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Alegrías y Sorpresas

Chapter 18: Alegrías y Sorpresas

Summary:

La situación en los dos vórtices mágicos. La puerta sellada se abre para doce parejas y abre un nuevo camino. Partido de Quidditch.

Chapter Text

—¡Por Merlín! —exclamó John al ver que el vórtice empezaba a expandirse—. Steve, retoma el cántico. ¡Ahora! Hay que contenerlo. —le ordenó con firmeza, pues sabía que si no lo hacía reaccionar rápido todos los que estaban en ese pasillo serían arrastrados ahí en segundos.

El joven inefable cerró los ojos y sacudió la cabeza, concentrándose en el rostro de Alicia apenas los abrió para estabilizarse y empezar de nuevo con el cántico y el movimiento preciso con su varita, aunque parpadeó por un momento confundido al ver que frente al vórtice había ahora una especie de malla que parecía hecha de hebras transparentes pero brillantes.

En este vórtice tenían que actuar simultáneamente dos personas, mientras en el Ministerio sólo era necesario el cántico de una, porque la magia residual en Hogwarts era mayor y aceleraba el proceso mágico del vórtice. John lo sabía, pero no había otro inefable allí y ninguno de los Dragones presentes aprendió el especial hechizo de contención. Esperaba que Steve lo pudiese contener mientras Harry lo detenía definitivamente, con ayuda de Hermione y los otros que estaban con él tras la Puerta Sellada en el Ministerio de Magia.

—¿Qué es eso? —preguntó aterrada una mortífaga novata, mientras veía horrorizada como siete sombras se precipitaban sobre Blaise Zabini en una zona llena de escombros y con aspecto tenebroso.

—Ése es el mundo tras El Velo de la Muerte, al que con mucha dificultad sobrevivió mi primo —le respondió Narcissa con frialdad, mientras se incorporaba con ayuda de Neville—. El que se unirá con el que conocemos si no logra ser detenido lo que desató Tom Riddle y terminó de desencadenar Blaise Zabini, los dos por ansias de poder y sin tener el conocimiento sobre lo que hacían.

—Pero… Él dijo… —tartamudeó uno de los mortífagos de más experiencia.

—¿Quieres ir a preguntarle personalmente lo que piensa ahora de lo que decía? —gruñó Pansy furiosa.

—¿Por qué la que estaba haciendo el cántico extraño y el auror que cayó con ellos no están ahí con él, sino que se desvanecieron en una luz brillante? —preguntó otro de los mortífagos novatos.

—Porque en el último instante descubrieron el verdadero poder que tenemos brujas, magos, squibs y muggles —le respondió Luna con sencillez. Sonrió al ver que todos se giraban a mirarla con curiosidad, incluido Steve. El inefable había suspendido su cántico y movimiento de varita, al ver que la malla se convertía en una pared sólida contra la cual no tenía efecto lo que había estado haciendo—. El amor por nuestros semejantes, al mismo nivel que sentimos por nosotros mismos, enfocados en una persona especial. Aquella por la que somos capaces de darlo todo, seamos o no correspondidos por ella, con la que seríamos felices de estar en cualquier lugar por más terrible que éste sea.

Narcissa miró a John y las varitas de los mortífagos más cercanos alternativamente, de manera significativa. Le estaba diciendo, sin palabras, que era ahora o nunca que los desarmaban y detenían definitivamente.

El auror comprendió perfectamente. De manera rápida les transmitió a Los Dragones, con disimulados gestos de su rostro, la orden. A un leve asentimiento suyo los desarmaron simultáneamente con agilidad, sonriendo ante sus expresiones de desconcierto mientras perdían sus varitas.

—Azkaban espera por ustedes. Pero primero nos aseguraremos de saber con certeza si lo que Blaise Zabini comenzó ha podido ser detenido. —sentenció John Stevenson, luego de atarlos con sogas mágicas antidesaparición y silenciarlos. Se giró en seguida a mirar con preocupación el vórtice sellado, pero que seguía del mismo tamaño.

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—Ellos… Ellos… —sollozó Padma.

—Mi amor, debes seguir con el cántico, por favor. —le pidió George a Parvati mientras las lágrimas se escapaban de sus ojos azules sin que tuviese conciencia de ello.

—No puedo. —susurró ella con su mano temblorosa sosteniendo apenas su varita.

—Sí puedes. Por mi gemelo, por tu gemela, por mis padres que dieron su vida para que no te detuviesen y por todos los que estamos luchando para que esa cosa no destruya el mundo en el que vivimos. —le replicó Fred con firmeza entre su llanto.

—Te ayudo. Vamos, sí puedes. —le insistió George ayudándola a sujetar su varita con más firmeza y ubicándose tras ella para ayudarla. Los dos vieron la extraña malla frente a éste, pero no tenían tiempo para averiguar lo que era así que reiniciaron el cántico.

—¿Qué es eso? —preguntó el mortífago que había estado combatiendo con Arthur Weasley, justo antes que el alto y calvo pelirrojo hiciese la peligrosa maniobra para junto con la esposa derribar a Yaxley hacia la extraña visión en medio del antiguo arco de piedra.

—El mundo al que se llegaba al atravesar El Velo de la Muerte. El que se llegará a unir con el nuestro, si no logramos detener lo que Tom Riddle y Blaise Zabini desataron —le respondió Kingsley con el ceño fruncido.

Miró significativamente a Gawain, luego a Los Dragones y aurores que combatían junto a él al elevado grupo de mortífagos que había llegado al Ministerio de Magia. Con dificultad habían logrado evitar que se dividiesen en dos grupos, pues Yaxley había pretendido guiar una parte hacia el lugar en el que estaban Harry con Los Halcones y los otros, pero la Puerta Sellada no había cedido y ellos los lograron empujar hacia allí.

—Serán llevados a Azkaban en cuanto resolvamos lo que ellos generaron. —aseguró el jefe de los aurores, luego que los desarmaron, ataron mágicamente y silenciaron con hechizos silenciosos y consecutivos ante el leve asentimiento del Ministro de Magia.

Parvati y George suspendieron en ese momento el cántico y movimiento de la varita de ella, ante un leve gesto de la inefable. Ella había comprendido que, al convertirse la malla en una especie de pared transparente, ya no estaban haciendo nada.

—¿Qué pasó con mamá y papá? —preguntó Charlie en un susurro, que se acercó a ellos lentamente con su esposa.

—Ellos lo cruzaron sabiendo hacia donde irían a parar, pero no importándoles porque con eso nos salvaban a sus hijos por sangre y por afecto. También sabían que estarían juntos, apoyándose con el amor que se tenían ante cualquier dificultad como hicieron siempre. Por eso trascendieron de inmediato —le respondió Parvati con seguridad—. ¿Por qué si lo sé no puedo dejar de sentir este vacío en mi pecho?

—Porque se ganaron nuestros corazones y queríamos que estuviesen en nuestros matrimonios con sus hijos. —le respondió Padma mientras las lágrimas bajaban por su rostro.

—Y ellos querían estar, especialmente mamá. —les aseguró Bill mientras su llanto bañaba su rostro, el que había desfigurado parcialmente años antes Greyback.

—Lo estarán de la misma forma que Lily y James siempre han estado con Harry, en nuestros corazones. —les aseguró Remus con una suave sonrisa, mientras sus lágrimas se escapaban de sus ojos dorados, abrazado a su adorada metamórfaga.

