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Son solo unos días, se dice mientras observa su cofre y no sabe si sentirse emocionada o temerosa. Todo está en orden, los miembros de la Cámara saben que se tomará unos días de descanso porque los necesita. Pocos a donde irá, eso solo lo saben lo más cercanos.
De pequeña le emocionaba escuchar a escondidas las narraciones de otros viajeros, la sección de la biblioteca estaba llena de historias de navegantes y aventureros como su propia familia. Recuerda cuando jugaba que corría sus propias aventuras en bosques encantados, lagos cristalinos y obscuras cavernas repletas de maravillas. Pero de eso, da la impresión de que ha sido en otra vida.
Por mucho tiempo se preguntó amargamente que hubiera pasado si las cosas hubieran sido distintas, si sus padres y hermanos hubieran sobrevivido a la invasión de los Briarwood, si ella habría tenido oportunidad de viajar más allá de la ciudad blanca. Esos días son los peores porque traen a su memoria todo lo que hizo y todo lo que pudo haber hecho. La idea de que por más que haga por los suyos jamás será suficiente y jamás traerá de vuelta a los suyos.
Hace unas semanas pasó uno de esos días deprimentes y obscuros que ni el té ni los encantadores bocadillos confeccionados en The Slayers cake resultaban apetecibles. Todo parecía terrible y el sueño le rehuía, el trabajo la mantenía ocupada, se había saltado algunas comidas, los remedios del reverendo Yennen no estaban surtiendo efecto alguno y había aplazado unas reuniones por el temor de mostrarse sumamente irritable con sus interlocutores.
Percival lo notó, siempre lo hace, por lo general se reserva todo, pero algo debió distinguir que finalmente decidió pasar a la acción. Esa tarde, su hermano se presentó en su despacho acompañado de una charola con té y pastas y se negó a marcharse hasta que no atestiguar que hubiera probado un bocado.Mientras preparaba el té, a regañadientes tomó uno de los pasteles más pequeños. El sabor le recordó su infancia y las lágrimas que por días había contenido fluyeron sin parar. Fue una tarde complicada porque el control de las emociones siempre había sido un rasgo de su familia y esa tarde se vino abajo.
Fue afortunada que Percival se hallara a su lado, porque si alguien podía entender el peso de ser un de Rolo era él. Hablaron largo y tendido, como no lo había hecho prácticamente en años. Entre sorbos de té le contó algo de sus tiempos lejos de Whitestone y de lo mucho que le preocupaba que pudiera caer en zonas mucho más obscuras y le ppropuso un cambio de aires.
Salir, dejara tras las frías tierras de Whitestone y explorar más allá no parece una mala idea. Ella dice que lo pensará, él menciona que tal vez le gustaría ver el mar, que no le haría ningún daño conocer algo más que las playas saladas y rocosas que bañan Whitestone, que tal vez le haría bien conocer un sitio más luminoso. La idea le entusiasma, pero entonces recuerda que tiene mucho trabajo. Su hermano sonríe, le dice que solamente serán unos días y que puede dejar todo organizado. Que pueden planearlo para que pueda disfrutar un descanso que definitivamente se merece.
Días más tarde Vex naturalmente se entera del viaje, con un guiño le dice que le parece fabuloso, que si quiere ir al mar podría sugerirle un lugar maravilloso con de playas con arenas blancas, aguas de color turquesa y un clima apacible. Su hermano enrojece al escuchar que su esposa susurra algo sobre un sitio llamado Dalen's Closet.
De eso han pasado unas semanas entre organizar, planear, desorganizar, hacer reservaciones y reprogramar. Ahora está frente a su cofre y algunas maletas. Lleva un atuendo de viaje y espera, porque Keyleth se ha ofrecido a transportarla a ella y al pequeño grupo que la cuidará durante el viaje. Al atardecer la druida pelirroja se presenta con pies ligeros y dice que ha llegado la hora y que le ayudará con su equipaje. Kiki toma su cofre antes de que proteste y pronto se encuentran frente al árbol del Sol a través del cual viajarán a su destino.
Trisha y Kynan esperan nerviosos con sus maletas, Percy y Vex prometen que cuidarán en su ausencia de todo y le hacen jurar a sus guardianes que velarán por ella en todo momento, ella promete formalmente que descansará y que les escribirá todos los días hasta su vuelta. Antes de partir Percival le da un inesperado abrazo y susurra que no se preocupe, que él se encargará de todo, que si alguien merece ese descanso es ella.
Atravesar por primera vez el árbol del sol es una experiencia única. En un instante quedan atrás las heladas tierras de Whitestone y se siente deslumbrada ante el atardecer en la bahía de Shamal y el agradable clima que inmediatamente se siente. Tal vez deba reconsiderar su ropa de viaje, se dice al ver pasar a algunos paseantes con ropas ligeras de colores brillantes.
Keyleth los guía por la bahía hasta un sitio llamado Dalen's Closet, donde hay una reservación a nombre de Miss. Johana von M. y acompañantes, con la clara advertencia de que no sea molestada.
El dueño del lugar la conduce a una de las habitaciones más amplias del lugar, sus guardaespaldas inspeccionan la zona en lo que ella deshace sus maletas .Su habitación es amplia, en tonos claros que contrastan con sus habitaciones en casa, tiene grandes ventanales y una preciosa vista al mar. A la hora de la cena se reúnen en un pequeño restaurante que da al mar. Keyleth menciona que pasará unos días con ellos, que Allura y Kima se darán una vuelta en unos días y con suerte Gilmore también lo hará. Cassandra sonríe, apenas si puede creerlo. Es la primera noche de si vida que está lejos de Whitestone.
Mucho más tarde, cuando se retira a descansar, saca de sus pertenencias uno de los libros que por años descansaban apilados en su mesilla de noche. Alcanza a leer unas líneas donde mencionan que “La cura para todo es siempre agua salada: el sudor, las lágrimas o el mar” mientras se desliza en el plano de los sueños, pensando que eso es algo que solo con el tiempo averiguará.