensar en otra cosa en todo el día. —Su mirada era tan intensa que Harry se sentía desnudo ante ella; cautivado—. Y que te quiero. Te quiero tanto que quiero gritárselo al mundo. Y te diría… —bajó aún más la voz, musitando las siguientes palabras en el oído de Harry y haciéndole temblar— te diría que pruebes a usar uno o dos dedos cuando te estés duchando. Con lubricante, a ser posible. Para acostumbrarte a la sensación. Si es a eso a lo que te refieres, claro. —Dijo las últimas palabras mirando a Harry a los ojos.
—Sí —soltó él, acalorado—, y no. ¿Ambas, supongo? N-No lo sé...
—Eh. —Draco acarició el dorso de su mano—. No tienes que saberlo. Podemos descubrirlo juntos.
Antes de que Harry pudiera contestar, Draco le besó y, un momento después, desapareció tras la puerta del aula de Pociones.