—Ahora sólo nos queda confiar en que Hermione y Harry puedan no sólo detener esto, sino estar presentes físicamente con nosotros en esas bodas. —comentó Kingsley mientras le apretaba el hombro a Gawain, que con su rostro agachado intentaba ocultar su llanto abrazado a Hestia. Sabía que su amigo se había encariñado mucho con Molly Weasley, la “gran y maternal abuela” como le decían con cariño.

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—¿Qué está pasando? —musitó Daphne asustada.

—Daryll, ayúdanos más, por favor. —le suplicó Anya, pues ella y Anthony casi no lograban contener el cristal que parecía querer ser expulsado por la luz negra brillante que había brotado de la pirámide al insertar los nueve bañados en la poción.

El moreno empujó con su mano izquierda sobre las de ellos dos con más fuerza y la derecha seguía sobre las de Julie y Robin, mientras Maggie se esforzaba en ayudar a Nataly y Johan. Harrison ayudaba a Hannah y Jonathan con la izquierda y Dorothy y Lancelot con la derecha, mientras Christine lo hacía con Angelina y Andrew. En la tercera cara de la pirámide estaba Jerry ayudando con la derecha a Katherine y Ron mientras con la izquierda lo hacía con Tania y Laurence. Kathleen ayudaba a Susan y Michael.

—¿Cómo rayos se supone que los hagamos girar si apenas logramos contenerlos? —preguntó Johan exasperado.

—¿Girar? —preguntaron los demás sin entender.

—¿No oyeron? —repreguntó él intrigado.

—Claro, sólo te preguntamos por fastidiar. —le respondió Laurence exasperado.

—¿Girar hacia dónde y cuánto? —preguntó Robin, que sabía que debía detenerlos para que se enfocasen en lo importante.

—Los que están cerca de la cúspide hacia la izquierda, de modo que lo que ahora apunta hacia ese vértice apunte hacia el centro y luego una vuelta completa hacia la derecha, Nosotros aquí abajo igual, pero tomando como referencia los vértices más cercanos a nuestro respectivo cristal. —respondió Johan.

—Esperen —los detuvo Draco cuando vio que iban a empezar a hacerlo—. ¿En algún orden o todos al mismo tiempo? —le preguntó a quien era su primo.

—Primero los de la izquierda, luego nosotros y después los de arriba. —respondió Johan mientras sacudía su cabeza, con expresión adolorida en el rostro.

—¿Qué te pasa? —le preguntó Sirius preocupado, empezando a desplazarse hacia él.

—No te muevas. Ustedes cuatro tienen que estar cerca de esa esfera para que cuando los llamen vayan por ellos. —le dijo Johan rápido, mientras de sus oídos empezaba a escaparse un hilillo de sangre.

—Dios mío, por favor, ayúdanos a salir con bien a los treinta. —suplicó Nataly llorosa, al girar su rostro y ver lo que estaba pasando.

—Si hablase solamente uno o dos tal vez no ocurriría. —dijo Johan con tono exasperado.

—¿Con quién habla? —preguntó Julie en voz baja y asustada.

—No sé, pero creo que los escucha por ser squib. Y no está siendo precisamente respetuoso, si son quienes saben lo que tenemos que hacer. —respondió Robin mirándolo preocupado.

—Me duele la cabeza. No puedo pensar con claridad para esforzarme en ser sutil. —se quejó su hermano al oírlo.

Los veintiocho presentes en la sala contuvieron el aliento al incrementarse bruscamente el brillo en ésta hasta hacerles entrecerrar los ojos, escuchando en seguida las voces de los esposos Weasley diciendo a coro:

—Los amamos y siempre estaremos con ustedes de una u otra manera. Nosotros continuaremos y dos amigos se presentarán, para ayudarlos de forma más sencilla con nuestros dos hijos por afecto que están en la esfera.

Esto les colocó un nudo en la garganta. Abrieron de nuevo los ojos y soltaron el aire retenido al ver que la luz disminuía hasta la intensidad que tenía cuando entraron allí.

—Perdona, ahijado. No habíamos conseguido otra forma de comunicarnos hasta ahora. —se disculpó con suavidad una voz dulce pero firme.

Los veinticuatro que se encontraban alrededor de la pirámide y los cuatro a ambos lados de la esfera se sobresaltaron al oírla y mirar en la dirección de la que provenía la voz. Contuvieron el aliento de nuevo al ver las dos figuras transparentes, pero de contornos claramente definidos y rodeadas por una luz muy semejante a la que emanaba de la esfera.

—Retengan esos cristales. —los urgió una voz fuerte y varonil.

Los que estaban alrededor de la pirámide se apresuraron a obedecerlo, pues con el sobresalto se habían logrado deslizar un poco hacia fuera los cristales que estaban reteniendo.

—¿Lily? ¿James? —preguntó Sirius con un hilo de voz, muy asustado.

—Tranquilo, hermano. Lo entenderás en unos minutos —le aseguró el joven hombre de ojos color avellana tras unos lentes redondos y pelo negro rebelde—. Anya, estoy muy orgulloso de la hermosa joven en que te has convertido y te aseguro que tu mamá también lo está. Johan, tu papá me prometió una vez que su primer hijo sería nuestro ahijado, así que recibe nuestra bendición. —les dijo con una gran sonrisa paternal.

—Y Remus me prometió lo mismo a mí. Así que tú también eres nuestro ahijado, Robin. Recibe por tanto nuestra bendición. —afirmó Lily con una suave sonrisa llena de cariño.

—Después de tanto burlarte de mí has caído con una pelirroja —se burló James de Sirius, riéndose abiertamente al verlo sonrojarse—. Me alegra mucho que pudieses más que su testarudez, Ginny. —agregó cuando logró calmar un poco la risa, sonriendo ampliamente al verla sonrojarse bajo sus pecas.

—No quiero ser impertinente, pero no veo la importancia de esta conversación cuando ellos allá adentro se ven cada vez más pálidos y nebulosos —intervino Draco con tono frío, señalando con una cabezadita hacia Hermione y Harry—. Y ellos tampoco parecen estarse divirtiendo —agregó señalando con su mano izquierda hacia la pirámide—. ¿Qué? —le preguntó a su novia cuando le apretó el brazo.

—Que estás fingiendo absoluta indiferencia y frialdad cuando en realidad sí estás preocupado por ellos —respondió Lily por ella, mirándolo fijamente. Sonrió al ver que le evadía la mirada y se removía levemente, nervioso—. Lo que ha estado sucediendo desde que cruzaron esa puerta y hasta que salgan por ella sólo podrán recordarlo cuando estén reunidos los treinta de nuevo, además que no podrán hablarlo con nadie fuera de los otros Conjurados, Halcones y Dragones. —agregó con tono firme, sus esmeraldas clavadas en el rubio.

—El poder que está encerrado aquí es una ínfima parte del que fue usado en la creación de la vida en este planeta, algo muy grande a lo que levemente nos acercamos cuando hablamos de amor los humanos —continuó con la explicación James con expresión seria—. Es por eso que sólo parejas que se amen realmente, sobrepasando los límites impuestos por la sociedad y las “leyes de la lógica humana”, pueden entrar aquí.

—Draco Malfoy, tu mamá te enseñó el verdadero camino hacia tu corazón. Por eso pudiste sobreponerte a las imposiciones de tu padre y entrar aquí con la mujer que amas, que ha tenido que hacer oídos sordos de la oposición de su familia para estar contigo. Es importante que desde este momento dejes a un lado tus falsas posturas de defensa y actúes según los dictados de tu corazón, para que ayudes a mi hijo como decidiste en el colegio antes de venir aquí: sin importar las consecuencias siempre y cuando esta vez él no estuviese solo en el momento más crítico. —le dijo con suavidad Lily al ver que fruncía el ceño y denegaba levemente. Le sonrió cuando vio que levantaba su mirada gris hacia ella con expresión de sorpresa.

—Las otras parejas que intentaron entrar aquí y cumplían con las condiciones anteriores no les fue permitido porque las criaturas en gestación no deben entrar aquí para evitar… —James dudó un momento—. Digamos que eso lo averiguarán en su debido momento. Pero ningún niño menor a siete años debe entrar aquí y eso deben recordarlo cuando vengan más adelante a sus lecciones.

—¿Qué? —preguntó Lancelot con expresión mezcla de asombro y preocupación.

—Todo a su tiempo, amigo. —le sonrió Lily.

—Ahora empiecen a girar los cristales como les indicó Johan. Y no se sobresalten porque nos vamos a acercar a ustedes, pero no les vamos a hacer daño. —les indicó James.

Los veintiocho tragaron saliva pero permanecieron en sus lugares.

Maggie, Christine y Kathleen se acomodaron para ayudar no sólo a los que estaban a su derecha sino también a los que estaban arriba, mientras Daryll, Harrison y Jerry se concentraban en ayudar a Anya, Anthony, Hannah, Jonathan, Tania y Laurence a girar los cristales, siguiendo las instrucciones que antes había dado Johan y ahora les estaba repitiendo James Potter.

Johan retuvo el aliento al sentir tras él a Lily Evans. Lo soltó y sonrió al sentir el tibio calor que sus manos, a los lados de sus oídos, le transmitían aliviándole del dolor de cabeza. Enarcó la ceja derecha con curiosidad al sentir un cosquilleo por toda su piel, pero se mordió la lengua para no preguntar.

Lily sonrió al percibir su intriga, asintiendo satisfecha porque se contenía a pesar de su carácter tan similar al del padre. Luego se desplazó hacia cada uno de los hombres que estaban alrededor de la pirámide repitiendo la operación, en cada uno con resultados diferentes en unos aspectos pero similar en “el cosquilleo”.

James lo estaba haciendo también con las mujeres. Comenzó con Maggie y se desplazó en el sentido contrario a las agujas de un reloj muggle en un círculo alrededor de la pirámide, mientras su esposa lo hacía en el sentido opuesto. Ella finalizó al hacerlo con Jonathan mientras él lo hacía con su hija Anya, a quien besó levemente en la cabeza.

Mientras tanto Daryll, Harrison y Jerry habían ayudado a Nataly, Johan, Angelina, Andrew, Susan y Michael a girar los cristales, con Maggie, Christine y Kathleen enfocadas sólo en ayudar a los que estaban sujetando los que estaban en la parte superior, pues una vez girados los cristales la luz alrededor de estos cambiaba a una iridiscente y cesaba la gran fuerza que los intentaba empujar hacia fuera, pero ahora tenían que evitar que se girasen para recuperar sus posiciones iniciales. Aunque el esfuerzo requerido era menor al anterior una sola persona no hubiese podido conseguirlo, era necesario que cada hombre actuase con ayuda de la mujer que amaba para lograrlo.

James avanzó entonces hacia los dos Slytherin a la izquierda de la esfera y Lily a los dos Gryffindors a la derecha. Repitieron lo que habían hecho antes con los que estaban alrededor de la pirámide y luego intercambiaron lugares. Sonrieron por las expresiones mezcla de nerviosismo y curiosidad con que los miraban, pero los cuatro conteniéndose para no moverse ni preguntar nada.

—¿Qué harán para ayudar a Hermione y Harry? —preguntó Lily con tono solemne.

—Lo que usted nos indique. —le respondieron a coro Daphne y Draco con respeto, sus ojos mostrando nerviosismo pero sinceridad.

—¿Qué harán para ayudar a Hermione y Harry? —preguntó James con tono solemne.

—Lo que usted nos indique. —le respondieron a coro Ginny y Sirius con respeto, los ojos brillantes de emoción.

—Entrégame la mano derecha de Daphne y entra allí a buscarlos cuando te llamen. —le dijo Lily al rubio con el mismo tono solemne, sus esmeraldas fijas en los ojos grises que mostraban una mezcla de miedo, dudas y ansiedad.

Draco miró a su novia asustado, pues se habían metido en aquél lío sin saber de qué se trataba. Vio en los ojos azules que tanto amaba un reflejo de lo que él también sentía. “Maldición. Nosotros somos Slytherin, no valientes y estúpidos Gryffindors. ¿Qué rayos estamos haciendo aquí adentro?”, pensó mientras sentía que su corazón se le oprimía, preocupado por lo que le ocurriría a los dos.

Se giró a mirar a quien le había dado aquella orden y al encontrarse con sus esmeraldas recordó las de Harry Potter. Revivió en un instante todo lo que había vivido con él desde que lo conoció y comprendió que él muchas veces había tenido que tomar decisiones en circunstancias similares, beneficiando incluso a quienes le habían hecho daño. Recordó luego la mirada de la castaña antes de entrar en aquella sala. Tomó aire profundamente y se giró a mirar a su novia.

—Te amo y pase lo que pase siempre estaré contigo. —le aseguró mirándola fijamente.

—Yo también te amo y jamás nada me separará de ti. —le respondió Daphne asintiendo, aceptando su decisión.

Draco puso entonces la mano derecha de ella en la izquierda de la mujer de ojos esmeralda, quien a pesar de verse transparente era suficientemente corpórea para sostenerla y retenerla suavemente. Luego se giró hacia la esfera y avanzó hasta ubicarse frente a ella, como le indicó Lily con su mano derecha.

—Ginevra, entrégame la mano derecha de Sirius y entra allí a buscarlos cuando te llamen. —le dijo James a la menuda pelirroja con el mismo tono solemne que había empleado antes, luego de ver al rubio ubicado.

—Pero… ¿No debería ir yo? —planteó Sirius asustado—. El escapista profesional soy yo. —insistió al ver a quien querría siempre como un hermano denegar.

—Papá, contrólate y haz lo que te están indicando sin protestar —lo regañó Johan—. Créeme, aunque son en parte tus amigos son mucho más que ellos quienes te lo están indicando. Sus razones tendrán para ello. —se explicó al ver que lo miraba con una mezcla de enfado y ansiedad.

Sirius se mordió el labio inferior al ver que James asentía levemente, con una sonrisa tan igual a las que usó siempre con él para calmar su impetuosidad.

—Perdón, yo… —empezó a disculparse.

—Sólo permite que tu pelirroja haga lo que tiene que hacer —le susurró James en tono cómplice—. Ginevra, entrégame la mano derecha de Sirius y entra allí a buscarlos cuando te llamen. —repitió una vez más en tono solemne en cuanto lo vio asentir.

Ginny, que le había estado apretando un brazo a su prometido para que se contuviese, asintió y le dio un beso en la mejilla a Sirius antes de hacer lo que le habían indicado por segunda vez. Al estar ubicada junto a Draco le susurró en voz baja en el mismo tono que usaban en el colegio:

—¿Asustado, Malfoy?

—Ya quisieras, Weasley. —le respondió el rubio de forma automática, tragando saliva al recordar lo ocurrido en su segundo año en el club de duelo. Abrió mucho los ojos al oír en su cabeza una risa que tenía muchos años sin oír, la de Harry Potter.

Daryll, Harrison y Jerry estaban terminando de ayudar en ese momento a Julie, Robin, Dorothy, Lancelot, Katherine y Ron con Maggie, Christine y Kathleen, pues los cristales superiores habían ofrecido una resistencia mayor al procedimiento. Cuando terminaron de girarlos miraron interrogantes a los padres de Harry.

—Maggie, Christine y Kathleen, ubiquen sus manos en el centro de la cara de la pirámide frente a la cual están ubicadas. —les ordenó James.

—Daryll, Harrison y Jerry, pongan sus manos sobre las de ellas y manténganlas firmes pase lo que pase. —les indicó Lily una vez que ellas habían hecho lo ordenado por su esposo.

Los veinticuatro que se encontraban alrededor de la pirámide contuvieron el aliento al ver que la antes Pirámide Negra ahora era del mismo color iridiscente que habían adoptado los cristales, además de sentir que la temperatura se elevaba hasta parecer que estaban muy cerca de las llamas de una chimenea encendida.

Maggie, Christine y Kathleen se sobresaltaron al sentir que la antes superficie lisa sobre la que tenían apoyadas sus manos cambiaba, evitando Daryll, Harrison y Jerry que moviesen sus manos aunque las miraban muy preocupados por sus expresiones asustadas.

—Si nos quieren de regreso…

—… al mundo del que provenimos…

—… dos que se rechazaban…

—… por tener formas distintas de pensar…

—… deberán venir unidos voluntariamente…

—… a mostrarnos el camino de regreso…

—… porque lo hemos perdido ante…

—… lo que aquí encontramos.

Se oyeron las voces de Hermione y Harry, débiles y cansadas además de distantes.

Ginny y Draco se miraron al oírlos.

—Malfoy. —le tendió su mano la pelirroja.

—No —denegó él, haciéndole un gesto con su mano para que se contuviese al ver que enrojecía de furia—. No Weasley y Malfoy, sino Ginny y Draco. —le explicó con tono suave.

—Tienes razón. —musitó ella abriendo mucho sus ojos.

—Si no lo veo no lo creo. —comentó Ron enarcando la ceja derecha.

—Eso es porque no conocías a mi novio. —replicó Daphne.

Ginny y Draco se rieron al oírlos. Se tomaron de las manos y avanzaron con nerviosismo, pero decididos, hacia el interior de la enorme esfera, en dirección a las formas ya casi totalmente difuminadas de Hermione y Harry.

—Sólo cuando ellos salgan, si consiguen el camino, o cuando Daphne y Sirius desaparezcan hacia fuera de la sala, si no lo logran, podrán sacar los nueve cristales viejos y los tres nuevos de la pirámide. Deben retornar aquí en siete días para comenzar con sus lecciones. —dijo Lily con tono firme.

—Sirius, acompaña a Daphne y no la dejes desfallecer mientras Lily y yo vamos con nuestro hijo para despedirnos. Porque si consiguen el camino para volver será la última vez que ella y yo estaremos con él, para ahora sí partir definitivamente al sitio al que pertenecemos. —le pidió James.

—¿Puedo abrazarte, hermano? —le preguntó Sirius con expresión de cachorrito desvalido. Sonrió al verlo asentir y lo hizo de inmediato, asintiendo ante lo que su amigo le susurraba al oído.

Lily sonrió al verlos y abrazó a la temblorosa rubia, acercándose con ella entre sus brazos a ellos. Le señaló con una cabezadita la chica a su esposo, para ella abrazarse al padrino de su hijo mientras él la sostenía entre sus brazos. La rubia estaba a punto de derrumbarse, luego de oír que posiblemente los que estaban en la esfera no saldrían.

Las lágrimas bajaron por el rostro de Sirius desde sus ojos grises sin que pudiese contenerlas. Sabía que no sólo le habían permitido despedirse de sus amigos. Además le confirmaban con ese gesto, al saltarse seguramente alguna regla y definitivamente el protocolo de lo que estaban haciendo allí, lo que le había dicho Harry tiempo atrás: ellos no lo culpaban por no haber sido el guardián secreto y lo consideraban un excelente padrino para su hijo.

La luz en la sala se incrementó levemente por unos minutos y regresó a su estado anterior.

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—¿Steve? —preguntó Neville ante la fuerte luz blanca que había sustituido las imágenes que habían estado viendo.

—Hermione y Harry. —resumió el inefable.

Los que estaban en el segundo piso de Hogwarts tragaron saliva al oír la risa de los dos nombrados e incrementarse levemente la luz antes de empezar a reducirse rápidamente el vórtice mágico hasta desaparecer totalmente.

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—¿Parvati? —preguntó Padma al ver el cambio en el extraño arco de piedra.

—Hermione y Harry. —respondió la inefable.

Todos los congregados en esa sala del Departamento de Misterios contuvieron el aliento al oír la risa de la pareja que había ella nombrado. Abrieron los ojos asombrados al ver que se incrementaba la luz y la pared transparente se transformaba lentamente en una tela plateada de aspecto suave pero grueso, que tomaba el lugar de ésta.

Al cesar la luz había una especie de cortina gruesa de pana plateada cubriendo el espacio entre la piedra superior y las dos columnas laterales, en lugar de la harapienta de aspecto fantasmal que había estado allí antes y los pocos que habían visto el Velo de la Muerte antes de comenzar todo el problema habían conocido.

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—Siempre hemos estado contigo en tu corazón y así lo seguiremos estando, pues aunque vayamos a nuestra nueva vida ese lazo jamás dejará de existir. —le aseguró James con una suave sonrisa al amigo que quiso siempre como un hermano, mientras le entregaba a la temblorosa rubia.

—Intuyes a lo que nos referimos y aprenderás después más aquí. —completó Lily con dulzura. Sonrió y asintió levemente al ver chispear emoción en los ojos grises de él y en los azules de ella, colocando el dedo índice de su mano derecha sobre sus labios en señal de que guardasen silencio sobre lo que acababan de entender. Sabía que ansiaban preguntar una confirmación.

—Pero… —susurraron los dos a coro.

—No podemos romper las reglas tanto o empezarán nuevos problemas. —los interrumpió James en un susurro confidencial, sonriendo al verlos asentir de inmediato y quedarse callados y atentos.

—Dile a Remus que aunque no ha podido entrar hoy a vernos lo visitaremos pronto en una forma muy especial. —le pidió Lily a Sirius en el tono cálido y franco normal en ella. Sonrió con picardía al ver que enarcaba la ceja derecha con curiosidad pero asentía y se contenía de preguntar.

—Vas aprendiendo. —lo felicitó James con una sonrisa burlona, alejándose de él con su esposa luego de guiñarle el ojo derecho con cariño.

Al entrar Lily y James a la esfera, tomados de la mano, un rayo de luz multicolor se desprendió del vértice superior de la pirámide, atravesando a Daphne y Sirius para convertirse en un extraño túnel iridiscente que los unía a ellos con la esfera.

Los que estaban alrededor de la pirámide contuvieron el aliento, pues la temperatura había disminuido bruscamente al ocurrir esto hasta parecer que estuviesen alrededor de algo hecho de hielo, pero se mantuvieron muy quietos mirando fijamente a Daphne y Sirius. Soltaron el aire retenido y una sonrisa se empezó a abrir camino en sus rostros, al ver cuatro figuras que avanzaban por el túnel hacia los dos que estaban entre ellos y la esfera.

—Quietos hasta que ellos no estén totalmente afuera. —les recordó Lancelot a Anya y Ron que parecían querer ir a su encuentro.

Anthony y Katherine los besaron en las mejillas en señal de apoyo.

Cuando Draco, Hermione, Harry y Ginny estaban justo enfrente de Daphne y Sirius desapareció el túnel, así como el rayo desde el vértice superior, y la pirámide volvió a una temperatura normal con el color negro que le habían visto desde que la consiguieron hasta minutos antes. Los veinticuatro se miraron con ansiedad.

—Ya pueden sacar los cristales. —les aseguró Harry con una sonrisa. Se rió a carcajadas cuando sacaron los cristales y corrieron a abrazarlos, paralizándose su risa y abriendo sus ojos al máximo al ver que su hermana iba corriendo hacia él.

—¿Qué? —preguntó Anya asustada por su reacción, deteniéndose en seco.

—Estás de pie y corriendo. —musitó Daryll, que ante su reacción se había girado a mirarla al igual que los demás.

—¿Qué? —preguntó ahora con incredulidad la chica de ojos color avellana, empezando a temblar al mirarse y ver que estaban en lo cierto.

—Tranquila, te tengo —la agarró Anthony por detrás—. Todo está bien, mi amor. —le aseguró con cariño, tan asustado como ellos pero queriendo ayudarla a calmarse.

—James tiene razón en que no sólo eres el hombre indicado para su hija, sino el que la hace y la hará feliz. —afirmó Sirius abrazado a Ginny, recordando con el gesto del detective lo que su hermano del alma le dijese antes en un susurro. Sonrió y asintió cuando los dos se giraron a mirarlo interrogantes, riendo al ver que Anthony levantaba un poco a Anya y giraba con ella una vuelta, riéndose felices los dos.

—¿Ustedes también se sienten extraños desde que nos pusieron las manos alrededor de la cabeza? —preguntó Daphne intranquila.

—Sí. —confirmaron a coro veintisiete de ellos.

—¿De qué hablan? —preguntaron a coro Hermione y Harry con curiosidad.

—Larga historia y ahí fuera nos deben estar esperando con mucha ansiedad —respondió Sirius con tono serio y expresión de padre responsable—. ¿Qué? —preguntó con genuina curiosidad al ver que todos lo miraban con asombro.

—Prométeme que si me empiezo a comportar blandengue en los negocios me aporrearás fuerte en la cabeza con algo para hacerme reaccionar. —le pidió Draco a Daphne con no tan fingida expresión de alarma.

—Sólo si tú me prometes que si intento ir a una reunión importante sin vestirme adecuadamente me obligarás a volver a nuestro cuarto de inmediato para que me cambie. —le replicó ella de forma similar.

—Prometido. —aseguraron los dos a coro.

—Payasos. —dijeron los otros veintiocho luego de rodar los ojos, riéndose los treinta luego de un par de minutos de silencio después que los dos Slytherin los miraran con enojo.

—¿Los dejamos aquí o los llevamos con nosotros? —preguntó Katherine mirando el cristal que tenía en sus manos.

—Los guardianes de los cristales siempre los llevarán consigo. —Escucharon que respondían muchas voces como una sola, las cuales parecían provenir de todas partes y de ningún sitio en particular.

Mientras tanto los cristales se desdoblaron en dos y cada mitad se convirtió en un nuevo cristal, con forma de lágrima brillante, ubicándose frente al esternón de los veinticuatro que habían estado sobre la pirámide. Éstos desaparecieron bajo su piel instantes después.

—Insisto en que es más fácil entenderles si sólo habla uno o dos a la vez. —rompió el silencio Johan, luego que los demás mirasen a su alrededor con una mezcla de nerviosismo y curiosidad, aunque expresiones de dolor en sus rostros.

—No queremos faltarles el respeto, pero mi hermano tiene razón. —lo apoyó Robin dándose un leve masaje en el oído derecho.

—Mientras en vuestras palabras exista la misma sinceridad que en vuestros corazones, no nos faltáis el respeto al hablarnos. Podéis y debéis solicitarnos lo que necesiten para que nuestra comunicación sea efectiva y aprendan lo que les será enseñado. Pero sólo lo que en realidad necesiten, recordadlo. —Respondió una suave voz femenina.

—¿Y eso qué es?, si se puede saber. —preguntó intrigado Sirius al ver que una esfera iridiscente se desprendía de la esfera gigante en que Hermione, Harry, Ginny y Draco habían estado, dividiéndose en siete partes iguales que flotaron ante los cuatro, Daphne y él.

—Las llaves de acceso al conocimiento y poder en esta sala, que deben portar los custodios de la esfera si aceptan voluntariamente serlo. —Respondió una serena voz masculina.

—Acepto. —respondieron los seis a coro, tragando saliva al ver que se fundían en sus cuerpos después de decirlo.

—¿Y yo por qué? —preguntó asustado Johan, cuando la séptima flotó hasta ubicarse frente a él.

—Eso lo sabrás en su debido momento si aceptas. —Le respondieron a coro las dos voces con tono suave.

—Acepto. —accedió después de mirar a los demás en la sala interrogante y verlos asentir. Tragó saliva al ver a la esfera avanzar hacia su pecho, conteniendo por un minuto la respiración al sentir que ya adentro la esfera y la lágrima se unían y empezaban a girar.

—Harry James Potter, desde niño pediste ser igual a quienes te rodeaban para poder vivir una vida medianamente normal. Desde hoy te es concedido, en cierta manera. —Le dijo con tono firme la voz masculina.

—Pues desde este momento tu mujer y tus amigos, que se encuentran en este momento contigo, así como los que se te unirán más adelante en el ingreso a esta sala, comparten tu destino pues así lo han decidido voluntariamente. Por esto desde hoy compartirán tus capacidades y las responsabilidades que conllevan. —Siguió la voz femenina.

—¿Qué significa eso? —preguntó Daphne abriendo sus ojos azules como platos.

—Lo averiguarán día a día. Ahora deben salir a reunirse con quienes los esperan y volver cuando sientan el llamado. —Respondieron las dos voces como una sola.

—¿Averiguarlo día a día? —preguntó Draco enarcando la ceja derecha.

—Bienvenido a mi mundo, en el que en cualquier momento te enteras de algo que se suponía que tenías que saber. —respondió Harry al no haber respuesta de las voces, con expresión divertida.

—Sospecho que no me va a gustar mucho. —refunfuñó el rubio.

—En algún punto te resignas y empiezas a aceptarlo. —replicó el de ojos esmeralda, con expresión de haberse resignado a eso desde hace tiempo.

—Veámoslo con un poquito más de optimismo. Cada descubrimiento significará embarcarnos en una gran aventura. —propuso Anya. Se encogió de hombros al ver que la mayoría la miraba con expresión de “¿Estás loca?”, mientras Anthony sonreía y Harry suspiraba.

—Mamá y Papá… —empezó a preguntarle Ron a su hermana, sin saber cómo continuar.

—Sí —le confirmó ella—. Igual que Penélope y Ernie. —agregó.

—Ha sido gracias a ellos cuatro que Hermione y yo hemos podido anular los dos vórtices —les contó Harry—. Pues con lo que hicieron no sólo salvaron a quienes ayudaron en ese momento, sino que generaron una fuerte malla de contención energética que aisló los vórtices mientras logramos cerrar el del colegio, que no debía existir, y retornar el portal de El Velo de la Muerte a su estado original.

—Ernie y Penélope se amaban y se lo reconocieron mutuamente, justo mientras caían en el vórtice del colegio —continuó Hermione—. Mamá Molly y papá Arthur no sólo se amaban entre ellos, sino también a todos los que sin ser sus hijos por sangre lo llegamos a ser por afecto, así que además de generar la malla energética hicieron retornar a “pequeño Apolo” a su mundo de origen. Ahora será posible investigar el mundo tras El Velo de la Muerte, con las precauciones adecuadas, y ayudar a quienes lo transitan antes de seguir su camino.

—Vamos. Debemos salir y hablar con los otros. —les indicó Lancelot cuando la luz de la sala disminuyó, aunque la de la esfera seguía con igual intensidad, rompiendo el silencio que se había instalado en el lugar ante la explicación de la pareja.

Los otros veintinueve asintieron y avanzaron hacia la puerta, cada uno tomado de la mano de su pareja, a excepción de Anthony que llevaba a Anya sujetándola por la cintura y apoyada en él. Al frente iban Hermione y Harry, tras ellos Daphne y Draco, luego los Halcones y sus parejas cerrando la fila Ginny y Sirius. Apenas salir los dos últimos la puerta tras ellos se cerró, pero sabían ahora con certeza para quiénes no estaba sellada.

Los gritos de júbilo y los aplausos se vieron interrumpidos cuando, al irse apartando cada pareja hacia un costado, quienes los esperaban afuera vieron con asombro a Anya caminando lentamente con ayuda de Anthony. Pues, aunque podía hacerlo, sentía las piernas débiles y caminaba bastante insegura.

—Ni que hubiesen visto algo extraño hoy para que tengan esas expresiones. —bromeó Sirius, que era quien iba tras ellos.

—Sí, cualquiera diría que jamás han visto hacer magia. —lo apoyó Katherine.

La risa fresca de Ginny y Ron al oírlos hizo reaccionar a Kingsley y quienes lo acompañaban. Tragaron saliva mientras miraban, con un nudo en la garganta, a los dos hijos menores del clan Weasley.

—Bill, Charlie, Fred, George, lo sabemos. —les dijo Ron con seguridad, al comprender sus expresiones de tristeza y verlos a los cuatro mirarse de reojo preocupados.

—Mamá y papá siempre estarán con nosotros, en nuestros corazones. —completó Ginny con tono dulce y una suave sonrisa.

Los cuatro mayores asintieron y correspondieron a su sonrisa, pues aunque se sentían muy tristes sabían que era cierto lo que había dicho su hermana menor.

—¿Atraparon a todos? —preguntó Harry mirando a los mortífagos que Tom Harris conducía fuera de la sala circular con su varita, con el apoyo de aurores que no pertenecían a Los Dragones.

—Sí, tanto aquí como en el colegio. —le respondió Kingsley.

—Pero no se preocupe, señor Potter, aún sin ellos los aurores tendremos trabajo. —le aseguró Gawain en el tono de jefe a subordinado que usaba con él cuando no estaban a solas, o si estaban en presencia de alguien fuera de Halcones o Dragones.

—Y yo que creía que podría dedicarme ahora al Quidditch. —le respondió Harry con el tono impertinente que había usado para hacerlo enfadar antes de conocer a Katherine.

—Pues si tú vas a seguir como auror yo sigo como hombre de negocios. —opinó Draco con tono fastidiado.

—Pero eso no implica que se van a olvidar del partido que tienen pendiente. No después que me has obligado a aprender lo necesario para ser la cazadora de tu equipo. —lo sentenció Daphne con expresión molesta.

—Claro que vamos a tener ese juego. —le aseguró el rubio de inmediato.

—¿Ya tienes tu equipo definido, Draco? —le preguntó Harry con tono bromista.

—Sí —le respondió el rubio con una sonrisa pícara—. Daphne, Pansy y Theodore son mis cazadores, Patty y Sarah son mis golpeadoras y Eddie es mi guardameta.

—¿Patty y Sarah? —preguntó Hermione asombrada.

—No sabía que jugaban Quidditch. —parpadeó confundido Harry.

—¿No te lo dije? —preguntó Amy con tono culpable, sonrojándose al ver que él denegaba y la miraba con la ceja derecha arqueada—. Creí que lo había hecho después que estuvimos hablando en la tienda sobre Quidditch todo un día. —musitó incómoda.

—¿Y tu equipo, Harry? —preguntó el rubio, seguro de que estaría compuesto de cuatro cabezas pelirrojas, una castaña y dos de sus ex compañeros de equipo en el colegio.

—Hermione, Susan y Hannah como cazadoras, Luna y Neville como golpeadores y Sirius de guardameta. —le respondió Harry con calma, sonriendo ampliamente al ver su expresión de asombro.

—Pe…pero… Los Weasley… Katie… Alicia… Oliver… —tartamudeó Daphne, tan desconcertada como su novio.

—Katie, Oliver y yo somos jugadores profesionales, no hubiese sido justo. —afirmó Ron encogiéndose de hombros.

—Nosotros haremos un…

—… excelente negocio ese día…

—… vendiendo recuerdos…

—… entre los espectadores. —continuaron Fred y George.

—Luna siempre quiso jugar pero nunca le avisaron cuando eran las pruebas de Ravenclaw. —aseguró Ginny.

—Hermione lo hará muy bien y yo podré disfrutar viendo el partido. —finalizó Alicia con una gran sonrisa, pues aunque se acababa de enterar que no jugaría no se sentía mal puesto que así podría estar con Steve ese día.

—Como ya había dicho, ese juego será interesante y no me lo perderé por nada —afirmó Kingsley—. Así como no me quise perder lo que se traían ustedes dos entre manos realmente ese día cuando hablaban. —completó con expresión de regaño.

—¿Nosotros? —preguntaron Harry y Draco con fingida inocencia a coro, soltándose a reír todos los presentes en seguida.

—Vamos a la casa-zoo para yo ver a mis amiguitos y que podamos hablar todos Los Halcones, Los Dragones y Los Conjurados con calma y libertad sobre lo que ha ocurrido hoy —les propuso Anya al cesar las risas—. ¿Qué? —preguntó al ver que, a excepción de los dos Slytherin, todos la miraban con asombro.

—Le dijiste casa-zoo a nuestra casa. —le respondió Johan con una amplia sonrisa pícara abriéndose paso en su rostro.

—¡Ay no! Finalmente me lo han pegado. —se quejó su hermana.

Las risas no se hicieron esperar, incluyendo a Daphne y Draco que habían comprendido al verla y oírla.

—Tienes razón, les avisaré a Luna y Neville para que lleguen allí con Pansy, Theodore, Eddie y los otros Dragones. —afirmó Ginny al calmarse un poco todos.

—No olvides a Laura —le recordó Daphne—. ¿Olvidé decirte que se unió a Los Conjurados luego que descubrimos a Zabini y se vio expulsado de nuestro lazo, aunque él no lo sabía? —le preguntó a Harry con expresión avergonzada.

—Me parece que se distraen mucho Amy y tú en la joyería, olvidando decirme detalles importantes. —le respondió Harry con la ceja derecha enarcada.

—Pero no olvidan avisarnos a Kingsley y a mí cuando llega algo que les guste, aunque no tenga nada que ver con los cristales. —agregó Draco fingiendo fastidio.

—Eso es cierto. —confirmó el Ministro con expresión similar.

—Oye. —se quejaron al mismo tiempo sus mujeres.

Las risas llenaron de nuevo la sala circular.

—Si no les molesta, quisiera ver a mamá antes. —pidió Draco. Aunque comprendía que debían hablar sobre lo ocurrido, estaba desesperado por verla luego de tantos meses sin poder hacerlo.

—Le avisaré a John que la lleve con él. —le aseguró Ginny mirando con picardía al rubio, sonriendo al ver que de su expresión de confusión pasaba a una de sospecha.

Los Halcones y Los Dragones presentes, que sabían que el auror y jefe del Departamento de Catástrofes Mágicas había establecido una “entrañable amistad” con Narcissa Malfoy, contuvieron con dificultad la risa ante su expresión. Las conversaciones entre los dos sobre el mundo muggle, que a ella tanto le despertaba curiosidad y a él tanto le gustaba, habían sido habituales desde que la llevasen a Grimmauld, acompañándolos con alegría los esposos Weasley.


—No lo puedo creer. —denegó Draco levemente mirando el graderío.

—Esto está tan lleno como el día de la final del Mundial de Quidditch antes que empezáramos a estudiar cuarto año. —comentó Harry tan sorprendido como él.

Los otros miembros de los dos equipos miraban hacia fuera con expresiones similares.

—Viktor ha venido con su equipo —se quejó Hermione al divisarlos—. Voy a matar a Ron por invitarlos.

—¿Viktor Krum? —preguntó Daphne abriendo al máximo sus ojos y siguiendo la dirección en que miraba la castaña—. Draco, no puedo… Yo… no puedo. —denegó empezando a hiperventilar.

—Tranquila mi amor, lo harás bien. —le aseguró el rubio abrazándola.

—No te pongas así, amiga. Sólo han venido porque hemos cruzado apuestas Viktor y yo sobre el nivel como buscadores de Draco y Harry —les dijo Ron que se acercaba a ellos en ese momento—. En realidad, prácticamente todos los que han venido se han unido a las apuestas y estarán especialmente atentos a los dos buscadores. —completó con una sonrisa pícara al ver que los catorce miembros de los dos equipos se giraban a mirarlo con los ojos entrecerrados.

—¿Qué? —preguntaron a coro Draco y Harry, abriendo sus ojos al máximo.

—¿Por eso hemos tenido tantos observadores desconocidos durante las prácticas? —preguntó Hermione con una fingida sonrisa.

—Sí, por eso. —le respondió Ron con una sonrisa sincera.

—No debiste decirles nada antes del juego. —susurró Katherine a su lado, que detectó el peligro para su novio en el aire que los rodeaba.

—Vas a tener que aprender una nueva lengua, Katy —dijo la castaña mientras su falsa sonrisa se transformaba en una expresión amenazante—. Porque en lo que termine el juego tu prometido estará hablando irreconocible luego que use mi varita con él.

—Yo me encargo de que no pueda defenderse. —gruñó Daphne.

—Yo te ayudo. —apoyaron a coro Pansy, Patty, Sarah, Luna, Susan y Hannah, con expresiones similares a las de ellas.

—Pero si lo hice para que ustedes no estuvieran presionadas y Theodore, Eddie, Neville y Sirius pudiesen lucirse tranquilos en sus posiciones. —se intentó defender Ron levantando sus manos, resaltando las pecas de su rostro la súbita palidez de su piel al verlas tan enojadas.

Las ocho mujeres bufaron mientras los seis hombres rodaron los ojos.

—¿Asustado, Malfoy? —preguntó Harry con malicia al ver de reojo la palidez del rubio.

—Ya quisieras, Potter. —le respondió Draco con picardía, riéndose los dos enseguida.

—¿Preparados para el espectáculo? —preguntó Kingsley con una gran sonrisa. Iba caminando lentamente de la mano de su esposa para que ella no se cansase, ya que le faltaba sólo un mes para dar a luz.

—¿Nerviosos acaso? —preguntó Nymph con picardía, que caminaba apoyada en el brazo seguro de Remus. Con siete meses de embarazo de gemelos, su tendencia a tropezarse con todo y los instintos sobreprotectores de él elevados, sabía que debía tener cuidado. Su esposo llevaba con la otra mano a John Ted.

A los otros niños los cuidaban los miembros del grupo que no jugarían.

—Después que Ron se las arregló para propagar la noticia a espaldas nuestras, por lo que tenemos tanta gente ahí fuera esperando a ver lo que se había planificado sólo como un encuentro amistoso, no veo porqué tendríamos que estarlo. —respondió Hermione con sarcasmo.

—No me van a decir que después de lo que vivimos hace dos meses les parece esto presión. —bromeó Daryll.

—Bueno, amigo, lo ocurrido el 27 de marzo del 2002 lo recordaremos siempre quienes lo vivimos. Pero a los que fueron a dar a Azkaban les borraron la memoria y los otros que estuvieron presentes se han unido a nuestro grupo, como Betsy, Patty y Sarah desde que son novias de Terry, Justin y Oliver; mientras que lo que suceda en este glorioso domingo 26 de mayo del 2002 lo sabrá y recordará prácticamente toda la comunidad mágica y los miembros del Departamento Muggle de Integración. —replicó Johan con una gran sonrisa.

—Gracias por hacérnoslo notar, hijo. Eso nos ayuda a tranquilizarnos. —lo regañó Sirius.

—Tranquilo, mi amor. Lo harán estupendamente y el partido sigue siendo amistoso, haya sólo una persona o miles para verlo. —le aseguró Ginny recostándose en su costado.

—No me cansaré de decir que eres una esposa adorable. —afirmó él besándola en la boca, separándose con expresiones fastidiadas al oír a todos a su alrededor carraspear.

—Ginny tiene razón, el partido es amistoso y vinimos fue a divertirnos. —afirmó Harry con seguridad.

—Excepto tú y yo, que vamos a dilucidar quién es el mejor buscador después de tantos años sin jugar formalmente. —lo retó Draco con picardía.

—Sólo no te quejes después cuando te gane la pelota dorada una vez más. —aceptó él con una gran sonrisa y sus esmeraldas brillando con emoción anticipada.

Daphne y Hermione suspiraron al oírlos, se miraron y sonrieron, encogiéndose de hombros. Definitivamente sus esposos no dejarían nunca de competir entre ellos.


—¿Y dices que el juego no se acaba hasta que uno de los dos no atrape la snitch? —preguntó somnolienta Dorothy a su esposo Lancelot.

—Así es. —afirmó él.

—La luna llena está hermosa y muy brillante. —comentó Nymph acariciándole el rostro a su esposo. Su pequeño hijo dormía con su cuerpo en las piernas de Robin y la cabecita en las de Julie, a quienes les tenía mucho afecto.

—Tienes razón. —confirmó él con una gran sonrisa. Miró a Luna y a Neville con una mezcla de cariño y agradecimiento, por la poción con la que lo liberaron tres años atrás de su maldición, permitiéndole desde ese día disfrutar de las noches en que el astro nocturno brillaba a plenitud sin tener que temerle.

—Esto está más largo que un juego de béisbol. —se quejó Katherine.

—Con más de doce horas aquí sentada se me están entumeciendo las piernas —se unió Anya a las protestas—. Estoy bien, sólo cansada. —se apresuró a aclarar al notar que todos se giraban a mirarla de inmediato con preocupación, pues debido a los cuatro años de parálisis los músculos de sus piernas se habían debilitado. Johan la tenía en observación y un tratamiento especial de rehabilitación.

—¡Increíble! —exclamó Ginny.

—¿Qué? —preguntaron todos sobresaltados, siguiendo la dirección de su mirada.

Todos los presentes en el estadio contuvieron el aliento al ver a Draco y Harry subir en espiral tras la snitch a alta velocidad. Se levantaron como uno solo al verlos precipitarse a tierra tras ella, dejando escapar el aire de los pulmones al ver dos manchas borrosas que en el último minuto se alejaban del suelo y se elevaban de nuevo con mucha rapidez.

—La atrrapó Harry con el guante de Drraco cerrándose sobrre el de él —se oyó la voz segura de Viktor Krum en todo el lugar, por el tenso silencio expectante que existía en el estadio. Era quien había estado narrando el juego y el único que era capaz de ver algunas jugadas de los dos buscadores, por lo rápidos que eran—. Técnicamente es un empate entrre ellos dos como jugadorres y, puesto que los dos equipos van iguales en puntuación, también lo es en el juego.

—Pero eso no es justo. —se quejaron de inmediato los que habían cruzado apuestas.

—Sí lo es para quienes están jugando y necesitan bajarse de sus escobas, darse una ducha e irse a dormir. —afirmó Kingsley con una gran sonrisa.

—Mami, papi. —gritó Frank Derek tendiendo sus manitas hacia Luna y Neville desde los brazos de Johan, pues se había despertado con el alboroto al igual que su hermanita en brazos de Nataly y los otros niños.

Los Longbottom de inmediato dirigieron sus escobas hacia el palco principal donde ellos se encontraban, con los otros jugadores tras ellos a excepción de los dos buscadores, contentos porque se habían divertido jugando pero cansados por la duración del partido. Al tocar tierra abrieron mucho sus ojos y se sonrojaron por la salva de aplausos con que los premió el estadio completo.

—Como dije en un prrincipio, un parrtido amistoso entrre jugadorres no prrofesionales que nos harría rrecorrdarr la esencia del Quidditch y cualquierr deporrte: diverrtirrse con alegrría en una competición sana. —afirmó Viktor, repitiéndose la salva de aplausos luego de él decir aquello.


—¿Y esos dos no piensan bajar? —preguntó Daphne fastidiada, mirando hacia la posición en que Draco y Harry hacían piruetas. Los dos estaban soltando y atrapando alternativamente la snitch dorada.

Había transcurrido ya media hora y todos los espectadores se habían retirado del estadio, a petición de Kingsley.

—Si están planeando otro juego conmigo que no cuenten. —afirmó Hermione con tono similar.

—Ni conmigo. —dijeron casi todos los que habían estado jugando.

—Conmigo sí. —los contradijo Sirius con una gran sonrisa.

—¿Qué? —le preguntaron asombrados los otros.

—Yo por Ginny, Harry y Johan hago lo que sea. —afirmó él encogiéndose de hombros.

—No te olvides de Lily y James. —se quejó Nymph acariciándose el vientre.

—Jamás podría hacerlo —le aseguró él sonriéndole—. He visto en una juguetería una pequeña moto para niños y un auto para niñas que… —empezó emocionado.

—No hasta que cumplan los tres años. —lo interrumpió Remus firme.

—Aguafiestas. —se quejó su amigo.

—Pero a la pequeña Molly o el pequeño Arthur lo podrás complacer con la escoba en cuanto aprenda a caminar. —dijo Ginny con voz dulce.

—¿La pequeña Molly? —preguntó Harry que acababa de aterrizar junto a ellos con Draco a su lado.

—¿Estás segura? —preguntó Hermione.

Ginny sonrió y asintió sonrojada mirando fijamente los ojos grises que tanto amaba, el que se encontraba paralizado mirándola con los ojos muy abiertos.

—¿Mi amor? —preguntó preocupada pasados unos minutos.

—¿Vamos a tener un bebé? —susurró Sirius que aún no lograba asimilar la noticia—. SÍ. —gritó feliz al verla asentir nuevamente, corriendo a abrazarla y levantándola en vilo para dar una vuelta completa con ella y luego besarla apasionadamente.

—Cuidado con ella. —lo regañaron a coro Remus, Bill, Charlie y Kingsley.

—Eres un caso perdido. —denegó Gawain con una sonrisa.

—¿Estás bien? —le preguntó de inmediato Sirius a Ginny, preocupado, bajándola con mucho cuidado y mirándola con ansiedad.

—Claro que sí, cariño. Son unos exagerados. —lo tranquilizó ella enseguida.

—Pero el llevar tantas horas volando a mí me ha hecho sentir muy cansada, así que quiero irme a casa. —le dijo Daphne a Draco.

—¿Aún te sientes mal del estómago? —le preguntó él preocupado—. No sé qué pudiste comer que te tenga mal todas las mañanas. —comentó intranquilo al verla denegar, mirándolo con un brillo extraño en los ojos.

—Las nauseas matutinas que ha tenido no son porque haya comido algo que le alterase el estómago, hijo. —intervino Narcissa con una sonrisa pícara.

—En realidad pueden ser ocasionadas por otro motivo. ¿Verdad Hermione? —preguntó Fleur con una expresión similar.

—¿Daphne? —preguntó Draco.

—¿Hermione? —interrogó Harry.

Al verlas asentir sonrojadas el rubio se quedó paralizado mirando a su esposa mientras el pelinegro estrechaba a la suya entre sus brazos con sus esmeraldas brillando con emoción.

—¿Cuándo lo supiste con seguridad? —le preguntó Draco a Daphne, luego de reaccionar y besarla.

—Ayer en la mañana lo confirmaron ellas dos y yo anoche. —respondió Ginny por ella, al ver a la rubia mirarlo nerviosa.

—¿Por qué no me lo dijiste antes del juego? No debiste estar tanto tiempo en el aire. —la regañó el rubio.

—Porque el partido era importante para ti y no sabía que se prolongaría de la forma en que lo hizo. —le respondió ella haciendo un puchero.

—Perdona cariño, estoy preocupado —se disculpó él de inmediato—. Desde hoy vas a pensar primero en nuestro hijo y en ti que en mí, prométemelo. —le pidió con tono meloso.

—Prometido. —le sonrió ella, fundiéndose en seguida los dos en un beso.

—Chicos, guarden las apariencias. —recomendó Narcissa luego de carraspear.

Daphne y Draco se giraron a mirarla extrañados.

—No ustedes, ellos. —aclaró John señalando con una cabezadita a Hermione y Harry.

Kingsley suspiró y con sus manos los ayudó a bajar, pues por estarse besando apasionadamente habían perdido concentración y estaban levitando levemente.

—Perdón. —musitaron los dos a coro, rojos como tomates, al sentir el peso de las manos y que tocaban de nuevo tierra.

—He soñado tanto con tener mi propia familia que esto me parece un sueño. —confesó Harry luego que cesaron las risas.

—Si quieres te puedo ayudar a comprobar que no estás dormido. —le propuso Draco burlón.

—No, gracias. Si es un sueño no quiero que me despierten. —replicó Harry.

—La verdad es que yo tampoco deseo despertar si esto no es real. —afirmó Sirius.

—¿Qué otras sorpresas nos tendrá preparadas el destino? —preguntó Pansy dentro del abrazo en que la tenía Theodore, preocupados los dos.

—Sólo recuerden lo que Luna nos ha dicho tantas veces. —les recordó Nataly con una suave sonrisa.

—La vida está llena de Alegrías y Sorpresas. —afirmaron a coro los integrantes de La Alianza, grupo que se integró para aprender, enseñar y proteger el poder tras la Puerta Sellada, sonriendo en seguida.


FIN

Notes:

Nota: Versión revisada de mi fic, por lo que difiere levemente (primordialmente en la gramática) de la publicada anteriormente.